Mi Seductor Amigo
de Maribel Camacho (31 Capítulos)
Sinopsis
Casi todas las mujeres encontraban irresistible a
Marcos Guerrero, pero para Victoria simplemente era el chico con el que había
crecido... sexy, estupendo, pero nada más. Marcos sentía mucho
cariño por Victoria... ¡aunque a menudo criticaba su desastrosa manera de
cocinar y su aún más su desastrosa vida amorosa! Era una mujer imposible, pero
en el momento de necesitar una esposa falsa para asegurarse un negocio, no pudo
pensar en alguien mejor. Sin embargo, fingir estar casados significaba
compartir un dormitorio... ¡y descubrir una atracción sexual que no era nada
fingida!
Capítulo 1
La puerta del despacho de Marcos se abrió con tanta violencia que éste
creyó que en su oficina interrumpía para apagar un fuego un equipo de bomberos;
pero quien entró fue una rubia con un traje amarillo canario ceñido a su cuerpo
divino.
M: Buenos días, Victoria (saludó, dejando el informe que había estado
leyendo). Daniel me dijo que habías vuelto.
V: ¡Él lo sabía! (respondió a modo de saludo).
«Oh, oh» (pensó Marcos), habría preferido a los bomberos.
Victoria Bandi furiosa no era algo a lo que un hombre debiera enfrentarse
sin al menos un whisky en el estómago y otro en la mano. El modo en que
podía oscilar de lo pacífico a la volatilidad era capaz de dejar a una persona
en un desequilibrio emocional.
V: ¿Puedes creerlo? (demandó ella). ¡Sabía en todo momento que
estaba casado! ¡Quiero decir, lo sabía y no dijo ni una sola
palabra! ¡Oh, Dios! ¡Estoy tan enfadada que podría arrancarle hasta
el corazón! No estaba preparada para que me lo soltara de esa
manera. Incluso ahora me cuesta creer lo sucedido, y...
M: Victoria (interrumpió Marcos, sabiendo que si no la cortaba en ese
momento podría divagar durante una hora sin que él se enterara de nada).
¿De qué estás hablando? ¿Quién lo sabía?
V: El padrino, por supuesto (fue de un lado a otro sin dejar de
pasarse la mano por su corto pelo). ¡Ha sabido en todo momento que estaba
casado y yo ni siquiera me enteré hasta ayer por la noche! Así...
(Chasqueó los dedos). ¡Se levanta y se casa sin decir una palabra!
Cualquiera que no conociera a Daniel Pintos habría pensado que la
evidente irritación de su ahijada al descubrir que ella era la última en
enterarse de su matrimonio era comprensible. Pero Marcos conocía a
Daniel Pintos. También era su tutor y lo había criado desde los diez
años. Lo cual habría sido el reto más que suficiente para cualquier
soltero, sin los problemas de cabeza adicionales de educar a la airada y
gesticulante rubia que no paraba de moverse en el despacho de Marcos.
V: Quiero decir, ¿puedes creértelo? (repitió).
Marcos no podía. La idea de que Daniel, de setenta y dos años,
se hubiera casado sin mencionárselo a ninguno de los dos resultaba
incomprensible. No, imposible; incomprensible era Victoria.
V: ¡Maldita sea, Marcos! (bufó). ¿Es que no vas a decir nada?
No me vendría mal un poco de simpatía.
M: Lo siento (murmuró, luchando por contener una sonrisa). Te
prometo que te brindaré toda mi simpatía si te calmas y me cuentas de qué
demonios estás hablando.
V: ¡Hablo de Brian Carrillo! (su tono y su mirada impaciente indicaron
que el nombre debería significar algo para él).
M: Carrillo... Carrillo... (Ese nombre me resulta vagamente familiar,
pero...) ¡Ah! ¿Te refieres al tipo que Daniel ascendió a Director
de Diseño hace más o menos una semana?
Un suspiro sonoro y un gesto de ella confirmaron que había
identificado al hombre. Marcos apenas iba por el departamento de
diseño, y en muy raras ocasiones en que tenía que tratar con él lo hacía a
través del director, pero Carrillo y él aún no habían necesitado ponerse en contacto.
M: ¿Y? (instó Marcos cuando Victoria no añadió nada más). ¿Qué
pasa con él?
V: Te lo acabo de decir (espetó). Se casó.
M: Entonces es él quien necesita mi simpatía, no tú (ese comentario
por lo general habría provocado uno de los discursos a favor del matrimonio de
Victoria, pero lo único que consiguió fue que frunciera los labios y parpadeara
con vehemencia). ¿Victoria? ¿Qué pasa?
V: ¡Se casó con Karen Soto!
M: Hmmm... ¿Su secretaria? (Marcos tuvo que volver a esforzarse por
darle una cara al nombre).
V: ¡Sí! (exclamó antes de menear otra vez la cabeza). Todo es
una locura. Quiero decir, ¿Realmente puedes creer que de verdad se casara
con ella?
M: Bueno, ella siempre me dio la impresión de ser más el tipo de
persona orientada hacia su carrera que la amante de un ejecutivo (ofreció, ya
que estaba claro que Victoria quería su opinión). Pero es atractiva,
así...
V: ¡Marcos! (le lanzó una mirada de «¿eres un completo
imbécil?») ¡Sólo se casaron para que Brian pudiera conseguir el ascenso!
(el tono resaltaba total desaprobación e indignación). Es lo que se
conoce como matrimonio de conveniencia.
M: Un matrimonio de conveniencia... (Marcos rió). Esa sí que es
una tontería.
V: ¡El único tonto eres tú! (replicó, antes de musitar lo que podría
haber sido una disculpa y respirar hondo para calmarse). Por si no te has
dado cuenta, este asunto no me parece gracioso.
M: Es evidente (se sonrió). Pero desde donde estoy yo, siempre y
cuando no sea mi boda, Victoria, no me parece el fin del mundo.
V: Te haces el bobo, ah… ¡No lo entiendes! (en esa ocasión se
pasó las dos manos por el pelo, revolviéndolo por completo). ¡Marcos, no
se aman! ¡Toda esta situación es un desastre!
Victoria era una romántica incurable y, por ende, sus emociones y reacciones
siempre resultaban más extremas que razonables, aunque a Marcos le sorprendió
la pasión con la que reaccionaba ante el matrimonio de dos empleados de la
empresa.
M: No sabía que tú y esa tal Karen fueran tan amigas.
V: Bueno, lo éramos. Lo somos. ¡Oh, no lo sé! (respiró
hondo y suspiró). Sólo llegamos a conocernos cuando quise que alguien
trazara algunos planos para remodelar mi cocina.
Hizo falta toda la voluntad de Marcos para que no estallara de la risa.
La única mejora útil que Victoria podía hacer en su cocina era forrarla con
plomo y donarla al gobierno como contenedor para residuos nucleares. El
sólo hecho de recordar su reciente intento de hacerle un bizcocho (tarta) de
cumpleaños a su padrino, Daniel, bastaba para que se le encogiera el estómago.
V: Descubrimos que teníamos mucho en común, y por ello a veces al
salir del trabajo salíamos. Nada especial, ir al cine, a cenar o a dar un
paseo por la playa, ya sabes. Pero una noche regresamos a mi casa
y... bueno, nos sorprendió descubrir que nos atraíamos mutuamente, pero
una cosa llevó a la otra y terminamos besándonos y...
M: ¿Qué? ¡Victoria! (ella se sobresaltó al oír el tono de su
voz. Marcos no había pretendido gritar, pero. .. Demonios, no era
un puritano, aunque...).
V: ¡No me mires así! Besarse es algo perfectamente normal.
Tengo veintiocho años y estoy enamorada de él.
M: ¿De él? ¿Te refieres a Carrillo?
V: Sí (lo miró con expresión cansada). Brian Carrillo, el
Director del departamento de diseño. Bueno, como iba diciendo...
Marcos sintió un profundo alivio. Había mezclado a Karen con
Carrillo y durante unos segundos su actitud abierta de vivir y dejar vivir se
había visto sacudida.
V: Oh, Marcos... me siento tan confusa.
M: Cuéntame, porque te sientes confundida (musitó; una elección
desgraciada de palabras, ya que Victoria las tomó al pie de la letra y comenzó
una exhaustiva narración de lo que sentía por Carrillo).
En una crisis de negocios, Victoria podía ser el Peñón de Gibraltar,
pero cuando se trataba de su vida personal se venía abajo en seguida, al menos
delante de él. Con Daniel siempre lograba mantener un aire de estoicismo
en deferencia a la creencia de reserva del hombre mayor.
V: No sé si me siento más desgraciada, enojada o furiosa (dijo con suavidad).
Fue una gran sorpresa. El padrino me lo dijo en el momento en que me bajé
del avión y..., y...
Así como Victoria rara vez lloraba, el frágil temblor de los labios
pintados y el rápido parpadeo le indicaron a Marcos que era hora de intervenir
y distraerla.
M: Cariño, estoy seguro de que todo esto te parece devastador en este
momento, pero a riesgo de sonar poco sensible y cínico... bueno, te enamoras
más veces que las que yo me duermo.
C: ¡No es verdad! (dijo con total indignación).
Victoria en innumerables veces usaba dicha frase en su juventud para
convencer a su padrino de que era inocente de cualquier travesura en que la
hubieran descubierto; pero Marcos era menos ingenuo. La miró fijamente
hasta que ella no pudo dejar de esbozar una sonrisa tímida.
V: De acuerdo (dijo). Pero corrige eso que dijiste por «más
veces que las que duermes en tu propia cama», y lo aceptaré. Pero esta
vez es diferente.
M: Hmm.
V: Hablo en serio, Marcos (afirmó con convicción y total seguridad los
años que lo conoce). Lo que siento por Brian era... (Corrigió) es
realmente especial. Él es... bueno... es único.
M: Único, ¿eh? Me lo imagino (dijo con asombro y un poco de sarcasmo).
¿Quién habría pensado que Brian tendría tanto en común con todos los
chicos de los que te enamoraste en los últimos diez años?
V: ¡Pero de eso trata! Brian no es como los chicos de los que me
enamoré antes (una sonrisa extasiada apareció en su cara). Es
inteligente, considerado, compasivo, divertido y... (agitó los brazos). Y
maravilloso.
M: ¡Y está casado! (le recordó). Palabra que no sólo hace sonar
campanillas, sino que incluso evoca imágenes de anillos y campanillas (el
rostro de ella quedó consumido por una expresión de absoluta desolación,
haciendo que Marcos deseara no haber sido tan directo). Demonios, quizá
ese Carrillo era especial de verdad. (Rodeó el escritorio y le pasó un
brazo por los hombros abatidos). Lo siento, cariño. No he sido
justo. Lo último que necesitas es que yo te lo recuerde. Pero
puedes conseguir algo mejor que un tipo que es lo bastante estúpido como para
dejarte. En este caso el perdedor es él.
V: Gracias, Marcos. Pero, por desgracia, en esta ocasión eso no
hace que me sienta mejor.
M: Funcionó cuando te separaste de Tomás (adoptó una expresión
cómicamente asombrado). Y con Ricardo y con Mariano. Por no
mencionar a Risueño, Gruñón, Dormilón y todos sus predecesores.
V: Sí (ante su intento de humor ella hizo una mueca), supongo que
después de mil repeticiones todo pierde impacto.
M: Muy bien, pero no deja de ser menos cierto. Entonces, qué te
parece si dejas de ir de víctima y empiezas a mirar el lado bueno, ¿eh?
V: Cielos, Marcos, tu simpatía y compasión resultan abrumadoras (hizo
una mueca).
M: Tal como yo lo veo, Victoria, tú ya sientes bastante pena por ti
misma. Alimentar tu desgracia con una falsa compasión sólo te animara a
pensar más en ese idiota (tiró de un rizo rubio). Y pienso que eres más
divertida cuando estás dispuesta a comerte el mundo, Victoria Bandi (sonrió, le
abrazó fugazmente y le dio un beso en la cabeza).
La suavidad sedosa de su pelo era familiar, pero la leve fragancia de su champú
no. Se centró en el aroma, pero lo distrajo el modo en que sus dedos
jugaron con el puño de su camisa y el cosquilleo en su muñeca.
V: Marcos...
M: Hmm (se preguntaba a sí mismo en su cabeza, ¿qué perfume era ese?
No es el de siempre. Resultaba más dulzón).
V: ¡Marcos! (su mano dejó de ser gentil al tirar de la muñeca).
¿Me estás escuchando?
M: ¿Eh? Lo siento. ¿qué has dicho?
V: Que tenías razón...
M: Queeee! Victoria Bandi, dándome la razón (se ríe), imposible.
¿Me lo puedes dar por escrito?
Ella sacó la lengua y le golpeó el hombro.
V: He decidido que estar abatida no le hace ningún bien a mi
situación, razón por la que estoy aquí. Necesito tu ayuda, Marcos.
M: ¿Mi ayuda?....
Capítulo 2
V: Sí, porque en esta ocasión no pienso arrastrarme como una criatura
patética y rechazada para desperdiciar meses curándome las heridas en un exilio
social autoimpuesto.
La idea de que alguna vez perdiera una semana en un exilio social autoimpuesto,
por no mencionar meses, resultaba fantástica en extremo. Durante los
últimos diez años de su vida Victoria había saltado de «un amor de su vida» a
otro con apenas un día o dos para recuperarse.
M: Vas a luchar, ¿eh? Es un buen síntoma. Deja que adivine. Piensas
quitarle la alfombra de los pies al oportunista Carrillo diciéndole a Daniel
que su matrimonio es un ardid para ser ascendido en...
V: ¡No seas ridículo! (exclamó perpleja). El padrino lo
despediría en el acto si lo supiera.
M: ¿Y? ¿Qué mejor manera de vengarte de él?
V: Pero yo no quiero vengarme, Marcos. Sólo quiero recuperarlo.
M: ¿Estás loca? El tipo se ha casado.
V: En realidad, no (Marcos, sacudió su cabeza). No es un
matrimonio de verdad. No se casaron en una iglesia y no duermen juntos.
M: ¿Te lo contó Carrillo? (la expresión de ella hizo que la pregunta
fuera retórica). ¿Y tú le creíste?
V: Por supuesto. Brian no me mentiría.
M: Si, Claro. ¿Se te ha ocurrido que el sincero y viejo Brian
podría estar intentando conseguir la tarta y comérsela también?
V: No (dijo convincente). No conoces a Brian como yo.
M: Te conozco a ti, Victoria, y no estás hecha para el papel de
amante. Por el amor de Dios, Victoria siempre has comparado la
infidelidad con el asesinato. Aún recuerdo que cuando salí con dos chicas
al mismo tiempo lo llamaste «violación emocional». ¡Y eso que no me
acostaba con ninguna! ¿De verdad crees que eres capaz de tener una
aventura con un hombre casado y vivir contigo misma?
V: Te lo repito, Marcos, no está casado de verdad.
M: Escucha, puede que no haya pasado por el altar, pero, pequeña,
¡casarse es casarse! Créeme, ¡a su esposa no le va a gustar tu intento de
arrebatárselo! Sin importar los motivos calculadores que haya podido
tener Carrillo para casarse con esa pobre mujer, te apuesto dinero contra donas
que el único motivo por el que ella se casó es porque se imagina enamorada de
él.
V: ¡Oh, Marcos, eres tan ingenuo! (lo absurdo de esa acusación lo dejó
mudo, pero, por desgracia, Victoria no sufrió ese problema). Fue Karen
Soto quien en primer lugar le sugirió a Brian lo del matrimonio fingido
(explicó). Dio por hecho que él querría conseguir la dirección del Departamento
de Diseño cuando éste quedó vacante y le pidió que la recomendara para ocupar
su puesto. Cuando él le informó de que ni siquiera lo considerarían para
el ascenso porque al padrino le gustaba que sus ejecutivos estuvieran casados,
a Karen se le ocurrió la idea de un matrimonio de conveniencia. Tenías
razón con la evaluación que hiciste de ella, Marcos (continuó). Karen es
una mujer que sólo piensa en su carrera. El interés que tiene por Brian
es sólo profesional, nada más.
M: ¡Tonterías! (replicó él). Puede que tenga planes para su
futuro profesional, pero también los tiene sobre Carrillo. Piensa en
ello, Victoria. Si sólo persiguiera el anterior puesto de él, le habría
bastado con convencerlo de que se casara con alguien... (Calló para dejar
que las palabras surtieran su impacto). Por lo que tú has dicho, se
ofreció voluntaria al papel.
La duda nubló los ojos de Victoria mientras se mordía el labio.
V: ¡Te equivocas! (exclamó con énfasis). Karen le dijo a Brian
que no ponía objeción alguna a que tuviera relaciones durante su falso
matrimonio, siempre y cuando fuera discreto.
M: Imagino que eso también te lo contó Brian, ¿no es cierto? (gimió
Marcos).
V: Sí, y le creo.
M: Entonces se reduce a un cara o cruz entre proponerte a ti para el
premio a la Señorita Ingenua del año o a él para un Oscar.
V: Basta, Marcos (imploró). ¿No puedes ver que lo que tienen
Karen y él es sólo... un acuerdo de negocios? Un acuerdo
temporal. Lo que yo siento por él es... (Enderezó los hombros).
Bueno, de verdad creo que lo amo.
M: ¡Pues difiero totalmente de tu proceso mental! (rugió, incapaz de
contener la frustración). Dios mío, Victoria, ¿te oyes a ti misma?
Estás ahí tratando de justificar tu participación en un asunto sórdido
con un hombre casado. Bueno, cariño, si esperas que te dé mi bendición,
tendrás que esperar mucho. ¡Puede que a mí no me interese el matrimonio,
pero considero sagrado el de los demás!
V: ¡Deja de ser tan inmaduro, Marcos! ¡Te repito que no es un
matrimonio de verdad!
M: ¡Si es legal... es real!
V: ¡No es espiritualmente real!
M: Dios, dame fuerzas (dice Marcos alzando la vista al cielo en busca
de una pista sobre cómo tratar a una mujer decidida a sabotear su
cordura). De acuerdo (decidió cambiar de estrategia). De acuerdo,
finjamos que debido a tus estrechos conceptos de cómo debe ser un matrimonio de
verdad, Brian Carrillo está «técnicamente» libre. ¿Por qué, entonces,
armas tanto revuelo por el asunto? Quiero decir, dado que lo quieres y él
te quiere a ti, si no lo consideras «casado de verdad», ¿dónde demonios radica
tu problema?
V: El problema (respondiendo) es que todo el mundo sabe que Karen no sale
mucho, y Brian es tan agradable que siente que no está bien colocarla en una
posición en la que, si alguien averiguara que él y yo nos veíamos, quedaría
como una tonta.
M: ¡Pero si el tipo es un santo!
V: Pero para mí no tiene sentido esperar hasta que Karen empiece a
salir con alguien (hace caso omiso de su sarcasmo). Santo cielo, Marcos,
¡lo único que hace es trabajar! Está tan entregada a su carrera que los
hombres a los que es probable que conozca son otros ejecutivos que, gracias al
pensamiento medieval del padrino, estarán todos casados.
M: Bueno, quizás tengas suerte y el chico que se encarga del
mantenimiento de las fotocopiadoras se encapriche de ella (sugirió con tono
seco).
V: Imposible (repuso como si lo hubiera considerado). Scott es
gay. Lo sé porque el año pasado perdí casi todo un mes tratando de
conquistarlo.
M: ¿Quisiste seducir al mecánico de las fotocopiadoras?
V: Está muy bueno (se encogió de hombros). ¡Cielos! Qué sentido
del humor tan retorcido tiene... (Antes de que él pudiera digerir ese
comentario fascinante, ella continuó). Mira, Marcos, sé que no te gusta
mucho la idea de que vea a Brian...
M: ¿Qué te hace pensar eso?
V: ¡Por favor, Marcos! Necesito tu ayuda. ¿Al menos puedes
escucharme? (unos enormes ojos le suplicaron hasta que hicieron que pensara que
era él quien se equivocaba).
«¡Maldita sea! ¿Cómo lo conseguía?», Marcos se preguntó, y se
resignó al hecho de que probablemente estaría muerto antes de ser inmune a
ello. Y a pesar de que le encantaría echarla de su despacho y olvidar que
alguna vez habían mantenido esa absurda conversación, no podía, no cuando se la
veía tan vulnerable; Victoria y Daniel eran lo más próximo a una familia que
jamás iba a tener. Si no podía darle su simpatía, al menos le debía
dejarla hablar para descargar su problema.
M: De acuerdo (dijo con voz cansada). Te escucho. Pero en diez
minutos tengo una reunión con Daniel y los chicos del departamento financiero,
así que dispones de ocho para decir lo que quieras decir. Y no se te
ocurra pedirme que te cubra el trasero (alzó la voz ante el gesto de ella de
querer interrumpirlo) y si el jefe llega a averiguar que te acuestas con un
hombre casado.
V: ¡No me acuesto con él!
M: ¿No?
V: ¡Sólo he salido con él una media docena de veces!
M: ¡Demonios! Victoria, prácticamente me dijiste...
V: Cielos, Marcos (quedó boquiabierta, con una expresión entre
asombrada y dolida) ¿Cómo puedes decir algo semejante? ¿Cómo puedes
pensar siquiera que me metería en la cama con un chico que apenas conozco?
¿Cómo...?
M: Quizás (cortó su insinuación de que él era el villano ahí) se debe
a que acabas de contarme que tu objetivo inmediato en la vida es ser la amante
de ese tipo.
V: ¡Jamás dije eso! (negó con pasión, desterrado ya su aspecto
vulnerable).
M: Pues es la impresión que recibí.
V: Para tu información, el amor tiene algo más que sexo. Al
contrario de tu experiencia personal, no todas las relaciones entre un hombre y
una mujer son físicas.
M: Es cierto, no todas (coincidió). Algunas son simplemente
exasperantes (se enfrentó a su mirada indignada, sin saber si la emoción que
predominaba en él era el enfado o el alivio. Se sintió aliviado al saber
que no era amante de Carrillo, pero, maldita sea, quiso estrangularla por dejar
que pensara lo peor y por su renuencia a no cortar dicha relación).
La estudió, preguntándose cómo una mujer tan atractiva, inteligente y culta
como Victoria podía ser tan estúpida cuando se trataba de su vida
personal. A pesar de que su pelo revuelto, su graciosa boca y su falda
demasiado corta en las reuniones con clientes varones hacían sospechar que sólo
era una decoración, Victoria era un miembro valioso de Pintos Resort
Corporation. Aunque su objetivo en la vida era el matrimonio, una casita
con valla blanca en un suburbio, un montón de hijos y un perro labrador,
durante las horas de negocios se centraba absolutamente en su trabajo.
V: ¿Y bien? preguntó, con los brazos cruzados como una institutriz que
recibe a su discípulo.
M: ¿Y bien, qué?
V: Estoy esperando que te disculpes por sacar conclusiones
precipitadas.
Marcos no pudo dejar de esbozar una leve sonrisa ante su tono de
voz. Intentó ocultar la facilidad con que podía aprovecharse de él.
Fue un sentimiento sincero de culpabilidad lo que lo impulsó a romper su duelo
de silencio.
M: Más que sacar conclusiones, me empujaron a ellas (dijo, y alzó una
mano cuando ella amagó con debatir esa cuestión). Sin embargo, lamento
haber dicho lo que dije.
V: Entonces, ¿me ayudarás? (su rostro expresó felicidad).
M: ¿Ayudarte cómo? (frunció el ceño).
V: Seduciendo a Karen.
M: ¿Qué?......
Capítulo 3
V: Oh, Marcos, por favor (suplicó). Si consigues que Karen salga
contigo, entonces Brian no se sentirá culpable por salir conmigo (incapaz de
hablar por la audacia de su petición, Marcos sólo pudo menear la cabeza, pero
Victoria dominó incluso su pequeño logro al enmarcarle la cara en sus manos).
¿No lo ves, Marcos? (Habló con voz ligera y amable, sin duda en
deferencia a su estado de estupefacción). Es la solución perfecta.
De hecho, es la única. Y será fácil. ¡Karen no se te resistirá!
Después de todo, eres inteligente, rico, atractivo, sexy... (Casi ronroneó la
palabra). Y, mejor aún, el siguiente en la línea para ser presidente de
Pintos Resort Corporation. Reconócelo (añadió con sonrisa confiada), por
ser una mujer dedicada a su carrera, aunque Karen te considere el idiota más
grande de la historia, no salir contigo sería la peor decisión profesional que
podría tomar.
Sintió una cierta dosis de satisfacción al agarrar sus muñecas y apartar sus
brazos. Se inclinó y pegó la nariz a la suya.
M: No.
V: No, ¿qué? (ella parpadeó).
M: No, no pienso caer ante una sonrisa dulce, una voz suave o alguno
de los trucos femeninos con los que acabas de intentar machacarme. Y, no,
no voy a pedirle a Karen Carrillo salga conmigo.
El intento de Victoria de soltarse hizo que pegara su torso al de
Marcos; su furia era tan evidente como el subir y bajar de sus pechos contra su
camisa y su rostro acalorado.
V: Ella... se hace llamar... Karen Soto.
M: Puede hacerse llamar como mejor le plazca; eso no altera el hecho
de que está casada con Brian Carrillo.
Ella trató de soltarse con más vehemencia, algo que él le negó durante
unos segundos, tentado a meterle cierto sentido común en la cabeza. Pero
cuando ese impulso benigno de pronto se vio dominado por uno más perturbador de
hacerle perder el sentido con un beso, Marcos la dejó libre; de inmediato lo
lamentó al darse cuenta de que Victoria empleaba todo su cuerpo para
soltarse. Sus esfuerzos fueron en vano, y un segundo después ella terminó
con el trasero en la alfombra. En el acto se puso en cuclillas a su lado.
M: Demonios, Victoria, ¿te encuentras bien? Cariño, lo siento
(extendió una mano para ayudarla a incorporarse). No esperaba...
V: ¿Cuánto lo sientes? (los ojos le brillaron con un placer y una
expectación casi infantiles).
M: No tanto...
V: Lo cual demuestra que hablar es fácil (le apartó la mano). Si
de verdad lo lamentaras aceptarías invitar a Karen. Es lo menos que
puedes hacer por tirarme al suelo y lastimarme el trasero.
M: No te tiré al suelo (Marcos apretó los dientes). Y si pensara
que serviría para algo y le daría algo de cordura a tu tonta cabeza romántica,
te azotaría el trasero.
V: Y si yo pensara que serviría para algo (repitió con ardor,
poniéndose de pie con una rapidez que le proporcionó a él una tentadora visión de
su pierna), apelaría a tu gentil corazón y te pediría que lo
reconsideraras. ¡Pero es evidente que no tienes corazón, Marcos Guerrero!
M: ¿Sí? Bueno, otra cosa que no tengo es tiempo para quedarme contigo
y correr otra vez el riesgo de que me manipules (dijo más enfadado que lo que
justificaba la situación, recogió unas carpetas del escritorio). Nos
vemos; tengo una reunión a la que asistir.
V: ¡Marcos, aguarda! (le agarró el brazo). (Su cara era
una mezcla de súplica y cálculo). ¿Y si te prometiera cocinarte durante
una semana por sólo invitar a Karen a comer?
M: Paso. Los dos sabemos que eres una paciente potencial de
urgencias cada vez que entras en una cocina; lo mismo le sucede a cualquiera
que coma tus platos.
V: ¿Y si te contara que hace dos semanas empecé a tomar clases de
cocina?
El anuncio lo sorprendió, ya que siempre había dicho que en cuanto encontrara
al Señor Perfecto dejaría de ser autodidacta en la cocina y asistiría a clases
de cocina. Pero, a pesar de las ideas equivocadas que giraban en su
cabeza, Carrillo, casado o no, no era su Señor Perfecto.
M: Diría (respondió con los puños apretados para contener su creciente
frustración), que si supones que con eso me vas a convencer... te
equivocas. Ahora mismo la única lección que necesitas, Victoria, es no
jugar con hombres casados. Un plato caliente no es lo único que puede
quemarte los dedos.
V: Marcos, por favor.
M: Lo siento, Victoria, no. Si quieres fastidiar tu vida,
adelante; depende de ti. Pero no esperes que te ayude.
La dejó sola en su despacho, sabiendo que no tenía más que dos
opciones para tratar el asunto. O bien podía pasar por el departamento de
diseño de camino a la reunión y darle un puñetazo a Brian Carrillo por tontear
con Victoria, o bien podía comportarse de una manera racional y mantenerse al
margen hasta que ella recuperara el sentido común... ¡y luego darle un
puñetazo a Carrillo por tontear con Victoria!
Capítulo 4
A pesar de que los sándwiches de queso se habían quemado sólo de un
lado, ese éxito en la cocina no bastó para subirle el ánimo a Victoria.
Suspiró, recogió la bandeja con los sándwiches distribuidos de forma artística,
dos servilletas y los llevó al salón para reunirse con su amiga Ángela, que se
negó a dejarla cancelar su habitual noche de Grey’s Anatomy.
Victoria y Ángela eran buenas amigas desde sus días en la exclusiva
escuela secundaria de monjas, ambas habían estudiado Dirección de Hoteles en la
universidad, para ponerse a trabajar en Pintos Resort Corporation a las pocas
semanas de graduarse. Ángela ya era la ayudante de dirección del hotel de
Brasil, mientras Victoria trabajaba en administración, dirigiendo el
departamento de promoción de la empresa. El hecho de que fuera la ahijada
de Daniel Pintos significaba que la gente tendía a pasar por alto su
cualificación, pero hacía tiempo que había superado las acusaciones de
nepotismo. Era buena en su trabajo, y si otras personas no percibían su
dedicación o su agradecimiento por el prestigioso puesto que ostentaba, era su
error. El hecho de considerar su actual carrera como algo temporal,
aspirando a los papeles más duraderos de esposa y madre, no quería decir que no
le gustara su trabajo; únicamente anhelaba un futuro distinto.
No hacía falta un psicólogo para descubrir que las ganas por formar
parte de una unidad familiar compacta nacía de haber perdido a sus padres a la
edad de seis años, y así como quería a Daniel Pintos, y siempre le estaría
agradecida por ocuparse de ella y tratarla como si fuera su propia hija, en
realidad no era familia. Y tampoco Marcos, a pesar de que prácticamente
habían crecido como hermanos. Además, ¿quién querría estar genéticamente
relacionada con un idiota de mente estrecha, egoísta y santurrón como él?
A: Me encanta el sofá, Victoria. Tienes un toque especial para la
decoración (Victoria dejó la bandeja en la mesita junto al vino y logró
sonreírle a su amiga mientras se dejaba caer en el rincón del sofá en cuestión,
tapizado de amarillo y blanco). Las clases de cocina deben estar funcionando
(comentó Ángela). Sólo se te han quemado por un lado.
V: Experimenté con una mezcla de quesos gruyere y roquefort.
Dime qué te parecen (alargó la mano para recoger la copa de vino).
A: ¿Tú no vas a tomar ninguno? (su amiga frunció el ceño).
V: No podría. Estoy demasiada deprimida para comer.
A: ¿Deprimida? Antes me dijiste que querías cancelar nuestra reunión
porque estabas demasiado enfadada para ver la tele.
V: Y lo estaba. Ahora me siento deprimida.
A: ¿Porque Marcos no te quiso ayudar con Brian?
V: ¡No! (exclamó). ¡Eso me pone furiosa!
A: Cielos, no me tienes que arrancar la cabeza de un mordisco...
V: Lo siento, Ángela (suspiró y se reclinó en el sofá), no pretendía
saltar contigo. Es que no he podido ponerme en contacto con Brian desde
anteayer; no se lo espera de vuelta en la oficina hasta dentro de dos semanas.
A: Ah, la luna de miel.
V: ¡Ángela! ¡Brian y Karen no están juntos! Simplemente se
tomaron las vacaciones al mismo tiempo por las apariencias. No se tiene
una luna de miel con un matrimonio de conveniencia.
A: ¿Y eso?
V: ¡Porque no habría nada que hacer, desde luego!
A: Por todos los santos, Victoria, tú no eres tonta (Ángela se echó el
largo cabello castaño hacia atrás). Nada dice que el sexo no puede ser
conveniente (sonrió). En realidad, la idea de tener a un chico atractivo
bajo contrato me parece excitante.
V: ¡Eres tan mala como Marcos! ¿Por qué nadie puede aceptar que
Brian y Karen no están interesados en una relación física?
A: Porque... (el tono que empleó su amiga por lo general lo
reservaba para aclarar bien las cosas) ...Brian Carrillo es arrebatador y Karen
podría trabajar como modelo si alguna vez necesitara dinero.
V: Como de costumbre, exageras. Hay un montón de hombres más
atractivos que Brian. Y Karen Soto es demasiado dotada para ser modelo.
A: Lo que quieres decir es que, a diferencia de ti, ella tiene busto.
V: Yo tengo busto (se defendió Victoria con toda la convicción que
pudo). Sólo está sutilmente poco resaltado, eso es todo. Además, no
todos los hombres tienen obsesión por los globos y un aspecto voluptuoso,
¿sabes? Algunos, como Brian, prefieren la inteligencia y la personalidad en una
mujer.
A: Sí, pero no necesariamente en la cama (la respuesta de Victoria fue
el silencio y una mirada dura). Vale, vale, lo siento (se disculpó su
amiga). Estoy segura de que todo lo que te dijo Brian sobre su matrimonio
es verdad. Más allá de los límites de la credibilidad (no pudo evitar
añadir). Pero verdad al fin y al cabo. He de reconocer que en las
pocas ocasiones que lo he visto, siempre me ha parecido directo y de confianza.
Victoria asintió, aunque deseó haberse enterado de la boda antes de
que tuviera lugar, y no después, una vez consumada.
Victoria aunque sólo había regresado de Brasil hacía unos días, tras
cinco semanas de ausencia, Brian y ella habían hablado varias veces en ese
tiempo, y a pesar de que todas las llamadas se habían iniciado por cuestiones
de trabajo, ninguna había terminado de esa manera. No había forma de que
hubiera podido adivinar el interés de Brian, pero como la ley en Buenos Aires
requería un periodo de espera de cuatro semanas entre la solicitud de una
licencia matrimonial y la celebración del enlace, Brian había estado
«técnicamente» comprometido durante todas las conversaciones que mantuvieron, y
eligió no mencionárselo.
No había resultado fácil ocultar su asombro cuando el padrino mencionó
descuidadamente el ascenso de Brian durante la cena que tuvieron tres días
atrás, después de que la recogiera en el aeropuerto. En el espacio de
unos segundos había pasado de aturdida a incrédula, y de tener el corazón roto
a estar furiosa.
Nunca en la vida había estado tan encolerizada, ni siquiera con
diecisiete años, cuando Marcos, que era cuatro años mayor, le había contado al
padrino que ella salía con un chico de veinticinco años. Lo que entonces
le había indignado era que mientras Marcos jugaba a ser un alguacil moral con
su romance inocente, estaba inmerso en una aventura con una divorciada que le
doblaba en edad. A pesar de que esa actitud rebosaba hipocresía,
resultaba insignificante comparada con descubrir que el chico del que estaba un
noventa y nueve punto noventa y nueve por ciento enamorada se había casado con
otra.
De algún modo había logrado mantener un semblante de normalidad
durante la cena con su padrino, pero en cuanto se marchó se puso a llamar a
Brian. Al no localizarlo ni en su casa ni en el móvil, marcó el número de
Marcos, con la esperanza de tener un oído compasivo, pero respondió una mujer
jadeante. De nuevo sus emociones habían pasado de la desesperación a la
furia. Demasiado herida para dormir, pasó el resto de la noche alternando
entre el llanto y tramar formas espantosas de asesinar tanto a Brian como a esa
mujer sin aliento ni rostro.
Al ir a trabajar al día siguiente, se enteró por la secretaria del
departamento de que Brian se hallaba de «vacaciones» y que sólo se lo podía
localizar ante una emergencia. Por suerte, una de las ventajas de ser la
ahijada del dueño de la empresa era que podías decir: «No intentaría hablar con
él si no fuera una emergencia, ¿verdad?» y que nadie lo cuestionara.
No cabía duda de que Brian se había quedado perplejo al oír su voz
cuando al fin Victoria pudo hablar con él, pero supuso que se lo podía
perdonar, ya que su modo de saludarlo había sido: V: Hola, miserable pozo de
escoria de dos caras. (O palabras por el estilo).
Al final, sin embargo, se había mostrado sinceramente arrepentido por
no contarle lo que pasaba; le explicó que no había querido que sintiera que la
ponía en una posición en la que tendría que elegir entre la lealtad hacia su
padrino y su empresa por encima de su amistad con él. Ese era el Brian
que ella conocía, del que se había enamorado y, tal como le había prometido,
existía una carta que le había enviado y que esperaba entre todas las que había
recogido aquella misma tarde del buzón.
Fue después de leerla por enésima vez, y tras derramar el
correspondiente número de lágrimas, cuando Victoria tuvo la idea de encontrar
una distracción para Karen; con la ayuda de Marcos, el matrimonio profesional
de Brian no tenía por qué representar la muerte automática de su floreciente
relación con él. Pero Marcos se había negado a ayudarla.
V: ¡Cerdo egoísta de corazón frío!
A: ¿Perdón? (Ángela enarcó una ceja). Pensé que Brian era el
hombre más amable
y maravilloso que Dios había creado.
V: Lo es. ¡El cerdo es Marcos!
A: Marcos es un encanto.
V: Ser atractivo y sexy no le quita ser un egoísta, Ángela.
A: No, pero Marcos Guerrero no lo es (repuso con vehemencia).
Jamás le perdonaré por no arreglar que saliera con él.
V: Mira, Ángela, lo intenté, ¿vale? Contigo, con Jill, con Kaitlin,
con toda maldita mujer que cometí el error de presentarle (sacudió la cabeza y
se adelantó para servirse más vino). Sinceramente, a veces creo que el
único motivo por el que hice tantas amigas en mi adolescencia era porque vivía
en la misma casa que él.
A: Victoria...
V: ¿Hmm?
A: Lo era (la expresión de su amiga tuvo éxito en conseguir que
Victoria riera). ¡Bueno, al menos eso es algo! (aprobó Ángela).
¿Soy yo quien mejora tu estado de ánimo o esa botella de vino cada vez más
vacía?
V: Las dos (le guiñó un ojo). Aparte del hecho de que esta noche
espero una llamada de Brian. Pásame un sándwich, ¿quieres?
A: ¿Estás segura? Ya me comí los que se podían comer.
V: ¡Todos! Creía que seguías una dieta.
A: Victoria... sólo habían dos.
V: Oh. Bueno, ¿cuál es el veredicto?
A: Deja que lo exprese de esta manera... no te saltes más clases
de cocina.
La llamada de Brian no se había producido cuando Ángela se marchó poco después
de las diez. Tampoco a medianoche, cuando una abatida Victoria se fue a
la cama, ni a las tres y cuarto de la mañana, cuando yacía despierta, con el
teléfono portátil en las manos. Y tampoco al ocupar su despacho a las
ocho de la mañana siguiente.
D: ¡Victoria! (se sobresaltó ante la inesperada aparición de su
padrino). Como siempre esperaba que llegaras pronto (explicó con evidente
satisfacción).
V: ¿Sí? ¿Por qué? (preguntó, obligándose a centrarse en una actitud
laboral. A pesar de la relación íntima que Marcos y ella mantenían con el
hombre mayor y alto, la rígida disciplina de Daniel al no permitir que ésta se
reflejara en la oficina los había condicionado a ambos a comportarse de la
misma manera).
D: Porque necesito que hagas la maleta y vayas al aeropuerto para
tomar un vuelo de las once.
V: Daniel (gimió). No me hagas esto. Acabo de regresar de
un viaje de cinco semanas. ¿No puedes enviar a alguien más?
D: Ya lo he hecho. Marcos se marchó hace dos días (y ella que
había estado pensando en el éxito que tenía en esquivarlo). Al parecer
tiene un problema...
V: Más de uno, si quieres conocer mi opinión.
D: ¿Marcos habló contigo sobre los planes de compra del Complejo
Turístico Illusions Island contigo? (Su padrino frunció el ceño).
¡Bien! Me ahorrará tener que contártelo.
V: No, no (Victoria sacudió la cabeza). No he hablado de nada
con él desde mí vuelta («al menos nada de negocios», pensó). Ni siquiera
sabía que se había marchado.
