sábado, 7 de diciembre de 2013

Cuando Me Enamoro - Maribel Camacho


Cuando Me Enamoro de Maribel Camacho
21 capítulos

Sinopsis
-Mami, ¿has pensado en casarte alguna vez?
Victoria no lo había pensado. El matrimonio era una experiencia que nunca lo consideró y esta etapa de su vida no la deseaba, aún. Marcos Guerrero opinaba lo mismo. Igual que Victoria, consideraba el matrimonio como la peor de las decisiones, una idea desastrosa.  El único objetivo de ambos era la felicidad de cada una de sus hijas.
Cristina, la hija de Victoria, y Nicole, la de Marcos, eran amigas, de modo que Victoria y Marcos se hicieron amigos también. Y pronto comenzaron a sentir algo más fuerte que la amistad... algo que los dos preferían ignorar. Pero no contaban con las trampas de sus hijas...

Capítulo 1
MAMI, olvide decirte que necesito dos docenas de galletas horneadas para mañana temprano. Victoria Fernández abrió los ojos con renuencia y alzó la cabeza de su suave almohada de plumas, mirando con ojos adormilados el reloj de su pequeña mesa de noche. V: Cristina, pasan de las once de la noche.
C: Lo sé, mami. Lo siento. Pero tengo que llevar las galletas.
V: No, no es necesario, Hay un paquete de galletas encima de la alacena.
C: No, mami. Tienen que ser galletas horneadas en casa.
V: Pues lo siento mucho. Debiste pedírmelo antes. Ahora es demasiado tarde para ponernos a hornear.
C: Mami, sé que se me olvidó, (suplicó la niña).  ¡Pero tengo que llevar las galletas mañana a clase! ¡Es importante! ¡Muy importante!
V: Convénceme (Victoria usaba la frase con frecuencia). 

Victoria no quería ser inflexible ni demasiado severa. Pero era difícil ser madre y padre a la vez.  Hace diez años, Victoria se había hecho cargo de la crianza de Cristina una vez que su mejor amiga, Eleonora, falleciera inesperadamente, un mes después que su hija había cumplido dos añitos.  Cristina, aunque conocía de su origen, consideraba y amaba a Victoria como su madre.

C: Es el último día de la señora Lozano, como maestra de nosotras... ¿recuerdas que te dije que habían transferido a su esposo a Brazil? Todos en la clase estamos muy tristes de que se vaya, de modo que organizamos una fiesta de despedida.
V: ¿Quiénes la organizaron?
C: Nicole y yo.  Ella llevará las servilletas, tazas y el jugo, y se supone que yo debo llevar las galletas hechas en casa. De chocolate con nueces. Tengo que llevarlas, mami.  Nicole nunca me perdonaría si llevo un paquete de galletas de fábrica para una maestra tan maravillosa como la señora Lozano.

Cristina había conocido a Nicole casi cinco meses antes, al principio del año escolar, y las dos niñas se habían convertido desde entonces en uña y carne.

V: (Victoria suspiró y dijo) Ah, magnífico, terminaré horneando galletas hasta la madrugada.
V: Está bien (cediendo a las súplicas de su hija).

La señora Lozano era en efecto una maestra maravillosa y Victoria lamentaba tanto como Cristina que se fuera de la escuela.

C: No podemos dejar que la señora Lozano se vaya a Brazil sin hacerle una despedida especial.

Incluso en la semi oscuridad de su cuarto, Victoria reconoció la súplica en los ojos verdes de su hija.  Se parecía tanto a su amiga de la infancia, Eleonora, que Victoria sintió una punzada de melancolía. A veces, en ocasiones aisladas como ésta, la recordaba.  Su amiga fue la persona la ayudó a enfrentar el divorcio de sus padres cuando ellas transitaban su adolescencia, como también cuando se enteró de su verdadera identidad.  A través de los años había logrado indepen­dencia y respeto, forjándose una carrera en Administración y manejando la empresa familiar, Golosinas Bandi.  Y ahora estaba a punto de lograr su meta de convertirse en la primera mujer en expandir y establecer sucursales en cuatro países fuera de Argentina.

V: Está bien, querida (dijo en un suspiro, volviendo a fijar sus pensamientos en el presente)  Hornearé las galletas. Pero la próxima vez, avísame con tiempo, ¿eh?

El alivio de Cristina fue evidente.
C: Gracias, mami. Eres un ángel.

Victoria recibió el elogio con una sonrisa irónica. Apartó las colchas y al levantarse de la cama buscó su bata.  Cristina se apresuró hacia la cocina.

C: Encenderé el horno y tendré todo listo (gritó por encima del hombro).
V: Está bien (dice Victoria con un bostezo mientras buscaba con un pie sus zapatillas debajo de la cama).
C: Problemas, mami (anunció Cristina cuando Victoria entró a la cocina).

La joven estaba parada sobre una silla frente a las alacenas abiertas, con una galleta entre los dientes.

C: No tenemos harina preparada y no hay nueces.
V: Eso temía yo.
C: Creo que tendremos que prepararlo todo nosotras (sugirió Cristina, buscando otra galleta del paquete)
V: No a esta hora, tardaríamos años.  Iré al mercado en el coche. Cerca de la casa había una tienda que permanecía abierta las veinticuatro horas.

Cristina bajó de la silla de un salto. Los bolsillos de su bata estaban repletos de galletas, pero su intento por ocultarlas falló. Victoria señaló el frasco de galletas y Cristina vació, resignada, sus bolsillos.  Cuando Cristina terminó, Victoria bostezó otra vez y se encaminó hacia su habitación.

C: Mami, si te vas a ir a la tienda, supongo que debo acompañarte.
V: No, mi amor, no tardaré. Quédate aquí.
C: Está bien (accedió Cristina).

Victoria se puso sus botas altas encima de unos calcetines gruesos de lana, para aguantar las inclemencias del frío invierno.  No le divertía mucho la idea de salir de su casa a esas horas de la noche, dejar a su hija sola en la casa y afrontar los elementos del clima, pero no quería defraudar a su hija.

C: Mami (Quién había seguido a su madre al cuarto, con una expresión pensativa)¿Has pensado alguna vez en casarte?

Sorprendida, Victoria alzó la mirada y estudió a su hija.  La pregunta era inesperada, pero tenía la respuesta lista.

V: Nunca (declaró inmediatamente). 

Después de varias decepciones amorosas, había sido suficiente.  Nunca más buscaría la felicidad en un hombre; estaba decidida a forjar sola su destino junto a su hija.  Pero la interrogante de su hija la hizo preguntarse si la chica necesitaba una figura paterna.

V: ¿Por qué, mi cielo?
C: No estoy segura, pero me gustaría que te enamoraras y luego te casaras.  ¿Sabes? Eres hermosa y tienes una linda figura.

Victoria sonrió.
V: Vaya... supongo que debería darte las gracias.
C: Es la pura verdad y me gustaría mucho que compartas tu vida con un buen hombre.
V: Viniendo de ti, debería tomar eso como un elogio, considerando que tengo treinta y tres años.
C: Estoy segura de que si quisieras, podrías encontrar un buen hombre.

Le extrañaba oír a su hija decir ese tipo de cosas, nunca habían hablado abiertamente sobre sus relaciones sentimentales. 

Cuando terminó de batallar con sus botas, Victoria se dirigió a la puerta.

C: ¡Mamá! (exclamó con los ojos redondos de consternación).
V: ¿Qué?
C: ¡No puedes salir así! (señalándola, como si su apariencia fuera espantosa).
V: ¿Así? (Victoria bajó la mirada al largo abrigo azul de lana que se había puesto encima del pijama.  De acuerdo, se veía parte del pijama, pero sólo muy poco. Y estaba dispuesta a aceptar que las botas se verían mejor cerradas hasta arriba, pero estaba más preocupada por la comodidad que por la apariencia).

C: Alguien podría verte
V: No te preocupes, no tengo intención de quitarme el abrigo.
C: Por lo menos péinate un poco. Podrías encontrarte con alguien.
V: Escucha, hija. Las únicas personas que me puedo encontrar en la tienda a esta hora son insomnes o quizás alguna mujer embarazada con algún antojo.
C: ¿Pero qué tal si tienes un accidente? El policía pensaría que eres una especie de mujer estrafalaria.

Victoria bostezó.

V: Cristina, cualquiera que piense hornear galletas de chocolate y nueces a medianoche tiene que ser estrafalario.  Deja de preocuparte, sólo tomaré la harina y las nueces y saldré en seguida al coche para regresar.
C: Como quieras (haciendo una mueca).

Colocándose el bolso sobre el hombro, Victoria abrió la puerta de la casa y tiritó cuando el viento frio de fines de mayo la envolvió.  Para protegerse del frío, se enrolló al cuello la bufanda a rayas violeta de Cristina, hasta cubrirse las orejas y la boca.

Condujo alrededor de cinco minutos y estacionó su auto muy cerca de la tienda, apagó el motor y entró a toda prisa al establecimiento.  Tal como había previsto, el lugar estaba casi vacío. Victoria se dirigió de inmediato al pasillo donde estaban los productos para pastelería.  Estaba tomando la primera harina preparada con chocolate que se le presentó a la vista, cuando oyó unos pasos leves detrás de ella.

X: ¡Señora Fernández! ¿Cómo está? —la vocecita aguda y entusiasta resonó en la tienda como un gong chino.

Capítulo 2
Victoria echó una mirada furtiva por encima del hombro.  Cielos, Cristina tenía razón. Parecía que en efecto iba a encontrarse con alguien que la conocía.

