sábado, 19 de abril de 2014

De la Amistad al Amor de Bell González


De la Amistad al Amor de Bell González


Flash Zampivanez (2 Capítulos)

 

De la Amistad al Amor
*Narra Carina*
Faltaban solo seis meses para que termináramos el secundario.  Sebas y yo somos los mejores amigos, él es mi mejor, mejor, mejor, mejor, mejor de los mejores mejor amigo, su madre era dueña de la pequeña librería que teníamos dentro del colegio y siempre hacíamos de las nuestras. Nos contábamos todo del otro y no teníamos ningún tipo de secretos, aunque yo si tenía uno que él no sabía, y era… Que yo no sentía solo amistad por él.
Un día, estábamos pasándonos notitas en medio de la clase plomaza de historia y le dí a entender lo que me pasaba y lo que sentía con él.  Sebas se me quedó mirando plasmadísimo y yo no sabía en dónde meterme.  Ese día terminamos en hablar casi la mitad de lo que siempre hablamos, y eso quería decir que algo en nuestra relación se había roto, y todo por mi culpa.


Al otro día, ya no me hablaba como siempre y me trataba como una más, yo me sentía destrozada por sus tratos, lo último que me dijo fue que las únicas mujeres de su vida eran su madre y su hermana.  No entendí muy bien que me quiso decir con eso, pero entendí que no era nada lindo.


Luego de eso, yo seguía mal y me sentía mal porque él se haya puesto así conmigo, ya ni me hablaba, cosas que hacíamos nosotros lo hacía con mis amigas, pero a mí ya ni siquiera me hablaba.  Había una Carina más en el colegio y entonces como a ella le decían “Cari” a mi él me puso “Carin” así no nos volvimos a perder, pero en estos últimos tiempos a ella le decía así y a mí ya ni siquiera me hablaba o sino llamaba a Cari con “Carin” y ambas nos dábamos vuelta, pero siempre era para Cari, para mí era una ignorancia absoluta.  ¿Se puede perder el cariño de tantos años por tan solo un día? No lo sé, pero creo que sí, porque él demostraba eso mismo como si nada.


Unas semanas después de eso, seguía siendo un amigo, pero ya no seguía siendo mi Mejor Amigo, porque se notaba que ya no le importaba y que me trataba como a todas, me hablaba horrible y siempre tratándome mal y sin importancia.  Cada palabra que me decía me destrozaba peor.


Por otro lado, mis amigas jamás se daban cuenta de eso, y yo no hacía más que cerrarme, me sentía mal y ellas ni cuenta solo seguían en su mundo como si todo estuviese como siempre.
Dos meses de esa situación y yo no perdía la fe de reconquistar su mínima amistad, lo complacía en lo que me pedía de mi parte lo tenía todo, me sentía tan culpable y no sabía cómo hacer, quería volver el tiempo atrás y dejar todo como estaba y seguir guardando ese estúpido secreto.


Tiempo después tratamos de olvidarlo y estabamos entre amigos, él siempre ignorando mi existencia y comenzó a contar que estaba saliendo con una chica, su nombre “Dafne”.


S: Es hermosa, no saben lo que es, pero… (Dijo con la mirada triste) Pero lo que tiene es que… Dicen que es media trola…
(Yo, desde mi parte me sentía mal y quería matar a la tal Dafne o “Daf” como él le decía, no me salió más que sonreírle y decirle)
C: Pero si a vos te gusta y no podés vivir sin ella, no te tiene que importar lo que dicen los demás u.u
S: Gracias Carin…
(Me miró sonriente y no pude más que cerrarme, era hora libre y no podía irme a llorar, tenía que aguantar, total faltaba poco para irnos.  Lloré todo el camino a casa y como vivíamos cerca me encontró)
S: ¡¡EHII CARIIIN!! (Me gritó desde lejos)
C: Sebas, ¡ehi! (Dije secando con mis manos las lágrimas que podía)
S: ¿Estás bien? ¿Te hicieron algo?
C: NO, no tranquilo son temas míos, ¿qué onda? (Pregunté desviando el tema)
S: Nada, que te ví y te grité así vamos juntos…
C: Ah jaja ¡que bien! (Dije desganada)
S: EHI, ¿estás bien enserio?
C: No, me siento mal es eso, no es nada grave, sabés que no tenemos secretos, o bien, eso creía…
S: ¿Que queres decir con eso?
C: Nada, nada Sebas nada…
S: Hablá loco siempre te cerras hermana…
C: ¿Y que puedo decirte yo que vos no sepas hermano? (Le devolví la palabra al mismo tono que él me lo dijo)
S: Sos una histérica, pensé que eras distinta…
C: Jaja ¿yo histérica? ¡Y vos un cobarde, tomatelás!
S: Bien que vos saltaste con todo esto eh…
C: ¡Yo te dije mi verdad!
S: ¡Vamos, lloraste y lloras por mi Flaca! No puede ser esto, eras mi amiga y la cagaste, no podés venir a tirarme onda así...
C: ¡Yo no te tiré onda!
S: ¿Lee tus notas queres?
C: ¡Esta bien, andate bien a la concha de tu reputísima madre!
S: ¡Bien, pero por lo menos no es tan regalada como vos!
C: ¡Sos un idiota! ¿Y sabés que? ¡Chúpate bien una verga, así ves si podés bajarte del poni ese en donde te subiste Imbécil!
(Me di la media vuelta y salimos corriendo, yo y mis lágrimas que no me abandonaron ni un segundo. Al llegar a mi casa me lloré la vida y en cuento a comer y dormir todos sabemos que es imposible hacer eso en un momento tan horrible de perder a una amistad, y más fuerte para mí, perder un amor.


Pasó otro mes y Sebas estaba a full con la tal “Daf” estaba enamoradísimo y los celos lo traían bien loco, en cuento lo que era nuestra amistad se perdió desde esa discusión. Yo me puse a salir con un chico, Juan se llama, y no hicimos más que darnos unos besos, ya que me dijo claramente que no quería novias, solo que le gustaba, yo la verdad estaba con él para tratar de olvidar a mi “amigo”.


Sebas hablaba con ella en todo momento, es más ha llamado desde dirección, no sé cómo había logrado eso, pero por lo que mis amigas, que también eran la suyas, me contaron eso, o bueno, escuché que siempre hablaban de las monerías de él.


C: ¿Pero a quien le importa si habla con ella o no? (Pregunté algo cansadas de ellas)
Cr: Ya bueno Carin no te enojes era por un decir…
C: SI, pero sabés, vos sabés lo que pasó Cari y yo te lo dije a vos o no?
Cr: Bueno, pero tampoco vamos a ignorarla…
M: Vamos Carin, nosotras no tenemos la culpas de eso…
C: No hables vos Mar, bien que cuando queres te enojas con él tambien… (Le dije a Mariné decepcionada, siempre alabando la pareja de ellos dos, y a mí que me parta un rayo no?)
D: No te enojes Carin, sabés que te queremos, pero ella es su novia y no podés hacer nada… (La miré odiándola a Dai y le contesté)
C: ¿Y yo? Yo las amo demasiado, pero ustedes a mí no parece, la verdad que fue todo muy confianzudo de mi parte hacia ustedes, la única que se interesa en mi estado siempre es Michel!  Estoy cansada!  No sé si preguntarles si están bien o no, ya que no sé si me van a responder, capaz pareceré desinteresada, cuando en verdad siempre me interesa saber cómo están y si están bien o no…
D: Bueno pero…
C: NO HAY PEROS!  La paso mal, viéndola llegar acá, ver que NO es más atractiva que yo, haber yo tengo culo por lo menos y mi nariz no es tan grande y horrible, como va a decirme que zafaba?  Ver todo el tiempo que no le interesa mi estado al verlos juntos, sabe muy bien que me encanta su manera de ser y que lo quiero con toda el alma, pero más allá de eso, lo que más me duele no es que el este con otra y que a mí no me quiera, lo que más me duele es la desesperación de ustedes por conocer a esa inepta, son mis amigas o la suya? Quien importa? Dafne o Carina?


(Todas callaron y al instante me di cuenta de que la discusión era absurda, saber tanto de una persona y no conocerla debe ser algo intrigante, pero me dolió saber que ellas aman su pareja y yo me trago el llanto al verlos juntos.  Saqué la conclusión que fumaba demás de los nervios y la angustia, jamás llegué al atado por semana y últimamente, me quedaba corta...


Luego de esa discusión y de no saber cómo pedir perdón a mis amigas, Dafne venía más seguida a buscar a Sebastián.  A veces quedaba en la librería junto a la mamá de Sebas y venía en los recreos, era un momento realmente incómodo, salíamos juntos y yo no esperaba la salida para poder evaporar mi llanto entre el humo del cigarrillo, mientras los veía ir a las risas y besos junto a mis amigas yo tratando de decir algo para no ser cortante y al mismo tiempo seguir sintiéndome ignorada.


El último día de mi mal estar fue ese día que entrabamos a una materia extra, después de gimnasia, había adelgazado bastante de lo que casi no comía,  ¡Pero comer, comía!  Me sentía mejor, ya estaba mejor, había superado verlos llegar juntos y es más la chica y yo hablábamos varias palabras, pero al parecer no era todo como yo lo creía…


C: Ehii… ¿Que pasó bonito? (Pregunté llegando a él mientras lo veía llorar contra un árbol)
S: Carin, nada… (Dijo mal, me partió el alma verlo así)
C: No… Como nada, mira como estas! (Dije abrazándolo fuerte)
S: Me re cuerneó Carin, me mató!
C: No, no tranquilo, está todo bien… (Mientras lo hacía mirarme)  ¡Está todo bien!   ¿No pasó nada, si?  (Le decía tratando de consolar su dolor)
S: Gracias, gracias Carin yo te traté como una mierda a vos y había sido que la mierda era ella…
(Me abrazó aún más fuerte y sentí como todo eso que había tratado de olvidar, todo eso que me hacía sentir estaba ahí y no podía taparlo.  Sentía lo mismo y amaba a ese pibe aunque me haya tratado de esa horrible manera.


Me separé de él y sentí que algo me pinchó la rodilla, la levanté quejándome y perdí el equilibrio cayendo sobre él.  Mi nariz rozó la suya y mi estómago me hacía un ruido extraño, sentí que la boca se me hacía agua y que me estaba poniendo temblorosa cuando escuché que me dijo)


S: ¿Porque nunca me fijé en vos?  Vos si me queres…


Me sonreí algo sonrojada pero esa sonrisa se borró cuando recordé todo lo mal que la había pasado, luego recordé el porqué de haberse fijado en mí.  ¿Que tenía yo que podía parecer atractivo?  ¡Todo!  O algo...  No era buena por adelante, pero mi parte trasera era muy atractiva.  Era castaña clara, mi altura era un poco baja, y mis ojos eran color miel, no tenía nada malo en la cara, era… mi perfecta nariz pequeña y mis mejillas enrojecían por cualquier tontería.  Era muy atractiva, y encima llevaba calzas, la chomba del colegio y las zapatillas no podía decir que estaba tapada, era primavera y hacía calor, tenía el pelo atado en una cola alta, que había caído por ser mi pelo tan lacio.


Sebas me miraba con la mirada perdida mientras yo estaba parada frente a él y fue gracioso ver su cara cuando la que lo rechazó esta vez… ¡Fui yo!


C: Me rechazaste por ella, y nunca te fijaste en mí porque dijiste que éramos amigos, fui tu amiga y sigo siéndolo, pero no creas que porque ahora te fijas en mí, voy a darte una oportunidad…


Dije dándome la vuelta, eso sí que había subido mi autoestima y ego, la verdad es que si me quería a mi iba a tener que laburar, sinó que se busque a otra trola…


Finalmente llegó el día de la Fiesta de Egresados, obviamente mis notas fueros buenas y terminé el secundario sin llevarme ninguna.  Pero Sebastián seguía sin saber que hacer conmigo, desde septiembre venía pidiéndome perdón y yo acepté las disculpas, pero él quería ir más allá y yo ya no lo soportaba, tenía que complacerme y la mejor manera era sorprendiéndome, se lo dije y me preguntó que debía hacer, hace tres meses viene intentándolo, la verdad es que incluso me impactó saber que está perdiendo su tiempo en mi.

 

De la Amistad al Amor... (Capítulo Final)

 

La tarde… era de tarde y yo muuuy impaciente de ver que hizo mi mami con mi vestido loco!  Me compró un vestido que me quedaba grande, a vos te parece?  Grande!  Por lo menos chico, no Grande!  Que mala… Me vio gorda :’( Pasó y quedó lindo, me salvé!

 

Terminó con que mis amigas se fueron a buscar entre ellas y a mí no!  Osea…  ¿Porque yo no?  Pasó… Y la tarde noche finalizó con que, no sabía con quién ir…  Mi papá me tuvo que llevar en el auto.

Me bajé y fue instantáneo el puteo de mi viejo desde el auto y mi entorno masculino (O sea los pibes de mi alrededor) lleno de silbidos y cosas de entre asquerosas hasta muy lindas *-* y mientras reía ingresaba al salón despidiéndome de papá.

Entré mientras miraba como habían dejado la decoración que taaaanto me había costado dirigir o sea ahí si me creí una grosa, diosa, única!  We jeje

Y me fui directo al baño ya que mi corpiño era una máquina de manipularme con la incomodidad que me hacía sentir!  Cuando “alguien” muy habitual me agarró de la cintura, me persiguió al baño?

S: Hola…

C: Que hacés?

S: Nada… Te vi entrar y como todavía no llegó nadie a la jodita… Ah! por cierto, te quedó lindo este desastre ehh…  De verdad sos buena wachita… (Me dio un beso en el cuello)

C: No abuses! (Dije dándome vuelta)

S: Que? Si bien que me esperaste mucho tiempo o no?

C: Porque fuiste y… No, no perdón!  Sos un idiota u.u

S: Gracias, gracias también te quiero mucho…u.u

C: Tarado jaja

S: Bueno, vámonos de acá porque va a llegar una mina y ahí sí que me van a matar!  Jeje  (Dijo saliendo conmigo de la mano)

C: Déjame, no quiero pasar toda la noche atada a vos!

S: Y con quien la vas a pasar mejor que conmigo eh?

C: We, ya empezamos?

S: Si, yo me la creo y vos te enojas… que te parece?  Hay que terminar normal el año u.u

C: Andate a la mierda queres?

S: ves? Eso… así me gusta! (Me tomaba de la cintura mientras reía y le decía)

C: No va a ser tan fácil ya te lo dije u.u

S: Pero eso me venís diciendo hace meses… No seas tan ploma loca, sabés que te quiero mucho!

C: Como sea… (Dije sin darle o sin parecer interesada)

S: Yo sé que te importo y que me estas escuchando…u.u

C: Claro, claro! (Le dije aún desinteresada)

S: Vos me tenés podrido! (Dijo tomándome bien cerca)

C: Alejate! (Le dije bien seria)

S: No…

C: Dale… (Le dije aún con mi postura, aunque posta me agarraban cosas al tenerlo tan cerca)

S: Vamos allá, que te enseño como ir a la luna ida y vuelta y después volvemos dale…

C: No, no porque vos me pintas un mundo increíble y de color rosa que no existe y que…

 

(Sin explicaciones, solo aprovechó mi debilidad que es él mismo, él y sus acercamientos, las veces que me habrá provocado y se salvó de haberle dado ese beso… Ese beso que tanto esperé y que tanto le supliqué con mis miradas y lágrimas me lo vino a dar hoy, no pude hacer más que seguirlo, lo necesité tanto tiempo, y el solo saber de qué me quería me hacía sentir plena, aunque a veces siento que es un sueño y me duele, siento que se va a acabar en un abrir y cerrar de ojos, tenía miedos…

C: Sebas… (Dije con una lagrima rodando)

S: ¿Que te pasa bebe? (El corazón me latió a mil escucharlo decirme así)

C: Te amo…

 

(Yo creo que notó la sinceridad en mis ojos, le preguntamos? –No voy a narrar la última parte- Dale sebas no seas malo, bien que me costó narrar esto -Ok, pero después me debes dos con esta!- Y vos me debés miles si hablamos  --Bueno, bueno narro lo último, mujeres QUEEE???  –Nada amor  – AH!  )

 

*Narra Sebastián*

Escuchar su tierno “Te Amo” me revolvió el estómago y no supe cómo responderle, hasta que la tomé de nuevo por las mejillas y la seguí besando, ya había planeado algo para la noche, esta noche estaba dispuesta a corresponder lo que me pertenecía (Sin merecerlo, soy un idiota lo sé u.u) de ella, su amor.

 

S: Yo también te amo linda, sos muy hermosa, y perdóname…

C: Todo el tiempo me pedís perdón, ya paso… (Dijo con una inmensa de sus sonrisas que me mataban)

 

Seguimos la fiesta juntos, sin separarnos ni un ratito.  Después de contarles a nuestros amigos, de quienes me comí mil baldeos por haber sido tan malo con Carin, pero lo acepté todo ya que había sido un idiota con ella.

 

Más de noche, habíamos tomado bastante, pero yo no había perdido la consciencia de lo que le había preparado para sorprenderla, juro que era lo último, si esto no la sorprendía me tiraba de un edificio (we jeje)  La llevé hasta la Casa del árbol, esa casa en la que jugamos desde que tengo memoria, esa casa la hizo mi viejo y yo la llevé ahí cuando nos conocimos, en esa casa vivimos mil cosas, desde risas hasta lagrimear y llantos de tristeza.

 

Había puesto cosas como velas, flores, etc, etc.  Pero la verdad es que necesitaba amanecer con ella, quería ver que linda era frente al sol al amanecer.  Me imaginaba eso y el corazón me iba a 280 por segundo, estaba como loco con ella, y ni Dafne me había hecho sentir como ella.

S: ¿Vamos?

C: Jajaja ¿A dónde?

S: A un lugar especial, es mi última sorpresa y quiero ver si llego a sorprenderte (Dije algo decepcionado, ya que no me había esforzado bastante como los anteriores, pero era lindo que sepa que era capaz de comerme un tarro de miel para ser dulce solo para ella)

 C: ¿No vas a violarme no? (Preguntó riendo)

 S: Jajajaja no, pero vamos a casa, hay algo que quiero que veas… ¿Venís? (Esperaba que aceptara venir, ya que en verdad quería amanecer junto a ella, no creo que quiera darme su primera noche y la verdad que no voy a presionarla, pero que quiero que pase la noche conmigo, lo quiero)

 C: Esta bien, solo porque confío en vos…

(Le dí un pico y la llevé en el auto que mi viejo me había prestado.  Cuando llegamos la hice subir y cuando vimos todo la quedé mirando ya que no me decía nada, solo se sonreía, no sabía si burlándome o de ternura)

S: ¿Te gustó o no? (Pregunté impaciente)

C: Esto… Esto es hermoso bebe, gracias…

 

(Me dió un beso que seguí con gusto ya arriba, éramos bastantes grandecitos para estar en una casa tan chica, pero si estábamos agachados, sentados o acostados entrabamos todavía.  Ella se recostó sobre la manta y yo recosté mi cabeza sobre sus piernas, me encantaba estar ahí con ella, ese fue siempre nuestra casa, nuestro escondite, nuestro refugio.  Un silencio reinaba en esa pequeña casa, cuando ella me preguntó con reproche)

 

C: ¿Vos no me habrás traído acá para que me acueste con vos no?

 

(Me posó la mirada asesina, la verdad es que yo no la quería para eso, solo quería amanecer con ella, no me importaba lo demás)

 

S: No, te juro que no… Solo quiero amanecer con vos, si queres o no yo no voy a tener problemas, pero la verdad que lo único que me importa es que pases la noche conmigo.

 

(Vi como su sonrisa se apareció y mientras se subía encima de mí me daba un beso bien excitante, llegó a incentivarme a tomar su cintura, mis manos bajaron más abajo y ella no se me quejó.  La verdad es que no necesitaba tener sexo cuando me daba de esos besos, pero ella me lo pidió sola…)

C: Sebas…

S: ¿Que pasa bebe? (Le pregunté entre besos)

C: Yo… Yo quiero que vos… (Me miró con las mejillas sonrojadas y me sonreí.  Ella me miró con los ojos brillosos y se lo pregunté yo)

S: Cari vos queres que yo te… Que vos, yo te… (Estaba nervioso)  ¿Estás segura de pasar tu primera noche con un idiota como yo?

C: No… No sos un idiota, y si lo sos, sos el idiota que yo amo… (Me dio otro beso y me pidió sin más pudores) Quiero que mi primera vez sea con vos…

 

Le regalé mi mejor sonrisa, y esperaba con ansias sentirla, tenía ganas de que su primera vez sea conmigo, sabía que no iba a ser tan fácil, ella era especial, o por lo menos para mí lo era.  La realidad es que no sabía por dónde empezar y ella lo notaba, asique ella tomó la iniciativa de subirse encima de mí para besarme, sus besos me excitaron y comencé con la tarea.

 

(Bueno Cari amor, ya estoy diciendo muchas boludeces ¿no queres seguir vos? –¿Porque nunca podés terminar lo que empezás?  – ¿Queres que terminemos de otra manera? –No, no, no mejor sigo narrando- Bueno dale!)

 

*Narra Cari*

Mientras lo besaba acariciaba su espalda, cuando no sabía qué hacer para que perdiera la vergüenza de saber que era mi primera vez, ya sé que él había estado con más de una, pero… Yo, ¡No sabía que hacer!

 

Pero creo que mis besos y caricias lo sacaron de quicio y se olvidó al instante de todo para comenzar a besarme distinto, más excitante.

 

S: Mi amor, linda, vos estás segura? (Preguntó mientras que las respiraciones eran agitadas y no sabía cómo hacer para respirar sin separarme de él)

C: Si, si Olvídate ya de eso… (Dije tratando de esconder mis nervios)

S: Estas nerviosa ¿no? (Preguntó notándolo)

C: No, no… Bueno si, mucho (Le dije con la mirada baja, él me miró y me siguió besando para decirme)

S: Solo Olvídate y déjate llevar por mis besos ¿sí?

 

(Llegué a asentirle con la cabeza y me siguió besando mientras iba bajando con sus besos hasta mi cuello, pasó por mi pecho y bajó un bretel de mi vestido, la piel se me había erizado y temblaba, pero no era de miedo, era normal temblar de excitación?)

 

S: ¿Tenés miedo o frío?

C: No, nada de eso, no se es raro, quiero que sigas…

 

(Le dije como me salió, pero esta vez no lo pensé y fue sin vergüenza.  Me siguió besando mientras mi otro bretel ya estaba bajo, su camisa la desabotoné como me salía, pero logré despojarlo de ella, mis ojos estaban cerrados, y todo era con tacto y audio, me hablaba y tocaba, yo solo sentía y respondía.

 

Cuando bajó mi vestido, logré ver que se me quedó observando unos segundos, mientras yo me mantenía con la ropa interior puesta, se sonrió pícaramente y yo no respondí al estar sonrojada y con el corazón en la boca.  Siguió sobre mi besándome y poco a poco los dos quedamos sin nada, la manta tapaba nuestras partes íntimas y él comenzó con ingresar en mí.  Le regalé mis besos ocultos, mis caricias nunca jamás dadas y partes de mí nunca vistas, pero siempre dándole lo mejor y dándole lo más importante, mi amor.   Su ingreso fue lento y demorado, mi dolor lo frenó, pegué un grito doloroso y eso lo aterrorizó)

 

S: Mi amor, hermosa… Perdóname, soy un bruto un idiota, creo que no está bien esto… mejor con los besos alcanza yo…

 

(Lo frené con un beso, empezó?  Que termine!  Lo tenía que tolerar, supongo que después comenzaba el placer o no?)

 

C: Tranquilo, es el primer impacto, acabas de robarte mi pureza…

 

(Se sonrió al verme bien y volvió a ingresar con un poco de más suavidad y sus movimientos siguieron así hasta perder el control y hacerlos desenfrenados y sin piedad.  Mi cuerpo tenía una invasión de éxtasis y no sabía en dónde meterme tanto placer, estaba feliz, y más que nada, plena…)

C: Gracias, gracias Sebas sos un tipo increíble sos…

S: (Pico) Tuyo soy…

C: Enserio?

S: Si, queres ser mi novia?

C: Enserio me hablás?

S: Si bebe, después de haberte probado así, de haberte tenido así para mí, no quiero volver a perderte!

 

(Le dí mi beso mientras no sabía cómo expresarle tanto amor que le sentía)

 

C: Te amo, te amo, te amo con toda mi alma amor, sos…

S: Todo sos!

C: Si, todo…

 

(Luego de eso, volvimos a unirnos en cuerpo y alma haciendo el amor como si no hubiese habido una primera vez, y no llegando a pensar que haya una última.  Esa noche…

-Esa noche que?-

Fue la mejor de toda mi vida…

-Y la noche en la que nació Milo?

 Bueno y la noche en la que nació Milo…

-Que hermosa que seguís siendo amor, vamos para allá y te recuerdo algo que te olvidaste?

 No, no porque no terminé, me falta el final…

-Bueno, otro día…-

 

(Sebas toma a Cari en sus brazos y entre besos termino esta historia con una carita Happy.

 

FIN

 

Nota de la Escritora:

 

Espero que les haya gustado mi hermosa y breve historia.  La verdad es que no sabía cómo expresar lo que siento al ver que el chico que me gusta que se llama Nicolás, salga con una fea más fea que Yo llamada Dafne.  Pero bueno, lo único que me queda es conformarme con Juan y esperar al chico correcto, ese chico que guste de mí por lo que soy, ojalá pase pronto.

 

Besitos y espero todo tipo de duda, crítica, etc, etc… Y como dice la frase “Siempre hay algo bueno en los acontecimientos malos” que se yo, yo saqué un Flash para ustedes eso, creo que es lo mejor hermosas, las amo y mil besos

jueves, 17 de abril de 2014

Un Marido Para Mamá de Maribel Camacho

Un Marido Para Mamá de Maribel Camacho
Direccion Original: http://unmaridoparamimama.blogspot.com/
(34 Capitulos) 
Un Marido Para Mamá

Sinopsis

Manuel Arce apenas tenía trece años, pero sabía exactamente lo que le quería regalar a su madre el día de su cumpleaños: ¡un hombre!

Así que una mañana acudió a una agencia matrimonial de Buenos Aires, con sólo veinte dólares en el bolsillo, y exigió al mejor candidato disponible.

A Sebastián Estevanez, un discreto actor, le bastó con solo saber el deseo de Manuel que comenzó a oír campanas de boda.  Pero necesitaría mucho más que dulces palabras y besos para persuadir a esta testaruda mujer, Carina Zampini.


Capítulo 1

PROF: La clase ha terminado (anunció la profesora).  Les deseo unas lindas y felices vacaciones primaverales.  ¿Manuel Arce?  Me gustaría hablar contigo antes de que te marches.

Por el tono de su voz, Manuel pudo adivinar que la profesora no estaba contenta.  El resto de los alumnos de octavo grado desfilaron hacia la puerta del salón de clases no sin antes lanzarle rápidas miradas burlonas a Manuel.  A menudo algunos estudiantes (más bien un pequeño grupo de tres estudiantes) trataban a Manuel con una mezcla de mofa, suspicacia y, ocasionalmente, abierto desagrado por ser el hijo de una famosa actriz de Argentina.

Después de amontonar sus libros sobre su pupitre, Manuel se aproximó a la señora Rogers.

M: Algún problema, señorita?

La profesora revolvió algunos papeles.  «Está nerviosa, no es mal indicio», pensó Manuel.  La profesora se ajustó las gafas sobre la nariz y le dirigió una mirada fría y directa a Manuel.  Esa forma de mirar a menudo molestaba a la gente y tras observarlo fugazmente, ella apartó la vista.

PROF: Manuel se trata de tu proyecto para el trabajo experimental de ciencias.
M: ¿Sí?
PROF: Tendrás que admitir que tu proyecto es... poco ortodoxo.

No había nada de malo en ello.  Manuel esperó, haciendo pesar su silencio.

M: Mm.
PROF: Me gustaría que eligieras otro tema (dijo al fin la señora Rogers penosamente).
M: No.
PROF: Comprendo por qué quieres trabajar en ese tema.  Pero no es aceptable.  ¿Es que no lo ves? (la profesora Rogers le preguntó a Manu con un tono suave y maternal).

Manuel adelantó la barbilla con gesto decidido.  Ya tenía una madre que, por lo demás, nunca se dirigía a él en ese tono.

M: Es una manera lógica de resolver un problema que nadie más ha sido capaz de solucionar.
PROF: Pero Manuel, se trata de tu madre.
M: Ella no es lógica.  No percibe el problema.  Por lo tanto es improbable que intente solucionarlo.  Estoy seguro de que este experimento será la solución.
PROF: Lo siento, Manuel, pero no puedo autorizarlo.  Al menos, no sin el  consentimiento de tu madre.
M: No (dijo apretando los puños).  Si ella lo sabe se alteran los resultados.
La señora Rogers suspiró.
PROF: Lamento decirte que es mi última decisión.  Sin el permiso de tu madre por escrito, tendrás que elegir otro proyecto.  Incluso con su permiso, no estoy muy segura de poder aprobarlo.  Es demasiado... demasiado... (se encogió de hombros, desolada).  Manuel eres un chico inteligente.  Y tu intención es noble. ¿Pero, no te das cuenta de que no es apropiado?

Otra vez utilizaba ese tono. Manuel apretó los labios y volvió a mirarla airado.

M: ¿Es su última palabra?
PROF: Me temo que sí.  Tienes dos semanas de vacaciones para pensar en otro proyecto.
M: Y si me opongo?
PROF: Entonces tendré que hablar con tu madre.
M: Usted se da cuenta de que no me deja ninguna opción, ¿verdad?
PROF: Lo siento.
M: Yo también (murmuró).  Ha sido un placer trabajar con usted, señora Rogers (dijo finalmente).
PROF: Para mí también, Manuel.

Manu volvió a su pupitre con la carpeta que le había entregado la profesora.  Se quedó mirando la pila de libros, mientras su cerebro funcionaba con airada prisa.  La señora Rogers no cambiaría de opinión y no podía arriesgarse a que su madre se enterara del experimento.

Dadas esas dos premisas se puso a buscar una solución.  Le bastaron unos cuantos segundos para escoger una de las opciones más intrigantes.  Una leve sonrisa jugueteó en sus labios.  Era una opción muy delicada.., pero los posibles resultados bien valían el riesgo.

M: Gracias, señora Rogers. Ya encontraré una solución (dijo al tiempo que se ponía la mochila en los hombros).
PROF: Me alegro, Manuel (dijo la profesora con una gran sonrisa de alivio).  ¿No te llevas tus libros?
M: No me hacen falta.

Ella no pudo evitar reírse ante la seguridad de su tono.  El ingenio del chico inquietaba a la mayoría de la gente, aunque él nunca había comprendido la razón.

PROF: Me imagino que no.  Probablemente ya lo tienes todo memorizado.
M: La mayoría de las cosas (le expresó Manuel mientras se dirigía a la puerta, añadiendo).  Adiós, señora Rogers.

Salió del aula con la mente muy ocupada en planificar lo que haría en los próximos dieciséis días para lograr lo que se había propuesto.  Pero a él le gustaban los buenos desafíos.

Y sin lugar a dudas, encontrarle un marido a su mamá sería el desafío más grande de todos.


Capítulo 2

Experimento “Un Marido para Mamá”
Lista de Asuntos a Realizar

Objetivo Principal:     Encontrar al hombre perfecto.

Tareas a realizar para lograr el objetivo principal:
  1.  Ver anuncios.
2.  Revisar los horarios de mamá.
3. Conseguir contrato o acuerdo para prestación de servicios.
4.  Preparar una lista de experimentos «amorosos»


Manu se detuvo frente a un edificio de dos pisos pintado de un brillante tono amarillo con un gran letrero que decía “Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla”. 

Manu pensó al ver el letrero “Rosa Amarilla, qué cursi!  Pero a mamá le encantaría”». 

Manu al contemplar la valla de tablas de colores blanco y amarillo con un buzón muy femenino, cubierto de rosas pintadas, Manuel sintió que detestaba aquel lugar.  El aspecto del edificio lo hacía sentirse aún más desplazado que cuando entró por primera vez en la clase de octavo grado y todos lo miraron como si fuera un bicho raro.

Con un hondo respiro abrió la puerta de la entrada del edificio, cruzó la recepción y empujó la puerta principal de la oficina que ocupaba la Agencia Matrimonial.  Para su sorpresa aquello no parecía una oficina sino un verdadero hogar.  En medio del vestíbulo de la oficina había una mesa con un inmenso arreglo floral de Rosas color amarillas cuyo intenso perfume le hizo arrugar la nariz.

Después de mirar a su alrededor descubrió una habitación en la que había un escritorio con una placa donde se leía «Recepcionista».

Una anciana se encontraba detrás de la mesa, ocupada con la impresora de un ordenador.  Cerca de ella cuchicheaban un hombre con una cámara fotográfica y una mujer con un cuaderno de notas en la mano.

Manuel apretó las mandíbulas.  Acto seguido sacó del bolsillo un puñado de billetes y monedas que puso con gesto decidido sobre el cristal que cubría el escritorio.  Eran un total de veinte dólares con ochenta y cuatro centavos.  Los ahorros de toda su vida.

M: Quiero comprar todas las citas posibles con este dinero (anunció en voz alta).

El hombre y la mujer dejaron de cuchichear y observaron a Manu con súbito interés.

La recepcionista se apartó del ordenador y se acercó al joven.

Recep: ¿No serás muy joven para estas cosas, hijito? (le preguntó la señora con una ceja arqueada y sus azules ojos clavados en los de Manuel).

Manuel se metió la mano al bolsillo y sacó un anuncio cuidadosamente doblado.

M: Es para mi mamá.  Ella necesita una pareja y yo quiero lo mejor que tengan (Manuel le informó aún con las mejillas rojizas).  Me gustaría esta oferta especial “Fiesta de San Antonio” (agregó al tiempo que le enseñaba el anuncio).
Recep: ¿Sabe tu madre que estás aquí?
M: No.  Es un regalo de cumpleaños.  Y quiero darle una sorpresa (explicó con el ceño fruncido).
Recep: No dudo que será una sorpresa (replicó examinándolo con toda atención).  

Manuel le sostuvo la mirada.  Tras una larga pausa, por fin la expresión de la anciana se relajó en una amplia sonrisa de satisfacción lo que calmó a Manuel.

M: ¿Y bien?  

Le preguntó Manuel impasible al tiempo que un flash le iluminaba la cara.

La anciana caminó por el pasillo que conducía al interior de la Agencia Matrimonial.

Recep: ¿Sebastián?  Necesito que me ayudes (la anciana mujer lo llamó).

Un minuto más tarde se abría una puerta y un hombre alto y fornido con piel bronceada por el sol entraba en la habitación.

S: ¿Abuela, qué sucede? (preguntó Sebastián con una voz que retumbaba como una tormenta lejana). 
Recep: El es mi nieto (le explicó la señora en voz baja a Manuel).  Él se encargará de ti y de tu mamá.
M: Sí (dijo Manuel que tuvo que hacer un enorme esfuerzo para evitar salir huyendo de la agencia y de aquel hombre que ya reconocía como el actor que participaba en la publicidad de la Agencia Matrimonial.  Manuel solo esperaba que Sebastián no se burlara de él).

Recep: Sebastián, te agradecería que te encargaras de prepararle a este jovencito la oferta especial de Fiesta de San Antonio.  Wanda y María fueron a comer y yo estoy ocupada con unas cuentas.  Por favor, ayúdalo a completar el formulario de Personalidad para su madre.
S: Pero Abuela (protestó Sebastián al tiempo que sus ojos de un marrón oscuro se desviaban desde su abuela para clavarse en los de Manuel).
Recep: No será difícil, Sebastián (dijo la anciana al tiempo que le entregaba un voluminoso formulario).  Utiliza mi oficina.  Que el chico conteste las preguntas lo mejor que pueda.  Cuando hayas terminado pondremos la información ofrecida de su madre en la base de datos y veremos con quién es compatible y así podemos emparejarla.
M: Necesito un buen candidato (dijo Manuel con decisión).  El mejor que tengan.  Vamos allá (agregó al tiempo que observaba a Sebastián de arriba abajo, asombrado por su imponente altura y sus enormes manos y pies).

Sebastián abrió la marcha por el pasillo hacia la oficina de su abuela, mientras Manuel caminaba detrás de él.  Por fin llegaron al despacho de Esperanza.