D: Ha ido a negociar la compra del complejo Illusion Island de Frank
Prol. Creo que será una adición valiosa a nuestro grupo, pero ha
encontrado un obstáculo inesperado.
V: ¿Qué clase de obstáculo? (esperaba que hubiera chocado de cabeza
contra él, pensó Victoria).
D: La conexión telefónica no era muy buena, así que ha sido imposible
hablar de ello. Además, no necesito el estrés añadido de las
negociaciones. Marcos es jefe de Expansión y Desarrollo, cualquiera que
sea el problema lo sabrá solucionar. Confío por completo en su juicio.
V: Entonces, ¿para qué quieres que vaya?
D: Porque Marcos dice que es crucial para que cerremos el trato.
V: No sé cómo puede serlo. Mi puesto no tiene nada que ver con
la adquisición de propiedades. ¿De qué querría hablar Frank con la
ejecutiva de promoción de Pintos?
D: Todo el mundo sabe que Prol es un poco excéntrico, así que, ¿quién
sabe qué querrá para que aseguremos la venta? Tal vez desea que le garanticemos
que estamos comprometidos a mantener el Complejo Turístico Illusions Island
como uno de los hoteles mejores del país.
V: Daniel (Victoria le dirigió una mirada escéptica), sólo tiene que
analizar nuestro historial para saberlo. Además, ha gastado una fortuna
en competir con nosotros en los últimos años
D: Mira, sólo estoy especulando con el motivo por el que Marcos puede
decir que te necesita allí, pero en lo que a mí atañe, si él cree que es vital
que participes en las negociaciones, a mí me basta.
Así como Victoria consideraba admirable la fe absoluta que Daniel
depositaba en todo su personal ejecutivo, en esa ocasión estaba ansiosa por
socavarla. Bajo ningún concepto tenía ganas de ayudar a Marcos Guerrero a
salir de una situación difícil.
V: Eso está muy bien, Daniel (concedió). Pero, por desgracia, en
este momento lo más que puedo acordar es enviar a mi ayudante, Lewis.
Llevo fuera de mi despacho más de un mes, y me quedan semanas de trabajo aquí
que...
D: Que puede esperar (insistió su padrino). Aprecio tu
diligencia, Victoria, pero este trato es importante para mí. No quiero
que Prol le venda el hotel a otro y encontrarme compitiendo con algún
desconocido o, Dios lo impida, con ese desgraciado de Granados.
Omar Granados era un millonario hecho a sí mismo que amasó su fortuna
comprando hoteles argentinos con mediano éxito para venderlos a los mejores
intereses extranjeros. Aunque no iba contra la ley, automáticamente lo
convertía en un desgraciado y en rival comercial de Daniel, quien creía en
mantener sus negocios en manos australianas y no a favor de los argentinos.
D: Y ahora, Victoria, quiero que delegues todo lo que consideres que
no puede esperar, y te vayas a casa a hacer la maleta.
V: Todavía no la he deshecho desde que regresé de mi viaje (musitó).
D: Bien, bien. En ese caso, quizás pueda conseguir que te
cambien el pasaje a un vuelo que salga antes (observó el reloj antes de mirarla
fijamente con sus ojos azules). No tienes aspecto de estar durmiendo lo
suficiente (observó). Tienes ojeras.
V: Las cosas han estado un poco... agitadas desde que volví,
Daniel (explicó).
No quería que se preocupara, pero tampoco iba a entrar en los detalles
del matrimonio de Brian.
D: Estás demasiado centrada en el trabajo, Victoria. ¿Por qué no
te tomas unos días libres en cuanto se cierre el trato con Prol? De
hecho, ¿por qué no te quedas allí? (sugirió). Illusion es un lugar
maravilloso para relajarse.
V: Sí, maravilloso (contestó Victoria marchándose para prepararse para
el viaje impuesto por su padrino).
Illusion Island estaba a cerca de Mar Del Plata, en el país, y carecía
de señal o recepción por lo que no se podían utilizar teléfonos
celulares, lo que significaba que Victoria no podría contactar frecuentemente
con Brian y le sería imposible evitar a Marcos.
Victoria pensó ¿Maravilloso? ¿Libre de estrés? ¡En sus sueños! Y
finalmente dice para sí misma.
Capítulo 5
Llegando al Aeropuerto, Marcos la recibe.
V: ¡Será mejor que tengas una buena excusa, Marcos Guerrero!
(soltó cuando fue a buscarla al aeropuerto de Mar de Plata).
M: ¡Dame un abrazo! (demandó él, bloqueándole el paso cuando Victoria
se dirigía a buscar sus maletas al área designada).
V: ¿Qué...? (se vio cortada cuando Marcos la abrazó).
M: Rodéame el cuello con los brazos.
V: Me gustaría ponerte una cuerda... ¡Marcos!
Le costó describir una sensación que la dejó aturdida y que la invadió
al encontrarse envuelta en una abrazo de oso con la cabeza apoyada contra su
musculoso pecho. El intento de liberarse se vio impedido por la fuerza
masculina de Marcos.
M: Actúa como si me hubieras echado mucho de menos (le indicó Marcos
en un susurro al oído). Nos están mirando.
V: ¡En tu caso sin duda te vigilan los loqueros! (le dijo,
insistiendo en querer soltarse de Marcos). ¡Marcos, déjame! ¿Estás
loco?
M: Maldita sea, Victoria (siseó, rozándole el cuello).
Sígueme. Actúa como si me hubieras echado de menos. ¡Pon algo de
convicción! (le pidió)
V: Lo único en lo que voy a poner convicción es en mi rodilla, cuando
te golpee en la entrepierna. Ahora... (la mano que tenía en la nuca
le echó la cabeza hacia atrás, dejando que al menos pudiera verle la
cara). ¿Te importaría decirme...? (ni siquiera tuvo tiempo de terminar
antes de que la tapara la boca con la suya).
Así como no era nada halagador para el ego de Marcos que una mujer se
quedara petrificada en sus brazos, se consoló pensando que sólo se trataba de
Victoria, y que al menos había dejado de retorcerse. Lo único que le
quedaba era esperar que estuviera demasiado aturdida por su conducta como para
empujarlo y abofetearlo en cuanto la soltara, porque eso arruinaría su historia
y cualquier posibilidad de asegurarse la transacción y el negocio con Prol.
Y pensaba soltarla... en cualquier momento.
Sólo prolongaba el instante porque sabía que Frank y Elizabeth Prol,
en especial Elizabeth, los estarían observando. El futuro inmediato de
Pintos Resort Corporation dependía de un beso... era su responsabilidad
hacer que pareciera convincente. Se comportaba así para exclusivo
beneficio de su audiencia, no se trataba de nada personal, se recordó mientras
sus labios saboreaban el gusto asombrosamente placentero del lápiz de labios de
Victoria.
Su altruista dedicación a favor de los mejores intereses de la
compañía se vieron frenados por una insistente presión en sus hombros, por lo
que alzó la cabeza despacio y abrió los ojos para contemplar unos ojos grandes
y abiertos que lo miraban sorprendidos y atónitos. En realidad, en ese
momento eran más negros; jamás había visto que los ojos de Victoria adquirieran
esa profundidad de tono.
V: Marcos... (Calló para respirar hondo).
Él hizo lo mismo, irritado al descubrir que el estrés de enfrentarse
los siguientes minutos a Victoria y a los esposos Prol le perturbaba la
respiración. Por lo general Marcos se crecía ante la presión de cualquier
situación. Miró por encima del hombro y descubrió que Frank Prol y su
voluptuosa tercera esposa se acercaban a ellos.
M: Victoria (se apresuró a explicar, asiéndole la hermosa y
desconcertada cara), necesito que sigas todo lo que diga. El futuro de la
compañía depende de ello (al percibir una negativa en el modo en que iba a
enarcar las cejas, agarró la esbelta mano izquierda de ella en la suya más
grande y se volvió con una radiante sonrisa). Frank, Elizabeth Prol (acercó
aún más a Victoria a su lado), me gustaría presentarles a mi esposa Victoria.
V: ¡Tú esposa! ¡Tú esposa! (Victoria estalló en un furioso
susurro en cuanto los Prol se alejaron unos momentos fuera de alcance).
¡Preferiría que me hubieras presentado como una ninfómana asesina!
¡Al menos de ese modo me quedaría algo de dignidad y credibilidad!
M: Corta el teatro, Victoria (Marcos miró hacia los Prol, que en ese
momento hablaban con un político importante que aguardaba la salida de su
vuelo). Volverán en unos minutos y hemos de concretar nuestra historia.
V: ¡Nuestra historia! ¡Este es tu cuento de horror! No se
me ocurre ni un motivo por el que no deba contar la verdad...
M: El motivo más importante, (cortó con voz baja y seria) Daniel
necesita que este trato se cierre y cuenta conmigo para ello.
V: Bueno, sé por recientes experiencias personales que la gente no
siempre obtiene lo que quiere; en especial si cuenta contigo.
M: Esto no se parece en nada a lo que tú querías que hiciera.
V: ¡Tienes razón! Lo único que yo te pedí fue que invitaras a una
pobre mujer sola y, de paso, que hicieras feliz a tres personas. Tú
quieres que me exponga al ridículo público y finja estar casada contigo.
M: ¡Eh! Muchas mujeres me consideran un buen partido.
V: Un montón de mujeres también considera que la prostitución es un
valioso servicio público, pero yo no soy lo bastante cívica como para dedicarme
a ello.
M: Menos mal (musitó), porque si ese beso fue tu mejor esfuerzo para
fingir pasión, te morirías de hambre.
Lo único que impidió que Victoria le respondiera con un vehemente
puntapié en la espinilla fue ver a Frank Prol estrechar la mano del senador; en
cuestión de momentos se esperaría de ella que reanudara su papel de devota
esposa. Gracias a la fortuita llegada del político, hasta ese momento
sólo había tenido que soportar la atenta evaluación de Elizabeth, su esposa,
mientras que el marido mucho mayor de la mujer había felicitado a Marcos por
tener buena cabeza para los negocios y mejor vista para la belleza. Fue
entonces cuando Prol vio al político y se excusó unos momentos junto con su
renuente esposa para ir a hablar con él.
El regreso de los Prol era inminente y Victoria aun no tenía ni idea
por qué Marcos había inventado semejante historia, salvo que al parecer la
compra del Illusion Hotel dependía de ello. A pesar de lo descabellado
que parecía, le quedaban dos opciones: aceptarlo como verdad o arriesgarse a
estropear el trato para Pintos Resorts.
V: De acuerdo (dijo con resignación). ¿Cuál es la
historia? (el alivio que vio en la cara de Marcos habría sido risible si
hubiera tenido el estado de ánimo para encontrar algo en él que le resultara
divertido).
M: Llevamos casados seis meses (se apresuró a explicar). Aparte
de eso, somos los mismos; tú acabas de volver de un viaje de cinco semana, pero
no pudiste volar hasta aquí debido a unos negocios que debías cerrar.
Cuantas menos mentiras contemos, más seguros estaremos.
V: ¿Y el motivo para esta farsa?
M: Eh... es una larga historia. No hay tiempo ahora.
Te la contaré luego.
Su modo evasivo mientras recogía su equipaje disparó el indicador de suspicacia
de Victoria. Le aferró el brazo y apretó hasta que él alzó sus ojos
oscuros. Tal como sospechaba, su cara reflejaba la expresión ligeramente
estúpida que siempre ponían los hombres cuando trataban de ocultar la culpa con
inocencia.
V: Dímelo ahora, cariño (esbozó una sonrisa dulce). O este
cariñoso reencuentro se va al garete.
M: Victoria, no es na...
V: ¡Dímelo!.
M: Bueno, si debes saberlo (siseó). Elizabeth Prol me ve como
una vieja llama que vale la pena volver a avivar.
V: ¡Debí imaginarlo! Eso explica las miradas venenosas que me ha
estado dirigiendo. ¿Lo sabe Frank?
M: No lo creo, pero... (de nuevo miró incómodo en dirección a la
otra pareja). Prol es enfermizamente celoso; a menos que podamos
convencerlos a ambos de que no tengo el menor interés en la coqueta Elizabeth,
es factible que nos eche de la isla y no quiera vendernos el hotel (sus labios
formaron una línea sombría). Tendremos que esmerarnos en nuestra
representación.
V: Marcos Guerrero, por esto me vas a deberme un gran, pero gran
favor.
M: ¿Lo harás?
V: No temas, cariño, seré la mejor esposa que jamás hayas tenido (Se
río entre dientes ante su expresión).
M: No cometas el error de subestimarlos (advirtió). Puede que
Frank Prol sea excéntrico, pero es un viejo astuto, y Elizabeth no es tan tonta
como parece.
V: Puede (aceptó Victoria, pasando la mano por su brazo y sonriéndole
en beneficio de la voluptuosa morena y del canoso hombre que rápidamente se
acercaban a ellos). ¡Pero sólo necesitaría un coeficiente intelectual
inferior a veinte para ser la llama más brillante que hayas tenido!
Capítulo 6
El trayecto del aeropuerto a la isla se realizó en el helicóptero
privado de los Prol, con el propio Fran al mando del control. Una mala
elección de asiento situó a Marcos justo detrás del piloto, quedando a merced
de Elizabeth y Victoria. Si las miradas pudieran matar, Marcos supuso que
moriría de heridas múltiples antes de que aterrizaran.
Cuando Prol insistió en que todos se pusieran auriculares con
micrófonos para poder hablar por encima del ruido de los rotores, comenzó a
preocuparse de que Elizabeth pudiera formular preguntas incómodas sobre su
matrimonio y que Victoria contradijera lo que él ya había dicho.
Por suerte, en cuanto Prol se puso los auriculares se lanzó a un
monólogo inagotable sobre el estado de la isla cuando la compró veintitrés años
atrás, y cómo había sido su visión y su genio financiero los que la habían
convertido en una empresa multimillonaria como lo era en la actualidad.
Hasta el momento nadie había sido capaz de intervenir, y Marcos se
sintió agradecido por haber oído ya la historia, tres veces en tres días; si el
viejo titubeaba, podría empujarlo con algo como: «Frank, cuéntele a Victoria
cómo usted...» antes de que Elizabeth pudiera abrir la boca y ponerlos en un
aprieto.
Les regaló con una vista de los rasgos naturales de la isla, y de los
artificiales que contribuían al Illusion Resort Complex. Victoria se
mostró complacida, pero no hasta el punto de que Frank se sintiera confiado a
elevar su ya exagerado precio por la venta de la isla. Era un alivio
saber que sin importar lo irritada que estuviera con Marcos, Victoria jamás
permitía que sus sentimientos fueran en detrimento de unas negociaciones.
Quizá fuera una romántica empedernida, cuya forma de pensar resultaba
incomprensible, pero era la persona más leal que Marcos conocía. Bajo
ningún concepto le fallaría a él o a Pintos Resort Corporation.
F: Me temo, Victoria, ya que Marcos no nos avisó de que vendrías hasta
hace unas horas, que hasta mañana no tendremos disponible una de nuestras
suites más grandes (le indicó Frank mientras la ayudaba a subir a un cochecito
motorizado de golf para realizar el trayecto desde el helipuerto hasta el
hotel). No obstante, si consideras que la suite actual de Marcos es
un... poco pequeña para dos personas, a pesar de ser una de las más
prestigiosas (se apresuró a añadir), entonces a Elizabeth y a mí nos encantará
que pasen la noche en nuestro ático (le sonrió a su esposa). ¿No es así,
cariño?
A la faceta perversa que había en Victoria le hubiese gustado atribuir
la expresión en blanco en la cara de «Cariño» como prueba de que era tan
estúpida como había creído, pero lo más probable es que no hubiera oído la
invitación de su marido, concentrada en enviarle miradas ardientes a Marcos a
espaldas de Frank. Sospechaba que en cuanto Marcos se quitara la camisa
mostraría las quemaduras de su escrutinio. Elizabeth Prol era tan sutil
como el diamante del tamaño de una pelota que llevaba en la mano izquierda.
E: Es precioso, ¿verdad? (comentó la morena al notar la dirección de
los ojos de Victoria, plantándole la enorme piedra ante la cara). Frank
eligió el diamante, pero yo diseñé el engaste.
V: Es... es único (dijo Victoria y añade). Jamás había
visto tanto detalle en oro blanco.
E: En realidad, es platino. Soy alérgica a los metales baratos,
¿verdad, cariño? (le sonrió a su marido cuando la ayudó a subir al cochecito).
F: Para sufrimiento de mis contables, que no tienen idea de lo mucho
que un hombre desea complacer a la mujer que ama (río entre dientes y le guiñó
un ojo a Marcos). Creo que sería buena idea dejar que las señoras se sienten
juntas atrás, de ese modo podrán charlar de joyas y moda todo lo que quieran
mientras nosotros hablamos de negocios.
Victoria no debatió el comentario sexista y machista, notando que a
Marcos no le entusiasmaba más que a ella la idea de Frank.
E: Veo que no eres muy aficionada a las joyas, Victoria (dijo
Elizabeth en cuanto se pusieron en marcha). No he podido evitar notar que
no llevas ningún anillo de casada.
Marcos sintió un nudo en el estómago ante la pregunta y el tono de voz.
Eso era lo que había estado temiendo. Se esforzó por oír lo que decía
Prol sobre unos movimientos recientes en el mercado de valores y la
conversación en el asiento de atrás.
V: ¡Oh, pero me encantan las joyas! (repuso Victoria con una risa encantada que
Marcos reconoció como falsa). Pendientes, brazaletes, anillos... lo
que digas. Tengo docenas. ¿No es verdad, Marcos? (preguntó, sin
darle ocasión para responder). Por desgracia, tiendo a hincharme cuando
vuelo, de modo que no puedo llevar nada que me esté apriete. ¿Ves? (en
prueba estiró las manos hasta dejarlas entre los dos asientos, para que Frank
también las viera. Al mirarlas,
Marcos supuso que los dedos largos y elegantes podrían haber estado
mínimamente hinchados, pero sólo lo habría notado alguien que la conociera muy
bien, aunque Elizabeth no quedó muy convencida). No se preocupen,
regresarán a la normalidad en unas horas (continuó Victoria, como si todo
el mundo se hubiera quedado boquiabierto y horrorizado). Y podré volver a
ponerme mis anillos. He de reconocer que me siento desnuda sin ellos.
E: Sé lo que quieres decir (coincidió Elizabeth). No hay nada
como un anillo de boda para hacer sentir a una persona realmente casada.
Lo cual, desde luego, es el motivo por el que tantos hombres se niegan a llevar
uno... Dime, ¿Marcos usa el suyo?
Marcos notó la pausa forzada y apenas contuvo la tentación de decirle
(
“Déjalo ya, Elizabeth, tú sabes que no lo llevo”.
Sólo pudo suponer que Victoria debió sacudir la cabeza, ya que la siguiente
pregunta de Elizabeth fue un espanto.
E: ¿Y eso no te da motivo de preocupación?
V: No. ¿Por qué habría de hacerlo?
E: Oh... Bueno, no hay ningún motivo, por supuesto...
supongo (repuso Elizabeth con un gran titubeo teatral). Es que la
mayoría de las mujeres que conozco se sentiría engañada si sus maridos no
quisieran llevar el anillo de boda. Después de todo, no sólo declara que
un hombre queda prohibido para otras mujeres, sino que es la declaración
definitiva de su absoluto compromiso con su matrimonio.
V: ¿De verdad? Qué extraño... (Marcos contuvo una sonrisa ante
el tono incrédulo de Victoria). Todas las mujeres y hombres que yo
conozco consideran que los votos del matrimonio son la declaración definitiva
de su compromiso.
F: Recuerda lo que te dije, Victoria (intervino Frank cuando entraron
en la elegante recepción del edificio principal del hotel). Nos
encantaría tenerlos como invitados esta noche si...
V: ¡Oh no, Frank! Ni se nos pasaría por la cabeza irrumpir en su
espacio privado. Después de todo, Marcos y tú están enfrascados en
discusiones de negocios, y soy una firme partidaria de mantener separadas las
relaciones profesionales de las personales («¡Aunque Elizabeth Victoria carece
de semejantes inhibiciones!», pensó al notar que la dama en cuestión dirigía
sus ojos de dormitorio y sus gestos sexys en la dirección de Marcos. Como
las cosas siguieran así, tendría que pegarse a Marcos las veinticuatro horas o
seguir a Elizabeth con un cubo con agua fría). En realidad, Frank
(ofreció la mejor de sus sonrisas), me fascinan esas cabañas que sobrevolamos
en el otro extremo de la isla. ¿Existe la posibilidad de que Marcos y yo
podamos alojarnos en una de ellas?
M: ¿Una cabaña? (Marcos se mostró más sorprendido por la
petición que Frank).
V: Oh, cariño, sé que odias no poder recibir un servicio de
habitaciones inmediato (dijo Victoria). Pero después de pasar las
últimas cinco semanas rodeada de botones y doncellas, me encantaría relajarme
en una atmósfera un poco menos comercial. El aislamiento y la soledad de
una cabaña alejada del hotel principal me parecen celestiales. Y,
bueno... en realidad no hemos podido estar solos desde que regresé de mi
viaje.
La risita de Frank le indicó que había interpretado sus palabras del
modo en que ella deseaba, mientras que el destello de aprobación en los ojos de
Marcos significaba que había comprendido el mensaje más sutil dirigido a él
(cuanto más lejos estuvieran de los Prol, mejor).
M: Es una idea estupenda, cariño... (la voz de Marcos sonó baja
y con la consistencia de la miel; la abrazó por detrás y la pegó a su cuerpo
besándole el cuello y el lóbulo de la oreja). Estoy de acuerdo, una
cabaña sería perfecta.
Marcos desempeñaba tan bien su papel de marido que ella vio mariposas al
sentirlo a su espalda y mirarlo a los ojos cuando se gira sin soltarse de su
abrazo. Cuando él siguió contemplándola como si aguardara alguna
respuesta, Victoria se preguntó si quizá las esposas agradecidas debían besar a
sus maridos en ocasiones como esa. Pero decidió dirigirle una sonrisa
radiante. Dados los efectos secundarios del beso que le dio en el
aeropuerto. Cuanto menos tontearan con eso, mejor.
M: ¿Y bien, Frank? (preguntó Marcos, sin soltarla). ¿Hay alguna
cabaña disponible?
F: Lo averiguaremos enseguida. Y si la hay, me ocuparé de que
dispongan de servicio de habitaciones las veinticuatro horas, y no de siete de
la mañana a diez de la noche.
M: Eres muy generoso, Frank (agradeció Marcos) Pero será
completamente innecesario. Después de estar cinco semanas lejos de mi
esposa, el único servicio de habitaciones que necesitaré durante la noche no
requerirá una llamada a Recepción.
Victoria casi se atraganta por el rubor colorado que invadió su rostro
cuando la sonora carcajada de Frank reverberó y sonó por el vestíbulo del
hotel, atrayendo toda la atención hacia ellos. Metida bajo el abrazo de
Marcos, se sentía como una muñeca.
Él estaba disfrutando. De buena gana se habría soltado de su
«afectuoso» abrazo y de la falsa caricia de sus dedos en su espalda para
largarse del hotel. Por mucho menos le habría roto sus bonitos y
demasiado perfectos dientes. Pero recordó su misión y le pasó un brazo
por la cintura, pellizcándolo sin que nadie la viera. Con fuerza, mucha
fuerza.
Aunque Marcos no mostró señal exterior de que le había causado algún
dolor, la soltó en el acto y se reunió con Frank y un hombre uniformado en la
recepción del hotel, dejándola sola en mitad del vestíbulo, sintiéndose aún más
observada. Al dirigirse hacia unos sillones de bambú, se encontró con la
expresión furiosa de Elizabeth Prol, que aguardaba un ascensor.
En ausencia de su marido, la increíblemente atractiva morena no hizo
ningún intento por ocultar el desagrado que le producía Victoria, y el mensaje
que irradiaban sus ojos esmeralda habría sido obvio para cualquier mujer de más
de quince años. «Te lo advierto. Sé lo que quiero y pretendo
conseguirlo».
A Victoria no le cabía ninguna duda de que si Elizabeth estuviera
soltera Marcos habría aceptado en un segundo lo que le te ofrecía, sin importar
que estuviera en viaje de negocios o no. La mujer era su tipo.
Hermosa, alta, bien dotada... de acuerdo, muy bien dotada. Pero así
como no había duda de que Elizabeth conocía que poseía las armas sexuales para
librar batalla por la atención de Marcos Guerrero, había algo que no sabía y
que Victoria sí; a pesar de su fama de playboy y de sus legendarias relaciones
sexuales, para Marcos el matrimonio era sagrado.
Victoria sabía que en cuanto Marcos tomaba una determinación, nada ni nadie podían
conseguir que la cambiara. Elizabeth podía mostrarse tan decidida como
Juana de Arco y lanzarle desafíos silenciosos a Victoria hasta que su silicona
se derritiera, pero la cuestión era que, sin importar cuánto meneara las
caderas, frunciera los labios o mirara a Marcos, no le serviría de nada.
Contuvo la risa al imaginar hasta dónde podría llegar Elizabeth en su
intento por hacer convencer a Marcos. Así como aceptaba que en una
contienda de atractivo sexual con Elizabeth, ella estaría prácticamente
desarmada, la mujer perversa que llevaba dentro no pudo resistir la malvada
diversión de observar a esa mujer fatal agotarse en una guerra de seducción que
le era imposible ganar. Con la compra de Illusion Island en juego,
Victoria podía tener dos cabezas y un cuerpo retorcido, que Marcos no se iba a
arriesgar a mirar dos veces a Elizabeth aunque la tuviera desnuda de cuerpo
entero frente a él.
Pero la otra no lo sabía, y con sus curvas voluptuosas y boca fruncida
preparaba confiada todos sus torpedos.
V: Bueno, puedo parecerte un bote de remos, Elizabeth Prol, (pensó
Victoria), pero veremos al final quién sale volando del agua.
Capítulo 7
Tal como Marcos había sospechado, la actitud de “su esposa y amante”,
Victoria, se desvaneció en cuanto estuvieron a solas en su cabaña.
V: Puede que haya aceptado salvarte el trasero y rescatar este trato
fingiendo estar casada contigo, Marcos Guerrero (espetó apuntándole con un
dedo). Pero no me gusta que me den el papel de muñequita ni que se aluda
a mí como “servicio de habitaciones”.
M: Jamás lo hice. Lo que dije porque...
V: ¡Sé lo que dijiste! Diste a entender que deseaba tanto tu
cuerpo que sólo tenías que chasquear los dedos para conseguir lo que quisieras.
M: En realidad, la implicación era que yo te deseaba a ti (corrigió
con una sonrisa). Y sólo después de que aletearas tus largas pestañas y
anunciaras que querías una cabaña para poder estar conmigo a solas.
V: Reconozco que moví las pestañas en tu dirección (se apartó
indignada), pero yo no era la única que lo hacía. Debes estar agradecido
de que se me ocurriera un modo de minimizar el tiempo que tendremos que pasar
con ellos.
M: Sí, la idea de la cabaña fue un toque de genio (acordó Marcos,
supervisando el interior de la cabaña asignada mientras Victoria abría una de
las puertas interiores del salón y desaparecía de la vista). Por
desgracia... (Dice elevando el tono de la voz para que pudiera Victoria pudiera
oírlo) no nos evitó tener que cenar con ellos esta noche (la habitación principal
tenía un piso en madera y unos muebles y dos alfombras de área dividían el
salón del comedor. En un rincón había tres sillas altas frente a una mesa
alta tipo barra que daba a una cocina pequeña). No está mal (musitó,
volviéndose cuando Victoria regresó a través de una segunda puerta).
V: Cambiaras de parecer cuando descubras que sólo hay un dormitorio y
un cuarto de baño.
M: Victoria se supone que estamos casados. No iba a pedir una
cabaña de dos habitaciones, ¿verdad?
V: ¡Lo comprendo! (exclamó). Pero pensé que en alguna parte
habría una cama plegable. Todos nuestros hoteles las tienen.
M: Cuando Pintos compre este resort las incorporaremos. Mientras
tanto, tendremos que arreglarnos.
V: En ese caso espero por tu bien que el sofá se convierta en una
cama, o dormirás en el suelo.
M: ¿Qué quieres decir?
V: Quiero decir, Marcos (explicó como si le hablara a un niño), que
una de las dos personas, que no soy yo, que en este momento están aquí no
dormirá en el maravilloso colchón de agua.
Frunció el ceño al contemplar el sofá de dos plazas que Victoria
inspeccionaba y tuvo un escalofrío. Marcos sabía que se pasaría toda la
noche chocando con los apoyabrazos, aunque por algún milagro pudiera acomodar
su cuerpo de metro ochenta de estatura.
M: Sería más democrático si lo echáramos a la suerte (dijo).
V: Sin ninguna duda. Pero como yo no pude votar al venir aquí,
ni siquiera fui consultada, no pienso defender los derechos democráticos para
ti. ¡Aja! (Exclamó cuando al fin pudo abrir el sofá). Aquí
tienes tu cama matrimonial. Desde luego, querido marido, si quieres
dormir sobre sábanas, tendrás que hacértela tú mismo, porque hasta ahí llego
sin un anillo en el dedo.
M: Oh, vamos, Victoria. Ten compasión. No puedo dormir
ahí; es demasiado corto. Las piernas me colgarán.
V: Pues…Encógete.
M: No puedo dormir encogido. Sabes que me gusta estirarme.
V: En realidad, Marcos (ríe), me figuro en ese insignificante
porcentaje de la población femenina comprendido entre los dieciocho y los
cuarenta y dos años que carece de conocimiento íntimo de tus hábitos de
sueño. Aunque imagino que podría pedirle a Elizabeth Prol que corrobore
tu historia.
M: Muy graciosa. Hasta Daniel sabe que tengo el sueño ligero (se
tumbó en el sofá y se contrajo hasta parecer un pigmeo, (gimió, la escayola
(yeso) que había tenido que soportar después de romperse la pierna esquiando no
había sido tan rígida). ¡Jamás podré dormir aquí! (se quejó, pero
Victoria parecía felizmente despreocupada mientras llevaba su equipaje al dormitorio.
Se levantó y se dirigió a la mini nevera, decidiendo que necesitaba una
copa). No te pongas muy cómoda ahí (anunció en voz alta). Porque
aun no está decidido.
V: Sí que lo está (respondió ella). Puede que haya venido
por obligación, pero no pienso sufrir durante mi estancia aquí.
M: Victoria, sé razonable. No esperarás en serio que negocie con
éxito la compra de un hotel por muchos millones de dólares si soy víctima de
falta de sueño y de dolor de espalda.
V: Oh, pobrecito (sus palabras provocaron la risa desde la otra
habitación). ¡El sofá no mermará tus habilidades negociadoras!
M: ¿Y qué te hace estar tan segura de ello? (abrió una cerveza).
V: ¡Tu impresionante historial de triunfos tanto en los dormitorios
como en las salas de juntas por todo el país! (repuso). Llámame cínica,
pero estoy dispuesta a apostar que no es el primer trato que negocias después
de disfrutar de mucha cama y poco sueño.
M: ¡Eres cínica! ¡Y perderías la apuesta! (mintió, sonriendo
para sí mismo). Me estoy preparando una copa; ¿quieres una?
V: Sí, gracias. No tardaré.
Como el gin-tonic y el vino blanco era las únicas bebidas alcohólicas que
probaba Victoria, y el vino sólo durante las comidas, Marcos no tuvo que
preguntarle qué quería. Cuando ella reapareció, había llevado las copas
al pequeño patio cubierto por una aromática parra.
Se había cambiado el traje con el que llegó por unos pantalones cortos y una
camiseta amplios; iba descalza. Con gracia se dejó caer en la tumbona y
alargó su brazo para tomar su copa.
V: Por la exitosa compra de Illusion Island (brindó Victoria).
M: Que por desgracia depende de un sofá pequeño.
V: Deja de quejarte, Marcos. Si hubieras dormido en una cama
menos, puede que hoy no te encontraras en esta posición.
M: ¿Te importaría explicar ese comentario?
V: Fácil, Elizabeth (sonrió). ¿Es suficiente?
M: Más que suficiente. Casi me muero cuando me enteré de que
estaba casada con Prol. Gracias a Dios no dejé que las cosas llegaran
demasiado lejos...
V: ¿Qué demonios quieres decir con eso? Exactamente, ¿de cuán lejos
estamos hablando? (vio suficiente consternación en el rostro de Marcos como
para saber que algo había pasado entre su antigua amante y él antes de
averiguar que era Elizabeth Prol. Soltó un juramento). ¡Maldita
sea, Marcos! No te habrás acostado con ella, ¿verdad?
M: ¡Claro que no! Bueno, no desde que estoy aquí (aguantó la mirada
penetrante de ella unos cinco segundos antes de suspirar). Escucha, el
día que llegué, Prol había tenido que irse de repente por negocios. Pensé
que era una buena oportunidad para ver la isla sin que me atosigaran con
propaganda preparada con premeditación para aumentar el precio... (se
detuvo y trató de estudiar su expresión, pero Victoria estaba impasible).
V: Continúa (dijo ella, aunque no quería escuchar lo que vendría a
continuación. Ya lo sabía).
M: Bueno, mientras paseaba por la playa privada de Prol, me encontré
con Elizabeth. Y, naturalmente, al ser una vieja amiga, me detuve a
hablar con ella.
V: Oh, naturalmente (no pudo resistir decir). Y naturalmente es
demasiado esperar que ella te contara de inmediato lo feliz que estaba casada
con un viejo forrado de dinero y un título y que por casualidad era el dueño
del lugar (aunque su rostro lo delató, por motivos que no fue capaz de
explicar, ella insistió en una respuesta). ¿Y bien? ¿Surgió o no el hecho
de que estaba casada con Frank Prol?
M: No exactamente... Empezó a hablar de los viejos tiempos, y
entonces...
V: Y entonces (interrumpió Victoria), con la práctica que tienes con
las mujeres, tus ojos de lince de inmediato notaron esa pelota que llama
anillo, y dijiste «¡Felicidades, Elizabeth! Veo que estás casada...»
M: Hmmm, no exactamente... Ella, eh, no llevaba ninguna joya.
V: Comprendo... ¿y qué llevaba?
M: No mucho.
V: Ah. Dime, Marcos, ¿llevaba algo? (el destello en sus ojos y
la sonrisa que intentaba controlar respondieron con más elocuencia que las
palabras. ¿Por qué un hombre de su intelecto seguía atraído por mujeres
que sólo eran capaces de mantener una conversación en la que únicamente se
requería que dieran sus nombres y números de teléfono).
M: No te muestres tan agitada, Victoria. ¿Te haría sentir algo
mejor si te dijera que llevaba una sonrisa arrebatadora y que en ningún momento
mis ojos bajaron del cuello?
Fue el tono bromista y condescendiente lo que quebró el frágil control que
Victoria mantenía sobre su temperamento y tuvo sólo una reacción impulsiva al
arrojarle el contenido de su copa a Marcos.
M: ¡Victoria! ¿Qué...? (Marcos se levantó de un salto y comenzó
a desabotonarse la camisa con impaciencia).
V: ¡No puedo creer que me humilles de esa manera! La sedujiste,
¿verdad?
M: ¡No! Ella se me acercó y...
V: ¿Cómo has podido humillarme de esa manera? ¿Cómo pudiste
convencerme para este matrimonio y no contarme la...?
M: ¿De qué demonios estás hablando? ¡No estamos casados!
V: ¡Gracias el cielo! (espetó con vehemencia). ¡Eres el hombre
más insensible que jamás he conocido!
M: ¿No olvidas al bobo de Brian?
V: ¡Deja a Brian fuera de esto! Jamás me trataría como lo has
hecho tú.
M: ¡Y un cuerno! ¡Él te sedujo y luego, sin decirte nada, se
casa con otra!
V: ¡Al menos jamás me ha humillado en público! Dios mío, no me
extraña que Elizabeth me dirigiera esas miradas. Te conoce por lo que
realmente eres... ¡un cerdo traidor obsesionado por el sexo!
M: ¡Ya te lo dije, entre nosotros no pasó nada! Por el amor del cielo,
si yo llevaba un bañador sin bolsillos.
V: ¿Y qué tiene que ver lo que tú llevaras con todo esto? (preguntó
desconcertada).
M: Piénsalo, Victoria. Sin bolsillos, ehhh (moviendo sus
ojos). ¿De verdad me consideras tan estúpido como para correr el riesgo
de tener sexo sin protección con alguien que me encuentro en la playa?
V: Eso está muy bien, Marcos (dijo, negándose a reconocer el alivio
que sintió). Pero hay muchas maneras de disfrutar de intimidad sin tener
que practicar el sexo.
M: Y sin duda Brian te educó en algunas de las mejores.
V: ¡Esto no tiene nada que ver con Brian! (el comentario hizo que se
ruborizara, a pesar de no tener motivos para sentirse culpable o
avergonzada). ¡No era él quien besaba a Elizabeth Prol a espaldas de su
marido!
M: Claro que no. ¡Él te quiere a ti a espaldas de su esposa!
(replicó Marcos, quitándose la camisa). Y no la besaba. Fue ella
quien me besó (se secó el pecho con la camisa). Una vez.
V: Sí, claro. Y hoy estabas lleno de moretones por el modo en
que tuviste que quitártela de encima.
M: Victoria, ¡No tuve que quitármela de encima! En cuanto oyó el
sonido del helicóptero del hotel recogió sus cosas y se marchó a toda
velocidad. Fin de la historia. Bueno, fin de ese capítulo, en todo
caso (corrigió).
V: Hubo otro encuentro fortuito.
M: Bueno, se podría decirse que sí. Me podría haber desmayado la
otra noche cuando Frank me presentó a su flamante y joven esposa Elizabeth
Prol. Bueno, para resumir una historia larga y perfectamente inocente,
cuando se hizo obvio que no iba a permitir que algo tan trivial como su anillo
de bodas se interpusiera en una pequeña aventura, decidí que necesitaba una
esposa para detenerla.
V: Seguro que también piensas que el azúcar puede detener a las
hormigas (se rio irónicamente).
M: Fue la mejor idea que se me ocurrió así, de repente.
V: De acuerdo. Pero, ¿por qué, cuando Argentina tiene una población
de quince a veinte millones de mujeres, a cuyo cuarenta por ciento conoces
íntimamente, tenía que ser yo quien terminara siendo la señora del Semental
Guerrero?
M: ¡Cielos, Victoria, dame un respiro! ¿A quién más iba a pedírselo?
(demandó con exasperación). Aparte del hecho de que necesitaba a alguien
en quien pudiera confiar y que usara la cabeza para pensar, si mencionara la
palabra matrimonio, de verdad o de mentira, ante la mayoría de las mujeres a
las que conozco, me encontraría ante el altar antes de poder respirar de nuevo.
V: Destino que, en tu opinión, es peor que la muerte. Podrías
haberme contado toda la historia antes de verme metida de lleno en ella.
M: ¿Cuándo? ¿En el aeropuerto? ¿En el helicóptero? Sé razonable,
Victoria. Esta es la primera oportunidad que hemos tenido de hablar, y
como resultado he terminado con una copa encima. ¿Cuánto crees que habría
durado mi credibilidad si hubieras empezado a tirarme copas en público?
V: Oh, lo comprendo (asintió). A ti se te permite ser sensible a
la humillación, pero a mí no. ¡Para que hables con doble vara!
M: ¿De dónde te sacas eso de la humillación? ¡No he hecho nada para
humillarte! A menos, desde luego, que te refieras a besarte en el aeropuerto, y
si eso te ofendió, entonces eres una puritana. Seguro que no le
molestaría a ninguna de las esposas de mis amigos.
V: Dejas sin aliento a muchas de las esposas de tus amigos, ¿no?
M: Me refería a que no les habría molestado que sus maridos las
besaran en el aeropuerto. O en ningún otro lado.
V: Puede que no, pero apuesto que se sentirían resentidas ante la
mujer que su marido ha besado a escondidas. En especial si supieran que
esa devoradora de hombres pensaba que podía repetirlo.
M: ¿Estás enfadada porque Elizabeth me besó?
V: ¡Bingo!
M: ¿Por qué? (quedó desconcertado, ya que esperaba oír una
negativa). Es estúpido. Tú y yo no estamos casados.