N: Soy yo, Nicole. Se acuerda de mí, ¿verdad?

Victoria esbozó un intento de sonrisa al volver a mirar a la mejor amiga de su hija.

V: Hola (dijo con poco entusiasmo y alzó una mano en un discreto saludo) Me alegra verte (mintió).
Cualquier persona con el menor sentido de la discreción habría fingido no verla y seguir su camino. No Nicole. Parecía como si todas las donceañeras del mundo se confabulaban esa noche contra ella.  Lo único que Victoria quería era una harina preparada para hacer las galletas de chocolate con nueces a su querida hija, regresar a su casa, hornearla y meterse en la cama a dormir un par de horas.  Victoria pensó que cualquier persona razonable estaría a esa hora y con ese frío en su casa. Ella no.

N:     La veo... diferente (murmuró Nicole, mirando con extrañeza a Victoria).  Bueno, es una manera de decirlo.  Cuando la vi de repente, pensé que era una pordiosera (dijo sin pensar).

Soltándose la bufanda un poco, Victoria logró sonreír.  Nicole continuó con sus preguntas incomodas hacia Victoria.

N: ¿Qué hace aquí tan tarde? (quiso saber, siguiendo a Victoria, quien se escurría hacia la caja).

V: Cristina olvidó decirme lo de las galletas horneadas.

La alegre risa de Nicole, resonó a través de la tienda.

N: Yo estaba viendo televisión con mi papi cuando recordé que no había comprado los jugos y refrescos para la fiesta. Papá me está esperando ahora en el coche.

¿El padre de Nicole le permitía que estuviera despierta tan tarde?  Victoria hizo lo que pudo para ocultar su desdén.  Por lo que Cristina le había comentado sobre la joven, sabía el padre de Nicole era viudo hace once años cuando su madre murió en un accidente acompañada de su amante.  Victoria asume que la jovencita sin duda no conocía el significado de la palabra disciplina.  El padre debía de ser uno de esos liberales de voluntad débil, tan inmerso en su carrera que no tenía tiempo para su hija. ¡Qué clase de padre podía dejar a una niña de doce años andar por una tienda a estas horas de la noche! Victoria rodeó los hombros de la niña con un brazo, como para protegerla de las más ásperas realidades de la vida. La pobre niña.

El abrupto sonido de la puerta automática fue seguido por los pasos impacientes de alguien que entraba en la tienda.  Victoria alzó la mirada y se encontró con un hombre alto, cubierto con un sobretodo de corte impecable y color oscuro, que las miraba con enfado.

M: Nicole, ¿por qué tardas tanto?
N: Papi (dijo la niña sorprendida) Ella es la mamá de Cristina, la señora Fernández.

Marcos se aproximó, obviamente reaccionó a la presentación de su hija (su rostro era sin emoción alguna “seco y cortante”).

Victoria se incorporó de manera automática, enderezando los hombros con rigidez.  Marcos era tal como lo imaginaba minutos antes: un hombre de mundo, elegante y estirado, demasiado guapo para su propio bien.  Este era exactamente el tipo de hombre que ella procuraba evitar. Ya había sufrido y ninguna relación valía el dolor que había soportado.  Este breve encuentro con el padre de Nicole le permitió ver a Victoria todo lo que necesitaba saber.

M: Marcos Guerrero (se presentó él con frialdad y tendió una mano).
V: Victoria Fernández (dice, estrechó sin calidez la mano que se le extendía y apartó la suya de inmediato).

Él la estudió con ojos entrecerrados y la mirada que le dirigió fue tan desaprobadora como la de ella.  Lentamente, la mirada del hombre descendió a las botas sin cerrar y los bordes del pijama visibles bajo el abrigo.

V: Creo que ya era hora de que nos conociéramos, ¿no le parece?

Victoria no se molestó en disfrazar su desaprobación hacia la actitud de Marcos hacia el cuidado de una hija. Varias veces Nicole había ido a su casa después de la escuela, pero la única vez en que Cristina visitó a su amiga, la niña estaba bajo el cuidado de una niñera.

Un fantasma de sonrisa asomó el rostro de Guerrero, pero sin alcanzar sus ojos.

M: En efecto, ya era hora.

El parecía estar sugiriendo en su tono que había cometido un error al permitir que su hija tuviera algo que ver con una persona vestida así.  Victoria miró a Nicole.

V: ¿No es tarde para que estés despierta cuando mañana tienes que ir a la escuela?
M: ¿Dónde está Cristina? (Contra atacó Marcos, mirando a su alrededor por la tienda).
V: En casa
M: ¿No es un poco pequeña para quedarse sola en la casa mientras usted sale de la tienda?
V: No, en absoluto.
Marcos frunció el entrecejo y volvió a entornar los ojos.  Su expresión desaprobadora preguntaba qué clase de madre dejaba a su hija sola en la casa a esas horas de la noche.  Victoria le respondió con una mirada desdeñosa.

V: Ha sido un placer conocerlo, señor Guerrero (dijo con seriedad).
M: El placer fue mío.

Victoria se sintió aún más consciente de su apariencia desaliñada.  Marcos pone sus manos sobre los hombros de su hija y la atrajo protectoramente hacia él.  Victoria se enfureció por esta acción y pensó ¡Si Nicole necesitaba protección, era de un padre irresponsable!

De acuerdo, su vestimenta era algo estrafalaria. Pero era algo que no se podía evitar; ella estaba en una misión que la postularía para el premio de la madre del año. Victoria encontraba insultante la insinuación de que ella era la irresponsable.

V: Bien (dijo Victoria con falsa ligereza) Tengo que irme.  Nicole, me dio gusto volver a verte. 


Victoria tomó las cajas de harina preparada bajo los brazos y se encaminó a pagar.  Pagó y fue hacia su coche.  La próxima vez que Cristina invitara a Nicole a la casa, dedicaría más tiempo a charlar con ellas.  Ahora sabía la enorme falta que le hacía a Nicole alguien que le diera una guía firme pero amorosa que cada niño merece. 

Capítulo 3

VICTORIA, aunque tenía a cargo una de las empresas más importante de la Argentina, siempre sacaba tiempo para sus funciones como mamá.  Esta vez aprovechaba las clases de costura que en su momento su madre la obligó a tomar en sus años de juventud.  Bajó con pericia el pedal de presión sobre la tela roja, luego usó las dos manos para empujar el material con lentitud bajo la aguja que subía y bajaba a toda velocidad. De su boca salían alfileres, firmemente apretados entre los dientes. Su concentración era absoluta.
C: Mami (sofocada entró al cuarto).
Victoria interceptó a su hija con una mano en alto hasta que terminó la costura.  Cristina dio varias vueltas alrededor de la mesa de la cocina, como un tiburón que rodea su presa.
C: Mami, apresúrate, esto es algo importante.
V: ¿Qué? (masculló Victoria, entre los dientes con los que apretaba los alfileres).
C: ¿Puede quedarse Nicole a pasar la noche aquí?
Victoria parpadeó. No era fin de semana y Cristina conocía los reglamentos; tenía permiso para invitar a sus amigas sólo las noches del viernes y el sábado. Victoria se quitó los alfileres de la boca antes de contestar.
V: Hoy es miércoles.
C: Ya lo sé (Cristina alzó los ojos al cielo con esa exasperación que sólo pueden causar los padres).
Permitir a una hija quedarse en la casa de una amiguita en una noche entre semana era exactamente el tipo de conducta irresponsable que Victoria esperaría de un padre como Marcos Guerrero.  Su estimación del hombre descendía cada vez más.  Esa tarde, Victoria supo que Nicole ni siquiera iba a decirle a su padre que participaría en el espectáculo artístico de la escuela.  El hombre no mostraba el menor interés en las actividades de su hija.  Victoria se sentía tan mal por la actitud de Marcos que se había ofrecido a confeccionar también para Nicole un vestido especial para participar en el evento, aparte del que ya estaba haciendo para Cristina.

C: Mami, decídete de una vez; (Nicole está esperando al teléfono).
V: Mi reina, mañana deben ir a la escuela. (Cristina hizo otra mueca de fastidio).  Ustedes dos se quedarán hablando hasta tarde y luego no se podrán levantar temprano para ir a clases.  La respuesta es no.
La expresión de Cristina fue de absoluta decepción y desolación.  Cristina para convencer a Victoria dice:
C: Te prometo que no charlaremos.  Sólo por esta vez, mami. ¡Por favor! (Juntó sus manos como quién implora al cielo, y sus enormes ojos verde suplicaron) ¿Cuántas veces te pido algo?
Victoria miró a su hija con incredulidad.  La lista era interminable.
C: Está bien, olvida que te pregunté eso.  Pero esto es importante, mami, de veras importante... por el bien de Nicole.
V: Lo siento, hija, no entre semana.
Cristina bajó la cabeza y avanzó hacia el teléfono, arrastrando los pies.
C: Ahora Nicole tendrá que pasar la noche en la casa de la señora López, y es horrible para ella.
V: ¿Quién es la señora López?
Cristina se volvió hacia su madre y lanzó un suspiro destinado a provocar su compasión.
C: Su niñera.
V: ¿Su padre la hace pasar la noche con una niñera?
C: Sí. Tiene una reunión de negocios con Becky.
Victoria se puso rígida de indignación.
V: ¿Quien es Becky?
C: Alguien con quien trabaja.
¡Ya lo creo! Los ojos de Victoria se entrecerraron de indignación.  Marcos Guerrero era un mujeriego.  ¡Echar fuera de su casa a su propia hija para poder llevar a una mujer! Era repugnante.
C: La señora López es muy vieja y obliga a Nicole a comer alimentos naturales. Tiene televisor en blanco y negro y sólo le permite ver documentales a Nicole. ¿No detestarías eso?
Victoria sacudió la cabeza, consternada.
V: ¿Con cuánta frecuencia pasa la noche Nicole con esa señora?
C: Muchas veces.
Victoria pudo creer eso.
V: ¿Cuántas veces es "muchas veces"?
C: Pues... como dos veces al mes. Algunas ocasiones hasta más que eso.
La pobre niña descuidada.  El corazón de Victoria se contrajo al pensar en la dulce Nicole entregada a la merced de una mujer que la alimentaba con hamburguesas de soja.
C: ¿Puede quedarse, mami? ¡Di que sí, por favor!
V: Está bien (concedió Victoria).  Pero sólo por esta vez.
Cristina cruzó corriendo el cuarto para ir a echar los brazos alrededor del cuello de su madre.
C: Eres la mejor mamá del mundo.
Victoria lanzó un suave bufido.
V: Al menos debo estar entre las nominadas (dijo recordando lo ocurrido con las galletas horneadas).
En Casa de Marcos:
M: Definitivamente no! (dice Marcos mientras guardaba en una maleta una camisa recién planchada) Nicole, no quiero oír más al respecto.