S: Toma asiento (le ordenó Sebastián mientras se acomodaba en un asiento junto a un ordenador que ocupaba casi la mitad de la superficie del escritorio).
M: ¿Por qué no quiere ayudarme? (preguntó Manuel al fin).
S: Yo no trabajo aquí.
M: ¿Por qué entonces la señora...?
S: Se llama Esperanza Estevanez.  Es la dueña de la agencia.  Yo soy su nieto.  Me encargo de la publicidad del negocio.  Más bien soy el “spokeman” o actor en los anuncios publicitarios de la Agencia.  Hoy estoy de visita (explicó con una sonrisa).
M: ¿Para qué me sacó una foto ese tipo?
S: Son unos periodistas que han venido para hacer un reportaje sobre la agencia.  Y al parecer encontraron que tu historia es muy interesante.
M: “Lo que me faltaba” (pensó).  Espero no aparecer en los periódicos o en alguna revistas amarillista.  Se supone que esto es una sorpresa.
S: Yo me encargaré de que no suceda.

Había algo sólido y formal en la palabra de Sebastián.  Súbitamente Manuel sintió que Sebastián era una persona digna de confianza.

S: Bueno, ahora vamos a completar la información requerida de este formulario.  Aunque me temo que la mayoría, si no, todas las preguntas son personales.
M: No hay problema.  Conozco muy bien a mi mamá y sé lo que quiere.

Los expresivos ojos marrones de Sebastián se posaron en Manuel cortantes y directos como un rayo láser.  Manuel de inmediato sospechó que Sebastián no era un hombre fácil de engañar.  Así que tendría que actuar correctamente.  

M: Además seré demasiado directo y conciso en mis contestaciones si eso es lo que le preocupa (agregó al notar que la oscura mirada no se apartaba de sus ojos).

Para su alivio los ojos de Sebastián se tornaron más suaves.

S: ¿Cómo te llamas, chico?
M: Manuel Arce.  Y antes de que se moleste en preguntarlo, tengo trece años (respondió bastante más aliviado).
S: Yo soy Sebastián, Sebastián Estevanez y tengo treinta y siete años (dijo al tiempo que tomaba un bolígrafo).  Y ahora a trabajar.  


Capítulo 3

S: Bueno, Manuel comenzamos, ¿Cuál es el nombre, dirección y teléfono de tu madre?
M: Carina… Carina Zampini.  Pero usted no irá a llamarla, ¿no? (preguntó inquieto después de darle las referencias).

S: Eso es cosa de mi abuela, Esperanza.  ¿Qué edad tiene tu madre?
M: Ya es vieja (si lo oye su madre pensó Sebastián).  Es por eso que debemos darnos prisa.  Mañana cumple Treinta y tres años.  Como ve, ya no le queda mucho tiempo.  Y además tiene una que otra arruguita por aquí (declaró llevándose los dedos al rabillo de los ojos).
S: Está en plena decadencia, ¿no?.

Le pregunta Sebastián sarcásticamente, al tiempo que intentaba evitar la risa por la forma que Manuel se expresó de su madre dando por hecho que la mayoría de los chicos ven a cualquier adulto mayor de treinta años como a una persona en decadencia.

M: Pero no escribiras eso.  Tal vez si van a un sitio romántico, con velas, el candidato no se dará cuenta.

La cara de Sebastián desapareció detrás del formulario, incapaz de ocultar su hilaridad.

S: Sigamos.  Estatura y peso (le preguntó Sebastián con voz neutra al cabo de un instante).
M: Mi mamá no es gorda.  Y es bastante alta.  Bastante más alta que yo.  Aunque no me preocupo porque la estatura es un rasgo genético característico de la familia, y todas las posibilidades juegan a mi favor (declaró, adelantando la barbilla con decisión).
S: Estoy de acuerdo contigo.  ¿Color de los cabellos y de los ojos?
M: Pelo color rubio y ojos color marrón.
S: Ocupación?
M: Actualmente, trabaja en el restaurante de un amigo como anfitriona.  Ella atiende y acomoda en sus lugares a los clientes cuando llegan al restaurante.  A propósito, ¿quiere que le enseñe una fotografía? (sin esperar respuesta sacó una fotografía del bolsillo y se la enseñó).

Manuel ocultó una mueca burlona al ver la reacción de Sebastián.  Su expresión era igual a la suya cuando le servían una gran copa de helado.  Desde luego que su madre era bastante mejor que los helados.  Hasta sus propios compañeros de clase lo admitían.  Sin hacer comentarios, Sebastián le devolvió la fotografía.

S: ¿Anfitriona?
M: Bueno a mi madre le hubiese gustado ser actriz de telenovelas pero lamentablemente no tuvo el tiempo disponible porque ella se dedicó a mí.  Como le dije actualmente es la anfitriona en un restaurante de un amigo y la verdad es que trabaja mucho (afirmó con una cierta tristeza) por mi bienestar.  Y te aseguro que no quiere un marido o algo así para que la ayude a pagar las cuentas.

Sebastián alzó las manos.  Eran unas manos de largos dedos.  Como las de su madre, claro que más grandes. 

S: Tranquilo, amigo.  Yo solo hago las preguntas.  No soy un juez, ¿de acuerdo?
M: De acuerdo.  ¿Qué más quiere saber sobre mi madre?
S: El estado civil actual de tu madre, cuántos hijos tiene y tipo de residencia.

Manuel respiró hondo.

M: Ella es soltera.  Vivimos en un apartamento.  Pablo era mi papá, se marchó hace ocho años.  Creo que debí haber dicho divorciada.  Los papeles del divorcio llegaron tiempo después de la partida de él (declaró Manuel encogiéndose de hombros).  En cuanto a los hijos, bueno, soy yo.  Así que el candidato no tendrá que esforzarse mucho.  Solo somos los dos, y yo no le daré problemas.
S: Estoy seguro de que así será (comentó Sebastián bajando la mirada).  

Sebastián se decía a sí mismo “Pobre niño, llamaba a su padre por su nombre de pila.  ¿Manuel se dará cuenta de que realmente tenía desesperación por encontrar un reemplazante de su padre, más bien la necesidad de una figura paterna?”  Muy dudoso que así fuera.  Manuel creía tenerlo todo estudiado... o al menos así lo pensaba. 

S: ¿Cuál sería el compañero ideal para tu madre?  ¿Tienes alguna idea? (le volvió a preguntar Sebastián tras una pausa).
M: Un vaquero, un ranchero o un actor.
S: Estás de broma.
M: Bueno, es lo único que le falta por conocer.
S: ¿Lo único?
M: Sí.  Me refiero a lugares y a los tipos de esos lugares.

Sebastián sintió que la palabra «tipos» le molestaba.  ¿Es que el chico quería decir que su madre había salido con varias clases de hombre buscando al compañero ideal?  Sebastián apretó los labios.  

Por alguna razón, le molestaba considerar esa posibilidad, especialmente después de haber observado la foto que Manu le había enseñado y en la misma Sebastián pudo observar una bellísima, amplia e hipnotizadora sonrisa que iluminaba como también pudo observar una vulnerabilidad que asomaba desde el fondo de sus dos grandes ojos marrones.

S: ¿Viajan mucho?
M: Estamos obligados.  Al principio lo hacíamos con Pablo.  Ahora mamá intenta encontrar un hogar perfecto para nosotros.  Pero la manera en que lo intenta no funciona.  Por eso es que decidí ayudarla.
S: Y tú crees que resultará de esta manera.
M: Un ordenador lo resuelve todo (declaró satisfecho).  ¿Qué más necesita saber?
S: ¿Cuáles son las cosas que le desagradan a tu madre? (preguntó Sebastián, decidido a cambiar de tema).
M: Margarita Mayers.
S: ¿Cómo dices?
M: Esa es la chica con la cual mi padre se escapó.  Pablo tuvo que esperar hasta que ella terminara el colegio antes de abandonarnos y eso le dolió mucho a mamá.  ¿Ya hemos terminado?
S: No todavía.  Ahora viene la parte más difícil.  Me temo que las próximas preguntas serán más personales (Manuel observó Sebastián con el ceño fruncido.  Le disgustaba someter a Manuel al interrogatorio que vendría a continuación).
M: Usted bromea.  ¿Cree que las otras preguntas fueron muy fáciles? (explotó Manuel).  ¿Más personales?  ¿Qué más les interesaría saber?  ¿O tal vez usted se refiera a...? (balbuceó con una mirada de horror haciendo la seña con sus dos dedos índices).  ¡Eso es repugnante!  Mi mamá no hace esa clase de...

Sebastián intentó ocultar su regocijo.  De uno u otro modo ella tendría que haberlo hecho alguna vez, puesto que la evidencia de ello se encontraba sentada frente a él, mirándolo furioso.

S: Verás... esto sería más fácil si pudiéramos hablar con ella.  ¿Estás seguro de que no puedes traerla aquí el día de su cumpleaños?  Podríamos hacerle todas estas preguntas y conseguir una mejor...
M: No! Mi madre no lo hará si... (Manuel se detuvo bruscamente, intensamente ruborizado).
S: Vamos, vamos.  No te pares, continúa.  ¿Tú crees que ella se molestaría si supiera lo que intentas hacer? (le preguntó Sebastián directamente).  

La expresión divertida de Sebastián se había borrado de su cara.  Claro, justo lo que su abuela necesitaba.  Más problemas para su negocio.  Se inclinó sobre el escritorio, no sin antes apartar un delicado florero que contenía una sola rosa amarilla. 

S: Mira, chico.  Si esto es algo que ella no aprobaría, ¿por qué obligarla a aceptarlo?
M: Es posible que no lo apruebe, pero lo aceptará como sea (respondió Manuel, desafiante).
S: Manuel, debes aceptar los hechos (lo amonestó Sebastián secamente).  Si no eres capaz de responder las preguntas no podré componer su perfil.  Así que o tú o ella tendrán que responder el cuestionario.  ¿Qué me dices?
M: ¿Cuáles son las otras preguntas? (preguntó Manuel disgustado).

Sebastián miró el formulario.

S: Sobre sus intereses generales, aficiones, cosas en que se siente fuerte y en las que se siente débil.  Tipo de personalidad.  Metas y ambiciones.  Y además se supone que tiene que hacer una descripción de sí misma.

La expresión de Manuel era de una total perplejidad.  Pero eso fue solo al principio.


Capítulo 4

M: Bueno, vamos a ello (dijo Manuel resueltamente al cabo de un instante).  ¿Su teléfono tiene altavoz para que ambos podamos escuchar a mi madre y también dejarla en espera sin que nos oiga?
S: Sí.
M: ¿Puedo utilizarlo?
S: Aquí lo tienes (dijo Sebastián al tiempo que le acercaba el aparato telefónico).
M: Hola, mamá.  Soy yo (dijo Manuel tras marcar el número y esperar un instante).  ¿Vas a salir?  Ah, muy bien.  Te voy a poner en el altavoz, ¿no te importa?

Sebastián presionó un botón y un tono de voz más dulce que un melocotón invadió la oficina.
C: No, no me importa, cariño.  ¿Qué sucede?  ¿Dónde estás?
M: En casa de un amigo y necesito tu ayuda.  Estoy trabajando en un proyecto científico para el colegio y...
C: ¡Un amigo!  ¿Lo conozco?  ¿O es una amiga?  ¿Cómo se llama? (preguntó con un entusiasmo que intentaba disfrazar su cálida preocupación maternal).
M: Se llama Sebastián, mamá.  Ahora presta atención.  Estamos haciendo un trabajo sobre personalidad y necesito hacerte unas cuantas preguntas.
C: Y me reconocerán en ese trabajo?
S: Es confidencial (murmuró Sebastián).
C: Eres tú, Sebastián?  Que gracioso, tu voz suena como la de un adulto.

Manuel se sobresaltó.

M: Mamá, sabes que todos mis compañeros son mayores que yo.  Y Sebastián es realmente grande.
C: ¡Dios mío!  ¿He sido desconsiderada?  Lo siento, Sebastián.  Espero no haberte molestado.

A Sebastián le llegó su nombre a través del teléfono como un leve y cálido suspiro.  No tenía acento cordobés.  Quizá había acertado con aquello del tono melocotón porque su voz era parecía a la de un ángel caído del cielo.  De pronto sintió el súbito deseo de conocer a aquel ser de treinta y tres años, de ojos marrones y cabellos rubios que brillaban como la luna.  Deseaba comprobar de cerca si aquellos ojos con las pequeñas arrugas en los extremos, que a Manuel tanto le perturbaban, eran tan intensamente atrayentes como los había captado al ver la fotografía que Manuel le había enseñado hace varios minutos.

S: No, no me ha molestado (respondió Sebastián tras un largo silencio y en tono suave para que Carina no notara que era un hombre y no un chico).  Intentaba adivinar de dónde es tu acento.
C: Oh, soy de Córdova aunque crecí en Haedo (declaró con una risita).
M: Bueno, mamá. ¿Podemos hacerte las preguntas? (intervino Manuel impaciente).
C: Claro que sí, cariño.  Vamos allá.
M: Mamá, te vamos a dejar a la espera un segundo mientras Sebastián y yo seleccionamos las preguntas.
C: Pero no sería mejor que lo hiciéramos personalmente? (rió ella).
M: No, porque eso podría estropear los resultados.
C: Y sería grave, ¿verdad, cariño?  De acuerdo, esperaré.
M: Gracias, mamá.  Espera un poco (Manuel presionó el botón para interrumpir la comunicación con ella).

Sebastián, que todavía no podía creer el efecto que esa voz le había producido, miró severamente a Manuel.

S: No me gusta engañar a las personas.  La próxima vez no me metas en tus mentiras, porque no lo voy a tolerar.  ¿Queda claro, jovencito?

Abatido, Manuel asintió con la cabeza.

M: Sí, señor.  De acuerdo.
S: Bueno, prosigamos.  Vas a leerle a tu madre una lista de adjetivos y ella ha de elegir los que considere más ajustados a su personalidad.

Después de volver conectar la comunicación, Manuel le leyó la lista de los adjetivos.

C: Creo que definitivamente soy sentimental y afectiva.  A veces demasiado (confesó Carina).  También me considero extrovertida.  Me gusta trabajar en contacto con la gente.  Creo que soy muy segura de mí misma.  Hago lo que me parece que es lo mejor sin importarme la opinión de los demás.  Pienso que se podría decir que tengo un espíritu aventurero pero a la misma vez me gusta la paz y tranquilidad que me da la naturaleza (agregó vacilante).  Ya ves que a menudo nos trasladamos de un lugar a otro.  Pero definitivamente no soy una romántica.
M: Vamos, mamá, y ¿cómo le llamarías a eso de las velas románticas y olorosas, el baño con burbujas y todo lo demás?
C: Eso, mi pobre niño, se llamaría ser femenina, pero no romántica.  Me pueden gustar esas cosas de niñas, como las llamas tú, sin tener que implicar en ellas a un hombre o vivir un romance.  Todo eso es por mi propio placer, no para seducir a un marido.

Sebastián pensó que obviamente su ex la había dejado muy resentida.

M: ¿Y qué más?
C: Veamos, soy tolerante, práctica.
M: Eso sí que no, mamá.
C: Qué te hace pensar que no lo soy? (preguntó, perpleja).
M: Si fueras práctica, no te pasarías la vida evitando a tus admiradores.  Además, habrías demandado a Pablo cuando te robó todo el dinero para escaparse con Margarita Mayers en tu guagua nueva.
C: Siempre he deseado que tu papá no hubiera hecho eso (admitió en voz baja).  Me temo que te dio un mal ejemplo y eso malogró tu relación con él.

La sencilla observación de Carina se le hizo a Sebastián insoportablemente penosa.  Quitó el altavoz de la comunicación antes de que Manuel reanudara la conversación.

S: Jovencito, limítate a hacer las preguntas y a dejar que tu madre responda, ¿queda claro?
M: No fue la partida de Pablo lo que malogró la relación.  Fue lo que le dijo cuando él se marchó de casa.  Hizo llorar a mamá.  El próximo tipo que se case con ella no la hará llorar nunca más, excepto si es por alguna razón de alegría.  La tendrá que hacer reír siempre (murmuró el niño con la barbilla temblorosa).
S: Mira, amigo (dijo suavemente, luchando con el sentimiento de simpatía que sentía hacia esos dos seres heridos).  La felicidad no se encuentra por el simple hecho de casarse.  Primero hay que encontrarla dentro de uno mismo y luego compartirla con los demás.  A veces a través del matrimonio.  A veces a través de una gran amistad.
M: Usted habla como mi mamá (replicó Manuel al tiempo que cruzaba los brazos sobre el pecho).
S: Quizás deberías escucharla.  Si no te importa yo le leeré el próximo apartado.  Y te ruego que no interrumpas.
M: No lo haré, a menos que esté equivocada (dijo el chico encogiéndose de hombros).

Sebastián se mordió la respuesta y apretó el botón de la comunicación.

S: Señora Zampini?
C: Te escucho.
S: Las próximas preguntas serán más personales.  Conteste lo mejor que pueda.
C: Veamos.
S: ¿Cuál sería una velada ideal para usted? (preguntó, curioso por saber la respuesta).
C: Esa pregunta es muy fácil.  Pasaría largas horas en un buen baño de fragante y olorosa espuma y rodeada de esas velas aromáticas que Manuel odia tanto.  Ah, y con un buen libro.

Sebastián parpadeó ante la imagen que su mente empezaba a recrear.  La luz de las velas iluminaba los cabellos recogidos sobre la cabeza, sus ojos marrones brillaban con una chispa de picardía, montones de burbujas blancas realzaban la pureza de su piel.  Él se inclinaba hacia ella y le quitaba una burbuja de la nariz antes de...

C: ¿Ya has terminado? (la voz de Carina trajo a Sebastián a la realidad saliendo de su repentino sueño)
S: Lo siento.  Todavía quedan algunas preguntas más.  La próxima pregunta es ¿Cuáles son sus virtudes y defectos?
C: Vaya, esas son preguntas difíciles.  Bueno, diría que una de virtudes es que soy trabajadora.  Y en cuanto a los defectos...
M: Eres demasiado generosa (interrumpió Manuel).
C: Ese no es un defecto, cariño (murmuró y luego dejó escapar un profundo suspiro).  Para ser honesta, creo que soy demasiado orgullosa.  Quiero cuidar de mí misma y de Manuel sin tener que volver a depender de nadie.  Deseo conseguir todo lo que necesite por mi propio esfuerzo.

La respuesta de Carina le hizo recordar a Sebastián a su abuela Esperanza, una mujer fuerte, decidida, llena de pasión y energía.

S: ¿Cuál es su idea de una cita perfecta?
C: Cielo santo, sí que es una pregunta extraña (comentó vacilante).  ¿Dices que todo esto es para un trabajo de Ciencias?
M: Sí (rápidamente intervino Manuel).  Te lo explicaré cuando quede terminado.
C: Bueno, creo que una cita perfecta podría consistir en que me obsequien un bello ramo de rosas amarillas acompañado de una excelente cena.  Soy feliz con una buena comida (dijo riendo).
S: Y las rosas amarillas?
C: Me gustan son mis preferidas.  Para mí es el color más lindo de las rosas.
M: Le gustan a rabiar (susurró Manuel luego de oprimir el botón del altavoz).  Por eso elegí este lugar.
S: Tiene sentido (le contestó Sebastián).
C: Escuchen chicos (Sebastían vuelve a oprimir el botón del altavoz del teléfono).  Tengo que irme.  ¿Falta mucho para terminar?
S: Una última pregunta (dijo Sebastián).  ¿Cuáles son sus metas y ambiciones?
C: Educar a mi hijo lo mejor posible.  Estoy ahorrando para poder comprar una casa.  Un pequeño lugar que sea nuestro, con un patio y un jardín donde pueda cultivar rosas amarillas.  Un hogar donde podamos echar raíces hondas y duraderas.

Sebastián sabía mucho de eso.  Durante generaciones su familia había vivido en una zona en las afueras Buenos Aires.

S: Es bueno echar raíces en algún lugar (le comentó).
C: Me alegra que así lo pienses, Sebastián.  Esa es mi meta.  Y no deseo otra cosa.
M: ¿Ni siquiera un marido?
C: ¡Cielo santo, no!  No quiero un marido para nada (respondió de inmediato, con gran vehemencia).  Manuel, ¿Qué te hizo pensar en esa locura?

Durante un largo instante Sebastián guardó silencio, luchando por controlarse.

M: Se me ocurrió de repente (contestó con los dientes apretados).  

Sebastián quería estrangular a Manuel por la interrupción inesperada.  

S: Gracias, señora Zampini.  Le agradezco mucho que nos haya dedicado su tiempo.
C: No hay de qué, Sebastián.  Manuel, ¿a qué hora vuelves a casa?
M: Estaré allí a la hora de cenar, mamá.
C: Llámame si vas a llegar más tarde.  Y si quieres invitar a Sebastián, no dejes de hacerlo (dijo antes de cortar la comunicación).
S: Todavía pretendes seguir adelante después de lo que has oído? (preguntó Sebastián a Manuel con dureza).
M: El deseo de independencia de mi madre es una fijación temporal.  Ya se le pasará.  Y yo me encargaré de que así sea (replicó Manuel en tono despreocupado).
S: Bueno, quedaba una última pregunta que tendrás que responder en su lugar.  Aunque creo que es una pérdida de tiempo (dijo Sebastián irritado).  ¿Qué crees que buscaría tu madre en una relación sentimental?

La pregunta ya no tenía sentido, pero había que terminar el maldito cuestionario.

M: Diría que ella todavía no lo sabe.  Pero desea casarse (respondió Manuel con una sonrisa entrañable).


Capítulo 5

Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

Sebastián Estevanez no estaba muy contento conmigo.
Dijo que yo tenía secretos y que sería mejor dejar el asunto.
Bueno, ¡claro que los tengo!  
¿De qué otra manera podría conseguir un papá?
De todos modos prometió tener un hombre disponible 
para el cumpleaños de mamá, que es mañana.
Y si esto no resulta tendré que echar a correr el Plan B.
¡Ojalá que no sea así!  
Tengo que hacerme cargo de solucionar el problema de mamá, 
ya que ella no se preocupa.  Y en eso estoy.


Organización del procedimiento:

   1.   Llevar a mamá a la Agencia Matrimonial sin que se dé cuenta.
2.   Esperar que el ordenador haga su trabajo mágico. 
3.   Comprobar los datos estadísticos del candidato.
4.   Asegurarse de que el tipo no sea un perdedor. 
5.   Convencer a mamá de que acepte.<!--[if !supportLists]-->

CARINA revisó las cifras por cuarta vez.  ¿Qué diablos iba a hacer?
Un mechón rizado de sus cabellos rubios se le vino a la frente y ella lo apartó con una mano temblorosa.  Otra vez volvió a mirar su libreta de cuentas.  De acuerdo.  

 Decidió que primero había que pagar la última cuota del ordenador de Manuel.  Tenía que hacerlo porque ese ordenador era el futuro de su hijo.  Y si hablara con la señora Walters y le explicara la situación tal vez la dueña del piso consentiría en aplazar el pago del alquiler unos cuantos días más.  Tal vez podría conseguirlo si la sobornaba con otro ramo de sus escuálidos rosales.

De acuerdo.  ¿Y qué más?  La factura de la luz.  Muy importante para el funcionamiento del ordenador de Manuel.  Y luego, la comida.  Tal vez Freddie podría darle algo de lo que sobraba en el restaurante.  Con eso estiraría los centavos.  Y podría prescindir de los gastos extra.  No más café instantáneo.  Podría saltarse el almuerzo.  No tenía que enfermar, ni volver a torcerse los tobillos.

M: Todo bien, mamá?

Carina se esforzó por sonreír.

C: Muy bien, cariño.  ¿Por qué me lo preguntas?
M: Porque ahora tus ojos tienen un color más oscuro y cuando te ríes se ven más claros (respondió sentado al borde de la silla de la cocina).  ¿Cuál es el problema?
C: Nada, corazón.  Todo va bien.  De veras.  (Carina se ordenó a sí misma “Sonríe.  Piensa en algo bonito”).  

De inmediato a Carina se le viene a la mente el momento en que había dado a luz a su hijo.  Incluso entonces había demostrado una intensa curiosidad que más tarde conformaría su temperamento.  La había observado con sus grandes ojos marrones y en ese instante su corazón le había dicho que haría cualquier cosa por él... que sacrificaría todo por él.  El niño había sido su única luz en estos últimos meses de temor y desesperación.  Manuel había hecho que la vida de ella valiera la pena y ese solo pensamiento calmó su tensión.

C: Y ahora ¿qué ves?
M: Vaya!  Se han vuelto color marrón claro otra vez (comentó).  ¿No te olvidarás de lo de mañana, no?  Es necesario que te escapes del trabajo un par de horas y así podré entregarte mi sorpresa de cumpleaños.

Ella frunció el ceño al tiempo que señalaba libro de las cuentas.

C: No lo sé, Manuel...
M: Má, me lo prometiste.  Por favor.
C: Y una promesa es una promesa (concedió Carina con un suspiro).  De acuerdo, cariño.  Hablaré con Freddie.

Y con la señora Walters y con los de la compañía eléctrica.  Todos comprenderían.  Carina respiró hondo.  No había otra alternativa.  Ellos tendrían que comprender.

Mientras en la Agencia Matrimonial, Sebastián habla con su abuela.
S: Él quiere un padre.

Esperanza Estevanez, abuela de Sebastián, asintió.

EE: Todos los niños quieren un padre.  ¿Es eso tan malo?

Sebastián, que estaba apoyado en uno de las columnas de la oficina de su abuela, se volvió hacia ella que estaba sentada al fondo, en una butaca acojinada, su lugar favorito.

S: No para Manuel.  Pero dudo que Carina Zampini piense lo mismo.  Me dio la impresión que está decepcionada de los hombres.  ¿Qué pasaría si te arma un escándalo por haber alentado la idea del chico?
EE: Te pareció que es una mujer escandalosa.

Sebastián frunció el ceño.  No.  Intuía que Carina era una mujer de buen corazón, devota de su hijo.

S: No.  Ella irá a la cita con el candidato que el ordenador le seleccione.  No le gustará para nada, pero lo hará por su hijo.
EE: Entonces, problema resuelto.
S: No está resuelto, Esperanza (dijo con el ceño fruncido).  

Sebastian no sabía bien por qué se implicaba tanto en el caso de Carina Zampini y su hijo Manuel.  Tenía trabajo más que suficiente esperándolo.  Un trabajo agradable, enérgico.  Un tipo de trabajo que no daba lugar a pensamientos relacionados con melocotones de Haedo y niños.  Pero Esperanza prácticamente lo había criado.  Nunca podría compensarla por todo lo que le debía.  Así que invertía dinero en la empresa y periódicamente estaba al tanto de las finanzas de la Agencia, como una pequeña demostración de su gratitud y cariño hacia su abuela.  

S: Me pregunto si es prudente alentar los proyectos del chico a sabiendas de que a la madre no le interesa el asunto.
EE: Es posible que encuentre al hombre de sus sueños (replicó Esperanza complaciente al tiempo que comenzaba a mecerse).  Eso es exactamente lo que hacemos aquí, Sebastián.

Disgustado, dejó escapar un suspiro.

S: No participará Wanda en la selección, ¿verdad?  Odio que hagas eso.
EE: No te metas con ella.  Es la mejor colaboradora que tenemos (replicó Esperanza con una risita).
S: Eso habría que discutirlo.
EE: Wanda es una romántica.  Pero no olvides que en nuestra propia familia también hay leyendas románticas.
S: Abuela, no empieces con eso de nuevo (le advirtió Sebastián).
EE: Eres el hombre más cabezota que he visto en mi vida.  ¿Crees que te habría hablado sobre la leyenda del Beso si yo misma no lo creyera?  ¿Por quién me tomas?  ¿Por una vieja chiflada? (preguntó enfadada).
S: Sí, niña vieja (Sebastián le dijo al tiempo que se sentaba junto a ella en el brazo de la amplia y mullida butaca y le pasaba un brazo sobre los hombros).  Sospecho que estás a punto de verte en una habitación acolchada y con un enorme guardián llamado Luis.
EE: Vamos, que hablo en serio.  El hecho de que aún no hayas besado a la mujer adecuada no significa que no exista la persona ideal para ti.
S: Solo un beso y lo sabré (se burló Sebastián).  Me has estado contando esa historia desde que era un bebé.
EE: Y entonces sabrás que ese es el verdadero amor.  Sí, señor, así será.  Le sucedió a tus padres, a tus abuelos, a tus bisabuelos.  A todos.  El asunto es que tú has tardado más que nosotros.  Pero a ti te ocurrirá también (declaró Esperanza con un enérgico gesto de asentimiento).
S: Me parece que hablábamos de la situación sentimental de Carina Zampini.  ¿La periodista todavía merodea por ahí?
EE: Estaba intrigada con el jovencito Manuel, especialmente por el hecho de que le hayamos permitido comprar una cita por solo veinte dólares.
S: Así que la periodista hará un seguimiento de todas las citas que organice la agencia?
EE: Posiblemente.
S: Y si Carina rechaza los candidatos que seleccione el ordenador?  

Sebastián solo quería cumplir con Manuel y evitar que cualquier noticia saliera a la luz pública.

EE: ¿Por qué no te preocupas a su debido tiempo?

Algo en el tono de su abuela lo obligó a escrutarla con su mirada de lince.  Su voz era demasiado... complaciente.

S: Soy realista.  El matrimonio de Carina Zampini fue un fracaso.  Y ha rechazado desde entonces a todos los pretendientes que se le han acercado, según dijo Manuel.  Por eso el chico decidió intervenir en el asunto.
EE: Deja de ser tan lógico.  Estás pensando con la cabeza y lo que importa es el corazón, que es nuestro negocio, ¿verdad?  Para eso nos han contratado.  ¿Por qué no le das una oportunidad a la agencia antes de decidir que el asunto no funcionará?
S: Quizás estaría más dispuesto si no hubiese sabido que tu querida Wanda se dedicaba a emparejar a la gente por su cuenta, prescindiendo del ordenador.
EE: No me puedes negar que su éxito ha sido fenomenal.
S: No lo niego, pero no olvides que legalmente La ROSA AMARILLA es una agencia matrimonial sistematizada.
EE: Eso es un detalle.  Lo que importa es que la agencia se encarga de emparejar a las personas y que todos los encuentros han terminado en boda.  ¿Qué te hace pensar que este no acabará igual?
S: Porque Carina Zampini está asustada.
EE: Entonces tendremos que escoger a alguien que le quite el miedo con mucha delicadeza, ¿no te parece?

Capítulo 6

Manuel conducía a Carina de la mano por el camino que llegaba a la Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla.

M: Cuidado, mamá.  No mires.
C: Oh, Manuel, voy a tropezar.  ¿Esta venda es absolutamente necesaria?
M: Quiero que sea una sorpresa.
C: Prometo que no miraré.  Pero tendrás que guiarme.  Si me caigo y me rompo una pierna no podré hacer mi trabajo en el Restaurante.  Tú sabes que siempre tengo problemas con mis movimientos, soy torpe.
M: Lo sé muy bien, mamá.  Pero no te preocupes yo te guiaré.  Ahora quédate quieta aquí mientras abro la puerta de entrada al edificio.

Ella intentó vislumbrar dónde se encontraba por debajo de la espesa venda que le cubría los ojos.  No quería estropear la sorpresa a su hijo, pero había tenido que llevarla desde que bajaron del autobús, unas cuantos bloques más atrás.  Dada su mala suerte en esos asuntos, sería una precaución muy sabia asegurarse de no tropezar con sus propios pies.  Arrugó la nariz un par de veces intentando alzar un poco la venda, pero su hijo la había atado con el cuidado que ponía en todos sus empeños.
C: Cariño, basta ya de bromas.  ¿Dónde estamos?
M: En tu regalo de cumpleaños.  Ahora hay unos pocos escalones.  Sujétate a la barandilla.  Muy bien.  Y pon la otra mano en mi hombro.  Eso es.  Un escalón más y estaremos frente a la entrada.  Quédate quieta ahí mientras abro la puerta del lugar.
C: Y podemos entrar así no más? (preguntó preocupada).

Manuel la ayudó a entrar y luego le soltó el brazo. 

M: Claro que sí.  Aquí me conocen.  Espera junto a las flores mientras voy a buscar a la señora Esperanza.

Carina escuchó una voz profunda que hablaba con Manuel.  El tono le resultaba familiar.  ¿Dónde lo había oído antes?

En vez de esperar a su hijo, dio un paso adelante y tropezó con sus propios pies, pero unos fuertes brazos, que no eran precisamente los de Manuel, la rodearon.  La venda se enganchó en un botón de la camisa de su salvador y descendió unos milímetros, lo que le permitió tener una fugaz visión del hombre que la sostenía.

Era impresionantemente alto y fuerte, con poderosos músculos en el pecho y en los brazos cuyos bíceps sintió bajo la palma de las manos.  Antes de retirar la nariz, apoyada en el amplio pecho masculino, sintió el fresco y limpio aroma que se desprendía de su cuerpo.

Era tan apuesto como… a quién se le parecía.  Pero la postura de ese hombre le recordaba a alguien le decía su sexto sentido.  Los rasgos del hombre que la abrazaba eran muy marcados, clara y fuertemente delineados.  No cabía ninguna duda.  Lo había visto en la televisión, las pocas veces que la veía.  Era actor, era Sebastian Estevanez.

Al alzar un poco más la vista se encontró frente a unos ojos de color marrones que la miraban del modo más desconcertante que hubiera experimentado jamás.  Extrañada, pensó que esa intensa mirada color café se deslizaba directo hacia su espíritu, como si buscara a su verdadero ser.  Su voz interior le advirtió “Cuidado Carina, no estás segura”. 

Al instante se zafó de los brazos de Sebastián, alzando las manos con un movimiento tan brusco que lo golpeó en la mejilla.

C: Lo siento mucho.  Siempre me pasa lo mismo.  No sé qué hacer con mis manos y pies (dijo en tono sin desafío).  Por favor no le diga a Manuel que he mirado (agregó suplicante al tiempo que se ajustaba la venda y retrocedía con la extraña necesidad de poner distancia entre ellos).  ¿Manuel?  ¿Dónde estás, cariño?
M: Aquí, mamá.  Ven.
C: Manuel, no me importaría nada si me explicaras qué sucede aquí (preguntó en un murmullo).
S: Manuel se ha esforzado mucho para darle esta pequeña sorpresa.  Y estoy seguro que usted no querrá estropearla.
C: ¿Tú no eres el mismo Sebastián, el que me llamó por teléfono? (preguntó de pronto con aprensión recordando de repente su voz).
S: Para servirte (ofreciéndole una de sus mejores sonrisa enseñando sus dos sexys hoyuelos).

Capítulo 7

C: Santo cielo, pensé que eras amigo de Manuel.
S: Y lo soy.
C: Pero él me dijo... yo pensé que...
S: Que era un chico.  Lo siento mucho.  Creo que ya podemos quitarte esto (dijo Sebastián deslizando sus manos por detrás de la cabeza de Carina.  Carina sintió una gran tentación de huir, pero en vez de hacerlo se quedó paralizada allí mismo.  Intentó rechazar el ridículo temor que se apoderaba de ella y rechazar también su atracción hacia ese hombre inquietante que ya conocía.  Tenía que ser por el fresco aroma silvestre que se desprendía de su cuerpo, ya que el resto no era demasiado atrayente.  Bueno, aparte de su figura, del color de los ojos y de su voz.
M: Sorpresa, mamá.  ¡Feliz cumpleaños! (le anunció Manuel con cara de felicidad).

Carina una vez libre de la venda, se dio cuenta de que había otras personas en la sala, además de Manuel y Sebastián.  Junto a su hijo había una hermosa anciana de pelo blanco.  Y en un rincón, un hombre y una mujer que la miraban con una intensidad que la incomodaba.

EE: Bienvenida, señora Zampini.  Soy Esperanza Estevanez, propietaria de la agencia La Rosa Amarilla.  Su hijo ha contratado nuestros servicios como un presente de cumpleaños para usted.
C: ¿Qué clase de servicios? (pregunto Carina intentando ocultar su molestia).
EE: Somos una agencia matrimonial.
C: Que sorpresa... más encantadora (balbuceó al tiempo que intentaba sonreír abiertamente, rezando para que su hijo no notara su horror).

En ese instante un flash de una cámara la obligó a parpadear.

S: Mantén la sonrisa (le sugirió Sebastián).  Ellos son periodistas.
C: ¿De quién fue la idea? (preguntó entre dientes).
S: De tu hijo.

Eso lo cambiaba todo.  Una sonrisa más natural apareció en su rostro y abrazó a Manuel con fuerza.

C: Gracias, cariño.
M: No te importa, ¿verdad, mamá?  Descubrí el anuncio en el periódico.  Es la Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla.  ¿Te das cuenta?  Rosas amarilla.  Y aquí utilizan ordenador.

Eso explicaba el interés de Manuel.