V: Lo sé! Pero Elizabeth no. Y es evidente que aún cree que
tiene una oportunidad contigo. Después de todo, en el pasado fueron
amantes, y como la dejaste besarte en la playa es obvio que va a suponer que
todavía la encuentras atractiva.
M: ¿A dónde quieres ir a parar?
V: Marcos, ¿No es evidente?
M: Para mí no (repuso él con sinceridad).
V: Mira, Marcos (comenzó con exasperación), fingir que estamos casados
y que estoy terriblemente enamorada de mi marido es una cosa, pero fingir que
estoy locamente enamorada de un hombre que no se siente atraído sólo por
mí... es... es humillante (cuando la única respuesta que obtuvo de
Marcos fue una mirada silenciosa, Victoria quiso creer que al ver la luz, lo
que hacía era buscar una disculpa. No le gustaba pelear con Marcos, pero
si querían tener éxito en frustrar las intenciones de la depredadora Elizabeth
Prol, él tenía que saber cuál era su postura). ¿Y? (instó).
¿Entiendes ahora lo embarazosa que resulta para mí toda la situación? (Marcos
la miró unos momentos más antes de ponerse de pie, sacudir la cabeza y musitar
algo). Marcos... ¿a dónde vas?
M: A tomar una ducha y a serenarme.
V: ¿Serenarte? Si sólo has bebido una cerveza y... (agitó la
lata) ni siquiera la has terminado.
M: Lo sé. Pero teniendo en cuenta lo que acabo de oír, uno de
los dos debe estar borracho. Como tú encontraste cosas más creativas que
hacer con tu gin-tonic que beberlo... supongo que tengo que ser yo (le
dice de forma irónica, para luego desaparecerse hacia dentro de la cabaña).
Capítulo 8
Esa noche Victoria se distrajo mientras se daba los últimos toques a
su maquillaje cuando la bata de un hombre pasó volando ante ella para aterrizar
a medias sobre la silla delante del tocador. Se volvió y encontró a
Marcos apoyado con gesto negligente en la puerta. Llevaba una elegante
camisa de seda y pantalones negros, pero tenía el pelo mojado y sin peinar y
los pies descalzos.
V: Por favor, no tires cosas cuando me estoy aplicando rímel. Al
padrino no le gustaría que denunciara a la empresa por dejarme ciega.
M: Lo siento (se acercó al armario y sacó unos zapatos). ¿Te
molesta que termine de vestirme aquí? (para evitar la especulación y los
rumores de las camareras acordaron compartir el armario del dormitorio y dejar
cosas por la habitación para que diera la impresión de que la ocupaba una
pareja feliz. Pero ella había insistido en que Marcos usara el cuarto de
baño para vestirse).
V: Creo que mi corazón soportará que te pongas unos zapatos y una
corbata (le sonrió a través del espejo).
M: Estamos en un hotel de vacaciones. ¿Crees que es necesaria
una corbata? Pensaba que bastaría una chaqueta.
Dado su atractivo, su cuerpo atlético y su inconsciente sentido de la
elegancia, Victoria sospechaba que lo aceptarían en una boda real incluso con
unos jeans rotos y una camiseta. Le sugirió la corbata porque temía que
un vistazo de ese pecho bronceado haría que Elizabeth se pusiera a babear.
V: ¿Tienes una de esas camisas que se abotonan hasta arriba?
M: ¿Cómo ésta? (se dirigió al armario y sacó una de lino).
V: Perfecta.
Se volvió hacia el espejo para continuar con el proceso de
maquillarse, cuando toda la concentración se desvaneció al ver reflejada la
imagen de un pecho masculino desnudo. Se le disparó el pulso.
V: ¿Qué haces? (exclamó, girando para mirarlo).
M: Lo que me sugeriste. Cambiarme de camisa.
V: Pero... pero... se supone que debes vestirte en el
cuarto de baño.
M: Por el amor de Dios, Victoria, me cambio de camisa, no de
calzoncillos. Cuando hemos salido a navegar me has visto con mucho menos.
Victoria al saber que Marcos tenía razón la convertía en la mujer más
idiota y desconcentrada de toda la historia. ¿Cómo pudo no fijarse en un
pecho tan impresionante como el que en ese momento tenía a unos metros de
distancia? Era una de las cosas más tentadoras de tocar que había visto.
M: Mira, si tanto te molesta, me daré la vuelta (Marcos acompañó las
palabras con la acción). ¿Mejor? (Victoria contuvo un gemido, al ver su
espalda a través del espejo. Abrir la boca era arriesgarse más). A
propósito (continuó él mientras se ponía la camisa), tienes una línea de
maquillaje que te cruza la mejilla.
V: ¡Lo sé! (mirándolo atravesado).
M: Eh, no te lances a mí yugular. Sólo intentaba ser de ayuda.
V: Lo siento (giró hacia el espejo y sacó unos pañuelos de
papel). Estoy un poco nerviosa esta noche, eso es todo (era una verdad a
medias).
M: No lo estés. Lo harás bien. Únicamente debes seguir mis
pautas.
V: ¡Tus pautas! (estalló en una carcajada). ¡Tienes tanto
conocimiento de cómo debe comportarse un hombre casado como del estilo de vida
de un monje! (sacudió la cabeza y lo observó a través del espejo). No,
Marcos, tú me seguirás a mí, o esta farsa se descubrirá en dos minutos.
M: Hmmm... (dijo echándose sobre el colchón de agua), esto sí
que es cómodo (movió el cuerpo y provocó una suave ondulación). ¿Sabes,
Victoria? Si aceptaras compartirlo conmigo en base a una rotación (volvió a
moverse), aceptaré seguir tus pautas (se apoyó en un codo y le sonrió de forma
seductora, haciendo que la mente confusa de Victoria superpusiera la imagen de
su pecho desnudo sobre su torso ya cubierto, y su estómago empezó a imitar el
vaivén del colchón).
V: Olvídalo, Marcos. La cama es mía.
M: Debo recordarte, cariño, que así como tal vez tengas aspiraciones
al matrimonio, la realidad es que a ti también te falta experiencia.
V: ¡Ah! Pero a diferencia de ti, he estudiado el tema y conozco las
teorías en las que se basa. De modo que es razonable que tú me sigas a
mí. ¿Entendido?
M: ¿Me serviría de algo decir que no? (sonrió).
V: En absoluto.
M: En ese caso, creo que en este matrimonio quien lleva los pantalones
eres tú.
V: Exacto. Y ahora... (le arrojó un peine).
Arréglate el pelo.
M: Estupendo (gruñó, alargando el brazo izquierdo para capturar con
destreza el peine). Incluso en un matrimonio falso, me regañan y ordenan.
V: No te regaño, te ayudo; hay una diferencia.
M: Si tú lo dices, correcto. Entonces, dime, oh, Experta en
Matrimonio, ¿cómo voy a saber yo, un ingenuo soltero con fobia al matrimonio,
si esta noche cometo algún error?
V: Te haré una señal. Y en ese momento te callarás de
inmediato...
M: Como haría cualquier marido respetable.
V: Entonces, dependiendo del grado de tu metedura de pata, iniciaré el
control de daños apropiado (hace una pausa y estudió las pocas joyas que había
llevado). No estoy segura del anillo que debo ponerme... tengo uno
de esmeralda, el de perla que me regaló Daniel en mi graduación y uno con un
zafiro y un diamante que compré yo. Además de tres sortijas grabadas...
(Se volvió y lo miró). ¿Cuál crees que debería ponerme como anillo de
boda?
M: Demonios, no lo sé. ¿Por qué me preguntas? ,
V: Porque entonces podré decir con sinceridad que lo elegiste tú.
M: Te estás metiendo en el papel (mostró una expresión divertida), eso
me encanta.
V: También he traído el de mi madre (eligió uno sencillo de
oro). Pero, a pesar de lo mucho que me gusta, es demasiado sencillo para
impactar a Elizabeth.
M: Ponte el que creas que la impactará.
V: No puedo. No me traje el diamante enorme que tengo.
M: Victoria (dijo con voz cansada). ¿Qué diferencia habrá
mientras lo lleves en el dedo anular de la mano izquierda?
V: La hay, Marcos (chasqueó la lengua). La gente espera que
alguien tan rico como tú le regale algo deslumbrante a la mujer que ama.
M: Pensando se preguntó a sí mismo “Pero, ¿Y si la mujer en cuestión
era alguien como Victoria, que no se dejaba deslumbrar por eso?”
Irritado por contemplar algo tan irrelevante, intentó solucionar con la máxima
sencillez lo que para Victoria parecía un problema enorme.
M: Te diré lo que harás (indicó). ¿Por qué no eliges el que a ti
te gusta más, y si alguien insinúa que soy tacaño o no estoy lo bastante loco
por ti, yo comentaré que no querías otra cosa y que, en última instancia, me
pareció apropiado dejar que la elección fuera tuya, ya que quería cerciorarme
de que lo llevaras toda la vida? ¿Te parece bien? (Victoria se quedó quieta
como una estatua y lo miró con boquiabierto asombro). ¿Qué? (mentalmente
intentó saber en qué había metido la pata). ¿Qué he dicho?
V: Esa es la cosa más romántica que jamás haya salido de tu boca,
Marcos Guerrero (meneó la cabeza). ¿Quién lo habría imaginado?
M: Eh (protestó, sintiendo la necesidad de defenderse ante su
exagerada sorpresa). Quiero que sepas que he dicho muchas cosas
románticas en mi vida.
V: Me refería vestido (momentos después se levantó y agitó la
mano). De acuerdo, la decisión ya está tomada. Vámonos.
Cuanto antes empiece esta pesadilla, antes se acabará.
Marcos estaba seguro de que el vestido que se había puesto era el
mismo que había usado en la celebración de la Despedida de Año, aunque cuando
una mujer tenía tantos modelos en tantas variedades y estilos de color negro
como Victoria, resultaba difícil saberlo con certeza. Pero el vestido, de
cuello alto y la abundancia de hombros que revelaba, se le había quedado
grabado.
Así como Victoria no tenía las curvas voluptuosas de las mujeres con
las que habitualmente salía, era muy bien proporcionada y tenía un porte tan
elegante que hacía que los hombres volvieran la cabeza.
V: Bueno (dijo ella), ahora levántate de mi cama y vayámonos.
M: Para alguien que supuestamente teme la noche que le espera, tienes
muchas ganas de irte (miró la hora). ¿Qué prisa hay? Aún nos quedan
veinte minutos, y andando se llega al hotel en menos de cinco.
V: Lo sé, pero si llegamos tarde, dará la impresión de que nos
demoramos en el dormitorio.
M: Digo yo, ¿Y eso no sería bueno en estas circunstancias? (comentó,
desconcertado por las imágenes que de inmediato brotaron en su mente).
V: Hmm. Demasiado evidente (dijo Victoria). Si de verdad
hubiéramos estado tonteando, intentaríamos ocultarlo en vez de exhibirlo.
Será mejor que lleguemos pronto, así se sentirán obligados a disculparse por
hacemos esperar.
M: Tienes experiencia en esto (acusó Marcos).
V: ¿En fingir estar casada?, No. Lo que pasa es que sé cómo
piensa una mujer como Elizabeth (cuando Marcos dejó de tratar de analizar ese
comentario, Victoria había salido del dormitorio y mostraba su impaciencia
moviendo el pie delante de la puerta de entrada). Vamos, cariño (lo llamó
con un gesto del dedo). Es importante que dispongamos de tiempo para
adaptarnos en nuestro papel antes de que ellos lleguen. Podemos tomar una
copa en el bar y probar nuestra actuación con el camarero.
M: ¿Seguro que no quieres que sincronicemos los relojes?
(bromeó). O quizá deberíamos estudiar las señales que vas a emplear cuando
diga o haga algo equivocado (sugirió con falsa inocencia).
V: No te preocupes, Marcos (lo tranquilizó con una sonrisa).
Tengo una fe absoluta en ti. Además, si da la impresión de que estás en
peligro de estropearlo, te lo haré saber mediante una sutil patada en la
espinilla o un codazo en las costillas.
M: Bueno, imagino que eso es mejor que vaciarme una cubeta de hielo en
la cabeza (comentó).
V: Juro que no recurriré a eso a menos que sea absolutamente necesario
(reía cuando Marcos la dejó pasar por la puerta y se volvió para cerrarla, de
modo que la palabrota que soltó lo pilló desprevenido. Pero antes de que
pudiera girar para ver qué sucedía, ella usó su cuerpo para inmovilizarlo
contra la puerta). Devoradora de hombres a las dos en punto (le susurró
con urgencia). ¡No hagas nada!
¡Y de pronto Marcos se encontró recibiendo un beso profundo!
Capítulo 9
¡No hagas nada! ¡Debía estar bromeando! Marcos sintió como si le
faltara un segundo para experimentar una fusión total. ¿Qué demonios le
había sucedido a la mujer fría y rígida que había besado en el aeropuerto?
E: Cielos. Espero no interrumpir nada.
Marcos dudó de que el sonido de la voz de Elizabeth se hubiera
registrado en su mente de no haber sido por el hecho de que provocó la retirada
de la boca ardiente y el cuerpo cálido de Victoria que segundos antes estaba
completamente pegado al suyo. Pero incluso en el momento en que su
aturdido sistema intentaba por recuperar el equilibrio, la mujer responsable de
su desequilibrio emocional parecía impasible.
V: En absoluto, Elizabeth (dijo Victoria, que añadió en un susurro
alto dirigido a Marcos). ¿Lo ves? Te dije que sólo teníamos tiempo para
algo rápido (le asió la mano y lo arrastró hasta donde Elizabeth se hallaba
junto a un cochecito de golf).
M: Lo siento, Elizabeth —dijo él—. ¿Hemos confundido la hora?
Estaba seguro de que Frank indicó que nos reuniríamos en el bar a las siete y
media.
E: ¡Oh, no, Marcos! (apoyó la mano en su brazo para
tranquilizarlo). ¡Tienes toda la razón! Pensé que lo mejor era
recogerlos, por si tenían problemas para localizar el hotel.
M: Oh, hay que seguir las señales que pasamos cuando vinimos aquí por
la noche, ¿no? (Victoria pensó que había planteado la pregunta con absoluta
inocencia, pero cuando él le apretó el codo, volvió a sonreír y añadió) No, en
serio, Elizabeth, ha sido un detalle que vinieras a buscarnos.
E: Sí lo ha sido (acordó Victoria con una mueca). Por desgracia,
Victoria, tendrás que sentarte en la parte de atrás. Marcos estaría
demasiado apretado en un espacio tan reducido... tiene unas piernas muy
largas. Con franqueza, ser tan alto en ocasiones puede resultar un
inconveniente. No tienes ni idea de lo afortunada que eres al ser tan
baja.
Aun sin contar los tacones de diez centímetros que llevaba, el metro
setenta de Victoria no la cualificaba como una pigmea. Apenas se contuvo
de señalar que Elizabeth también era afortunada, ya que su casi metro ochenta
le permitía el lujo de ocultar demasiados kilos adicionales y un exceso de
silicona. Pero no quiso rebajarse a su nivel y con una sonrisa en los
labios se sentó en la parte de atrás. Elizabeth aguardó hasta que Marcos
ocupó su sitio adelante antes de deslizarse a su lado, aprovechando al máximo
la abertura de su vestido para mostrar su cuerpo. Victoria no supo si se
sintió asqueada o divertida por el descarado exhibicionismo de la mujer.
“¿Y Marcos había tenido una aventura con esa mujer?” pensó Victoria.
Más tarde, Victoria decidió que estaba siendo la noche más larga de su vida, y
lo triste era que todavía no habían empezado el primer plato.
No hacía falta ser un genio para reconocer que Frank estaba tan estúpidamente
embobado por su tercera esposa, o al menos por sus atributos físicos, que era
ajeno al hecho de que ella sólo se fijaba en Marcos. Siempre que la vista
de Frank se desviaba a los pechos demasiado expuestos de su mujer, que no
paraban de moverse, seguro que por el esfuerzo de respirar en un vestido tan
ceñido, ella miraba con expresión tórrida a Marcos.
F: Marcos me ha dicho que lleváis casados seis meses (comentó Frank
mientras le llenaba su copa de champán y a continuación la suya). ¿Cómo
te las arreglas estando casada con un hombre tan ocupado como él? Sé que
Elizabeth siempre dice que lo pasa muy mal cuando me voy en viaje de negocios,
y le cuesta mucho divertirse.
Victoria se preguntó mentalmente (¿Quieres apostar algo?), pero al fin
le contestó a Frank.
V: Bueno, yo también trabajo en Pintos, así que casi siempre me
encuentro igual de ocupada (repuso).
M: La verdad es que Victoria trabaja demasiado (intervino Marcos) Fui
yo quien se sintió solo cuando viajó recientemente. Por eso (añadió con
una sonrisa en su dirección) me sentí tan encantado cuando aceptó reunirse
conmigo aquí.
E: Naturalmente, al ser la ahijada de Daniel Pintos... (en
cuanto esas palabras salieron de la boca de Elizabeth, Victoria comenzó a
prepararse para defenderse de alguna insinuación de nepotismo, pero la morena
no iba por ahí) imagino que habrás tenido una gran boda.
V: No (sorprendida, tardó un poco en responder), fue una ceremonia
íntima y sencilla (lo cual, por desgracia, chocó con la respuesta de Marcos).
M: Sí, nos casamos en la Catedral de Buenos Aires.
E: ¿De verdad? (las respuestas contradictorias hicieron que Elizabeth
sonriera como el gato de Garfield y enarcara una ceja). ¿En la catedral?
M: Eh, sí, Victoria es católica (explicó con premura
Marcos). Y siempre había dicho que quería casarse con una misa
nupcial. Por supuesto, como yo no soy demasiado religioso, me encantó
poder aceptar algo tan importante para ella (por suerte ninguno de los Prol dio
la impresión de captar el sutil matiz en la voz de Marcos que prometía que iba
a pagar por no ceñirse en esa ocasión a sus famosos planes de celebrar la boda
perfecta).
F: Bueno, hijo, con la experiencia de tres
matrimonios a mi espalda, diría que tomaste la decisión correcta (Frank estalló
en una carcajada y le guiñó un ojo). Cede en las cosas que no te importan
y mantente firme y elige los regalos con inteligencia para obtener la ventaja
en las cosas que sí te importan.
Al parecer impasible ante la implicación de que la cooperación de su mujer se
podía comprar, Elizabeth sonrió y volvió a centrarse en Victoria.
E: Así como puedo apreciar ante la consideración y
sensibilidad de Marcos, sigo estando un poco confusa... Sé que la
Catedral de Buenos Aires está considerada como el lugar para muchas de las
bodas católicas de la alta sociedad, pero es la iglesia más grande de
Argentina. No es lo que yo habría elegido para... ¿Cómo lo
describiste, Victoria? ¿«Una ceremonia íntima y sencilla»?
V: Tienes toda la razón, Elizabeth, esta Catedral es
famosa por las grandes bodas de la alta sociedad (coincidió Victoria, que miró
a Elizabeth sin parpadear). Por eso mis padres eligieron casarse
allí. Pero a pesar del tamaño y la grandiosidad de la catedral, Marcos y
yo invitamos sólo a nuestros amigos más íntimos. Para nosotros, todo
sobre la boda fue una decisión sentimental más que social o pragmática (la
perfecta mentira le hizo ganar una palmadita en la rodilla de parte de Marcos
por debajo del mantel de la pequeña mesa redonda.
F: Un gesto conmovedor (dice Frank).
Elizabeth, es posible que no lo sepas, (continuó), pero tanto los padres
de Marcos como los de Victoria murieron en el mismo y trágico accidente.
Nos impactó a todos los que pertenecemos a la industria hotelera y turística.
V: ¿Conocías a mi padre, Frank?
F: Oh, en persona no, querida. Pero en la
industria se lo consideraba un joven que llegaría lejos. Lo mismo que al
tuyo, Marcos (añadió con presteza). La rivalidad existente entre dos de
los más brillantes y ambiciosos ejecutivos de Daniel Pintos era seguida por los
cazadores de talentos para reforzar sus propias filas (sonrió). Pero,
para decepción de todos, la lealtad de sus padres estaba con Daniel (sacudió la
cabeza). Es una tragedia que ambos murieran tan jóvenes. Y al mismo
tiempo...
Marcos deseó que Victoria alzará las pestañas caídas
para tener una idea de cómo se sentía. No le pasó por alto la ansiedad en
su voz cuando Frank mencionó a su padre, y así como él no se engañaba acerca de
lo implacablemente ambiciosos que habían sido sus propios padres, desconocía
cómo recordaba Victoria a los suyos. Cuatro años menor que él, sólo tenía
seis cuando la nave en la que navegaban con unos hoteleros extranjeros había
explotado. Con la excepción de la madre de Victoria, todos los que iban a
bordo murieron al instante; Felicia Bandi lo hizo dos días más tarde en el
hospital.
Sólo entonces se le ocurrió que Victoria y él jamás
habían hablado de ellos en todos los años que pasaron juntos al cuidado de
Daniel. No le cabía duda de que éste los quería mucho, pero el viejo
solterón jamás había animado las exhibiciones de emociones o
sentimientos. Se preguntó si eso había sido bueno o malo para una
personalidad emotiva como la de Victoria, quien se había negado a abandonar el
lecho de su madre moribunda hasta que no dio su último suspiro.
Al mirar el sencillo anillo de oro que adornaba la mano izquierda de Victoria,
comprendió que había mucho que desconocía de ella, y de pronto deseó
conocerla... y mucho.
El plato principal apareció y desapareció en una
atmósfera cargada de mentiras y al parecer de inagotables botellas de
champán. A medida que éste se apoderaba más de Frank, menos inclinado se
sintió el hombre mayor a alzar la vista del escote de su esposa o a notar que
ella cada vez se aproximaba más a Marcos. Cualquier intento por centrar
su mente en los negocios era descartado con comentarios como: «Dejemos eso para
la oficina» o «Mi Elizabeth se angustia cuando antepongo los negocios a ella».
Victoria estaba a favor de cualquier cosa que
angustiara a «su Elizabeth»; que había acercado la silla hasta el punto en que
podía jugar con los pies de Marcos. Lo sabía porque unos momentos antes
tuvo la sorprendente, pero satisfactoria experiencia de interceptar un pie
descalzo femenino con el tacón del zapato. Por supuesto, en una actuación
inspirada, se había disculpado con efusividad ante el grito de dolor de
Elizabeth, aduciendo que había intentado eliminar un calambre.
E: Es evidente que tienes mala circulación (había
dicho Elizabeth con ojos cargados de odio). Deberías tomar más sal
(esbozó con una sonrisa malvada). Aunque a tu edad podría ser síntoma de
algo más insidioso.
V: ¿Oh? Siempre pensé que la sal era
perniciosa. No es que dude de ti, Elizabeth (añadió). Sé que con tu
edad y experiencia superiores eres mucho más experta que yo en el tema de la
circulación (claro que esa respuesta le había hecho merecer una mirada severa
de Marcos).
E: ¿Sabes, Frank? (comentó Elizabeth, llenando la
copa de champán de su marido, aunque quedó medio vacía antes de que la botella
volviera a la cubitera). Debemos organizar salir a navegar con Marcos
mientras esté aquí. Es evidente que ama el mar, y nosotros no
aprovechamos demasiado el barco.
F: Eso es porque estoy demasiado ocupado en la
oficina, cariño (fue la pastosa respuesta de su marido. Movió las
cejas). Y cuando no es ese el caso, ambos estamos ocupados, ¿eh?
Victoria ni siquiera fue capaz de plantar una
sonrisa en su cara cuando el anciano le dio en las costillas, al tiempo que
fracasaba en guiñar un ojo. Bajo ningún concepto era puritana, pero
cualquier oportunidad de hablar de negocios se había deteriorado en proporción
directa con la capacidad de Frank de controlar lo que bebía o a su coqueta
esposa. No paraba de esperar que Marcos pusiera fin a la velada, pero por
lo que podía ver no parecía perturbado por la futilidad de la cena, aunque en
los últimos veinte minutos le había lanzado miradas de petición de ayuda.
Pero no tenía ni idea de cómo esperaba que lo
hiciera. Como Elizabeth aún no había llegado a la fase de subirse a su
regazo y arrancarle la ropa, en ese punto, y a pesar de lo atractivo que
resultaría, tirarle la cubitera a la cabeza sería considerado un acto de
agresión. A menos...
Marcos estuvo a punto de morderse la lengua por la
sorpresa y el impacto del zapato de Victoria al conectar con su espinilla.
V: Marcos, cariño... me encantaría bailar
(Marcos titubeó, tratando de calibrar si podía andar). Oh, por favor,
cariño (casi ronroneó mientras le pasaba las uñas por el dorso de la mano con
una eficacia seductora que pudo con el dolor palpitante que él experimentaba en
la pierna izquierda y le sensibilizó una sección superior de su
anatomía). Después de todo, esta es nuestra canción.
M: Claro, mi amor. Lo acabo de notar (tomó la
mano de Victoria y le sonrió a sus acompañantes). Si nos disculpan...
Capítulo 10
F: ¡Por supuesto, por supuesto! (animó Frank).
Yo ya no puedo bailar, pero aún soy capaz de apreciar lo agradable que es tener
a una mujer hermosa en brazos.
V: Más probablemente al viejo verde de Prol le
gustaría tenerla tumbada (musitó Victoria cuando salieron a la pista de baile
poco iluminada). ¡Si no me hubiera apartado de esos dos creo que habría
vomitado! Dios mío, se la come con los ojos como si fuera un adolescente
encendido. ¡Aunque ella tampoco es mejor! (exclamó acalorada). ¡Le
mete las tetas en la cara al mismo tiempo que te seduce a ti! ¡Y tú la animas,
maldita sea!
M: ¡En absoluto! Lo más que he hecho ha sido hablar
con ella.
V: Exacto.
M: Sé razonable, Victoria, no puedo ignorarla.
Además, coquetear para Elizabeth sólo es un juego. Podría gustarle ganar,
claro, pero lo más importante es la persecución.
V: ¿De verdad? (lo miró con expresión
sarcástica). ¡Bueno, por si no has notado sus ladridos, ha salido en pos
del zorro!
Así como siempre había apreciado el humor sarcástico
de Victoria, empezaba a ser consciente de que había pasado por alto otras cosas
de ella. Por ejemplo, el modo seductor en que su cuerpo se entregaba al
ritmo de la música. Ello implicaba que, dada la irritación y preocupación
que sentía con los Prol, resultaba improbable que pensara de forma consciente
en su papel de mujer felizmente casada y, por ende, la fluidez y suavidad con
que se movía alrededor de la pista debía ser instintiva. Era un concepto
más excitante que interesante, ya que sus leves; pero tentadoras curvas se
pegaban a él de una manera que disparaba sus instintos más bajos.
V: Marcos... ¿me prestas atención?
M: Más que nunca (le dice en doble sentido sin que
Victoria se percatara de la intensión que llevaba las palabras de Marcos).
V: Bien. Entonces no bajes la guardia con
Elizabeth (suspiró; eso alzó sus pechos y la frecuencia cardíaca de él).
Por algún motivo los hombres tienen la costumbre de subestimar de lo que es
capaz una mujer.
Marcos pensó “Dímelo a mí”, y sus dedos anhelaron comprobar si su cuello era
tan suave como sus hombros desnudos.
M: Deja de preocuparte, Victoria. Podré ir por
delante de Elizabeth. Aunque no debemos olvidar que es el tipo de mujer
que si se siente rechazada, podría decirle algo a Frank y fastidiarnos el
negocio para vengarse.
V: ¿Debo sorprenderme?
M: Lo único que te digo es que sería inteligente que
dejaras de provocarla cada vez que abres tu linda boquita.
V: ¿Yo? (abrió mucho los ojos). ¿Qué yo la
provoco? Marcos Guerrero, ¿has llevado tapones en los oídos toda la noche? No
ha dejado de dispararme perdigones desde que fue a recogernos. No he
hecho nada deliberado para agitarla.
M: ¿De verdad? Entonces el beso que me diste en el
exterior de la cabaña no fue para provocarla, sino para excitarme a mí, ¿no?
V: ¿Qué te...? ¡No seas ridículo! ¡Por el amor
del cielo, ese beso no fue peor que el que tú me diste en el aeropuerto!
M: Coincido contigo en un punto (dijo, fascinado por
el súbito tono rojo que encendió sus mejillas y el énfasis en su
negativa). En absoluto fue peor. De hecho, he de decir que tu
técnica ha mejorado en sólo unas horas.
V: ¿Perdón?
M: Bueno, había bastante diferencia entre la estatua
de boca cerrada que besé en el aeropuerto y la tormenta de mujer que me aplastó
contra la puerta de la cabaña.
V: Hmm... eso se debe a que en la cabaña no estaba
catatónica por la sorpresa; ya sabía lo que sucedía.
Marcos pensó “Bueno, pues al menos ya es uno”,
porque en ningún momento supo qué lo había golpeado.
Desde el instante en que su boca se había posado en la suya, sintió
como si lo hubieran electrocutado. Al mirar sus labios levemente
entreabiertos se preguntó si repetir el ejercicio demostraría de forma
concluyente si había sido la mujer o las circunstancias las responsables de que
su pulso se disparara.
Cuando por voluntad propia su dedo pulgar rozó el labio inferior de
Victoria en el instante en que ella se lo humedecía con gesto nervioso, Marcos
supo que tenía que averiguarlo. Pero no quería que en esa ocasión ninguno
tuviera la excusa de estar desprevenido.
Victoria no pudo contener un ligero jadeo de sorpresa cuando Marcos
bajó la cabeza y comenzó a juguetear con el lóbulo de su oreja, y si el brazo
que le rodeaba la cintura no se hubiera tensado en ese preciso momento, sin
duda se habría desplomado en el suelo. Esforzándose por superar las caóticas
e inesperadas respuestas de su cuerpo ante la representación demasiado
convincente de un “marido y amante”, sin éxito trató de retirarse un poco.
V: ¿Eh... Marcos... Hmm... no te estás
excediendo... un poco? (logró soltar).
M: Shhh (susurró; recordó las palabras de ella y añadió), no
hagas nada.
Mientras Victoria se quedó pensativa “¡Qué no hiciera nada! ¡Debía estar
bromeando! ¿Es que no tenía idea del efecto que surtía en ella? Demonios, desde
el momento en que la abrazó apenas había sido capaz de respirar.” El
corazón de Victoria latía como si fuera a salírsele del pecho, y empezaba a
sentir tanto calor que comenzaba a sudar en sitios que no se veían afectados
por la temperatura ambiental. El aroma de su loción para después del afeitado
era tan evocador como el incienso mezclándose con el calor, y el sólo hecho de
pasarse la lengua por las comisuras de la boca invocó el sabor del beso
anterior.
“¡No, Victoria!”, gritó su cerebro. “¡Deja de mover la lengua en
este mismo instante!”. ¡Demonios! ¿Qué estaba pasando? Bueno, de
acuerdo... no era tan inocente como para no reconocer que sus hormonas
despertaban, pero, por el amor del cielo, ¡era Marcos! Había bailado con
él cientos de veces y jamás se había excitado. Aunque él nunca le había
mordisqueado la oreja ni pasado su mano por su trasero de esa forma tan sexy y
estimulante. Mentalmente luchó para aferrarse a la idea de que lo hacía
en beneficio del negocio con los Prol. No le resultó fácil.
¡Cielos! Las cosas que le hacía sentir.
Supuso que en algún momento del pasado debió estar excitada de esa
manera... tal vez. ¡Pero no completamente vestida, en vertical y en
público! Y todavía ni siquiera la había besado. Señor, si lo
hacía... tendrían que llamar a los bomberos para apagarla.
M: Victoria... (aunque sus labios húmedos apenas rozaron la piel de
ella, su aliento le puso la piel de gallina. Continuó mordisqueando y
hablando): No... hmmm... has respondido a mi... pregunta.
Vicky pensó “¿Le había hecho una pregunta? ¿Cuándo? ¿Era la pregunta o algo más
trivial, como quién sería campeón de la liga de baloncesto?”
M: ¿Victoria?
V: Hmm, eh... no estoy segura (dijo con voz ronca, y sintió su
risita).
M: No era una pregunta tan difícil.
V: ¿No? Oh, bueno, en realidad yo... ¡Oh, Dios mío! (al mismo
tiempo que se ponía pálida y jadeada horrorizada, se derrumbó sobre Marcos como
si las piernas le hubieran cedido, y por primera vez en su vida él sintió un
verdadero pánico).
M: Victoria, ¿qué pasa? (no hubo una respuesta verbal mientras ella enterraba
la cara en su pecho). ¿Victoria? Cariño, ¿qué pasa? ¿Te sientes mal?
¿Te...?
Ella sacudió con fuerza la cabeza al tiempo que echaba un vistazo furtivo por
encima de su hombro. Se echó hacia atrás y farfulló algo incomprensible,
luego repitió el movimiento, empujándolo un poco a la izquierda como si lo
usara de escudo. Estaba rígida por la tensión.
M: Por todos los cielos, Victoria (siseó Marcos, sujetándola por el
hombro). ¿Qué pasa?
V: Odio decirte esto, Marcos, pero nuestro matrimonio se acabó (unos
ojos muy abiertos lo miraron). Brian Carrillo acaba de entrar en el
ascensor...
Las palabras impactaron en Marcos como una patada en el estómago.
Capítulo 11
Ambos ya habían regresado a su cabaña, después de que Victoria se
percatara de la presencia de Brian en el Hotel.
M: ¡No vas a ponerle fin a este matrimonio, Victoria, y no hay más que
hablar! (dice arrojando la llave de la cabaña sobre la mesa con tal fuerza que
resbaló por la mesa hasta caer a los pies de ella. Mientras Victoria la
recogía, él se dirigió al bar).
Daniel siempre les había dicho que el autocontrol era el elemento más crucial
para retener la ventaja en todas las situaciones. Vivir de acuerdo con
ese lema nunca había sido fácil para ella, a pesar de la naturalidad con la que
Marcos y el padrino lo habían conseguido; aunque en el caso de Marcos, hasta
ese momento. No recordaba haberlo visto nunca tan enojado e irritado a la
vez. Por lo general era ella quien se exaltaba y él mantenía una calma
estoica cercana a la indiferencia.
Había que reconocer que al principio se tomó la noticia con su normal
ecuanimidad, explicándoles al borracho Frank y a su suspicaz esposa, Elizabeth,
que Victoria no se encontraba bien y que deseaba llevarla a casa. Para
ella, el regreso del hotel a la cabaña había sido una imagen borrosa de
vegetación tropical, porque Marcos la arrastró por el sendero estrecho sin
parar de musitar cosas.
M: ¡Hablo en serio, Victoria! Permaneceremos casados. ¡Fin de la
historia!
V: Marcos, sabes que el hecho de que Brian se encuentre aquí lo cambia
todo (hizo caso omiso de la mirada asesina que le dirigió mientras abría una
botella de cerveza). Hablémoslo de forma racional. Los tres.
M: ¿Los tres? (le tembló la mano y se quedó con la botella a medio
camino de la boca). ¿No olvidas a alguien?
V: ¿A quién? —frunció el ceño.
M: Victoria, ¿El nombre de Karen Soto te hace sonar... digamos
que alguna campanilla nupcial?
V: Karen no está aquí.
M: Estás segura, ¿no? (soltó una risa irónica y cruel).
V: Sí. Brian estaba solo.
M: ¡Quieres despertar! Eso no significa que su esposa no se hallara
desnuda bajo las sábanas esperándolo arriba, ¿no?
V: Marcos...
M: ¿No, Victoria? (repitió). Puede que desees creer que el
matrimonio de Carrillo no es... un matrimonio de verdad, pero no lo sabes
con seguridad. ¿Verdad? ¿Verdad, Victoria?
V: ¡De acuerdo! Si te hace feliz, no. Supongo que es posible que
Karen estuviera arriba.
M: Más que posible, si conozco a Carrillo (alzó la botella en un
brindis de burla).
V: ¡Se acabó, Marcos! No lo conoces (respiró hondo para calmarse y se
recordó que era natural que Marcos estuviera molesto por la inevitable pérdida
de la compra de Illusion Island). Mira, Marcos (añadió, sorprendida de
poder sonar tan tranquila), aunque Karen se hallara arriba... eso no
cambia nada.
M: ¡Qué no cambia nada! ¡Maldita hipócrita!
V: Yo... yo... (El asombro y la indignación hicieron que
tartamudeara) ¡no lo soy! ¿Cómo te atreves...?
M: ¿Cómo llamarías a una persona que ridiculiza a alguien por algo y
que luego se da la vuelta para anunciar que ella va a hacer lo mismo? (retó).
V: ¿A quién ridiculicé?
M: ¡A Elizabeth! Pero olvídate de eso... (agitó la
botella). Probemos con esto... ¿Cómo llamas a alguien que promete
hacer algo por alguien y luego se retracta cuando encuentra otra cosa que le
gusta más? ¿Eh? (demandó). ¿O a alguien que le da la espalda al hombre
que la crio la única vez que él cuenta con ella? ¿Cómo, Victoria?
V: ¡No eres justo! ¡No es mi culpa que esto le vaya a costar a
Daniel el negocio! ¡Tú eres quien quiso que fingiéramos que
estábamos casados!
M: ¡Sí, pero no soy yo quien le pone fin porque me vuelve loca un hombre
casado! (la feroz acusación pareció reverberar en la habitación, y Marcos supo
que se había pasado cuando Victoria no replicó en el acto con algún comentario
sarcástico. ¡Maldita sea! ¿Qué le pasaba? Estaba sacando las cosas de
quicio. La situación requería un replanteamiento lógico, pero en vez de
eso había dejado que su temperamento lo hundiera en una ciénaga. Ella se
lo quedo mirando con ojos nublados por el dolor. Era evidente que
Carrillo le importaba de verdad). Lo siento, Victoria. Fue un golpe
bajo.
La realidad era que lo sentía por mucho más, aunque reconocer algunas
de las cosas que le pasaban por la cabeza no ayudaría en nada. Esa noche
lo había sacudido, incluso antes de que el estúpido de Brian Carrillo hubiera
entrado en la ecuación. El único pensamiento que tenía en la pista de
baile había sido saber si Victoria había fantaseado alguna vez con hacer el amor
con él. Se agachó para sacar otra cerveza de la mini nevera y el sonido
alto e inesperado de una risa femenina hizo que alzara la cabeza con brusquedad
sin pensar en el borde de la barra.
M: ¡Ay!
V: ¡Bien! ¡Te lo tienes merecido!
La cara de Victoria exhibía una mueca de satisfacción malvada, que
hizo que él pensara si le había estado leyendo la mente. Marcos pensó
“¡Lo que me faltaba!”, llevándose la mano al punto palpitante justo encima de
la oreja.
V: ¿Sangra? (preguntó Victoria cuando él bajó la mano y la
inspeccionó).
M: Lamento decepcionarte. Lo mejor que podemos esperar es un
dolor de cabeza.
V: Quizá eso disminuya tu exceso de libido que proyecta un matiz
sexual en todo (musitó).
“¡Cielos!”, pensó Marcos. “¡Le había leído la mente!”
V: Apoya la botella en la cabeza.
M: ¿Eh? —parpadeó.
V: El frío frenará la hinchazón.
M: ¿Mi libido?
V: ¡Así es! (se burló). Ni la Antártida lo conseguiría. Me
refiero a tu cabeza.
M: Oh, es verdad (siguió su consejo e hizo una mueca ante el
contacto). Explícate.
V: El frío parará...
M: ¡Eso no! Explica qué te resultó tan gracioso hace unos momentos.
V: Oh... tu suposición de que me retiraba de nuestro
«matrimonio» porque estoy loca por Brian (le clavó la vista como láseres al
rojo). Jamás dije eso.
M: Tú dijiste...
V: Sé exactamente qué dije (indicó con altivez). Y no fue
eso. Lo entendiste mal.
M: ¿Entendí mal “Odio decirte esto, Marcos, pero nuestro matrimonio se
acabó. Brian Carrillo acaba de entrar en el ascensor”?
V: ¡Sí! (exclamó). ¡Lo entendiste todo mal! (cruzó la estancia
con el ceño fruncido). Deja que te vea la cabeza.