N: Pero, papi, Cristina es mi mejor amiga.
M: Créeme, mi amor, me alegra que hayas encontrado una buena amiga, pero cuando me voy en estos viajes de negocios, quiero estar seguro de que estarás bien cuidada. 
Lo que él sabía de la madre de Cristina no era muy estimulante.  La mujer era una cabeza de chorlito que dejaba a su hija sola mientras iba al supermercado en busca de golosinas... y luego tenía el descaro de recriminarlo porque Nicole estaba despierta un poco más tarde.  Además de ser una entrome­tida, Victoria Fernández se vestía como chiflada.
Nicole sacándolo de sus pensamientos le dice:
N: Papi, no sabes lo que es para mí quedarme con la señora López.
Marcos, Ignorando a Nicole, siguió haciendo su equipaje.  Detestaba tener que dejar a su hija con una persona extraña, pero no tenía otra opción.  Su familia vivía lejos de la ciudad.  Como socio mayoritario de Deportes Extremos de Argentina estaba obligado a realizar algunos viajes de negocios que lo alejaban por algunos días de Nicole. Y más durante estos meses que se estaba trabajando con el contrato de exclusividad con grande marcas deportivas como Adidas, Nike entre otras. Sus viajes eran esenciales para obtener información sobre sus posibles clientes que les que les permitiría a él y a su socio americano, John Becky, alcanzar su meta de expansión.
Nicole se sentó al borde de la cama con expresión tristona.
N: La última vez que pasé la noche en casa de la señora López, ella sirvió corazón de buey para la cena.
Marcos hizo una mueca involuntaria.



N: Y me hizo ver un documental de televisión que trataba todo sobre hongos, papi.
Marcos apretó los dientes. Ciertamente la anciana era un poco excéntrica, pero cuidaba a Nicole con esmero y eso era lo único que importaba.
N: ¿Sabes lo que va a cenar Cristina?
Marcos no quiso conjeturar.  Sin duda, algo como helado de fresa y rosetas de maíz con caramelo.
M: No, y no quiero saber.
N: No es hígado con salsa agridulce, eso te lo puedo decir.  
M: Nicole, el tema está cerrado.  Pasarás la noche con la señora López y punto (dice con tono inflexible)
N: Cristina cenará espagueti con albóndigas, leche y pan francés. Y la señora Fernández dijo que podría ayudar a Cristina a preparar las albóndigas; pero está bien, le hablaré por teléfono y le diré que no quieres que pase la noche en una casa donde no me vayan a cuidar como es debido.



M: Nicole...

N: Papá, no te preocupes, entiendo...



Marcos lo dudaba. Colocó dentro de la maleta el resto de su ropa y la cerró.



N: Al menos estoy tratando de entender por qué me mandas a pasar la noche con una persona como la señora López, cuando mi mejor amiga me invitó a pasar la noche en su casa.



Marcos se comenzó a ablandar.  Era sólo una noche y en tan poco tiempo era difícil que la extraña madre de Cristina pudiera ejercer una mala influencia en Nicole.



N: Espaguetti con albóndigas (murmuró Nicole como para sí misma) Mi comida favorita.
Esa era una novedad para Marcos.  La última vez, la comida favorita de su hija era pizza, y la vez anterior...



N: Y tienen un televisor a color de cuarenta pulgadas. (Marcos vaciló) Con control remoto.

M: ¿La madre de Cristina estará allí toda la noche?

N: Por supuesto.

M: ¿Dónde dormirás tú?

N: Cristina tiene una cama doble (los ojos de Nicole se alegraron).  Y ya le prometimos a la señora Fernández que nos dormiríamos temprano.  

Marcos lanzó un resoplido de resignación.

M: Está bien, Nicole. Puedes quedarte en casa de Cristina, espero no arrepentirme.



Nicole lanzó una exclamación de alegría. Y Marcos añadió…

M: Pero sólo por esta vez.

N: Oh, papi, eres lo máximo.  (La niña se abrazó a la cintura de su padre y lo apretó con todas sus fuerzas).

M: Ya, ya, está bien, ya me di cuenta de que estás contenta con mi decisión (dijo Marcos con una breve carcajada).

N: ¿Podemos irnos ya?

M: ¿Ya?

N: Sí.  La señora Fernández dijo de veras que la podía ayudar a preparar las albóndigas y, ¿sabes qué más?

M: ¿Qué?

N: Nos está haciendo a Cristina y a mí vestidos idénticos para el festival de talentos del colegio.



Marcos se detuvo y se volvió a mirar a su hija.

M: ¿Cuál festival?

N: ¡Ups!  (Nicole se llevó una mano a la indiscreta boca).  No a iba decírtelo porque es el Día de San Valentín y yo sabía que no podrías asistir. No quería que te sintieras mal.



M: Nicole, es más importante que no me ocultes cosas.

N: Pero ese día tienes que estar en Córdoba.



La niña tenía razón.  El detestaría perderse el festival, pero tenía programada una reunión con la Comisión de Comercio Exterior ese día ya que próximamente su compañía comenzaría con la exportación de su línea de accesorios deportivos extremos al exterior.



M: ¿Y cuál talento tienes tú y Cristina? (quiso saber Marcos).

N: Vamos a bailar y mover los labios como si cantáramos una canción de One Direction; ya sabes, el grupo de pop de Inglaterra.



M: Quizá podría persuadirlas para que me den una demostración previa de su actuación (dice Marcos y los ojos azules de Nicole se iluminaron de entusiasmo).

N: ¡Qué gran idea! ¡Se lo diré a Cristina! (Nicole corrió a su cuarto y regresó con una bolsa con ropa).  Cuando quieras podemos irnos.



La alegría de Nicole llamó la atención de su padre. Nunca había estado tan feliz en otras ocasiones en las que él tenía que dejarla.  Cuando él tomó su maleta y su portafolio, su hija ya lo esperaba a la puerta.



N: ¿No vas a pasar para saludar a la señora Fernández?  (preguntó Nicole cuando Marcos estacionó su Mercedes frente a la casa de Cristina, quince minutos después).



Incluso a la luz del atardecer, Marcos pudo ver que la casa estaba recién pintada y tenía cortinas verdes en las ventanas.  El patio del frente de la casa y los macizos de flores parecían bien cuidados.  Ciertamente no era el tipo de casa que él asociaba con la lunática madre de Cristina.

N:  Vas a pasar o no? (insistió Nicole con cierta impaciencia).

Marcos vaciló en su decisión.  No tenía mucho entusiasmo de volver a saludar a una mujer que usaba botas sin cerrar y pijama de franela para ir de compras.


N: Papá...

Antes que Marcos pudiera responder, la puerta se abrió y Cristina salió a toda velocidad.  Una preciosa rubia salió poco despues....

Continuará.....

Capítulo 4

Marcos quedó boquiabierto. ¡No era posible!  Alta, serena, elegante, esta mujer parecía haber escapado de las páginas de una revista de modas.  No podía ser Victoria Fernández.  Quizá era una hermana o prima, pero ciertamente no la mujer que él había conocido en la tienda de comestibles.

Nicole ya había salido del auto. Se detuvo como si hubiese olvidado algo, luego corrió hacia el lado del coche donde estaba su padre.  Cuando Marcos abrió la ventana, la niña se inclinó hacia él y le dio uno de sus fuertes abrazos afectuosos y un sonoro beso en la mejilla.

N: Nos vemos, papi.
M: Hasta pronto, mi reina. ¿Tienes el número de teléfono de mi hotel para dárselo a la señora Fernández?

Nicole se palmeó el bolsillo de sus jeans.
N: Sí, aquí está.
M: Pórtate bien.
N: Sí, papi.

Cuando Marcos alzó la mirada, vio que Victoria estaba parada detrás de Cristina, con las manos sobre los hombros de la niña.  Ojos fríos, reprobadores, lo escudriñaban.  Pues sí, era la misma mujer, después de todo.  La mirada de Victoria Fernández podría congelar la sandía en un almuerzo campestre primaveral

Esa noche en casa de Victoria
V: QUIERES más espagueti, Nicole? (preguntó Victoria por segunda vez).
N: No, gracias, señora Fernández.
C: Ya se lo habías preguntado (comentó Cristina, mirando a su madre con extrañeza). Después que lavemos los trastos, Nicole y yo vamos a practicar nuestra canción.
V: Buena idea, pero primero harán su tarea escolar.  