C: No me digas.  Ordenadores, vaya.  Ya veo por qué te llamó la atención.  Muy científico.
M: No puedes perder.  Ahora la señora Esperanza va a introducir tus datos y luego veremos quién será tu acompañante.
EE: ¿Está lista? (le preguntó la anciana alzando una ceja).

Carina captó una nota de comprensión en la voz de Esperanza.  Al parecer, la jefa había captado su falta de entusiasmo.

C: Estoy lista (dijo con una sonrisa desconcertada).

Esperanza se acercó al ordenador y presionó una serie de teclas.  Un minuto más tarde la impresora empezó a funcionar y sacó una página inicial.

EE: Cielo santo!  Miren esto.  Ha encontrado una pareja que coincide con ella en un noventa y nueve por ciento.  No creo haber visto nunca que esto suceda en el primer intento.
M: ¿Quién es? (preguntó inquietante Manuel).  ¿Es el mejor candidato?
EE: Un noventa y nueve por ciento sugiere que es un excelente candidato.  No se puede conseguir algo mejor (confirmó Esperanza).
M: No lo sé.  Ese uno por ciento que falta podría ser un problema (objetó Manuel con el ceño fruncido).

La próxima página salía ya de la impresora.

EE: De acuerdo.  Aquí están los resultados.  Y el ganador es... (Los ojos azules de Esperanza se abrieron de par en par).  ¡Cielo santo!

La periodista y el fotógrafo se inclinaron sobre el hombro de Esperanza.

Periodista: ¿Qué dice? (la periodista arrancó la hoja de las manos de Esperanza y luego enarcó las cejas).  Sebastián Estevanez.  Esperen un minuto.  Conozco ese nombre.  Ah, es usted (dijo al fin volviéndose a Sebastián).

S: ¡Esperanza! ¿Qué demonios has hecho? (Sebastián le arrebató el papel a la periodista).  Esto no puede ser.  Debe haber un error.

Carina le echó un rápido vistazo.  Probablemente Sebastián tenía razón y había un error.  Esas cosas pasaban, especialmente en cuestiones de sistemas electrónicos como un ordenador.  Pero no, ahí estaba su nombre.

El actor, Sebastián Estevanez era en un noventa y nueve por ciento la pareja ideal para Carina Zampini.

S: Tiene que haber un error (repitió Sebastián).  Ni siquiera figuro en la base de datos del maldito ordenador.

Esperanza se aclaró la garganta.

EE: A decir verdad eso no es tan cierto.  Verás, te pusimos a modo de prueba y creo que se nos olvidó borrarte.
S: Bien, elige entonces al siguiente candidato.
EE: No hay otro.  Generalmente tenemos dos o tres más.  Pero en este caso solo hay uno.  Y eres tú.

Manuel sonrió muy contento.

M: Feliz cumpleaños, mamá.  Yo te lo compré (exclamó al tiempo que se volvía a Sebastián).  Él es tu regalo.

Capítulo 8

EE: Es maravilloso.  No podría estar más contenta.

Sebastián se aproximó a su abuela y le pasó un brazo por los hombros.

S: Perdonen, será solo un momento.  Esperanza, tenemos que hablar (dijo al tiempo que la tomaba por un codo y la conducía fuera de la sala y lejos de la periodista). ¿Qué demonios quieres decir con aquello de que el ordenador me seleccionó?
EE: Tu caso era solo un ensayo (dijo ella a la defensiva).  Pusimos tus datos cuando estábamos probando el ordenador.  Pensé que te había borrado del fichero.
S: Bien.  Hazlo ahora.
EE: No puedo borrarte (dijo ruborizada).  Sebastián, escúchame, la periodista lo ha visto todo.  Tú fuiste el único seleccionado.  Y no hay más.
S: ¿No te importaría explicarme cómo ha sucedido todo esto? (preguntó al tiempo que hacía un enorme esfuerzo para contenerse).
EE: No sabría decirlo.  Pero sucedió, y nada puedo hacer para remediarlo 

Esperanza se plantó en medio de la estancia con las manos en las caderas, y sus ojos, tan azules como el cielo, clavados en él.

EE: Necesito que salgas con esa mujer.
S: ¿Y si me niego?  ¿Qué le pasará a la empresa si me niego?
EE: Estás en todo tu derecho y desde luego que no puedo obligarte.  En cuanto a la empresa, no estoy segura de que pueda afrontar una campaña publicitaria adversa.

Sebastián era lo suficientemente mayor como para decirle a su abuela lo que quisiera, pero sentía demasiado respeto por la mujer que lo había criado, así que se abstuvo de ofenderla con las duras palabras que tenía en la punta de la lengua.
S: ¿Y qué tendría que hacer? (se limitó a preguntar).
EE: Salir con ella unas cuantas veces.
S: ¿Cuántas?
EE: Las necesarias para dejar satisfecho a su hijo.
S: Eso sí que es duro, Esperanza.  El chico es difícil de satisfacer.
EE: Bueno, tal vez no le gustes a la madre.  Entonces quedarás libre de cualquier compromiso (comentó encogiéndose de hombros).
S: Y qué pasaría si a mí no me gusta (preguntó con una dura mirada).

Por primera vez una sonrisa iluminó el rostro de Esperanza.

EE: ¿Tú crees que eso es posible, hijo?
S: Todo es posible.  Sé que esto no va a resultar (comentó con más suavidad).  Y alguien puede salir dañado, incluso tu empresa.
EE: Pero hay algo que no has considerado.
S: ¿Y qué es?
EE: Que ella podría ser ese alguien que has estado esperando durante todos estos años.  Todo lo que tienes que hacer es besarla.  Y entonces lo sabrás con toda seguridad.


Capítulo 9

S: Seguro que sí, Esperanza.  Lo que tú digas. 

Sebastián se queda pensando las palabras de su abuela y se dice a sí mismo “¿Cómo sería besar a Carina Zampini... asumiendo que ella no lo matara en el curso del acto?  ¿Sería su beso tan dulce como su voz?”

Todas sus dudas se habían disipado.  Haría cualquier cosa por Esperanza.

EE: ¿Lo harás?  (Le preguntó su abuela en voz baja).
S: Voy a salir con ella.  Pero tú has de prometerme que buscarás otro candidato.  Ese niño necesita un padre y me gustaría ver que al fin lo consigue.  Aunque sospecho que será una ardua tarea.

Cuando ambos regresan el fotógrafo llama a Sebastián.

Fotógrafo: Señor Estevanez, ¿Podríamos tomarle una foto junto a la señora Zampini?
C: Más bien preferiría que no (comenzó a decir Carina).
Periodista: No publicaremos la foto sin su permiso (se apresuró a decir la periodista a Carina).  Pero estamos tan intrigados con la petición de su hijo que sería una historia emocionante para nuestros lectores.
M: ¿No te gusta mi regalo? (le preguntó Manuel inseguro a Carina).

Era la primera vez que Sebastián veía un rastro de vulnerabilidad en Manuel.  Rápidamente cruzó la habitación y le pasó un brazo por los hombros a Carina.

S: Tu mamá está sorprendida, eso es todo.
C: Así es (dijo Carina confirmando lo dicho por Sebastián).
S: Relájate (le ordenó Sebastián tiernamente en un murmullo).  Manuel se gastó hasta el último centavo de sus ahorros.  Y tú no quieres desilusionarlo, ¿verdad?
C: Gracias, cariño.  No podías haber elegido un regalo mejor (murmuró ella bajando las pestañas para ocultar la expresión de sus ojos).

Otro flash iluminó la habitación.

Fotógrafo: ¿Por qué no la besa?  Sería una foto fantástica (el fotógrafo le sugirió a Sebastián).

Sebastián miró a Carina.  Sus labios rosados estaban entreabiertos y él luchó contra el deseo de cerrarlos con los suyos.  Sintió que ella se ponía rígida entre sus brazos.  Por la expresión de su rostro pensó que no era una buena idea.  Pero por alguna razón se sintió más tentado todavía.

Sebastián bajó la cabeza y durante un segundo su boca se posó en los húmedos y suaves labios de Carina.  Luego le rodeó la cara con las manos decidido a volver a experimentar la más deliciosa sensación de toda su vida.  Pero ella se liberó de sus manos y se cubrió la parte inferior del rostro, negándole la promesa del paraíso.

Una ola de rabia invadió su pecho y se acercó más, dispuesto a abrazarla otra vez.  Y lo habría hecho si antes no hubiera percibido la ira desafiante que brillaba en los ojos de Carina.

Capítulo 10

Qué había sucedido?  Nunca se había sentido tan afectado por un simple... beso.  ¡Maldición! ¿Sería posible que la ridícula leyenda de su abuela fuese cierta?  Había solo una manera de cerciorarse.

S: Definitivamente habrá que intentarlo de nuevo (le murmuró a Carina al oído).

El enfado de Carina se transformó en una decisión tan sólida como una roca.

C: No tendrás ninguna oportunidad.
EE: Parece que tenemos una buena pareja (interrumpió Esperanza incapaz de ocultar su satisfacción).
C: Excepto por ese uno por ciento (replicó Carina mirando fijamente a Sebastián).

Sebastián sonrió, aparentemente relajado.  Nada lo detendría hasta conseguir besarla de nuevo.

S: Ese uno por ciento no me molesta (le advirtió sonriente Sebastian).
C: ¿De veras? (murmuró Carina con una sonrisa venenosa).  Qué pena.  Porque a mí me molesta sobremanera.

Mientras volvían a casa, Carina miraba las calles de Buenos Aires a través de la ventanilla del autobús.  ¿Qué iba a hacer?  Su dulce y maravilloso hijo le había hecho un regalo: le había comprado un hombre.  Lo que menos quería en el mundo.  Y lo había hecho de una manera que le impedía rechazar su pequeña sorpresa sin herirlo.  Tampoco podía devolver el “regalo” o cambiarlo por otro modelo.

Tal vez no habría sido tan malo si Manuel hubiese comprado algo diferente.  Alguien seguro.  Alguien a quién ella pudiera controlar.  Pero en lugar de un inocente cachorro, le había entregado un león hambriento.

Sí, era cierto.  Sebastián le recordaba un león.  Incluso se movía con la misma fuerza, elasticidad y energía controladas.  ¡Y ese beso!  Al recordarlo Carina se llevó una mano a los labios temblorosos.

Su mirada se posó en su hijo.  Si su vida hubiera sido diferente no habría tenido a Manuel.  Y lo amaba con todo su corazón.  Prometido, haría cualquier cosa por él.  Carina cerró los ojos, entregada a lo inevitable.  Cualquier cosa.  Incluso salir con un hambriento león.

Sebastián se encontraba en la recepción de la agencia y miraba, sin ver, la tranquila calle residencial.

¿Cómo podría convencer a una mujer que no creía en el amor, que este no solo existía sino que además se lo podía encontrar en el primer beso?

EE: Sucedió, ¿no es cierto, hijo?  ¿Es ella?  ¿Yo tenía razón?

Sebastián evitó responder, pero las preguntas de su abuela confirmaron sus sospechas.

S: Fue el ordenador el que nos emparejó?
EE: Sí.
S: Pero tú sabías de antemano cuáles serían los resultados.  ¿Hiciste algún truco, niña vieja?
EE: Por supuesto que no.  No le puedo restar credibilidad a empresa.
S: ¿Verdaderamente me pusiste en la base de datos para hacer un ensayo?
EE: Sí, pero digamos que Wanda sugirió que no borrara tu nombre (contestó Esperanza a regañadientes, después de una larga pausa.  Y sin poder evitarlo, Sebastián se echó a reír).
S: Siempre fue mejor que ese maldito ordenador para emparejar a la gente.

Capítulo 11

Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

Los resultados no han sido aquellos que yo esperaba. 
Al parecer a Sebastián Estevanez no le ha gustado mi experimento. 

No sé si el asunto va a funcionar, porque a mamá no le gusta Sebastián. Aunque me di de cuenta que a Sebastián le gusta ella.

Pero como no tengo más alternativas, debo seguir adelante con mi plan.  Veré qué sucede después de la primera entrevista.
Y si no resulta, tendremos que pasar al Plan B.



Cuenta Manuel:
Sebastián llamó a casa.  Prometió que vendría.  Algo relacionado con el formulario de mamá.  Esto no me gusta.  Creo que va a sugerirle que lo revise por si no está de acuerdo.  Si lo hacen tendré que vérmelas con algo diferente.  Me gusta Sebastián.  Pienso que no abandonaría a mamá.  Por lo tanto si lo elijo como mi futuro padre, tendría que encontrar el modo de manipular los resultados, si ellos cambiaran el formulario.  Tal vez una llamada telefónica...

Sebastián vio a Carina apenas entró en el restaurante.  Se encontraba junto a un atril en madera en la espera de los clientes.  Pero a medio camino se detuvo y alzó la cabeza bruscamente.  Su mirada recorrió la habitación y se posó en él.  Abrió los ojos de par en par al tiempo que unos menús del restaurante se inclinaba peligrosamente hacia el suelo.  ¡Maldición!  Debería recordar que su coordinación de movimientos no era nada buena.

S: ¡Carina!  Ten cuidado (la potente voz de Sebastián se oyó por encima del rumor de la conversación de los clientes en el salón).

Ella se sobresaltó al oírlo y desesperadamente intentó equilibrar al recoger los menús.  Demasiado tarde la mayoría iban cayendo en cascada hacia el suelo

Uno de los menús voló directo al centro de la mesa contigua justo cuando el mesero colocaba una jarra de sangría derramando la misma sobre los pantalones de uno de los clientes. 

¡Oh, Dios! Carina dejó los demás menús en el suelo e intentó secar rápidamente la sangría derramada sobre el mantel de tela de la mesa pero ya el líquido lila caí sobre los pantalones del cliente.  Carina al ver dónde se llegaba la sangría se detuvo vacilante.

C: Lo siento mucho, señor.

Durante un segundo el cliente se quedó contemplando atónito su regazo manchado de la bebida derramada.

Cliente: No se preocupe solo fue un accidente.  
C: No se preocupe la cuenta es por la casa.

El hombre se levantó de la silla con tan mala suerte que tropezó con la mesilla de las bandejas de la mesa del al lado.  La bandeja junto a él cayó pesadamente sobre los pedazos de platos rotos y comida desparramados por el suelo, sacando de las casillas al cliente.

Cliente: Estúpida.

Eso ya fue suficiente para Sebastián que observaba la escena con los brazos cruzados sobre el pecho.  De dos zancadas se abrió paso entre las mesas de clientes que miraban curiosos, y se puso delante de Carina, al tiempo que ayudaba al hombre a ponerse en pie.

S: Tranquilo, amigo.  ¿No ve que fue un accidente?  La dama se ha disculpado, así que le sugiero que dé el asunto por terminado.
Cliente: Quítese de en medio.  El problema no es con usted, es con ella.

Carina lo tironeó de la camisa.

C: Tiene razón, Sebastián.  Esto no es asunto tuyo.  Yo puedo manejarlo.  Tengo experiencia en esta clase de cosas.
Cliente: Le he dicho que se largue (le ordenó el cliente a Sebastián).  Tengo un pequeño asunto que discutir con esa hija de...
S: Cuida tu lenguaje, señor, o tendrás que vértelas conmigo (lo cortó Sebastián antes de que lanzara la palabrota).
C: ¿Cómo me ha llamado? (intervino furiosa Carina indicando a los clientes que miraban con la boca abierta).  ¿No se da cuenta de que hay señoras y niños en el local?
Cliente ¿Y qué?  Me importa un...

Antes de que pudiera continuar Sebastián lo agarró por el cuello de la camisa con tanta fuerza que el hombre comenzó a ahogarse.

S: Déjame explicarte unas cuantas cosas, amigo.  Lo que ha sucedido es realmente penoso.  Tengo que admitir que Carina tiene un pequeño problema de organización con sus piernas y brazos.  Pero si intentas ofender a esta mujer o a los clientes con ese lenguaje, me obligarás a tomar medidas más serias (le afirmó aflojando la presión sobre el cuello del cliente).

Al fin el hombre pareció darse cuenta del tamaño de su oponente.

Cliente: De acuerdo, de acuerdo (logró decir jadeante).

En ese momento, Carina volvió a tironear la camisa de Sebastián con tal fuerza que se abrieron las costuras a la altura del hombro y una manga quedó casi desprendida.

C: Sebastián, tienes que marcharte.  Ahora mismo.  Espérame en el coche y me reuniré contigo en unos minutos.

En ese momento apareció el dueño del restaurante de dondequiera que hubiera estado escondido.

F: ¿Qué pasa aquí?  ¿Qué ha sucedido? (preguntó como si no hubiera oído ni visto nada).

Menos intimidado, el cliente señaló a Carina y a Sebastián.

Cliente: Su anfitriona me tiró una jarra de sangría.  Me ha estropeado el pantalón.  Ahora mismo me voy a mi casa. Y mañana vendré a traerle la factura del pantalón.  Y si esta mujer todavía se encuentra aquí, a usted le voy a poner una denuncia.
F: No será necesario.  ¿Carina?  Lo siento, cariño.  Pero estás despedida.
C: ¡Caramba, Freddie!  ¿Otra vez?  ¿Y por cuánto tiempo?
F: Me temo que para siempre.  No voy a deducir de tu sueldo los gastos de la vajilla rota o la factura de este caballero, pero sería mejor que te marcharas ahora.

Sebastián le rodeó los hombros con un brazo.

S: Vamos, Cari.  No necesitas pasar por esto.
C: Es cierto.  Pero necesito comer y pagar el alquiler.  Vamos, Freddie.  Sé bueno conmigo.  No puedo perder mi trabajo.  ¿Qué te parece si vuelvo a lavar los platos?

Freddie se echó a temblar.

F: Casi me has dejado en la ruina a causa de todos los platos que has roto.  A causa de eso te puse como anfitriona.
C: Podría retirar los platos de las mesas.
F: Por favor, Carina, no insistas.  Sabes que sufro del corazón.  Mira, te daré una buena recomendación.  Incluso mentiré.  Es lo mejor que puedo hacer dadas las circunstancias (dijo el dueño encogiéndose de hombros).
S: Lo mejor que puedes hacer es marcharte de aquí.  Yo te ayudaré a conseguir otro trabajo.  No será demasiado difícil ya que pronto se celebra la Fiesta.  Por último, yo mismo te contrataré ( le dijo Sebastián en voz baja).
C: Pero...
F: Por favor, Carina (murmuró Freddie).  No estoy en condiciones de sufrir estas molestias.

Eso fue suficiente.  Con gran dignidad Carina se despidió del dueño del restaurante.
C: Volveré mañana a buscar mi dinero.  Gracias por todo, Freddie.

Sin decir más se dirigió a la puerta seguida por Sebastián mientras los clientes le expresaban su simpatía.  Estaba claro que allí la apreciaban.
Una vez en la calle se volvió hacia el hombre.

C: ¿Tienes idea de lo que has hecho?  Gracias a ti me han despedido.

Sebastián la condujo hasta su vehículo.

S: La manera en que yo lo veo es que te salvé de un cliente muy deseoso de estropear esa bonita cara que tienes.
C: ¿Qué dijiste? —preguntó vacilante.
S: ¿Es que nunca nadie te lo había dicho?  Pienso que eres muy hermosa (declaró con una sonrisa).
C: Gracias.  Pero el piropo no te redime de la culpa (dijo al tiempo que intentaba recobrar su enfado, pero fracasó en el intento).  Necesitaba ese trabajo.  Si me hubieras dejado manejar sola el problema.  Pero, ¿realmente piensas que ese hombre quería hacerme daño?
S: Si hubiera podido ponerse en pie, te habría derribado de un golpe (dijo al tiempo que la hacía entrar en su camioneta último modelo).  Siento haberte hecho perder el empleo.  Mañana empezaré a averiguar qué podría haber para ti.  
C: No, gracias (respondió ella al instante).  Puedo arreglármelas sola.
S: No me cabe duda (expresó él).  

Mientras hablaba Sebastián se quitó la camisa rota y luego sacó una remera del asiento trasero.  Sebastián advirtió que Carina miraba su torso desnudo con los ojos abiertos de par en par, pero al instante desvió la mirada cuando se volvió hacia ella. 

S: Sea como sea me dejarás ayudarte a encontrar otro trabajo (agregó al tiempo que arrancaba el motor).
C: ¿Por qué?
S: Porque, tal como dijiste, soy parcialmente culpable de lo sucedido.  Y así tendré una oportunidad para redimirme (comentó Sebastián, contento de que ella no hubiera insistido en que la dejara en la próxima parada del autobús).
C: Bueno, de acuerdo, entonces puedes hacerlo.

Lo dijo como si fuera ella la que le hacía un favor.  La absoluta falta de lógica de Carina le divertía mucho.  No quería que la ayudara porque eso atentaba contra sus principios de independencia.  Pero si ello contribuía a que él se sintiera mejor, entonces se lo permitía.  Una mujer loca y maravillosa.


Capítulo 12

S: Gracias, Carina.
C: A propósito, todavía no me has dicho para qué fuiste al restaurante.
S: Para conversar contigo acerca de la agencia La Rosa Amarilla.
C: Me lo temía (comentó con el ceño fruncido).
S: Sé que no estás contenta con las citas, así que pensé que podríamos revisar tu formulario y volver a introducirlo en la base de datos.  Así podríamos asegurarnos de que quedas emparejada con el mejor candidato posible.
C: No quiero tener citas con nadie.
S: Lo comprendo.  Pero tendrás que hacerlo por Manuel.

Con un leve suspiro se reclinó en el asiento.

C: Y pensar que Manuel cree que todo esto es por mi bien.  Pero la verdad es que no me interesa mantener relaciones sentimentales, ni de ningún tipo.
S: Ya lo sé.
C: Entonces, ¿por qué haces esto?  ¿Por qué aceptaste una cita conmigo?

Durante un segundo, Sebastián estuvo tentado de hablarle sobre la leyenda del Beso.  Pero en vez de hacerlo, decidió demostrárselo. Estacionó el vehículo frente al edificio de apartamentos donde vivía Carina y apagó el motor.  Después de quitarse el cinturón de seguridad se inclinó hacia ella e hizo lo mismo.

S: Lo que sucedió la última vez despertó mi curiosidad. 
C: ¿De qué estás hablando?
S: Estoy hablando de nuestro beso.

Los ojos marrones de Carina se abrieron alarmados.  Inmediatamente le resto importancia a beso.

C: No pasó nada (protestó ella).  Apenas nos rozamos los labios.

Con mucha cautela Sebastián le rodeó la cara con las manos.  Su piel era muy suave.

S: Entonces no hay por qué preocuparse. 

Mientras ella perdía segundos preciosos en considerar los pros y los contras de su próxima respuesta, él la abrazó estrechamente.  Ella no se resistió ni protestó.  Entonces Sebastián la besó como deseaba hacerlo desde la primera vez que sus labios se habían tocado.  Sus bocas se unieron fácilmente, maravillosamente, como si toda la vida se hubiesen besado.  

Entonces las palabras de su abuela le vinieron a su mente “Un beso y sabrás si es el amor verdadero”.  Y así fue.  Lo supo en lo más hondo de su ser.  Carina Zampini era su futuro.  Un futuro dulce, ardiente, delicioso pero sobre todo permanente.

Sebastián no se precipitó.  Inclinándose más sobre ella, su beso se hizo más intenso.  La garganta de Carina emitió un breve pero hondo gemido, como de rebelión y entrega. Sus manos se posaron en los hombros de Sebastián y su lengua exploró ansiosamente la boca masculina.  Sebastián se sorprendió, aunque intuía que ella no era una mujer de medias tintas, o todo o nada.

Recostándose sobre una cadera, ella le rodeó el cuello con ambos brazos y se entregó al beso con honda pasión.  Sebastián empezó a acariciar la suave piel de los muslos bajo el vestido y ella respondió con un suspiro de placer.

¿Cuándo fue la última vez que un hombre la había besado y acariciado con pasión y dulzura a la misma vez?  ¿Alguien se había preocupado alguna vez de complacer su necesidad de amor o era ella la que siempre daba?  De pronto apartó los labios con un quejido y ocultó el rostro en el cuello del hombre.

C: Lo siento.  No puedo creer lo que he hecho.
S: No tienes por qué disculparte.  Te puedo asegurar por mi vida que no estoy ofendido en absoluto (murmuró Sebastián con una tierna sonrisa que iluminó el alma de Carina).  Pero la próxima vez creo que tendremos que elegir un lugar más privado.

Carina miró a su alrededor, sorprendida.

C: ¿Cómo sabes dónde vivo? (preguntó alarmada al reconocer su propia casa).
S: Manuel tuvo que darme la dirección para rellenar tu formulario.  ¿Puedes conseguir que alguien se quede con él unas pocas horas mientras lo revisamos?  Pensé que podríamos ir a un lugar más privado y decidir cómo lo haríamos.  Quizás cenando juntos.
C: ¿Después de lo que acaba de suceder?
S: Con mayor razón, ¿no crees?
C: No sé... bueno, tal vez podríamos.  Como esta noche tenía que trabajar, ya había hablado con una vecina para que cuidara de Manuel.  Así que, si me concedes un minuto, subo a cambiarme de ropa.
S: Claro que sí.  ¿No me invitas a entrar?
C: No tenía intención (dijo Cari con devastadora honestidad).
S: Me doy cuenta.  Pero tal vez cambiarías de idea si vieras cómo nos mira Manuel, con la nariz pegada a la ventana.
C: No hay mucho que ver (observó con demasiada naturalidad).  Me estoy comportando de forma poco amable, ¿verdad?  Muy bien.  Seré cortés. ¿No le importaría venir a casa a tomar un café, señor Estevanez?
S: Encantado, señora Zampini (dijo con una inclinación de cabeza).

No les llevó mucho tiempo subir las escaleras hasta la puerta del apartamento de Carina.  Manuel ya estaba allí.

M: Hola, Sebastián.
S: Hola, amigo (dijo Sebastián golpeando con la palma de su mano la de Manuel).
M: La señora Warez acaba de marcharse (dijo Manuel mientras entraban Cari y Sebas).  Tendrías que avisarle si quieres que me quede con ella esta noche.  Pero, ¿qué haces aquí a esta hora?
C: Me han despedido (dijo ella con las mejillas ruborizadas, al tiempo que cerraba la puerta).

Manuel se quedó con la boca abierta.

M: ¿Nuevamente?  ¿Qué sucedió esta vez?
C: Me distraje un momento y volqué una jarra de sangría sobre un cliente (murmuró evitando lanzar una mirada culpante sobre Sebastián).
M: Vaya, ¿y por eso te despidieron?  ¿Se hizo mucho daño el cliente?  ¿Estaba muy enojado?

Carina soportó las preguntas de su hijo con sorprendente buen humor.

C: Afortunadamente Sebastián evitó que el cliente se enfadara demasiado.
M: Ah, Sebastián estaba allí.  ¿Y también cuando volcaste la jarra? (los ojos del Manuel brillaron de un modo especial.  Sí que era un chico listo).  Muy interesante.

Carina se ruborizó hasta la raíz de los cabellos.

C: Sí, el señor Estevanez estaba allí.  Ahora si no te importa iré a cambiarme de ropa.  El señor Estevanez y yo vamos a... a...
M: ¿Celebrar su primera cita? (ayudó Manuel).
C: Bueno si quieres llamarlo así (admitió Carina).  Vamos a revisar mi formulario.  ¿Por qué no entretienes al señor Estevanez mientras yo me arreglo?  Quizás quiera beber algo.
M: De acuerdo (dijo Manuel mientras su madre desaparecía.  

A los pocos segundos Sebastián y Manuel oyeron que Carina cerraba de golpe la puerta de su habitación.  

M: Nunca había volcado una jarra sobre un cliente, ¿sabes?  Mi madre tropieza a menudo con los objetos y las personas.  Ella es más pequeña en su cabeza de lo que es en la realidad.  Es incapaz de medir sus movimientos.
S: Ya lo sé (sonrió Sebastián).  Créeme, ya sé mucho acerca de eso.  Lo de la jarra era solo cuestión de tiempo.
M: Sí (comentó Manuel con la misma sonrisa).  A mí me ha dado unas cuantas veces, especialmente cuando se agita y empieza a mover los brazos de un lado a otro.  ¿No te sientas?

Sebastián echó una mirada a las dos sillas, un tanto deterioradas, que componían parte del mobiliario del pequeño espacio dedicado a sala de estar.  Después de recorrerlo con la mirada, concluyó que su armario era más amplio y que ninguna de las sillas podría soportar el peso de su cuerpo. Era mejor no arriesgarse.

S: Estoy bien de pie.
M: ¿Quieres algo de beber?
S: De acuerdo.

Sebastián siguió a Manuel a la cocina que tampoco tenía demasiados muebles.  Había una mesa arrimada a la pared del fondo.  Una pata rota que se apoyaba en una guía telefónica.  También había dos sillas y un refrigerador más viejo que Esperanza.  No se veía aparatos de cocina, excepto un pequeño horno microondas.

Manuel había abierto un armario y Sebastián tuvo una fugaz visión del contenido: dos platos, dos fuentes y dos vasos.  Y nada más.  Todo ahí hablaba de una triste historia.  Con un vaso en la mano, Manuel abrió el refrigerador casi vacío y sacó una caja de leche de un cuarto de litro.  Después de llenarlo se lo tendió a Sebastián.

Mientras bebía la leche de la familia con un sentimiento de culpa, Sebastián pensaba si ella tendría algunos ahorros para vivir hasta que encontrara un nuevo empleo.

M: Nunca me imaginé que el ordenador te seleccionaría a ti.
S: Y yo tampoco.  Pero me alegro.
M: ¿Te gusta mi mamá?
S: Sí (dijo al tiempo que pensaba cómo restituir la leche sin herir los sentimientos de independencia de la madre).
M: ¿Deseas casarte con ella?

La pregunta lo sorprendió con la guardia baja.  Sí que era directo Manuel.


Capítulo 13

S: Es un poco pronto para decirlo, ¿no te parece?  Aunque lo estoy considerando seriamente (añadió al ver que Manuel lo miraba fijamente.  Sebastián pensó para sí mismo “Ah, si no hubiera sido por ese maldito beso”).

Manuel adelantó la barbilla.

M: Sabes que soy parte del paquete, ¿verdad?
S: Ya lo sé (respondió Sebastián con suavidad).

Manuel se relajó.

M: ¿Quieres ver mi habitación?
S: De acuerdo (dijo Sebastián mientras lavaba el vaso).

La habitación de Manuel resultó ser una revelación.  En un rincón había una pequeña cama desprovista de su colcha.  Grandes cajas de cartón, con las ropas del niño cuidadosamente dobladas, se apilaban contra una pared.  El resto del espacio lo ocupaba un gran escritorio con un costoso ordenador del diseño más reciente que había en el mercado.  De inmediato se dio cuenta cuáles eran las prioridades de Carina.

S: Es un ordenador magnífico.

Manuel lo miró vacilante.

M: Verás.  En el colegio le aconsejaron a mamá que me comprara uno (dijo al oír el comentario de Sebastián).  Es mejor que lo sepas de inmediato.  Yo soy inteligente (agregó a toda prisa, sin aliento).
S: Me he dado cuenta de ello.
M: No.  Lo que quiero decir es que soy verdaderamente listo.  Alarmantemente listo.  Así que si eso te molesta, sería mejor que me lo dijeras antes de... (Sin terminar la frase se volvió al ordenador).  Antes de que nadie pueda resultar herido (agregó atropelladamente).
S: Manuel, mírame por favor.

A regañadientes, Manuel se volvió hacia él.

S: Escúchame, por favor.  A mí no me molesta (dijo al tiempo que sentía clavados en su rostro los ojos verdes del chico, con un desesperado brillo de esperanza en su aprensiva mirada).  La inteligencia me gusta.  Incluso el ingenio, que a otras personas podría asustar.  Yo no tengo ningún problema con eso y tampoco lo tendré.  ¿De acuerdo?
M: De acuerdo (murmuró con la barbilla temblorosa).

Justo en ese momento se abrió la puerta.

C: Ya veo dónde se habían metido.  ¿Todo bien?
M: ¡Fantástico!  Sebas sabe de ordenadores tanto como yo.
C: Vaya.  Eso es todo un cumplido si viene de mi hijo.

Carina se había cepillado el pelo que le caía sobre los hombros.  Llevaba puesta una ligera blusa gris de manga corta que hacía juego con los pantalones color negro.

S: Estás preciosa (dijo Sebastián).  

Y realmente lo estaba.  Los pantalones realzaban sus interminables piernas y caderas, mientras que el pálido tono gris hacía resaltar más intensamente el color de sus ojos.  

S: ¿Lista para partir?

Ella evitó su mirada, concentrándose en su hijo.

C: Te llamaré desde el restaurante para darte el número de teléfono.  Y también te enviaré a la señora Warez.  Y no le abras la puerta a nadie.  ¿De acuerdo? (dijo al tiempo que lo besaba en la cabeza).
M: De acuerdo mamá.  Adiós y que se diviertan (dijo Manuel intencionalmente).

Apenas la pareja se hubo marchado, puso en marcha el ordenador con el ceño fruncido.  Parte del plan ya estaba funcionando.  El ordenador había elegido al hombre perfecto como padre.  Pero su mamá era el gran problema.

Capítulo 14


Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

Malas noticias

Mamá no ha cambiado de parecer respecto a Sebastián, aunque se hayan besado.  Ellos no saben que los vi.  Por cierto que no ayuda en nada que Sebastián sea responsable de su despido.  Desde luego que después del beso que él le dio, mamá debería desearlo como marido. ¡Pero, nooo!


Conclusión

Tal vez esas cosas lleven su tiempo.  Como los gérmenes de una infección, es posible que haya que exponerse a muchos besos antes de que surta efecto.  Ella todavía no se ha contagiado de amor.  Quizás él es más propenso.  Si ese es el caso tendremos que hacer lo posible para que él la contagie.


Posibles soluciones

Hablé con la señora Esperanza sobre los cambios que Sebastián se propone hacer en el formulario, y ella me prometió que lo mantendría como candidato. Ese frente está cubierto. En cuanto a que mamá se contagie... 

Me parece que habrá que poner en práctica el Plan B (Los experimentos amorosos).


Experimento 1: Instinto protector


Objetivo: Sacar a la luz este instinto protector en Sebastián. 


De acuerdo a mis conocimientos de zoología, en el reino animal el macho protege a la hembra.  Así que tendremos que ver si él es capaz de hacerlo. Porque si no lo es, no es el hombre adecuado para mamá.


Procedimiento: 

Odio hacerle esto a mi propia madre, pero tendrá un poco de mala suerte...



C: Sebastián, a ¿Dónde vamos? (preguntó Carina apenas habían salido del edificio.  Para su frustración tuvo que esperar hasta que ambos estuvieron instalados en el camión, con los cinturones puestos).

S: Vamos a un lugar privado.  A un sitio donde podamos empezar a conocemos y conversar sin interrupciones.


Carina sintió un nudo en el estómago.


C: ¿Algo así como un restaurante íntimo?

S: No exactamente.


Al oír la respuesta se le desató el pánico.  El era un hombre, ella una mujer.  Se habían besado.  Carina se sumió en un patético dilema.  Era de vital importancia encontrar la manera de salir de la situación antes de que él volviera a tocarla y todo el proceso comenzase de nuevo.


C: Necesito informarle a Manuel dónde estaremos (balbuceó Carina).

S: Tranquila, Carina.  Tengo un teléfono móvil en el bolsillo de mi chaqueta.  Llama a Manuel y le daré mi número privado.  Así él podrá llamar cuando quiera, no importa dónde nos encontremos.  Servirá para esta cita y las otras (Sebastián dijo al tiempo que le dirigía una tranquila pero implacable mirada).

C: Así que crees que habrá más citas? (preguntó alarmada).

S: No es que lo crea; es un hecho.  Estarás pegada a mí durante un tiempo.  Tienes que afrontarlo, Carina (agregó Sebastián al ver que la alarma se intensificaba en los ojos de Carina).  Tu hijo adquirió el programa especial de las Fiestas de San Antonio en la Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla.  Eso significa que tendrás que salir conmigo o con cualquier otro candidato hasta que terminen los eventos.  Y debido a que el ordenador emitió solo un candidato, me parece que seré todo tuyo durante un mes.


Carina se rindió, tras lanzarle una mirada asesina.  No iba a ganar esa contienda y lo sabía.  Había que hacerlo por Manuel.  Entonces decidió cambiar de tema.


C: Bueno, al menos dime adónde me llevas.

S: A mi casa.


Carina casi brincó en el asiento.


C: No creo que...

S: ¿Siempre lo discutes todo?

C: Casi todo (respondió con toda honestidad).  Pero creo que esta vez tengo razón.  No es apropiado ir a la casa de un hombre en la primera cita.

S: Así que eres una chica anticuada, ¿eh?