No había ninguna simpatía evidente en su voz, pero los ojos tenían una
expresión claramente más suave. Marcos apartó la botella e inclinó la
cabeza, y unos segundos después los dedos de ella se movieron entre su pelo
para tantear el pequeño chichón. La sensación hormigueante que
experimentó podría haber sido causada por el golpe, pero, en ese caso, lo mismo
le había sucedido a sus hormonas, porque era como si estuvieran en Disney.
Unos profundos ojos miraron los suyos mientras continuaba acariciándole el
cráneo.
V: ¿Te duele mucho? (preguntó con voz blanda por la
preocupación). No parece muy hinchado.
M: ¿No? (preguntó Marcos para darle al siguiente pensamiento “Si sigue
así no tardará en hincharse”, y de inmediato se aclaró la garganta). Es
como el infierno (en realidad, una mejor comparación era el cielo, pero no se
había quedado del todo estúpido).
Victoria le quitó la botella de la mano y con suavidad la apoyó contra
la zona golpeada. La acción que la aproximó más a él y al estar entre sus
suaves curvas y la barra reactivó el recuerdo de la sensación de tenerla
moldeada a su cuerpo en la pista de baile.
V: La cuestión, Marcos (dijo, sin tener ni idea del efecto que obraba
en él), es que Brian Carrillo sabe que yo no estoy casada, contigo ni con
nadie.
M: Hmm (volvió a respirar hondo, tratando de identificar su perfume,
que comenzaba a envolver sus sentidos). ¿Y?
V: ¿Y? (se impacientó y dejó la botella con fuerza sobre la barra y
planto la cara a unos centímetros de la de él). Puede que engañemos a sir
Lujuria y Elizabeth Lascivia, pero no a Brian. ¿Comienzas a entender algo
de lo que quiero decirte?
Lo único que deseaba Marcos en ese momento era poner las manos en sus
caderas, pegarla a él y lamer esos labios fruncidos hasta que se separaran para
él. De pronto ella se dirigió al otro extremo de la habitación.
V: ¡No puedo creer que Brian haya elegido este hotel! (musitó).
Demonios, ni siquiera sé cómo pensamos que saldría bien aunque él no hubiera
venido.
M: Victoria... Esto puede funcionar.
V: Déjalo, Marcos. Nos hemos visto atrapados en nuestra propia
red de mentiras y...
M: No, todavía no.
Victoria suspiró. Cuando se trataba de negocios, con la
excepción de Daniel, Marcos era la persona más monotemática que conocía.
Lo cual probablemente fuera bueno, ya que esa noche ella no había pensado para
nada en los negocios. En el pasado había aceptado el atractivo de Marcos
como la noche sigue al día, pero en menos de veinticuatro horas la atracción
hacia él parecía más ardiente y cegadora que el sol.
M: Victoria, escucha... estoy seguro de que podemos sacarlo
adelante si unimos nuestras cabezas.
El tema le invocó a Victoria una imagen que no tenía nada que ver con
la cooperación intelectual y que casi rozaba la copulación, por lo que sacudió
con vigor la cabeza. En menos de un abrir y cerrar de ojos él recortó la
distancia que los separaba y la agarró de los hombros
M: Vamos, Victoria, sabes lo importante que esto es para Daniel
(insistió). Toda su vida ha estado tratando de comprar una isla. Se
morirá si pierde esta oportunidad.
V: Eso... eso es chantaje emocional (Victoria tartamudeó cuando
las manos de él subieron hasta su cuello y le alzaron la cabeza para que lo
mirara) Hmm...
Reconozco que se sentirá decepcionado, pero no podemos evitarlo.
M: Sí que podemos (afirmó, su proximidad y contacto hicieron que las
hormonas de ella sugirieran cosas que habrían hecho que Elizabeth pareciera
tímida con los hombres). Te estás rindiendo con mucha facilidad,
Victoria.
En ese momento libraba la batalla de su vida contra las tentaciones
que jamás había esperado sentir ante Marcos. Era como de la familia.
V: Estoy siendo sensata, realista (Victoria se preguntó a sí misma y a
la vez alejándose de Marcos “¿Alguna vez había pronunciado palabras más
ciertas?”). No hay modo en que podamos sacar esto adelante. Fue una
idea totalmente loca desde el principio, pero ahora es imposible.
M: Victoria, ¿por favor? Escúchame. Tenemos que analizarlo con
calma, ¿Por qué no preparo una copa, nos sentamos y consideramos las
opciones que tenemos?
Para Marcos resultaba muy fácil hablar de calma, no se encontraba como
Victoria que su nivel de control la estaba traicionando debido a que estaba a
punto de desnudarse y arrojarse sobre el! .
Victoria pensaba “¿Acaso estoy borracha? No parecía probable, ya que
había bebido pocas copas de champán, aunque sería una forma ideal de explicar
cómo se sentía. Si en la pista de baile había pensado que era vulnerable,
no se comparaba con lo que sentía en ese momento. Permanecer cerca de él
e introducir más alcohol en un cuerpo ya embriagado por su masculinidad era una
locura.
V: No quiero una copa. Y se supone que no debes beber tras
recibir un golpe en la cabeza.
M: Bueno... de acuerdo. ¿Preparo café y...?
V: ¡No, Marcos! ¡No quiero nada! (Sintiéndose una tonta por el deje de
histeria en su réplica, respiró hondo antes de adoptar un tono más racional y
compuesto). Mira, coincido en que al menos por Daniel deberíamos
hablar...
M: Bien. Entonces...
V: Esta noche no, Marcos. Es tarde y me encuentro demasiado
cansada para pensar con claridad. ¿Vale?
Marcos sentía cualquier cosa menos cansancio. Y, para ser
franco, pensar era lo último que quería que ella hiciera. Estaba
convencido de que en la pista de baile ella no había estado pensando, por lo
menos hasta que apareció el idiota de Carrillo. Sintió una nueva oleada
de furia. ¿Qué demonios veía en ese cretino? Al oír el suspiro de ella,
se recompuso mentalmente y alzó la vista para verla en el umbral del
dormitorio.
M: Perdona, ¿qué has dicho?
V: Que hablaremos por la mañana. Buenas noches, Marcos (cerró la
puerta antes de darle una oportunidad para responder, pero al rato salió con
una almohada pegada al pecho; él ya había logrado abrir el sofá). No
pongas esa expresión tan abatida (sonrió, la cara ya sin maquillaje).
¿Quién sabe? Tal vez después de una buena noche de sueño podremos encontrar un
modo para seguir en la carrera por la isla.
M: A ti te resulta fácil decirlo (musitó). Tú no tienes que
dormir en este colchón de desdicha.
V: Es verdad. Y como todo esto del matrimonio fue idea tuya,
podría ser dura y decir que tú te habías hecho la cama y que no deberías
quejarte por dormir en ella. Pero no lo haré... (el rostro se le iluminó
con una expresión maliciosa). ¡Porque no hay sábanas!
M: Bromeas, ¿no?
V: No. Aunque la buena noticia es que tienes una almohada.
¡Toma, agárrala!
La almohada chocó contra su cara en el mismo instante en que la puerta del dormitorio
se cerraba.
Capítulo 12
Victoria miró el despertador, luego se dio la vuelta y se negó a
responder a los golpes en la puerta. Los pensamientos sobre el hombre que
dormía en la otra habitación la mantuvo despierta casi toda la noche, y Marcos estaba
loco si pensaba que la dejaría sacarla de la cama a esa hora tan
intempestiva. Aunque la ola que de repente ondeó en el colchón de agua
estuvo a punto de tirarla al suelo.
V: ¿Qué demonios...? (una mano le tapó la boca).
M: ¡Shh! (el susurro de Marcos sonó apremiante, su rostro sin afeitar
estaba alarmado. ¡Y su magnífico cuerpo desnudo! Bueno, al menos de la
cintura para arriba; Victoria no se atrevió a mirar más abajo). No subas
la voz (le advirtió Marcos).
V: ¿Cómo entraste aquí? (le agarró la muñeca y le apartó la
mano). Anoche puse el cerrojo.
M: Lo sé. Tuve que entrar por el cuarto de baño (frunció el
ceño). ¿Por qué cerraste...? Olvídalo; hay alguien en la puerta.
V: Pues... ve a abrir.
M: Escucha, Victoria (maldijo cuando los golpes se hicieron más
sonoros). ¿Carrillo te vio anoche? (ella sacudió la cabeza, más para
despejarla que otra cosa, aunque Marcos lo tomó como una negativa). De
acuerdo, entonces nuestra mentira no ha sido descubierta, así que demos por
hecho que es Elizabeth quien...
V: ¿No podríamos empezar el día con una nota positiva y suponer que es
la Muerte?
M: Ha, Ha, Ya he cerrado el sofá, (se levantó de la cama, y gracias a
Dios llevaba calzoncillos), pero será mejor que salgas tú a ver qué quiere.
V: ¿Es que aún no lo has deducido? Chico, eres lento.
M: Ponte esto (hizo caso omiso del sarcasmo, la miró con desaprobación
y alargó la camisa que él se había puesto la noche anterior). Una remera
larga de un equipo de fútbol no sugiere una noche de pasión.
V: Es gracioso (le quitó la camisa de la mano y le aclaró a Marcos),
pero su dueño no pensaba lo mismo cuando me la regaló la remera.
Victoria observó satisfecha la mueca que provocó en Marcos su
comentario, se metió en el baño y rápidamente se cambió, decidida a no prestarle
atención a la fragancia de la colonia de Marcos.
El largo de la camisa le llegaba hasta la mitad de los muslos y cubría
más que la remera.
M: ¡Date prisa, Victoria!
V: Lo intento, maldita sea (se abotonó la camisa y levantó el cuello
para parecer sexy). ¡Ya voy! (anunció, saliendo del baño. Al llegar
a la puerta de la cabaña, se obligó a hablar con voz alegre). ¿Quién es?
E: Elizabeth (fue la seca respuesta).
V: Buenos días, Elizabeth (abrió y esbozó una amplia y falsa
sonrisa). ¿Cómo estás? Cielos, ¿no es un día maravilloso?
Cuando la mujer la inspeccionó con descortesía de arriba abajo,
Victoria le devolvió el insulto y decidió que debía ser una de las raras
ocasiones en que iba demasiado vestida. Así como el bodysuite y los
pantaloncitos de la morena no dejaban mucho a la imaginación, no resultaban tan
sugerentes como la camisa de un hombre sin nada debajo.
E: ¿Está Marcos? Tengo que hablar con él.
V: Bueno, sí... pero, hmm, no está vestido para recibir...
si es que me entiendes.
E: Entonces lo esperaré... (una mueca reveló unos dientes
magníficamente blancos). Si no te importa.
A Victoria le importaba, y sintió la tentación de...
M: ¿Quién es, cariño?
Ante el sonido de la voz de Marcos giró y lo vio de pie en la puerta
del dormitorio con una toalla alrededor de la cintura. Apoyó el brazo en
el marco, para sostener sus débiles rodillas y, al mismo tiempo, bloquear la
entrada de la mujer que intentaba pasar.
E: ¡Soy yo, Marcos! (repuso Elizabeth, entrando en la cabaña de todos
modos). Yo... ¡Oh! (que la propia Elizabeth no supiera qué decir
ante la descarada exhibición de masculinidad hizo que Victoria saliera de su
asombro).
V: Marcos, mi amor, Elizabeth quiere hablar contigo. ¿Puedes
dedicarle un minuto?
M: Claro. Buenos días, Elizabeth (Marcos esbozó una sonrisa
devastadora). No tardaré. Mientras me visto, Victoria y tú pueden
charlar un rato.
En cuanto desapareció la fuente de su distracción, Victoria volvió a
asumir su papel. Con amabilidad le indicó una silla.
V: Lo siento, Elizabeth, nos has pillado en un mal momento.
E: ¿De verdad? (preguntó con escepticismo). Llevo un buen rato
llamando.
V: Oh... Imagino que no prestábamos atención a la puerta.
Tal vez deberías haber llamado... (Con un gesto teatral se dio una palmada en
la frente). ¡Oh, es verdad! Probablemente Marcos descolgó el
teléfono... (se encogió de hombros).
E: Aún lo hace, ¿no? (Elizabeth esbozó una sonrisa ladina).
“¡Es una Zorra!”, pensó Victoria.
M: Muy bien, ya estoy presentable (la aparición de Marcos en bermudas caqui
y una camiseta hizo que Victoria estuviera a punto de soltar un suspiro de
alivio; hasta que la aferró por la cintura y la acercó para darle un beso fugaz
en los labios). Hablaba en serio sobre descansar hoy (bajó la mano hasta
su cadera). Llevas mucho trabajo encima.
V: Marcos (comenzó, parándole la mano para evitar un ataque al
corazón). Estoy... eh... muy bien. En serio.
M: Es verdad (los ojos oscuros de él la observaron divertidos.
Victoria no pudo hacer otra cosa que sonreír). Creo que aún se la ve un
poco pálida, ¿tú no, Elizabeth? (Marcos tomó el gruñido de Elizabeth como una
confirmación de su falsa preocupación). Me parece que somos dos contra
uno, cariño. Bueno, Elizabeth, ¿para qué querías verme?
E: Por desgracia a Frank le ha salido algo urgente, y no podrá
reunirse contigo hoy tal como habíais planeado...
Victoria había oído decir que una resaca podía ser «mala», «fuerte»,
incluso
«terminal», pero jamás «urgente».
E: Pero en vez de sufrir la inconveniencia de un día perdido (continuó
Elizabeth, cruzando una pierna desnuda sobre la otra de forma escandalosa, como
si quiera cerciorarse de que sus dos anuncios de cirugía plástica no dejaran en
la sombra sus otras cualidades), me ha sugerido que te ponga al tanto de lo que
hace que Illusion Island sea tan única.
Victoria la oía cuando a su mente el siguiente pensamiento “¡Apuesto
que quiere empezar por el dormitorio!”.
Aunque jamás había dedicado mucho pensamiento al tema de que los
títulos podían estar pasados de época, tras conocer a Elizabeth quedó
convencida de que todo el procedimiento necesitaba con desesperación algún tipo
de control de calidad.
M: Bueno, la cuestión es, Elizabeth (dice Marcos con suavidad), que
pensaba llamar a Frank para cancelar la reunión de hoy. No me gusta dejar
sola a Victoria cuando no se encuentra bien.
E: Pero, Marcos, acaba de admitir que se encuentra perfectamente (rio
falsamente). Y estoy convencida de que tu mujer está tan ansiosa como
todos nosotros porque Pintos Resort Corporation e Illusion alcancen un acuerdo
mutuamente beneficioso lo más pronto posible. ¿No es así, Victoria,
querida?
V: Marcos, Elizabeth tiene razón. Me siento lo bastante bien
como para unirme a vosotros en el recorrido por la isla.
E: ¡No! (estalló Elizabeth antes de modificar su tono de voz).
Quiero decir, lo mejor sería que no lo hicieras. No deseamos que el calor
y el sol puedan provocarte una recaída.
M: Estoy de acuerdo contigo, Elizabeth (dijo Marcos).
El comentario le ganó una sonrisa complacida de una mujer, mientras la
que aún tenía bajo el brazo se puso rígida y le dio un pellizco. Él
palmeó con discreción su trasero y sonrió ante su mirada indignada.
M: Vamos, cariño, no te pongas así. Hoy sólo deberías
descansar... (contuvo la risa cuando en sus ojos vio una promesa de muerte;
luego añadió) Y yo pienso quedarme contigo aquí para cerciorarme de que lo
hagas (al instante el cuerpo de Victoria se relajó). Gracias de todos
modos, Elizabeth, pero tendré que declinar tu ofrecimiento. Dile a Frank
que me llame luego, y fijaremos una hora para mañana.
E: ¡Muy bien! (el rostro demasiado maquillado mostró su
irritación). Pero en ese caso, Marcos, ¿puedo sugerirte que cuelgues el
teléfono para que logre contactar contigo?
M: ¿Qué demonios quiso decir con eso? (preguntó Marcos después de
cerrar la puerta. Victoria dominó el impulso de reír y se encogió de
hombros). A propósito, se me han ocurrido un par de ideas para solucionar
el problema de Carrillo.
V: Ahora mismo preferiría que hicieras algo de café, mientras yo me
visto.
M: ¿Qué prisa hay?
V: Un marcado síndrome de abstinencia de la cafeína (dijo por encima
del hombro de camino al baño).
M: Me refería a la prisa por vestirte. Personalmente, te
encuentro arrebatadoramente sexy con mi camisa favorita...
A Victoria la voz de Marcos le sonó profunda, seductora, seria y le
parecía llegar hasta lo más hondo de su ser y acariciarla en todo lo que la
hacía mujer. “¡Es ridículo!” pensó. Lo único que hacía era bromear,
y en vez de imaginar estúpidamente que se trataba de algo más, debería
responderle con una contestación ingeniosa que sin duda él esperaba. Pero
no se le ocurrió nada, y aunque lo hubiera pensado, le habría resultado
imposible verbalizarlo.
Llegó al cuarto de baño con la suprema fuerza de voluntad de poner una
pierna temblorosa delante de la otra. Nunca antes en su vida había sido
tan consciente de un hombre. Podía sentir su mirada en la espalda, y se
obligó a no dar la vuelta y ver qué expresaba su cara. En cuanto estuvo
sola, hundió la espalda contra la puerta cerrada y se dejó caer al suelo.
Tenía que olvidar el hecho de que lo conocía de toda la vida y que no
se parecía en nada a los hombres que la habían atraído. Lo que de verdad
le molestaba a ella, era no temer que competir por su atención, ¡sino que
deseaba hacerlo! Ya podía quedarse ahí sentada una hora practicando técnicas de
respiración, pero la fragancia y aroma de su loción para después del afeitado
resultaba tan excitante como la masculinidad impregnada en la tela de su camisa
contra su piel desnuda. Gimió al bajar la vista a lo que con cariño
llamaba sus pechos y ver sus cumbres rígidas.
Como si no bastara enfrentarse a la rotunda sexualidad de Marcos, de
pronto su propia sensualidad, oculta hasta entonces, también demandaba
atención.
Capítulo 13
Cuando Victoria se unió a Marcos en el patio, éste calculó que unos
veinte minutos habían pasado. Verla recién salida de la ducha, libre
de maquillaje, le resultó casi tan excitante como cuando llevaba puesta su
camisa. Pero a pesar de apreciar su figura en la tumbona, fue
incapaz de contener una mueca de disgusto cuando levantó la taza fría de café y
se puso a beberlo.
M: Hay un microondas en la cocina, ¿sabes?
V: No, así está bien. Lo que necesito es el contenido y no
la temperatura. Tomaré uno caliente cuando vayamos al hotel a
desayunar.
M: No iremos (le informó). No podemos arriesgamos a
encontramos con Carrillo.
V: Puedes llamarme poco profesional, Marcos (lo miró), pero no pienso
morirme de hambre por defender los intereses de Pintos. ¡Eso es
llevar las cosas demasiado lejos!
M: Trazas la línea de dedicación a la empresa en nuestro matrimonio,
¿eh? —rió.
V: Hmm. Si realmente hubiera sabido en qué me metía, la
habría trazado más cerca de casa... ante la puerta de mi despacho
(afirmó con una firmeza admirable).
M: Relájate, tranquilita. No te pido que des tu vida por la
empresa... En cualquier caso, hoy no.
V: Cielos, gracias, pero con Elizabeth esperándome no me siento
tranquila.
M: ¿Recuerdas que en un gesto de magnanimidad Frank nos concedió
servicio de habitaciones las veinticuatro horas? Pues vamos a aprovechar su
ofrecimiento y evitar el hotel durante los próximos días. Quizá eso no
impida que Elizabeth aparezca de forma inesperada, pero debería solucionar el
problema de Carrillo (ante su gesto de enarcar la ceja
explicó). Sé con certeza que debe volver a la oficina en tres
días. Si tenemos en cuenta las molestias que se tomó para conseguir el
ascenso, no va a arriesgarlo empezando por llegar tarde.
V: Te equivocas, Marcos.
M: ¿Crees que arries...?
V: No, no. Me refiero a sus vacaciones. Su
secretaria me dijo que volvería en dos semanas.
M: ¿Cuándo te lo contó? (frunció el ceño).
V: El día después de mi regreso. El día antes de que te
pidiera que... hmm...
M: Sí, sé lo que me pediste (cortó con sequedad con cierto enojo que
ni el mismo entendía. No necesitaba recordatorios de lo lejos que
estaba dispuesta a llegar por Carrillo). La cuestión es que cuando
ese día pasé por el despacho de Carrillo, sin saber que se había ido de luna de
miel (añadió adrede), me informaron de que estaría fuera una
semana. Lo cual significa que, como máximo, tendrá que irse de aquí
en tres días.
V: Quizá lo entendiste mal.
M: Lo mismo se aplica a ti.
V: Imagino que es posible (se encogió de hombros y miró el
café). Me hallaba en un estado muy emocional (Marcos no le encontró
sentido a explicarle que tenía ganas de golpear unas cuantas cabezas después de
dejarla en su despacho para dirigirse a la planta del departamento de
diseño. Menos mal que Carrillo no había estado). Marcos
(comentó con la vista baja). ¿Hasta dónde llegarías por la ambición?
(él apretó los dientes y maldijo en silencio; tuvo el impulso de largarse o
decirle otra vez que Brian Carrillo no la merecía). ¿Y bien?
(insistió Victoria).
M: Si me preguntas si me casaría para...
V: No (cortó rápidamente). Me... me
refiero... ¿considerarías utilizar a tus hijos del modo en que todo
el mundo piensa que hicieron nuestros padres?
La triste incertidumbre que Marco vio en los ojos de Victoria le
rompió el corazón. Lo último que esperaba es que sacara las
circunstancias por las que habían sido criados por Daniel Pintos.
M: Me pregunté en su momento qué efecto tendría en ti el comentario de
anoche de Frank. (Victoria no respondió; se la veía pensativa
mientras estudiaba el contenido de la taza de café). Nunca antes
habíamos hablado de nuestros padres.
V: Para serte sincera, y a pesar de lo horrible que pueda
sonar... casi nunca pienso en ellos (apretó los
labios). Solía hacerlo, pero lo dejé porque me sentía culpable.
M: ¿Por qué?
V: Tengo dos álbumes llenos de fotografías de ellos y yo cuando era
pequeña. Antes los miraba todos los días y deseaba que estuvieran
vivos para poder tener una familia de verdad (se encogió de
hombros). Luego, más o menos al cumplir los doce años, empezó a molestarme
pensar que era desleal con Daniel. Jamás se me pasó por la cabeza
que mis padres le hubieran pedido que fuera mi padrino como una estrategia
profesional. No hasta que escuché a algunos ejecutivos hablar de
ello en una barbacoa durante una celebración de la fiesta nacional.
M: ¿Qué edad tenías cuando sucedió?
V: No sé... once, doce. Le pregunté a la señora
Class si era verdad...
M: ¿Y qué te contestó la Terrible Flor? (A Marco le alegró que Victoria
soltara una risita. Flor Class había sido la niñera y ama de llaves
que Daniel había contratado cuando los dos se fueron a vivir con
él. La mujer brusca, pero amable se había jubilado hacía doce años,
cuando Victoria terminó la escuela secundaria, pero había seguido manteniendo
contacto con sus dos antiguos pupilos.
V: Oh, me dijo que era una tontería y que si era feliz viviendo con
Daniel eso no debería representar ningún problema. Después, dejé que
los rumores me resbalaran. Pero, si pudiera disponer de un deseo, no
sería que mis padres no hubieran muerto, sino saber con absoluta certeza que me
querían. Que no le pidieron a Daniel que fuera mi padrino para que
papá se lo ganara. Daniel se merece algo mejor —se encogió de hombros—. Es
tu turno. ¿Te has preguntado alguna vez qué sentían tus padres?
M: No (la respuesta breve y la mirada impenetrable le indicaron que
había contestado y que no iba a ofrecer nada más. Justo cuando ella
iba a cambiar de tema él soltó una risa). ¡Qué demonios! Si voy a
comparar cicatrices con alguien, ¿quién mejor que tú?
Como era evidente que no le entusiasmaba nada hablar de sus padres,
Victoria supo que lo más considerado sería decirle que no era
necesario. Pero calló, ya que de pronto anhelaba saber todo lo que
pudiera sobre Marcos.
M: Todos mis abuelos estaban muertos cuando nací yo (comenzó). Mi
madre era hija única y mi padre sólo tenía una hermana menor, a la que rara vez
veíamos, ya que papá y ella no congeniaban. Gema vivía en una comuna
en el norte de Nueva Gales del Sur, y era tan hippy y de espíritu libre como mi
padre un tiburón corporativo y un arribista. Por algún motivo, vino
a visitamos cuando yo tenía ocho años. Para mí, un joven estudiante
de la clase media alta, no podía ser más alienígena y extraña que si fuera
verde y tuviera antenas en la cabeza.
El leve titubeo indicó que examinaba recuerdos que se habían vuelto borrosos
por la falta de uso.
M: En ese momento Gema estaba pasando por una fase en que la muerte y
la familia le obsesionaban. Y, desde luego, la
reencarnación. No paró de hablar de ese tema. Durante meses
después de su visita me fue imposible pasar delante de un perro o un gato sin
preguntarme quién habría sido en una vida anterior... (Sonrió, en
esa ocasión con diversión y ternura). En cualquier caso (continuó
con expresión de nuevo impasible), una noche estábamos cenando todos cuando
Gema anunció que mis padres debían estar plenamente preparados para su muerte y
que deberían redactar sus testamentos para asegurar mi futuro, nombrándola mi
tutora ante el caso de que murieran juntos. Bueno, cuando mis padres
dejaron de reír, le dijeron que ya tenían hechos los
testamentos. Parafraseando a mi madre, no sólo garantizaban mi
bienestar cuando pasarán a la próxima vida, sino que también garantizaban mi
futuro en ésta vida nombrando a Daniel mi tutor (clavó sus duros ojos negros en
ella). Como puedes ver, Victoria, a diferencia de ti, a mí se me
ahorró la angustia de preguntarme cuál era la motivación de mis padres al
nombrar a Daniel como mi tutor.
Era imposible pasar por alto la aspereza en la voz de Marcos, y
Victoria no supo cómo responder a ella. Tras un silencio que
amenazaba con durar una eternidad, él volvió a hablar:
M: Tenía diez años cuando aconteció el accidente. Era lo
bastante mayor como para saber que mis padres no eran perfectos, o que ni
siquiera se parecían a los de mis compañeros de clase, ya que ninguno se
ofrecía voluntario para realizar alguna tarea en la escuela. Como
adulto, puedo mirar atrás y reconocer que no tuvieron un matrimonio feliz, pero
me es imposible afirmar que permanecieron juntos por algo tan noble como darme
una infancia estable. Fueron las ambiciones profesionales de mi
padre y su éxito financiero lo que los mantuvo unidos. Nada
más. En cierto sentido, su muerte durante una recepción de la
empresa fue un modo extraño, pero adecuado de partir. Lo irónico es
que probablemente lo mejor que hicieron jamás por mí fue usarme como medio para
acercarse a Daniel, porque para mí él es más padre que lo que ninguno de ellos
fue capaz de ser. Las historias de que nuestros padres competían
entre sí siempre me han parecido plausibles, porque sé exactamente qué tipo de
hombre era mi padre. No sé cómo era el tuyo, de modo que no puedo
aventurar sus motivos; quizá no quería que el mío tuviera una ventaja sobre él;
quizá hacer que Daniel fuera tu padrino surgió por algún motivo
sincero. No lo sé. Pero sí sé que los dos hemos sido muy
afortunados por tener a Daniel, Victoria (ella sonrió, no era necesaria ninguna
respuesta verbal).
La contestación a tu pregunta original, que es hipotética, ya que no
tengo intención de tener hijos, es no. No usaría a mis hijos para
progresar en mi carrera. Como tampoco me casaría por conveniencia
para conseguir un ascenso. Y eso... (Sonrió), me obliga a señalar
que si Brian Carrillo hubiera tenido una disposición similar, no nos
hallaríamos en este aprieto.
Aliviada al oír que la amargura se había evaporado de su voz, estaba más que
dispuesta a evitar sondear más su pasado y a centrarse en sus problemas
presentes.
V: Aunque tú tengas razón y yo me equivoque en la fecha de regreso de
Brian, ¿cómo puedes evitar ir al hotel? Frank va a insistir en reunirse contigo
allí para disponer de la ventaja de ser local.
M: Esa es la parte del plan que aún estoy meditando. Es
nuestra mala suerte que Carrillo no aprovechara el descuento a los empleados y
fuera a uno de nuestros hoteles.
V: ¿Por qué no llamamos a Daniel para que compruebe cuánto tiempo se
quedará Brian aquí? (sugirió ella).
M: Los únicos teléfonos conectados con el continente están en el ático
de Prol y en la oficina principal del hotel. No puedo correr el
riesgo de que me oiga explicarle a Daniel por qué quiero saberlo.
V: Podemos probar con el móvil.
M: Lo intenté cuando llamé para pedir que vinieras. Apenas
tiene cobertura.
V: No puede ser tan mala. Después de todo, estoy aquí.
M: Sí... (la miró un largo rato). Pero lo
atribuyo a mi cuota anual de buena suerte (ella sintió una súbita timidez y se
forzó a soltar una risa incrédula). Hablo en serio, Victoria.
El pulso se le aceleró; alzó la taza vacía y fingió beber un trago de
café, sólo para romper el contacto visual sin que resultara demasiado
evidente. Buscó desesperada algo impersonal que decir para llenar el
silencio. Al no encontrar nada, comenzó a urdir una excusa factible
para levantarse y marcharse. La excusa se la dio un inesperado
crujido del estómago.
V: No digas nada (advirtió cuando Marcos enarcó una ceja con gesto
divertido).
M: Eh... yo no hice ningún ruido.
V: Voy a pedir el desayuno (se incorporó). ¿Quieres algo
especial?
M: Bueno, eso depende, Victoria (repuso, al tiempo que realizaba una
lenta evaluación de su cuerpo antes de volver a mirarla a los
ojos). ¿Tu pregunta se refiere al desayuno o es algo... más
general?
V: Marcos, ¡Al desayuno! (Victoria esperó no tener la cara
colorada. ¿Por qué de repente su mente empezaba a darle a cada comentario
inocente un matiz sexual? Comprendió que él había preguntado algo y le pidió
que lo repitiera, ya que no había oído nada).
M: He dicho que, como sólo te estás ofreciendo a pedir el desayuno, me
tendré que conformar con algo aburrido, como fruta, café y bacon con huevos.
Su risita la siguió hasta el interior de la cabaña, aunque retuvo en la cabeza
el tono seductor de su respuesta inicial durante mucho más tiempo.
Marcos dejó a un lado la propuesta de compra que había estado
intentando estudiar en cuanto oyó una llamada a la puerta y a Victoria yendo a
abrirla. Entró en la cabaña justo cuando ella empujaba un carrito
con platos cubiertos en dirección a la cocina.
M: Justo a tiempo (comentó, levantando las tapas). Me estoy
muriendo de hambre. ¿Qué...? (calló con expresión de
desagrado y observó a la sonriente rubia que aún no había visto el contenido de
la bandeja). No te entusiasmes demasiado (le
advirtió). ¡Todo está crudo!
V: Lo sé (indicó Victoria con expresión radiante). Lo pedí
así.
M: ¿Qué?
V: Cuando llamé, preguntaron si lo quería hecho o
crudo. Dije...
M: Adivino lo que dijiste, Victoria. ¿Lo que quiero saber
es por qué?
V: Para poder prepararlo yo, desde luego.
M: Oh, Dios (fue una auténtica plegaria para una intervención divina).
V: Al principio no imaginaba por qué la cocina era tan completa
(continuó ella). Pero al parecer Frank ha tenido esta idea fabulosa
para la gente que considera que cocinar es una actividad de recreo y a la que,
como a mí, le encantaría hacerlo durante su estancia.
A Marcos no le cabía ninguna duda de que a Victoria le gustaría
cocinar en cualquier parte, pero la verdad era que no podía. Y sin
descartar que cocinar podía ser una actividad de recreo para algunas personas,
él, y probablemente todos los gobiernos extranjeros, habrían clasificado sus
esfuerzos como experimentos con armas químicas.
M: Victoria, creo que lo mejor es que pidiéramos nuestras comidas
preparadas.
V: ¿Por qué?
M: Hmm... Porque representará menos
molestias. No tenemos lavavajillas.
V: Eso no es problema. Todo vuelve al hotel; después de
todo, nadie considera lavar platos una actividad de recreo.
M: Victoria, cariño... sigue siendo mucho trabajo para
ti. De verdad que odio verte ocupada en...
V: ¡Para ya, Marcos! (estalló enfadada). No soy
estúpida. Tus objeciones se deben a que crees que no sé cocinar,
¿verdad? ¡Vamos, sé sincero! ¿Verdad?
M: No (dijo, ¿Quería sinceridad?) No se debe a que crea que no sabes
cocinar. Se debe a que sé que no sabes cocinar.
V: ¡Te he dicho que he estado tomando clases de cocina!
M: ¿A cuántas has asistido?
V: Medio semestre.
M: ¿Cuántas clases, Victoria?
V: ¡Cinco, de acuerdo! Asistí a cinco lecciones antes de mi último
viaje. Y si no hubiera tenido que viajar, ya casi habría acabado la fase
de principiante. Para tu información, mi maestro dijo que yo era una
verdadera promesa.
M: Lo mismo me dijo mi profesor de ciencias de octavo, y dos años más tarde
casi hago volar el laboratorio (repuso Marcos).
V: Bueno, si eres tan inútil, mantente alejado de la
cocina. ¡Toma! (le empujó un plato con bacon y dos huevos
crudos). No me importa cómo te los comes, si te los llevas al hotel
o te los metes por...
M: ¡Por amor al cielo, Victoria! No es un pecado que una mujer no sepa
cocinar. ¿Por qué volverte loca por hacer algo para lo que no has
nacido? ¿Cuál es tu obsesión por demostrar que puedes cocinar? ¿Acaso crees que
saber montar un suflé te hará más femenina o atractiva?
V: ¡Deja mi feminidad en paz! Para tu información, soy feliz con
ella. ¡Cuando no lo sea, estudiaré procedimientos de implante de pechos y
no libros de cocina!
M: ¿Qué?
V: Y además (agitó un tenedor ante su cara), no intento probar nada
ante nadie. Y menos ante ti, Marcos Guerrero. Disfruto
cocinando. Me relaja y hace que me sienta
creativa... (Marcos dio un paso atrás y permaneció
mudo). Y un día seré tan buena que abriré mi propio
restaurante. Y cuando lo haga (entrecerró los ojos con férrea
convicción), voy a contratar al guardia de seguridad más grande y duro, y le
daré instrucciones para que no te deje entrar (él no pudo evitar
sonreír). ¿Qué es tan gracioso? (preguntó Victoria)
M: Un restaurante, ¿eh? Bueno, sí, supongo que es posible...
V: ¿De verdad? (la expresión de ella se animó en el acto).
M: Mmm. Por supuesto, tendrás que esperar que el Guardia de
Seguridad sea barato... (le guiñó un ojo). Porque, cariño, con tu
fama de cocinera el seguro te comerá todos los beneficios.
Dominada por el dolor y la furia, empujó el carrito en su dirección y
salió de la cabaña mientras él saltaba sobre una pierna y se agarraba la otra,
maldiciendo.
Durante un momento ella pensó que iba a decirle algo que la animara, algo como
«supongo que es posible... con trabajo duro y decisión». ¡Pero
no! Tenía que seguir machacándola. ¡Cómo si él fuera un experto!
Probablemente no había entrado en una cocina desde que descubrió que no tenían
camas.
Victoria siguió un sendero que había a su derecha, demasiado indignada
para considerar las exóticas plantas tropicales y los enormes árboles como algo
que no fuera un lugar para ocultarse en caso de que Marcos decidiera
perseguirla. Pero cuando plantó el pie descalzo sobre una rama lanzó
un juramento, y estudió con más detenimiento la densa vegetación de la isla,
preguntándose si no debía revisar su plan. ¿Qué podía ser peor?
¿Enfrentarse a una serpiente escurridiza y venenosa o a Marcos? Nerviosa, miró
por encima del hombro, luego rió. ¡Cómo si hubiera alguna diferencia
perceptible!
Al comparar a Marcos con los reptiles más mortíferos del mundo no fue
consciente de la luz del sol cada vez más intensa, hasta que parpadeó ante su
brillo cuando la vegetación terminó. Alzó la mano para protegerse
los ojos y contempló una escena de tanta belleza y tranquilidad que eliminó
gran parte de la tensión acumulada en su cuerpo.
Se hallaba en el extremo exterior de una playa de arena blanca con
forma de herradura, bañada por un agua tan centelleante que parecía aguamarina
líquida.
M: Bastante espectacular, ¿eh?
V: Hasta que tú apareciste (dice sobresaltada).
M: Mira, lo siento.
V: Los actos hablan mejor que las palabras, así que demuéstralo y
piérdete.
M: Victoria... (un manantial de chispas estalló en el interior de
Victoria cuando las manos de Marcos se posaron en sus hombros
desnudos). Escucha...
A Victoria, el corazón le latía con tanta fuerza que ahogaba todo
sonido. Y como si eso no fuera suficiente, sus traidoras hormonas
habían pasado al modo festivo y la tentaban para que se apoyara en él.
M: No pretendía molestarte (continuó marcos). De verdad,
pensé que bromeabas con lo del restaurante; nunca antes lo habías mencionado.
V: No... no hablo de ello porque prefiero evitar las burlas
(Marcos gimió mentalmente; Victoria parecía a punto de llorar. Si
alguna vez se había sentido un estúpido mayor, no recordaba
cuándo). Aparte de ti... jamás se lo mencioné a
nadie. Pero no te preocupes, no volveré a cometer el error de
expresar mis sueños en público. Ni siquiera te lo habría dicho a ti
si no me hubieras enfadado tanto (hundió los hombros). Reaccionaste
como si querer prepararte el desayuno fuera el crimen del
siglo. Como si fuera a envenenarte adrede o algo parecido.
M: Cariño... lo siento. La verdad es
que... no fue tanto la idea de que cocinaras,
sino... (Marcos no emitió palabra alguna, solo su mente
divagó en lo que realmente pudiera explicar a Victoria, “¿Qué,
idiota?”, se burló su cerebro. “¿Que de pronto te diste cuenta de
que aunque es incapaz de preparar un bocadillo de mantequilla de cacahuetes
comerías cristal para conseguir meterla en tu cama? ¡Vamos, dile eso!
Responderá de miedo ante esa explicación”).
V: ¿Qué, Marcos? —preguntó ella.
M: Es toda esta loca situación (improvisó, haciéndola girar para que
lo mirara), de verdad lamento haberte herido, Victoria. Y si... (de
pronto ella le agarró por el cuello de la camisa y redujo la distancia entre
ellos a menos de un metro. Tenía los ojos tan abiertos como platos,
y él experimentó al mismo tiempo alarma y excitación). Victoria,
¿qué...?
V: Shhh (siseó). Esta situación de la que hablas está a
punto de alcanzar su clímax; Brian está bajando, en dirección hacia nosotros,
por el sendero que hay detrás de ti.
M: ¿A cuánta distancia se encuentra? (contuvo el impulso instintivo de
dar la vuelta y maldijo).
V: A unos veinte metros. ¡Y acercándose! Tal vez podamos
desaparecer en la playa (le aferró el brazo y se volvió hacia esa
dirección). ¡Vamos, vamos!
M: ¡No! (Marcos la frenó). Si corremos notará nuestra
presencia.
V: ¡Y si no también nos identificará! (otra vez tiró de su brazo, pero
su resistencia la frustró de nuevo).
M: Victoria, este es el único camino para salir de la
playa. Si se planta aquí, estaremos paralizados hasta que se
marche. Podría tardar horas.
V: ¡Bien, nos arriesgaremos a una insolación! (musitó, empezando a
creer que el único modo de mover a Marcos era llamar a Brian para que lo
agarrara del otro brazo). ¡Marcos, vamos! (aunque tiró con todas sus
fuerzas, fue un ejercicio inútil ante la superioridad física de
él) ¡Marcos! (susurró frenéticamente cuando él la pegó a un árbol
por el que Brian pasaría en unos segundos). ¿Qué haces?