Cristina intercambió una mirada de inteligencia con su amiga y las dos sonrieron.

N: Me alegra de veras que me haya permitido pasar la noche aquí, señora Fernández (dice Nicole, mientras llevaba su plato vacío al fregadero).  La cena estuvo deliciosa. Papá lo intenta, pero no es tan buen cocinero.  Casi siempre comemos alimentos preparados de restaurante.

V: Gracias. En realidad me gusta cocinar.
C: La mayoría de las veces ayudo a mamá a cocinar.
N: En serio
C: Sí, (dice terminando de masticar el pedazo de pan francés. Los ojos le brillaban con orgullo).  Cocinamos desde una sencilla tortilla hasta una lasagna.
N: ¡Caramba!

Por la forma en que Nicole la miraba, Victoria se sintió ya la ganadora al premio de Mamá del Año.  Sintió una punzada de compasión por la niña que parecía tener tanta necesidad de una figura materna.

C: Y lo mejor es que me está enseñando a coser, así que yo misma podré hacer los disfraces para el próximo festival de talento.  (Cristina desvió la mirada de su amiga hacia su madre y luego otra vez miró a Nicole).  Estoy segura de que mamá te enseñaría a coser. ¿Verdad, mami?

V: Pues...
N: ¿Me enseñaría, señora Fernández? ¿De veras?

Sin saber qué otra cosa decir, Victoria asintió con un movimiento de cabeza.

V: ¿Por qué no? Nos divertiremos al aprender juntas (ofreciendo a ambas jovencitas una sonrisa estimulante aunque se preguntó con cierta ansiedad si estaba lista para un proyecto semejante).

N: Sería fantástico (Nicole rodeó con un brazo los hombros de Cristina).

Luego, una sombra de vacilación cruzó el rostro de Nicole

N: Señora Fernández, eh... ¿sería un abuso si le pido la receta de la salsa de espagueti?
V: En absoluto. Esta noche te la escribiré.
N: ¡Oh, gracias! Me siento tan a gusto aquí.  Ojalá papá me dejara quedar con ustedes cada vez que sale de la ciudad. Usted y Cristina hacen tantas cosas juntas y además comen riquísimo.

Victoria pudo imaginar el tipo de comidas a las que Marcos sometía a su pobre hija.  Sin duda, la mayor parte provenía de la sección de comida congelada del supermercado.  A menos que tuviera una corte de mujeres ansiosas por prepa­rarle de comer.  Algunas como la tal Becky, con quien debía de estar disfrutando en ese momento de su reunión "de trabajo".

N: Aunque papá hace unos tacos muy buenos (añade Nicole).  Son su especialidad.  Dijo que podía celebrar una fiesta en pijamas para el día de mi cumpleaños en marzo, y quiero que haga tacos esa noche.  Pero podría pedirle que mejor haga espagueti... si entiende bien la receta.

C: ¿Tendrás una fiesta en pijamas? (exclamó Cristina, ensanchando los ojos con entusiasmo) ¡Viva! Mi mamá me dijo que podía invitar a mi cumpleaños sólo a dos amigas, porque eso es lo máximo que puede soportar sin sufrir una crisis de nervios.

Victoria fingió interés en los restos de la ensalada, revolviendo con el tenedor el aderezo que se había asentado en el fondo de la ensaladera.  Era cierto, sus habilidades maternales tenían un límite.  Una casa llena de ruidosas chiquillas adolescentes era más de lo que podía soportar.

Mientras Nicole terminaba de limpiar la mesa, Cristina puso los trastos a remojar en agua jabonosa.  Trabajando juntas, las dos terminaron sus tareas en pocos minutos.
C: Ahora nos iremos a mi cuarto. ¿Está bien, mami?
V: Seguro, querida, está bien (dice mientras guardaba los restos de comida en el refrigerador, hace una pausa, para advertir otra vez).  La tarea escolar antes que nada.
C: Sí, mami.
N: Por supuesto (añadió Nicole).

Las dos jovencitas desaparecieron por el pasillo que llevaba al cuarto de Cristina.  Victoria sonrió, observándolas.  La amistad de Nicole había sido beneficiosa para Cristina, y Victoria estaba dispuesta a derrochar su amor y su atención en Nicole para compensarla por su irregular vida familiar.
Cuando terminó de asear la cocina, Victoria fue al cuarto de Cristina.  Luego de llamar a la puerta, pues era muy respetuosa de la intimidad de su hija, entró. Las dos jovenes estaban sentadas sobre la cama con las piernas cruzadas, con libros de gramática sobre el regazo.

V: ¿Necesitan alguna ayuda?
C: No, gracias, mami.

Pero Victoria permaneció allí, buscando algún pretexto para quedarse y charlar con las jovencitas.
V: Cuando yo tenía su edad obtuve el tercer lugar en ortografía. (Cristina dirigió una mirada de extrañeza a su amiga).
C: Qué bien, mami.
V: Yo tenía mejor ortografía que todos los niños del grupo.
Cristina cerró el libro de texto.
C: La señora Velázquez, nuestra nueva maestra, dijo que este año no habría concurso de ortografía.
Victoria se adentró en el cuarto y fue a sentarse al borde de la cama.
V: Es una lástima, porque estoy segura de que saldrías muy bien.
C: No creas, mami.  La ortografía no es mi fuerte.  Un breve silencio engorroso siguió mientras las dos jovencitas estudiaban a Victoria, como esperando que se fuera o hiciera algún anuncio formal.
V: ¿Qué tal si luego hacemos unas rosetas de maíz? (propuso Victoria con la mejor de sus sonrisas).
C: Bien (accedió Cristina sin excesivo entusiasmo y bajó con intención la mirada a su libro escolar. Esto fue seguido por otro momento de silencio).
C: Mami, dijiste que querías que hiciéramos nuestra tarea.
V: Sí.
C: Pues no vamos a poder hacerla si estás allí sentada mirándonos.
V: Oh (Victoria se levantó de la cama).  Lo siento.
C: No importa.
V: Avísenme cuando hayan terminado.
C: ¿Para qué? (Cristina quiso saber algo desconcertada).
Victoria se alzó de hombros.
V: Pues... me pareció que podríamos charlar un rato las tres.  Una conversación entre amigas  (sin ser obvia al respecto, quería ofrecer a Nicole consejos maternales y el afecto que tanto necesitaba).
C: Mami, Nicole y yo vamos a ensayar nuestra canción cuando terminemos nuestra tarea escolar. ¿Recuerdas?
V: Oh, sí. Lo había olvidado.
N: Realmente le agradezco que haya hecho mi vestido para el festival, señora Fernández (expresó Nicole cuando Victoria se encaminaba a la puerta).
V: No tienes nada que agradecer, Nicole. Me gusta coser.
C: Y hablando de los trajes (murmuró Cristina).  ¿No dijiste algo de terminarlos antes del fin de semana?
V: ¿Sí? Pues, sí es posible que lo haya dicho.

Las jovencitas, en especial su hija, Cristina, mostraron alivio cuando Victoria salió del cuarto. Esto no iba bien.  Victoria había planeado dedicar tiempo y atención a las jovencitas.  Pero era evidente que ellas no recibían de buen grado su presencia.  Aspiró profundamente y se encaminó a la sala, un poco resentida.  Su ego debería ser lo bastante fuerte para aguantar el rechazo de dos jovencitas.
Se dirigió al cuarto de costura a trabajar con los trajes rojos para el festival de talentos casi terminados.  Pasó la mano sobre la tela de algodón y se dejó llevar por sus pensamientos.  Ella y Cristina se habían mudado a esa casa hace ya varios años.  Ella había tomado la decisión de mudarse de la mansión de su madre para ofrecerle la oportunidad a su hija de un ambiente de menos ostentosidad y enseñarle los verdaderos valores de la vida misma.  Durante los seis años posteriores a su mudanza, Victoria crió a su hija en una mansión junto a su madre Elena, sus dos hermanas Natasha y Brenda y Emilio, su confidente y mayordomo de la familia Bandi.  Su madre aunque se había divorciado de su primer esposo, Octavio, no quiso blanquear su relación con su primer amor y padre biológico de Victoria, José Fernández (Pepe) hasta que fallece Octavio.  Victoria al tener el respaldo absoluto de su familia en la crianza de la pequeña Cristina sentía que pasaban los años y su relación con su hija no era la mejor.  Por esa razón decide independizarse junto a su hija y decide en convertirse en dueña de una pequeña casa, fue un paso enorme para ella y estaba orgullosa del tiempo y el cuidado dedicado a escoger su pequeña residencia de un piso cerca de la empresa.  Había requerido varios arreglos, pero nada importante, y el sentimiento de logro que ella experimentó cuando firmó los documentos de compraventa valió por todos los años de convivencia junto a su gran tesoro.  La casa sólo tenía tres dormitorios, pero había suficiente espacio para un jardín en el patio trasero, algo en lo que Victoria insistió.
Victoria era una mujer en cierto sentido contradictoria.  Por una parte era una mujer de empresa dispuesta a triunfar en un mundo dominado por los hombres,  pero por el otro era una madre tradicional que le gustaba cuidar con esmero su jardín y podía convertir un trozo de tela en unos fantásticos trajes para el festival artístico escolar.