C: Realmente no.  Digamos que el sentido común que poseo me lo enseñó la vida duramente.

S: Carina, no tienes de que preocuparte, me portaré bien.


Sebastián dejaba traslucir una paciencia y decisión innatas que armonizaban muy bien con su imponente físico.  Carina sospechaba cada vez con mayor certeza que Sebastián mostraba mucho interés en ella.  Lo que no podía saber era si lo hacía a petición de su abuela o para ayudar a Manuel.  Pero, a menos que encontrara una forma de disuadirlo, estaba visto que al final él ganaría.  Y eso era algo que prefería evitar a toda costa.


Durante la hora que tardaron en llegar, pensaba con aflicción en el modo de desligarse del asunto sin herir a su hijo, Manuel.


Sebastián cruzó la verja de la propiedad y mientras avanzaban dando tumbos por el camino de tierra, ella observó la gran casa situada en un espacio importante y centralizado en una inmensa extensión de terreno que lo utilizaba para la crianza de ganado.


C: Sebastián, ¿Todo esto es tuyo? (preguntó atónita).

S: Sí.


A medida que se aproximaban ella podía distinguir los detalles de la impresionante vivienda principal.  La residencia que actualmente se extendía por la ladera fue ampliada de generación en generación.  


C: Parece una casa antigua.  ¿Hace mucho que pertenece a tu familia?

S: Ha estado en manos de los Estevanez durante un buen tiempo, te diría que más de 100 años.

C: ¿Cómo? ¿Cuánto tiempo dices?

S: Piensa en Los Andes y agrégale un montón de años más (dijo Sebastián encogiéndose de hombros).

C: Así que tus raíces son muy profundas.


¿Cómo sería sentir la tierra de los antepasados bajo los pies?  Saber que generación tras generación esas personas habían vivido y desaparecido, habían amado, llorado y reído en el mismo lugar.  La palabra clave es Pertenecer.


La nostalgia dio paso a la decisión.  Ella nunca tendría una herencia familiar comparable a la de Sebastián, pero eso no significaba que no pudiera darle un hogar a su hijo.  Tan pronto como ahorrara suficiente dinero podría comprar una casa, no como la que veía ante sus ojos, pero sería un buen comienzo.  Sabía desde hacía mucho tiempo que las raíces sedientas se adentran profundamente en la tierra.  Pronto ella y Manuel también pertenecerían a algún lugar.


S: ¿Cuál es el problema?


Hacía unos minutos que Sebastián había estacionado el vehículo y la observaba atentamente, y ella, sumida en sus pensamientos no se había dado cuenta.


C: Pensaba cómo sería tener una historia familiar como la tuya.  Un fuerte lazo con el pasado.

S: Es un orgullo, un agrado, pero también una frustración.

C: ¿Por qué?

S: Por la responsabilidad que conlleva.

C: ¿Y eso te pesa mucho?

S: A mí no.  Pero a mi padre sí.  Se sintió atrapado.

C: ¿Y se marchó? 

S: Así fue, se fue a vivir a la ciudad con mi madre por esa razón mi abuela Esperanza fue la responsable de mi crianza q(murmuró mientras la observaba con los ojos entornados).  Eso te suena familiar, ¿verdad? 


Se bajaron del vehículo.


C: Sebastián, ¿Por qué no acabamos con esto? (Le sugirió Carina incómoda con el curso de la conversación).

S: Presumo que te refieres a esta, nuestra primera cita (dijo Sebastián al tiempo que guardaba su celular en un bolsillo de sus jeans).

C: Sí, precisamente a eso me refiero.  Te pido disculpas por mi mala educación, pero para ser honesta, no me interesa salir con nadie.

S: Entiendo que eso no se lo has dicho a Manuel.

C: No ha habido ocasión. 

S: Manuel no espera que su padre vuelva a casa, ¿verdad?

C: No.

S: Entonces tampoco tengo que preocuparme por eso (dijo implacable y sorprendiendo a Carina).


Carina estudió el rostro bronceado de Sebastián, deseosa de poder interpretar su expresión tan fácilmente como lo hacía con su ex marido.  Pero Sebastián era impenetrable y difícil de descifrar su forma de pensar y actuar.


C: Esto lo haces por tu abuela, ¿no?  Lo sé porque en la agencia dijiste que se suponía que tu ficha no estaba en la base de datos.  Todo fue... un accidente, ¿verdad?  Y esta cita es sólo para salvar guardar las apariencias de la Agencia Matrimonial, ¿no es así?

S: Si lo de salvar las apariencias te hace sentir más cómoda, entonces créelo así.  En lo que a mí respecta esta cita es para saber si el noventa y nueve por ciento de probabilidades de armonía entre ambos es suficientemente bueno.

C: Suficientemente bueno, ¿para qué? (preguntó, mirándolo de frente sin evitar su proximidad).

S: Para pasar de las citas a algo más.


Esa era exactamente la respuesta que ella había temido desde el principio.


C: Nosotros podríamos pasar un rato juntos, esta vez y luego olvidar el resto de las citas, ¿no te parece?  De hecho si este encuentro resulta ser un desastre tampoco tú tendrías deseos de repetir, ¿verdad?

S: De acuerdo (Sebastián concedió mientras se dirigían hasta la puerta principal de la casa).  No te preocupes por nada.  Yo me encargaré de todo.


A pesar de que la respuesta no le satisfizo en absoluto, Carina no pudo evitar dejarla a un lado para quedarse ensimismada observando las maderas de roble que brillaban con un tono casi dorado a la luz del incipiente atardecer.  Frente a ella se extendía un largo vestíbulo.  A un lado entrevió un salón y al otro, una espaciosa sala de estar.


Sebastián se apoyó en uno de los pilares de madera y Carina no pudo dejar de observar su figura alta y poderosa.  Apreció que Sebastián era un hombre decidido.  Sus ojos brillaban en la penumbra del vestíbulo.  


Carina, presa del pánico, sintió que tenía que huir de él.  Las voces dentro de su cabeza le gritaban «No estás segura, no estás segura».  Retrocedió un par de pasos.


C: Sebastián, no puedo hacer esto.  Pensé que podría, pero no es así.

S: No deseas cenar conmigo, ¿no es eso? (Sebastián le preguntó suavemente).

C: Para, Sebastián.  No sé qué quieres de mí.  Pero sea lo que sea no me es posible dártelo.  Por favor, llévame a casa.


Sebastián no se movió.


S: ¿Qué le dirás a Manuel?


¡Oh, no, Manuel! ¿Cómo podía haberlo olvidado?


C: Le diré que las cosas no salieron bien entre nosotros.

S: ¿Carina serías capaz de mentirle a tu hijo?


Eso la detuvo.


C: No (murmuró tras un hondo suspiro).

S: Vamos a la parte trasera de la casa.  Cenaremos junto a la piscina.  Espero que no te importe una cena informal.

C: Me parece muy bien.


La zona de la piscina era impresionante, aunque un tanto fuera de lugar en ese paisaje tan campestre.  Losas de cemento y piedras multicolores se combinaban en el suelo de un patio donde crecían flores por doquier, algunas en viejos barriles de whisky y otras en jardineras de piedra.  Entre otras flores, había petunias mexicanas, lirios blancos y bromelias de alegres colores.  En una esquina del patio se veía una zona enrejada con mesas y sillas bajo unas barras de maderas cubiertas de grandes hojas verdes en una enredadera.  


En una de las mesas había un precioso arreglo floral en el que destacaban las rosas amarillas.


Descartando la posibilidad de que las rosas estuvieran allí en su honor, Carina dirigió la mirada a la enorme piscina de tres niveles con caídas de agua de uno a otro, y toda ella rodeada de flores.


S: Fue la contribución de mi padre a esta casa (Le explicó Sebastián secamente al ver la expresión maravillada de ella, mientras ambos tomaban asiento en la mesa de las rosas).


Una mujer mayor baja de estatura y delgada apareció con una bandeja.


S: Carina, ella es Edith, mi ama de llaves (dijo Sebastián al tiempo que la mujer ponía un largo vaso de té helado frente a Carina y una botella de cerveza para él).


Mientras se secaba las manos en el delantal la mujer sometió a Carina a un intenso escrutinio.  Momentos después su expresión se relajó.


Ed: Esperanza tenía razón.  Lo harán muy bien juntos. Avísenme si desean algo más (dijo la señora con una sonrisa mientras se alejaba).

S: No tiene mala intención (explicó Sebastián cuando Edith se hubo marchado).  Edith ha estado con nosotros tantos años que ya es un parte de nuestra familia.  Desgraciadamente eso significa que dice abiertamente todo lo que se le pasa por la cabeza.  De acuerdo, es un primera cita bastante extraña (añadió al notar la expresión de Carina).

C: Me agrada que lo digas porque empezaba a preguntarme si crees que las últimas veinticuatro horas han sido muy normales para ti.


Sebastián hizo una mueca burlona.


S: Claro que sí! (Sebastián le dice sarcásticamente).  Estoy muy acostumbrado a que jóvenes inteligentes de trece años me pidan que salga con sus madres.  


Ambos se hicieron burla con la mirada ante el sarcasmo expresado por Sebastián.


S: Bueno, bueno, hablemos de otra cosa.  Como ya dejamos en claro esta no es una primera cita normal, pensé que podríamos revisar el formulario que Manuel respondió por ti y hacer modificaciones si no estás de acuerdo en algo.  Esperanza dijo que lo volvería a introducir en la base de datos para hacer una búsqueda de otros candidatos.

Ella se enderezó en la silla.

C: Sebastián, creo haber dejado claro este asunto.  Es posible que tus besos me hayan impactado, pero no me interesa mantener ninguna clase de relación con nadie.  Nunca.  ¿Comprendes?

S: ¿Ni siquiera por Manuel?

C: Eso no es justo (dijo al tiempo que depositaba bruscamente el vaso en la mesa).

S: El desea un padre.

C: Tiene uno.  No necesita otro.

S: Entonces, ¿por qué fue a la agencia? (Le preguntó Sebastián al tiempo que se levantaba de la silla).  Si me perdonas, voy a buscar los papeles y a avisarle a Edith que estamos listos para cenar.


Carina lo contempló alejarse a grandes pasos.  Seguramente sabía que se quedaría pensando en las razones que habían llevado a Manuel a acudir a una agencia matrimonial.


¿Realmente Manuel necesitaba un padre tan desesperadamente?  Era una pregunta excelente por parte de Sebastián.  ¿Por qué de pronto Manuel se mostraba tan ansioso por tener un padre?  Nunca se lo había confesado a ella, su madre.  ¿Era por algo que ella había hecho?  ¿O no había hecho?


Carina creía que ella y su hijo se llevaban bien y que compartían los mismos objetivos.  Ambos querían un hogar y un lugar donde echar raíces.  Pero al parecer su hijo deseaba más.  Mucho más.


S: Como parece que tienes respuesta para todo, dime por qué Manuel quiere un padre (Sebastian le preguntó a Carina una vez estuvo de vuelta sacándola se su dialogo interno.  ).

C: Simplemente porque la mayoría de los niños quiere un papá (replicó Carina aun cuando su voz había perdido toda seguridad). 

S: Sí, tienes razón (murmuró al tiempo que dejaba la carpeta en una silla vacía).


Carina esperaba ver una expresión compasiva en los ojos de Sebastián, pero para su sorpresa él se limitó a encogerse de hombros.


S: No todos los hombres son como tu ex marido.  Ya deberías saberlo.


Ella tembló.  Después de Pablo nunca había permitido que ningún hombre se le acercara.  No quería que le hicieran daño otra vez.  Había sufrido mucho durante esos cinco años de un infierno llamado vida matrimonial.


C: No me volveré a casar (Carina declaró implacable ante su decisión de no volverse a casar).


Sebastián apretó los labios.


S: Sé que deseas que yo acepte tu decisión como tu última palabra sobre el tema del matrimonio (dijo inclinándose sobre la mesa).  Pero yo no lo haré.


Todo fue por ese beso.  Por ese maldito beso.  Ella siempre había sido brutalmente honesta consigo misma.  Y esta vez no fue diferente.  Carina prefería enfrentar los hechos abiertamente, y el hecho era que ella y Sebastián juntos eran explosivos, pura dinamita.  Desde el mismo instante en que él la había tomado en sus brazos ella había perdido conciencia de todo lo que la rodeaba, excepto de las caricias del hombre.  De hecho, se había sentido invadida por un hondo deseo sexual hasta el extremo de permitirle que la acariciara debajo de la falda, cosa que no había sucedido nunca desde los tiempos de...  Solo con recordarlo sus mejillas se enrojecieron, y por cierto que Sebastián lo notó.


Para alivio de Carina, la llegada de Edith evitó un comentario de Sebastián.  El ama de llaves colocó una gran fuente de costillas ahumadas y otra con papas majadas frente a ellos.  También había traído un pequeño plato con servilletas húmedas.


Ed: También traje estas para la salsa barbacoa (dijo con una amplia sonrisa).

S: Has hecho bien (le observó Sebastián mientras la mujer se alejaba).


Que extraño le parecía a Carina ser servida.


C: Carne auténtica (comentó con mirada apreciativa).

S: No sueles tomarla, ¿verdad? (Le preguntó Sebastián tranquilamente).

C: Cierto (admitió Carina).  Tratamos de limitar el consumo de carne roja (aunque en su caso era por razones económicas que por razones de salud).

S: Puede que sea difícil comer costillas sin ensuciarse, pero es un plato ideal para romper el hielo.  No es fácil ser formal cuando uno está cubierto de salsa barbacoa.


Ese simple comentario contribuyó a relajar a Carina.


C: No te molesta verte envuelto en este lío?

S: Sí, si las circunstancias hubiesen sido diferentes.  La verdad es que no lo habría aceptado.

C: Y, ¿por qué no lo hiciste?

S: Muy sencillo.  Porque quería salir contigo.


A Carina se le cortó la respiración.  Sebastián había hablado con franqueza.  Pero su respuesta era la que menos deseaba oír.


C: Pero vi cómo discutías con tu abuela por este asunto.


Sebastián se encogió de hombros.


S: Eso fue antes de que nos besáramos.

C: Pero si solo fue un simple beso, Sebastián.  Olvídalo.

S: Fue más que eso y tú lo sabes.


Puede que así hubiera sido.  De acuerdo.  Pero no servía para erradicar su temor.


C: Ya te lo he dicho.  No saldré nunca más con un hombre.

S: Dices eso a los treinta y tres años.  No eres demasiado joven para permitir que una mala experiencia...

C: Tú no sabes nada de eso (Carina lo interrumpió tajante).

S: Sé lo que Manuel me contó.  Si yo hubiera creído que no íbamos a congeniar, le habría pedido a Esperanza que volviera a buscarte otra pareja.

C: ¿Y ahora lo hará?

S: Sí, por ti, no por mí.  Y es la verdad, Carina.

C: Te creo.

S: Pero te cuesta confiar, ¿verdad?

C: Sí.

S: Entonces ¿por qué no hacemos un pacto?  Se trata de no ocultarnos la verdad.  Creo que es importante que seamos honestos el uno con el otro.


Eso no constituía un problema para ella, puesto que no sabía mentir.


C: De acuerdo.

S: Ya que hemos terminado de cenar ¿por qué no revisamos tu formulario?

C: De acuerdo.  Veo que te preocupa ese uno por ciento que falta (comentó ella).

S: Terriblemente.  Vamos a dar un paseo mientras lo hacemos.  ¿Te parece?

C: De acuerdo.


Sebastián le entregó los papeles.


S: Empieza por la primera página.  Ahí están los datos básicos: edad, altura, peso, color de ojos y cabello.  Educación.  Esa clase de cosas.

C: ¿Cómo sabe Manuel cuál es mi peso? (preguntó tras leer las respuestas).

S: Él no lo sabía.  Yo lo adiviné después de conocerte.

C: Me pusiste un kilo de menos.

S: Aquí tienes un bolígrafo.  Haz todas las correcciones que consideres oportunas.

C: Bueno, hay que corregir el asunto del peso y el de mi ocupación.  Ya no soy anfitriona de Restaurantes.

S: Deja ese espacio en blanco hasta que encontremos otro trabajo.

C: Veo que insistes en ayudarme.

S: Sí, porque en parte soy responsable de que te despidieran.

C: ¿En parte?

S: Bueno, yo no volqué la jarra de sangría encima del cliente, pero sospecho que fui la causa.  Si no hubieras estado tan ocupada mirándome habrías prestado más atención a lo que hacías.

C: Bueno, yo...

S: No olvides nuestro pacto de la verdad.


C: Maldición.  De acuerdo.  Me distrajiste.

S: El sentimiento es mutuo, Carina.

C: ¿Por dónde íbamos? (preguntó Carina al tiempo que enterraba la nariz en el documento).  Vaya.  Me pregunto de dónde sacó Manuel esta respuesta.

S: ¿Cuál?

C: Compañero ideal.  ¿Cómo se le habrá ocurrido pensar que el compañero ideal era un vaquero, ranchero o actor?

S: Creo que Manuel dijo que era los únicos tipos de personas que te quedaba por conocer (Le explicó Sebastián en tono objetivo).

C: ¿Qué dices?


Sebastián alzó una ceja.


S: Tal vez, ¿Un leve error de interpretación?

C: Por decirlo en términos suaves (dijo ella y al punto se echó a reír).   Dios mío, creo que ya lo entiendo.  Se trata del padre de Manuel.  Pablo era experto en buscarse la vida en toda clase de actividades.   Creo que hasta que nos divorciamos los únicos tipos de empleo que no había intentado eran esos.


La boca de Sebastián se curvó en una sonrisa.


S: Ya entiendo.


Ella continuó estudiando el formulario y de pronto se detuvo.


C: Lo que me desagrada... Margarita Mayers.  Juro que voy a matar a ese chico.

S: ¿Quieres cambiarlo?

C: ¡Por supuesto que Sí!, Date la vuelta (dijo).


Utilizó la espalda de Sebastián para apoyarse.  Con perverso placer tachó el nombre Margarita Mayers y lo reemplazó por «Las mentiras».


S: Oye, ve con cuidado.  No olvides que hoy ya me arruinaste una camisa.

C: Oh, lo siento.


Ella se separó con un esfuerzo, luchando contra la tentación de quedarse junto a esa espalda poderosa.


C: Ya he terminado.

S: El resto de las preguntas las contestaste por teléfono.  Pero tal vez quieras echarle un vistazo.


Ella miró rápidamente las últimas páginas.


C: Me parece bien.

S: En ese caso le haré saber los cambios a Esperanza y ella los introducirá en la base de datos.

C: Entonces.  ¿Eso es todo?

S: Todavía falta un pequeño detalle que necesitamos verificar.

C: ¿Cuál es?

S: Este.


Carina debió haber previsto que Sebastián iba a besarla.  O tal vez ya lo sabía.  Igual que la vez anterior, se sumergió en la caricia con tal ardor que Sebastián pensó que no había error posible.  Con un suave gemido él respondió de la misma forma. 


Por qué no podía impedir sentirse tan atraída por él, se preguntaba Carina mientras lo besaba.  Debería alejarse y no quedarse pegada a él como el musgo a la roca.


Sebastián le ofrecía calidez donde solo había conocido la frialdad.  El se entregaba enteramente a ella, acostumbrada durante años a recibir una escasa demostración de afecto.  Nunca se había enfadado por su torpeza o había criticado su falta de gracia.  En cambio había dado muestras de un gran deseo, así como de la inmutable decisión de dejar su sello en ella, como si fuera suya.  Nunca había experimentado antes esa sensación.  Y, a pesar de sí misma, la encontraba irresistible.


Ella deseaba ser amada con exclusión de otras mujeres, y a su vez deseaba corresponder plenamente a su amado.  Amor.


Separó la boca de los labios de Sebastián, luchando por respirar.  ¿Dé dónde había llegado esa palabra?  Amor.


C: No puedo hacer esto (Carina murmuró al tiempo que escapaba de los brazos de Sebastián).

S: Tranquila, cariño.  Solo es un beso.

C: Si solo fuera un beso yo no reaccionaría como lo estoy haciendo (Le replicó ella).


Los ojos marrones de Sebastián brillaron risueños.


S: ¿Entonces admites que fue más que un simple beso?


Ella frunció el ceño.  Había caído en la trampa.  Sin demasiada seguridad sintió que lo mejor era retirarse.


C: Si no te importa, me gustaría volver a casa.

S: De acuerdo.  Pero recuerdas que has admitido que fue más que un simple beso y que te afectó tanto como a mí. 


Durante el trayecto llegó a la conclusión que lo único seguro para calmar el hambre sería abandonar el festín.  Y eso significaba dejar a Sebastián.


Apenas llegaron al edificio de departamentos, Carina saltó del vehículo y se dirigió apresuradamente al portal.  Manuel estaba sentado en los escalones de la entrada, con algo parecido a un perro lanudo color blanco junto a él.


M: Metí la pata, mamá (Le confesó Manuel a Carina).


Con un gemido apagado ella se volvió a Sebastián, sin la menor sorpresa de verlo a su lado.


C: Parece que otra vez tendremos que corregir el formulario (le advirtió).

S: ¿De veras? ¿Por qué? (preguntó él con calma).  


La reacción de Sebastián fue como un bálsamo para ella.

C: Nos han echado de casa (Le murmuró Carina con los labios apretados para evitar el temblor de la barbilla).

Capítulo 15

Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

Le dije a la señora Warez que no hacía falta que viniera a acompañarme. Quería prepararlo todo el plan sin que ella se entrometiera.  Tendré que apagar el ordenador por un par de días.  El Plan B ha empezado a funcionar.  Mamá llegará en cualquier momento, así que tengo que moverme y rápido.  Quiero estar en la escalera de entrada cuando llegue.

Experimento 2:        Traslado


Objetivo: Mudarnos a la casa de Sebastián

Si su instinto protector funciona, Sebastián se hará cargo de nosotros cuando nos echen del apartamento. Tengo la esperanza de que nos lleve a su casa.  Desde luego que mamá se negará.  Por lo tanto tendré que encontrar el modo de hacerle cambiar de parecer sin que note que estoy detrás del asunto.

Procedimiento: 
Limitar las opciones de mamá de modo que, aunque no lo desee, tenga que aceptar la ayuda de Sebastián.


S: ¿Los echaron de su casa? ¿Manuel, estás seguro? (Sebastián le preguntó preocupado a Manuel).

Carina al ver que su hijo asentía gravemente, sus hombros se hundieron durante un instante.  Luego irguió la espalda con un gesto resuelto y decidido.

C: De acuerdo.  Vamos a buscar una solución, hijo (declaró de forma positiva aunque ni ella misma se lo creía).
S: ¿Y cómo sucedió? (quiso saber Sebastián).
M: La señora Walters, la dueña del piso, me vio con Miss Mopsey.

Al oír su nombre, el perro lanudo junto a Manuel gruñó en tono culpable al tiempo que alzaba sus dos orejas blancas.

S: ¡Pero si es un perro!  Quién lo hubiera dicho (Sebastián enarcó las cejas, sorprendido).
M: Miss Mopsey es una perrita.  Pero aquí no se admiten animales.  Así que siempre la mantenía escondida (explicó Manuel).  Lo siento mamá, la señora Walters me sorprendió cuando la sacaba a pasear.  Y entonces me dijo que hiciera las maletas porque no podíamos quedarnos aquí.  Así que tenemos que marcharnos cuanto antes.
S: No puede hacer eso.  Es ilegal.  Ahora mismo hablaré con ella (intervino Sebastián tratando de ayudar en el asunto).
M: ¡No! (exclamó Manuel poniéndose de pie de un brinco).  Estuvo muy antipática.  No quiero vivir más aquí.  No dejará entrar a Miss Mopsey ni siquiera esta noche.  No tenemos más alternativa que marcharnos inmediatamente.

«¿Inmediatamente?»  Qué interesante.  Sebastián cruzó los brazos sobre el pecho, dudando de la palabra de Manuel.

S: Manuel confía en mí.  Yo puedo hacerle cambiar de parecer.
C: Gracias, Sebastián, pero no es tu problema.  Y no se trata solo de Miss Mopsey.  También le debo el alquiler (intervino Carina).
S: Sea como sea, la mujer no debió haber dejado a Manuel en el portal del edificio.
M: A decir verdad, la orden solo fue para Miss Mopsey.  Pero me dio miedo dejarla sola, así que decidí quedarme con ella hasta que regresaran ustedes.
C: No se hable más.  Entraré a hacer las maletas (Expresó Carina con decisión).
M: No hace falta mamá.  Ya está todo hecho.  La verdad es que no quería que pasaras más molestias, así que puse todas nuestras cosas en unas cajas que acomodé aquí, detrás de la puerta (explicó Manuel con una sonrisa angelical).
C: Gracias, tesoro, no sé qué haría sin ti (dijo Carina con una sonrisa temblorosa mientras le acariciaba la cabeza).
S: Puedo ofreceros mi casa (Sebastián le sugirió con una sonrisa tan angelical como la de Manuel, aunque ya sabía la respuesta que iba a recibir).
C: Gracias, pero no es necesario.  Nos quedaremos una o dos noches en un Hotel mientras busco otro apartamento (dijo Carina implacable).

Sebastián pensó presionarla un poco, aunque estaba seguro de que no obtendría ningún resultado.  Carina Zampini podía tener una voz tan dulce como la miel, pero esa capa de miel cubría una voluntad indomable.  Por lo tanto, lo más inteligente que podía hacer era limitarse a seguir su ejemplo.  Subió la escalera, entró en el portal y eligió la caja más grande del montón.  Al pasar junto a Manuel se sorprendió al verlo con el ceño fruncido.

S: ¿Qué te pasa, chico?
M: Nada.
S: Ah, ya comprendo.  Aunque sabes mejor que yo lo que sucedería si insisto en que me acompañen a casa.  Ya conoces a tu madre.  Por otra parte la respeto mucho como para imponerle mi voluntad.  Así que levanta el trasero y ayúdame a cargar las cajas.
M: De acuerdo.  Pero creo que puedo lograr que recapacite (dijo Manuel con una brillante sonrisa).
S: ¿Por qué será que no me sorprende?  Bueno, vamos a ayudar a tu madre.

No tardaron demasiado en cargar las pocas pertenencias de la familia Zampini en el destartalado carro de Carina.  En un momento, Sebastián observó sus vanos intentos por meter una caja que no cabía en el vehículo.
C: Son los libros, hijo.  Tal vez deberíamos dejárselos a la señora Walters para que los done a la biblioteca.
S: O podrías pedirme que los guardara hasta que encuentres otro piso (Le sugirió Sebastián impasible con los brazos cruzados sobre el pecho).
C: Realmente no quiero imponerte... (Empezó a objetar Carina.  Pero al punto cerró la boca al notar la rabia contenida que bullía del interior del hombre).

Después de darle las gracias, amablemente le entregó la caja.
C: Ya te haré saber mi nueva dirección.
S: No es necesario.  Los acompañaré al hotel.  Es lo mínimo que puedo hacer por ti y Manuel, considerando el estado de este coche, por llamarlo así (manifestó Sebastián al tiempo que se apoyaba contra el tronco de un árbol, decidido a esperar hasta que el trasto se pusiera en marcha).
C: Gracias.  Quedo en deuda contigo.  Vamos Manuel, sube al coche.

Pero cuando Carina intentó arrancar el motor, nada sucedió.

M: ¿Qué pasa ahora, mamá? (Sebastián oyó a Manuel).
C: No lo sé (balbuceó ella).
M: Vamos, sal del coche y déjame echas un vistazo.

Carina abrió el capó y de inmediato Manuel se puso a mirar el spaguetti de cables del motor.

S: ¿Puedo ayudar en algo? (gritó Sebastián a sabiendas de que la respuesta sería negativa).
M: No, gracias (se apresuró a decir Manuel).  Encontré el fallo.  Es el calibrador que está totalmente fundido.
C: ¿Y se puede reparar? (preguntó Carina con ansia).
M: Al menos no esta noche.  Habrá que esperar hasta mañana para llevarlo a un garage.

Sebastián se acercó.  Nunca en su vida había oído hablar de un calibrador, así que sintió curiosidad por saber qué le había hecho Manuel al coche.  Apenas tardó un segundo en darse cuenta de que la batería estaba desconectada.  Miró de soslayo a Carina, inconsciente de lo que sucedía.  Sin lugar a dudas que la mecánica no era su fuerte.

S: ¿De verdad que no necesitas mi ayuda?
C: Oh, no.  Manuel puede manejarse solo.

Sebastián se encogió de hombros.

S: Me parece muy bien.  Aunque ya te ha dicho que tendrán que esperar hasta mañana.

Si ella le hubiera pedido ayuda, habría tenido que decirle la verdad; pero saltaba a la vista que prefería sufrir las consecuencias de su testarudez.

C: Ya lo sé (dijo abatida).
S: A riesgo de desafiar tu sentido de la independencia, yo podría ofrecerte un lugar donde pasar la noche.  Tengo una cabaña entre mi casa y las dependencias de los trabajadores.  Y está desocupada.
C: Eso sería fantástico (exclamó Carina con evidente alivio).  ¿Cuánto costaría el alquiler?

Sebastián se sintió invadido por una oleada de ira que apenas pudo controlar.

S: Será mejor que tú y Miss Mopsey me esperen en la camioneta (Sebastián le dijo a Carina mordiendo las palabras).  Manuel y yo moveremos las cajas.
C: Pero...
S: Ahora (ordenó de inmediato aunque de repente suavizó el tono), por favor...

Alarmada, Carina abrió los ojos de par en par.

C: ¿Estás enfadado por algo?
S: Preferiría discutirlo en otra ocasión.
C: ¿Es porque me negué a aceptar tu invitación? (Carina le preguntó desafiante a Sebastián, colocando sus manos en las caderas.
S: Manuel, por favor ve a la camioneta con Miss Mopsey (ordenó Sebastián al tiempo que señalaba el vehículo).
M: ¿Tú y mamá van a pelear?
S: Solo vamos hablar la situación, amigo.
M: Quizás tú desees hablar, pero otras veces he visto a mamá así.  Ella quiere pelear.
C & S: ¡Manuel! (gritaron los dos al unísono.  Manuel desapareció al instante).

Carina lo miró airada.

C: Has alterado a mi hijo.
S: Tu hijo no está alterado.  Sobrevivirá.  ¿Me vas a ayudar a cargar esas cajas o quieres esperar en la camioneta?
C: Será mejor que nos lleves a un hotel.

Eso fue más de lo que Sebastián podía soportar.  Sin darle tiempo a reaccionar la estrechó bruscamente contra su cuerpo.  Sus bocas chocaron, pero luego se unieron en total armonía.  Ansiosamente ella le rodeó el cuello con los brazos y se entregó totalmente a la caricia.

La reacción de Sebastián al contacto del cuerpo femenino de Cari fue más intensa que nunca.  Carina tenía el poder de hacer surgir sus instintos más primitivos.  La necesitaba en su vida con una desesperación en la que no cabía error posible.  Todo lo que tenía que hacer era convencerla de que su pasión era tan ardiente como la de él.

La apoyó contra el tronco del árbol y se inclinó hacia su rostro.  La boca del hombre buscó ansiosamente la boca femenina y sus manos recorrieron su cuerpo deteniéndose en los pechos.  Las caricias de Sebastián enardecieron a Carina que, con un quejido, le clavó las uñas en la espalda, mientras enlazaba una de sus largas piernas a la del hombre.

El sonido de la bocina de la camioneta los obligó a separarse.

C: Es Manuel.  Será mejor que nos ocupemos de las cajas (Carina le susurró al oído).
S: ¿Y dónde quieres que te lleve? (Ella se aclaró la garganta).
C: ¿Serías tan amable en hospedarnos un par de días? (murmuró con una débil sonrisa).
S: ¿Y cuánto he de cobrarte por el alquiler?
C: Creí que... (se humedeció los deliciosos labios).  Creí que íbamos en calidad de invitados.
S: ¿Era tan difícil decir eso desde el principio?
C: No estoy acostumbrada a ceder a otro el control de las cosas.  Por lo general soy yo la que llevo las riendas de todo.
S: Y tú piensas que yo intento adueñarme de la situación, ¿verdad?
C: Al menos eso parece a primera vista.
S: Te equivocas, Carina.  Admiro a las mujeres fuertes.  La única vez que me verás perder el control es cuando compruebe que te empecinas en solucionar los problemas por el camino más difícil.
C: Ya tengo una idea.  Puedo ayudarte en el rancho a cambio del hospedaje.
S: ¡No!, y vayámonos antes de que vuelva a perder la paciencia.


Capítulo 16

Sebastián estaba apoyado contra el marco de la puerta de la cabaña con los brazos cruzados sobre el pecho.

S: ¿Cómo sucedió?
M: Lo siento, Sebastián (dijo Manuel con cara de profundo arrepentimiento).  Debí haber dejado la puerta abierta cuando llevé la ropa al cuarto de la lavandería.  Se me ocurre que esa estúpida zorrilla aprovechó mi ausencia para colarse dentro.  Gracias a Dios que todavía no habíamos sacado las cajas de la camioneta.

Carina olfateó el aire con una mueca de asco.

C: Manuel estas seguro que fue una zorrilla.

Lorenzo, el capataz de Sebastián, asomó la cabeza dentro de la cabaña y comentó.

L: Patrón, puedo jurar que nunca he visto ese animal por estos lares.  Y eso que he pasado toda mi vida en esta región.
S: Y yo tampoco ¿Es raro, no? (observó Sebastián con la vista clavada en el muchachito de trece años, de pie junto a él).
M: Hay seis clases de zorrilla oriundas de Argentina (comenzó a explicar Manuel con bastante ansiedad).  Prefieren vivir en terrenos como este.
S: ¿Tú crees? (preguntó Sebastián muy dulcemente).
C: ¿Y arruinó las cosas? (preguntó Carina con la voz vibrante de tensión).
M: Hemos tenido suerte, mamá.  Toda la ropa se salvó porque yo la había llevado a la lavandería.  Y el resto de las cosas todavía está en la camioneta.
S: Una zorrilla que elige el momento más oportuno para irrumpir en una casa, ¿qué te parece, Manuel? (observó Sebastián al tiempo que entraba en la cabaña e inhalaba profundamente.  El fuerte aroma empezaba a disiparse muy lentamente).  Bueno, al parecer solo nos queda una opción.

Carina asintió estoicamente.

C: Te agradecería mucho si pudieras llevarnos a un hotel.
M: ¡No!  ¡No podemos!  Quiero decir...  Bueno, pensaba que podríamos trasladarnos a la casa de los trabajadores.  Nunca he estado en una.  Podría aprender muchas cosas.

Sebastián negó con un movimiento de cabeza.

S: No, esa cabaña es solo para hombres, Manuel.
M: Oh, ¿y dónde podríamos dejar a mamá? (preguntó Manuel con angelical inocencia).  ¡Ya lo tengo!  ¿Por qué no se queda en la casa principal?
C: No creo que... (Balbuceó Carina).
S: Muy buena idea (dijo Sebastián al tiempo que le daba una palmada en la espalda a Manuel).  Carina, tú puedes quedarte en la casa grande y Manuel puede dormir en la cabaña con los vaqueros.  Espero que te guste levantarte temprano, amigo.  Mis hombres ya están en pie a las cinco y media.
L: A las cinco (corrigió Lorenzo con una mueca).  Y como estás de vacaciones, chico, bien puedes echarnos una mano.  Así sabrás de qué va el oficio de vaquero.  ¿Qué me dices, eh? (agregó mirando a Manuel).
S: Me alegro que haya quedado todo resuelto.  Lorenzo, ordena a algunos hombres que lleven las cajas a la casa principal.  Manuel, échame una mano.
C: No estoy muy segura de que esto sea una buena solución (empezó Carina otra vez).
S: No veo otra solución mejor que ésta (comentó Sebastián al tiempo que le rodeaba los hombros con un brazo).  Tendrás un lugar donde quedarte hasta que encuentras un apartamento y otro empleo.  Y de paso, ponemos fin a todas esas fastidiosas citas.  ¿No te parece que todos saldremos ganando?  Ah, y si no te importa, podrías ayudar a Edith disponer las cosas.  Ella te enseñará las habitaciones que puedes utilizar y tú le indicas a los hombres dónde dejar las cajas.

Tal como se lo había figurado, a Carina se le iluminó la cara al saber que podría dirigir la situación.

C: Me parece bien, Sebastián (aceptó mientras Sebastián lanzaba a Manuel una mirada de reproche).

Cuando el chico empezaba a escapar, lo agarró por el cuello de la camisa.

C: Mientras tú ayudas a Edith, yo voy a instalar a Manuel 

Sebastián le informó a Carina, rogando que no se percatara que Manuel se movía atemorizado bajo su férrea mano.

M: De acuerdo (dijo el chico).