M: Besarte. Considérate advertida...
Capítulo 14
Victoria luchó por mantener los ojos abiertos. Si los cerraba la explosión de gozo sin igual
que sintió con el anuncio de Marcos se evaporaría. Pero su fuerza de voluntad no era rival para
el efecto hipnótico del cuerpo varonil pegado al suyo ni para las debilitantes
sensaciones de la boca y la lengua de Marcos. Pero cuando inevitablemente cerró los
párpados, descubrió que la rendición bajo ningún concepto disminuía las
percepciones que recorrían su cuerpo; de hecho, pareció magnificarlas fuera de
toda proporción, distorsionando la lógica hasta que la realidad se tornó
completamente real...
El aroma de Marcos sustituyó el fresco aire marino que había estado
respirando, y el océano que momentos antes había roto sobre la arena se
convirtió en su sangre, que se deshacía en sus venas como espuma azotada por la
tormenta. Era una lucha para respirar; la excitación, la confusión y el
pánico se agitaron con violencia en su interior hasta dejarla tan agotada
físicamente que las piernas comenzaron a temblarle. Aunque su corazón
latía aún con más fuerza.
El gemido agradecido que oyó cuando le agarró el cuello y pegó su lengua a la
de Marcos podría haber salido de cualquiera de los dos, pero hizo eco por todo
su ser. Se aferró con más fuerza a esa fuente masculina de placer y se
entregó a su magia, para descubrir que esas extrañas y nuevas sensaciones
crecían y se multiplicaban hasta que tuvo la certeza de que podría
tocarlas. Pero resultaron esquivas, y cada vez que creía que era capaz de
identificar alguna sensación, otra la distraía y nublaba más su cerebro.
Así hasta que se sintió mareada... hasta que sintió que los huesos se le derretirían
y...
Débilmente oyó que alguien pronunciaba su nombre, y en ese momento
fugaz de distracción las sensaciones comenzaron a retroceder, suave, lenta y
sosegadamente... hasta que sólo quedó una, su solitaria supervivencia
testamento de su supremacía.
Amor.
En el pasado esa emoción y ella habían sido únicamente conocidas, pero
en ese momento Victoria ya no sólo la reconoció por su nombre, sino también con
el corazón. La sentía, y sabía que estaba tan arraigada que jamás se
marcharía. Sorprendida y atontada, despacio abrió los ojos, y el sol hizo
que parpadeara en su bienvenida a la realidad del lugar donde se encontraba y
con por quién estaba acompañada.
Pero la realidad no modificaba nada... Ella, Victoria Bandi,
estaba enamorada de Marcos Guerrero.
M: Quizá era a mí a quien deberían habérmelo advertido.
El comentario susurrado de Marcos apenas se registró en su cerebro
nublado, pero la expresión cauta en la cara de él al mirar hacia la playa le
recordó que la motivación para besarla no había surgido del corazón. Sólo
lo hizo para evitar que los reconociera el hombre que podía tirar abajo su
fachada. Marcos, como siempre, se mostraba pragmático y no romántico.
V: ¿Se ha...? (al oírse casi sin aliento, Victoria se detuvo para
respirar). ¿Se ha ido?
M: Sí... se han ido (los ojos oscuros la estudiaron en un
intento por penetrar en sus más recónditos secretos. Ella se apartó del
árbol y trató de imitar normalidad).
V: Bien. Entonces larguémonos de aquí antes de que él decida
regresar.
M: No me has escuchado, Victoria (el tono de Marcos fue seco).
Dije «se han ido...» Karen estaba con él.
V: Yo no vi a nadie con Brian (Marcos notó que la primera emoción en
aparecer en su rostro fue sorpresa, seguida de inmediato por confusión y, como
él había temido, incredulidad y negación).
Experimentó un momentáneo deseo de no herir sus sentimientos y decirle
que iba solo. Luego los recuerdos de su sabor y la sensación de tenerla
en los brazos estallaron en su cabeza, y el puro egoísmo hizo que adoptara el
dicho que rezaba que había que ser cruel para ser amable. Victoria iba a
superar lo que sentía por Carrillo, porque él la ayudaría. ¡Maldita sea,
la obligaría!
M: Era Karen Soto. Marchaba por detrás de Carrillo con una mujer
mayor, y admiraban la vegetación.
Victoria sólo pudo mirarlo. Mientras la había tenido total e
inconscientemente inmersa en un beso aniquilador, él había mantenido la
suficiente compostura como para, al mismo tiempo, realizar una inspección que
habría enorgullecido a James Bond. La indiferencia de Marcos resultaba
mutiladora, pero el orgullo requería que lo dejara pasar. Su orgullo
tenía mucho de qué responder, pero no tanto como su estúpido corazón.
Victoria se mostró tan distante y silenciosa en el trayecto de vuelta
a la cabaña que Marcos tuvo ganas de sacudirla, como mínimo despertarla.
El beso que habían compartido estuvo a punto de hacerle perder el juicio, y su
sangre aún circulaba a la velocidad de la luz. Le había producido un
impacto tan fuerte que tuvo que invocar toda su voluntad para ponerle fin; de
lo contrario, la habría desnudado allí mismo antes de que ella se hubiera dado
cuenta. Y sin importar lo abierta que había parecido mientras se besaban,
la reacción que tuvo al enterarse de que la esposa de Carrillo lo acompañaba
fue como un cubo de agua fría sobre cualquier esperanza egoísta que Marcos
hubiera podido tener sobre que Victoria olvidara a ese idiota.
¡Maldición! Marcos quería estar furioso con ella, pero la cabeza baja
y la expresión retraída que Victoria mostraba, mientras subían por el sendero
de regreso a la cabaña obligó a Marcos a buscar algo que la animara.
Ya de regreso Victoria cocinó para ambos. Con valor Marcos
volvió a tomar otro bocado. Así como al principio tragar sin masticar
había parecido la mejor manera de minimizar el daño para su paladar, dos
intentos le habían demostrado que eso podía tener peligrosos efectos
secundarios. No estaba seguro de si Victoria había confundido la receta
para los huevos pasados por agua con la de los huevos fritos, o si los hacía
con la cascara, pero eran los más crujientes que jamás habían pasado por su
boca.
V: Sé que has dicho que el bacon te gustaba crujiente (comentó ella,
su propio plato ya medio vacío). Pero temía quemarlo si lo dejaba mucho
más tiempo. Si quieres, puedo freírlo un poco más.
M: Eh... no. No. Así... está bien.
V: He mejorado, ¿no lo crees, Marcos? (para evitar una mentira
descarada, se metió más comida en la boca y soltó un gruñido ambiguo). Si
no es suficiente para ti, queda algo más. ¿Quieres que lo fría ahora?
M: ¡Por Dios, no! Eh... quiero decir, gracias, pero es más que
suficiente.
Unos dientes blancos perfectos, que su lengua sabía que eran tan suaves como
parecían, centellearon en una sonrisa brillante un segundo antes de que
mordieran una tostada quemada. Marcos contuvo un gemido cuando un dolor
agudo le apuñaló el pecho. En otro momento habría echado un vistazo a lo
que comía, culpando de ello a una indigestión, salvo que los síntomas no eran
los correctos. No recordaba que jamás una indigestión lo hubiera dejado
con una erección. «Oh, Dios», gimió interiormente, moviéndose en la
silla, «cuando un hombre aspira a ser un trozo de pan calcinado está metido en
serios problemas».
Habían terminado de comer y Victoria en la habitación estaba evaluando
su situación sentimental y llegó a la conclusión de que estaba metida en serios
problemas. Enamorarse de un soltero empedernido era un gran error.
Y cuando el soltero en cuestión era Marcos Guerrero ello se convertía en un
error que rayaba en la locura. Asimismo se negaba a tener la opción de
decir «Qué demonios, tendré una aventura intensa y guardaré algunos recuerdos».
No, imposible, es que jamás hubiera tenido una aventura, pero
hipotéticamente, si decidía arriesgarse a vivir una, no podría ser con Marcos
Guerrero. No, eso sería una absoluta locura. Para empezar, ponerle
fin a una aventura con Marcos crearía una situación difícil, incómoda y
potencialmente complicada para muchas personas, entre ellas Daniel.
Además, iniciar una aventura con Marcos crearía una situación aún más difícil,
incómoda y potencialmente complicada... también para ella, ya que él sólo
la consideraba «alguien capaz de pensar de pie».
V: Maldita sea (musitó Victoria esforzándose por sentarse en la cama
de agua). ¡Quiero que me desee inconsciente y echada de espaldas!
Oír la verdad, en alto y con su propia voz, la sobresaltó. ¿Cuándo había
llegado a esa decisión? Y, más importante, ¿por qué, si apenas veinticuatro
horas antes no era consciente de ningún interés sexual por Marcos?
«Porque te has enamorado de él», se mofó su sentido común.
Con un gemido, bajó los pies al suelo, apoyó los codos en las rodillas y
enterró la cara en las manos.
Era casi la una de la mañana y ahí estaba, incapaz de llorar hasta
quedarse dormida, lo cual era significativo en sí, ya que era lo que había
hecho con todos los chicos desde que tenía catorce años. En todas las
posibles comparaciones, Marcos Guerrero era distinto a los hombres que hasta
entonces le habían atraído; no se parecía en nada a la imagen que tenía del
hombre con el que siempre había aspirado casarse.
El anillo de su madre contra su mejilla fue otro recordatorio de la
ironía de la vida tal como ella la conocía.
Durante años había deseado enamorarse perdidamente y casarse. ¿Y
qué recibía? Un amor perdido y un falso matrimonio con un hombre que
consideraba el matrimonio la peor epidemia después de la peste negra.
Pero lo realmente cruel era descubrir que Marcos podía ser un marido perfecto.
Era ordenado, tenía humor... bueno, casi todo el tiempo.
Si ese día servía como indicador, su mejor momento no era antes del desayuno,
pero había mejorado en cuanto comió. También era considerado... Si,
cuando la noche anterior le había anunciado que le iba a preparar el desayuno
se desvivió por ayudar. Sonrió al recordar cómo se dejó llevar y pidió
seis filetes a la cocina del hotel. Suspiró. Sí, Marcos tenía el
potencial para ser un marido estupendo; lo lamentable era que sentía tanta
inclinación por ello como Elizabeth por hacerse monja carmelita.
La fortuita referencia a la vampiresa fue otro cruel recordatorio de que no era
el tipo de mujer con el que Marcos Guerrero tenía aventuras. Se puso de
pie. Herida, furiosa y nerviosa como para subirse por las paredes,
decidió que si no hacía algo para salir de ese círculo vicioso no tardaría en
estallar.
Entonces piensa y se pregunta a ella misma “Muy bien, Victoria.
¿Qué puede hacer una persona sola en una isla tropical a la una de la mañana?
Tuvo una inspiración y se dirigió a toda velocidad al baño, abrió el
grifo de la bañera y vertió el contenido de los dos frascos de sales,
delicadeza del hotel. Lo único que le hacía falta ya era un buen libro y
una botella de vino. Sonrió complacida; había vino en la nevera, y en la
maleta llevaba el último libro de Stephen King...
¡Marcos despertó ante el sonido de una sirena aguda, un grito desgarrador y el
olor a humo! Se levantó del sofá,
atravesó el salón y echó un rápido vistazo a la cocina antes de abrir la puerta
del dormitorio. El corazón le dio un vuelco al ver la cama vacía.
M: ¡Victoria! (su voz apenas era audible por encima de la
alarma. Sin detenerse, corrió hacia el cuarto de baño y abrió la puerta).
Y ahí estaba ella, con una expresión aterrada en la cara... y sin nada
más encima.
Sintió como si hubiera recibido una descarga de dos mil voltios. Su mundo
se movió a cámara lenta.
Se hallaba metida hasta las rodillas en burbujas, el pelo corto
brillando plateado bajo la luz, las puntas rizadas por la humedad de un collar
de espuma que caía por sus hombros hasta los pechos firmes y erguidos, el
estómago liso y duro y la sutil curva de sus caderas...
Marcos vio que los labios de ella formaban su nombre, pero no oyó
nada. Era como si todos los sentidos, menos la visión, lo hubieran abandonado.
Se quedó aún más paralizado cuando Victoria se movió, con su cuerpo lleno de
diminutos arco iris por la luz. Incluso después de que agarrara una
toalla, derramando una botella de vino en la bañera al salir, sus reacciones
siguieron siendo pesadas. Eso probablemente explicaba por qué cuando ella
lo aferró por la muñeca con una mano húmeda, apenas consiguió sacarlo de su
aturdimiento en vez de electrizarlos a los dos.
V: ¡Marcos! ¿Qué es ese ruido? ¡Marcos!
M: La alarma contra el humo...
V: ¡Oh, Dios mío, las tostadas!
Por suerte cuando Victoria salió del cuarto él recuperó la cordura.
M: ¡Victoria! (fue tras ella y la agarró por un brazo resbaladizo
antes de que entrara en la cocina llena de humo). ¡Quédate aquí! Yo me
ocuparé.
A pesar del humo, por fortuna aún no había señal de fuego, y decidió que
silenciar el detector de humo era la primera prioridad. Se subió a una
banqueta y apagó el interruptor. ¡Una, dos... tres malditas veces!
Pero el aullido de la alarma ahogó sus juramentos mientras se afanaba con la
tapa de la batería. Cuando al fin cedió, le permitió sacar los dos
pulmones artificiales que le daban vida y acercarse a la tostadora.
V: ¡Marcos, ten cuidado! (Victoria oyó su voz como un rugido en el
súbito silencio, pero la mueca que hizo la provocó ver que Marcos desconectaba
el aparato con un tirón fuerte del cable). ¡Marcos, idiota! ¿Es que
intentas matarte? De ese modo te puedes electrocutar.
M: Es un modo más rápido de morir que asfixiado (con la tostadora aún
humeante en el extremo del brazo estirado, le indicó la dirección del
patio). ¡Abre la puerta!
Le obedeció y lo siguió al exterior mientras observaba cómo colocaba la
tostadora sobre la mesa de hierro forjado. De ella cayeron dos pequeños
ladrillos humeantes.
M: ¿Me equivoco al dar por hecho que ni siquiera tú querrás comerte
los restos? (preguntó con sarcasmo. Luego maldijo). Demonios, será
mejor que llamemos al hotel antes... (se vio interrumpido por gritos
alarmados y llamadas a la puerta). Antes de que envíen a las tropas
(concluyó). ¡Un momento! (rugió). ¡Ya voy! ¡Ya voy!
V: No, está bien (intervino Victoria). Yo provoqué el lío; yo
daré las explicaciones (antes de que pudiera dar un paso él le puso la mano en
el cuello).
M: ¡No vas a abrir la puerta de esa manera!
Al recordar las limitaciones de la toalla, se la ciñó más al cuerpo y
corrió al dormitorio.
Supuso que Marcos tardaría unos minutos en tranquilizar al personal
del hotel de que todo estaba bajo control, lo cual le brindaba la misma
cantidad de tiempo antes de que le exigiera una explicación. Lo único que
tenía que hacer era imaginar algo mejor que “Enamorarme de ti me ha creado en
mí una mezcla de insomnio y piromanía”.
Antes de poder terminar de ponerse unos pantalones cortos y una
camiseta oyó la llamada en la puerta del dormitorio; el pánico hizo que se
dirigiera a un rincón de la cama antes de recordar que había echado el cerrojo.
M: La costa está despejada, Victoria. Puedes abrir.
Victoria... vamos, abre. Me gustaría oír tu explicación.
V: No.
M: ¿No? ¿No crees que me merezco una explicación para tu intento de
asarme?
V: Fue un accidente.
M: Menos mal, eso hace que me sienta mejor.
V: ¿No podemos hablar por la mañana? ( se aferró la camiseta y apoyó
la cabeza contra la puerta) Estoy cansada, Marcos.
M: Levantarte en medio de la noche para tomar un baño e incendiar la
casa agota mucho.
V: Tenía problemas para dormir (a pesar de todo, sonrió). Un
baño relajante parecía una buena idea. Supongo que olvidé que había
puesto unas tostadas, y la tostadora debió atascarse.
M: ¿Crees que eso es lo que te pasó? (sonó incrédulo). Debiste
beberte gran parte de la botella de vino para no oler el humo, Victoria.
Parecías bastante rara cuando te encontré. No estarás borracha, ¿verdad?
V: ¡Claro que no estoy borracha! Sólo tomé una copa y algo antes de...
M: Tranquila, cariño (cortó la acalorada negativa). Sólo
preguntaba.
Aunque beber en la bañera cuando estás cansada puede ser
peligroso. Si no hubiera sido por el detector de humos, te podrías haber ahogado
antes de resultar incinerada.
V: ¿De verdad? (Victoria miró al techo). ¿Eso habría convertido
mi fallecimiento en una doble fatalidad, o únicamente habría significado que
estaba doblemente muerta?
M: Abre y hablaremos de ello (Se sonrió con calidez y habló con voz
tentadora).
V: Marcos, estoy cansada.
M: Los dos podremos irnos a la cama en cuanto me hayas contado la
historia.
V: De acuerdo; para que podamos dormir, he aquí una versión
condensada.
M: Dispara.
V: No podía dormir (“por tu culpa”, añadió en silencio). Así que
decidí relajarme en la bañera con un buen libro y una copa de vino.
M: Y las tostadas (insertó él). No quiero que las olvides una
segunda vez.
V: ¡Todavía no había llegado a ellas! (plantó las manos en las caderas
y contempló la puerta). ¿Quién cuenta esta historia? ¿Tú o yo?
M: Lo siento. Continúa.
V: Gracias. Mientras la bañera se llenaba fui a buscar el vino,
y ahí es cuando vi las tostadas del desayuno. Las metí en la tostadora,
llevé el vino al cuarto de baño, me serví una copa y debi... (calló al
decidir que por interés de resumir la historia sería mejor eliminar “y debido a
que me tenías tan tensa me lo bebí de un trago”). Y entonces, hmm, me
metí en el agua. En algún momento me serví otra copa de vino
(reconoció). Pero debes achacarle al cautivador estilo de Stephen King el
que no pueda darte la hora exacta (dijo, aún irritada por insinuar que estaba
borracha). Es evidente que dormité algo, de lo contrario habría olido el
humo. Lo siguiente que sé es que me desperté con un aullido
endemoniado. De modo que si tenía “aspecto raro”, como has dicho tú, es
porque pensé que de repente me hallaba inmersa en el capítulo quince como la
siguiente víctima. Además, Marcos, así como sé que soy responsable de
todo este... drama, detesto que hayas dado a entender que se produjo
porque estaba ebria y sumida en un estupor. Pues no es así.
M: No, ahora el que está en un trance soy yo.
Al principio la sorpresa la paralizó. Luego hizo que girara en
redondo y se quedara mirando boquiabierta al hombre apoyado en el marco de la
puerta del cuarto de baño.
Se lo veía tan atractivo y sexy con los brazos musculosos cruzados al
pecho, que Victoria tuvo la certeza de que le faltaba poco para fundirse con la
alfombra. Cuando la navidad pasada le regaló esos calzoncillos amarillos
como broma, nunca pensó que se los pondría, y menos aún que le sentaran tan
bien.
M: Dios mío... eres tan hermosa, Victoria Bandi (no fue el tono
seductor de su comentario lo que la sacó de su sueño, sino el efecto colateral
de que se le hiciera un nudo en el estómago ante el destello de aprecio en sus
ojos al recorrer todo su cuerpo. Ruborizándose, se tapó los pechos con la
camiseta). Es demasiado tarde, Victoria (sonrió con gesto
divertido). Ya te he visto con mucho menos que unos pantaloncitos (con
paso lento comenzó a avanzar hacia ella).
V: Eh... Marcos... yo... hmmm... (El
inteligente intento de contrarrestar su avance y sus caricias visuales,
tartamudeando y tratando de retroceder a través de una puerta cerrada no
funcionó. Marcos plantó la mano derecha contra la parte izquierda de la
cintura de Victoria, y con la otra apartó con facilidad la camiseta que
separaba sus torsos desnudos). Marcos... ¿Para qué...
has... has venido aquí? (preguntó nerviosa)
Él no respondió, y el corazón de Victoria se desbocó al sentir el
contacto sedoso de los calzoncillos contra su muslo. Luego cuando su
pecho le rozó los pezones el nivel de decibeles de su corazón se disparó hasta
hacerle vibrar todo el cuerpo.
V: ¿Qué... qué haces? (jadeó mientras experimentaba un
escalofrío erótico).
M: Adivínalo, Victoria.
Las imágenes que pasaban por su cabeza estaban más allá de la
adivinación. Pero si las expresaba en voz alta la harían quedar como una
buscona o, peor aún, como una tonta enamorada, por lo que pretendió aligerar la
situación.
V: Hmm... Ah... ¿intentas conseguir... no dormir en
el sofá?
M: Victoria, esa es una conjetura conservadora (su sonrisa fue tan
suave como los nudillos con que le rozó la mejilla). Espero que seas más
lanzada. Te diré una cosa (añadió, y movió la mano que tenía al costado
de su cuerpo hasta colocarla detrás de su nuca). Sostén esto y te daré
una pista.
Victoria bajó la vista a lo que le había dado en la mano y descubrió
que se trataba de una caja de preservativos. Quizá no representara un
compromiso de por vida, pero una caja entera, sin abrir, tenía que significar
que Marcos pensaba más allá de esa noche. Sintió un nudo en la garganta.
M: Victoria (musitó, alzándole la barbilla. No apartó los ojos
de ella mientras le acariciaba el cuello y bajaba la cabeza). Concéntrate
(instó). Esta es una pista...
Capítulo 15
Esperaba que el beso fuera un asalto apasionado y pleno pensado
para trasladarla al siguiente siglo. Si no conociera a él, Victoria
pensaría que la boca de Marcos se mostró tentativa y hasta cierto punto
titubeante. Su lengua se movió con tanta gentileza que pareció
temblar en su labio inferior, aunque tal vez ello se debiera a la inseguridad
de su propio cuerpo.
Marcos mantuvo las manos plantadas contra la pared manteniendo su
cuerpo separado del de ella, negando, por un momento, el contacto más íntimo
que Victoria anhelaba mientras que con los labios repetía el beso delicado y
tierno. La pausada exploración del contorno de su boca fue lo más
excitante y fascinante que Victoria había experimentado jamás, pero codiciaba
más, quería más.
La impaciencia y el deseo le carcomían las entrañas mientras la piel
le hormigueaba y los pezones se le endurecían como piedras por la
anticipación. “¡Vamos!”, gritó mentalmente. Pero Marcos
apenas le rozaba los labios, como si fuera frágil como el cristal y corriera el
peligro de quebrarse en cuanto tomara posesión completa de su boca y de su
cuerpo.
Entonces, y de manera increíble, él se detuvo.
Victoria seguía con los ojos cerrados, pero no tuvo necesidad de
abrirlos para saber que Marcos se apartaba de ella; la sensación de aire fresco
le bastó para reconocerlo. Automáticamente rebobinó para tratar de
descubrir qué había hecho mal.
M: Victoria... (Victoria oyó su nombre en labios de Marcos
como si éste estuviera luchando contra una fuerza superior a
él. Ella abrió despacio los ojos para encontrar los suyos bajo el
ceño fruncido). Victoria en estos momentos te deseo con tanta fuerza...
La convicción que oyó en su voz paralizó sus pulmones y probablemente
sus cuerdas vocales, ya que los angustiados gritos de su cuerpo de “¡Tómame!
¡Tómame!” jamás salieron de su boca. Todas esas emociones
desconocidas volvieron a invadirla, hirviendo en su interior en un manto de
calor que, combinado con el deseo que veía en sus ojos negros, hicieron que
sintiera que era engullida por una densa y calurosa noche.
M: Pero... no quiero hacerte daño. Jamás me
perdonaría (su ronca declaración se vio acompañada por la hipnótica suavidad de
su dedo pulgar sobre el labio inferior de ella). Necesito saber que
te encuentras cómoda con lo que está sucediendo, Victoria. Que
puedes manejarlo.
Su cerebro sensualmente abrumado registró que Marcos intentaba cerciorarse
de las repercusiones a largo plazo que tendría sobre ellos dormir
juntos. Marcos trataba y quería asegurarse de que no saldría herida
sin albergar ideas de que cualquier relación entre los dos terminaría en
matrimonio. A pesar de lo conmovedor que parecía en la superficie,
Victoria era lo bastante cínica y conocía lo suficiente a Marcos como para
identificar que sus instintos de auto conservación eran casi toda la motivación
existente detrás de su nobleza.
No sabía si golpearlo, reír o asustarlo confesándole que la
advertencia era inútil porque ya se había enamorado de él. No..., y
la última alternativa no era una opción, porque si de una cosa estaba segura
era de que quería hacer el amor con Marcos. Esa noche. En
ese momento. La más ligera insinuación de la profundidad de sus
sentimientos haría que atravesara la puerta y saliera de su vida en menos de un
abrir y cerrar de ojos. De pronto su deseo de casarse y tener una
familia había descendido de su lista de prioridades hasta ocupar un patético
segundo lugar, a favor del anhelo de experimentar el placer de hacer el amor
con Marcos Guerrero.
Sea lo que fuere lo que sucediera entre ellos esa noche, sería algo
que no se repetiría, ya que ninguno de los dos cambiaría su punto de vista
sobre el matrimonio; y a pesar de eso, Victoria no era capaz de
alejarse. Por lo menos no esa noche... “Nunca”, susurró
su corazón, sabiendo que en última instancia sería Marcos quien se fuera.
M: Victoria...
V: En realidad, Marcos, no me encuentro cómoda con lo que ha estado
sucediendo (irguió los hombros. Quitó una de las manos de él de la
pared y le devolvió la caja de preservativos). ¡Sostenlos tú! Porque
es evidente que no tienes ni idea de lo que hacer con las manos; yo, sin
embargo, tengo grandes planes para las mías (la aferró al cuello y lo atrajo a
ella hasta que sus bocas se fundieran en un profundo beso).
¡En ese beso de Victoria y Marcos no hubo nada tentativo! Sus bocas se
fundieron con demasiada, ardiente y codiciosa ansia que amenazó con consumirla
al asumir el rápido control del beso. Marco pegó a Victoria contra
la pared al tiempo que sus manos abrasaron cada centímetro de su piel expuesta
y encendieron una pasión que Victoria no reconoció como
propia. Soltó un gemido sensual de placer en el momento en que su
mano se cerró sobre un pecho y frotó con la yema de su dedo pulgar la cumbre
del otro.
M: Te gusta eso, ¿eh?
V: Hmm... (se retorció cuando lo repitió).
M: ¿Estás dispuesta a retirar la acusación de que no sabía qué hacer
con las manos?
V: Hmmm, Una persona necesita motivación para no dejar de mejorar
(sacudió la cabeza y se puso de puntillas para reclamar su boca).
Marcos sonrió, esquivó el beso que pretendía darle y la alzó en
brazos.
M: Oh, no te preocupes, cariño... Estoy muy
motivado. Todavía no has visto nada.
La petulante arrogancia de su declaración era tan entrañable como
sexualmente estimulante. “Bueno, no, no era del todo cierto”,
corrigió mientras el colchón de agua se onduló con suavidad bajo
ella. Marcos evocaba en Victoria, además de calidez y sentimientos
confusos, provocaba que el estímulo sexual de él hacia ella
pareciera más un incendio fuera de control. Así se sentía Victoria a
medida que sus dedos exploradores le proporcionaban las lecciones más sensuales
a su cuerpo había recibido hasta ese momento. Allí donde la tocaba
Marcos se encendía una hoguera cuyas chispas se adelantaban para inflamar otras
partes de su cuerpo. Marcos continuó avivando la pasión hasta que el
calor interior se intensificó tanto que Victoria creyó que ardería de placer en
una combustión espontánea.
Esas nuevas sensaciones que nunca su cuerpo y su alma habían sentido
ya las consideraba adictivas, supuso que las iba a necesitar por el resto de su
vida. Su cuerpo quería más, mucho más. Y sin pudor le
suplicó que se lo diera. No sólo con palabras, sino con
actos. Victoria con las manos exploró el cuerpo bronceado, musculoso
y bien dotado de Marcos; los ojos entornados de él y las murmuradas palabras de
aprobación llenaron a Victoria con un sentido exultante de arrogancia ante su
propia feminidad y sexualidad, y la retaron a ser tan autocomplaciente como sus
deseos la impulsaran a ser...
Marcos, por su parte, se sentía abrumado por sus instintos más básicos
que crecían al tener a Victoria bajo su cuerpo. Sabía que tenía que
frenar las cosas. Pero a pesar de todas sus buenas intenciones no
fue capaz de hacer acopio de su fuerza para frenar por los que iba perdiendo
capa tras capa de su control físico y mental. Era demasiado débil
para retirarse del calor que le hacía sentir el contacto con la piel de
Victoria, y negarse el gozo de oírla gemir su nombre y de observar cómo su
cuerpo hermoso respondía al mínimo contacto. Y demasiado, demasiado
egoísta para negarse las sensaciones creadas por la fascinada exploración que
ella realizaba de su cuerpo. El roce de las uñas de Victoria sobre
el torso musculoso de Marcos resultaba casi intangible, pero sus entrañas
centellearon y se convirtieron literalmente en fuegos artificiales. ¿Quién
habría imaginado que sus manos delicadas y elegantes serían tan firmes y
posesivas mientras le recorrían su piel, tanteando, moldeando, apretando y
acariciando hasta que él creyó que moriría por el éxtasis de su contacto?
Había creído que conocía a Victoria mejor que a ninguna mujer en el
mundo. Aunque el lado arrogantemente optimista en él había insistido
en que no podía estar imaginando la química sexual que había estallado entre
ellos durante su estancia en la isla, el lado pesimista había esperado su rechazo. Pero
aún así, había pensado que tendría que actuar con cautela y lentitud, tener
paciencia con esa mujer conservadora que creía que el sexo y el amor estaban
entrelazados y lo veía como una ruta directa al matrimonio... ¡Pero
Victoria le demostraba segundo a segundo que se había equivocado en todos los
sentidos!
En Victoria, no había nada conservador ni ingenuo en el modo en que
actuaba o reaccionaba, el que ella se hallara tan relajada con su sensualidad y
sexualidad era en sí mismo un acto de erotismo; los movimientos de su cuerpo
contra el de Marcos tenían tanta fluidez que él creía ser ungido con un aceite
cálido y aromático.
No había nada inhibido en los pequeños gemidos de placer que emitía a
medida que la boca de Marcos buscaba probar su néctar más dulce. Ni
evidencia alguna de timidez momentos más tarde cuando se retorció bajo su peso,
demandando que lo deseaba todo de él.
La tentación de ceder fue la más poderosa que Marcos había
experimentado. Ninguna mujer lo había afectado con tanta fuerza ni
bombardeado sus emociones tan rápida ni exhaustivamente. Pero su ego
insistía en que mantuviera el control, en no dejarse arrastrar por el torrente
de su sensualidad.
En un intento por reafirmarse y mitigar su propia impaciencia, dedicó
varios minutos a provocar la pasión de ella hasta llevarla al borde de la
satisfacción, donde la dejó temblando y suplicándole que llegara hasta el
final. Un momento en que silenciar sus súplicas de liberación
plena con simples besos quedaba en el más allá. Marcos, al
percatarse del anhelo de su propio cuerpo, elimina todas las barreras que
impedían la unión total de ambos cuerpos al quedarse desnudos totalmente, fue
entonces cuando se sumergió en la húmeda calidez de Victoria.
En ese mismo instante minúsculo de tiempo Marcos fue consciente sólo de dos
cosas. Del ronco gruñido de satisfacción cuando Victoria le clavó
las manos en los glúteos. Y de que su intención de experimentarla
sólo una vez se hizo pedazos, porque en ese momento sintió una sensación única
que estaba seguro que la desearía toda su vida.
Ya ambos en un círculo de fuego quedando ambos piel con piel y
sintiendo el calor del otro. Marcos toma a Victoria del cabello y
comienza a darle mordiscones en el cuello, ella con sus caras de placer
aumentaba y avivaba todavía más la pasión de Marcos y el amor que él
estaba aprendiendo a sentir. Victoria toma la espalda de Marcos y lo
da vuelta quedando ella sobre él. Marcos acostado perfectamente
sobre la cama y Victoria sentada sobre el comienza a cabalgar de una forma violenta
y apasionada como solo ella sabe hacer. Victoria mordía sus labios
con placer mientras Marcos admiraba el esplendoroso cuerpo de
ella. En ese momento Marcos gira a Victoria, quedando él sobre
ella, continúa con movimientos a un ritmo acelerado para hacerla llegar primero
al clímax, para luego llegar él. No emitieron palabra alguna, normalizando
sus respiraciones. Ya acostados, Marcos abraza por detrás a
Victoria. Victoria rompe en silencio.
V: Marcos, no sé tú, pero esto es completamente nuevo
para mí…
M: para mí ….
Sin poder terminar ambos se quedan dormidos….
Capítulo 16
Marcos se esforzó para dar la impresión a Frank de que analizaba lo
que acababa de proponerle.
M: Me gustaría poder pensar en lo que me acabas de decir (dijo dudando
seriamente de haber retenido algo de las dos horas que llevaban hablando,
aparte de los buenos días).
Mientras Marcos observaba los números sobre las ganancias y beneficios
obtenidos del hotel durante los últimos cinco años no había parado de ver la imagen
desnuda de Victoria tal como la dejó dos horas atrás, su desnudez parcialmente
cubierta por una fina sábana mientras yacía dormida.
F: No espero otra cosa (repuso el hombre mayor con tono de aprobación,
antes de que sus ojos se desviaran hacia la puerta, donde Elizabeth había
aparecido de repente).
Como siempre, la morena estaba vestida con ropa de marca, y entró en
la oficina de su esposo con un paso que resaltaba la extensión y firmeza de sus
piernas. Plantó un beso en la frente de su marido y por primera vez
a Marcos se le ocurrió que la sexualidad de Elizabeth era tan sintética y
ficticia como su rutina de esposa amante. No le sorprendió tanto el
hecho como haberlo observado. En el pasado se había esforzado en no
pasar de la fachada con las mujeres. En cuanto un hombre empezaba a
mirar debajo de la superficie, corría el riesgo de encontrar rasgos atractivos
e involucrarse emocionalmente, y lo siguiente que sabía era que bailaba el vals
nupcial y asistía a clases de parto sin dolor.
M: ¡Maldición! (Marcos no se dio cuenta de que había hablado en voz
alta hasta que los Prol lo miraron con ojos curiosos). Lo
siento. Acabo de pensar en algo que tendría que haber hecho.
F: ¿No habrás aceptado mí propuesta ya? (bromeó Frank).
M: Jamás salto sin mirar, Frank (sonrió). (“Bueno, hasta
anoche” se corrigió a sí mismo). Le plantearé a la junta lo que
hemos hablado y te haré saber su opinión.
F: Por supuesto. De ti, Marcos, no espero otra
cosa. Y, para serte totalmente sincero, prefiero ver que Illusion
Islanda termine en manos de Pintos Corporation que en una de las otras cadenas
menos rigurosas.
Marcos no mordió el cebo y no preguntó que otros grupos pujaban por
las instalaciones, aunque era de esperar que hubiera por lo menos media docena;
el tono de Frank bastó para transmitir que su rival más serio era Omar
Granados.
F: Como dije antes (continuó el hombre mayor), me encantaría ver que
la isla pasa a manos de alguien a quien de verdad le importe la industria
turística de este país. Aunque en el pasado hemos sido competidores,
tengo un respeto enorme por Daniel Pintos como hombre de negocios (emitió lo
que parecía una auténtica sonrisa melancólica). Por desgracia,
Marcos, ambos sabemos que al ser yo también un hombre de negocios, no puedo
permitir que los sentimientos nublen mi decisión para la venta, de modo que si
quieres aclarar algún punto, estaré en mi despacho toda la tarde...
E: ¡Oh, cariño! (gimió Elizabeth. ¿Toda la tarde? Quería
salir a navegar unas horas. Incluso iba a sugerir que lleváramos a
Marcos y a... hmmm... hmmm.
M: Victoria (aportó Marcos, conteniendo una sonrisa).
E: Oh, Frank, cariño, ¿no puedes postergar tus planes para esta tarde?
F: Lo siento, Elizabeth, pero por desgracia no puedo. No
obstante, no hay motivo para que no puedan ir ustedes tres. ¿Quién
sabe? (sonrió). Quizás unas horas de ver la belleza de Illusion desde el
mar ayude a Marcos a llegar a una decisión.
Marcos apenas pudo ahogar un gemido. Lo último que necesitaba era
pasar una tarde con la vampiresa de Elizabeth. Pero su intento de
declinar la invitación no fue aceptado con ecuanimidad por Elizabeth Prol, y
cuando se mantuvo firme en su negativa ella recurrió a las
súplicas. Fue un ardid que le proporcionó una mirada furiosa de Frank,
a quien no le gustaba que nadie irritara a su malcriada y mimada esposa.
Mentalmente los mandó a los dos al infierno. A pesar de las
afirmaciones de Prol de que en primer lugar era un hombre de negocios, sus
excentricidades, cuando se trataba de su esposa, eran bien conocidas; Marcos no
podía arriesgarse a descubrir si una negativa pondría en peligro las
negociaciones.
M: ¡Estupendo! (finalmente aceptó Marcos).
E: Dame unos minutos para cambiarme y luego bajaremos al embarcadero.
M: Me temo que tendrá que ser más tarde. Estoy seguro de
que Victoria tendrá el almuerzo preparado cuando vuelva. Que sea
a... ¿la una y media?
E: Oh, de acuerdo (pareció tan abatida como podía estarlo alguien con
sus bien dotadas dimensiones). Me había olvidado de ella.
Era una mentira patética, pero Marcos deseó poder decir lo mismo con la mitad
de convicción.
Marcos camino a la cabaña pensaba en lo primero que le diría a
Victoria, tan pronto, se encontrara con ella por primera vez cara a cara a
Victoria después de la noche de amor que disfrutaron…
“Victoria, una relación física entre nosotros no funcionará”...
Pero desde el instante en que Marcos atravesó la puerta con aire
tenso, pero decidido, con un saludo de «Tenemos que hablar», había estado
repasando la escena que Victoria había imaginado toda la mañana. Y,
tal como había predicho ella, no le dio oportunidad de contradecirlo, ya que de
inmediato se lanzó a un extenso monólogo sobre todos los motivos por el que
tuvieron sexo.
Hasta ese momento le había echado la culpa al aislamiento, la
proximidad, el estrés, la curiosidad e incluso al «exceso de identificación con
su papel de pareja casada», como factores que contribuyeron a
ello. Pero como Victoria había esperado que citara todo, incluyendo
los problemas en Oriente Medio, permaneció en silencio, dejando que se
explayara a sus anchas.
M: ¿Y bien? (preguntó él al final con cara
expectante). Tendrás algo que decir...
V: Sí (con una sonrisa se acercó a él y con gesto seductor le acarició
el pecho). Bésame...
M: ¿No has oído ni una palabra de lo que dije? (se retiró con tanta
precipitación que ella estuvo a punto de caer de bruces). ¡Lo que
pasó anoche pasado está!
Oh, Dios... Marcos no había intentado encontrar razones para
justificar lo sucedido porque se negara a creer en el concepto del
amor. ¡Le estaba diciendo que lo de la noche anterior había sido la
primera y la última vez! En cuanto despertó sola en la cama había
sabido que la próxima vez que lo viera estaría asustado, pero en ningún momento
había imaginado que elegiría la negación total como un modo de enfrentarse a
las cosas. Ella había pasado toda la mañana tratando de decidir
cuánto tiempo necesitaba su relación antes de poder revelarle lo que sentía por
él sin espantarlo... ¡Y ahí estaba él, descalificándolos a los dos
para cualquier futura relación!
M: ¿Victoria?
V: He oído lo que has dicho, Marcos. Pero al parecer no en
el contexto que tú querías (su voz no sonó tan firme como deseaba, pero nada lo
era. Tenía las piernas como gelatina y el estómago
revuelto. Santo cielo, no podía ser. No... No
era justo).
M: Los dos sabemos que lo que digo es verdad, Victoria.
V: ¿Sí? (clavó con fuerza las uñas en las palmas de las manos para
mantener la calma y no llorar delante de él).