Una hora después, cuando Victoria estaba viendo televisión mientras termi­naba de coser a mano los vestidos, Cristina y Nicole entraron sonrientes y satisfechas a la sala como un torbellino.
V: ¿Están listas para las rosetas, jovencitas?
N: Yo no (dijo Nicole, llevándose las manos al estómago).  Todavía estoy llena de la cena.

Victoria asintió.  Era obvio que la niña no estaba acostumbrada a comidas nutritivas y balanceadas.

C: Queremos que nos veas hacer nuestro número.
V: Bien
Victoria se sentó más al borde del sofá, esperando con interés el espectáculo.  Cristina conecto su IPod al equipo electrónico y corrió a pararse al lado de Nicole, en pose hasta que la música comenzó.
V: Puedo darme cuenta ya, de que va a ser un éxito (dice aplaudiendo con entusiasmo al vivaz ritmo de la música).
Tenía razón. Las dos jovencitas actuaban de manera excelente y cuando termi­naron Victoria aplaudió con más fuerza.
C: ¿Estuvo bien?
V: Estupendo.
Cristina y Nicole sonrieron muy complacidas.
Cuando, regresaron al cuarto de Cristina, Victoria las siguió.  Cristina se volvió y pareció asombrada de ver allí a su madre.
C: Mami (preguntó con cierta irritación).  ¿Qué te pasa esta noche? Te has portado muy rara desde que llegó Nicole.
N: ¿De veras?
C: Sí, te la pasas siguiéndonos a todas partes.
V: ¿Sí?
C: De veras, mami, te queremos y todo eso, pero Nicole y yo queremos hablar de chicos y esas cosas, y no podemos hacerlo si estás aquí.
N: Oh, señora Fernández, se me había olvidado decirle (intervino Nicole).  Le comenté a mi papá que me hizo usted el vestido para el festival artístico y me dijo que quiere pagarle por su tiempo y sus gastos.
C: ¿Le dijiste a tu papá? (volviéndose a mirar a su amiga).  Pensé que no se lo dirías porque te sentías culpable.  ¡Ah, ya entiendo! Fue así como lograste que te dejara pasar la noche aquí. ¡Qué gran idea!
Victoria frunció el entrecejo.
V: ¿Quieres explicarme de qué estás hablando?
Las dos chicas intercambiaron miradas significativas y Nicole pareció muy incómoda.
N: Es mi culpa, señora Fernández.  Yo quería pasar la noche aquí en lugar de en casa de la señora López, de modo que le dije a mi papá que Cristina me había invitado.
C: Mami, tienes que entender. La señora López no deja ver a Nicole por televisión otra cosa que programas educativos, y ya sabes cuáles son los programas especiales que nos gusta ver.
V: No me refiero a eso.  Me refiero a eso de no decirle al señor Guerrero sobre el festival porque se sentirías culpable.
N: Ah... eso (las dos jovencitas se miraron, como decidiendo en silencio quién de las dos contestaría).
Nicole miró a Victoria y suspiró.
N: Mi papi no podrá asistir al festival porque tiene una reunión de negocios en Córdova y yo sabía que se sentiría muy mal por eso.  Le gusta mucho cuando yo hago presentaciones. Tiene algo que comentar con mis abuelitos, como que voy a ser la próxima Madonna o algo así.
C: Tiene que hacer muchos viajes de negocios (interviene Cristina).
V: ¿De negocios?
C: Como esta noche.
N: Papá tuvo que viajar, no sé a dónde, con el señor Becky, que es dueño junto a mi padre de la compañía.  Mi papá es el dueño mayoritario.  Me dijo que se trataba de conseguir un buen contrato, pero yo en esas cosas no me intereso.
Victoria sintió una extraña sensación recorrerle la espina dorsal.
V: ¿Tu papá es dueño de cuál compañía?
N: Deportes Extremos Argentina es la razón por la que nos mudamos aquí.
V: ¿Deportes Extremos? (la voz de Victoria se elevó media octava). ¿Tu papá es dueño de Deportes Extremos? (una de las compañía de mayor crecimiento de la Argentina.  Victoria sintió un peso en el estómago. El padre de Nicole no sólo era rico, sino socialmente prominente, y todo el tiempo ella había pensado. ¡Oh, cielos!
V: De modo que tu papá salió de la ciudad esta noche, ¿eh?
C: Ya lo sabías, mami (Cristina dirigió a su madre otra de esas miradas de extrañeza).
V: Yo... pensé que... (Victoria se tragó abruptamente sus palabras.  Cuando Cristina le dijo que Marcos estaría con Becky, ella dedujo que se trataría de una mujer.  Pero por supuesto era John Becky, cuyo nombre era conocido de todos en esa parte del país.
Victoria recordó haber leído en la Revista Business Review que Becky se había asociado con alguien para crear una compañía de accesorios deportivos.  Quizás ella se había equivocado respecto a Marcos, tuvo que admitir con renuencia.

N: Antes que viniéramos a Buenos Aires (continuó diciendo Nicole), Papá y yo hablamos mucho sobre los cambios que la mudanza podría traer a nuestra vida.  Hicimos una lista de cosas buenas y otra de cosas malas y las discutimos.  Una cosa mala fue que papá tendría que viajar mucho.  No le gusta dejarme con extraños.

La opinión que Victoria se había formado de Marcos comenzaba a desmoronarse.  Era obvio que no se trataba del padre irresponsable que se había imaginado.

C: Nicole me dijo que conociste a su papá en la tienda cuando fuiste a comprar la harina preparada para las galletas de chocolate.
N: Yo le dije a mi papi que no se viste usted así siempre (agregó Nicole).  Pero creo que no me creyó hasta que me vino a dejar esta noche.

Victoria comenzó a caminar hacia la puerta.
V: Parece que tu padre y yo nos conocimos en mal momento (dijo con voz débil).
Nicole se mordió el labio.
N: Lo sé.  No estaba muy entusiasmado con la idea de que pasara la noche aquí, pero lo convencí.
C: Mami, (Cristina arrugó el ceño) ¿Qué le dijiste al señor Guerrero cuando lo conociste en la tienda?
V: Nada (respondió Victoria, acercándose más a la puerta).
N: Le preguntó a mi papi qué estaba haciendo yo levantada tan tarde cuando tenía que ir a la escuela al día siguiente y el me comentó después que no le gustó su actitud (explicó Nicole).  No tuve oportunidad de explicarle, señora Fernández, que casi siempre me acuesto a las nueve y media, a más tardar. Pero esa noche era especial porque papi acababa de llegar de uno de sus viajes.
V: Entiendo (Victoria tragó saliva). 

C: Tendrás oportunidad de aclarar las cosas con él cuando venga a recoger a Nicole mañana por la noche (la tranquilizó Cristina).


Capítulo 5
VICTORIA estaba cocinando unas milanesas con puré de papas la siguiente noche, cuando Cristina entró a la cocina a toda prisa.
C: Ya vino el señor Guerrero a recoger a Nicole.  Creo que deberías invitarlos a cenar... y así podrías explicarle lo de la otra noche, ¿no crees?
"Oh, claro", pensó Victoria, milanesas con puré de papas no impresionarían a alguien como Marcos Guerrero, estaba segura.
Antes que Cristina pudiera argumentar algo, Victoria sacudió la cabeza y ofreció la primera excusa que se le ocurrió.
V: No hay suficientes milanesas para invitarlo esta noche.  Además, lo más probable es que el señor Guerrero esté fatigado después de su viaje.
C: Apuesto a que también está hambriento, y Nicole piensa que eres una cocinera estupenda, y...
Una mirada severa de su madre hizo callar a la niña.
V: ¡Otra noche, Cristina!
Victoria se sacudió el pan molido de los dedos y se aflojó el delantal.  Inhalando profundamente, se pasó una mano por los cabellos y observó su reflejo en la ventana.  Nadie la confundiría con Miss Buenos Aires, pero su apariencia era aceptable.  Bien, era hora de mantener erguida la cabeza, tragarse el orgullo y dar algunas explicaciones al padre de Nicole.

Forzó una sonrisa de bienvenida al entrar a la sala.  Marcos estaba parado con actitud de fastidio junto a la puerta, como dispuesto a iniciar una rápida retirada si era necesario.

V: ¿Qué tal estuvo su viaje? (aventuró a decir Victoria, procurando adoptar un tono amable).
M: Bien. Gracias (la expresión de Marcos no cambió).
V: ¿Tiene tiempo para tomarse una taza de café? (preguntó Victoria, procurando no delatar su nerviosismo).
Marcos la observó con suspicacia.  Victoria no estaba segura de si debía siquiera tratar de explicar las cosas.  A su debido tiempo él se daría cuenta de que ella no era una candidata a la "casa de la risa"; tal como ella había descubierto que Marcos no era un padre abominable.

El consultó su reloj y negó con la cabeza.
M: No tengo tiempo para hacer una visita esta noche.  Pero gracias por la invitación.

Victoria apenas pudo ocultar su alivio.
M: ¿Se portó bien Nicole?
V: Muy bien. Nicole es una niña encantadora.
Una sonrisa suavizó el rostro del empresario.
M: Bien.
Cristina y Nicole irrumpieron en ese momento en la sala.
C: ¿Se va a quedar el señor Guerrero, mami?
M y V: En otra ocasión... —dijeron Marcos y Victoria al mismo tiempo.
C y N: Oh (las jovencitas se miraron y mostraron sin reticencias su decepción).
M: ¿Ya guardaste tus cosas, Nicole? (preguntó Marcos, sin ocultar su ansia por marcharse de allí).
Su hija asintió con renuencia.
N: Creo que sí.
C: ¿No crees que deberías revisar en mi cuarto una vez más? (sugirió Cristina, tomando a su amiga de la mano y conduciéndola hacia el pasillo).
N: Oh, sí, creo que sería bueno (ambas desaparecieron antes que Victoria o Marcos pudieran decir algo).