Cuando Carina estuvo fuera de la vista, Sebastián se inclinó hacia Manuel.

S: Jovencito, ¿no tienes nada que decirme?
M: Sí, señor.  No fue una zorrilla la que produjo ese olor apestoso.  Lo hice yo con unos materiales químicos.
S: Manuel así que mentiste otra vez.

Manuel tragó saliva.

M: Sí, señor.
S: Y  ¿No tienes nada más que decirme?  Me refiero al apartamento y al coche.
M: Es cierto que la dueña del piso nos echó.  En gran parte es cierto pero... (dijo con la barbilla temblorosa), pero eso fue después de haber pasado una o dos veces con Miss Mopsey delante de su puerta.  O tal vez más de dos veces.
S: ¿Y el coche de tu madre?
M: Desconecté la batería (le murmuró).
S: ¿Por qué lo hiciste?
M: Para venir a tu casa.  De ese modo, tú y mamá podríais... tú sabes.
S: Lo sé muy bien.  Pero no debiste hacerlo.
M: ¿Y ahora qué...? (preguntó vacilante como si hubiera leído el pensamiento de Sebastián).
S: Si fuera inteligente le contaría a tu madre todas las tretas que le has jugado.
M: Oye, Sebastián.  Ya que me dijiste que no te incomodaba que yo fuera listo, a mi no me importaría que por esta vez tú no lo fueras.

Sebastián evitó echarse a reñir.

S: No te hagas el gallito conmigo.  Es la tercera vez que tengo que ocultar tus mentiras.  Será mejor que no haya una cuarta vez porque lo lamentarás toda tu vida (declaró con una severa mirada).
M: No volverá a suceder, señor.  ¿Me vas a castigar? (preguntó con una mirada implorante).
S: Desde luego que habrá consecuencias (manifestó Sebastián al tiempo que pensaba que si lo mantenía ocupado en el rancho no tendría tiempo para más travesuras).  Primero, vas a ventilar esta cabaña.  Luego la limpiarás de arriba abajo.  Edith te dirá dónde encontrar los utensilios y el equipo de limpieza.
M: Ahora mismo empiezo.  ¿Algo más?
S: Sí.  Me voy a asegurar de que no te queden energías suficientes para nuevas ideas ingeniosas, así que las próximas dos semanas vas a aprender el oficio de vaquero.  Lorenzo estará encantado de enseñarte.
M: ¿Puedo?  ¿De veras?
S: No te entusiasmes mucho.  Es un trabajo duro y muy laborioso.

Manuel se encogió de hombros.

M: De veras que no me importa.  Estoy acostumbrado.
S: Y por último, quiero tu palabra de honor de que no volverás a mentir.
M: Lo prometo.
S: No tan rápido, amigo (dijo Sebastián al tiempo que se sentaba junto al chico en un escalón de la entrada a la cabaña, de modo que ambos quedaron a la misma altura).  Tómate un minuto para pensar seriamente en lo que te pido.  Lo único que un verdadero hombre tiene de valioso para ofrecerse a sí mismo y a los demás, es su palabra.  No lo tomes a la ligera.  Cuando das tu palabra, quedas atado a ella, por muy duro que a veces pueda resultar.

Manuel lo miró con toda solemnidad a través del cristal de sus gafas de sol.

M: De acuerdo.  Te doy mi palabra.  No volveré a mentir.  Palabra de hombre.
S: De acuerdo (dijo el hombre al tiempo que se estrechaban la mano).

Sebastián se sorprendió al ver que Manuel se quedaba plantado en el mismo sitio.

S: Vamos, muévete.
M: Bueno, ya que estamos hablando con honestidad, pienso que hay algo que deberías saber (dijo al tiempo que se ajustaba las gafas arriba de su cabeza).
S: ¿Qué es? (preguntó Sebastián alarmado).
M: Se trata de la razón que me llevó a comprar esas citas para mamá.  Verás... fui a la agencia de la señora Esperanza porque quería tener un papá (terminó confesándole la verdadera razón a Sebastián).
S: Sí, ya lo había adivinado; pero yo no lo consideraría una mentira, así que no te preocupes.
M: Gracias, pero también hay otra razón (dijo.  Tardó un largo minuto en restregar el suelo con el pie y aclararse la garganta).  Bueno, mamá piensa volver a Córdoba.
S: ¡Maldición!  Espero que sea una broma, chico.
M: Ojalá lo fuera.  Verás, el tío y la tía que criaron a mamá viven allí.  Y no aprobaron su boda con Pablo.  Estaban muy disgustados por lo que había hecho.  Pero ahora ella quiere volver para restablecer las relaciones y echar raíces en esa tierra.  Al menos eso es lo que dijo.

Sebastián maldijo por lo bajo.  Había esperado tener el tiempo suficiente para cortejarla con toda calma, para derribar las barreras que habían crecido durante largos años.  Pero al parecer todo se transformaría en un romance precipitado, como un huracán.

S: ¿Cuándo piensan marcharse?
M: Tan pronto como pueda financiar el viaje y haya realizado su último propósito.
S: ¿Y qué propósito es ese?

Manuel se encogió de hombros.

M: Nunca me lo ha dicho.  Pero sé que es importante.
S: De acuerdo.  Gracias por avisarme.  Me haré cargo del asunto.
M: ¿Y qué piensas hacer?
S: Quizás puedo ofrecerle algún incentivo para que se quede.
M: No lo sé.  Cuando mamá toma una decisión es muy difícil hacerle cambiar de parecer.  Puede ser muy testaruda.
S: Entonces yo seré muy persuasivo.  Por si no lo sabes, hasta una mula testaruda ha llegado a moverse gracias a una suave persuasión.
M: Y si no funciona?
S: Entonces la ataré hasta que entre en razón.


Capítulo 18

Carina siguió a Sebastián por la escalera.  Este abrió la puerta de una habitación junto a la de ella.

C: ¿Por qué estás tan seguro de que hacemos una buena pareja?  ¿Porque lo dijo el ordenador? (preguntó al tiempo que retiraba las ropas de cama hacia atrás).
S: No es por eso (respondió Sebastián mientras desvestía a Manuel y suavemente lo arropaba con las mantas).
C: Entonces es por lo del Beso, ¿no?
S: Sí (murmuró al tiempo que con mucha delicadeza se acercaba a ella).  ¿No sentiste tú lo mismo?

Carina apagó la luz y ambos salieron sigilosamente al pasillo cerrando la puerta del cuarto tras de ellos.

C: Fue solo una respuesta física.  Un beso no es suficiente razón para basar una relación estable.
S: Pero es un buen comienzo (contestó Sebastián al tiempo que acorralaba a Carina contra la puerta de la habitación).  Podría decirse que es una tradición familiar.
C: ¿Besarse? (preguntó incrédula en el pasillo en penumbras).
S: Eso es.  Verás, de acuerdo a la leyenda, los Estevanez siempre reconocen a su alma gemela cuando al fin se encuentran y se besan.
C: ¿Y cómo lo saben?
S: De la misma manera que lo supiste tú.  A través de un beso.
C: No, no digas eso.
S: Es justo que te diga la verdad.
C: Parece que no entiendes que no quiero mantener una relación con nadie.
S: Eso ya lo has dicho claramente.  Sin embargo la pregunta que resta es ¿por qué?  He oído la opinión de Manuel sobre el asunto.  Me falta oír la tuya.  Pero no esta noche.  Ambos estamos cansados.  Cuando quieras hablar, yo estaré aquí para escucharte.  Buenas noches (murmuró al tiempo que le acariciaba la mejilla y darle un beso sonoro en la otra mejilla).

Una vez en la habitación que Sebastián le había asignado, Carina miró a su alrededor con un hondo suspiro.  Era más amplia que todo su apartamento, sin incluir el cuarto de baño adjunto.

Un momento más tarde se puso a buscar entre las cajas hasta que encontró el álbum de recortes en la más pequeña.  Junto con sus rosales era su bien más apreciado.  Lo dejó sobre la inmensa cama adornada con cuatro delgados pilares de madera torneada.

Después de desvestirse y ponerse una camisa de algodón, se dejó caer sobre la cama junto al álbum.  ¡Craso error!  

Instantáneamente un extremo de la cama se vino abajo y el colchón se inclinó violentamente hacia la pared enviándola de una voltereta contra la cabecera.  Tras golpearse contra la dura madera de roble quedó enterrada bajo los almohadones y la ropa de cama.  Con un grito apagado intentó zafarse del lío de ropa que la envolvía.

Justo en ese momento se abrió la puerta y se produjo un instante de absoluto silencio seguido de una risilla apagada.

C: Seas quien seas, no te atrevas a reírte (ordenó furiosa Carina).
S: Lo siento (Carina escuchó la voz de Sebastián que se aproximaba).  ¿Necesitas ayuda? (preguntó con exagerada seriedad).

Carina con toda su alma le hubiera gustado rechazar su ayuda.  Pero, considerando su ridícula posición, no se atrevió a hacerle frente.

C: Sí, no me vendría mal (dijo con un suspiro de derrota).  Si no te importa.
S: Con todo gusto (dijo Sebastián al tiempo que la alzaba con cuidado sin dejar caer la sábana que la cubría).  ¿Se me permitiría preguntar qué ha sucedido?

Ella hizo una mueca al tiempo que se envolvía más aún en la sábana de colores.

C: Es tu cama.  Así que tú deberías decírmelo.
S: Espera un minuto.
C: Muy bien.

Sebastián retiró el colchón y las ropas, evitando pisar los recortes del álbum desparramados por doquier.

S: Parece que los largueros de la cama se han despegado de la cabecera.  Tienes suerte de que todo el armatoste no se haya caído en tu cabeza.
C: Y cómo se desprendieron?

Sebastián recogió los tornillos que había encontrado juntos debajo de la cama.

S: Con una llave inglesa.
C: Pero.. ¿Por qué?
S: Te informaré cuando lo descubra.  Mientras tanto iré a buscar unas herramientas para ajustar los pernos.

En ese momento se abrió la puerta y apareció Manuel descalzo con Miss Mopsey pegada a sus talones.

M: Un ruido muy fuerte me despertó (dijo frotándose los ojos).
C: Lo siento cariño.  Mi cama se derrumbó.
M: Oh... ¿qué haces aquí? (preguntó al percatarse de la presencia de Sebastián).
S: Vine a auxiliar a tu madre.
M: Oh, así que viniste a rescatarla, ¿verdad?  Mamá, ¿No es un gesto caballeroso de Sebastián?  Nunca antes habías tenido a alguien que te rescatara del peligro, ¿no es así?
S: No sé por qué tengo la impresión de que vamos a mantener otra conversación, jovencito (Sebastián le dijo a Manuel con los brazos cruzados sobre el pecho).  Supongo que no tienes idea de cómo la cama se vino abajo.

Manuel tragó saliva.

M: Creo que volveré a la mía.  Tengo mucho sueño.  Vamos, Miss Mopsey.
S: Muy buena idea.  Buenas noches (dijo Sebastián).

En cuanto el niño y el animal desaparecieron por el pasillo, Carina se volvió a Sebastián.

C: No creerás en serio que Manuel desmontó la cama, ¿verdad?
S: Seguro que fue obra suya.
C: Pero, ¿por qué?
S: Ya lo has oído.  Quiere convertirme en una especie de caballero armado.  Y se supone que debo acudir a rescatarte.

Carina guardó silencio.  ¿Será posible?  Una semana atrás, ella habría jurado que la idea de Manuel de comprarle una cita era totalmente absurda.  Pero lo había hecho.  Quizás con la travesura que acababa de hacer intentaba conseguir algo más... ¿un padre?  Oh, no.

S: Y ahora ¿has cambiado de idea?
C: Es posible... que tengas razón (concedió ella).
S: Me parece que es más que probable.  Dame un minuto para ir a buscar una llave inglesa y un alicate y montaremos otra vez tu cama.

Capítulo 19

Carina apenas tuvo tiempo para vestirse y alcanzar a recoger algunos de los papeles desparramados por el suelo, cuando Sebastián ya estaba de vuelta.  El hombre se arrodilló junto a ella dispuesto a ayudarla.  Ojalá no lo hubiera hecho.  Su proximidad la perturbaba... y olía tan bien.

S: ¿Y qué es todo esto?
C: Son solo papeles que he guardado durante años (dijo en tono casual).  Ya sabes, una especie de auto ayuda, algo para sentirse mejor.  Digamos que es un diario de gratitud.

Sebastián frunció el ceño cuando leyó uno de ellos.

S: “Hoy floreció el rosal que hace un tiempo le regalé a la señora Walters.  Es bonito poder regalar flores de tus propias plantas.”  ¿Y eso te hizo sentir mejor?

Carina lo odiaba cuando utilizaba metódicamente la lógica cuando razonaba con ella.  Sebastián nunca podría comprender cuán difícil era encontrar momentos positivos en la vida diaria.  Ese día en particular, las rosas fueron el único momento hermoso en veinticuatro horas de insoportable oscuridad.

Sebastián leyó otra nota.

S: “Hoy hemos comido carne”.  Oh, cariño...
C: No me compadezcas.  Es bueno ser pobre, ¿sabes?  Ayuda a valorar las pequeñas cosas (comentó con una sonrisa).
S: Y qué me dices de este otro?  “Freddie me despidió, pero le agradezco que me haya permitido trabajar para él durante tantos meses.”  ¿Le estás agradecida?  Olvidas que te acaba de despedir definitivamente.
C: Fue muy tolerante conmigo, Sebastián.  Especialmente si consideras la cantidad de platos que le rompí.
S: Vaya, vaya.  Y ahora supongo que te sentirás muy agradecida de que Manuel haya desarmado tu cama.
C: Puede ser (murmuró con un suspiro).  Siento mucho lo ocurrido, Sebastián.  Mañana hablaré con él.
S: No te preocupes (dijo al tiempo que le entregaba el último trozo de papel).  ¿Por qué no me dejas hacerlo a mí?
C: No te molestes.  Es mi hijo y sé cómo manejarlo.
S: De eso estoy seguro, aunque sospecho que esta es una de las ocasiones en que se necesita un toque masculino.  ¿Me permites hablar con él?

Carina vaciló.  Desde su posición en el suelo Sebastián alzó la vista hacia ella.  ¡Santo Dios!  Era grande, masculino y muy excitante, con una llave inglesa en una mano, una colección de tornillos en la otra y una sonrisa que prometía una deliciosa noche de pecado.

Carina pensó que nunca había vivido una escena de dormitorio tan sugerente como aquella.

C: Puedes hablar con él si quieres (consintió de mala gana).
S: Lo dices con muy poca convicción.  ¿Por qué? 

¿Porque estaba pisando un terreno que no le correspondía?  ¿Por eso se sentía reacia a permitirle hablar con su hijo?  ¿O era porque a medida que pasaban los días se adentraba cada vez más en su vida?  Pronto se marcharía de Buenos Aires.

En cuanto lograra la última meta que se había propuesto, ella y Manuel cargarían el carro de todas sus pertenencias y se marcharían dando tumbos en dirección hacia Córdoba.  Una vez allí se reconciliaría con la tía Esther y el tío Ben y echarían raíces en la fértil tierra de Córdoba.

En su programa vital no había espacio para un enorme y sexy hombre, de insinuantes e intensos ojos color marrón.
S: No me has respondido.

Sebastián se puso de pie, se aproximó y se detuvo a escasos centímetros de los pies desnudos de Carina.

C: Estoy pensando.

Sebastián se inclinó y ella contempló los mechones negros de sus cabellos.  Sintió una imperiosa necesidad de meter los dedos en ellos.

S: ¿Qué dedo acabo de pisotear con mi pregunta?
C: ¿Cómo dices?

Sebastián rozó la uña del dedo gordo y ella tembló al sentir su contacto.

S: Este que dice “Es mi problema y yo lo resolveré”.
C: No, ese no.
S: O este dedo el que dice “No deseo sentirme comprometida”.  O quizá este otro que dice “Antes muerta que rendirme”.
C: No, tampoco.
S: O tal vez es este dedo muy pequeño que dice “El se está involucrando demasiado en mi vida y pronto nos marcharemos a Córdoba”
C: Bingo.  Sí, ese era el dedo que me estabas pisoteando.
S: Vaya, así que ese es el pequeño culpable.  Bueno, tiene fácil solución (dijo al tiempo que sacaba el alicate del bolsillo y lo soltaba en el aire).  Quédate quieta.
C: No, no (entre chillidos y risas giró en torno a Sebastián y de un salto fue a la cama).
S: No, no espera (exclamó Sebastián un segundo demasiado tarde).  Solo había atornillado un...

Ella estaba en pleno salto cuando le llegó la advertencia y por segunda vez se vio disparada contra el cabecero, mezclada con la ropa de cama.  Sebastián corrió a su lado.

S: Sujétate a mi brazo.  En un segundo te sacaré de allí.

En ese momento se abrió la puerta de par en par.

M: Otra vez la has rescatado, Sebastián.  Juraría que nunca te han salvado dos veces en un mismo día, ¿no es así, mamá? (Expresó Manuel con deleite mientras Miss Mopsey ladraba de alegría, pegada a sus talones).

S & C: ¡Manuel! (Sebastián y Carina gritaron al unísono).

La única respuesta fue el ruido de una apagada carrera por el pasillo.

S: Sé que lo quieres mucho, pero esta vez lo mataré (amenazó Sebastián al tiempo que la sacaba del desastre).
C: No hay problema.  Yo te ayudaré (replicó ella soltando una sonrisa).

En ese instante se miraron y ambos se echaron a reír al mismo tiempo.

S: Ese chico es un desafío, pero afortunadamente para ti yo amo los desafíos.  En un segundo tu cama quedará lista y podrás dormir segura.
C: Ya empezaba a acostumbrarme al suelo.
S: También puedes dormir en mi habitación (dijo Sebastián metido debajo de la cama).
C: Claro, justo la complicación que necesitamos (replicó ella intentando hablar con jovialidad).
S: Tienes razón es una complicación.  Pero te propongo otra peor. ¿Qué te parece casarte conmigo?
C: ¡Matrimonio!  ¿Pero quién ha hablado de eso?
S: Yo (dijo Sebastián al tiempo que se ponía en pie).  Y seguiré haciéndolo hasta que me digas que sí.  Por tanto, ¿quieres casarte conmigo, Carina?
C: Eso es imposible (susurró).
S: ¿Es esa tu respuesta?
C: Sí.
Sebastián hizo una mueca burlona.
S: Bien, ¿me has dado el sí?
C: Quiero decir que no.  No puedo casarme contigo.
S: De acuerdo (dijo él).  La respuesta de hoy es no.  Veremos cuál será mañana.


Capítulo 20

Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos


El asunto no va a ser tan fácil como esperaba.  Pensé que a mamá le gustaría que Sebastián fuese a rescatarla.  Pero en lugar de eso, ambos se enfadaron mucho al enterarse que yo había desmontado la cama.  Pero aún no me daré por vencido.  

Todavía tengo otra idea para conseguir que mamá se case con Sebastián.  Voy a asegurarme de que él le proporcione todas las cosas que a ella más le gustan.  Todas las cosas que un papá tendría que regalarle a una mamá.  Las cosas que a ella la harían llorar de felicidad y no de tristeza.


Experimentos 4 al 7:            Mamá y Sebastián.

Objetivo: 
Provocar situaciones en las que Mamá y Sebastián estén solos con el fin de que se conozcan mejor y hagan funcionar el 99,4% de afinidad en lugar de afligirse por el 0,6% que los separa.   ¡Es mamá la que alborota por esa insignificante diferencia!

Procedimiento: 
Hacer que Sebastián le proporcione a mamá todo lo bueno que Pablo nunca le dio.


S: Toma una pala y empieza a cavar un agujero allí, cerca de la escalera del balcón de la casa.   Y yo cavaré por este lado (le ordenó Sebastián).
M: Sí, señor (respondió Manuel dócilmente).

Sebastián lo dejó trabajar un momento antes de hablar.

S: ¿Qué sucedió anoche?
M: Bueno, yo... desmonté la cama de mamá.
S: Me puedes explicar ¿con qué fin?
M: Para que pudieras rescatarla.  Nadie antes que tú lo había hecho nunca (explicó al tiempo que se secaba el sudor de la frente).  Así ella podría sentirse como la princesa de un cuento de hadas.  Tú sabes que a las chicas les gustan esas cosas.  Y yo creo que ella nunca antes se ha sentido princesa.
S: Yo agradezco mucho tu ayuda, Manuel.  ¿Pero no pensaste que tu madre pudo haberse hecho daño?
M: Nunca fue mi intención hacerle daño.
S: Creo que deberías decírselo a ella, no a mi (le aconsejó Sebastián mientras echaba tierra de abono y fertilizante en el agujero).
M: Por qué plantamos los rosales?
S: Porque si no lo hacemos se van a morir.  Y no quiero ver la expresión de tu madre si eso sucede.
M: Y tú esperas que florezcan, ¿verdad?
S: Sí, espero que al ver cuán bien se cultivan los rosales aquí en Buenos Aires, también ella decida plantar sus raíces aquí.  Pero tardarán un tiempo en florecer.  No se las puede apresurar.  ¿Entiendes lo que intento decirte?
M: Sí.  ¿Quieres que deje de ayudarlos?  ¿No es eso?
S: Eres listo, muchacho.  Siempre he apreciado ese rasgo de tu personalidad.  Y no me importa que me ayudes, siempre y cuando yo te lo pida.  ¿De acuerdo?
M: Estás seguro de que no puedo ayudar un poquito?
S: Ahora que lo mencionas, claro que sí.  ¿Por qué no riegas estas plantas?

Unos días más tarde Sebastián sorprendió a Carina contando el dinero que había sacado del billetero.  Eran unos pocos billetes, seguramente todo su capital.

Mientras se alejaba de allí en dirección al porche, de pronto un pensamiento le hizo maldecir entre dientes.  Con toda la agitación de los últimos días, había olvidado acompañarla a cobrar el cheque que le debía Freddie, el propietario del café.

Aunque, para su propia tranquilidad, le había reparado el coche e incluso llenado el depósito de gasolina.  Además había mantenido una interesante discusión con la dueña del apartamento, la señora Walters.

C: ¿Sebastián? (llamó Carina mientras se acercaba al porche).
S: ¿Qué quieres, amor?

Carina parecía preocupada, pero no por eso dejó de ruborizarse al oír la cariñosa palabra.

C: Necesito ir a la ciudad por el día.
S: ¿Quieres que te lleve?
C: No, iré en mi coche (dijo evitando mirarlo).  Tengo... algunas cosas que hacer allí.
S: Cosas.

¿Pero qué clase de cosas serían aquellas?, no pudo evitar preguntarse. Seguramente cosas que haría para añadir más barreras entre ellos.  Carina enfrentó su mirada con decisión.

C: Tengo que encontrar trabajo y un lugar donde vivir.
S: Estuviste de acuerdo en ser mi invitada hasta el día de nuestra cita de la Fiesta de San Antonio (le recordó en el tono más suave que le fue posible).
C: Tienes razón, así fue.  Pero debo acudir a una entrevista.  Verás, es un proyecto que he estado elaborando desde hace mucho tiempo.  Y si no lo hago hoy, ya no podré realizarlo.
S: Suena a algo importante.
C: De hecho lo es.  Probablemente llegaré tarde y me preguntaba si tu podrías cuidar de Manuel (dijo vacilante).
S: Sabes que sí.  ¿De veras que no quieres que te lleve a la ciudad?
C: Gracias, pero esto es algo que tengo que hacer sola (replicó con gesto decidido).
S: Vendrás a cenar?
C: Creo que sí.  Pero si tardo llamaré por teléfono.

Sin decir nada más se dirigió al coche.  Al poco tiempo el vehículo desaparecía por el camino de entrada envuelto en una nube de polvo.

Carina volvió tarde al rancho, cansada y hambrienta.  Su entrevista había durado casi ocho horas.  Había llamado para avisar que volvería tarde y Sebastián prometió guardarle cena.  Se detuvo en el vestíbulo, absorbiendo la quietud y silencio, aliviada por la solidez del entorno.  Incluso era capaz de percibir la bienvenida de los susurros del pasado cobijados en cada rincón, en cada grieta de la estancia.  Había llegado a casa.

C: ¿Sebastián?
S: Estoy aquí.

La voz venía del despacho.  Al abrir la puerta entornada, se quedó mirando el interior completamente sorprendida.


Capítulo 21

Dondequiera que se posaba su mirada habían cestos y floreros con rosas amarillas.  En medio de la habitación, él había puesto una mesa para dos.  Los cubiertos de plata, los cristales, las porcelanas de la vajilla brillaban a la luz de la habitación.  Las finas copas desbordaban de un riquísimo vino tinto Cabernet Sauvignon.  Junto a la mesa había un carrito con fuentes cubiertas de las que se desprendía un delicioso aroma.

C: Pero, ¿qué es todo esto? (Carina murmuró cuando pudo recobrar el habla).
S: Es para ti.  Edith y yo pensamos que llegarías exhausta.

Los ojos de Carina se llenaron de lágrimas.  Tuvo que admitir ante sí misma que nunca nadie la había hecho sentirse tan especial.  Sebastián se aproximó.

S: ¿Estás llorando?
C: Como va ser, nunca lo hago (dijo al tiempo que se secaba los ojos).
S: ¿Tienes hambre?
C: Estoy hambrienta.
S: Entonces cenaremos de inmediato.  Siéntate.
C: ¿Me has esperado?
S: No quise que cenaras sola.
C: Gracias (murmuró conmovida mientras se acercaba a la mesa).  Ten cuidado porque podría acostumbrarme a todo esto.
S: Cuento con ello.
C: ¿Me esperas un segundo quiero lavarme un poco?
S: Tómate tu tiempo.  Cuando vuelvas podrás disfrutar del aperitivo y de la ensalada que habré preparado.
C: ¿Aperitivo?  Estoy impresionada (dijo en tono jovial con las lágrimas rodando por las mejillas).

Carina fue al baño situado al final del vestíbulo.  Frente al espejo se reprendió durante cinco minutos.  ¿De qué demonios tenía tanto miedo?  ¿Por qué no podría aceptar la gentileza de Sebastián?  No quedaba obligada ni tampoco tendría que devolverle su generosidad.  Ni siquiera tenía que casarse con él, por mucho que lo deseara.  ¿Desearlo?  Sus ojos se abrieron de par en par, incrédulos.  No, no era posible.  No podía haberse enamorado de Sebastián.  ¿Es que todavía no había aprendido la dura lección?  ¿Es que no sabía que los hombres amaban a las mujeres hasta que se presentaba el primer problema o las responsabilidades comenzaban a pesar?  ¿O hasta que aparecía alguien mejor?

“Pero Sebastián no es Pablo” insistieron las voces internas a Carina.  Claro que Sebastián era diferente a su ex marido.  Pero ella tenía que preocuparse de Manuel.  No podía arriesgarse a hacerlo sufrir si fracasaba su relación con Sebastián.  Porque si volviera a fracasar, entonces no habría perdido solo un marido.

Las lágrimas volvieron a reaparecer en sus ojos y le nublaban la vista.  Pero tampoco debía olvidar que casi había llegado a la meta propuesta hacía cinco años.  Se había probado a sí misma que podía ser una buena madre, que podía criar y mantener a Manuel con su propio esfuerzo.  Y había dado el último paso hacia su objetivo más importante, conseguir...

S: Cariño, ¿te has quedado dormida?
C: No (dijo destapando sonoramente su nariz).
S: ¿Todo va bien?
C: No muy bien.  Las voces me están hablando otra vez.
S: ¿Las mismas que hiciste callar cuando nos conocimos?
C: Las mismas.
S: ¿Y qué te dicen ahora? (preguntó con deseo de saber lo que pensaba Carina).
C: Me dicen que tú no eres Pablo.
S: ¡Vaya, me empiezan a gustar esas voces!
C: ¿De veras?  Son las mismas que una vez me aconsejaron que durmiera con mi ex marido antes de casarnos.
S: Ya entiendo el problema.
C: Y ahora no sé qué hacer (dijo enjugándose las lágrimas que no cesaban de correr por sus mejillas).
S: ¿Qué te parece si abres la puerta y vamos a cenar?
C: Tú no lo entiendes (dijo al tiempo que se asomaba).

El la miró sonriente.

S: Entonces, Carina, ¿Cuál es el problema?
C: ¿Cómo puedo confiar en ellas después de sus malos consejos?

Sebastián le acarició las mejillas.

S: Amor, tal vez esas voces se han vuelto más sabias desde entonces.

El tono, la voz y la forma con la que Sebastián le habló hicieron que Carina comenzara a cambiar.  Ella no lo había pensado y eso la alegró tremendamente.  Entonces las tripas se hicieron sentir que hasta Sebastián se rio al oírlas.

C: Creo que será mejor ir a cenar, ya mi estomago me reclama comida.
S: Fantástico.  Vamos a cenar.  Encenderé las velas y así no veré las arrugas que según Manuel tienes en torno a los ojos.  

Carina se echó a reír.

C: Así que te comentó lo de las arrugas, eh?
S: Él fue quien sugirió lo de las velas.
C: Me encanta.  Uno de estos días ese chico va a ir demasiado lejos.
S: Me temo que ese día está a la vuelta de la esquina.

Entraron al despacho.

S: Toma asiento.  Hay ensalada y trocitos de tortilla hecha en casa para tomarlos con la salsa que Lorenzo preparó personalmente.  Y de primer plato tenemos...

Las luces se apagaron justo cuando corría la silla para que Carina se sentara.  Ella dio un traspié hacia adelante, se enredó en la pata de la silla y cayó pesadamente encima de Sebastián que no tuvo tiempo de anticipar el golpe.  Antes de desplomarse como un árbol derribado, el hombre se aferró al mantel, llevándose en la caída a Carina y todas las cosas de la mesa.  Los platos, las copas, los cubiertos, las flores y la comida cayeron sobre ellos cuando al fin aterrizaron en el suelo, Sebastián de espaldas y Carina sobre él.

S: ¿Te has hecho daño? (preguntó Sebastián con ansiedad al tiempo que la tocaba para asegurarse de que seguía intacta).

Ella levantó la cabeza y miró alrededor. Un gesto inútil porque la habitación seguía a oscuras.

C: No creo... ¿Qué sucedió?
S: Se fue la luz.
C: ¿Y tú estás bien? (preguntó alarmada).  ¿Qué pasa?
S: Nada, solo que la salsa y los trozos de tortilla me corren por el cuello.
C: ¿De veras? Yo puedo ayudarte.
S: ¿Qué estás haciendo?  ¡Maldición!  Estás comiendo de mi cuello, Carina.
C: Tengo hambre.  ¿Quieres un trocito?
S: Sí, quiero.

Sebastián tiró lejos el trocito, pero metió las manos en el pelo de Carina y se unió a su boca con sorprendente certeza.  La salsa se mezclaba con un sabor tan delicioso, que Carina se habría pasado la vida besando esa boca.  Luego, Carina rodeó la cara de Sebastián con las manos y recorrió cada una sus facciones.  La amplia frente, los pómulos y sus suaves y apetecible labios.

C: ¿Te hago daño?  (Carina le pregunta al darse cuenta que todo su peso estaba sobre Sebastián).  Nos cayó encima hasta el más mínimo detalle que había sobre la mesa.  Mis manos están tan estropeadas.
S: Es porque en la caída me llevé el mantel y con el arrastré todo sobre nosotros, amor mío (Sebastián le murmuró al tiempo que volvía a colocarle las manos sobre sus propias mejillas para que continuara con sus caricias).  ¿No te has dado cuenta de que nos adaptamos el uno al otro en muchas cosas?  Somos tal para cual.
C: ¿Cómo cuáles?
S: Déjame enseñártelo.

Apartó las piernas y ella quedó encerrada en ese espacio.  Sus cuerpos quedaron tan estrechamente unidos que podía sentir todos los músculos del hombre bajo su cuerpo y la armonía que había entre sus miembros.

S: Cari, ¿Sientes cómo nuestros cuerpos se ajustan y se acoplan perfectamente?
C: No puedes estar cómodo con el peso del mío sobre ti (protestó ella).
S: ¿No me entiendes?  Eres perfecta.  Nuestros cuerpos se adaptan maravillosamente.  Nunca me había sucedido con otra mujer (Le susurró estrechándola más aún mientras la enamoraba con las manos, la boca y la dulzura de su grave voz).  En lo que respecta a mí, si necesitas un lugar donde refugiarte, mis brazos te esperan.  Siempre estarán abiertos para ti, amor mío.  Cuando seamos viejos y ya no tenga demasiadas fuerzas, mis brazos todavía podrán abrazarte.

Las lágrimas de Carina se mezclaron con la salsa del cuello de Sebastián.

S: Y ahora prepárate para mi proposición de matrimonio de hoy.  Aquí va...

En ese instante se abrió violentamente la puerta, y un haz de luz del exterior penetró en la habitación dejando al descubierto el desolador espectáculo.

Carina intentó zafarse del abrazo de Sebastián, pero él no la soltó al contrario la atrajo más hacia él.

M: ¿Qué estás haciendo ahí, mamá?
C: Se fue la luz, entonces no pude ver dónde pisaba y tropecé.
M: Pero... ¿y las velas?  Se suponía que iban a encenderlas.

La cabeza de Sebastián apareció bajo Carina.

M: Jovencito, si descubro que has tenido algo que ver con esto, vas a pagarlo bien caro.

La puerta del despacho se cerró de golpe y unos pies descalzos corrieron por el pasillo.  Dos minutos más tarde volvía la luz.

Sebastián ayudó a Carina a ponerse en pie y juntos contemplaron cómo la lechuga, la salsa, las rosas y el vino cubrían la gran alfombra de suave color crema.

S: ¡Maldición!  Carina mira esos platos rotos.  Pudimos habernos cortado.  Tendré que hablar con Manuel mañana por la mañana.  Mientras tanto veo que todavía hay un par de fuentes intactas en el carro.  ¿Qué te parece si nos damos una ducha y volvemos en diez minutos para dar buena cuenta de ellas?

Carina miraba horrorizada.

C: No sabes cómo siento todo este desastre, Sebastián.  Quiero ayudarte a reparar los daños que hemos causado.
S: Si en algo estimas tu vida no sigas hablando.  Tú no tienes nada que pagar.  Y ahora corre a ducharte (tronó Sebastián, furioso).  

En un segundo, Carina desapareció de la habitación.


Capítulo 22

Después de que ambos subieran a cambiarse cenaron sin mayores convenientes.  Habían decidido ir a la ciudad, al día siguiente, a realizar algunas compras.

C: ¿Qué quieres decir con que nos hemos quedado sin gasolina? (preguntó Carina mientras estacionaba su coche a un lado de la carretera).  Sebastián te puedo asegurar que llene el tanque de gasolina el día que fui a la ciudad.
S: Y si mal no recuerdo eso fue hace tres días.
C: Y todo esto sucede por culpa tuya, tú insististe en venir a la ciudad en mi coche.
S: Si la memoria no me falla había una buena razón.  Quería que el mecánico te lo revisara mientras hacíamos las compras en el supermercado.  Si todavía quieres ir a Córdoba en este trasto, me sentiría mejor sabiendo que por lo menos podrás llegar.
C: Muchas gracias.  Pero ahora estamos parados en medio de la nada como una pareja de adolescentes en su primera cita (espetó furiosa). 
S: ¿Qué tienes en contra de la civilización?
C: Me gusta contar con un amplio espacio entre mis vecinos y yo.

Sebastián salió del coche, sacó las bolsas de la compra de la parte trasera y echó a andar.

S: ¿Vienes? (preguntó al ver que Carina se quedaba atrás).
C: ¿Queda muy lejos el rancho?
S: Bastante lejos, aunque creo que llegaremos a la hora de cenar (comentó con una sonrisa burlona al notar la expresión de ella).  Pero espero que alguien pase por aquí y nos lleve al rancho.  Y cuando lleguemos tendré que matar a tu hijo nuevamente.
C: ¿Manuel?  ¿Qué tiene que ver con esto? (Carina se volvió para mirar el coche).  ¡Oh, no puede ser!
S: Apostaría a que sí.  Tú misma dijiste algo de que los adolescentes suelen quedarse sin gasolina en su primera cita.  ¿Y sabes por qué maquina todas estas tretas?
C: Ya lo sé.  Pero no puede seguir haciéndolo.  Tenía que haberle bastado con ese pésimo truco del dormitorio.
S: Aunque te confieso que a mí me gustó más el apagón en el despacho.  Ese truco casi funcionó.  ¿No crees tú? (preguntó con una sonrisa burlona).

Carina se ruborizó hasta la raíz de los cabellos, para deleite de Sebastián.

