miércoles, 4 de junio de 2014

Su Secretaria de Belu Alba

Su Secretaria de Belu Alba
Corto de 1 capitulo
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Su Secretaria


Mi plan estaba saliendo en marcha. A las 21:00 en punto el señor Estevanez iba a venir a la fotocopiadora y buscar unos papeles.
¿Cuál era mi plan? Seducir al señor Estevanez. ¿Cómo? Sé sus puntos débiles, lo conozco hace años.
Esta vez dejé a la secretaria tímida y me puse una pollera corta, muy corta diría yo, y una camisa blanca. Mi cabello estaba suelto y llevaba unos anteojos; me abrí la camisa y dejé un pequeño escote. La puerta se abrió y ahí estaba él con su carpeta en la mano.

—Pensé que te habías ido. -dijo, Sebastián.
—No, acá estoy. -dije y puse una silla delante mío.
—¿Qué vas a hacer? -preguntó.
—Necesito agarrar esto que está allá arriba. -contesté.

La fotocopiadora estaba al lado mío, él se acercó para agarrar unas hojas y vi como me miraba desde abajo.
—¿Se encuentra bien? -pregunté.
—Sí, sí...

Seguí buscando las "cosas" y me estiré un poco, haciendo que la pollera se suba un poco más.
—¿Por qué la pollera tan corta? -preguntó, con su garganta seca.
—Estamos en verano y... no aguanto este calor. -respondí. Además no me gustan esas polleras largas. -seguí con lo mío.

Vi como crecía su erección e hice una sonrisa. Estaba logrando lo que quería.
Seguí "buscando" y sentí que sus manos me estaban tocando las piernas, luego subió un poco más y fueron hacia mi entrepierna.

—Tenes las piernas tan suaves. -dijo, Sebastián.
Sus manos eran tan suaves; me empezó a acariciar las piernas pero nunca subía sus manos. Me di vuelta y me bajé de la silla.
—¿Por qué haces esto? -preguntó.
—¿Qué cosa? -pregunté.
—Esto, me estás seduciendo. -respondió.
—¿Está mal? -pregunté.
—No, está bien. Está muy bien. -respondió.

Estábamos a milímetros de besarnos pero Sebastián se alejó.
—Ahora tengo una reunión pero a las diez en punto veni a mi oficina. -dijo y se fue.
¡Sí, lo logré!
Esperé a que sean las diez y me dirigí a su oficina, como dijo.

—¿Quién es? -preguntó.
—Yo, señor. -respondí.
—Pasa.

Abrí la puerta y lo vi mirándome fijo.
—Cerra la puerta. -ordenó. Con llave.
Hice lo pedido.
—¿Para qué me llamaba? -pregunté.
—Vos sabes muy bien. -respondió.

Se acercó a mí y me agarró por la cintura.
—No, no me acuerdo.
—¿No? -preguntó.
—Hágame acordar. -contesté.

Sentí una presión entre mis piernas y vi su pantalón. -sonreí. Ya me acuerdo.
Dicho a eso lo besé. Nuestras lenguas se entrelazaron y sus labios, ¡oh sus labios! Tan suaves, me volvían loca.
Sentí que su mano iba hacia un botón de mi camisa, lo desprendió y empezó a besarme el cuello.

—Por cada botón que desprenda te voy a hacer algo. -dijo.
Desprendió el segundo botón y con su otra mano levantó mi pollera.
Desprendió el tercero y empezó a acariciar toda mi intimidad.

—Estás mojada. -dijo.
Me desprendió el tercer botón y me llevó a su escritorio. Tiró todo lo que había arriba y me subió.
Desprendió el cuarto y último botón y me sacó la camisa.

Ahora me tocaba a mí.
Empecé a acariciar todo su pecho y le saqué el saco, luego le saqué la camisa y desprendí su pantalón. ¡Wow! Dije, su erección era enorme.

Sebastián empezó a besarme nuevamente el cuello y fue bajando hasta mis senos, sacó mi corpiño y estuvo ahí un buen rato.
—¡Oh, Dios! -gemí.
Mientras que lamia mi seno derecho con su mano hacia movimientos circulares en mi intimidad, ¡qué bien lo hace!
Yo con un poco de fuerza quise sacar su boxer pero él no me dejó, quería seguir haciendo lo suyo pero yo no lo dejé. Saqué su boxer y ¡Wow! Dije.

Me levantó del escritorio y me llevó a un sillón que había en su oficina. Me acostó y siguió besando mi cuello, lamió mis senos y luego siguió bajando.
Me levantó la pollera y sacó mi tanga blanca. ¿Por qué no sacó la pollera?
Colocó una de mis piernas en su hombro y comenzó a lamer.

—¡Ah, Sebastián! -gemí.
Luego metió uno de sus dedos dentro de mí y lo sacaba y lo metía. Obviamente, sin dejar de lamer.
¡Esto es demasiado! Es mucho placer, no podía ni moverme.

—Sebastián. -dije, ya dando a entendido que iba a llegar a un orgasmo.
—Correte para mí. -dijo.

Siguió con los movimientos pero esta vez eran más rápidos.
—¡Ah! -grité.
Me senté en el sillón y dejé a Sebastián de pié. Agarré a su "amigo" y empecé a lamerlo.
—Oh, Carina. -Gimió.
Sin parar seguí y seguí.
—Voy a llegar. -dijo.
Paré y me observó extrañado.
—Quiero que tu primer orgasmo sea conmigo. -dije y lo tiré encima mío.
Seguimos besándonos, ninguno podía más y le di a entender que lo necesitaba dentro mío.
—¿Estás segura? -preguntó él
—Nunca estuve mas segura en mi vida. -Lo besé.

Abrió mis piernas y entró lentamente en mí.
—¡Más... más rápido, por favor! -gemí.
Cumplió con lo que le dije y sus movimientos eran más rápidos y más intensos.
—Mmm, ¡no pares! -gemí.
Era tanto placer que mi garganta estaba seca de tanto gritar.
—¡Sebastián, voy a... llegar! -grité.
—Correte, te quiero ver. -dijo.
—Ah, quiero... llegar con vos. -dije, aguantandome. Quiero que lleguemos juntos.

Hice un esfuerzo y llegamos los dos a la vez. Nunca había tenido tanto placer en mi vida.
—¿Siempre quisiste esto? -preguntó, abrazandome por la cintura.
—Sí, siempre te desee. Desde el primer minuto.

En ese momento me desperté. Estaba en mi casa, ya era de mañana y mi marido no estaba a mi lado, acaricié mi panza y sonreí. Sólo faltaban dos meses para que naciera la pequeña Paz.
—Hermosa. -dijo, Sebastián.
—Amor. -dije.
—¿Qué haces despierta? -preguntó.
—Nada. -hice una pícara sonrisa.
—¿Qué pasó? Conozco esa sonrisa.
—Soñé con vos, la primera vez que estuvimos juntos. -sonreí.
—Como olvidarlo. -dijo. Pensar que yo era tu jefe y vos mi secretaria.
—Sí. -sonreí. Que tiempos aquellos.
—Sí, y ahora ¿Quién lo iba a decir? Terminamos juntos y con una hija. -sonrió.
—Te amo. -dije.
—Yo te amo mucho más. -contestó.
—Al final, siempre seré Su Secretaria. -dije y lo besé.

Fin.

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