El silencio entre Marcos y Victoria podría haber sido cortado con tijeras, de tan denso y opresivo.  Pero puesto que se había presentado la oportunidad, Victoria decidió asumir la desagradable tarea de explicar su conducta cuando conoció a Marcos en la tienda.

V: Creo que le debo una disculpa (murmuró, arrojándose).
M: ¿Una disculpa? (Preguntó de forma irónica).
V: Pues... sí... la noche en que lo conocí supuse que era usted un padre irresponsable por permitir que Nicole estuviera despierta tan tarde.  Ella me explicó ya que usted acababa de regresar de un viaje.
M: Sí, bien, admito que sentí el dardo de su desaprobación.

Esto no era fácil. Victoria tragó saliva y entrelazó los dedos mientras se obligaba a mirar al hombre a los ojos.

V: Nicole me explicó que su vuelo se retrasó y por eso ella olvidó mencionar lo de los refrescos y jugos para la fiesta.
Una sonrisa relajó el rostro de Marcos, haciéndolo ver más guapo de lo que era.
M: Puesto que estamos siendo sinceros, debo admitir que yo también me formé un prejuicio sobre usted esa noche.

Victoria bajó la mirada.
V: Ya puedo imaginarlo.  Espero que ahora comprenda que no siempre me visto así.
M: Lo pude ver cuando dejé anoche a Nicole.
Ambos hicieron una pausa y se sonrieron con cierto bochorno, y Victoria se sintió más tranquila.
C: Puesto que Cristina y Nicole son tan buenas amigas, me pareció... pues... que debía aclarar las cosas entre usted y yo.  Por todo lo que ha dicho Nicole, es usted un excelente padre.
M: Pues por todo lo que ella me ha dicho, usted es una magnífica madre.
V: Créame, no es fácil cuidar a una adolescente.
M: Lo sé muy bien. Sufrimos del mismo mal.
Los dos rieron entonces y, como aún se sentían un poco incómodos, el sonido de sus risas fue extraño.
M: Eh... pensándolo bien (dijo Marcos con cierta vacilación).  Creo que sí podría darme un poco de tiempo para esa taza de café.
V: Bien (Victoria lo condujo hacia la cocina.  Mientras Marcos se sentaba a la mesa, ella llenó una taza con el humeante y aromático líquido y la puso sobre la mesa)  ¿Cómo le gusta?
M: Negro y dos de azúcar.

Victoria se sentó enfrente de él, todavía un poco turbada.  La mente le daba vueltas.  No quería dar a Marcos una segunda mala impresión.  Le preocupaba que él pudiera confundir su amabilidad con algún incipiente interés romántico.  Buscó alguna forma diplomática de disolver de antemano toda confusión en ese sentido.
M: Me gustaría pagarle (señaló Marcos, interrumpiendo las reflexiones de ella.
Marcos tenía su libreta de cheques sobre la mesa y una estilográfica dispuesta para extender un cheque.  Victoria parpadeó sin comprender.
V: ¿Por un café?
M: Por cuidar de Nicole.
V: No, por favor.  No me causó la menor molestia.
M: ¿Y qué hay del traje para el festival artístico? Sin duda le debo algo por eso.
V: No.  Yo tenía esa tela guardada desde hace años. De no haberla usado para los vestidos, sin duda la habría tirado a la basura. 
M: Pero su tiempo y su esfuerzo deben valer algo.
V: Fue el mismo trabajo coser dos que uno.  Y me gusta coser.  De cualquier manera, ya habrá alguna oportunidad para que me pague el favor.  Soy una nulidad en cuestiones de electricidad y peor aún con las cañerías.
Victoria no pudo creer que ella había dicho eso.  Marcos Guerrero no parecía el tipo de hombre que hace reparaciones domesticas.
M: No tenga empacho en pedírmelo.  Si yo no lo puedo arreglar, le buscaré quién lo haga.
V: Gracias (dijo Victoria, tranquilizándose).  
Ahora que charlaba con Marcos, se daba cuenta de que era amable y simpático.
C: Mami (gritó Cristina entrando como torbellino a la cocina).  ¿Ya invitaste al señor Guerrero?
V: ¿A qué?
C: A que venga a cenar con nosotras alguna noche de estas.
Victoria sintió que el rubor le teñía hasta la punta de los cabellos.  Cristina había hecho parecer la invitación como una treta fraguada entre las tres con intenciones románticas.
Nicole, que entró a la cocina después que su amiga, proporcionó una oportuna interrupción.
N: Papi, Cristina y yo queremos mostrarte nuestro número para el festival.
M: Me encantaría. ¿Le molesta, Victoria?
V: Por supuesto que no.
C: Mi mami terminó los vestidos anoche. Nos cambiaremos y regresaremos pronto (anunció Cristina, con su voz aguda de entusiasmo).  Las dos jovencitas se escabulleron de prisa.  En cuanto estuvieron fuera de la cocina, Victoria se puso de pie con presteza y llenó su taza de café.  En realidad estaba buscando una manera de hablar con Marcos francamente, sin causarle o causarse engorro.  Pensó con ironía que cualquiera que la viese en ese momento encontraría difícil creer que era una eficiente ejecutiva que dirige la empresa de golosinas del País.
V: Creo que debería explicarle algo (dice por fin).
M: ¿Sí? (Marcos siguió los movimientos de Victoria por la cocina.  Victoria parecía incapaz de permanecer en un solo lugar por más de unos segundos.  Se movía de la cafetera al refrigerador, del refrigerador a la estufa, hasta que se detuvo allí un momento.  Entrelazó los dedos a la espalda e inhaló profundo antes de atreverse a hablar).
V: Quiero que sepa que cuando Nicole se queda con Cristina y conmigo está en buenas manos.
M: Y yo se lo agradezco (dice Marcos con una cortés inclinación de cabeza).  Pero tengo la impresión de que Cristina, y quizá también Nicole, quisieran que usted y yo nos... Conociéramos mejor, que nos tratáramos, si me entiende lo que quiero decir (pensó para sí, ¡cielos, qué tonta se sentía!)  Bien, lo que quiero decir es que no estoy interesada en relaciones románticas.  Yo tengo demasiadas cosas que hacer para mezclarme en complicaciones sentimentales y no quiero que usted se sienta amenazado por la motivación de ambas chicas.  Discúlpeme por ser tan franca, pero creo que es mejor aclarar esto.  Esta invitación a cenar fue idea de Cristina, no mía.  No quiero que piense que yo tuve algo que ver al respecto.  
M: Una invitación a cenar está lejos de ser una proposición amorosa.
V: Cierto (Victoria se sintió más tonta).  Pero... no quiero que piense que estoy interesada en usted... románticamente (se desplomó en la silla, se apartó los cabellos de la frente y lanzó un largo suspiro).  Creo que estoy enredando las cosas, ¿verdad?
M: No.  Si entiendo bien, lo que quiere decir es que preferiría que seamos amigos y nada más.
V: Exacto (complacida por la comprensión de Marcos, Victoria se enderezó en su asiento).
M: Para serle sincero, yo pienso lo mismo (procedió a explicar).  Estuve casado una vez y es más que suficiente.  Victoria asintió con entusiasmo.
V: Cierto. Me gusta la vida tal como es.  Cristina y yo somos muy unidas y quiero seguir disfrutando de mí intimidad.  Mi carrera profesional marcha muy bien.
M: Lo mismo que yo, lo que menos necesito ahora es una mujer que complique mi vida (Marcos hizo una breve pausa, luego preguntó) ¿Cuánto hace que está divorciada?
V: No, yo nunca me casé, pero tuve varios desengaños amorosos.
Hubo un breve silencio y luego Marcos tendió una mano a Victoria.
M: ¿Amigos?
V: Amigos.
Ambos sonrieron.  Ambas chicas le presentaron su número musical a Marcos y Victoria y ambos las felicitaron.

Había pasado ya casi una semana desde que Victoria habló con Marcos.  Estaba satisfecha de la forma en que habían sucedido las cosas esa tarde; ahora se entendían, a pesar del desastroso primer encuentro.
Esa mañana del sábado, mientras desayunaban, Cristina le comenta a Victoria:
C: Puesto que el señor Guerrero no podrá estar aquí para el festival artístico el miércoles, quiere llevar a Nicole y a mí a cenar el sábado por la noche (le dice Cristina a Victoria) ¿Me das permiso?
V: Sí (contestó Victoria distraídamente, mientras recorría la primera página del periódico vespertino del sábado).
C: Mami, creo que lo mejor sería que tú hablaras con el papá de Nicole (sugirió Cristina).
V: Está bien, tesoro (Victoria buscó la tira de Garfield, su gato favorito, en la sección cómica del periódico).
C: ¡Mami! (exclamó Cristina con impaciencia).  El señor Guerrero está al teléfono ahora.  No puedes hacerlo esperar así.  No es correcto.

Victoria dejó a un lado el periódico y se puso de pie con presteza.
V: ¡Cielos! ¿Por qué no me lo habías dicho?
C: Te lo dije.  De veras, mami, creo que la estás perdiendo.