C: Hablar con él no ha servido para nada (observó ella).
S: Y para qué demonios quería dejarnos solos en medio de la nada, como dices tú.
C: Quizás para que conversemos, o solucionemos nuestras diferencias, o simplemente para que nos besemos.  ¿Quién podría saberlo?  Si ya no podía con su forma de pensar a los cuatro años, menos la entiendo ahora que tiene trece (comentó Carina con un hondo suspiro).
S: ¿Y Pablo?  ¿Cómo llevaba a Manuel?
C: De la misma manera que afrontaba todas las cosas.  Huyendo.
S: ¿Le intimidaba la inteligencia de su propio hijo?
C: Creo que sí.  ¿Y a ti?
S: Para nada.  Lo único que me molesta es que presiento que no va a parar con estas insensateces.  Hablar con él no ha servido para nada.
C: No creo que eso surta efecto.  Deberíamos ignorarlo.  De todos modos la solución se nos escapa.  Creo que ha llegado la hora de hacer un serio esfuerzo para encontrar trabajo y un lugar donde vivir.
S: Pensé que habías dicho que te quedarías hasta después de la Fiesta.
C: ¿Y seguir alimentando las esperanzas de Manuel?  No creo que le haga bien gastar sus energías en su intento por vernos a uno en brazos del otro.  Solo terminará frustrado y furioso (comentó Carina desalentada).

Sebastián le acarició el pelo.

S: Entonces, según tu deseo, lo vamos a ignorar.  Carina, insistes en que no quieres implicarte en una relación sentimental, pero de hecho ya lo estamos.
C: No, yo...
S: La verdadera pregunta es por qué te asusta tanto admitirlo (La interrumpió Sebastián).  ¿Qué daño te haría a ti o a Manuel confesar que sientes algo por mí?
C: Porque sería muy doloroso para todos cuando la relación se acabe.  Y le causaría a Manuel un daño irreparable.
S: ¿Acabar?  ¿Y por qué estás tan segura? (preguntó Sebastián consternado al tiempo que dejaba las bolsas en el suelo).  ¿Quién dice que tiene que terminar?

Con profundo desaliento, Carina se detuvo en medio del camino solitario, rodeada de un paisaje infinito.
C: Lo digo yo.  Ya lo verás.  Siempre sucede así.

Capítulo 23

De pie en el porche, Sebastián contemplaba su propiedad con intensa satisfacción.  Las pasadas dos semanas y media habían sido las más interesantes, frustrantes y placenteras que jamás había experimentado en toda su vida.  Se había acostumbrado a la presencia de Carina junto a él y, como nunca lo hubiera imaginado, disfrutaba de la compañía de Manuel, de su naturaleza inquisitiva, de su alegría espontánea, del tiempo que compartían juntos agradablemente.  El espíritu de Sebastián rebosaba de gozo.

Carina llegó con una taza de café.

C: Hace frío.  Pensé que te apetecería (Carina le interrumpe sus pensamientos al tiempo que le tendía una taza de café).
S: Gracias, pero no te dejes engañar por el tiempo.  Por la tarde lucirá un sol esplendoroso.  Ah, y no te olvides de nuestra cita de la Fiesta.  Partiremos a Buenos Aires después de almuerzo y nos quedaremos en el Hotel International un par de noches.
C: Lo había olvidado (admitió Carina).  ¿Pero, es realmente necesario?  ¿Por qué no nos quedamos aquí en lugar de ir a un hotel?
S: Por la sencilla razón de que aquí todo el mundo nos vigila.  Allí disfrutaremos de intimidad y yo no tendré que estar todo el día preocupado de la próxima treta que tu hijo nos va a jugar.  Ríndete, Carina.  Manuel compró el Programa Especial de la Fiesta y está consiguiendo lo que quería.  Por otra parte la reserva ya está hecha y Esperanza aceptó cuidarlo mientras estemos fuera.  Llegará a la hora de comer.

Ella frunció el entrecejo, como para advertirle que aún no se había agotado el tema.

C: No lo sé, Sebastián.  Creo que deberíamos hablar sobre… (se detuvo bruscamente al tiempo que con una mano se protegía los ojos del sol incipiente de la mañana y fijaba la vista en un punto).  Hablando de Manuel, ¿qué está haciendo?

Sebastián fijó la vista en el muchachito.  Sin lugar a dudas no hacía nada bueno.  Estaba muy ocupado pasando algo de una mano a otra mientras paseaba por el patio.  Tan absorto se encontraba con aquello, que no había advertido aún la presencia de su madre y Sebastián.  Se detuvo bajo una zona iluminada por el sol y Sebastián tuvo una fugaz visión de algo amarillo y rojo que oscilaba entre las manos del niño.

En un segundo saltó sobre la baranda del porche y se precipitó hacia Manuel, mientras intentaba calmarse para no asustarlo.

Capítulo 24

Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

Todo ha sucedido como estaba programado.  Bueno, tal vez un poco más lento de lo esperado.  Pero albergo grandes esperanzas. Unos cuantos experimentos más y entonces Mamá y Sebastián estarán casados y felices por el resto de sus días.

Nota Adjunta: El experimento 7 no ha terminado aún.  Pero se nos acaba el tiempo.

Experimento 8:   Se escribe esto antes de lo previsto.

Objetivo: Mamá necesita contarle todo a Sebastián.  
No creo que él sepa que guarda un secreto.  Ni siquiera a mí me lo ha contado.  No es que tenga que hacerlo. Aunque hace tiempo que yo lo sospechaba.  Pero creo que ella tiene miedo de contárselo a Sebastián.  Miedo a que él deje de quererla.

Procedimiento: 
Sin que me descubra, meter en su maleta la carta que le llegó hoy.

S: Oye, Manuel.  Es una serpiente muy bonita (Le dice Sebastián a Manuel con toda calma).

Manuel alzó la vista sobresaltado, con una expresión culpable.

M: La encontré (dijo al tiempo que intentaba esconder el reptil detrás de la espalda).
S: No hagas eso (exclamó Sebastián en un tono más potente de lo que hubiera querido).  Manuel, escúchame, por favor.  Quiero que dejes a la serpiente en el suelo en el acto.  Hazlo suavemente y muy despacio.
M: Si solo es una de las que se conocen como «nariziarga» (dijo cambiándola de una mano a la otra).  La encontré tomando el sol. ¿Sabías tú que este tipo de serpientes...?
S: Primero déjala en el suelo y luego me lo cuentas todo, ¿de acuerdo, Manuel? (lo interrumpió Sebastián al borde de la desesperación).

En ese momento Carina se unió a ellos, pero al ver al animal dio un salto hacia atrás.

C: ¿Por qué la recogiste, Manuel?  Sabes que odio a esos animales (Le dice Carina muy nerviosa).
M: Este tipo de reptil es muy interesante, mamá.  Quería estudiarlo primero antes de soltarlo.

Sebastián echó una mirada a la valla y vio a unos cuantos hombres pendientes de lo que sucedía.  Si no era capaz de convencer al muchachito, las cosas se pondrían muy feas.

S: Manuel, escúchame atentamente (ordenó Sebastián con voz muy suave en parte para no sobresaltar al chico y en parte para que Carina no oyera).  Si no sueltas esa serpiente en el acto, voy a contarle a tu mamá muchas cosas acerca de coches y calibradores y de patronas que echan a sus inquilinos.

Fue como un milagro.  De inmediato Manuel soltó la serpiente.  Al instante, el vaquero que estaba más próximo le disparó varios tiros con una escopeta a la serpiente.  Apresuradamente Sebastián se llevó a Carina y a Manuel lejos de la cruel escena de la masacre.  Se detuvieron cerca del porche.

M: ¡Sebastián, has visto lo que hizo!  ¿Por qué no se lo impediste? (preguntó Manuel indignado a Sebas).
S: Porque no era un nariziarga, chico.  Era una coral.

Manuel se detuvo, completamente pálido como una hoja de papel.

M: ¿Una coral?  Yo pensé que esas eran serpientes nocturnas.
C: ¿Son venenosas, verdad? (preguntó Carina muy inquieta).

Manuel asintió vigorosamente.

M: Vaya, si me hubiera mordido...
S: Bueno, ya pasó todo (lo interrumpió Sebastián).  Carina, por favor ¿Me puedes traer otro café?  Creo que desparramé el mío (le pidió a Carina en tono casual para quedarse a solas con Manuel).
C: Claro que sí (dijo ella todavía preocupada).

Cuando se hubo alejado, Sebastián se volvió a Manuel.

S: ¿Esta era otra de tus trampas, jovencito?
M: Lo siento, Sebastián.  Yo no quería asustarlos.
S: Pero lo hiciste.  Si algo te hubiera pasado, tu madre habría enloquecido.
M: Tienes razón (murmuró Manuel vacilante).  Mi madre se habría afligido mucho, pero a Pablo no le habría importado nada.
S: ¿A qué viene ese comentario?
M: No me quería mucho.  Por eso se separó de mamá.  Fue por culpa mía (dijo apenado por la situación que enfrentó con su padre cuando apenas tenía 5 años).
S: ¿Por qué piensas que eres responsable de la separación de tus padres? (preguntó Sebastián en tono confidencial).

Manuel pateó una piedrecilla del suelo, ante la duda si confiarle lo que sabía a Sebastián.

M: Le oí.  Fue el día que mamá llegó con los resultados del trimestre escolar.  Obtuve muy buenas calificaciones.  El informe concluía que mi inteligencia era superior a la de un niño de cinco años.  Entonces yo tenía esa edad y muy buena memoria.  Lo recuerdo todo.  Recuerdo muy bien lo que Pablo comentó.  ¿Te acuerdas que una vez te dije que soy muy inteligente?
S: Si, lo recuerdo.
M: ¿Y eso no te molesta?  ¿Ni siquiera un poquito? (preguntó con extrema ansiedad).
S: Ya te lo dije, Manuel.  Y hablaba en serio.  Ese es uno de tus aspectos que más me gusta.
M: ¿De veras? (le preguntó para asegurarse de la respuesta de Sebastián).
S: Manuel, puedes estar seguro que no te mentiría nunca y menos en una cosa como esa (le afirmó Sebastián, mirándolo directamente a las ojos). 

Pero Manuel se mantuvo en un obsecado silencio. 

S: Mira, Manuel.  No se puede mantener guardado tanto tiempo sentimientos que lo corroe o dañen a uno.  Los has guardado dentro de tu pecho ocho largos años.  ¿Por qué no lo sacamos al aire y lo ventilamos entre los dos?  ¿Qué pasó el día que tu madre llegó a casa con las notas del colegio?(le pregunta Sebastian a Manuel, invitándole a que continúe con su relato).
M: Bueno, tampoco fue para tanto (Le comentó Manuel con fingida jovialidad).  Mamá preparó una fiesta.  Sacó dinero de alguna parte y compró globos y preparó una tarta y decoró la sala de estar, cosas así.  Quizás sabía que los demás me iban a tratar de otro modo cuando supieran que era superdotado.  Y esa era su manera de hacerme sentir bien conmigo mismo (dijo. Mientras hacía una pausa mirando hacia el horizonte en lo que se armaba de valor).  Cuando mi pa.... Pablo llegó a casa, yo estaba en mi habitación vistiéndome para la fiesta.  Mamá le comentó detalladamente el informe y lo inteligente que yo era y él dijo... él dijo...
S: Me imagino que no le gustó (le ayudó Sebastián con dulzura).

Sebastián apretó las mandíbulas con tanta fuerza que milagrosamente no se rompió los dientes indignado de la reacción de su propio padre.

M: Dijo que yo era anormal, un ejemplar raro, y que nunca le había gustado.
S: Oh, Manuel...
M: Entonces fue cuando mamá le dijo que se marchara y no volviera jamás.  Que haría bien en largarse con esa estúpida de Margarita Mayers, y agregó que con el poco cerebro que ambos tenían bien podían andar juntos por la vida.

Mientras se inclinaba hasta quedar a la altura de Manuel, Sebastián sintió un fiero deseo de haber estado allí y felicitar a Carina por su coraje.

S: Fue una suerte que hubieras heredado la inteligencia por parte de tu madre.  De lo contrario habrías sido tonto como una piedra.  Mira, Manuel (prosiguió eligiendo las palabras con sumo cuidado), el mundo está poblado por gente de toda clase.  A algunas personas no les gusta aquello que sienten como diverso, entonces se asustan y huyen.  No debes permitir que la opinión de esas personas influya en la opinión que tienes de ti mismo.  No dejes que una observación mezquina haga mella en tu ser.  No vale la pena.  Somos el resultado de lo que hacemos con nosotros mismos, y no de lo que otros piensan sobre nosotros.
M: Entonces, ¿Para ti está bien que yo sea listo?  ¿Eso no hará que me abandones?
S: De ninguna manera.  Tu madre nunca tendrá que echarme por tu causa.  ¿Y sabes por qué?
M: No exactamente.

Sebastián puso sus grandes manos en los escuálidos hombros del muchachito.

S: Porque te quiero tanto como querría a mi propio hijo.  Y estoy muy orgulloso de ti, chico.  Orgulloso y honrado de tenerte como amigo.  Turbado, con la barbilla temblorosa, Manuel asintió con la cabeza.

M: De acuerdo.  Eso está bien (murmuró al tiempo que alzaba los ojos tímidamente hacia Sebastián).  ¿No me vas a abrazar o algo así?

Sebastián sonrió.

S: Claro que sí.
M: Bien, de acuerdo.  Pero un abrazo rápido, y luego me das unos golpes en la espalda por si acaso alguien mira.  Porque así se verá como cosas de hombres y no como cosa de un niño pequeño que necesita que lo abracen, ¿comprendes?

Sebastián lo alzó del suelo y lo abrazó estrechamente, ocultando su emoción.  También le dio unas suaves palmaditas en la espalda.

Con los ojos llenos de lágrimas Carina se alejó del porche rogando para que ellos no advirtieran su presencia allí.

Carina había escuchado toda la conversación entre el hombre y el niño.  Así que aquel día Manuel había oído las horribles e imperdonables palabras de Pablo.  Durante ocho años las había guardado celosamente en su interior, y la herida producida había terminado por infectarse.  Hasta que Sebastián la había curado.
Ella le había dado todo a su hijo, menos el amor y la aceptación de un padre.

Durante todo ese tiempo había evitado cualquier clase de compromiso afectivo, a pesar de que era el afecto lo que ella y su hijo más necesitaban.

Se había resistido porque temía que la hiriesen.  Porque temía volver a confiar.  Temía a las mentiras y a las medias verdades que suelen acompañar la muerte del amor.  También sentía temor al abandono.  Era muy duro volver a empezar.  A recomponer los trozos de una vida rota.

“Sebastián no es Pablo”, pensó de pronto.  Carina se cubrió la cara con las manos.  No, no lo era.  Era un hombre que desde el primer momento les había ofrecido amor y aceptación.  La había acompañado a ella y a su hijo, intentando hacerlos felices.  Y continuaba en ello, porque para él el amor no era la aventura de una noche.

Y la gran pregunta le llegó a sus pensamientos pero sobre todo le llegó al corazón.  ¿Qué iba a hacer a partir de ese momento?


Capítulo 25

Para empezar, secarse las lágrimas.  Luego mirar hacia el futuro en vez de mirar constantemente al pasado.  Luego subiría las escaleras y haría la maleta para ir con Sebastián a la Fiesta de San Antonio.  Y si él volvía a proponerle matrimonio, diría que sí.

Entonces le permitiría guiar sus pasos al amor y no al miedo que la había dirigido durante los pasados 8 años.  Y luego abriría la boca para contarle a Sebastián lo que había dentro de su corazón.  Y le diría que lo amaba con todo su ser.  El tiempo de huir de ahora en adelante quedaba atrás.

A partir de entonces se aferraría a la felicidad y no la dejaría escapar.  Victoria estaba en su cuarto preparando una pequeña maleta que llevaría para las Fiestas de San Antonio.  

Sebastián había entrado a la casa buscando a Victoria, al no encontrarla sube a su cuarto.

S: ¿Carina ya estás listas?
C: Entra, estoy preparando la maleta.

Sebastián entra y se sorprende ante la reacción amorosa de Carina.  Carina va hacia Sebastian y lo besa.  El responde de inmediato una vez sale de la sorpresa ante la iniciativa de su enamorada.  Sebastian estaba seguro de sus sentimientos y de los de Carina, aunque sabía que para ella demostrarlo era mucho más difícil.

C: Sebastián, perdón, nunca antes… (Sebastián la interrumpió).
S: No me pidas perdón, me encantó, Lo sé, amor mío y no te voy a apresurar.  Te prometo que todo lo que suceda entre tú y yo no se parecerá en nada a tu experiencia con Pablo.
C: ¿Me lo prometes? (Le preguntó con los ojos cerrados abrazándolo fuertemente).
S: Es una promesa.  Ya sabes, honestidad y confianza entre nosotros.  Pero vamos a tener que espera un poco, porque se nos hace tarde para las Fiestas de San Antonio (Dice Sebastian interrumpiendo su beso). 
C: Sé que he tratado, más bien evitado que tu cures mis heridas del corazón.  Pero déjame confesarte que fuiste el responsable de derribar todas las barreras que cubrían mi corazón.  Ahora estoy completamente segura de mis sentimientos.  Sebastián te amo y definitivamente estoy segura que tú no eres Pablo.  Eres y serás el amor de mi vida y el mejor ejemplo que Manuel pueda tener (termina diciendo Carina dándole un beso en la mejilla y posando su cabeza en el hombro de Sebastián, manteniendo el abrazo con él).
S: Carina me haces el hombre más feliz del universo, y si te soy sincero mi vida es mucho mejor desde que tú y Manuel entraron en ella. 
C: Bueno, ya estoy lista cuando nos vamos a las Fiestas.

Ambos ya habían llegado a la zona de la costa del rio donde se celebrarían las Fiestas de San Antonio…
C: Sebastián estoy desesperada por ver el desfile, sabes, es mi primera vez.  
S: Carina, ¿Nunca has estado en la Fiesta de San Antonio?  ¿Me quieres decir que nunca has visto el Desfile del Río? (preguntó Sebastián sorprendido mientras se abría paso entre la multitud que se paseaba por las vereda del río).
C: Nunca he tenido la ocasión y tampoco el dinero.  Estas fechas siempre me encuentro trabajando.  Es una buena oportunidad para conseguir un dinero extra en propinas más bien generosas.

Cerca de La Villa, una banda autóctona del área comenzó a tocar unos alegres villancicos y canciones y Sebastián con el brazo sobre los hombros de Carina disfrutó de la misma manera que lo hacían los vecinos y turistas que presenciaban la actuación de la banda y de los diferentes artistas callejeros que actuaban a través de la vereda.

S: Cari, ¿Tienes hambre? (Le preguntó Sebastián alzando la voz para hacerse oír sobre el alboroto de la gente).
C: Me muero de hambre.
S: Lo solucionaremos de inmediato.

Sebastián hizo un gesto a un hombre que llevaba una gran cesta.

C: Quiero una de esas tortillas gordas (pidió Carina después de mirar el contenido del cesto).
S: Por eso se llaman gorditas (rió Sebastián).
C: Sebas, ¿Cuándo pasarán las barcas por el río? (preguntó Carina, ansiosa como una niña.  Lo que más deseaba era ver a las reinas de belleza ataviadas con sus magníficos atuendos).  ¿Crees que podremos ver algo con toda esta gente ya acomodada a través de la orilla del río?
S: Sí.  Reservé asientos.  Así que dentro de muy poco lo veremos todo cómodamente.
C: ¿Y luego?
S: Podemos participar en el baile hasta la madrugada.  Podemos bailar, pasear, tomar unas Esperanzas, o...
C: O podemos volver a nuestro hotel.

En medio de la multitud de pronto se vieron solos.  Para ellos se apagaron las risas, las voces de la gente, la música.  Carina llenó sus ojos con la visión del hombre que amaba.  Ahí estaba, junto a ella, alto y sólido; una roca en medio de un río turbulento.  Se aproximó más a él, enlazó los brazos en el cuello del hombre y luego lo besó con profunda convicción.  La gente aplaudió alrededor de ellos.

S: ¿No querrás ir al hotel ahora, verdad? (Sebastián le susurró al oído al tiempo que le arreglaba la diadema de flores que le había regalado).   Porque quiero que esta noche sea muy especial para ti.
C: Será especial.  Pero para los dos.
S: Entonces esperaremos.
C: De acuerdo, pero bésame para que la espera no sea tan larga.

Al comienzo del mismo, Sebastián la besó tiernamente pero luego esa ternura se fue convirtiendo en un huracán de pasión.

S: Ven, mi amor.  Vamos a sentarnos allá (invitó Sebastián al separarse de Carina).

Cuando se acomodaron entre la gente, vieron a madres y padres con sus hijos pequeños en las rodillas.  Carina pensó que algún día iría a la Fiesta con un pequeño...

S: El próximo año traeremos a Manuel (dijo Sebastián interrumpiendo sus pensamientos).
C: ¿Por qué no? Creo que le encantaría.
Niña: Mira (gritó de repente una niñita), ahí vienen las barcas.

Durante la siguiente hora Carina vitoreó y aplaudió junto a la multitud. Lo que más le entusiasmó fue el paso de las reinas de belleza.  Cuando la última barca pasó frente a ellos el lugar comenzó a despejarse. Sebastián se volvió a Carina.

S: ¿Te gustó?
C: Fue fantástico.  Gracias por esta noche, Sebastián.  Estoy feliz de que me hayas traído (dijo una sonrisa de oreja a oreja).
S: La noche aún no ha terminado, más bien está empezando ahora (dándole un tierno beso).

En ese momento se oyó una dulce música de violín y Sebastián le tomó la mano.

S: ¿Quieres bailar antes de marcharnos?
C: ¿Aquí?  ¿Ahora?
S: ¿Y por qué no?

Sebastián tomó a Carina y la acomodó entre sus brazos y comenzaron a bailar lentamente.  En un segundo otras parejas los imitaron.  Con un murmullo de placer Carina se entregó a la música con los ojos cerrados, apoyada contra él, con la cabeza entre su cuello y la mejilla.  Y por una vez sus pies cooperaron.  Seguía los movimientos del hombre con una perfecta coordinación guiada por la suave presión de sus muslos y cadera.

Por fin acabó la música y muy a regañadientes Carina se separó de Sebastián.

C: Es hora de regresar al hotel, ¿verdad?

Sebastián la besó apasionadamente.

S: ¿Quieres ir?
C: Sí.

Eso era todo lo que Sebastián deseaba oír.  Ambos caminaron agarradito de las manos en dirección hacia el hotel.


Capítulo 26

De camino al Hotel Internacional…
S: Cariño, estabas tan entusiasmada como una pequeña.  Tengo la impresión que no disfrutaste mucho en tu niñez.
C: No fue así; mi niñez fue muy normal.
S: ¿Te criaron tus tíos?
C: Mis padres fallecieron cuando tenía cuatro años y ellos me llevaron a su casa.  Son buenas personas y querían lo mejor para mí.
S: ¿Crees tú que tus tíos se acostumbrarían a vivir en Buenos Aires?

Habían llegado al hotel International.  Bajo la farola de la calle tuvo un fugaz visión de las grandes montañas, convertido en hotel; una vista que siempre la emocionaba.

C: ¿Buenos Aires?  ¿Qué sugieres, Sebastián?

Él se encogió de hombros al tiempo que abría la puerta.

S: Tengo esa cabaña y no la utilizo para nada.  Ahora que ya no apesta a zorrilla, podríamos decorarla y quedaría transformada en un confortable apartamento. 

Ellos podrían disfrutar de su independencia y tomar las comidas en la casa grande.

C: ¿No crees que ya tienes suficientes invitados en el rancho? (preguntó con cautela).

El no respondió hasta llegaron al vestíbulo victoriano, la parte más antigua del hotel.

S: ¿Quieres la verdad?
C: Sí, por favor.

Él se detuvo junto a un gran reloj antiguo y la giró hacia él.

S: Carina, si traer a tus tíos a Buenos Aires pudiera ser una razón para que te quedaras, ahora mismo iría a buscarlos a Córdoba.
C: No creo que sea necesario, aunque es un tanto prematuro (respondió Carina amablemente al tiempo que subían la escalera hacia sus habitaciones).
S: No lo será por mucho tiempo (dijo Sebastián al tiempo que abría la puerta y la dejaba entrar).  Porque llegó la hora.
C: ¿La hora de qué? (preguntó ella ocultando una sonrisa).
S: La hora de volver a pedirte que te cases conmigo.
C: Mi amor, nunca pensé que mi corazón latiera a 100 kilómetros por milla.
S: Entonces, Lo harás, aceptas mi proposición de matrimonio?
C: Nunca pensé que volverías a pronunciar esas palabras, pero mentiría si te dijera... (apenas pudo terminar la frase cuando los labios de Sebastián ya estaban sobre los suyos).

Un largo instante después Sebastián la miró con una dulce sonrisa.  Él no dejo que respondiera, solo continuó el beso.  Al principio el beso fue algo tímido, tierno, pero después una vez que Carina se soltó más empezaron a jugar con sus lenguas, el beso pasó de ser tierno a apasionado, admitiendo que ambos estaban completamente enamorados. 


Después de varios minutos se separaron, se miraron a los ojos y sonrieron, sinceramente estaban felices.

S: Cari, que lindo beso (Dijo Sebastián dándole piquitos).
C: Hermoso beso (Dijo Carina volviéndolo a besar con más intensidad)

Sebastián no lo podía creer.  Le tomo de la cara y la besó con toda la pasión del mundo, como si no hubiera un mañana.

S: Cari, ahora si te voy a llevar hasta el fin del mundo 

Sebastián la empezó a besar con toda su alma, quería demostrarle con ese beso todo el amor que le tenía, y que estaba feliz de estar con ella, después de ese beso bajó hasta el cuello, donde se detuvo un rato.

Empezaron a caminar de la sala de la suite hacia la cama mientras se besaban, cuando estaban a punto de llegar Sebastián dejo de besarla y le tapo los ojos. 


S: Espero que te guste esto mi amor- Dijo destapándole los ojos.

Carina abrió sus ojos y más se emocionó, no podía creerlo, era demasiado para ella.  Estaba toda la habitación llena de flores, menos un camino que los conducía a la cama.  Se empezaron a besar, caminando hasta caer a la cama, Sebastián arriba de ella.  

Suavemente Sebastián le empezó a quitar la camisa a Carina, mientras que ella le desabotonaba poco a poco cada botón de la camisa de él.  Inmediatamente después él, le saco la falda y ella su pantalón.  Estaban solo en ropa interior besándose como nunca, se amaban y querían demostrárselo el uno al otro.

Sebastián le saco el corpiño a ella, y bajo hasta sus pechos y los empezó a besar, Carina no podía más el placer que este hombre ocasionaba en ella.  Entonces Sebastián le susurró al oído, te amo con toda mi alma y ahora sí que te voy a llevar al fin del mundo y la besó.  

En cuestión de segundos, Sebastián se deshizo de las últimas barreras y finalmente y con mucho cuidado entró en Carina.  Primero fueron movimientos suaves, a los cuales Carina respondía con gemidos, haciéndole saber a Sebastián el disfrute y placer que le estaba ocasionando.  

Después de un tiempo empezaron los movimientos más fuertes y apasionados.  Ambos intercambiaron frases de amor, mimos tiernos y apasionados.  Sebastián siempre estuvo a pendiente de Carina, quería que ella disfrutara en todo momento y que estuviera completamente segura de sus sentimientos y el amor que él sentía por ella.

Así estuvieron toda la noche hasta que quedaron rendidos, ella sobre su pecho y el abrazándola. 

A la mañana siguiente Carina se levantó temprano, mientras Sebastián dormía, ella se detuvo un tiempo a mirarlo. No podía creer nada de lo que estaba pasando entre ellos, pero era una bella realidad y estaba muy feliz.  Sabía que Sebastián siempre la cuido en todo momento, y ella lo amaba, de eso no tenía ninguna duda.  

Carina se colocó la camisa de Sebastián y salió al balcón de la suite, observó un instante el lindo paisaje que tenía frente a sus ojos. 

Era naturaleza pura, le encantaba ese lugar.  La hacía acordar donde se había criado.  

Ese pensamiento hizo que Carina se acordara que tenía que ser honesta a Sebastián y sabía que había llegado el momento de contarle la verdad.


Capítulo 27

Sebastián se levantó y no vio a Carina, se puso su pantalón, salió afuera del cuarto y allí la vio, con su pelo rubio al viento.  Se acercó por detrás a Carina, abrazándola y dándole un beso por el cuello subiendo para atrapar con sus labios el lóbulo para finalmente voltearla y besarla con amor.

S: Buenos Días, mi amor, ¿Cómo dormiste?
C: Buenos Días, amor, increíblemente bien y mejor aún, amaneciendo entre tus brazos.  Amor tengo algo que decirte.
S: Cari, que puede ser más importante para cortar este lindo momento.
C: Sebastián, prometimos ser honestos el uno con el otro, ¿no fue así, amor mío?

Pero Carina sabía que no había sido totalmente honesta.  No estaba segura si las cosas cambiarían entre ellos cuando él supiera la verdad.

Lentamente Carina se separó de Sebastián.

C: Espera aquí.  Hay algo que necesito mostrarte.

Fue a su habitación y sacó de su maleta la carta que Manuel había puesto allí.  “Esto es para ti, mamá.  Buena suerte”, había dicho esa mañana.  Tal vez Manuel adivinaba su secreto.  Pero aunque supiera la verdad, aún contaba con el amor de su hijo.  Y el hecho de que hubiera metido la carta en la maleta sugería que pensaba que también Sebastián la aceptaría.  Bueno, dentro de un minuto se iba a enfrentar a la verdad.  Cuando volvió a la habitación de Sebastián, este se paseaba de un extremo al otro.

S: ¿Qué pasa, cariño? (Le preguntó Sebastián preocupado y ansioso ante la incertidumbre de lo que Carina le quería confesar).
C: Se trata de la promesa que nos hicimos de ser honestos el uno con el otro.  La verdad es que yo no lo he sido (dijo frente a él, con el sobre en la mano).  Hay un par de cosas que debemos cambiar en el formulario que completamos para la Agencia de tu abuela.

Muy tenso, Sebastián intentó sonreír.

S: Júrame que no hay que modificar la sección que pregunta sobre sexo, y podré resistir todo lo demás.
C: No, el problema no es ese (respondió en tono de broma).
S: Supongo que se relaciona con el sobre que tienes en la mano.  Cuéntame, amor.  ¿Qué pasa?  ¿Qué quieres confesarme? (murmuró con mucha ansiedad).
C: Bueno, te conté que cuando me marché de casa con Pablo yo estaba embarazada.  Pero hay una cosa que no te he mencionado (dijo al tiempo que se humedecía los labios).
S: ¿Y qué es?
C: Bueno, la verdad es que no había terminado el bachillerato superior.  

Sebastián frunció el ceño.

S: Pero si ahora tienes treinta y tres años.  ¿Cómo es posible que no...? Bueno, dejémoslo.

Ella se echó a reír.

C: No es que haya repetido cursos, Sebastián.  La verdad es que... no tengo esa edad, tengo treinta años.

Sebastián se desplomó en una silla.

S: ¡Demonios! ¿Entonces tenías dieciséis o diecisiete años cuando te quedaste embarazada de Manuel?
C: Bueno, casi.  Me faltaban dos años para acabar la educación secundaria.  Pablo ya estaba en el último curso.  Estuvimos saliendo un par de veces y me pidió que lo acompañara al baile de fin de curso.  Demás está decir que la celebración fue memorable y que no estuvimos toda la noche bailando.  Y que tampoco tomamos ninguna precaución (concluyó ruborizada hasta la raíz de los cabellos).
S: Y más tarde descubriste que estabas embarazada.
C: Lo descubrí durante ese verano.  Pablo ya se había graduado y me invitó a marcharme con él.  Tan pronto como mis tíos supieron que me iría de casa con o sin su permiso, nos permitieron casarnos.
S: Y luego ¿Pablo se marchó un mes antes del parto? (preguntó Sebastián incrédulo).  ¿Cómo es posible que abandonara a una criatura de dieciséis años?

Ella se encogió de hombros.

C: Le habían ofrecido un trabajo mejor en otra parte.  Al menos eso fue lo que dijo.  Prometió enviar dinero.
S: ¿Y lo hizo?
C: Sí, lo suficiente para sobrevivir.  No era un irresponsable absoluto.  Pero yo no estaba en condiciones de ponerme a trabajar.  Incluso aunque no hubiera estado embarazada habría sido muy difícil encontrar trabajo a tiempo completo con esa edad, como más tarde supe.  Así que cuando Manuel nació conseguí un empleo, pero tuve que mentir sobre mi edad.  Y una vez que pude ahorrar un poco de dinero fui a buscar a Pablo.
S: ¿Y así fue como viviste los siguientes cinco años?  ¿A la caza de Pablo?
C: Es deprimente, lo sé, aunque lo supe más tarde (comentó Carina intentando sonreír).
S: ¿Y qué fue lo que puso punto final a la caza?  No, no me digas, no te preocupes.  Creo que ya lo sé.

“Llegó la hora de la segunda confesión”, pensó Carina.

C: Escuché la conversación que sostuviste con Manuel.  Él te lo contó todo.
S: Carina no te voy a reprochar nada, no soy nadie, pero debiste haberlo echado mucho antes, y que bueno que lo hiciste.
C: Ahora me doy cuenta de eso.  Pero era demasiado joven y estaba muy asustada.  Me costó mucho trabajo darme cuenta que podía arreglármelas sola, que no necesitaba su ayuda.
S: ¿Y ahora? (preguntó Sebastián señalando el sobre).  ¿Qué es eso?
C: Esta es la respuesta a un sueño que he albergado durante ocho años (respondió conmovida al tiempo que miraba el sobre con el membrete de la Oficina de Educación de Buenos Aires).

Con todo cuidado abrió el sobre y desplegó el documento que contenía el mismo.

CERTIFICADO Grado Asociado en Estudios Secretariales (Carina leyó en el diploma).
Nos complace comunicarle que ha rendido con éxito los exámenes de las asignaturas correspondientes a los estudios secretariales, graduándose con altas calificaciones.  

Carina enterró la cara en el pecho de Sebastián y la camisa quedó empapada de lágrimas.  Lo había conseguido.  Tras ocho largos y difíciles años, finalmente lo había logrado.  ¡Esa era su última meta!  Terminar una carrera donde pudiera ofrecer una mejor calidad de vida y mejor futuro para su hijo, Manuel.

Sebastián la dejó llorar mientras le acariciaba el cabello.

S: ¿Sabes que eres alguien muy especial?  Querías probarte a ti misma de que eras capaz y lo has conseguido.
C: Es porque un día decidí que tenía que hacerme cargo de mi propia vida (le confirmó).  De repente me di cuenta de que era perfectamente capaz de cuidar de mí misma y de mi hijo.  Así que decidí retomar los estudios y conseguir mi diploma.  Así podría estar calificada para optar a un empleo decente y de paso reconciliarme con mis tíos.
S: Entonces yo entre en tu vida y trastorné tus planes, ¿no es así?  ¿Qué creíste que intentaba hacer, Carina?  ¿Robar tu independencia?  ¿No comprendes?  No intento robar nada o dañarte de algún modo.  Mi único objetivo es hacerte feliz, mas bien para hacerlos felices a ambos (dijo al tiempo que le rodeaba la cara con las manos).

Sebastián admiraba la fortaleza de carácter que se veía en cada rasgo de su hermoso rostro, aunque su testarudez le causara un sinfín de frustraciones.

Carina rio con dulzura.

C: Es la primera vez que alguien me ofrece felicidad.
S: No sabes cómo lo siento porque no hay una persona en el mundo que la merezca más que tú.  Todo lo que tienes que hacer es intentar alcanzarla, amor mío.

Ella cerró los ojos y suavemente Sebastián le besó los párpados.


Capítulo 28

Experimento “Un Marido para Mamá”
Informe sobre el desarrollo de los acontecimientos

He vuelto al colegio.  Mamá me ha matriculado en esta escuela cerca del rancho de Sebastián.  Pero hay un gran problema.  Alguien del otro colegio pasó el sopla sobre mi proyecto científico y aquí quieren verlo pronto ya que mis nuevos compañeros también hacen trabajos similares.  Me imagino que se armará la gorda, especialmente cuando sepan lo que he estado haciendo con todos mis informes que he escrito sobre el desarrollo de los acontecimientos.


Experimento 9:     ¡Experimentos Interrumpidos!