M: La cuestión es que sin importar lo estupendo que fuera el
sexo... hmm... entre nosotros, no queremos lo mismo en una
relación. Tú sueñas con un compromiso y a mí me
espanta. Ninguno cambiará, sin importar lo mucho que deseemos creer
lo contrario. Intentar llevar esto más lejos sólo sería...
V: ¡Un error impulsivo! (espetó ella). Sí, de acuerdo,
Marcos, ya lo he entendido. Pero, contéstame a esto: ¿este
particular error impulsivo ocurrió la primera, la segunda, la tercera o la
cuarta vez que hicimos el amor?
M: Victoria... (Se acerca a Victoria)
V: ¡No me toques! (jadeó, apartándose del alcance de su
mano). Sólo contesta la pregunta. ¿Cuándo crees que tuvo
lugar este error impulsivo?
M: Pasó (soltó un suspiro) cuando mezclé el valor a largo plazo de la
amistad con la satisfacción a corto plazo del sexo; en cuanto recogí esa caja
de preservativos y entré en tu habitación.
V: Entonces tú eres el único que cometió ese error impulsivo,
Marcos. Porque yo... (se clavó un dedo en el pecho), dormí contigo
sabiendo exactamente lo que hacía. No fui lo bastante estúpida como
para visualizar que eso conduciría a una proposición de matrimonio, aunque
imaginé que nuestra amistad podría sobrevivir a una aventura. Pen...
M: ¡Una aventura! (mostró una expresión de
incredulidad) Nosotros, ¡No podemos tener una aventura! ¡Tú no
tienes aventuras! (le informó). Para ti el matrimonio siempre ha
sido el fin. Siempre has jurado que jamás te rebajarías a ser la
amante de un hombre.
V: Es cierto. Y la buena noticia es que no rompí ese
juramento. Pero gracias a ti mi elevada posición moral en contra de
un revolcón de una noche ha perdido toda credibilidad (la satisfacción de verlo
palidecer ante la acusación no bastó para derrotar la amenaza de las lágrimas;
sólo el orgullo lo consiguió).
M: No... no sé qué decir...
V: ¿No? Pues no te preocupes, porque no estoy interesada en escucharte
—(giró en redondo y salió de la habitación).
M: ¡Victoria, espera!
No lo hizo, ni miró atrás para mandarlo al infierno ni cerró de un
portazo, aunque Marcos sintió que jamás había quedado tan aislado de alguien.
Bajó la vista a la impecable mesa con el mantel blanco de algodón, una bandeja
con fruta, copas de cristal y una cubitera con una botella de
champán. No supo si era el idiota, el bastardo o el mártir más
grande del mundo.
Capítulo 17
V: ¡Eh, espérenme!
La visión de Victoria corriendo por el muelle hacia el crucero hizo
que Marcos sintiera una oleada de alivio.
Cuando llegó el momento de tener que irse al embarcadero, Victoria
seguía encerrada en su cuarto, de modo que Marcos llamó a la puerta y le expuso
cuáles eran los planes para esa tarde. Él interpretó su falta de
respuesta, aparte de un vehemente “¡Bien, espero que naufraguen y los devoren
los tiburones!”, como una negativa silenciosa a acompañarlo. Por
primera vez en su carrera profesional estuvo a punto de anteponer los
sentimientos personales a los negocios y cancelar la excursión náutica para
intentar reparar los daños de una amistad que valoraba por encima de todas las
demás; lo único que lo detuvo fue saber que no había modo de razonar con
Victoria hasta que se calmara... supuso que le quedaba una espera de
dos décadas.
Miró de reojo a Elizabeth cuando Victoria saltó a la cubierta y vio
que, a diferencia de él, distaba mucho de sentirse complacida por la inesperada
llegada de su “esposa”. Y tampoco fingió lo contrario cuando
Victoria la saludó.
E: ¿Qué haces aquí? —demandó.
V: ¿Perdón? (Victoria llevaba unos pantalones cortos y la miró por
debajo de una gorra de béisbol gastada; aun así su expresión y tono habrían
puesto en su sitio a la realeza. Sorprendió a Elizabeth, pero no
hasta el punto de disculparse).
E: Marcos comentó que no vendrías (explicó con voz que sugería que eso
le había gustado. Miró a Marcos con ojos acusadores y añadió), Dijo
que te sentías mal. Otra vez.
V: Y así era —respaldó su mentira.
E: Entonces, ¿qué haces aquí? (desafió Elizabeth). No me
parece adecuado que te sometas al calor del sol y a los vaivenes de un
barco. Es evidente que tienes una constitución poco robusta, siendo
patéticamente delgada y todo eso.
M: ¡Oh, por lo general Victoria tiene una salud de hierro! (intervino
Marcos para evitar la demoledora respuesta de Victoria). Pero ya
sabes cómo pueden ser los mareos por la mañana. Ella... (calló en
cuanto notó que Elizabeth ya no era el blanco de la mirada iracunda de
Victoria).
E: ¿Está embarazada? (la sorpresa de Elizabeth fue tan aguda como las
dagas visuales que le lanzó Victoria).
M: Bueno, eh... (Intentó remediar el error cometido), es decir,
creemos que lo está. Hmm... Podría
estarlo. Bueno, podría ser. Eh... aún no ha
sido confirmado. ¿No, cariño?
V: No, cariño, razón por la que deseaba mantenerlo en secreto (le
sonrió con expresión asesina).
M: Amor (intentó esbozar una sonrisa tímida). Pero no hay
motivo para molestarse, estoy seguro de que Elizabeth no lo
comentará. ¿Verdad, Elizabeth?
E: ¡Dudo que alguna vez esté tan necesitada de conversación! (el tono
despectivo se vio acompañado por un escalofrío y una mirada gélida). Si me
perdonas, Marcos, dejaré que ambos solucionen sus diferencias personales en
privado. Y de verdad creo que sería mejor que convencieras a tu
mujer de que no nos acompañara. No quiero que la tarde me la
estropee una posible embarazada vomitando por la borda.
V: Oh, no te preocupes, Elizabeth (dijo Victoria). Creo que
el hecho de que aún no haya vomitado demuestra que tengo un estómago
excepcionalmente fuerte.
Riendo con la poca esperanza de que Elizabeth confundiera el comentario por una
broma, Marcos sujetó el codo de Victoria y se la llevó a popa.
M: No dejes que te irrite (musitó). Ella no merece la pena.
V: No es ella quien me irrita. ¿Por qué demonios has dicho
que estaba embarazada?
M: Fue lo primero que se me ocurrió para justificar tus constantes
indisposiciones.
V: ¡Pues deja de decir que estoy enferma!
M: Mira, debía tener alguna explicación para tu
ausencia. Decirle que habíamos discutido hubiera sido como regalarle
un millón de dólares. Para ser sincero, no esperaba que aparecieras.
V: Para ser sincera (imitó ella), no esperaba aparecer; no estoy con
ánimos de hacer favores...
M: Pero has venido (sonrió, y alargó la mano, incapaz de contenerse de
acariciarle la sedosa mejilla con los nudillos). Gracias,
Victoria. Lo aprecio.
V: ¡No lo hagas! (se apartó y cruzó los brazos) Sólo he venido porque
este trato es importante para Pintos y en especial para Daniel. Al
padrino no le gustaría que lo estropeáramos por dejar que nuestras diferencias
personales se interpusieran entre nosotros. Además (añadió con expresión
renuente), te debo una disculpa.
M: ¿Sí?
V: No te entusiasmes (advirtió). La doy a
regañadientes. Pero la cuestión es que no fue justo echarte toda la
culpa por lo que pasó anoche entre los dos. Anoche me diste la
oportunidad de retirarme. Y si hubiera prestado atención a mi cabeza
y no a mis hormonas, lo habría hecho. Creo que me excedí en mi
reacción porque en el pasado sólo me he acostado con dos chicos...
M: ¡Victoria, para! No necesito oír eso (¡demonios, ni siquiera quería
pensar en Victoria en brazos de otro!).
V: No. Desde luego (se mordió el labio con cierto pudor, y
se encogió de hombros). En cualquier caso, quería que
supieras... bueno, que me hiciste un gran favor.
M: ¿Sí?
V: He estado tan obsesionada con el compromiso y la duración en mis
relaciones pasadas que probablemente me he privado de algunos momentos de sexo
estupendos, y...
M: ¡Victoria!
V: ¿Qué? (abrió mucho los ojos, desconcertada).
M: ¿Qué quieres decir con qué…? (la miró con ojos
furiosos). ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?
V: Digo que has tenido razón en todo momento, Marcos (respondió con
calma). La variedad es la sal de la vida. Y... (el guiñó
y la mueca que le hizo debían ser clasificados de «X»), gracias a ti, a partir
de ahora Victoria Bandi va a buscar las comidas picantes.
Ya después de navegar junto a Silicona Prol (tal como la había
bautizado Victoria), regresaron a la cabaña.
Capítulo 18
Descartada la esperanza de poder lograr dormir algo en el sofá, Marcos miraba
el techo.
Sólo eran palabras, por supuesto. Cuando tuviera que llevarlas a
la práctica, era imposible que Victoria se metiera en la cama con alguien sólo
por el sexo. No era de ese tipo. Y él debía saberlo. El
anuncio de ese día había sido un mecanismo de autodefensa para convencerlos a
los dos de que lo sucedido la noche anterior no había sido de gran importancia.
No obstante, era una maldita bendición que ambos estuvieran en esa
isla, casados para todos los efectos, porque la historia demostraba que
Victoria era famosa por ser impulsiva. Si hubieran estado en el Buenos
Aires, resultaba concebible que hubiera intentado sazonar su vida antes de
haber analizado las consecuencias de sus actos. Con un poco de suerte, en
cuanto cerraran el trato con Frank Prol, volvería a fomentar el ideal del amor
eterno y una casita con vallas.
V: Marcos... ¿estás despierto? (se sentó de golpe ante el sonido
de su voz suave. Apretó los dientes al verla, iluminada por la luna una
buena extensión de piernas desnudas bajo una camiseta grande y trató de
contener su excitación). ¿Podemos hablar un minuto? (aunque su libido le
sugería otra cosa, y durante más de un minuto, asintió). No sé cómo decir
esto...
M: ¿Decir qué, Victoria? (preguntó con voz ronca; la vacilación que
percibió en su voz le aceleró el pulso).
V: Es acerca de lo de anoche... y lo que comentaste en el barco.
M: ¿Qué pasa con lo sucedido anoche? (En ese momento le palpitaba algo
más que el pulso).
V: Bueno (lo miró con ojos tímidos antes de bajar la cabeza), me
preocupa que tal vez me hayas dado mala suerte. Bueno, en realidad, a los
dos.
M: ¿Mala suerte? ¿Cómo?
V: Al decirle a Elizabeth que estaba embarazada.
M: ¿Quie... quieres decir que... podrías estar em...
embarazada? (tragó saliva). ¿Embarazada?
V: ¡Maldita sea! Sabía que no tendría que haberlo mencionado.
Ahora tú también estás preocupado (¿preocupado? ¿Es que bromeaba? Se había
quedado catatónico). Por favor, Marcos (instó). Que no te domine el
pánico. Sólo existe una posibilidad muy remota de que lo esté.
M: Pero... pero usamos preservativos. ¿Por qué crees...?
¡Oh, demonios! Uno se salió después de...
V: Sé que en su momento nos pareció gracioso. Pero me puse a
pensar en lo sucedido, y al reflexionar... bueno... Mira, Marcos
(continuó). Es probable que mi reacción sea exagerada. De hecho,
estoy segura de que no se me habría ocurrido si tú no se lo hubieras mencionado
hoy a Elizabeth (le palmeó la pierna en un gesto para darle confianza, pero el
calor de su mano en el muslo de él bastó para atribuir su aumento de
temperatura a otras cosas que a una inminente paternidad. Sin embargo,
cuando apoyó la mano en la suya, ella se levantó como impulsada por un resorte
y forzó una risa). En realidad, creo que me estoy comportando como una
tonta. Las posibilidades de que esté... (Sacudió la cabeza). Todo
es ridículo. Olvida que lo mencioné y...
M: ¡Qué lo olvide! Demonios, Victoria, podrías pedirme que dejara de
respirar (saltó del sofá y se puso a ir de un lado a otro).
“Victoria está embarazada de mi hijo”. Intentó imaginar su
vientre liso hinchado con el niño. No pudo. Pero al mismo tiempo
sintió una oleada de estímulo recorrer sus venas. Pensó...
pensó... ¡Maldición, no podía pensar! Hasta respirar le costaba.
Ante la prueba de la evidente y extrema agitación de Marcos, Victoria
se sintió dominada por la culpa. Lo que le había dicho no se hallaba más
allá de las posibilidades de lo posible, pero fue la maldad lo que la motivó a
añadir que estaba preocupada. No era verdad. Las probabilidades de
que tuvieran un niño eran casi tan remotas como que él le dijera que se había
enamorado perdidamente de ella. Como la había herido mucho, quiso
castigarlo.
La había impulsado a pensar en lo bien que desempeñaría el papel de
marido y que le haría el amor como si fuera el tesoro más preciado del mundo,
para luego anunciar en público que iban a ser padres. Era como si le
hubiera proporcionado su sueño más descabellado para arrebatárselo momentos
después. Lo odiaba por ello, pero, al mismo tiempo, lo amaba demasiado
para disfrutar con su sufrimiento.
V: Marcos... por favor. No tiene sentido
inquietarse. Yo... tengo la convicción de que no estoy embarazada.
M: No, no es verdad. Que estés segura (su boca fue una línea
sombría al mirarla).
V: De acuerdo. Pero... es muy improbable.
M: Improbable no significa imposible (dejó de caminar y se detuvo ante
ella. Necesitó toda su fuerza de voluntad para no besarla). ¿Cuándo
lo sabrás?
V: Hmm... En nueve o diez días.
M: Muy bien. Bueno, si estás... embarazada, yo... (tragó
saliva con esfuerzo). Yo... estoy dispuesto a casarme contigo.
V: Si me lo pides, te diré que no (aunque su corazón se excitó más que
su cabeza ante tan noble ofrecimiento).
M: ¿Qué? ¿Por qué?
V: Porque no me motiva el sacrificio humano, Marcos (le irritó que él
pareciera tan sorprendido).
M: ¿Estás diciendo que casarte conmigo sería un sacrificio?
V: ¡Por el amor del cielo, Marcos! Has dejado bien claro que
jamás has querido casarte...
M: Sí, pero lo decía de forma voluntaria. Esto es
distinto. Si llevas a mi hijo, entonces casarme contigo es una
obligación. De hecho, estaría preparado para casarme con cualquiera en
estas circuns... ¡grrrugh!
Cuando el trasero de Marcos impactó contra el suelo, Victoria siguió su
inesperado gancho de derecha con una descripción furiosa y colorida de su
herencia, resaltándola con una serie de patadas lanzadas al azar sobre áreas de
su perpleja forma.
V: ¡Por lo que a mí respecta... (patada) ...puedes meterte tus
obligaciones... (patada) ...en el trasero, Marcos Guerrero!
(patada). ¡No me casaría contigo ni aunque estuviera embarazada de diez
meses de quintillizos y ya tuviera siete de tus hijos! Un...
Marcos aferró su tobillo en mitad de una patada, desequilibrándola lo
suficiente como para que cayera encima de él. De inmediato ella se puso a
luchar para liberarse.
V: Suéltame, hijo de...
M: Shhh, Victoria. Tranquila, cariño.
V: Nada de cariño... (aporreó un puño contra su hombro)
¡Insensible, arrogante y poco hombre! (el hombro recibió otro golpe).
¡Suéltame! (Bravita nos salió Victoria)
M: ¡No! ¡Ay! ¡Victoria, para! (insistió, sujetándole las muñecas).
V: ¿Por qué? (demandó, sin dejar de intentar soltarse).
M: Porque no es bueno para el bebé que te alteres tanto (al instante
ella se quedó quieta, y él sólo pudo discernir en su expresión confusión y
angustia.
V: Marcos... yo...
M: ¿Qué?
V: Nada (meneó la cabeza). Es que, aunque estuviera embarazada,
lo poco que sé sobre el tema indica que puedo realizar un ejercicio suave.
M: Bueno, como yo no sé nada sobre el tema, aceptaré tu palabra. Pero...
(se frotó la mandíbula), lo que me preocupa es mi salud. Y como tengo una
renuencia instintiva a defenderme de una mujer posiblemente embarazada, ¿crees
que podrías dominar tus impulsos homicidas hasta que lo sepamos con certeza?
Ella se incorporó para quedar sobre él, y las manos a la cintura alzaron aun
más la ya corta camiseta. Victoria dio un paso adelante que acercó sus
hermosas y desnudas piernas a unos centímetros de su contacto.
V: ¡Renuencia instintiva, un cuerno! ¡Tus instintos son tan
lentos que ni siquiera viste llegar el puñetazo! (esbozó una sonrisa
complacida).
M: Tienes razón, no lo vi (concedió, pero no hablaba sólo de su
poderosa derecha. En los últimos días Victoria había logrado
desequilibrarlo física y emocionalmente hasta tal punto que ni siquiera la idea
de poder ser padre le resultaba tan devastadora como habría esperado una semana
atrás.
Desde luego, quizá parte de la calma que sentía se debía al hecho de
que Victoria no había saltado de placer ante su promesa de casarse con ella si
de verdad estaba embarazada. Aunque podría haber mostrado algo de
gratitud. Hacía unos días estaba dispuesta a casarse con ese imbécil de
Carrillo sólo porque creía estar enamorada de él).
Momentos después ella se despidió de forma apenas audible, pero Marcos
sabía que a él le sería imposible dormir. Podía dedicarse a pensar en
algo sobre lo que nada podía hacer en ese momento o tratar de centrarse en el
motivo que lo había llevado a Illusion Island, y dar los primeros pasos
positivos para conseguir que Prol bajara el ridículo precio que pedía por el
complejo.
Lo más inteligente era decidirse por la segunda opción; que pudiera realizarlo
era otra cuestión.
Capítulo 19
Vamos, Victoria (dijo ante su propio reflejo en el espejo del baño). Ve
con garra. No puedes quedarte toda la mañana en el cuarto de baño.
Se sobresaltó al oír una llamada fuerte del otro lado de la puerta.
M: ¡Ha llegado el desayuno, Victoria!
V: Hmm... bien. Gracias. Salgo en seguida.
Necesitó otros cinco minutos para hacer acopio del valor para mirar a
Marcos, algo ridículo si tenía en cuenta que se suponía que era una adulta
madura y que lo conocía de toda la vida. Igual de ridículo fue que el
corazón le diera un vuelco en el instante en que él alzó la vista cuando se
sentó a la mesa.
M: Espero que pudieras dormir algo anoche, porque a mí me fue
imposible (dijo con una sonrisa que no funcionó. Parecía agotado, y ella
no pudo atribuirlo sólo a la incomodidad del sofá).
Sólo una mujer insensible podría haberle hecho lo que ella le
hizo. ¡Y pensar que había juzgado a Elizabeth! Llena de
remordimiento, Victoria le tomo la mano, pero al hacerlo sintió su temblor
incluso antes de que los ojos oscuros de Marcos se abrieran para reflejar lo
mismo, pero casi al instante él se reclinó contra la silla y rompió el contacto.
V: Lo siento, Marcos. No debí soltarte todo eso ayer. No
cuando te encuentras en medio de unas negociaciones cruciales. Fue
desconsiderado y poco profesional. Si lo supiera, Daniel me
despellejaría.
M: ¿Si supiera qué? (enarcó una ceja). ¿Qué dormimos juntos o
que me alertaste a las posibles repercusiones de dicho acto?
V: No seas denso. Lo último, por supuesto. Daniel y yo
sabemos que tu libido jamás ha dominado tu comportamiento en la sala de juntas
(complacida por lo objetiva que sonaba, se sorprendió cuando él le pegó a la
mesa un puño).
M: ¡Gracias por recordármelo, Victoria! ¡Me cercioraré de
señalárselo si estropeo este trato y resulta que estás embarazada!
V: ¡No estoy embarazada!
M: ¡Podrías estarlo!
V: Sólo existe una ínfima posibilidad. No hace falta que te
preocupes hasta que nos aseguremos de ello.
M: ¡Me preocupa!
V: Pues me habrías engañado. Hace un minuto, cuando
te tomé la mano, te comportaste como si tuviera la peste bubónica (contuvo las
lágrimas y se obligó a proseguir con tono racional). Esperemos a ver qué
pasa. Luego, si estoy embarazada, podemos decidir si le contamos o no a
Daniel quién es el padre.
Marcos se levantó de repente, sacudiendo la mesa y derribando algunos
vasos.
M: ¡No hay nada que decidir! (rugió. Nunca había deseado con tantas ganas
matar a alguien con sus propias manos). Entiende... esto...
Victoria (bajó la voz, pero avanzó hacia ella con cada palabra que
pronunciaba). Si tienes a mi hijo, Daniel y todo el mundo sabrán que yo
soy el padre (se inclinó con lentitud y apoyó ambas manos en el respaldo de la
silla, atrapándola). ¿Has recibido el mensaje, Victoria Bandi?
Porque no tengo ninguna intención de hacerme a un lado en silencio
mientras tú te lanzas al camino de la abandonada madre soltera.
V: Pe... pero... tú... sabes que a Daniel
no... le gusta que... exhibamos nuestras... hmmm...
relaciones personales en la oficina (tragó saliva y echó la cabeza hacia atrás
para establecer algo de distancia entre ellos. Marcos contrarrestó su
esfuerzo acercándose más).
M: Al demonio Daniel Pintos y su ceño fruncido. Y olvida
cualquier idea de negarte a casarte conmigo, porque ningún hijo mío va a crecer
sin tener a sus dos padres.
V: Una... una persona no tiene que estar casada para ser padre o
madre, Marcos.
Prácticamente tenían las narices pegadas. Estaban tan cerca que
estrangularla ya no era lo que más ocupaba su agotado cerebro. Cuando el
olor de su champú se mezcló con el aroma que reconocía como exclusivo de ella,
no pudo detener a su hambrienta boca de buscar sus labios.
En el momento en que su lengua encontró la suave humedad del labio inferior de
Victoria, el deseo que lo desgarraba era visceral. Gimió y su gloriosa
intensidad lo hizo cerrar los ojos.
M: ¡Oomph!
Por segunda vez en menos de doce horas ella lo pilló
desprevenido. En esa ocasión con un empujón en el pecho que lo obligó
a dar un paso hacia atrás, aunque no lo tumbó al suelo. De
inmediato ella se puso de pie.
V: Apártate, Marcos (le advirtió). ¡Bien, perfecto! Si estoy
embarazada me cercioraré de que tú recibas todos los méritos. ¡Pero que
ni se te ocurra que podrás convencerme de que me case contigo y, así,
convertirte en el último mártir vivo con una sesión de besos sexys y ardientes!
Porque jamás repito mis errores.
M: Mentirosa (bromeó). Olvidas que he comido dos veces lo que tú
has cocinado.
V: ¡Muy gracioso! Pero te voy a dar un consejo, Marcos... En tu
lugar yo no volvería a comerlo, porque la próxima vez que digas que he hecho
algo demasiado amargo no será porque me haya olvidado de echarle azúcar.
Y ahora, ¿quieres hacemos un favor a los dos y olvidar esa... esa idea
acerca de querer casarte conmigo para que podamos concentramos en cerrar el
trato? Cuanto antes llegue al santuario de mi casa, mejor.
M: Estoy tan ansioso como tú de llegar a casa, Victoria.
Pero, para que quede claro, jamás dije que quería casarme contigo (sintió
la necesidad de señalarlo ante la obstinación de ella sobre el tema).
Dije que me casaría contigo. ¡Hay una diferencia! (“Dios, ¿cómo un hombre
del intelecto de Marcos podía ser tan... tan emocionalmente retardado?”,
pensó Victoria, furiosa).
Ajeno al peligro potencial para partes vitales de su anatomía, él
metió una carpeta azul bajo su nariz.
M: Esta (gruñó) es mi última oferta por Illusions Island. Échale
un vistazo mientras me doy una ducha. Debemos reunimos con Prol en una
hora.
El comentario hizo que olvidara su ira como no hubiera podido conseguirlo otra
cosa.
V: ¿Quieres que vaya? ¿Por qué? Sólo estoy aquí de adorno. Nunca
antes participé en una compra.
M: Frank no lo sabe (se encogió de hombros). Espero que dé la
impresión de que estamos más comprometidos con el asunto si vamos los dos.
V: Pero yo no podré contribuir con nada. En todo caso, si abro
la boca puedo estropearlo todo.
M: Tonterías, Victoria. Desde que tienes seis años llevas
escuchando a Daniel hablar de los motivos para comprar hoteles (la miró
fijamente). Quiero que estés presente.
V: Muy bien. ¿Me deseas en modo de pleno rendimiento?
Si se tenía en cuenta lo que sentía Marcos, era una pregunta cargada,
pero él contuvo la respuesta y asintió.
M: A partir de este momento será mejor que empleemos toda nuestra
artillería; Granados acecha en la sombra, sin duda listo para ofrecer una suma
ridículamente obscena.
V: Quizá Prol mienta sobre Granados con la esperanza de que aceptes su
oferta. Sabe lo que siente Daniel sobre las propiedades en manos de
extranjeros (aventuró a decir).
M: Es cierto. Le creo cuando afirma que le gustaría que
Illusions Island esté en manos de Pintos, pero me incomoda tratar de deducir el
precio de sus sentimientos. Creo que nos dará dos posibilidades para
negociar una cantidad que le guste, y si no acertamos, aceptará lo que le
ofrezca Granados.
V: Daniel recalcó que no quería que Granados lo derrotara en esto
(Victoria frunció el ceño).
M: Lo sé (se pasó una mano con gesto cansado por la nuca). Pero
yo no soy Daniel; no puedo comprar a un precio que signifique que necesitaremos
veinticinco años para obtener un beneficio decente. ¿Dónde nos deja eso?
V: Imagino que dependemos de tu instinto (sonrió). Si te sirve
de consuelo, el día que me marché Daniel comentó que tenía una confianza
absoluta en tu juicio.
M: A la vista de los acontecimientos recientes, no esperaba que
defendieras que siguiera mis instintos.
V: Me refería a tus instintos en los negocios, Marcos. Y ahora,
a menos que quieras que nos pongamos a discutir otra vez, sugiero que vayas a
ducharte.
Marcos estuvo magnífico.
Durante la larga e intensa reunión con Frank, su actitud fue tan
ecuánime que un observador neutral habría pensado que no tenía interés en el
trato; pero con apenas una ceja enarcada o una pregunta sutil haría que el otro
corrigiera un hecho o una cifra que acercaba las negociaciones a favor de
Pintos Corporation. En varias ocasiones pidió la opinión de Victoria,
pero de tal modo que ella no podía evitar confiar en su respuesta. El
apoyo a sus comentarios y su inagotable capacidad de exponer números para
respaldar todas las afirmaciones de ella cuando Frank las cuestionó, la llenó
de una nueva admiración por la forma exhaustiva en que conocía todas las
facetas de las operaciones de Pintos Corporation. No había duda de que la
fe que el padrino tenía depositada en Marcos, estaba justificada, pero cuando
al final Frank se reclinó en su asiento, después de cinco horas de debate, y
anunció que estaba satisfecho con la oferta de Pintos, el orgullo que Victoria
experimentó por Marcos fue más personal que profesional.
Su primer deseo fue rodearle el cuello con los brazos, pero,
imitándolo, limitó su entusiasmo a una sonrisa tan profesional como la que él
le dirigió a Frank.
F: Bueno (comentó el hombre mayor), creo que esto requiere una
celebración. ¿Les parece una cena a las ocho?
M: Lo siento, Frank (repuso Marcos), pero debemos regresar a Buenos
Aires tan pronto como sea posible. ¿Puedes arreglar que tu piloto nos
lleve al aeropuerto esta tarde?
La solicitud de Marcos provocó un dolor agudo en todo el cuerpo de
Victoria. Se había terminado. Misión cumplida. En unas horas
su falso matrimonio con Marcos Guerrero habría concluido. No más
peleas. No más besos. No más amor.
¡Bien!
Cuanto antes volviera a su vida normal, mejor. Marcos quería
ponerle fin al fiasco lo antes posible, casi de inmediato. Ella
también. Le alegraba que terminara. Había desempeñado su parte y el
padrino estaría muy conforme y alegre con el cierre del trato.
Cielos, era tan grande el alivio de que todo hubiera acabado, que no
podía pensar en lo que debía hacer a continuación... Las maletas.
Sí, su primera prioridad eran las maletas. Oh, y tendría que llamar a
Ángela o a Daniel para que fueran a recogerla al aeropuerto. No, a su
padrino no... Probablemente querría hablar de las negociaciones, querría
que los tres cenaran juntos.
F: Victoria... un brindis (parpadeó ante el sonido de la voz de
Frank y descubrió que le ofrecían una copa para champán llena con zumo de
naranja. Su rostro debió mostrar confusión, porque él le explicó).
No debes tomar alcohol si estás embarazada, querida.
«¡No estoy embarazada!», gritó mentalmente, pero de forma automática
sonrió, aceptó la copa y la alzó para brindar por el éxito del trato.
Había bebido dos sorbos cuando Elizabeth entró en la estancia con una bata
abierta y un biquini que hacía que te preguntaras por qué se había molestado en
ponérselo. Antes de que la morena hubiera podido quejarse de que la
dejaran al margen del brindis, Victoria depositó la copa en la mesa y se
excusó, aduciendo que debía empezar a hacer las maletas.
Marcos murmuró algo similar y comenzó a guardar documentos en su
maletín, pero la idea de quedarse a solas en la cabaña con él era algo superior
a lo que podía hacer frente en ese momento.
V: No, hmmm... cariño (se obligó a sonreír). Uno de los
dos debería quedarse para celebrar el acuerdo del modo que se merece.
Está bien... yo haré las maletas (ignoró la mirada hostil de él y le
estrechó la mano a Frank; luego se preparó para enfrentarse a los ojos felinos
de Elizabeth). Adiós, Elizabeth (sonrió, después observó fugazmente la
copiosa cantidad de carne desnuda potenciada por la silicona). Sin duda
ha sido una verdadera... «revelación» conocerte (dio media vuelta y se
dirigió hacia la puerta). Marcos se la abrió, pero la lentitud de sus
movimientos la obligó a alzar la vista.
M: ¿Qué sucede? (preguntó de modo que sólo ella pudiera oírlo).
V: Nada.
M: ¿Por qué estás enfadada conmigo?
V: ¿Por qué iba a estarlo? Has realizado unas negociaciones
extraordinarias.
M: Los dos. No podría haberlo logrado sin ti.
V: Lo que tú digas (sonrió para no llorar). La buena noticia es
que se ha terminado, y dentro de unas horas podremos acabar con esta
charada. ¡Pensando en ello voy a hacer las maletas!
Capítulo 20
Marcos se disculpa con Frank y Elizabeth, dando de excusa que Victoria
se sentía indispuesta por lo quería acompañar a su esposa en todo
momento. Casi llegando a la cabaña, Marcos alcanza a Victoria, la
detiene haciendo que ella gire y lo mire directamente a los ojos preguntándole:
M: Victoria que te pasa, ¿Por qué abandonaste la celebración por el
éxito de las negociaciones? Te lo pregunto más directo. ¿Hice algo
que te molestara?
Victoria que estaba a punto de llorar, le dijo:
V: Marcos, para ser sincera contigo, ni yo mismo sé que me pasa.
M: ¿Estás confundida por lo que pasó entre nosotros?
V: Quizás
M: Victoria realmente pienso que siempre nos vimos como amigos que por
razones del destino crecimos juntos, nunca sentimos la necesidad de tener una
relación de pareja. Y ahora en estos momentos estamos experimentando
nuevos sentimientos que nos confunden y más aún con la incertidumbre de un
posible embarazo.
V: Que sentimientos, para que hayan sentimientos tiene que existir
otro tipo de relación que nosotros jamás vamos a tener.
M: Nunca digas jamás, porque como te dije anteriormente, ni pienses
que nuestro hijo o hija no vaya a crecer dentro hogar conformado por sus
padres.
V: Marcos!! No estoy embarazada.
M: Si estás tan segura que no estás embarazada porque huyes de mi, de
mi mirada.
En esos momentos Marcos la acerca a él, abrazándola por la cintura y
espalda, mirándose a los ojos, él le dice.
M: Victoria, yo te conozco, y tu formación ética y moral nunca te
permitiría tener relaciones con un hombre sin que sientas algo por
él. Porque a mi tu cuerpo me dice a través de tus vibraciones (Marcos
comienza un camino con una mano rozando sutilmente desde su espalda hacia su
cuello acercando su boca dándole un beso sonado), de tu piel (siguió besándole
el cuello bajando hacia su pecho) pero sobre todo a través de los rápidos
latidos de tu corazón (posando su mano sobre el mismo) que aunque no lo quieras
reconocer que tu cuerpo responde ante mis mimos y caricias.
V: Marcos no podemos
M: Victoria no te mientas a ti mismo, convéncete y entrégate a tus
sentimientos.
Marcos une sus labios a los de Victoria y sus lenguas bailan al compás
de la música interna de sus cuerpos. Ellos, especialmente Victoria,
se dejan llevar entrando a la cabaña. Marcos ya ardía de pasión,
cada gemido que emitía Victoria lo calentaba más y más…
M: (Completamente excitado le dice susurrándole al oído) Me vuelves
loco, loquito desde que descubrí a la verdadera mujer que habita en ti.
V: (Soltando un suspiro) Ayyy, Marcos… tu también me vuelves loca, no
me reconozco.
Marcos al escuchar esto no espero un segundo mas y le partió la boca
de un beso… beso que se fue profundizando aún más y más con el correr de los
segundos, pasaron varios minutos y tuvieron que separar sus labios por un
instante para poder respirar porque si fuera por ellos nunca dejarían de
besarse, ya que con sus besos Marcos le hacía entender que su relación iba más
allá de la pasión, que simplemente el amor se estaba asomado. Cuando
Victoria sorprende a Marcos diciéndole con vos sensual:
V: Marcos, hazme el amor, por favor sácame de esta duda existencial
que me domina, por favor.
Marcos: (más excitado) pídemelo de nuevo Victoria.
Victoria: (ya no aguantaba más) ay Marcos, que me Lleves al Fin del
Mundo.
En ese momento Marcos la alzó a upa tipo koala y Victoria enredó
sus piernas en su cintura, se dirigieron hacia la habitación. Al
llegar Marcos apoyo suavemente a Victoria en la cama, se puso sobre ella y
empezaron a quitarse uno a uno sus ropas, primero él le saco el saquito que
ella tenía puesto, luego siguió por su remera quedando Victoria en corpiño, lo
que a Marcos lo volvió loco ya que se marcaban muy bien sus pechos redondos y
perfectos, se lo saco y antes de hacer nada se acerco al oído de ella y le
susurró
M: Eres… perfecta (ella sonrió).
Continuó su camino descendiente hacia la altura de los pechos de ella
y los empezó a masajear, cosa que a Victoria la volvía loca de placer, pero
cuando sintió la boca de Marcos en uno de sus pechos no pudo evitar emitir un
gemido. Marcos al escucharlo sintió un gran calor que recorría por
su cuerpo esos gemidos que él estaba provocando en su “esposa” lo volvían loco
de amor y pasión, sintió la necesidad de besarla y sin dudarlo subió hasta su boca
y la beso muy apasionadamente, beso que ella respondió con la misma pasión…
pasaron varios minutos y ellos seguían besándose, hasta que Victoria corto el
beso y con una maniobra rápida se dio vuelta quedando arriba de Marcos
(susurrándole con voz sexy)
V: Ahora me toca a mi amor… (Marcos pensó que jamás en toda su vida de
playboy había experimentado la necesidad de disfrutar junto a su compañera y
empezó a disfrutar).
Victoria comenzó a desbrochar uno por uno los botones de la camisa de
Marcos, cuando terminó se la saco ayudada por él y comenzó a darle besitos en
el pecho y al encontrar con el botón del pantalón, lo desabrochó y con ayuda de
Marcos se lo quitó dejándolo en bóxer. Marcos no aguantó más y volvió a
tomar el control otra vez girando y quedando sobre ella, fue directamente a
quitarle a Victoria, el pantalón junto a su ropa interior, para luego dibujarle
un camino de besos desde sus pies hasta llegar a la parte intima de Victoria y
la besó con delicadeza y ternura. Victoria se sentía en las nubes de tanto
placer que estaba sintiendo, era increíble lo que ese hombre le hacía
sentir. En la habitación se oían los gemidos de placer de ambos hasta que
Victoria no aguantó más y lo atrajo hacia ella, lo miro a los ojos y le dijo:
V: (Con voz entrecortada) Marcos, no aguanto más, por favor necesito
sentirte (casi suplicando)…
Marcos al escuchar esas palabras se volvió loco de amor y le partió la
boca de un beso, ella le saco los bóxers. Ambos completamente
desnudos, empezaron con el acto más puro del amor, Marcos se colocó entre las
piernas de Victoria, la tomó de la cintura, y con un movimiento suave y preciso
entro en ella. Victoria suspiró un gemido al sentirlo por fin dentro
de ella. Marcos al escucharla la besó y empezó a acelerar sus
movimientos, ambos estaban disfrutando del placer que se daban uno al
otro. Victoria queriendo terminar el acto de amor giró
quedando arriba de Marcos empezó con movimientos lentos y pausados que
aumentaba el placer en su “marido”, llegando de esta manera los dos al mismo
tiempo al climax ideal… ambos soltaron un gemido.
M: (Agitado y con la voz entre cortada) ahhhhh, Victoria, te puedo
confesar algo.
Victoria que estaba encima del pecho de Marcos dice:
V: Dime
M: No te burles por lo que te voy a confesar. Pienso, no,
no, no, mas bien estoy completamente seguro, que tu eres la única mujer con la
que he hecho el amor. Te amo, Victoria Bandi.
Victoria se queda sorprendida ante la confesión de Marcos, por lo que
ella queda en completo silencio varios segundos frente a la mirada expectante
pero a la misma vez llena de amor y ternura de Marcos, esperando una reacción
de ella.
V: Marcos, no sé qué decir ante tu confesión de amor. Pero
si quieres que te confiese lo que siento es estos momentos, es imposible… porque
no tengo palabras para expresar lo que siento, solo (se acercó y lo besó, beso
que expresaba más que mil palabras por lo que Marcos le respondió de igual
forma) Te Amo, Marcos Guerrero.
Ambos sonrieron y Victoria se acostó al lado de él apoyando su cabeza
en el pecho de él.
M: (acariciando la mejilla de Victoria) mi amor?
V: (acariciando las manos de él) ¿qué? Mi vida
M: (agarrándole la cara y mirándola a los ojos) Si no estás embarazada
quiero tener contigo un hijo (la sinceridad se notaba en sus ojos, dejando
completamente sorprendida a Victoria….)
Capítulo 21
Victoria queda muda, percatándose que no se habían cuidado, quedándose
con la duda de si Marcos lo había hecho a propósito (el no usar protección),
aunque ella sabía que la protección no es solo responsabilidad del hombre sino
que la mujer también debe ser responsable. Por lo que le venía a la mente
varias preguntas: ¿Por qué ella no reaccionó en su momento? ¿Por qué su
instinto de lógica no dio señales de vida y se dejó llevar?, ¿Será que
ella ya se visualizaba formando una familia con Marcos? Su mente estaba
divagando en la dimensión desconocida. Por lo que Ella no sabía de qué
forma actuar ante el deseo expresado de Marcos un minuto antes.
M: ¿Por qué me miras así?, no quieres…
V: (Victoria no lo dejó terminar) Marcos, no nos cuidamos…
M: Victoria, a caso tú no quieres tener un hijo.
V: Marcos, ¡a caso no entiendes lo que te acabo de decir!.
M: Yo lo que entiendo es que no quieres que yo forme parte de tu
vida. Pero déjame decirte yo quiero estar presente en la vida de nuestro
hijo(a) y además deseo que él o ella crezca bajo un ambiente familiar junto a
ambos padres, tu y yo.
Diciendo esto se levantó, se puso el bóxer y se fue a dormir al sillón
de la sala. Dejando a solas a Victoria.