Fuera lo qué fuese que ella estaba perdiendo,- parecía algo serio.  Al momento en el que Victoria entró a la cocina, Cristina le puso el auricular en la mano.
V: Habla Victoria
M: Soy Marcos (se oyó al otro lado de la línea).  No se sienta mal, Nicole también piensa que yo la estoy perdiendo.
V: Lo tomaría más en serio si supiera qué es lo que estoy perdiendo.
M: Yo también (coincidió Marcos). 
Victoria pudo percibir la risa en su voz.
M: Señora Fernández, ¿le parece bien la cena el próximo sábado por la noche?
V: No veo inconveniente.
M: Magnífico.  Las chicas sugirieron la fuente de sodas de la que siempre están hablando.
V: El Palacio Rosa (dijo Victoria y logró tragarse una pequeña risa.  A Marcos le esperaba una noche loca con ese par.  El año anterior, Cristina había convencido a Victoria de que la llevara allá para celebrar su cumpleaños.  Las hamburguesas resultaron tan caras como si fueran chuletones.  La música era tan ruidosa que Victoria tuvo dificultad para oír bien durante una semana.  Y el lugar estaba atestado de adolescentes.  Pero el helado era bastante bueno, eso sí). Por cierto, (añadió Victoria) Nicole será bienvenida aquí cuando tenga usted que salir de la ciudad la próxima semana.
M: Victoria, eso es magnífico.  No quería pedírselo, pero la niña me ha estado hostigando con eso desde la última vez. Temía que la volviera a dejar con la señora Lopez.
V: Será mejor si se queda aquí, ya que ese día será el festival artístico.
M: ¿Está completamente segura?
V: Sí. No hay el menor problema.
M: Bien (Marcos pareció aliviado).  Y no se ponga muy elegante para el sábado por la noche.
V: ¿El sábado por la noche? (preguntó Victoria, desconcertada).

M: Sí. ¿No me acaba de decir que está de acuerdo en que vayamos los cuatro a cenar?....

Capítulo 6
M: Realmente le agradezco mucho esto, Victoria.  Nicole estaba parada a su lado, con su mochila al hombro, con los ojos muy redondos y tristes.
V: No hay problema, Marcos.  De veras.
Marcos dio un fuerte abrazo a su hija.  Cerró los ojos por un instante y Victoria pudo percibir su tribulación.  Realmente lamentaba perderse el número de su hija en el festival.
M: Pórtate bien, mi cielo.
N: Sí, papi.
M: Y quiero saber hasta el más mínimo de los detalles de esta noche cuando regrese, ¿Oka?
Nicole asintió con un intento de sonrisa.
C: Vamos, Nicole (Cristina tomó la mochila de su amiga).  Tenemos que practicar.
Las dos jovencitas desaparecieron por el pasillo y Victoria quedó sola con Marcos.
M: ¿Tiene el número de teléfono del hotel y el lugar de la reunión? (Preguntó él).
V: Sí. Llamaré si hay algún problema. No se preocupe, Marcos, estoy segura de que todo saldrá bien, tomaré fotos y video de la presentación de las chicas.
El asintió, pero su ceño era sombrío.
V: Por amor de Dios, no necesita sentirse tan culpable. (le expresó Victoria, de forma optimista).
Marcos la miró con asombro.
M: ¿Se nota?
V: Como si tuviera luz neón parpadeando alrededor suyo.
El sonrió y se frotó la barbilla con la mano.
M: Ya sólo tendré que ir a otras dos de esas reuniones en el extranjero.  Becky prometió ocuparse de las demás.  Nunca creí que serían tan traumáticos para la niña y para mí estos viajes.  Por lo menos ella parece menos afectada desde que se quedó con ustedes.
V: Es una niña encantadora.
M: Gracias (repuso Marcos con adecuado orgullo.  Era obvio que hacía su mayor esfuerzo por ser un buen padre).
V: Escuche (murmuró Victoria).  Respecto al sábado por la noche... yo he pensado que... pues que sería mejor si sólo va usted con las chicas.
Marcos sacudió la cabeza con determinación.
M: No sería lo mismo sin usted.  Si no acepta pago por cuidar de Nicole, al menos permítame que la invite a cenar.
V: Pero... (Marcos la interrumpe).
M: Si teme que esto parezca demasiado una cita romántica, no se preocupe. Eso ya quedó aclarado.
La sonrisa de Victoria fue lánguida y tímida.
V: Está bien, si usted quiere.  Cristina y yo estaremos listas a las seis.
M: Bien.

Victoria se estaba dando los toques finales de maquillaje antes del festival artístico, cuando sonó el teléfono.

C: Yo, contesto (gritó Cristina, corriendo por el pasillo como si contestar antes que el teléfono sonara dos veces fuera cuestión de vida o muerte).

C: ¡Hola, abuelita! (oyó Victoria que exclamaba Cristina, y sonrió con suavidad, contenta de que su madre hubiera recordado el festival).  Los padres de Victoria se pasaban viajando alrededor del mundo, conociendo varias culturas aunque siempre estaban al pendiente de sus hijas y nietos.  Victoria sabía que habrían asistido al festival a ver a su nieta, pero ellos se encontraban en un crucero por las islas del Caribe, para así escaparse del invierno de la ciudad de Buenos Aires.  Sin duda, los abuelos de corazón, Elena y Pepe, la estaba llamando para desearle suerte.
Trozos de la conversación telefónica le llegaban a Victoria a través del pasillo mientras Cristina charlaba con entusiasmo sobre el festival, la visita de Nicole y su número artístico.

C: ¡Mami, es abue! (gritó Cristina).  Quiere hablar contigo.

Victoria mordió un pañuelo desechable para limpiarse el exceso de lapiz labial y fue a contestar el teléfono.

V: Hola, mamá (saludó con entusiasmo).  Qué bueno que llamaste.
E: ¿Qué es eso de que saldrás con alguien el sábado?
V: ¿Quién te dijo eso? (Victoria hizo una mueca de fastidio).  

Su madre la acosaba constantemente para que se casara.  Victoria sintió deseos de sacudir a Cristina por sólo haber mencionado a Marcos.  Lo último que deseaba era que sus padres la presionaran respecto a su relación con él.

E: Cristina.  Y, querida, si no te molesta que te lo diga, creo que, por lo que me cuenta la nena, ese hombre es ideal para ti.  Los dos están libres. El tiene una hija y tú otra y las chicas son muy buenas amigas.  La situación es perfecta.
V: Mamá, por favor, no sé qué te haya contado Cristina, pero Marcos sólo desea agradecerme que le cuide a Nicole mientras está fuera de la ciudad en viaje de negocios.  ¡La cena del sábado no es una cita romántica!
E: ¿Te llevará a cenar?
V: Nos llevará a cenar.  A su hija, a Cristina y a mí.
E: ¿Cómo dices que se llama?
V: Marcos, Marcos Guerrero (respondió Victoria, ansiosa de cambiar de tema).  ¿Qué tal ha estado el clima por allá? Aquí está terrible, ojalá ya fuera primavera.  Estaba pensando en plantar algunos malvones en el patio de atrás.
E: Marcos Guerrero.  Hmm, suena bien. ¿Cómo es el, querida?
V: Oh, mamá, de veras, no lo sé.  Es un hombre. ¿Qué más te puedo decir?

Su madre pareció apreciar esa pequeña información.
E: Me parece interesante que así lo consideres. Creo que podría ser el adecuado, Victoria.
V: ¡Oh, mamá! ¿Cuántas veces debo decirte que no quiero casarme jamás?  Una breve pausa siguió a esta vehemente declaración.
E: Ya veremos, mi amor. Ya veremos.

Del otro lado, Cristina le pregunta a Victoria:
C: No vas a ponerte un vestido, mami?  

Cristina lanzó a su madre otra de esa miradas destinadas a reducir a cero la confianza propia de una madre.  Victoria había decidido durante horas sobre qué ponerse para esa salida con Marcos y las chicas.  Por fin, pantalones negros (jeans) y un suéter color trigo le pareció la solución perfecta.  Pero ahora la expresión desaprobadora de su hija la hacía dudar de su decisión.
C: Mami, esta noche es importante.
V: Vamos al Palacio Rosa, no a la residencia de ningún embajador.
C: Lo sé, pero el señor Guerrero es muy amable.

La mirada de la niña se posó en el ramo de rosas claras que estaban sobre la mesa del comedor y con reverencia pasó los dedos por una flor.  Marcos había hecho enviar las flores a Nicole y Cristina la noche del festival.  

C: No puedes ir a cenar en pantalones con el hombre que me envió mi primer ramo de flores verdaderas (dice la joven con solemnidad).

Victoria vaciló.
C: Estoy segura de que esto es lo que el señor Guerrero espera (dijo con más confianza de la que sentía).
V: ¿Eso crees?
¡Eso esperaba! Victoria sonrió, rogando porque su aire de incertidumbre convenciera a su escéptica hija.  Aunque, tenía que coincidir con Cristina: Marcos era amable.  Más que amable.  En cada nuevo encuentro la estimación que Victoria sentía por ese hombre aumentaba.  El había llamado el viernes para darle las gracias por haber cuidado a su hija y dijo que esperaba con ansias la salida del sábado.  Era un hombre considerado, sensible, simpático y un padre excelente.  Por no mencionar su increíble atractivo masculino.  Era una lástima, en realidad, que ella no estuviera buscando esposo, porque Marcos Guerrero bien podía ser el mejor candidato.
La palabra esposo resonó en la mente de Victoria como una bala de expansión.  Culpaba a su madre por ello.  Lo que Victoria le había dicho era cierto: no le interesaba el matrimonio, estaba muerta para el romance.  Sus pasadas relaciones amorosas le habían enseñado que para la mayoría de los hombres era casi imposible permanecer fieles, y Victoria no estaba dispuesta a sufrir otra vez la decepción.  Además, si un hombre algún día llegara a entrar otra vez en su vida, seria alguien que tuviera sus mismos objetivos personales.  No alguien como Marcos Guerrero. Pero eso no significaba que ella estuviera ciega a sus encantos masculinos.  Por el contrario, ella veía hombres guapos todos los días, trabajaba con algunos de ellos, y había salido en una otra ocasión con algún hombre bien parecido.  Sin embargo, en las últimas semanas en quien pensaba a cada momento era en Marcos Guerrero y esto la consternaba, y mucho.  Lo mejor que podía hacer respecto a esta situación era cortar por lo sano.  Iría a cenar con él esta vez, pero sólo esta vez.