C: Sebastián, aunque en estos momentos mi corazón está brincando de alegría, tengo miedo (musitó temblorosa bajo la caricia).
S: Ya lo sé.  No quieres arriesgarte y comprendo por qué (observó al tiempo que le acariciaba los cabellos).   Ya tomamos una decisión, cariño. Tendrás que confiar en mí.  Y peor aún, tendrás que confiar en ti misma. Has hecho malas elecciones en tu vida.  Pero te juro que esta no es una de ellas.
C: Solo tengo que creer en que no cometemos un error, ¿verdad?  Tú no pides mucho, ¿no es cierto?  Y si algo va mal en nuestra relación, Manuel...
S: Carina, lo que Manuel necesita y quiere es a un padre (interrumpió Sebastián).  Si jugara limpio, no utilizaría esa excusa para convencerte. Pero te aseguro y te prometo, desde lo más profundo de mi corazón, que ambos son muy importantes para mí.  Ambos se han convertido en parte de mi vida y no la concibo sin ninguno de ustedes.  Cuando llego a casa me encuentro buscándote a ti o a un travieso niño de pelo castaño y ojos traviesos.  Siempre pensé que tenía un hogar, pero ahora sé que estaba equivocado.  Eres tú y Manuel quienes han convertido mi casa en un hogar. 
C: Te amo, Sebastián Estevanez (murmuró con los ojos arrasados de lágrimas).
S: Y yo también, Carina Zampini.  Tú y Manuel son mi futuro.  Y yo les pertenezco.
C: ¿Cómo puedes estar tan seguro?  ¿Cómo puedes saber que todo irá bien? (le preguntó trémula y nerviosa).
S: Estoy seguro porque, a diferencia de las voces que tú oyes, mis voces no dudan y nunca me aconsejan mal.  Lo supe desde la primera vez que te besé.  Y tú también lo supiste.  La diferencia estriba en que aquello me decidió a intentar una relación seria contigo, mientras que a ti te asustó.
C: Tienes razón.
S: Y desde entonces has estado huyendo.
C: Pero ya no huyo más, como ves.

Sebastián la acercó a él y la abrazó estrechamente.  Los labios de Carina se entreabrieron para recibir el apasionado beso del hombre de su vida. Mientras su boca aterrizaba en la de ella, desabotonaba la blusa hasta que logró acariciar sus hermosos pechos.  Ella gimió, estrechándose más contra él.
S: Espera un segundo (murmuró Sebastián con un gran esfuerzo de voluntad).  Todavía queda algo por discutir.  Me refiero a tus intenciones. Lo siento, cariño.  Pero no quiero los típicos arrepentimientos de la mañana siguiente.  Dentro de unos minutos te llevaré a esa cama y haremos nuevamente el amor más dulce de nuestras vidas.  Pero ¿no crees que deberíamos hablar sobre un posible embarazo?
C: Sr. Estevanez, no cree que esa conversación llegó a destiempo máxime después de haber tenido una hermosa y tórrida noche.
S: Siiii (dijo con una sonrisa).  Lo último que quiero decirte es que no te volveré a llevar a la cama sin un compromiso.  No puedo aceptar que me seduzcas nuevamente y mañana me eches de tu vida.  Cari, soy un tipo chapado a la antigua.  Así que un anillo de boda o nada.

Dicho eso sacó del bolsillo de su pantalón una cajita de terciopelo color negra, pero Carina se adelantó.

C: De acuerdo.  Tú ganas (murmuró al tiempo que se ponía de rodillas y le tomaba una mano).  Señor Sebastián Estevanez ¿Quiere hacerme el honor de casarse conmigo?  Prometo amarlo y cuidarlo por el resto de mis días.
S: Señora Carina Zampini creí que nunca me lo pediría.  Sí, acepto con todo gusto.

Con un grito de satisfacción la alzó del suelo y luego la tomó en brazos. Segundos más tarde se tendía junto a ella en la amplia cama.  Con la blusa abierta, dejaba al descubierto una blanca braguita y las largas y contorneadas piernas hechas para enlazar la cintura de un hombre y no dejarlo marchar jamás.

Y Sebastián no se apresuró.  Con movimientos lentos y tranquilizantes se volvieron a desnudar para nuevamente demostrarse el verdadero amor que sentían el uno por el otro.

La luz del sol se deslizó en la habitación llena de íntimos murmullos y suaves risas.  Solo las cuatro paredes de la habitación fueron testigos de las palabras de amor de los amantes.  Las manos de Sebastián se deslizaban sobre las suaves curvas femeninas de Carina, ofreciéndole olas de placer.  

Sebastián conquistó una novia con un amor tan profundo y completo que ya no quedó espacio para el temor, la duda o el deseo de independencia.  Los desnudos cuerpos se hermanaron.  Se completaron.  Formaron un todo.  Esa noche Carina finalmente aceptó la verdad.  Sebastián no era Pablo.

El sonido del teléfono interrumpió el profundo sueño de Sebastián.
C: ¿Qué pasa? (le preguntó Carina con voz soñolienta).
S: Te lo diré en un minuto.  ¿Diga?
EE: ¿Era la voz de Carina? (preguntó Esperanza al otro extremo de la línea).
S: No es de tu incumbencia, abuela.
EE: Lo voy a tomar como un “Sí” (rio la abuela).  Enhorabuena, mi niño. Sebastian, siento interrumpir su celebración de las Fiestas de San Antonio, pero me temo que han llamado de la escuela de Manuel.
S: ¿Y por qué?
EE: Manuel está bien, no te preocupes.  Pero los profesores han armado un alboroto por algo.  Quieren ver a Carina cuanto antes.
S: ¿Y no pueden esperar hasta mañana?
EE: Parece que no.  Y quieren verte a ti también, Sebastián.
S: Y ¿para qué demonios querrán verme a mí?  Bien, estaremos allí en un par de horas.
C: Sebas, No comprendo, Manuel lleva en esa escuela menos de una semana.  ¿Qué pudo haber hecho solo en un par de días?  ¿Y también quieren verte a ti?  ¿Por qué?
S: Amor, lo sabremos a su debido tiempo (dijo Sebastián con calma).

Capítulo 29

En la escuela:
El Director Luis Ponce había hecho buscar a Manuel a la Oficina del Principal, luego de que la Profesora de Ciencias de octavo grado, la señora López le informara el tema del proyecto de Ciencias del chico.  
Ellos encontraron fuera de lugar el mismo.  De inmediato el Director, mediante su secretaria, le avisó a Carina la urgencia de reunirse con ella.

Apenas Sebastian y Carina llegaron a la escuela los hicieron pasar a un salón de conferencias.  Unos minutos más tarde, entraba el director con una mujer que les presentó como la señora López, la profesora de Ciencias de octavo grado.

D: Gracias por haber venido cuanto antes (dijo el director al tiempo que le estrechaba la mano a Sebastián y luego a Carina).  Soy Luis Ponce, Director de la Escuela Superior Santa Marta.
C: ¿Ha hecho algo malo mi hijo? (Carina fue incapaz de contenerse más tiempo).

El director y la profesora intercambiaron una mirada de circunstancias.

SL: Se trata de su proyecto de ciencias para la Feria Científica (explicó la señora López).  Ya que también nuestro programa de estudios contempla trabajos de ese tipo, quise leerlo.
C: ¿Un proyecto científico?  ¿Y qué desea hacer mi hijo este año?  ¿Un experimento genético, curar el cáncer o algo así? (preguntó Carina con una sonrisa de alivio).
PL: No, no exactamente (dijo la profesora con el ceño fruncido).  He enviado a buscar a Manuel.  Espera en la oficina, porque antes quería conversar con ustedes.  La verdad es que no sé cómo decirlo de otra manera, pero me temo que el objetivo del proyecto científico de Manuel consiste en que usted, señor Estevanez, se case, con la Señora Zampini.  Diría que se trata de un... experimento amoroso, por llamarlo así.

Sebastián maldijo entre dientes.  Desde luego que era eso.  Así se explicaban todas aquellas ingeniosas estrategias y trampas que Manuel había realizado con premeditación.  El amor... como un asunto de lógica experimental.

D: Naturalmente creo que usted, Señora Zampini no lo aprobará (dijo el señor Ponce).
C: Se equivoca, realmente cuenta con toda mi aprobación.

Lo que Sebastián no aprobaba era el modo en que ambos profesores miraban a Carina.  Como si hubiera mal educado a su hijo.

PL: Tal vez usted no alcanza a comprender la magnitud de las intenciones de su hijo (dijo la Profesora López al tiempo que abría una carpeta).  De acuerdo a la Introducción incluida en el proyecto de Ciencias, él se presentó a la agencia matrimonial “La Rosa Amarilla” con la expresa intención de encontrar...
S: Un padre (interviene Sebastián).  Lo sé desde el principio.  Mi abuela y yo somos los propietarios de dicha agencia.  Yo estaba allí el día que llegó Manuel.

El señor Ponce alzó una ceja.

D: ¿Y usted aprueba ese tipo de manipulación?

Sebastián se inclinó sobre la mesa, mirándolos de frente.  Quería que supieran que hablaba con toda seriedad.

S: Miren, yo aceptaría cualquier condición para que la madre de Manuel se casara conmigo.

Muy agitados ambos profesores se volvieron a Carina.

PL: ¿Usted se da cuenta que todo fue producto de la maquinación de un muchachito de trece años?  Él fue el causante de que la echaran del apartamento, señora Zampini.  También desconectó la batería de su coche para dejarla a merced del señor Estevanez.  Manuel, bueno… desmontó los largueros de su cama (terminó la profesora, ruborizada hasta la raíz de los cabellos).
C: Sí, de acuerdo.  Pero lo único que quería Manuel es que Sebastián fuera a rescatarme.  Como un caballero andante, usted me entiende.
D: Si usted lo dice (opinó el director dudoso).

Y entonces fue Carina la que se ruborizó.

C: Oiga.  Si es solo un jovencito de trece años.  Manuel no pensaba en... él no intentaba..., bueno, usted ya me entiende (balbuceó).  No era un asunto de cama... era una misión de rescate.
PL: Veamos lo del apartamento.  ¿Tampoco le importa? (inquirió la profesora López.
C: Se equivoca, nos echaron a causa de Miss Mopsey.
PL: Sí, la perrita.  Ya lo sé (dijo la profesora ajustándose las gafas al tiempo que se inclinaba sobre los papeles).  Escuche, por favor.  El asunto del perro forma parte del Plan B.  Dice literalmente: “Hay que pasar delante de la puerta de la señora Walters haciendo mucho ruido. Espero que nos oiga...”.  Desgraciadamente para usted, así fue.
S: ¿Todo esto es realmente necesario? (preguntó Sebastián).  Si Carina hubiera entrado a hablar con la señora Walters habría sabido que no la obligaba a marcharse esa misma noche.  Doris le hubiera dado tiempo a encontrar otra casa.
C: Y tú, ¿cómo lo sabes?  ¿Cómo sabes su nombre?

Sebastián se encogió de hombros, arrepentido.  Había hablado más de la cuenta.

S: Pensé que no era justo que los hubieran echado de la casa en plena noche.  Así que cuando fui a recoger tu coche hablé con ella.
PL: Ah, sí.  El coche (continuó la señora López al tiempo que examinaba más papeles).  No se estropeó a causa de...  Aquí lo tenemos.  A causa de un calibrador.
D: ¿Un Calibrador?  ¿Y qué es eso? (preguntó el director sorprendido).
S: Sí, ya lo sé (dijo Sebastián).  Los cables de la batería estaban desconectados.

Carina se volvió hacia él.

C: Sebastián ¿Tú lo sabías?  ¿Lo sabías y no me dijiste nada?
S: Recuerda que rechazaste mi ayuda (replicó a la defensiva).  Dijiste que tu hijo podía repararlo.  Si te hubieras molestado en preguntar, yo te habría explicado qué le ocurría verdaderamente a ese trasto.
C: Querías llevarnos a tu casa.  Por eso mentiste.
D: Bueno, volviendo a lo que nos interesa (interrumpió el director).  ¿Por qué no aclaramos el asunto de la zorrilla en la cabaña?
C: No intenten convencerme de que Manuel también es el responsable porque me niego a creerlo.  No pudo haber encontrado una zorrilla y haberla metido en la cabaña en el poco tiempo que estuvimos en casa de Sebastián.
D: La verdad es que no existió tal zorrilla, señora.  Su hijo puso en la cabaña unos productos químicos que huelen igual que la orina de ese animal.
S: Pero no hubo ningún daño (insistió Sebastián).  Mantuve una larga conversación con el muchacho y luego hice que limpiara la cabaña de arriba abajo.
C: Así que tú sabías todas esas cosas y nunca me las dijiste (exclamó Carina airada).
S: Pensé que tú te habías dado cuenta de que algo pasaba.  ¿Te acuerdas cuando nos quedamos sin gasolina?  Te dije que había sido Manuel y decidiste que teníamos que ignorarlo.
C: Soy su madre.  Debiste habérmelo contado todo desde el principio.
S: ¿Y darte una excusa para que te marcharas?  ¡Maldición!  Si yo hubiera traicionado al chico, tú ya estarías en Córdoba.
C: ¡Pero prometiste ser honesto conmigo!
D: Ya entiendo qué sucedió.  Manuel ideó todos esos incidentes a instancias del señor Estevanez (sugirió el director).
S: Eso no es lo que realmente sucedió (explotó Sebastián con una mirada furibunda al Director).  Ahí es donde usted se equivoca.  Este niño busca desesperadamente un padre.  Y a su inequívoca manera decidió hacer algo.  Dada la forma en que funciona su mente, planificó sus acciones de una manera metódica, utilizando la lógica y la inteligencia con el propósito de...
D: Manipular a las personas, señor Estevanez.  Reconozca que usted ha respaldado todo este asunto para proteger a su abuela y a los intereses comerciales que ambos comparten, pero deberá estar de acuerdo conmigo que esa no es la manera más apropiada (lo amonestó el director).
C: Perdone, ¿pero quiere repetir lo que ha dicho? (intervino Carina). 
S: No estoy haciendo esto en beneficio de la empresa de mi abuela (interrumpió Sebastián duramente).  Ya le dije por qué lo hago.
D: ¿Está seguro?  Manuel nos habló de los periodistas que se encontraban en la agencia el día que fue allí a solicitar el servicio.  Ellos han estado haciendo una crónica de sus aventuras.  ¿Sabían ustedes que Manuel les ha estado enviando constantemente informes acerca del progreso de sus relaciones sentimentales? (les informó el director).
S: No, no lo sabía (respondió Sebastián súbitamente inseguro).
C: ¿Pero de qué hablan? (preguntó Carina al borde de perder la paciencia).
S: Espera un poco amor, ya te lo explicaré.
D: Y no olvide decirle la importancia de esa crónica para el futuro de la agencia matrimonial La Rosa Amarilla.  Eso será un espaldarazo publicitario para la empresa.
C: No es necesario que me expliques nada, Sebastián.  Ya lo entiendo.  ¿Por eso te enfadaste tanto cuando el ordenador nos emparejó?  Con los periodistas como testigos no tenías más alternativa que aceptar salir conmigo.
S: De acuerdo.  En ese momento no tuve otra alternativa.  Pero luego algo sucedió y tú lo sabes bien.  Pero quiero asegurarte que no sabía nada sobre el dichoso artículo ni de la relación de Manuel con los periodistas.
C: O sea que lo nuestro es producto de una manipulación de Manuel (comentó Carina con la cabeza baja).
S: ¡Maldición! (rugió Sebastián).  Nos besamos.  ¿Recuerdas eso?  Yo sí que lo recuerdo porque me llegó muy hondo, aunque tú no hubieras sentido nada.  Además recuerda como nos amamos las pasadas noches… (El director lo interrumpe dándole una mirada de absoluto reproche).
D: Señor Estevanez, por favor.  No olvide que este es un centro educativo.

Sebastián intentó controlarse.

S: ¿Dónde está el chico?  Por favor mándelo buscar.  Nos vamos antes de que usted siga hurgando en mi intimidad.
C: Sí (confirmó Carina con tranquila firmeza).  Nos vamos.
S: No acabo de creer tal maravilla (murmuró Sebastián).  Al fin estás de acuerdo conmigo en algo.
C: Claro que estoy de acuerdo, Sebastián.  Marcharnos es una buena idea (dijo con una amarga sonrisa).  Siento mucho lo del proyecto científico, señora López.  Haré que Manuel piense en otro durante nuestro viaje a Córdoba (agregó con una dulce sonrisa).
S: Tú no vuelves a Córdoba (advirtió Sebastián con los dientes apretados).  Por si lo has olvidado estamos comprometidos.
D: Pienso que este no es el lugar adecuado para discusiones personales (Le observó prudentemente el director).
S: Tiene razón, señor Ponce (dijo Sebastián volviéndose a él).  Pero quiero que sepan que no solo apruebo el experimento de Manuel, sino que estoy muy orgulloso de él.  Él quiere un padre, una familia unida.  Lo que nunca ha tenido en su vida.  ¿Entonces mejor razón podría ser más valiosa para un niño que esa?  Si en este mundo enloquecido ese no es el proyecto científico más inteligente, ingenioso y práctico que un chico desesperado intente emprender para alcanzar la felicidad, es que no entiendo nada.  Y le diré otra cosa más.  Voy a hacer que su experimento se vea coronado como el mejor (agregó al tiempo que cogía la mano de Carina).  De hecho, me voy a asegurar de que obtenga una excelente nota por su trabajo.

Carina lo miraba con las lágrimas rodando por sus mejillas.  Cuando salieron del salón de conferencias seguidos por el director, Manuel ya se acercaba.

M: ¿Nos vamos, verdad?  Pero volveremos.  Tome, señor Ponce.  Esto es para usted (dijo al tiempo que le entregaba un abultado sobre…).  Es otro proyecto científico.  Creo que a usted y a la señora López les gustará.  Se trata de la erosión del suelo, de la irrigación y algunas sugerencias técnicas para obtener agua suficiente y no padecer sequías.  No es el que quería hacer porque ahora no me importa nada sino mamá (agregó con una sonrisa temblorosa).  Solo intentaba que ella fuera feliz.  Y de paso, tener un buen padre.

La señora López miró al director y luego dejó escapar un hondo suspiro.

PL: Concédanos un día para discutir el asunto más a fondo, señor Estevanez.  Pienso que puede haber algo muy valioso en lo que usted y Manuel han dicho.
S: Muy bien.  Aprecio su buena intención, Profesora.  Hasta luego (dijo Sebastián al tiempo que le tendía la mano al director y luego a la profesora).

Acto seguido salió apresuradamente del establecimiento con los brazos sobre los hombros de Carina y de Manuel.

C: Sebastián, me ha conmovido lo último que le dijiste al director.  Pero, ¿por qué me mentiste? (preguntó Carina aún con los ojos llenos de lágrimas).
S: Omitir no es mentir, Carina.  No te conté las trampas de Manuel, porque realmente no sabía lo que tramaba en el fondo.  Cuéntaselo tú, Manuel (pidió al tiempo que le daba un codazo).
M: Mamá, nunca le dije a Sebastián que trabajaba en un experimento científico.  De veras.  El se figuró que yo deseaba un papá, pero pensó que todas mis trampas se debían a mi ingenio, y nada más.
S: Carina, perdóname.  Sé que debí haberte contado lo del apartamento y lo del coche y lo de la zorrilla.  Lo admito.  Pero sabía que el muchacho no quería hacer daño a nadie y eso me daba una buena oportunidad para cortejarte.  Sé que es una palabra pasada de moda pero traduce exactamente mis intenciones hacia ti.
C: ¿Entonces la razón para salir conmigo no fue la necesidad de proteger los intereses económicos de la agencia? (preguntó mirándolo a los ojos con una sonrisa temblorosa).
S: ¡Demonios!, ¡Que testaruda es la mujer que amo!  ¿Cómo puedo convencerte?  ¿Qué más quieres que te diga que no te haya dicho ya?

Manuel no podía creer lo que oían y miraban sus oídos y sus ojos.  El veía una complicidad amorosa entre Sebastián y su madre.  Estaba seguro que su plan había dados los mejores resultados.  Sabía que Sebastian amaba a su madre pero quedo sorprendido ante las palabras de Carina.
C: Tranquilo, mi amor.  Me has convencido.  Te quiero.  Y confío en ti.  Pongo en tus manos no solo mi vida sino la de mi hijo también (declaró al tiempo que se abrazaba a él).
S: ¿Y cuándo te vas a casar conmigo?
C: De inmediato.  Tan pronto como consigamos la licencia.
S: ¿Y dónde vamos a vivir?
C: Dónde tú quieras.  Pero deseo que sea en el rancho más precioso de todo Buenos Aires.

Él se inclinó para besarla pero al profundizar en el beso, Manuel se acercó a ambos y los abrazó.

Fue durante el trayecto de vuelta al rancho cuando Carina finalmente se convenció de la verdad.  Y la verdad era que volvía al hogar.  Al hogar donde pertenecía.

Capítulo 30

Al llegar al rancho, vieron a Esperanza esperándolos en el patio acompañada de una pareja de ancianos que miraban aproximarse el vehículo un tanto nerviosos.

C: ¿No es la tía Esther? (preguntó Carina sorprendida).
S: Y también el tío Ben.  Me tomé la libertad de invitarlos como una visita sorpresa.  Lo que suceda de aquí en adelante es cosa de ustedes.  Pero esa cabaña todavía está disponible por si la deseas.

Carina le rodeó el cuello con los brazos y le dio infinidad de besos alrededor de la cara, terminando en sus labios.  ¿Cómo pudo haber dudado alguna vez de las buenas intenciones de Sebastián?

S: Vamos.  Baja.  Salúdalos (la motivó Sebastián).  Ellos están tan asustados como tú (agregó al ver que la desconcertada pareja se acercaba al vehículo).

Carina se bajó y lentamente se acercó a ellos.  Entonces se produjo un instante de vacilación y luego los tres se abrazaron, lloraron y hablaron atropelladamente.

Por fin Carina, más calmada, le hizo un gesto a Manuel que observaba la escena junto a Sebastián.  Pero Manuel señaló las plantas junto al porche.

M: ¡Mamá!, ¡Sebastián! ¡miren!  Los rosales han florecido.  Están cubiertos de capullos amarillos.

Nunca antes había visto tantas flores en una planta.  Pero, ¿de qué se sorprendía?  Carina le dijo suavemente a su hijo.

C: Ve a saludar a tus tíos, cariño.  Y luego quiero que les presentes al amor de mi vida (su mirada se cruzó con la de Sebastián).  Estoy segura de que lo van a querer tanto como nosotros.

Días después…
Los tíos se habían regresado a Córdoba luego de reconciliarse con su sobrina.  Habían compartido con la familia de Sebastian y quedaron completamente prendados con las ocurrencias de su sobrino nieto, Manuel 

Aunque decidieron regresar a Córdoba, le prometieron a Carina regresar para la boda de ellos como también pasar más tiempo juntos y recuperar el tiempo perdido, debido a que Sebastián les había ofrecido la cabaña, cuando ellos decidieran visitarlos en Buenos Aires.  

Sebastián y Carina aún no dormían juntos en la misma habitación ante los ojos de los demás, aunque todas las noches a escondidas, como un juego romántico, cualquiera de los dos brincaba a la habitación del otro para amarse o simplemente para sentirse y dormir juntos.  

Ellos habían decidido guardar las apariencias aunque era un secreto a voces, especialmente para su hijo que compartían todas las noches.  

Manuel se había adaptado a su nueva vida en la escuela, en el rancho, tenía muchos amigos de su edad, le gustaba las actividades al aire libre y su deseo era convertirse en un gran científico, por lo que sus inventos mantenían en vela a Sebastián y a Carina en todo momento.  Sebastián siempre lo alcahueteaba en sus inventos aunque era estricto, Manuel lo respetaba y lo quería como la figura paterna que tanto buscó y encontró en él. 

Sebastián se encontraba en su despacho realizando unas llamadas importantes… Cuando Carina entra para decirle…

C: Mi amor, ¿te interrumpo?.
S: Tú nunca me interrumpes, más bien te extrañé, dime. 
C: hoy tengo que ir a la ciudad para recoger el diploma, además voy aprovechar el viaje para comenzar a comprar lo necesario para nuestro matrimonio.
S: Ay qué lindo se oyó “Nuestro Matrimonio”.

Sebastián se acerca a ella y la acerca a su cuerpo al abrazar su cintura para darle un beso.  Sus cuerpos tiemblan y se desean mutuamente.  Carina no pierde tiempo y reacciona con pasión al mismo.

V: Ay, Sebas ya estoy deseando que llegue ese día, tan solo falta un mes.
S: Si, y tú no sabes cuánto deseo que llegue ya el día.  Ya no quiero seguir escondiéndome por las noches para amarnos.  Quiero que ante los ojos de todos seas mi esposa.  Aunque creo que ya todos se dieron cuenta que nosotros todas las noches nosotros nos pasamos de una habitación a otra.
V: Si, que vergüenza, ayer tu abuela comentó que apenas pudo dormir por la noche ruidosa y para colmos lo dijo con una amplia y sugerente sonrisa, que hasta Manuel lo confirmó.  Yo no sabía para donde mirar.
S: Ja, Ja, Si a la abuela no se escapa nada.  Bueno, bueno cambiando el tema ¿Te acompaño, yo tengo que recoger unos documentos en el abogado?
C: Subo a mi cuarto, recojo mi cartera y vamos.  
S: Te espero.

En la ciudad…
Ya Carina había buscado el diploma y se dirigían a la Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla a buscar a la Abuela Esperanza.  La abuela es quién ayudaría a escoger el vestido de novias a Carina.

En la agencia Matrimonial:
EE: De acuerdo señoras, ahora serviré champagne en sus copas (Wanda se levanta para ayudar a Esperanza a servir las copas).  No, no, Wanda.  Siéntate y relájate, por favor (insistió Esperanza mientras esperaba que la anciana de setenta y seis años cesara de trabajar.  Wanda no podía ni quería cesar sus funciones en la Agencia.  Si no fuera tan eficaz en su trabajo....)  Y tú María, no atiendas ningún teléfono.

Esperanza antes de mostrar a sus amigas el artículo recién aparecido en la revista, se instaló en su asiento y bebió un sorbo de champán.

EE: Esperen a oír esto (dijo al tiempo que sacaba una rosa amarilla de un florero cercano).  Un niño de trece años encuentra un padre (leyó mientras agitaba la rosa para enfatizar la lectura).  Ese es el título.  Y a continuación dice: La agencia matrimonial La Rosa Amarilla cerró un gran trato con Manuel Arce.  Por solo veinte dólares y algunos centavos le consiguió la mejor cita que hubiera podido soñar... una cita con el destino.  Después de completar el formulario en nombre de su madre, Carina Zampini, el ordenador de la agencia La Rosa Amarilla seleccionó al padre perfecto para el joven Manuel.  Se trata del nieto de Esperanza Estevanez, propietaria de la agencia.  Pero fue necesario que Manuel realizara algunos experimentos científicos para convencer a su madre de que Sebastián Estevanez era el marido perfecto para ella.  “Mi proyecto obtuvo la más alta calificación en el colegio.  Pero lo mejor de todo, es que conseguí un papá maravilloso” (declaró Manuel orgullosamente en el artículo de la revista).  Al parecer, la prestación de servicios informatizados de La Rosa Amarilla, agencia experta en relacionar parejas con fines matrimoniales, marcha por muy buen camino.

Con un suspiro Esperanza apartó la revista y alzó su copa.

EE: A la salud de todas nosotras.  Sospecho que nuestra pequeña empresa empieza a marchar por el camino de la prosperidad.  Ah, y antes de que se me olvide, tenías razón, Wanda.  Sabrás que volví a introducir el formulario de Carina con su verdadera edad en la base de datos, y esta vez el resultado fue un 100% de afinidad con el único candidato seleccionado, mi nieto Sebastián.  ¡Tal como lo anunciaste desde el principio!

En ese momento entra en la Agencia Carina junto a Sebastian escuchando que realmente son un 100% compatible.

S: Abuela es cierto lo que acabamos de escuchar, somos compatibles en un 100%.
EE: Si, pero como sabes ya Wanda lo había pronosticado mucho antes que sistema computadorizado.  Además, ¡La leyenda del beso en la familia Estevanez una vez más funcionó! (dijo toda emocionada).
C: (Y mirando fijo a Sebastián) Pero de algo estoy muy segura que nuestro amor es 100% verdadero.
EE: Bueno, ya chicos, que hay mujeres de la tercera edad presente. Ja, Ja, Ja.
S: No me puedo quejar, por que gracias a ustedes, estoy por casarme con esta bella mujer, que amo con locura (le da un beso sonado en los labios a Carina).
EE: Mucha charla, Carina ya nos podemos ir a comprar tu vestido de bodas.
S: Si las llevo al centro en lo que voy al abogado a recoger unos documentos.
C: Si vamos.

Sebastián lleva a Carina y a su Abuela Esperanza al centro y continua camino hacia el abogado.

Oficina del Abogado:
A: Hola, Sebastián.
S: Hola Michael, me tienes el documento que te pedí que redactaras.
A: Sebastián, si lo preparé según tu requerimiento.
S: Gracias, te lo enviaré tan pronto tenga las firmas para que puedas procesarlo legalmente.

Ya de camino al rancho, Carina había realizado todas las compras junto con la Abuela y Sebastián (que se había unido después de visitar a su abogado).

C: Sebas, y no soy curiosa pero…
S: Pero quieres saber que fui a recoger en la oficina de mi abogado, no.
C: Porque te voy a decir que no, porque sí, me intriga, además recuerda que dijimos que siempre vamos a ser sinceros el uno con el otro.
S: Si ya me extrañaba que no me preguntaras antes.
C: No porque tenía mil cosas en la cabeza con eso de la compra de mi vestido.  Además, porque te conozco y confío en ti, estaba segura que me lo dirías en algún momento, pero tengo que aceptar que mi curiosidad pudo más.
S: Pero se va tener que esperar un poquito para enterarse, es una sorpresa.
C: Y no me podrías adelantar algo.
S: Eso si ….que nó, ja, ja, ja.
C: Bueno no te agobio más con mis preguntas (le dice girando su cara hacia la ventana del vehículo para ignorarlo y se sintiera un poco culpable de no confiar en ella).
S: Pero mi amor, no te enojes.  Ya verás que cuando te enteres te va encantar.
C: Bueno (le dijo como una niña pequeña cuando la hacen esperar para una sorpresa o regalo).

Ya habían llegado al rancho y tan pronto como llegaron, Manuel corrió a saludarlos.  Ambos hombres ayudaron a entrar a la casa todos los paquetes y bolsas de los artículos comprados.  En un aparte, sin que Carina se percatara, Manuel le preguntó a Sebastián que cuando hablaría con su madre.  Él le dijo que esa misma noche después de la cena hablaría con ella.

Capítulo 31

A petición de su abuela, Sebastián, había invitado a cenar esa noche a su casa a sus padres, hermanos, cuñados y sobrinos para que conocieran a su futura esposa e hijo.

***Inicio del Flashback***
Cuando Sebastián ayudaba a su abuela hasta la entrada de la Agencia (Carina se quedó en la camioneta esperando a Sebastián para luego dirigirse al rancho).
EE: Sebastián, ayer me llamó tu padre, estaba enojado, no se vale que tus padres y hermanos se enteren por medio de un artículo en una revista que tienes novia y estas a punto de casarte.
S: Abuela, tú bien sabes que todo fue muy rápido, apenas Carina me aceptó.  Fue amor al primer beso o no. Ja, Ja, Ja..
EE: Si, la leyenda del beso volvió a unir a un Estevanez con su amor.
S: Con relación a mis padres, no te preocupes los invité junto a mis hermanos y sus familias a cenar hoy en la noche.
EE: Pues no se hable más nos vemos a la noche.
S: Chau, hasta noche.
***Fin del Flashback***

Sebastián junto con Carina había previsto con Edith preparar el área de la terraza para la cena y el de la piscina para que sus sobrinos y Manuel compartieran en un ambiente más acorde con sus edades.

La Abuela Esperanza llegó con tiempo suficiente para que junto a Carina y a Edith terminar con los últimos preparativos para la cena con la Familia Estevanez.

EE: Carina te veo nerviosa, tienes que tranquilizarte.  Mi hijo Quique y mi yerna, Mónica, son un amor al igual que otros nietos Diego y Sol.
C: No es para menos, voy a conocer a los padres y hermanos de Sebastián.  No estoy segura si les voy a caer bien, además tengo un hijo. 
EE: Ya, tranquila, que ellos cuando vean en tus ojos y en los de Sebas como se aman con solo mirarse va ser suficiente razón para aceptarte como su futura yerna.  Y por Manuel ni te preocupes, ese niño es el alma de la casa.  Y si a mí me echo en un bolsillo, no dudes que lo haga también con Quique y Moni.
C: Si Manuel es un chico clase y aparte. Ja, Ja, Ja

Mientras en el área de la terraza…
Ya se encontraban Sebastián con Manuel jugando “monopoly” en la espera de la familia Estevanez.  

M: Y, Sebas como se llaman tus sobrinos y que edades tienen.  
S: Los hijos de mi hermano mayor Diego y su esposa Julissa se llaman Belinda y Gabriel.  Belinda tiene 12 años y Gabriel tiene 8 años.  Los hijos de mi hermana Sol y su esposo Segundo son Andrés y Evaluna.  Ellos tienen 13 y 10 años, respectivamente.  Andrés es el hijo mayor de mi cuñado, pero mi hermana lo quiere como a su hijo.  
M: Como yo, me alegra que todos seamos contemporáneos, ojalá lleguen pronto.  Ya quiero conocer a mis primos.
S: Estoy seguro que se van a llevar de maravilla.

Ya había llegado la Familia Estevanez en pleno, los adultos se fueron a la terraza para disfrutar de unos refrigerios y conocerse.  Los jóvenes inmediatamente se fueron directo a la piscina a disfrutar de lo lindo.  

En la terraza…
Se encontraban sentados por pareja y la abuela Esperanza al pendiente de la conversación.
Quique: Así que el inatrapable de mí hijo cayó preso de nuestra leyenda la del beso.  
S: Bueno, papá, es cierto que desde que besé a Cari, sentí algo que nunca había sentido con ninguna otra.  El beso con Cari fue… fue algo sublime e inesperado.  Fue una sensación que quería repetir y que quiero repetir por toda mi vida (y mirando a Carina se acerca a ella y la besa con toda la ternura).  Además lo difícil fue convencerla, sino fuera por Manuel, estaría de camino a Córdoba en su búsqueda. 
C: Ustedes no saben lo que hizo Manuel, hizo que nos echaran del apartamento, me daño el carro, hizo un experimento en la cabaña, me rompió la cama y si sigo no termino.  Pero lo que más me asombró cuando me enteré fue que cierta persona que tengo sentado a mi lado (mirando a Sebastián) tenía conocimiento de todas sus travesuras y lo solapaba en todo momento.
S: Ya te lo dije antes que omitir no es mentir, además todo fue por el bien de nuestra relación (le dice con cara de yo no fui, haciéndose el inocente).
Moni: Hijo (a Sebastián) estamos contento de que por fin formalices tu relación con Carina.  Por Esperanza sabemos qué clase de mujer es Carina.  Como tú mismo nos confirmaste, Carina ha luchado toda su vida trabajando por el bien de su Hijo y creo que lo ha hecho maravillosamente bien.  
C: Gracias, señora Es… (Moni la interrumpió)
M: Dime Mónica o Moni, la señora Estevanez es Esperanza. Ja, Ja, Ja
E: ¡Yo soy Esperanza para los viejos y abuela para los chicos, que señora y señora.  
C: Bueno, bueno Mónica y Esperanza, quiero agradecerles todos sus lindos comentarios, en estos momentos solo puedo asegurarle a todos que amo a Sebastián con todo el alma (mirando a los ojos a Sebastián dándole un beso).
S: Y yo te amo igual (devolviéndole el beso)
M: Bueno, Quique parece ser que ya gozamos de tener otra hija.
Q: Y otro nieto más, porque para nosotros ya Manuel es un Estevanez más.
S: Y espero que pronto nuestro amor sea bendecido con más hijos
D: Bueno hermanito date prisa porque con Juli, le vamos a dar un nuevo biznieto a la Abuela Esperanza.
J: Es una sorpresa que queríamos dar en familia, y se dio el momento.
Sol: Juli y ¿cuánto tiempo tienes?.
J: Tengo 2 meses de embarazo.  
S: Ja, Ja, Ja, Yo pensaba que esperaban un nieto porque en todo momento Belinda no se ha separado de Manu (Todos miran hacia la piscina).
C: ¡Sebastián! deja de cizañar que los chicos están compartiendo entre todos, además son unos niños.
En esos momentos Manuel y Andrés, los mayores de los chicos, se acercan a la terraza para preguntar cuando comían por que tenían hambre.  Todos los adultos se ríen.

EE: Ya le aviso a Edith para que sirva la cena.  Ustedes chicos vayan saliendo de la piscina y preparándose para cenar.

Sebastian y Carina habían despedido a todos cuando se encuentran a Manuel dormido sobre el sofá de la sala.