En la mañana…
Cuando el avión aterrizó en Buenos Aires, Victoria prácticamente
corrió al área de reclamación de maletas para recoger el equipaje.
V: ¿Qué? (espetó sin mirarlo).
M: ¿Qué te parece si vamos a comer algo antes de irnos a casa?
V: Gracias, pero no tengo hambre.
M: Si no has comido en todo el día.
V: Habrá sido porque no tenía hambre (lo miró). Cuando eso
cambie, comeré. Y ahora deja que busque mis maletas.
M: Mira, Victoria (suspiró y se movió el pelo), sé que lo que sucedió
la noche pasada te molestó... ¡demonios, a mí también! Pero debemos
decidir a dónde iremos a partir de aquí...
V: Yo me voy a mi casa (indicó sin apartar la vista de la maleta que
había divisado en la cinta). Tú puedes hacer lo que más te plazca.
M: No me refería a eso. No podemos fingir que no ha sucedido
nada (alargó la mano en el instante en que ella iba a recoger la maleta,
descubriendo que aunque lo estaba volviendo loco, tocarla conseguía que incluso
olvidara su nombre). Victoria...
V: ¿Qué?
M: Mírame.
Antes de alzar la cabeza se tomó unos momentos para sosegarse.
Fue inútil; una mirada a esos ojos negros como el carbón hizo que sintiera
calor en sitios que sólo quería que tocara Marcos. Incapaz de mantener la
mirada y la dignidad al mismo tiempo, giró la cabeza y el azar hizo que
apareciera la distracción perfecta.
V: Mira, Marcos, ahí está tu maleta.
M: ¡Olvida la maldita maleta! (la aferró de los hombros y la plantó
delante de él). No podemos evitar hablar de lo que pasó en la isla.
V: Bueno, claro que no (dijo, maravillada por el tono tranquilo de su
voz). Daniel esperará un informe detallado de la transacción.
Mañana a primera hora es perfecto para mí...
M: ¡Deja de ser terca, maldita sea! (espetó). ¡Hablo de haber
dormido juntos! ¡De haber hecho el amor! (La frustración hizo que elevara
la voz, provocando que algunas cabezas giraran en su dirección).
V: Cielos, Marcos, ¿por qué no pides que lo anuncien por los altavoces
del aeropuerto? (siseó con la cara roja y furiosa).
M: Lo haré, si con ello consigo que dejes de tratar de evitar la
situación. No hay na... ¡Maldición! ¿Qué hace ella aquí?
Capítulo 22
Victoria siguió su mirada indignada hacia las puertas de cristal de la
terminal nacional, y al ver a Ángela se sintió aliviada.
V: ¡Ángela! (gritó, aunque no pudo agitar la mano porque Marcos se la
sujetó).
M: Yo te habría dejado en casa (dijo con frialdad).
V: No seas ridículo (se soltó). Vives en la otra punta de la
ciudad. La tarifa del taxi habría sido exorbitante.
M: ¿Cuándo te has empezado a preocuparte una tarifa de taxi? Desde que
te robaron el coche tú has gastado más que nadie en taxis.
V: Punto que nunca has dejado de recordarme (replicó). No hay
modo de complacerte, ¿verdad?
M: Eso no es cierto, Victoria. Estas noches lo
conseguiste... varias veces.
V: No estoy interesada en hablar de lo sucedido allá. Nunca.
M: Es una pena, porque dentro de unos meses quizá tengamos que hablar
de técnicas de parto.
V: No estoy embarazada.
M: Eso esperamos. Por desgracia, la esperanza no es una medida
fiable para evitarlo.
A: ¡Hola, chicos! (para Victoria, la llegada de Ángela no podría haber
estado mejor sincronizada. No sólo le evitó tener que responder, sino que
coincidió con la desaparición por segunda vez en las entrañas del edificio de
las maletas de él). ¿Cómo fue el viaje, Marcos?
V: Fructífero (contesta Victoria, decidida a abortar cualquier
conversación). Toma (adelantó el carrito con su equipaje y agarró a
Ángela por el codo). Muy bien, vámonos. ¿Dónde has aparcado?
Si Marcos ofreció alguna respuesta a su “Nos vemos”, Victoria no la
oyó por encima del caos emocional que reinaba en su interior; pero sintió sus
ojos en ella todo el trayecto hasta la salida.
A: ¿Qué pasa? (preguntó Ángela, notando una tensión entre Marcos y
Victoria, pero sobre todo la actitud de su amiga).
V: Nada.
A: Entonces, ¿qué prisa tienes y por qué me aprietas con tanta fuerza
el codo, como si quisieras cortarme la circulación?
V: Lo siento (la soltó).
A: De acuerdo... ¿qué pasa entre Marcos y tú?
V: Nada.
A: Vamos, Victoria. Estás hablando conmigo. Sé cuando te
sientes molesta. Y la tensión que había entre ustedes dos no me la he
imaginado.
V: Muy bien (sonrió al tiempo que soltaba un suspiro resignado).
Tienes razón, estoy molesta... Brian Carrillo estuvo alojado en la isla.
A: ¡Santo cielo! (Ángela quedó boquiabierta). Bromeas, ¿verdad?
V: No. Brian y su recién adquirida esposa estuvieron allí.
A propósito, gracias por venir a recogerme. Invito yo comida china de
camino a casa.
A: Buen intento, pero olvida la comida (dijo Ángela). Sólo
quiero que me cuentes lo que sucedió en Illusion Island. Hasta el más
mínimo detalle por insignificante que te parezca. Repito... ¿qué
pasa entre Marcos y tú?
V: Ya te lo he dicho... nada.
A: Exacto. Así que empieza a contarme algo.
V: Ángela, no hay nada que contar. De verdad. Ningún
drama. La situación se hizo un poco incómoda cuando apareció Brian.
A: ¿Por qué?
V: ¿Por qué, qué? ¿Por qué fue Brian allí?
A: ¿Por qué la incomodidad?
V: ¡Dios, Ángela! ¿Tú por qué crees? (espetó, decidiendo que hacerse
la ofendida era lo mejor en vista de la tenaz curiosidad de su amiga,
Ángela). No resultó muy fácil estar en la misma isla en esas
circunstancias. Y, si no lo has olvidado, Marcos no se alegró mucho
cuando le conté lo que sentía por Brian. Al tenerlos en la isla, no dejó
de recordarme que estaban casados y que yo había ido a trabajar. Imagino
que si percibiste tensión entre nosotros es porque me molestó que me tratara
como a una especie de muñeca poco seria (Victoria se felicitó por su respuesta
sincera, pero ambigua, aunque por la expresión de Ángela le dio a entender que
no estaba del todo convencida, por lo que añadió). Y tampoco ayudó que la
última esposa de Frank haya sido una antigua amante de Marcos.
A: ¡Qué!
V: ¡Sí! Estábamos todos. Te lo aseguro, Ángela, Marcos y yo no
hemos hecho otra cosa que andar de puntillas, ¿Es de extrañar que estemos
un poco tensos? No resultó fácil concentrarse con las negociaciones
cuando ambos nos veíamos constantemente enfrentados con nuestro pasado
emocional.
A: Cielos, Victoria, no me sorprende que tengas ojeras. Apuesto
que te alegra que todo haya terminado.
V: Sí... (O al menos eso creo pensó Victoria).
Capítulo 23
Los últimos momentos de sueño que le quedaban de lo poco que había dormido, se
desvanecieron cuando lo vio ante su puerta.
V: ¿Qué haces aquí?
M: ¿Siempre abres en pijama sin preguntar quién es? (gruñó Marcos).
V: A esta hora (intentó no pensar en el hecho de que estaba mejor en
carne y hueso que en sus fantasías somnolientas) me pareció seguro asumir que
las únicas personas que podían estar tocando a mi puerta serían los bomberos,
que venían a evacuarme por las llamas que devoraban mi casa.
M: Espero que eso no signifique que ya habías empezado a preparar el
desayuno (dijo, logrando de algún modo pasar junto a ella para avanzar por el
pasillo hacia dentro del apartamento). Porque de camino he traído algunos
bollos.
V: ¿Por qué lo has hecho?
M: Para ahorrarte tiempo. Ya sabes lo quisquilloso que es Daniel
con la puntualidad.
Sintiéndose como en un sueño, Victoria cerró los ojos y volvió a
abrirlos. Todo seguía igual.
V: ¿Qué pasa? Se suponía que debíamos reunirnos con Daniel a las siete
y media en la oficina.
M: Y así es. Pero decidí que lo mejor era pasar a recogerte.
Debía estar bromeando. Vivía en la otra punta de la ciudad y a
sólo veinte minutos de la oficina; desde la casa de Victoria se tardaban
cuarenta y cinco minutos en llegar, siempre que no hubiera mucha congestión de
tráfico en el centro de la ciudad.
V: Marcos, ¿estás...?
M: ¿Dónde tienes la radio, Victoria? Me gustaría escuchar las noticias
mientras desayuno.
V: Ponte cómodo (señaló el equipo de música, incapaz de manejar la
situación hasta no haberse duchado), pero no te molestes en prepararme
nada. Sólo tomaré café.
M: Debes comer, Victoria.
V: No, si no quiero.
M: ¿Dónde guardas el café descafeinado? (puso dos servicios en la
mesa, como si no la hubiera escuchado).
V: No tengo.
M: Oh... bueno, en ese caso imagino que tomaré mate. Luego
puedes comprar descafeinado.
V: No lo haré (replicó, irritada por el modo en que se había adueñado
de su cocina). Odio el descafeinado. Ni siquiera empiezo a respirar
hasta no haber tomado una taza y media de buen café negro.
M: Bueno (se encogió de hombros), a partir de ahora tendrás que
practicar respirar desde el momento en que te despiertes. Pero no te
preocupes, ya que no conozco a nadie que haya muerto por dejar el café.
A: ¿Sí? Pues la gente que ha muerto a manos de alguien desesperado por
su dosis de cafeína corre el peligro inmediato de aumentar en uno (él le sonrió
con expresión condescendiente al tiempo que servía unos bollos en los
platos). ¡Marcos! Te he dicho que no quiero desayunar.
M: Lo sé. Pero, como decía siempre Flor, el desayuno es la
comida más importante del día. Y apuesto que un mordisco a este croissant
te hará cambiar de idea. ¿Cómo quieres el mate? ¿Amargo o dulce?
V: ¡Marcos! (lo agarró del brazo para llamar su atención). ¡No
quiero mate, ni descafeinado, ni bollos que te alteran la mente! Sólo quiero
café. C-A-F-É. ¿Vale?
M: No, Victoria...
V: ¿Qué?
M: La cafeína no es buena para el bebé, así...
V: ¿Qué no es bue...? ¡Oh, por el amor del cielo! ¡No estoy
embarazada! (haciéndole entender a Marcos su enojo).
M: No lo sabemos con seguridad (respondió con calma). Y hasta
entonces, lo mejor es no correr ningún riesgo. Anoche pensé mucho en
ello, y así como ambos esperamos lo mejor, debemos estar preparados para lo
peor.
El hecho de que no lo planeáramos no elimina nuestras
responsabilidades, razón por la que, si estás embarazada, nos casaremos de
inmediato. A propósito (continuó, mientras vertía agua caliente en la
pava), también hablé con un abogado amigo mío, y al parecer hay un período de
espera entre la solicitud de una licencia y casarse. La buena noticia es
que se puede evitar en ciertas condiciones, y estoy seguro de que Daniel
conocerá a alguien que nos acelere el proceso.
V: Marcos... ¿estás tomando alguna medicina?
M: No, ¿por qué? (frunció el ceño). Oh, ya entiendo.
Quieres saber si existe la posibilidad de que afecte a mi esperma.
Relájate, aunque si de verdad te preocupa puedo someterme a algún análisis.
No había querido volverlo loco, pero, como continuara de esa manera,
quien terminaría encerrada en una celda acolchonada sería ella.
Capítulo 24
Cuando entraron en el despacho de Daniel, éste los saludó con abierto
entusiasmo.
D: ¡Bien hecho! ¡Bien hecho! (estrechó la mano de Marcos con fuerza en
las dos suyas. Luego se volvió hacia Victoria y la abrazó con la
efusividad reservada sólo para los cumpleaños y las navidades, plantándole un
beso en cada mejilla).
Marcos jamás había dudado del cariño que sentía Daniel por ellos dos, pero las
demostraciones habían sido pocas y espaciadas. Lo cual sólo podía
significar que su tutor, igual que él, jamás había comprendido el placer que le
brindaba a Victoria las muestras tangibles de afecto. Pero Marcos lo vio
en ese momento en los ojos y en la sonrisa de ella, que le iluminó todo el
rostro de un modo que le llegó al alma. En ese instante estaba más
hermosa que ninguna mujer que hubiera visto jamás. Se sintió extasiado
ante la idea de que pudiera llevar a su hijo en su interior.
El hijo de ambos. Una personita que los dos habían creado...
Los sentimientos que el concepto produjo en él, tanto mental como
físicamente, estaban más allá de toda descripción. Lo único que sabía era
que Victoria podía discutir todo lo que quisiera sobre que un matrimonio de
verdad sólo podía existir si se basaba en el amor, y que ella jamás se casaría
de otra manera... de nada le serviría. Él estaba seguro del
sentimiento de ambos y si llevaba a su hijo, también iba a llevar su anillo.
Si quería abrazar la fantasiosa ideología del amor, perfecto.
Marcos nunca había creído en eso aunque en estos momentos luego de haber
convivido esos días en Illusion Island lo habían hecho recapacitar y no podía
negar que la idea de compartir su cama con Victoria y abrazarla cada noche
durante el resto de su vida ya habían enterrado su odio y aversión por el
matrimonio.
D: De acuerdo, adelante, Marcos (instó el hombre mayor, sacándolo de
sus sueños eróticos con Victoria). Siéntense y pongámonos a hablar de nuestra
última adquisición (ordenó). ¿Sabes, Marcos? Eres un excelente
negociador. Como bien saben, ser propietario de una isla siempre ha sido
mi mayor objetivo. Pero me es imposible contarles lo que significa para
mí tener el complejo de Illusion Island.
M: No hace falta (indicó Marcos). Tu sonrisa lo dice todo.
Pero, como te expuse anoche por teléfono, no lo habría podido conseguir sin
Victoria.
V: Exagera, Daniel, yo... (Victoria comenzó a ruborizarse).
D: No por lo que Frank Prol me contó (intervino Daniel).
M: ¿Has hablado con Prol? (preguntó Marcos tras intercambiar una
mirada alarmada con Victoria. Esperaba que sólo fuera una alucinación).
D: Sí, me llamó ayer a última hora, poco después de hacerlo tú.
Parecía un poco alegre, aunque se rumorea que le gusta la bebida tanto como las
mujeres. Bueno (continuó), al parecer va a venir a Buenos Aires en unos
días y quiere que nos reunamos de modo informal (la expresión desesperada en la
cara de Victoria reflejó la de Marcos). Naturalmente acepté... (Daniel
calló al observar con desconcierto a Marcos y a una Victoria pálida).
¿Qué sucede? (inquirió con tono cauto y ojos penetrantes). ¿Hay algún
problema o inconveniente con el trato que no va a gustarme?
M: Inconveniente es una palabra adecuada, ¿no crees Victoria? (comentó
Marcos antes de aclarar la situación).
D: Vamos, dejen esas miradas furtivas y respondan (insistió
Daniel). Es evidente que algo sucede y que yo desconozco. ¿De qué
se trata?
M: Probablemente te refieres a nuestro matrimonio (dijo Marcos).
Así como la primera reacción de Daniel al enterarse de la farsa había sido de
incredulidad y diversión, no pensaba dejar que algo tan insignificante como la
verdad absoluta le amargara un trato brillante; de modo que se acordó que la
charada del matrimonio tendría que reactivarse durante la estancia de los
Señores Prol. Sin embargo, al tiempo que Daniel estaba dispuesto a
respaldar la historia, se lavó las manos de todos los detalles pequeños.
Capítulo 25
V: Marcos, lo siento pero no pienso mudarme a tu apartamento (le
informó Victoria mientras cenaban comida china con la que él había aparecido
esa noche en la puerta de su casa).
M: Pero es mucho más cómodo y más apropiado como hogar para un
matrimonio de ejecutivos con éxito.
V: No si piensa tener una familia. Y no olvides que fuiste tú
quien me dejó embarazada... (se ruborizó, al darse cuenta del doble significado
de sus palabras). Hmmm... eh... quiero decir, tú le contaste
a Elizabeth que podía estarlo, y...
M: Y le di mala suerte a los dos, según tú forma de exponerlo.
V: Bueno... en cualquier caso, lo que... ¡Marcos!, (lo
retó) deja de mirarme de esa manera.
M: ¿De qué manera?
V: Como... como... como si intentaras ver en mi interior.
M: Tengo curiosidad...
V: ¿Sobre qué?
M: ¿Cómo crees que sería un hijo nuestro?
V: Marcos... (Parpadeó)... yo no estoy...
M: No paras de repetírmelo. Por favor Victoria, por un momento,
sígueme la corriente, ¿quieres? Nunca antes había pensado en niños, y
ahora no dejo de tener imágenes de cómo serían los nuestros (frunció el
ceño). ¿Sabes si hay algún caso de gemelos en tu familia?
V: ¡Gemelos! ¿Deseas que tenga gemelos?
M: No sé, me encantaría! Aunque por momentos imagino a un niño
rubio y regordete y al siguiente a una niña de tu color de piel con mi color de
pelo. Por eso me preguntaba...
V: Dudo que tuvieran el pelo rubio (Por su parte a Victoria no se le
hizo difícil imaginarse a un niño brillante con la misma fisionomía de Marcos).
M: ¿Por qué no? (sonrió). Sé que el tuyo es natural.
V: Y el tuyo tan negro como tu perverso sentido del humor (repuso
sabiendo que se ruborizaba).
M: Bueno, a pesar de conocer lo rápido que es tu ingenio, mi
coeficiente intelectual se puede catalogar como superior, así que probablemente
mi intelecto sea el dominante.
V: Pero sólo si se ve compensado por un código moral superior, así que
descartaré tu «intelecto» que fue el responsable de meternos en este embrollo y
farsa de nuestro matrimonio. Aunque estarías trepando paredes con una hija
si hereda la misma intensidad sexual que la tuya (la expresión de pánico que
apareció en la cara de él hizo que Victoria riera). ¡Sería maravilloso
verte intentar controlar a una hija con una libido desbocada!
M: No pasará (afirmó). Porque a ninguna hija mía le permitiré
que salga con chicos hasta cumplidos los treinta.
V: ¿Sí? Bueno, yo puedo asegurarte que ninguna hija mía soportará una
existencia tan dominada, protegida y aburrida.
M: No se aburrirá. Hay un montón de cosas que puedo encontrar
para mantenerla ocupada... entre ellas aprender a cocinar. Claro
que en esas circunstancias... (Guiñó un ojo) sería de gran ayuda que nuestro
hijo deseara ser bombero.
V: ¿No será mucho eso y aprender el negocio de los hoteles?
M: ¿Te gustaría tener un hijo en el negocio?
V: Bueno, no... A menos que él lo deseara. Pero no es un
secreto que Daniel te ha elegido para que, llegado el momento, ocupes su
puesto, y supuse que a ti te gustaría pasárselo a tu hijo.
M: Nunca pensé en ello (calló unos momentos). Aunque imagino que
debe ser estupendo poder legarle a tu propio hijo algo tan único como
Pintos. Pero no me importaría que fuera un niño o una niña. Salvo
que, como tú bien has dicho, debe desearlo. Y me gustaría pensar que lo
apoyaría sin importar que quisiera seguir mis pasos o hacerse surfista
profesional.
V: ¡Es lo mismo que pienso yo! Se supone que los padres deben
guiar y apoyar a sus hijos, no empujarlos y limitarlos.
M: ¿Crees que es lo que Daniel hizo con nosotros?
V: No intencionadamente. Afrontémoslo, Daniel no tenía ni idea
de qué hacer con nosotros hasta que terminamos la secundaria. De no haber
sido por las excursiones y las vacaciones que organizaba Flor para nosotros, es
probable que, aparte de la escuela, sólo hubiéramos ido a la oficina.
M: ¿Estás diciendo que no fuiste feliz? (preguntó con cara
preocupada).
V: ¡No, Marcos! ¡Claro que no! Quiero a Daniel y me encantó tenerlo
como tutor. Lo que pasa es que a veces me da la impresión de que se
perdió muchas de las buenas cosas que deben disfrutar los padres.
M: ¿Y eso?
V: Él jamás anticipó que sería padre, y cuando ocurrió el accidente de
nuestros padres le caímos encima, dirigir la empresa le había eliminado todos
los instintos paternales. A mí siempre me pareció que estaba obsesionado
y preocupado por ser un tutor responsable, de modo que jamás se relajó lo
suficiente como para disfrutar del gozo que puede representar el mero hecho de
ser un buen padre. No digo que nosotros perdiéramos algo, sino que el
padrino lo hizo, aunque él no lo sabe.
M: Victoria (dijo tras quedarse pensativo otro rato), sé que no me
consideras preparado para ser un buen padre, pero...
V: ¡Nunca dije eso!
M: Quizá no con tantas palabras (se encogió de hombros), pero has
afirmado categóricamente que no quieres casarte conmigo.
V: Sólo porque sé lo que piensas sobre el matrimonio. Marcos, el
hecho de que dude de tu capacidad como marido no quiere decir que no te
considere un buen padre para nuestro hijo.
M: Pero acabas de mencionar que uno de los problemas a los que se
enfrentó Daniel es que jamás anticipó ser padre (le recordó). Y esa
también ha sido una de las cosas más alejadas de mi mente; por ende...
V: Puede que en el pasado lo hayas sido (cortó ella). ¡Pero
durante estos últimos días no has hecho otra cosa que pensar en ello! Por
el amor del cielo, si ya has empezado a supervisar mi dieta y a especular sobre
el aspecto que tendrán nuestros hijos, y todavía ni siquiera sabemos si estoy
embarazada.
M: De modo que aunque consideras que sería el equivalente del
Anticristo como marido, crees que sería un buen padre, ¿eh?
V: Sí, creo que serías un buen padre (asintió con sinceridad).
Puede que seas un seductor empedernido (sonrió), pero estoy convencida de que
ese no es un rasgo genético, así que no hay motivo para que nuestro hijo salga
a ti. Además, básicamente eres una buena persona.
M: Y básicamente tú eres una malcriada, pero...
V: No lo soy (mintió indignada), y jamás lo he sido.
M: Sí que lo eres (corrigió riendo). En el pasado eras lo
suficientemente bonita como para salirte con la tuya (alargó la mano sobre la
mesa y le acarició la mejilla). Ahora eres más que bonita para salirte
con la tuya (con el pulgar le rozó el labio, haciendo que a ella se le
acelerara el corazón). Dime una cosa... ¿los ojos almendrados y
seductores predominan sobre los grandes ojos castaños o es al revés?
V: Tus ojos no son castaños (susurró ella). Son negros como el
carbón (sólo pudo ser por respeto a sí misma lo que impulsó a Victoria a
apartarse cuando su averiado cerebro giró su boca hacia la palma de la mano de
él).
M: Negros como el carbón, ¿eh? (musitó divertido). Tendré que
hacer que cambien mi descripción en el pasaporte.
Sintiéndose como una tonta por lo que había dicho y hecho, se puso a recoger la
mesa. Él la ayudó. Su incomodidad aumentó cuando, sin alzar la
vista, sintió su mirada intensa y su mente enferma comenzó a imaginar que podía
sentir sus caricias sobre sus pechos. Cuando los pezones se endurecieron
salió corriendo hacia la cocina.
M: ¿Qué es lo que domina? (insistió Marcos, siguiéndola). ¿El
marrón claro o el negro? (ella giró sorprendida por la descripción que hizo de
los suyos).
Nadie, a excepción de Flor, había notado jamás que sus ojos tendían a
cambiar de color, según su estado de ánimo.
M: Ahora mismo son marrones claro (indicó él, leyéndole la
mente). Pero apuesto que soy capaz de cambiarlos a marrón oscuro.
V: Yo... no lo aconsejaría (musitó, depositando los platos que
tenía en la mano en el fregadero).
M: ¿Por qué?
V: Porque después del lío en que nos has metido con los Prol (repuso
en un intento por ser sarcástica), enfuréceme ahora y existen serias
posibilidades de que sea la única que quede viva en la habitación.
M: ¿Qué te hace pensar que quiero enfurecerte? (preguntó, pegando sus
muslos enfundados en un jean azul contra la parte posterior de los de
ella. De repente el aliento de Marcos en su nuca pareció más devastador
que el contacto de su cuerpo).
V: Porque... hmmm... Flor dice que cuando me enfado mis
ojos se oscurecen.
M: Sí, bueno. Flor no los conoce del todo... (Finalmente
su boca estableció contacto con la piel del cuello, provocándole escalofríos de
placer. Unas manos grandes y masculinas se posaron sobre las de ella,
pegadas a las al borde de la mesada de la cocina). También el deseo y la
pasión los vuelven de una hermosa tonalidad color avellana... Victoria
(susurró cuando ella sintió la extensión de su cuerpo ponerse rígida). Di
no y me detendré ahora mismo…..
Capítulo 26
V: Entonces, (sonrió). Sí. Sí. Sí. Sí.
La hizo girar y la aprisionó entre la dureza sólida y segura de la
mesada y la peligrosa dureza de su masculinidad.
M: Victoria eres una mujer… espléndida, ¿lo sabías?
Marcos subió las manos hasta sus hombros, luego al cuello y las dejó
quietas en su nuca, al tiempo que con los pulgares le acariciaba las
orejas. Luego bajó lentamente la cabeza y le rozó los labios una, dos y
tres veces. Cuando posó ambas manos sobres sus glúteos y la pegó a
él. Victoria sintió como si su corazón estuviera en una nube, y por lo
que su cuerpo automáticamente rodeó a Marcos con sus largas y esbeltas
piernas. Lo que deseaba era aprovechar la oportunidad de volver a hacer
el amor con Marcos, sin importar la seguridad de formar una familia. Levantó
los dedos y comenzó a seguir el fascinante contorno de su cara.
V: Dime (pidió ella con voz ronca por la pasión), ¿vamos a
experimentar la misma sensación de la última vez o has cambiado de parecer?
M: Oh, cariño (dijo con expresión tan reverente que Victoria se sintió
como si fuera la mujer más hermosa del mundo). He cambiado de parecer en
tantas cosas...
Con las manos ansiosas ambos se quitaron la ropa, al tiempo que
realizaban apreciaciones de sus respectivos cuerpos y se daban besos
apasionados y codiciosos. Pero cayeron sobre la cama de Victoria como una
sola persona, y la urgencia de su deseo dio paso al placer sensual de la
exploración lánguida y pausada.
Para Victoria fue la experiencia más excitante y espiritual de su
vida, y poder acariciar el cuerpo desnudo y musculoso de Marcos de pronto se
convirtió en el placer más erótico que podía imaginar. Sentir los besos
que Marcos le daba a través de todo su preciosa anatomía creó sensaciones
emocional y físicamente tan estimulantes que flotó entre las lágrimas de gozo y
la realización de su llegada al clímax. ¿Cómo podía un hombre capaz de
semejante ternura no creer en el amor?
M: Tu piel era como satén líquido (jadeó él mientras con los labios
abría un sendero por sus muslos y su ingle hasta llegar al estómago).
Quiero tocar... y probar cada milímetro tuyo... (Detuvo el tormento de
sus besos ardientes y húmedos para alzar la cabeza y mirarla a través de ojos
nublados por el deseo). Dime qué quieres... qué te
gusta.
V: Hasta ahora pareces leer cada uno de mis pensamientos y deseos
antes de incluso de que los tenga.
M: Dímelo de todos modos (la instó a hablar a ser explícita de sus
deseos). Quiero saber qué te gusta que te haga (sin quitarle la vista de
la cara pasó la lengua por su ombligo mientras con los dedos jugueteaba con sus
pezones).
V: Todo... Quiero que me hagas todo (musitó, retorciéndose por el
calor que surgía en su interior al tiempo que contenía las palabras de amor que
no se atrevía a pronunciar).
Jamás habría un hombre que pudiera satisfacerla como Marcos, y ese
conocimiento resultaba esperanzador. Marcos con su boca y manos la
elevaban más y más hacia lo que imaginaba el cielo, y le era muy difícil
mantener la declaración de amor en su cabeza.
De repente todos sus pensamientos frágiles quedaron a flor de piel y
su cuerpo se dobló en éxtasis cuando sus dedos atravesaron los rizos íntimos y
el pulgar comenzó una caricia interior. Durante un indeterminado tiempo
delicioso la felicidad era el motor que la que la empujaba fue todo lo que anheló
en su vida... pero al instante dejó de serlo.
V: ¡Marcos! (exclamó). ¡Detente! ¡Detente ahora!
La urgencia que notó en su voz le detuvo el corazón y la mano incluso
antes de que ella le aferrara la muñeca. Sintió un nudo de pánico en la
garganta y una contracción de miedo y remordimiento en las entrañas.
M: Cariño, ¿qué pasa? ¿Te he hecho daño...?
Ella sacudió la cabeza con energía y lo subió hasta poder tomar
posesión de su boca. El fervor de sus besos breves y hambrientos eliminó
cualquier ansiedad que pudiera haber creado la idea de que le había hecho daño;
también lo enloqueció.
M: Ah, Victoria... Cielos, cariño, no me asustes de esa
manera. Pensé que te había hecho daño o algo que no te gustaba.
V: Marcos... Amo todo lo que me haces. Pero en esta
ocasión quiero que llegues conmigo. En mí. Ahora.
La emotividad de sus palabras y la sensación de su mano cerrándose en
torno a él lo empujaron al borde del abismo; de hecho, su último pensamiento
semiconsciente, mientras Victoria le colocaba con destreza un preservativo, fue
cómo demonios podía ella mantener el sentido común en un momento como
ese. Lo único que su mente o su cuerpo podían procesar era la devastadora
necesidad de poseerla.
La cabeza mojada de ella descansaba en el hueco del cuello también sudoroso de
él; tenían las piernas entrelazadas y en la habitación débilmente iluminada
ambos respiraban de forma entrecortada.
V: Marcos...
M: Hmm
V: Es probable que esto te suene trivial e ingenuo especialmente
porque la vez anterior que hicimos el amor no te lo mencioné, pero quiero que
sepas... (Nerviosa, pasó sus dedos por el húmedo pecho de Marcos).
Que quiero que sepas que hacer el amor contigo es mejor que lo que nunca ha
sido es mejor que como lo que imaginaba.
Sintió que se ponía rígida ante el sonido de su risa; antes de que el
pudor o la indignación la hicieran saltar de la cama, la abrazó con más fuerza.
M: No me río de ti, cariño. Tienes razón; fue muy bueno, estuvo
de diez.
V: Vaya (dijo ella). Imagino que tendré que inclinarme ante tu
conocimiento y experiencia superiores sobre lo que está bien en el dormitorio,
pero, cielos, si esto es sólo bueno... ¡necesito salir más!
M: ¡Claro que no! (la inmovilizó debajo de él). Creo que debo
advertirte de que espero que la madre de mi hijo siga ciertas normas.
V: ¿Oh? (la diversión en sus ojos se desvaneció). Bueno, aún
falta saber si es que estoy embarazada.
M: De todos modos, ni se te ocurra creer que podrás irte de esta cama
pronto, y menos aún “salir más”. Reconozco que al decir que había sido
bueno quizá subestimé las cosas un poco... (Sonrió). Pero como
tengo el resto de la noche libre, si estás interesada tal vez podríamos repetir
el ejercicio y así podré actualizar mi anterior evaluación.
V: ¿El resto de la noche? ¿No vas a ir a casa?
M: No pensaba... (Frunció el ceño). ¿Por qué? ¿Quieres que me
vaya?
V: No, claro que no (se apresuró a decir). Lo que pasa es que
siempre has dejado claro que tu regla era no pasar la noche jamás con una
amante, aunque la estuvieras viendo a menudo.
M: Te lo dije antes, Victoria; estoy cambiando de parecer en muchas
cosas...
Capítulo 27
Victoria se dijo a si misma que no debía animarse demasiado por sus
palabras, pero le costó seguir ese consejo en vista de su actitud tierna y
atenta de aquella noche. Y fue aún más difícil los días y las noches que
siguieron... Cada mañana Marcos se levantaba y le llevaba a la cama un
vaso con zumo y una taza de café descafeinado, y el hecho de que en cuanto lo
complacía bebiéndose ambos líquidos, él a su vez la complacía ayudándola a
ducharse, hizo que Victoria llegara a la conclusión de que dejar la cafeína era
más estimulante que consumirla.
Si en la Empresa Pintos Corporation había notado la costumbre que
había adquirido Marcos de aparecer varias veces por la oficina de Victoria,
nadie lo comentó. Daniel dio por hecho que habían aceptado su sugerencia
de que Marcos debía quedarse en casa de Victoria como precaución ante la
inminente llegada de los Prol.
Victoria sabía que su vida era tan perfecta como jamás podría llegar a
serlo. Siempre había sabido que Marcos no estaba a favor de un compromiso
a largo plazo, y en esos días había descubierto que ella nunca se podría casar
con otro hombre que no sea Marcos. Aunque no deseaba atrapar a Marcos en
el matrimonio ni robarle su libertad, pero la idea de tener a su hijo la
llenaba de un gozo sin igual.
Faltaban tres días para su período. Siempre había sido tan
puntual que casi podía predecir la hora a la que llegaría... pero, ¿y si
no lo hacía...? Si se ajustaba a las fechas, debería haber estado relativamente
a salvo la noche en que un solitario preservativo se había salido. Y la
vez que lo hicieron sin protección ella no estaba en su periodo fértil, aunque
todo era posible y eso la llenaba de esperanza.
D: ¿En qué piensas, Victoria?
V: ¡Oh! Daniel... hola (movió las carpetas que tenía sobre la
mesa con el propósito de parecer algo eficiente). ¿En qué puedo ayudarte?
D: He venido para hacerte saber que Brian Carrillo ha regresado.
V: Oh, cierto... (Apenas exhibió un ligero interés). Estaba de
luna de miel.
D: Bueno, eso también, pero... digamos que ha realizado una
investigación secreta para mí en Illusion Island (“¿Daniel sabía que
Brian había estado allí?”, pensó Victoria). Como es nuestro arquitecto jefe,
quería que echara un vistazo en el sitio en cuestión, para que pudiéramos
adelantar los cambios que vamos a llevar a cabo. Y ya que iba a faltar al
trabajo por su luna de miel, decidí matar dos pájaros de un tiro; para él fue
estupendo, porque la luna de miel le salió gratis.
V: Y, eh... ¿Marcos sabía que Brian iba a estar en el hotel?
D: No. Sin embargo, le advertí a Carrillo de que no se mostrara
sorprendido si veía a Marcos, aunque sí que lo evitara a toda costa...
“Fantástico, ellos que estuvieron tratando de esquivar a Carrillo. ¡Y
quien los había estado esquivando era él!”, pensó Victoria.
D: No podía correr el riesgo de que el viejo Prol se enterara de que
Carrillo era un empleado de Pintos y, así, adivinar lo interesado que estaba en
el negocio (continuó Daniel, riendo). Ha sido un inteligente caso de
espionaje industrial. Bueno, en cualquier caso, quiero que en los
próximos días vayas a cotejar información con Carrillo. Como Jefa del
Departamento de Promociones, y al conocer la isla en persona, deseo que me
digas lo que debemos ofrecerle a nuestros huéspedes para mantenernos por
delante de la competencia.
V: Desde luego. Daniel, tengo curiosidad... Tú siempre has
estado en contra de las relaciones en la oficina. ¿Cómo es que no has trasladado
a Karen Soto ahora que Brian y ella se han casado?
D: Porque me da la impresión de que son el tipo de personas que no
permiten que su relación personal impida su trabajo. Los dos son lo
bastante ambiciosos como para no perder el tiempo besándose en los pasillos o
hacer el amor en su despacho durante la hora para almorzar (repuso con
franqueza). Siempre me he enorgullecido de ser un hombre justo, Victoria,
si la gente tiene la ambición para mantener separadas sus vidas profesional y
privada durante las horas de trabajo, entonces a mí no me molesta que tenga una
relación personal en su tiempo libre. La eficiencia se resiente cuando
las emociones personales invaden la oficina y las prioridades de trabajo se
alteran.
Marcos rió cuando Victoria se lo contó mientras comían juntos en la oficina de
ella.
V: ¿Por qué no le mencionaste a Daniel que vimos a Brian en un hotel
rival? (preguntó Victoria mientras bebía el batido de chocolate que le había
llevado Marcos, aduciendo que debía tomar más leche).
M: Pensaba encarar personalmente a Carrillo. Bueno, ¿dijo Daniel
si había tenido noticias de Prol?
V: No, gracias al cielo (suspiró). ¿Sabes? Una cosa era llevar
la farsa de nuestro matrimonio en un momento de crisis en la relativa seguridad
de Illusion Island, pero me siento rara manteniéndola en el mundo real.
M: Te sentías cómoda cuando sólo se trataba de ti y de mí, pero todo
parece fuera de control cuando se involucran otras personas... incluso
Daniel.
V: En especial Daniel (aseguró ella). Sé que la confesión sería
buena para mi alma, pero también sé que revelarlo ahora no sólo estropearía la
compra de la isla, sino que tiraría abajo el nombre de Pintos
Corporation. De cualquiera de las dos maneras, le haríamos daño a Daniel.
M: Lo superaremos, Victoria (prometió). Marcos pasó sus dedos
por el pelo rubio platino de Victoria y añadió). Puede que no represente
un gran consuelo para ti, pero estar casados ahora me parece menos falso que en
la isla.
La acercó todo lo que pudo, en posición vertical y plenamente
vestidos, la besó en un intento por asimilar toda la magia que ella podía
transmitirle. Loco por tocar su piel, metió su mano por debajo de la
parte de atrás de su blusa, la gratificación instantánea que recibió de su
ardiente suave piel fue breve, porque con la lengua ansiosa y dientes
juguetones ella respondió a su desesperación con una pasión que hizo más
intensa esa gratificación. Necesitó hasta el último vestigio de auto
disciplina para separarse de ella.
M: Cariño... (Ambos tenían la respiración entrecortada), si no me voy
de aquí ahora, seguro que quebrantaré la política de la empresa y te tomaré en
el escritorio.
V: Si no te vas de aquí ahora, lo más probable es que te tome antes de
llegar a la mesa.
M: Me voy, me voy (gimió). Aunque sólo Dios sabe cómo conseguiré
concentrar en algo el resto de la tarde...
Dos días después…
Capítulo 28
Dos días después…
M: Daniel acaba de hablar con Frank (le dijo Marcos por teléfono dos
días después). Al parecer Elizabeth insiste en cenar con nosotros.
V: Quieres decir contigo (corrigió Victoria). A mí me odia y no
creo que quiera verme ni en pinturita.
M: Si quieres, te libro de la situación diciendo que te sientes
indispuesta (sonrió y ella experimentó temblores del otro lado de la
línea). A propósito, ¿sabías que los mareos puedes sentirlos en cualquier
momento del día y no sólo por la mañana?
Victoria contuvo las lágrimas. La noche anterior Marcos se había
enfrascado en la lectura de una revista femenina que había comprado y que
dedicaba un artículo especial al embarazo. Su profundo interés y su
constante recitación de diversos hechos, estadísticas y técnicas de
alumbramiento estuvieron a punto de desgarrarle el corazón. Al día
siguiente debía llegarle el período, y todas las señales indicaban que no se
retrasaría. Tenía los pechos más plenos y sensibles, le dolía la cabeza y
se sentía completamente desgraciada.
M: ¿Victoria? ¿Me has oído...?
V: Marcos, ¿quieres olvidarte de ello por un rato? (subió el tono de
voz). No estoy embarazada, ¿de acuerdo? (se mordió el labio).
M: ¿Has tenido el período?
V: Eh... no, todavía no. Pero créeme, lo tendré
mañana. Sé reconocer todos los síntomas preliminares (forzó una sonrisa
por miedo a que él notara su decepción de no estar embarazada). Uno de
ellos es mi estado de ánimo irritable. Lo siento, Marcos, no pretendía
saltar...
M: ¿Mañana? Pero me dijiste que tenía que llegarte hoy.