S: Mi amor, mira quién se quedó dormido.  La piscina le quitó todas las energías.  Bueno subo a Manuel a su cuarto y nos vamos al mío, sí.
C: Claro, me baño y voy a tu cuarto.
S: Umm.  Tengo una mejor idea.
C: Y ¿qué idea se le ocurrió al Señor Estevanez? 
S: Que te parece si nos bañamos juntos, de ese modo cooperamos con el medio ambiente y economizamos agua.  (Sebastian acerca a Carina al abrazarla por la cintura).
C: Es una pregunta?
S: Es una propuesta, que dice?
C: Y que digo, um…. propuesta aceptada.  (ambos se dan un beso, se separan y Sebastián carga a Manuel para llevarlo a su cuarto).

Ambos subieron y acostaron a Manu.  En ese momento, Sebastián entendió que ya era hora de hablar con Carina de su visita al abogado.

Capítulo 32

En el cuarto de Manuel:
C: Sebas, nunca había visto a Manu, reírse y divertirse como lo hizo esta noche con tus sobrinos.
S: Si, se sentía parte de ellos, como si los conociera de siempre.  Los chicos no se querían ir.  Presiento que mis sobrinos nos van a visitar más a menudo.
C: Y yo encantada.
S: Bueno vamos a mi cuarto que lo vamos a despertar.
C: Si, vamos (ya afuera del cuarto de Manuel, en el pasillo, Carina se acuerda que tiene ropa de dormir), mi amor, voy a mi cuarto y te veo en un rato.
S: Mi amor, si ya todos duermes, además recuerda mi propuesta (Acariciando la espalda de Carina y acercando su boca al cuello para depositarle un beso) ¿vamos a bañarnos juntitos, si?
C: mm...  Mi amor, no sé para qué me preguntas sí ya sabes que no te puedo decir que no.
S: Me encantas, me encantas toda tú

Carina sólo sonrió y Sebastian comenzó a besarla apasionadamente mientras se dirigían a la habitación de él.  Inmediatamente entraron a la habitación de Sebastián, comenzaron a quitarse la ropa uno al otro camino al baño.  

Ya en el baño cada uno le pasaba el jabón al otro sin despegarse sus bocas que bailaba al ritmo de sus corazones.  Carina de a poco fue cortando los besos y se alejó, lo miro a los ojos de una forma provocadora para salir y dirigirse a la recamara cayendo en el centro de la cama.  

Sebastián miraba maravillado, no podía creer que esa mujer fuera tan perfecta.  No pensó dos veces se acostó al lado de ella y en una rápido movimiento posó su cuerpo sobre el de Carina.  Sebastián comenzó a besar el cuello de ella mientras que con su mano tocaba sutilmente todo el busto de Carina, ella sólo echaba hacia atrás su cabeza dándole la bienvenida al placer que sentía.  

Luego Sebastián dibujo con sus labios un camino de besos que descendió desde el cuello hasta los pechos de Carina donde luego de masajearlos y besarlos haciendo que ella no pueda contenerse a gemir, Sebastián solo la beso apasionado haciéndola callar.  

Luego de unas horas los dos se encontraban abrazados en la cama tratando de regular su respiración luego de hacer el acto más puro del amor

C: Mi amor, amo cuando hacemos el amor, porque siento que ambos entregamos nuestras almas a la merced del otro.  
Dijo rompiendo el silencio que se había prolongado hacia varios minutos.

S: Y yo amo hacerte mía, mi amor (Respondió acariciando toda la espalda desnuda de Cari
C: te confieso algo
S: por favor (Ambos de frente mirándose directamente a los ojos)
C: Me siento la mujer más hermosa del mundo cuando me miras mientras me haces el amor
S: Eso es porque eres hermosa, hermosa y me quedo corto 
C: Y usted no se queda atrás, eres… hermoso
S: Ahora yo te puedo confesar algo ?
C: (asintiendo) si
S: Yo me siento el hombre más afortunado porque no solo encontré a la mujer de mi vida, sino que también encontré a un hijo maravilloso, y en el poco tiempo que lo conozco me ha dado la oportunidad de saber lo que siente un padre cuando se siente muy orgulloso de su hijo.  Me siento el hombre mas feliz sobre la faz de la tierra.
C: Que lindas palabras me llenan de felicidad saber que Manuel tiene el mejor padre que pueda tener.
S: es por eso que fui a la oficina de mi abogado.
C: Que me estas queriendo decir, Sebastián Estevanez.
S: Que quisiera, no quiero adoptar legalmente a Manuel y que de ahora en adelante se llame Manuel Estevanez Zampini.  Mi primer hijo.
C: Estas seguro?
S: Claro que quiero que Manuel sea legalmente mi hijo y lleve mi apellido.  Que me dices?
C: Sebas qué más quisiera yo, que tú seas legalmente el padre de Manuel, pero quiero saber que piensa mi hijo, no quiero forzarlo, quisiera que el decidiera.
S: Querrás decir nuestro hijo, pues te diré que él me comentó que la semana próxima hay una actividad en el Colegio de padres e hijos, y él me invitó a que lo acompañara porque ahora yo era su padre.  Cari te puedo jurar que mi corazón de me paralizó de una gran emoción que en mi vida había sentido.  Entonces le comenté mi intensión de adoptarlo y darle mi apellido y el solo me abrazó tan fuerte que ambos comenzamos a llorar de la misma emoción.  

Mientras Sebastián le contaba cómo ocurrieron los hechos, Carina no podia contener las lágrimas.

S: Cari porque lloras, tienes que estar feliz de la clase de hijo que tenemos.
C: Y lo estoy y al igual que tu me siento muy orgullosa de el.  Sebas, recién ahora me doy cuenta cuanta falta que le hizo a Manuel la presencia de una figura paterna.  
S: Bueno, bueno no me llores, que aunque te ves igual de hermosa, le prometi a Manuel que jamas ibas a derramar una lagrima, asi sea de felicidad. OKA
C: OKA, Entonces no hay más que decir, acepto la decisión de ambos.
S: Que feliz me haces.  Ya quiero ver la cara de Manuel cuando le diga que aceptaste que yo lo adoptara. 

Entonces Sebastián saca los documentos que había ido a buscar y se los da a Carina para que firme los mismos.  Carina al leer el documento de adopción se percata que solo faltaba la firma de ella porque ya la de Sebastián y Manuel estaba presente en el mismo.  

Ante la desaparición de Pablo, el padre de Manuel, hace más de ocho años y al tener Manuel 13 años eran dos atenuantes para que la adopción fuera de inmediato luego del trámite final del abogado.

Sebas sonríe, una vez firmara Carina le quita los documentos colocando los mismos sobre la mesita de noche y da media vuelta para poder quedar encima de ella.

S: te amo, te amo (repetía una y otra vez mientras le besaba el cuello).
C: Y yo te amo, más

Ambos de fundieron en un beso que los llevo a volver a hacer el amor solo que esta vez lo hicieron con mucha ternura, ambos recorrieron el cuerpo del otro con senderos de besos, y al terminar de hacerlo ambos se quedaron profundamente dormidos haciendo cucharita hasta que al otro día despertaron ante la repentina interrupción de ….

Capítulo 33

 M: Pa …ups

Manuel se quedó tan quieto y sin palabras como la pared frente a él ante la linda situación que se encontró cuanto irrumpió como un huracán en el cuarto de Sebastián.  
Manuel cuando entra al cuarto se encuentra a su mamá dormida sobre el pecho de Sebastián.  La mano derecha de Sebastián estaba sobre la espalda desnuda de Cari.  Sebastián y Carina se quedaron abrazados por unos minutos debajo de la sabana, hasta que Cari reaccionó y se levantó de golpe cubriéndose hasta el cuello.  

S: Buenos días, Manu, usted cree que esas son formas de entrar a una habitación sin antes tocar y esperar a que le den permiso.
M: Buenos días, mami, pa…sebas, perdón por haber entrado de esa manera, interrumpo algo.  

Sebastian y Carina se miran girando sus ojos como diciéndose que gracias a Dios que los cogió dormidos porque si no solo sabe el de arriba como los habría sorprendidos.  

Carina, aunque avergonzada y sorprendida de que Manuel la haya encontrado dormida en la cama con Sebastián, y para colmo desnudos, se había percatado que Manuel tuvo la intención de llamar papá a Sebastián pero se había cohibido de hacerlo.

C: Manuel (se voltea hacia Sebastián y le pregunta), ya es oficial (lo de la adopción).
S: Ya es un hecho.
C: Manuel Estevanez Zampini que sea la última vez que usted entra de esa manera a… (Sebastián la interrumpe y añade)
S: nuestro cuarto (mirando resignado a Carina), porque vamos a negarlo, si, si ya somos una pareja que se ama y está a menos de tres semanas para casarse.
M: Mamá, ¿cómo fue que me llamaste?  (le preguntó Manuel a su mamá para estar muy seguro como ella lo había llamado y por supuesto estar seguros de que ella había aceptado que Sebastián lo adoptara).
C: Pero Manuel de que te sorprende, no es eso lo que querías.
M: Mamá, eso quiere decir que al fin puedo llamar papá a Sebas. 
C: Si es lo que quieres, aunque no creas que no me di de cuenta que cuando entraste al cuarto lo ibas a llamar papá.
S: Manu si es lo que sientes, a mí me encantaría.  Como te dije anteriormente padre no es el que engendra sino el que cría, ama y está presente cada día en la vida de sus hijos.  Y eso es lo que tu eres para mí, un verdadero hijo.

Manuel se tira dentro de la cama y los abraza a los dos.  

C: Bueno, bueno después vamos a conversar Sebas, usted y yo seriamente, ahora si nos permites… (le dice a Manuel dirigiendo su mirada hacia la puerta).

Manuel se va del cuarto dejando solos a Carina y a Sebastián.

C: Sebastián que vergüenza, Manuel nos sorprendió.  
S: Mi amor, fue una situación algo, algo no, totalmente embarazosa.  
C: Si, pero estoy segura que tan sorprendidos quedamos nosotros como él.  Viste su carita cuando lo llamé con nuestros apellidos. 
S: Sus ojos tenían un brillo especial, que reflejaban un sentimiento de sorpresa ante tu aceptación y de completa felicidad.  Cuando Manuel nos abrazó, sentí que entre mis brazos tenia a mi familia.

Sebastián abrazó fuertemente a Carina y comenzó a seducirla y evitando que ella se levantara.

C: Mi amor, no sigamos porque sabes muy bien a donde nos conduce este jueguito de seducción.
S: Cari, mi vida, me vas a decir a mí que no te gusta, porque anoche no me decías lo mismo.  Si mi mente no me fallas me dijiste (imitándola) “Adoro cuando me haces tuya, me fascina cuando me miras al hacerme el amor”.
C: No te lo niego, me encanta pero… (Sebastián la interrumpe al sellar sus labios con los de él.
S: Pero nada, todos incluyendo a Manu, deben comprender que vamos a compartir muchos momentos de intimidad.
C: Pero Manu es chico, y necesita de nuestra atención.
S: Si pero por unos minutos no va pasar nada.

Ambos se levantan y Carina se envuelve en la sabana y Sebastián se pone sus bóxers y camina hacia ella.

S: No te vas a bañar acá conmigo.
C: No, porque nunca vamos a salir de acá.
S: Por lo menos en las próximas horas no… Ja, Ja, Ja.
C: Vamos, Sebastián asómate al pasillo y verifica que no haya muros en la costa.
S: Ves, mi amor (le dice acercándose a ella dándole besitos cortos por la cara) si ya te hubieras mudado acá no tendríamos que estar haciendo esto.  Hoy, o si o si, definitivamente te mudas completamente para mi cuarto. 
C: Si, total ya Manuel, nos sorprendió.
S: Si, que rico, ya no tenemos que guardar las apariencias, no tenemos que levantarnos primero de nadie, no tenemos que esperar a que todos se duerman, que alivio mi amor.
C: Buenos nos vemos en un rato en la terraza para desayunar y aprovechamos de una vez para hablar con Manuel.

Días después… (Día de la adopción frente a la Juez)
S: Mi amor estás nerviosa.
C: Un poco.  Pero no por ti o por Manu.  Es que no estoy acostumbrada a realizar trámites legales de gran envergadura.  Y si a eso le sumas que tengo que contestar preguntas personales, me dan nervios.
S: Tranquila que mi abogado se va a encargar de todo, quizás ni tengas que hablar.
C: Ojalá.  

En eso Carina ve a Manuel que está hablando con buen ánimo con Andrés

Andrés que quiso acompañar a su primo a la audiencia de adopción para brindarle apoyo moral porque al igual que él había sido adoptado por Sol (recuerden que Andrés es el hijo mayor de Segundo, esposo de Sol).

A: Manu, así que finalmente hoy es el día.
M: Hoy por fin voy a llevar el apellido de mi papá.
A: Si, ahora vamos a ser primos-hermanos.
M: Sabes Andrés desde que conozco a Sebas, nunca he recibido de parte de él ninguna palabra que me haga sentir una persona de otro mundo y mucho menos de rechazo.  Al contrario me ha dicho que se siente orgulloso de mi, y eso que con mi experimento amoroso realicé miles de travesuras.
A: Si, cuando me enteré de varias de ellas, traté de mejorar algunas para que Brenda se fije en mí.
M: ¿Quién es Brenda?
A: Una chica del colegio que me tiene loco.
M: Después me cuentas bien en que te puedo ayudar.
A: Si vamos cupido, que tu mamá te está haciendo señas que va a comenzar tu audiencia.

Todos entran en la sala de la Jueza Maritza Carrión.

JMC: Estamos reunidos para el trámite de adopción de Manuel Arce Zampini.  En los documentos que sometió el Licenciado Michael López indica que el padre biológico Pablo Arce no tiene contacto alguno con el menor Manuel Arce Zampini desde hace 8 años.  También el documento expresa el deseo de joven Manuel de que sea adoptado legalmente por el señor Sebastián Estevanez.  ¿Licenciado confirma lo que acabo de leer?
AML: Si su señoría.
JMC: Manuel, tú tienes ya la edad mínima, según la ley, para expresar tu deseo de adopción.  
M: Si, su señoría.
JMC: Me puedes decir Maritza o señora Carrión.  Más bién quiero que te sientas cómodo durante dicho proceso, está bien.
M: Si, Maritza, Gracias
JMC: Hijo, leo en el expediente que realmente tú fuiste responsable directo de encontrar un marido para tu mamá mediante un experimento que el mismo fue publicado en un artículo en una revista.  ¿Cuéntame Manuel, cual fue el propósito de dicho experimento?
M: Maritza, todo comenzó cuando mi maestra de ciencia nos pide un proyecto para la feria científica del colegio.  Realmente mi madre se ha sacrificado mucho por y para mí, siempre dejando a un lado sus gustos y necesidades.  Y aunque mi experimento se trataba de buscarle un marido a mi mamá, también yo necesitaba la presencia de un padre que estuviera al lado mío cuando yo tuviera éxito o fracaso, que se encuentre presente cuando quiera compartir una alegría pero también que me brinde un consejo cuando lo necesitara, que me prestara un hombro para llorar, que me regañe y me ponga límites cuando lo merezca, que se sienta orgulloso de mi, que me proteja cuando me enfrente a peligros en fin, un amigo del cual aprender.  Y eso lo he encontrado en Sebastián.  Yo a él lo veo como el padre que nunca tuve.  

Sebastián y Carina estaban a lágrima viva orgullosos del pequeño hombre que se estaba convirtiendo Manu.  Al oírlo expresar de esa manera, Carina se dio cuenta que cualquier sacrificio que hizo en el pasado tuvo su fruto y que Sebastián era sin dudas el padre que siempre buscó su hijo Manuel.  

La jueza estaba sorprendida ante la madurez presentada por Manuel.  Por lo que comprendió que definitivamente que Manu sabía lo que un padre significa en la vida de un niño y que Sebastián Estevanez es ese hombre que supo ganarse el amor y la confianza de él.

JMC: Manuel, muy linda, tus palabras, (y dirigiéndose a Carina), además quiero felicitar a tu madre porque por tus palabras me puedo dar cuenta que eres un niño muy inteligente y que sin duda ella ha realizado una excelente labor en tu crianza. (Ahora dirigiéndose a Sebastian)  Sr. Estevanez, leo en el expediente que usted está comprometido con la madre de Manuel (Sebastián aprueba con la cabeza).  ¿Usted cómo se siente que Manuel lo haya escogido como padre adoptivo?
S: Su señoría, yo a Manuel lo conocí cuando fue a la Agencia Matrimonial La Rosa Amarilla, que dirige mi abuela, solicitando un servicio para búsqueda de un marido para su mamá como parte de su investigación para su proyecto de ciencia de la Feria Científica.  En ese momento desconocíamos lo que el futuro nos deparaba.  Desde el primer momento, más bien desde el primer beso (se ríe y apretando la mano de Carina y mirándola a los ojos) yo supe que Carina es y será la mujer de mi vida.  La relación con Manuel fue creciendo a medida que el jovencito realizaba los experimentos amorosos para que su mamá se convenciera que soy y seré el hombre que la amará por siempre.  Por causa de uno de sus experimentos, Carina y Manuel tuvieron que quedarse en mi casa.  Poco a poco aprendí a tener mayores responsabilidades, aprendí a crecer como hombre, como el mejor compañero, como padre que se sienten orgullosos por la mujer y el hijo que tiene a su lado.  Realmente sin Carina y Manuel me sentiría como un hombre incompleto, porque ya ellos son y serán parte de mi vida.
JMC: Bien habiendo oído ambas partes y con las atenuantes del caso apruebo que el joven Manuel sea adoptado por Sr. Sebastián Estevanez y que oficial y legalmente sea llamado Manuel Sebastián Estevanez Zampini, según fuera solicitado por el mismo joven.

Cuando la Jueza da su veredicto, Manuel se le tira en los brazos a Sebastián en un fuerte abrazo.  Carina se les une al abrazo recibiendo un beso de Sebastián y Manuel en cada una de sus mejillas. 

Después tanto la jueza, el abogado y Andrés felicitan tanto a Manuel como a Sebastián.


Capítulo 34 (Capítulo Final) 

Estaban llegando a su rancho, cuando ven un cartelón (cruzacalles) que estaba colgado entre dos árboles en la entrada de la casa de Sebastián.  Que Manuel lee.

M: Miren lo que dice, “Manuel, Ya eres uno de los nuestros, Felicidades, La Familia Estevanez”.  
C: Mi amor tú tuviste que ver con la sorpresa.
S: No, mira ahí están los vehículos de mi abuela, de mi papá, hermano y cuñado.  Ellos deben de haber organizado todo.

Cuando abren la puerta de entrada se encuentran con toda la familia de Sebastián esperando el momento para felicitar tanto a Manuel como a Sebastián por el gran acontecimiento en sus vidas.

Q: Hijo muchas felicidades, ahora vas a aprender lo que es tener la responsabilidad de ser padre.
S: Papá desde que Carina y Manuel llegaron a mí, mi vida no es la misma.  Ellos para mí son el aire que respiro.  Sin ellos no soy nadie.  (Lo dice a la misma vez que agarra por la cintura a Carina acercándose a él para besarla en la mejilla y con la otra la ponía sobre los hombros de Manuel).
Moni: Sebas, me alegra tanto oírte hablar de esa forma, que me das un gran orgullo saber en el gran hombre en que te has convertido (Abrazándolo y tomándole una mano a Carina).  Y a la misma vez, voy agradecerle toda mi vida a Carina, porque ella fue gran responsable del cambio tan positivo que creó en ti.
C: Moni, no tienes que agradecerme nada, al contrario, Sebastián para mí y mi hijo es como la pieza de un rompecabezas, que no está completo si alguna pieza falta.  Sebastián es el hombre que complementa nuestra vida.  
Diego: Bueno, bueno, que todos vamos a llorar, y nosotros vinimos a festejar que todo el proceso de adopción finalizó para darle un nuevo integrante a la familia Estevanez.

S: Si hablando de festejar, Manuel, hijo, ve a mi oficina y sobre el escritorio hay una sorpresa para ti, de parte Cari y mía.  

Manuel junto a sus primos no terminaron de oír lo que decía Sebastián cuando ya se había a buscar la sorpresa.  Entre los cinco traían varias cajas envueltas en papel de regalo.  

S: Hijo abre la caja más grande ya!
Moni: Sebas, estas más desesperado que los chicos, ja, ja, ja.

Manuel comenzó a quitar el papel de regalo de un solo rasgado que al ver lo que era, lo dejo a un lado y corrió a abrazar y darle un beso a su nuevo padre.

M: Gracias papá.
C: Y para mí no hay un abrazo y un beso. 
M: Mami no te pongas celosa, que para ti también hay, Ja ja ja  Gracias, muchas gracias a ambos.
S: Manu, es la última generación del Xbox, ya puedes jugar con amigos y primos a través del internet, cuando tus primos nos visiten o para ganarte cuando juguemos.
M: Papá me estas retando, porque mira soy muy bueno.
S: ya veremos.
C: Yo creo que lo compró más bien para jugar en él.  Sebas siempre tiene alma de niño.  
S: Ve y abre el regalo del papel rojo.  
M: Es lo que creo que es, es un IPhone 5S.  Wao!, creo que me adelantaron mi regalo de cumpleaños, Santa Claus y los Tres Reyes.
C: Manu, te lo compramos para que siempre te puedas comunicar con nosotros (señalando a Sebas y a ella) en cualquier momento y así no nos preocupamos, sí.  (Manuel aseveró con la cabeza)
S: Además Andrés y Belinda no se queda con las manos vacías, abran los regalos azules.  Y Evaluna y Gabriel los regalos del papel color verde.
Los chicos comenzaron a abrir sus regalos y los mayores, Andrés y Belinda vieron que era también un Iphone 5s.  Los pequeños también estaban alegres con sus Ipod Touch de la 5ta generación.

A Y B: Gracias tío Sebas, tía Carina.
E y G: Gracias tío Sebas, tía Carina

Y fueron a darles un abrazo y un beso a Sebastián y a Carina.

S: Bueno los IPhone y los IPod los pueden utilizar siempre y cuando mantengan sus notas, se porten bien y obedezcan a sus padres.  Si alguno de ellos nos llama y nos cuentan que no están cumpliendo con las reglas de juego se les castiga retirándole el celular o el ipod, entendido.

Todos los chicos con sus regalos en mano aceptaron las condiciones de los mismos.

C: Bien, ahora preparasen, se cambian de ropa y a la piscina que Edith y la abuela nos están preparando un asadito.
S: Papá, Die y Según vamos a conectar el Xbox en sala de entretenimiento al lado de la terraza y de una vez lo probamos.
Sol: Mamá, Cari, Juli como que los perdimos.  Ja, Ja, Ja
C: Bueno dejémoslos, vamos a refrescarnos a la terraza, porque cuando los chicos se den cuenta que el Xbox está conectado van sacar a nuestras parejas para quedarse ellos.
M: Eso no quepa la menor duda, ja, ja, ja.

Así las mujeres se fueron a conversar de los preparativos finales para la celebración de la boda de Sebastián y Carina que se llevaría en el mismo rancho por solicitud de la misma Carina.

Los hombres habían ya conectado el Xbox y se pusieron a competir entre ellos.  Y efectivamente como había predicho Cari, los chicos salieron de la piscina directamente hacia el salón de entretenimiento a tratar de jugar, porque como la abuela les ordenó que se secaran y se cambiaran de ropa antes de entrar a la casa.  Ellos prefirieron volver a la piscina y dejar a los adultos recordar viejos tiempos.

C: Esperanza, Que pasó que los chicos regresaron a la piscina, pensaba que iban directo a jugar con los otros niños. Ja, Ja, Ja.
E: Efectivamente, hija, pero venían todos empapados y cuando los detuve y les dije que se tenían que secar y cambiarse prefirieron regresar a la piscina.
Sol: Abuela le falta mucho al asadito, Juli ya tiene hambre, recuerda que ya come por dos.
EE: No, le falta algo, pero si quiere le puedo traer algunas galletas para que pueda aguantar hasta que llegue la hora de cenar.
Juli: Gracias Abue.
EE: Ahora te las traigo.  (Mirando a Quique que viene caminando hacia la terraza).  Hijo que pasa que dejaste de jugar.
Q: Mamá yo me quedé en el Atari (primer juego de consola de los años 70 y 80).  Yo no entiendo ni cómo se juegan los juegos moderno.  Además Sebas, Dieguito y Segundo juegan duro llevan su propia competencia al máximo.
Moni: Bueno vamos sacando a los chicos de la piscina que ya deben estar arrugaditos y hora de comer.

Una vez cenaron, Manuel les había pedido permiso a Sebastián y Carina para quedarse en casa de Sol y Segundo, con su primo-hermano, Andrés.  Ambos jóvenes se habían hecho inseparables, debido a que ambos tenían las mismas inquietudes y gustos de cualquier adolescente de su edad.  Sol y Segundo llevarían a todos los primos al cine al otro día.  Por supuesto a Sebastián le encantó la idea, ya que se quedaría a solas con Carina, lo que prometía ser una noche romántica y llena de pasión.

Ya se había marchado todos, cuando Sebastián le dice al oído a Cari.

S: Al fin solos mi amor, no veía la hora en que pudiéramos estar así, pegaditos, haciéndonos mimitos, me encanta.
Sebastián volvió a besarla y comenzó a acariciar la piel suave de su cuello y hombros, besándolos después.  Carina suspiró cuando él la abrazó con más fuerza.  Sus besos y sus caricias la drogaban, le encantaban.  Perdió la cordura y hundió los dedos en su espeso cabello.  Se apretó contra él, deseando estar aún más cerca.

Sus reacciones despertaron una respuesta más ansiosa en Sebastián, porque el contacto de sus manos se hizo más fuerte y posesivo.  Sebastián atrajo las caderas de ella contra las suyas para que sintiera su necesidad, una necesidad que también crecía en Carina.

El contacto de sus labios se hizo más sensual; la lengua de Sebastián probaba la boca de Carina, acelerándole el pulso.  La mente de Carina giraba fuera de control, y se aferró fuertemente a él, dejando escapar gemidos de deseo.

Sebastián levantó la cabeza para susurrar:

S: Cari, te amo, sabes desde que probé por primera vez tus labios, supe de inmediato que tu sabor era único y que serían los único labios que quería besar por siempre.
C: Y yo te amo con el alma, te confieso que cuando nos dimos ese primer beso obligado por esos periodistas, sentí una corriente a través de mi cuerpo, nunca lo había sentido con nadie y fue entonces cuando me percaté que tú eras mucho más que la única opción de un base de datos.
S: Si, que linda tus palabras, pero mejor son tus besos y caricias.  (dijo esto y continuó con el juego de seducción que solo ellos saben hacer como preámbulo al acto más puro de hacer el amor).

Ambos llegaron a su cuarto entre besos y caricias esparciendo por el suelo todas sus ropas.  Sebastian apartó la colcha y recostó suavemente a Carina sobre la cama y terminó de quitarle el pantalón junto a su ropa interior tirándolos al suelo.  

Carina experimentó un arrebato de admiración hacia el hombre que la había enamorado y que hasta cierto punto le había dado la oportunidad de amar cuando Sebastián se echó hacia atrás para mirarla, pero la mirada de adoración de Sebastián parecía hasta tal punto llena de orgullo de saber que toda ella era de él y solo de él.  Él deslizó suavemente una mano sobre su pierna y, al alcanzar el nido del pálido vello de la unión de sus muslos, la tocó con una delicadeza cercana al sobrecogimiento.  Carina se sentía completamente expuesta, y sin embargo adorada.  Al mirar a Sebastián y ver cómo éste temblaba su cuerpo de deseo, se maravilló de que el destino lo hubiera llevado hasta él.

C: Sebas… por favor... (le suplicó con voz trémula), te deseo...

Sebastián no necesitó que volviera a pedírselo.  Echándose hacia atrás, se desabrochó los jeans y se los bajó al mismo tiempo que los calzoncillos.  Unos segundos después se deslizó sobre ella, encontrando un lugar para él entre sus muslos, y, entrelazando sus dedos con los de ella, los apoyó con fuerza junto a los hombros de Carina.  Sebastián apoyándose en los codos, frotó su cuerpo ardiente contra el de Carina.  No hizo intento de penetrarla, simplemente, buscó el placer de aquel nuevo nivel de contacto.  Sin embargo, el placer hizo que ambos empezaran a jadear rápidamente.

Carina nunca había sentido tanto deseo.  Ya no pensaba en sus miedos, eran una pareja que a tan solo una semana de ser marido y mujer.  Ella sólo pensaba en el ardor que sentía dentro, sabiendo que necesitaba poseer a Sebastián de inmediato.  Con los ojos cerrados, se arqueó hacia arriba y comprimió la pelvis contra él en una súplica silenciosa que dio por terminada la  resistencia de Sebastián.  Sebastián le abrió las piernas a Carina, se colocó en posición y le apretó los dedos.

S: Mírame, Cari (musitó).  Mírame, mi amor, quiero ver tus ojos.

Los ojos de ella se abrieron y se agrandaron cuando, muy lentamente Sebastián la penetró.  Carina sintió claramente cómo se hundía más y más dentro de ella; era como si cada célula de su cuerpo respondiera a su presencia, transmitiéndole a su cerebro un mensaje embriagador tras otro.  Cuando la penetró por completo, Carina ya sabía que el placer recién comenzaba.

Sebastián cerró los ojos y dejó escapar un largo y trémulo suspiro.  El placer estaba tan claramente dibujado en sus rasgos que Carina también habría exhalado un suspiro de alivio de haber podido.  Pero él había empezado a moverse dentro de ella, y cada vez le costaba más respirar.  Lo único que podía hacer era dejarse arrastrar por la espiral de pasión que él iba creando.

El ardor fue creciendo paulatinamente.  Sebastián impuso un ritmo que maximizaba el placer de Carina, sabiendo exactamente cuándo aminorar su cadencia y cuando acelerarla.  Carina se movía a su compás, acompañando sus embestidas con un brío que enloquecía a Sebastián.

Después, cuando el fuego que ardía dentro de ella se tornó demasiado abrasador para seguir conteniéndolo, Carina se arqueó por última vez, aspiró bruscamente una bocanada de aire y se disolvió en una serie de espasmos aparentemente interminables.  Entre tanto, Sebastián se unió a ella, comprimiéndose contra la abertura de su vientre mientras su cuerpo se convulsionaba y vibrando a la vez.

Pasó largo rato antes de que pudieran hablar, durante el cual los únicos sonidos que se oyeron en el cuarto fueron sus respiraciones y el tamborileo más suave y débil de la lluvia.  Sólo cuando empezaron a respirar con normalidad se deslizó Sebastián a un lado, pero la arrastró consigo, colocándose cara a cara sobre la almohada.

S: Creo que adelantamos algo de nuestra noche de bodas.
C: Estuvo maravilloso, pero mejor es hacer el amor con el hombre que amo.  Mi amor…
S: en qué piensas?
C: aún no hemos decidido quienes van a ser nuestros padrinos.
S: Eso es fácil si tú estás de acuerdo.
C: En quienes pensaste?
S: En la abuela y en Manuel, realmente ellos fueron los responsables directos de nuestro amor.  Jamás voy a dejarle de agradecer a la abuela y sobre todo a nuestro hijo. 
C: Si, sin ellos quizás nunca nos hubiéramos conocido.  Ya quiero verle las caras a ambos cuando se lo digamos. Ja, Ja, Ja (bostezando)
S: Vamos a dormir que me parece que te dejé cansadita.
C: Si, vamos a dormir.

Era navidad…
Todos se habían reunido a pasar la nochebuena en el rancho de Sebastián.  Estaban todos presentes, la familia Estevanez, los tíos de Carina y los empleados del rancho y sus familias.  Recién la familia Estevanez le había dado la bienvenida a su nueva integrante Fabiola, la pequeña era hija de Diego y Juli.  También se encontraban presente los tíos de Carina.  Por insistencia de Sebastian y Carina, ellos llevaban un mes viviendo en la cabaña del rancho.  Realmente Sebastián quería que ellos pasaran las fiestas de navidad y compartieran con ellos tres y su familia.  

Todos estaban a la expectativa de los fuegos artificiales que habían preparado Sebastián, Diego y Segundo para cuando llegue las 12.

Esa misma mañana, Carina se había enterado que iba a ser madre por segunda vez.  Solo quería esperar el momento ideal para darle la noticia a Sebastián.

S: Mi amor, que felicidad, nuestra primera navidad juntos (dándole una copa de Champagne).
C: Si, me siento feliz, pero será mejor que brinde con jugo de naranja.
S: Pero mi amor, sabes que es una tradición de nochebuena de pedir tres deseos con el brindis. 

Sebastián no caía en cuenta de lo que Carina le decía entrelineas.

C: Mi amor si ya mi primer deseo me fue concedido, lo confirmé esta mañana.
S: Mi amor tú me estas queriendo decir que vamos a darle un hermanito o hermanita a Manu.
C: Si, estoy embarazada de dos meses y medio.
S: Entonces si las cuentas no me fallan, fue la el día de la adopción de Manu.  Ese día me hiciste padre por partida doble.
C: Si, ya quiero darle la noticia a todos en especial a Manu.
S: Te amo, estoy feliz de volver a ser padre nuevamente.  Ya quiero ver un pequeño o pequeña Estevanez corriendo por los alrededores.
(Entonces Sebastián besa apasionadamente a Carina en respuesta a su noticia de su embarazo).


Como ya era una tradición en la familia Estevanez Zampini, todos estaban al pendiente en los momentos trascendentales y este no era la excepción.  

Todos estaban en la sala de espera de esperando el nacimiento de la pequeña Akemi (significa regalo de Dios).  Aunque se había adelantado una semana, todos estaban felices cuando Sebastián salió en brazos con la recién nacida para presentarla oficialmente a su familia en especial a Manuel.  Que cuando se enteró que iba tener un hermanita…
***Inicio del Flashback***
Nos remontamos a la fiesta de navidad…
Sebastián había llamado a Manu para que cuando llegara las 12 estuvieran juntos como familia.
C: Mi vida, con Sebas queremos darte una noticia.
S: Esperemos que te guste la noticia.
M: Y ¡cuál es esa noticia que no me dicen ya!  Porque se nota que están a punto de explotar.
S: Calma, hijo, calma, que yo me acabo de enterar no hace más de 5 minutos.
C: Con Sebas te queremos decir que vas a tener un hermanito o hermanita.
M: Si, me encanta, espero que sea niña.  Le voy a enseña de todo.  Manu los abrazaba y besaba el vientre de Carina.  En respuesta a su alegría le gritó a todos a que se acercaran y les informó que sus papás dentro de unos meses le daría un hermanito o hermanita.

Todos felicitaron Sebas y a Carina cuando un par de cohetes dieron inicios a la exhibición de fuegos artificiales de nochebuena.
***Fin del Flashback***

Cuando Sebas le acercó a Akemi a Manu, el sacó su celular y se sacó una foto con su nueva hermanita.  También preguntó por su mamá.  Ya Sebastián les informó a todos que Carina se encontraba en perfectas condiciones y cuando la trasladarán a una habitación no podía recibir visitas.  De ese modo Sebastián entró de nuevo al área de “Recovery”, a donde su mujer, que nuevamente lo volvía a hacer el hombre más feliz del mundo.

C: Mi amor ya le presentante a Akemi a la familia.
S: Si todos están felices, y no te quiero contar como está Manu, que hasta se tomó una foto con la beba con su celular.  
C: Si, es preciosa nuestra bebé, tiene tu color piel y su pelo es igual al tuyo.
S: si pero sus facciones son igualitas a las tuyas, hasta tiene tú mismo lunar en el cuello en el lado derecho, que me enloquece tanto.
C: Veo que la examinaste todita.
S: Si la enfermera me la dio antes de envolverla en la sabanita y la ví todita.  Es tan hermosa como su mamá.  Te amo
C: Yo, te amo más.  (Dándole un beso a Sebastián).  La niña reclamó a su mamá, que muy gustosamente se la acercó para darle de comer.

Sebastián derramó unas lágrimas al ver tan tierno momento entre madre e hija.

S: Cari no sabes lo feliz que me siento, aunque no me lo creas, es un sentimiento muy parecido a momento que la juez aceptó la adopción de Manuel.  
C: Mi amor, te creo, tú con Manuel, has sido y serás su padre.  Él lo siente de ese modo.  Él sabe que con Akemi, no van a existir diferencias.  Ambos son tus hijos, aunque llegaron a tu vida de diferente camino, al final son y serán lo mismo, tus verdaderos hijos.
S: Te Amo, Carina Zampini y espero que muy pronto darle un nuevo hermanito a nuestros hijos.
C: Y yo más, y usted, Sebastián Estevanez, de eso puedes estar muy completamente seguro.



FIN…