V: Quería decir que sería mañana por la mañana, pero si no eres capaz
de esperar tanto, pondré el despertador para que suene cada hora de esta noche,
y así no te verás obligado a soportar el suspenso más tiempo del
necesario. Volviendo a los Prol (continuó, desesperada por finalizar la
llamada), no voy a dejarte en la estacada, así que arregla lo que sea mejor
para Daniel y para ti. ¿De acuerdo?
M: Victoria, yo...
V: Debo colgar. Le dije a Daniel que le echaría un vistazo a
unos planos que había trazado Brian. Nos vemos luego (repuso con una
alegría que no sentía y colgó para largarse de su oficina).
Victoria estuvo quince minutos en el cuarto de baño de los ejecutivos
tratando de serenarse y arreglarse el maquillaje. Sabía que actuaba como
una idiota. En todo momento había sabido que no estaba embarazada.
Pero, de algún modo, el falso matrimonio, el conmovedor interés que había
mostrado Marcos en el embarazo, junto con el absoluto júbilo de despertar cada
día junto al hombre que amaba, porque de algo estaba segura de que lo amaba,
había hecho que sus sueños se mezclaran con la realidad.
Se detuvo en seco. Santo cielo, ¿qué le pasaba? Muy bien, no estaba
embarazada, y Marcos no tenía necesidad de casarse con ella, pero eso no
significaba que su relación debía acabar. No significaba que lo amara
menos ni que no pudieran seguir siendo pareja. Por supuesto, sus días
juntos estaban contados, pero Marcos representaba para ella más que nada en el
mundo. “¡Maldita sea!”, pensó, y continuó avanzando por el pasillo, “no
iba adelantarse a los hechos”. Había aprendido a disfrutar del momento y
no pensaba estropear todo el tiempo que a ambos les quedara juntos,
lamentándose de antemano el fin de su relación. Cuando eso sucediera,
estaría preparada, pero no pensaba abandonar la felicidad hasta que Marcos le
dijera que la relación había terminado.
Desde luego, dada la expresión que mostraba él en el rostro al avanzar
hacia ella por el pasillo, quizá significara que su actitud positiva iba a ser
muy fugaz.
M: ¿Dónde has estado? ¡Te he buscado por todo el edificio!
V: ¿Por qué?
M: Porque dijiste que tenías que ir a ver a Carrillo. Eso fue
hace veinte minutos.
V: Lo siento (¿era intuición o deseo... pero, no percibía algo
de celos en su voz?). Ir al cuarto de baño fue un acto impulsivo.
Intentaré mantenerte informado de mis actos y... (Sonrió) no hacer pis tanto
tiempo en el futuro.
M: ¡Qué graciosa! Me tenías preocupado (se maldijo en silencio por
haberlo reconocido. De hecho, se sintió aliviado cuando Carrillo le dijo
que no la había visto; sólo empezó a preocuparse cuando nadie más en el
edificio la había visto).
V: ¿Te preocupaba que viera a Brian? (preguntó divertida, aunque el
contacto de sus dedos en la mejilla de él fue un acto conciliador). Oh,
Marcos... ¿de verdad crees que después de lo que hemos compartido puedo
seguir interesada en él?
M: ¡Más te vale! (gruñó, y la abrazó cuando ella tuvo la audacia de
reír). ¿Qué es tan gracioso?
V: ¿Qué quieres decir además de la idea de que estés celoso de Brian?
M: Jamás dije que estuviera celoso de él (señaló; era la única
respuesta que le permitía no mentir ni reconocer que por primera vez en su vida
se sentía amenazado por otro hombre). De hecho, te buscaba porque se me
ha ocurrido una idea para evitar a los Prol...
V: Marcos (tiró de su corbata). Cuéntame tu maravillosa idea.
(le dice en forma sensual y coqueta)
M: Primero bésame.
V: ¿Pago por adelantado? (sonrió). Creo que no, señor Guerrero;
primero la información.
M: Es sencilla, pero ingeniosa. Lo cual me lleva a pensar que
debería subir el precio a dos besos...
V: ¡Marcos!
M: De acuerdo... Nos vamos de vacaciones ahora (el asombro de
ella hizo que resultara fácil pegarla a la pared).
V: ¿Marcos Guerrero, que nunca se ha tomado más de medio día
libre... bueno, Dios sabe en cuántos años, está sugiriendo que dejemos
todo en un momento crucial y nos vayamos de vacaciones... (chasqueando los
dedos)...así? Marcos, sé sincero conmigo... ¿has pasado la tarde
tomando?
M: ¿Por qué, si es tu aroma, tu piel y su cuerpo hermoso los que me
embriagan hasta perder todos los sentidos? (le besó el cuello y el lóbulo de su
oreja).
V: No me lo puedo creer (musitó ella).
M: Es verdad hueles de maravilla (bromeó, pero en vez de sonreír,
Victoria lo miraba como hipnotizada ).
V: Marcos no nos desviemos de tu maravillosa idea (le dio un golpecito
en el pecho).
M: Claro. Los dos nos merecemos vacaciones. Y como ya le
dijimos a Frank que llevábamos separados semanas antes de que fueras a la isla,
parecerá una explicación legítima y bien justificada para cubrir nuestra
ausencia.
V: ¿Estás seguro de que no eres víctima de algo que podría clasificarse
como un Expediente X? (lo miró con suspicacia).
M: Sólo soy víctima de ti (le enmarcó el rostro entre las manos y le
besó). Y ahora deja de hacerte la graciosa y reconoce que es un gran
plan.
V: ¿Qué ha dicho Daniel al respecto?
M: Se lo contaré cuando vuelva a la oficina (se encogió de hombros y
le besó una comisura de los labios, luego se centró en la otra). Pensé
que podríamos ir a la casa de la bahía, donde sólo tendremos que ir de la playa
al dormitorio.
V: ¿Eso significa que ya no piensas alimentarme?
M: Pediremos pizzas (murmuró, centrando la atención en su cuello y el
lóbulo de la oreja. El cuerpo de Victoria se retorció en señal de
aprobación, lo cual era todo lo que él necesitaba para avanzar capturando
nuevamente su boca manteniendo la pasión del beso. La respuesta de ella
fue rápida y potente, y Marcos maldijo que el calor de sus manos en su cintura
se viera mitigado por la camisa).
V: Hmm... eh... no creo que Daniel lo apruebe (dijo en
cuanto él volvió a mordisquearle el cuello).
M: Sí lo hará. Sabe que cuanto menos contacto tengamos con los
Prol, mejor...(calló cuando le alzó la cabeza para que lo mirara).
V: No me refiero a eso, sino a perder tiempo de la empresa y a
besarnos en los pasillos.
M: Oh, cierto. Y también le molesta que se haga el amor en las
oficinas, ¿no? (ella asintió). ¿Cómo crees que reaccionará si hacemos el
amor en el almacén donde se guardan los artículos de oficina? (preguntó con
cómica especulación).
V: Del mismo modo que si le decimos que lo dejaremos solo para enfrentarse
a los Prol (al leer la protesta en el rostro de Marcos, añadió). De todos
modos, Marcos, no puedo irme de vacaciones ahora mismo. Tengo trabajo que
recuperar hasta la próxima década.
No era del todo mentira. Pero el verdadero motivo por el que no
quería usar sus vacaciones era porque las reservaba para el día lluvioso en que
él le dijera que su relación se había terminado. Hizo a un lado ese
pensamiento y se obligó a sonreír.
V: Marcos, deja de preocuparte, confía en mí, sobreviviremos a la
reunión con los Prol.
Capítulo 29
Esa misma noche en la casa de Victoria minutos antes de la reunión con los
Prol…
Victoria se estaba preparándose para la velada con los Prol.
Ella había elegido un vestido largo color azul añil que le hacía justicia a su
belleza y blanca piel. Por su parte, Marcos había elegido un tradicional
esmoquin negro el cual mantenía su sexy apariencia intacta. Marcos, que
estaba ya preparado en la sala, se queda totalmente hipnotizado cuando Victoria
sale de su cuarto totalmente producida.
Marcos agarra la mano de Victoria y la hace girar diciéndole.
M: Victoria que hermosa, ese vestidito te queda espectacular.
V: Gracias, pero usted señor Guerrero no se queda atrás. Estás
muy elegante. Como que habrá que controlar toda la noche a Silicona Prol.
M: No me preocupo en lo más mínimo, porque con tu sola presencia es
suficiente. Aunque te vestiste para ganar una batalla.
V: Una batalla, no, más bien una guerra (en referencia a Elizabeth).
M: Tranquila no tienes por qué preocuparte, recuerda que Frank y
Daniel estarán presente en la cena y no creo que ella se mande con alguna
maroma. Además me encanta que te pongas así.
V: Así cómo.
M: Celosita, me fascina.
V: Nada que ver, solamente no quiero que ella arruine todo lo que
hemos logramos para que las negociaciones se finalizaran con total éxito.
M: Igual no te preocupes, nuestra “actuación” (con los deditos
haciendo el gesto de las comillas) será magistral.
V: Vamos
M: si vamos.
La cena había transcurrido sin mayores inconvenientes, hasta que
Elizabeth haciendo uso del sarcasmo le pregunta a Victoria y a Marcos, cuanto
tiempo de embarazada tenía, porque no se le notaba la pancita. Marcos le
contestó que no todas los embarazos son iguales y que unos después de los
cuatro meses es que la panza se comienza a notar como es el caso de
Victoria. Marcos y Victoria, además de ignorar a Elizabeth, se
mantuvieron participando parcialmente de la conversación entre Frank y Daniel
porque sus mentes divagaban en sus propios pensamientos o a decir la verdad en
sus verdaderos sentimientos.
Durante toda la noche Marcos sólo pensó en una cosa. “No quiero
que esta noche sea el final de todo”. Sólo porque llevaba reloj supo que
la cena con los Prol y el trayecto de trasladarlos al aeropuerto para que ellos
puedan tomar el vuelo privado que los llevaría a casa habían durado alrededor
de seis horas; aparte de eso, no habría sido capaz de contar qué había sucedido
durante la velada. Sólo fue consciente de Victoria, del tono melodioso de
su voz y de su risa. La arrebatadora belleza de su cara lo había
mantenido hechizado.
Pero en ese momento, Marcos temía apartar la vista del camino para mirarla, por
miedo a que hablara. El absoluto silencio que había mantenido desde que
se despidieron de los Prol le provocaba una ansiedad sobre la reacción de
Victoria con relación a la farsa del matrimonio. Porque ya Marcos no
sentía que estaban actuando.
Al girar el coche para entrar en la calle de la casa de Victoria
volvió a verse abrumado por una inquietud emocional que no entendía.
Necesitaba tiempo para pensar sin distracciones... un tiempo a
solas. Pero por primera vez en su vida la idea de quedarse solo lo tenía
casi paralizado de terror.
Por un lado parecía ridículo que Victoria pusiera fin a su relación por no
estar embarazada, cuando en todo momento se había negado a aceptar la
posibilidad de estarlo. Por supuesto, había dejado que su relación
evolucionara porque lo deseaba, y no porque creyera que era inevitable que
tuvieran que casarse. Pero, ¿y si decidía que todo se había acabado al
desaparecer la preocupación de los Prol y de ser padres?
Antes de que rechazara la idea de las vacaciones, Marcos había estado
convencido de que en cuanto se alejaran de la sombra de Pintos y del trato con
los Prol, ella comprendería que lo que compartían iba más allá de los negocios
y de un sexo estupendo. Que era... bueno, especial de alguna
manera. ¿Qué posibilidades tenían que explicarle sus sentimientos cuando
ni siquiera él mismo era capaz de entenderlos?
Seguía confuso cuando introdujo el coche en la entrada de la casa de
Victoria.
V: Marcos, sé que Daniel espera que vuelvas a tu departamento, así que
no hace falta que me acompañes dentro (Victoria se había quitado el cinturón de
seguridad antes de que el vehículo parara de golpe por la fuerza con la que él
piso el freno. Cuando Marcos logró salir del coche ella ya cruzaba el
césped hacia la puerta, donde se detuvo para rebuscar en el bolso).
¡Menos mal! (sonrió, agitando las llaves). Por un segundo pensé que
tendría que entrar por la ventana y darle explicaciones a la policía.
M: ¿Por qué? (preguntó él con voz tensa). ¿Es que cambiaste la
cerradura cuando fui a buscar el esmoquin?
V: Imagino que hace falta algo más de una semana para acostumbrarse a
compartir; olvidé que te había dado un juego a ti.
M: ¿Es un modo indirecto de pedirme que te las devuelva? (se obligó a
preguntar, a pesar de temer la respuesta).
V: ¡No! ¡Claro que no! (Marcos se sintió aliviado al observar su
expresión angustiada).
M: De acuerdo. Entonces, ¿por qué te muestras tan ansiosa por
deshacerte de mí? (inquirió, alzándole la barbilla. Y en cuanto lo hizo
se arrepintió). Olvida que lo he preguntado (murmuró con la boca pegada a
su frente). Después de mi exhibición adolescente de conducta hormonal en
el pasillo hoy, tienes derecho a pensar que seré lo bastante insensible como
para saltar sobre ti lo desees o no.
V: No es eso (se apresuró a contestar ella). Es que como Daniel
se queda en tu casa, se preguntará por qué tardas tanto. Y... y,
bueno... preferiría...
M: ¿No anunciar el hecho de que somos amantes? (preguntó él.
Victoria bajó la vista. Marcos supo que si decía algo sin duda lo
lamentaría, así que en silencio le quitó las llaves de los dedos y abrió la
puerta por ella, encendió la luz y entró para desactivar la alarma.
Respiró hondo antes de atraparla en sus brazos para darle un beso intenso, pero
muy breve). Buenas noches, cariño. Cierra bien la puerta (ella
asintió). Y escucha, no te molestes en poner el despertador. Te
despertaré con el desayuno en la cama.
V: ¡No! Será mejor que mañana lleguemos por separado a la oficina
(otra sonrisa forzada iluminó su rostro). Es por Daniel.
Marcos no se molestó en recordarle que por lo general Daniel entraba
en su oficina apenas amanecer, por lo que no se daría cuenta si llegaban juntos
o no.
Menos mal que Marcos conocía de memoria el camino hasta su casa, porque toda su
atención la consumió en su preocupación por Victoria. A la mañana
siguiente la preocupación se convirtió en miedo al enterarse de que Victoria
había llamado a su secretaria para que cambiara todas sus citas por hallarse
indispuesta.
Cuando no respondió a su llamada ni saltó el contestador automático,
se metió en el coche hecho un manojo de nervios. Logró realizar el
trayecto de cuarenta minutos en treinta y dos. Su temor no se evaporó al
descubrir que la casa estaba vacía.
Capítulo 30
A: ¿Qué has dicho? (los ojos de Ángela estaban tan abiertos como su boca
mientras miraba a Victoria).
V: Dormí con Marcos (repitió).
A: ¡Santo cielo! Dios mío, Victoria... ¿cuándo?
V: Varias veces
A: ¡Santo cielo! Y... hmmm... (sacudió la cabeza).
¿Exactamente cuántas veces es «varias veces»?
V: Muchas (se encogió de hombros). Tenemos... una
relación.
A: ¡Qué tenéis una relación! (la sorpresa de Ángela se reflejó en las
caras de los clientes de la cafetería del hotel donde se hospedaba. Bajó
la voz). No puedo creerlo, Victoria... quiero decir, ¡santo cielo!
Una relación... y con Marcos, de todos los hombres...
V: Créelo. Llevamos viviendo juntos...
A: Viviendo... San...
V: La situación se me fue de las manos, más bien te diría que ha
empeorado… (Cortó antes de que Ángela agotara la paciencia del Vaticano).
Me he enamorado de él.
A: Bueno, eso ya lo había adivinado (agitó una mano). Jamás te
has acostado con un hombre del que no estuvieras enamorada.
V: Sí, y jamás me había acostado con un hombre y rezando para quedar
embarazada.
A: ¿Vas a tener el hijo de Marcos?
V: Lo único... (Deseó que la pregunta no doliera tanto). Lo
único que quiero más que eso es a él. Pero... pero sé que me
quedaré sin ninguno de los dos (y por enésima vez aquella mañana volvió a
romper en llanto).
Después de consumir tres horas del tiempo manteniendo alejada a Ángela
de sus deberes para contarle toda la historia, Victoria supo que era hora de
recuperarse. Y como siempre que se sentía desgraciada o un romance
empezaba a desmoronarse, decidió ir de compras.
Como comprar el sofá no había solucionado de inmediato el dolor de
perder a Brian, cuando sólo imaginaba estar enamorada de él, más muebles no la
ayudarían en el caso de Marcos. Quería algo más personal, como un collar
o un anillo, tal vez... ¡no, un anillo no! No necesitaba
recordatorios de lo asombrosamente romántico que podía ser; le hacía falta algo
que la convenciera de lo bien que estaba sin él.
¡La cocina! Marcos siempre insultaba sus habilidades culinarias y su
deseo de cocinar... Compraría algunos libros de recetas y todo el equipo
que fuera necesario para convertirla en un genio de la cocina. ¡Luego
haría que él se comiera sus palabras!
Cuatro horas y miles de dólares más tarde, Victoria se sentía
desgraciada hasta el punto del dolor físico. Lo único que había
conseguido era demostrar que cuando amabas a alguien con el corazón y el alma,
y ese amor no era recíproco, no importaba lo que compraras, pelaras, cortaras o
picaras, nada podía bloquear la angustia.
Con un poco de suerte, la tercera taza de té de camomila la ayudaría a
pasar la noche sin que se desmoronara delante de Marcos. Aunque tras un
día de llorar de forma casi ininterrumpida, supuso que podía imaginar que ya
había dejado atrás la fase de las lágrimas. Quizá en un día o dos, cuando
le entregaran el juego de comedor que había adquirido, estaría de mejor ánimo para
apreciar las cosas y pudiera dar una fiesta para marcar el inicio de un futuro
sin hijos, soltera y sin amor.
El sonido del coche de Marcos le aceleró el corazón, a pesar de que
llevaba mirando el reloj desde que recibió la llamada de advertencia de Ángela.
Ahí estaba. El comienzo del inevitable final.
“Oh, Dios, haz que el final tarde mucho, mucho tiempo en llegar”,
rezó, acurrucada en el sofá contando los latidos que dio su corazón hasta que
él entró en el salón.
M: ¿Por qué no me llamaste para decírmelo? (preguntó Marcos).
Ni un “Hola” o “¿Cómo te encuentras?”, sólo una exigencia
irritada. Victoria maldijo la inútil esperanza que se obstinaba en no
abandonarla.
V: No vi motivo alguno para preocuparte hasta saber con certeza que había una
razón.
M: ¿De verdad? ¿No se te ocurrió pensar que podía estar más preocupado
al ver que no ibas a trabajar ni respondías a mis llamadas? ¿O cuando vine esta
mañana y vi que no estabas? Demonios, Victoria, si no hubiera localizado a
Ángela en una cena de negocios mi siguiente paso iba a ser ir a la policía
(ella siguió dándole la espalda, inmóvil. Marcos jamás se había sentido
tan frustrado). ¡Maldita sea! ¡Date la vuelta y mírame, Victoria! (cuando
se volvió y él vio su expresión de absoluta desesperación, se le rompió el
corazón. Tenía los ojos colorados y la cara tensa. Nunca había
visto esa hermosa cara tan desdichada). Oh, Victoria...
En cuanto se acercó a ella, se levantó de un salto del sofá y se alejó.
V: A pesar del riesgo de ofenderte, la mala noticia es que anoche no
me vino el período. Todavía no ha venido. Y, según esa revista que
compraste, los pechos sensibles y las otras incomodidades de la menstruación
también pueden ser provocados por el embarazo.
M: Así que estás embarazada.
V: No... No estoy segura. Pero fuiste tú quien dijo que
debíamos estar preparados para lo peor.
M: Bueno, pues creo que ya es hora de usar el test de embarazo que
compré y averiguarlo con...
V: ¿Compraste un test de embarazo?
M: Está en el armario bajo el tocador. Si te encuentras
preparada... Iré a buscarlo.
V: Se supone que hay que realizarlo con una muestra de orina apenas
levantarte.
M: Entonces imagino que tendremos que esperar hasta...
V: No (corrigió, luego respiró hondo). Yo también compré uno, y
ya he hecho la prueba.
M: Pero acabas de mencionar que no sabías... (frunció el ceño).
Oh, ¿quieres decir que aún esperas el resultado?
V: Sí (suspiró). Tenía demasiado miedo para mirar.
Intentaba engañarme con la teoría de la ignorancia (añadió con amargura).
M: Muy bien... (ambos sabían que uno de ellos tendría que tener el
suficiente coraje para enfrentarse a lo inevitable). ¿Dónde está? Yo
miraré.
V: No. Yo también iré.
Unos segundos después Marcos observaba el pequeño tubo que había en la
cómoda de Victoria. Distaba mucho de ser azul. Las instrucciones en
el test que él había comprado ponían que azul era positivo; si no se
modificaba, negativo.
Victoria lanzó un grito y se soltó de la mano de él. La desesperación que
Marcos vio en su cara fue como una daga clavada en su corazón.
M: Victoria, está bien (se apresuró a decir). El color es
claro. ¿Lo ves? (alzó la evidencia). No estás embarazada.
Para ello, se tendría que haber puesto azul.
V: ¡Lo sé! (espeto ella).
M: ¿Lo... sabes? Pero... pero estás llorando... no
lo entiendo.
V: ¡Claro que no! Tú nunca quisiste tener hijos; sin embargo, yo
quiero ser madre desde que tengo memoria (sollozó). Quería tanto tener
este bebé.
M: Oh, cariño, tranquila... Eso no significa que no podrás tener
hijos en el futuro. Demonios, sólo tienes veinti...
V: ¡Pero no quiero otros bebés! ¡Quería a éste! ¡Tú bebé...
nuestro...! Oh, Dios... lo quería tanto... (las palabras podrían
haber salido apagadas por el llanto y los hipos, pero Marcos las oyó con más
claridad que nada de lo que había oído jamás. Y al instante la esperanza
creció en su corazón hasta hacerle creer que el pecho le iba a estallar).
¡Yo quería tu bebé!
M: ¿Por qué? (apenas era capaz de hablar por el nudo que le atenazaba
la garganta, pero necesitaba su respuesta). Dime por qué, Victoria (le
insistió).
V: Porque... ¡estoy enamorada de ti, maldita sea! Sé que
no lo creerás, que piensas que eso no existe, pero sí existe, Marcos (le
insistió con convicción). Cuando sucede, lo sabes. No puedo explicarlo,
pero...
M: Entonces deja que yo lo intente (interrumpió con suavidad).
El amor existe cuando sólo oír el nombre de una persona hace que te vuelvas,
con la esperanza de que esté ahí. Es cuando con sólo mirarla se te
aceleran los latidos del corazón, aunque el sonido de su voz es la sinfonía
clásica más maravillosa que jamás oirás; es tener a una persona en tu cabeza
casi cada minuto que estás lejos de ella. Amar a alguien significa que su
contacto es lo más excitante y tranquilizador que alguna vez experimentarás.
Es tener el mejor sexo de tu vida, al tiempo que descubres que tu corazón es la
zona más erógena de todo tu cuerpo. No es el deseo seguro y absoluto de
compartir la última proximidad física, sino una montaña rusa de emociones que
surge al sentir el dolor y el júbilo de esa persona con tanta intensidad como
si fueran propios. Pero lo que hace que sea amor de verdad... de
verdad, Victoria, es algo tan precioso que resulta imposible de explicar.
No se puede “encontrar”, sin importar lo desesperadamente que lo busques.
Pero tampoco se lo puede ignorar indefinidamente cuando lo tienes ante tu
propia cara, sin importar la estupidez o terquedad con que desees negar su
existencia. He creído en el amor desde que todo lo que pensaba que quería
terminaba siendo lo opuesto a lo que necesitaba para ser feliz, y descubrí un
gozo tan intenso que no estoy dispuesto a volver a negármelo negando el
amor. Seré el primero en reconocer que he sido asombrosamente estúpido y
terco, Victoria... pero te juro por Dios que te amo más que lo que puedas
imaginar. Y jamás dejaré de amarte.
Los ojos bañados en lágrimas de Victoria eran incapaces de estimar la
distancia que los separaba, pero se lanzó hacia adelante, confiando en que él
la atrapara. Cuando lo hizo, reclamó su boca con una pasión que le
inflamó el corazón.
M: ¡Oh, Dios, Victoria! ¡Te amo tanto! Por favor, no llores (suplicó,
besando la humedad de sus mejillas). La próxima vez lo
conseguiremos. Sé que es decepcionante no tener el bebé, pero si quieres
podemos tener una docena...
V: ¿Estás diciendo que también esperabas que mi embarazo fuera
positivo? (se separó para mirarlo. Él asintió con sonrisa
agridulce). ¿Desde cuándo? (preguntó sorprendida).
M: No estoy seguro de la fecha exacta (bromeó). Pero sé que
desde el primer momento en que te imaginé con el vientre abultado con el bebé
que habíamos creado, me di cuenta de que podían pasar cosas peores. Y un
día, comprendí que no verte embarazada con nuestro hijo era una de ellas.
V: Oh, Marcos... (la belleza y sinceridad de su declaración
hicieron que se sintiera la mujer más afortunada y atesorada del mundo.
Lo abrazó con fuerza y apoyó la cabeza en su hombro). Jamás pensé que
algo pudiera hacerme tan feliz.
M: ¿Ni siquiera ahorrarnos una boda enorme? (ironizó).
V: ¡Marcos Guerrero! Tener tu amor y tus hijos es mucho más importante
que casarme contigo.
M: ¿Qué? (se mostró estupefacto, y Victoria tuvo que reír).
V: Vamos, Marcos... Siempre supe qué es lo que me inspiraba el
matrimonio. Pero ahora que sé lo que sientes por mí... bueno, el
matrimonio resulta irrelevante. Ya no es un tema importante (explicó),
porque sé que vamos a estar juntos el resto de nuestras vidas. No
necesito un trozo de papel firmado delante de quinientos invitados.
M: ¿Lo que estás diciendo es que vamos a tener hijos, pero que sólo
quieres que... que vivamos juntos?
V: Por supuesto, los niños tendrán tu apellido (añadió). Es lo
que tú quieres, ¿no?
M: ¡Demonios, no! Quiero que nos casemos ante la ley, la iglesia y
nuestros hijos, contigo luciendo un anillo tan grande como para hacerle saber a
todo hombre en un radio de veinte kilómetros que ya no estás en el mercado.
V: ¿De... de verdad quieres casarte conmigo? (preguntó ella,
preocupada por un posible engaño de sus oídos).
M: ¡Claro que quiero casarme contigo! Santo cielo, Victoria, ¿es
que no has entendido ni una palabra de lo que dije? Te amo. Quiero que
formemos una familia. Una familia tradicional. Y quiero que
tengamos una casa tradicional, con fotos de nuestra boda en la repisa y un
montón de álbumes para que puedan mirar los niños. La próxima vez que
alguien nos pregunte la fecha en que nos casamos, y nuestros hijos lo harán,
quiero poder tener una para no equivocarnos. Y cuando seamos viejos y artríticos
y no deseemos hacer otra cosa que estar echados en la cama, quiero poder
recordar la sensación que me produjo tenerte en mis brazos durante el vals
nupcial.
V: Shhh (riendo, le tapó la boca con la mano). Tiene toda la
razón, Sr. Guerrero. ¡Me casaré contigo! Aunque no me imagino una época
en que sea tan vieja como para estar sólo echada en la cama.
M: No tienes por qué aceptar casarte conmigo por solo por darme el
gusto (fingió tristeza). Me gustaría pensar que tenías un buen motivo
para aceptar...
V: ¡Oh, pero lo tengo! (se esforzó por mantener el rostro serio.
Le acarició la mejilla y esbozó su sonrisa más seductora). Te amo con
toda mi alma y convertirme en Victoria Guerrero va a hacerme increíblemente
feliz por el resto de mi vida.
M: Eso suena como si hubieras hablado con sinceridad (sonrió).
V: Y así es. De verdad que voy a disfrutar siendo la señora
Guerrero.
M: ¡Eres incorregible! ¿Lo sabías? (la arrojó sobre la cama).
Ahora lo único que tengo que hacer (comenzó a desabotonarle la blusa) es dejarte
embarazada...
Mientras el sol del amanecer entraba en el dormitorio, Marcos se sentó
en la cama al tiempo que olvidaba la idea de adivinar cómo aceptar el amor
podía elevar la unión de dos personas más allá del reino de cualquier
descripción verbal.
V: Marcos... ¿Qué pasa?
M: Es posible que después de todo estés embarazada (anunció).
Acabo de recordar que a veces las pruebas de embarazo en su primera fase pueden
equivocarse. Incluso hasta las pruebas de sangre a veces se
equivocan. Traeré la revista... (Una mano suave en su brazo lo
detuvo).
V: Cariño, no estoy embarazada.
M: Pero no puedes estar segura.
V: Sí que puedo (repuso, y al mirar en sus ojos esperanzados supo que
había alcanzado un sueño). Puede que aún no tenga las pruebas físicas, aunque
tampoco espero que un test me indique cuándo lo estoy porque... (se llevó
una mano al pecho) aquí lo sabré. Con todo lo que te amo, Marcos, mi
corazón registrará el instante en que Dios bendiga ese amor.
Capítulo 31 (Capítulo Final)
Marcos y Victoria habían decidido convivir por el momento en casa de ella
porque era el lugar más cercano a la empresa y así tenían más tiempo para
compartir juntos antes de irse a trabajar todas las mañanas. Como también
ambos no querían postergar mucho tiempo su casamiento, por lo que con ayuda de
Daniel consiguieron que la ceremonia por lo civil y por la iglesia se celebrara
dos meses después.
***Inicio del Flashback ***
M: Daniel, con Victoria, tenemos que confesarte algo. No sabemos
cómo lo vas a tomar, porque la empresa tienes normas y reglamentos sobre las
relaciones entre los empleados.
D: Que me quieren decir, que se dieron cuenta que son el uno para el
otro.
V: Padrino como lo sabe…
Daniel la interrumpió.
D: Durante la cena con los Prol me percaté de sus miradas llenas de
amor y ya supe que la farsa del matrimonio se les había convertido en una
realidad. Además durante la semana que Marcos se mudó a tu casa, llegaban
y salían juntos, almorzaban juntos en tu oficina, en fin siempre se pasaban
juntos. Un detalle importante es que el mujeriego de mi ahijado o debo
decir
ex-mujeriego no salió ninguna noche y solo estaba al pendiente de
ti.
M: Padrino de algo puedes estar seguro, que Victoria (Marcos abraza a
Victoria por la cintura atrayéndola hacia él y mirándola a los ojos continua
diciéndole) es la mujer que realmente mi corazón eligió para toda la
vida. La amo con locura.
V: Te amo (le responde a Marcos dándole un beso fue aumentando en
intensidad).
D: Bueno, bueno, ya entendí que se aman y quiero decirle que me alegra
que ambos lograran reconocer que el amor también es importante, y estoy
completamente seguro que sus padres lo están de igual manera y bendicen su
relación.
M: Me alegra que estás de acuerdo con nuestra relación porque Padrino,
(sacando de su bolsillo una cajita en terciopelo color roja) quiero que
seas testigo de… (Girándose nuevamente hacia Victoria) Mi amor, sabes que te
nuestra relación comenzó como una farsa, que después se convirtió en una bella
realidad porque nos dimos cuenta que jamás podremos separarnos. Por esta
razón, quiero pedirte nuevamente… ¿Victoria Bandi quieres casarte conmigo y
compartir nuestra vida juntos por siempre y formar una linda familia?
V: Te amo, Marcos Guerrero y si, nuevamente acepto tu propuesta de
formalizar nuestro compromiso frente a nuestro padrino (Marcos le coloca el
anillo a Victoria sellando su compromiso con un gran beso lleno de amor).
D: Chicos les deseo muchas felicidades, me hacen muy feliz por su
compromiso.
M: Padrino, también vinimos a pedirte un favor con tu amigo el juez,
para buscarnos una fecha más próxima para celebrar nuestra boda por lo civil y
por la iglesia. Porque de algo estamos seguros de que no nos queremos
separar nunca más.
*** Fin del Flashback***
Durante esos dos meses Marcos quería darle una sorpresa a ella el día
de la boda. Marcos buscó, encontró y compró una casa de ensueño muy
parecida a la que alguna vez Victoria le había comentado en sus charlas en sus
años de juventud. Esta casa estaba ubicada en un gran terreno arriba de una
montaña con una espectacular vista al mar. La amplia casa estilo moderno
de dos pisos tenía 5 cuartos en la parte superior con sus correspondientes
baños y una sala de estar que muy bien podía convertirse en una sala de juegos
para sus futuros hijos. En la parte de abajo estaba conformada de sala,
comedor, cocina, baño, una oficina para ambos y una terraza que daba acceso al
gran patio con una gran pileta como centro atracción.
Victoria, por su parte, ya estaba segura del regalo de bodas que le
daría a Marcos.
***Inicio de Flashback***
Una semana antes de la boda, ella se encontraba almorzando con Ángela
en un Restaurante terminando de finalizar con los detalles de último momento
para la celebración después del casamiento. El mozo le trae unos entremeses
para degustar y probarlos de los cuales escogerán para ofrecer a los invitados
en la fiesta de bodas, cuando de repente a Victoria le dan náuseas y prefiere
confiar en el gusto de su amiga.
A: Amiga que te pasa, te sientes mal.
V: Si de pronto me dieron nauseas.
A: Vicky no será que estás embarazada, recuerda has tenido varios
síntomas, te ha dado mucho sueño, de vez en cuando has comido más de lo que
generalmente comes, y ahora te han dado náuseas tan pronto el mozo nos trajo
los entremeses para probar, solo falta que no te baje el periodo.
V: Ángeles, lo sé antes de venir acá pasé por la farmacia y compré un
test de embarazo. Se suponía que ayer tuviera mi periodo, pero no quiero
hacerme ilusiones y menos dárselas a Marcos.
A: Vamos a subir a mi cuarto y te sacas de la duda.
V: dale, subimos y así me saco de la duda.
Ambas subieron a donde se estaba hospedando Ángela y Victoria fue al
baño he hizo pis en el test, esperó 15 minutos cuando ven en ella dos líneas
azules que le indicaba que felizmente estaba embarazada.
A: Y… que dice el test.
V: (Con lágrimas en los ojos le enseña el test a su amiga) Es
positivo, Marcos y yo vamos a ser padres.
A: Cuando Marcos se entere va brincar de la felicidad.
V: Si, no sé cómo voy a hacer para esperar hasta el viernes.
A: Estoy segura que tu noticia será el mejor regalo de bodas le puedes
dar.
***Fin del Flashback ***
Día de la boda…
Había llegado el gran día, en la mañana debían de casarse en el
registro civil y luego en la noche unirían sus vidas por la iglesia.
Marcos se había quedado a dormir en su apartamento y Victoria en su casa.
Marcos la despierta con una tierna llamada telefónica.
V: Hola… (Contesta soñolienta).
M: Buenos Días, y ¿Cómo amaneció mi princesa en el día más importante
de nuestras vidas?
V: Mi amor, Feliz, aunque si te soy sincera, extrañé mi almohada
especial de todas estas noches.
M: Bueno te paso a recoger para ir al Registro Civil.
V: No, nos encontramos allá, Daniel pasará por mí, quiero que
sorprendamos.
M: Te dejo para que te prepares, dentro de par de horas serás la
señora Guerrero.
V: Gracias.
M: ¿Por qué me das las gracias?
V: Porque aunque siempre soñé con casarme, nunca pensé que tú fueras
el príncipe que eligió mi alma y corazón.
M: Igualmente te digo, te amo.
Horas después, después de dar el SI Quiero, Marcos y Victoria fueron
pronunciados marido y mujer ante la ley de los hombres y ante Dios enfrente a
todos sus amigos más cercanos. Ambas ceremonias fueron celebradas en
ambientes donde el amor y la felicidad de los contrayentes fueron los
protagonistas.
Ya todos estaban festejando en la fiesta de boda, cuando Marcos lleva
a Victoria en un aparte.
M: Mi amor que te pareces si hacemos el acto de David Copperfield.
V: ¿Desaparecer?, no crees que es muy temprano.
M: Mi amor, ya te compartí con el padrino y todos nuestros amigos, te
quiero para mí solito. (Marcos comienza a besarle el cuello y pegando su cuerpo
al de ella para luego llegar hasta su boca para besarla apasionadamente).
V: ¡Y tú crees que yo no! Marcos, falta tirar el ramo de la novia.
M: Lo haces ya y nos vamos quiero entregarte mi regalo de bodas.
Victoria también estaba ansiosa con hacerle saber sobre su embarazo a
Marcos, se moría de ganas por ver su reacción. Victoria se acerca a la
organizadora de la fiesta de boda para tirar su ramo de flores. La
agraciada en obtener el ramo lo fue su gran amiga Ángeles.
Ya llegando a la sorpresa de Marcos, ambos se bajan en la casa que
había comprado como regalo de bodas.
V: Mi amor, y quien vive aquí.
M: Pues a partir de ahora Nosotros.
V: Como que nosotros.
Marcos y Victoria entran en su nueva casa, ante el asombro de ella,
estaba elegantemente decorada, pero sobretodo tenía la cocina de ensueño.
M: Siempre supe que unos de tus deseos fue vivir en una casa blanca
con un gran patio y sobretodo que tuviera una gran vista al mar. Me di a
la tarea y la encontré con la gran suerte que estaba en venta. Te amo y
daría toda mi vida para que seas feliz por siempre.
Marcos continuó demostrándole la casa a Victoria, subieron al segundo
piso, la dirigió cuarto por cuarto y se detuvieron frente a la puerta del
cuarto más cercano a su cuarto matrimonial. Victoria abre la puerta y al
ver el cuarto se sorprende al ver la decoración infantil.
M: Estoy seguro que nuestra vida próximamente será bendecida con la
llegada de un guerrerito o una guerrerita.
V: Te amo y no quepa la menor duda de que soy la mujer más feliz del
universo.
M: Mi amor, que feliz me haces (la besa).
V: Tú te has convertido uno de dos motores fundamentales en mi vida.
M: ¿Como que uno y el otro cuál es? (le dijo como celosito).
V: Ah, se me puso celosito.
M: No, va sí, yo quiero ser el único motor de tu vida.
V: Pues vas a tener que compartirlo (llevando la mano de Marcos a su
pancita) con él o ella.
M: Mi amor, (con tono de alegre) me estas queriendo decir que, que
vamos a ser padres.
V: ¡Nuestro amor ya fue bendecido! Y dentro aproximadamente siete
meses nuestra familia recibirá a su nuevo integrante y será el dueño o dueña de
nuestros corazones y de esta preciosa habitación.
M: Ya cuando aceptaste ser mi mujer ante Dios me sentí el hombre más
feliz del mundo, ahora con esta noticia mi corazón me va estallar de la emoción
plena de saber que voy a ser padre de un hijo tuyo.
Años después….
Ya habían pasado poco más de quince años, la familia Guerrero Bandi
había sido bendecida con cuatro hijos. La mayor de sus hijos se llamaba
Lucía y estaba a punto de cumplir sus 15 años. Andrés, su segundo hijo,
tenía 13 años y finalmente las mellizas Adriana y Evaluna tenían 9
años.
Victoria ya no trabajaba en Pintos Corporation, se había dedicado a
tomar en serio clases de cocina y ahora se encargaba de organizar catering para
diferentes empresas, por lo que le ofrecía más tiempo disponible para cuidar de
sus hijos, se su casa y sobretodos del amor de su vida, Marcos.
Marcos por su parte había asumido la Presidencia de Pintos
Corporation, tras el retiro de Daniel, que la vida le había dado la oportunidad
de conocer a una buena mujer contemporánea a su edad. Daniel decidió
disfruta de su vida junto a su enamorada.
Marcos siempre tenía presente a su familia en todo momento y nunca
anteponía sus responsabilidades laborales a las actividades familiares por lo
que sacaba todos los fin de semanas para disfrutar con ellos, pero en especial
con Victoria, la mujer que una vez fue como su mejor amiga, pero que siempre
será la mujer que su corazón y su alma habían elegido para pasar juntos el
resto de sus vidas.
FIN