C: ¡Ya llegaron! (exclamó Cristina y se apartó a toda prisa de la ventana).

Con toda calma, Victoria abrió el armario del vestíbulo y sacó los abrigos de invierno de ella y su hija.  Podía parecer tranquila, pero los dedos le temblaban.  La perspectiva de ver a Marcos la dejaba temblando.

Marcos y Nicole se dirigieron a la puerta principal.  Cristina ofreció las manos a su amiga y Nicole se las estrechó con calidez.  Pronto las dos saltaban frenéticamente.
M: Puedo pronosticar una noche muy divertida (murmuró Marcos con una media sonrisa irónica).

Estaba guapísimo, admitió Victoria con renuencia.  El tipo de hombre con el que sueña cualquier mujer.  Bueno, casi cualquier mujer.  Victoria quería creerse inmune a los encantos de Marcos Guerrero.  Pero no estaba tan segura de ello.

M: ¿Listas? (preguntó Marcos, sosteniendo la puerta).
V: Eso creo

Aunque era temprano, ya se había formado una hilera de personas a la entrada del Palacio Rosa cuando ellos llegaron.  En el momento en que estacionaron el auto, fueron asaltados por una canción de rock a todo volumen.
V: Parece que tendremos que esperar (expresó Victoria).  Esa hilera se alarga a cada momento.
M: Pedí a mi secretaria que hiciera reservaciones (menciona Marcos).  Estaba seguro que este lugar en realidad los sábados por la noche tiene una gran asistencia de adolescentes.
C & N: Sii, las dos jovencitas soltaron una serie de risillas.

Marcos y Victoria intercambiaron miradas de divertida sorpresa.  El Palacio Rosa era tal como Victoria lo recordaba.  La popular fuente de sodas estaba decorada al estilo de los años sesenta, con tragamonedas y demás parafernalia de los años del rock and roll.  Las camareras patinaban sobre ruedas entre las mesas.  Una vez dentro, Victoria, Marcos y las chicas fueron acomodados casi de inmediato y les entregaron unos menús enormes. Ninguna de las chicas se molestó en leerlo carta, pues ya habían hecho su elección en el coche.  Las dos se decidieron por hamburguesas con queso y banana split.
Cuando la camarera, masticando chicle, patinó hasta su mesa, Victoria también había hecho su elección.
V: Hamburguesa y banana split (anunció, dirigiendo una amplia sonrisa a las chicas).
M: Lo mismo para mí, además de una taza de café, por favor.
V: Yo también quiero una taza de café, por favor (añadió Victoria).

La camarera escribió la orden y se deslizó hacia la cocina.  Victoria abrió su bolso y sacó un pequeño paquete de algodón.
M: ¿Para qué es eso? (quiso saber Marcos cuando Victoria lo separó, lo comprimió en cuatro bolas y le entregó dos a él. Ella señaló sus orejas).
V: La última vez que estuve aquí, durante varios días sentía zumbidos en los oídos.
Marcos rió entre dientes y se inclinó sobre la mesa para gritar:
M: Es cierto, está un poco ruidoso, ¿verdad?
Nicole y Cristina se miraron y luego miraron a sus padres, y gritaron al unísono:
C & N: ¡Si está demasiado ruidoso o es que ustedes son demasiado viejos!
V: (Victoria alzó una mano y dice).  Me declaro culpable.
Marcos asintió y compartió una sonrisa irónica con Victoria.  La sonrisa hizo extrañas cosas en el estómago de ella.  Una lucecilla se encendió en su mente, anunciando peligro.
Victoria no estaba segura de lo que había sucedido, pero fuera lo que fuese, no le gustaba.

Llegaron sus hamburguesas y, por un rato, al menos, Victoria pudo dirigir su atención a eso.  La comida era mejor de lo que recordaba. 

Mientras Victoria y Marcos intercambiaban sólo algún comentario ocasional, las jovencitas hablaron sin descanso mientras comían.  Cuando la camarera se llevó los platos ya vacíos, Marcos sugirió que fueran al cine.

N: ¡Bravo! (exclamó Nicole y fue secundada por Cristina con el mismo entusiasmo).
M: ¿Qué opinas, Victoria? (preguntó Marcos, sorprendiéndola con el tuteo inesperado).

Ella iba a decir que ya había tenido suficiente por una noche, cuando notó los dos rostros expectantes de las jovencitas.
V: Bien (dijo por fin, tratando de inyectar un poco de entusiasmo a su voz).
N: Están pasando Masacre Juvenil en el Malí (dijo indicó Nicole, mirando a su padre).  Mateo ya la vió y dice que se murió de miedo.
Marcos sacudió la cabeza con determinación.
M: De ninguna manera.
N: Oh, papi. ¿Por qué no?
M: No me gusta que veas películas de crímenes y sangre.  Ni como diversión se debe tolerar la violencia, no es sano para la mente.
N: Pero, papi...
M: Se acabó la discusión (expresó él sin alzar la voz, con la firmeza serena de un hombre acostumbrado a sopesar sus decisiones y nunca abusar de su autoridad de adulto).  
Victoria estuvo de acuerdo con él.  Para asombro de ella, Nicole no argumentó más.
Por fin todos concordaron en ir a ver una comedia ligera con un ídolo juvenil como estrella.
M: Es más sano reír que asustarse (opinó Marcos).
Media hora después estaban en el cine y Marcos preguntó:
M: ¿Alguien quiere rosetas de maíz?
C: Yo
N: Yo también, ¿Y me podrías comprar también una coca y pasitas con chocolate?
Marcos alzó los ojos al cielo y, sonriendo, miró a Victoria.
M: ¿Y tú, quieres algo?
V: Nada (Victoria conocía la facilidad con que las golosinas se convertían en grasa en su cuerpo).  Gracias.
Marcos regresó un momento después con tres cajas grandes de rosetas de maíz y otras delicias surtidas.
En cuanto vaciaron los brazos de Marcos de todas las golosinas, excepto una caja de rosetas, las jovencitas entraron corriendo a la sala.
V: Oigan, ¿no nos van a esperar? (las llamó Victoria).
Cristina y Nicole se detuvieron de golpe y se volvieron, con una expresión de horror en sus jóvenes caras.
C: No vas a sentarte con nosotras, ¿verdad, mamá? (se quejó Cristina).  ¡No puedes hacerlo!
V: ¿Por qué no? (Esto era una novedad para Victoria.  Cierto, hacía mucho que no iba al cine con Cristina, pero ella siempre se sentaba a su lado cuando lo hacían).
C: Alguien podría vernos (explicó su hija, en tono de exagerada paciencia).  Ya nadie se sienta con sus padres.
M: Parece que sentarse a nuestro lado es una vergüenza social (murmuró Marcos al oído de Victoria).
C: ¿Ya podemos entrar, mamá? (suplicó Cristina).  No nos queremos perder los cortos.
Victoria asintió, todavía algo desconcertada.  Pero a fin de cuentas, debía comenzar a acostumbrarse a los impulsos de independencia de su hija.
M: Supongo que esto es lo que sucede cuando se llega al sexto grado en la escuela (comentó Marcos, mientras sostenía la puerta de la sala para que pasara Victoria).
Victoria caminó por el pasillo central de la sala y se detuvo junto a una hilera vacía, casi hasta atrás, volviéndose a interrogar a Marcos con la mirada antes de entrar.  Ninguno se sentó, hasta localizar a sus hijas.  Cristina y Nicole estaban a tres filas de la primera, con los pies subidos al respaldo de los asientos de adelante, que estaban vacíos.
M: Ah, las dichas de la paternidad…. (Comentó Marcos una vez que se sentaron)  y de la maternidad.
Victoria se volvió hacia él y trató de sonreír.
M: ¿Qué sucede?
V: Nada (murmuró ella con voz débil y quebrada).
M: ¿Te perturba que nuestras hijas hayan querido estar solas?
V: No... Sí.  Oh, no sé lo que siento.  Marcos, están creciendo, y creo que no me había dado cuenta.
M: A mí me sucedió la semana pasada (dijo Marcos con aire pensativo).  Me encontré a Nicole vestida con pantalones ajustados.  ¡Vaya, ni siquiera sabía que lo hicieran para jovencitas de esa edad!
V: Los hacen, lo creas o no (le informó Victoria).  Cristina también se puso unos.
Marcos sacudió la cabeza con incredulidad.
M: Pero sólo tiene doce años.
V: Entrando a los dieciséis.
M: ¿Ya se ha puesto Cristina uñas postizas? (preguntó Marcos, estremeciéndose con exagerado disgusto).
Victoria se llevó una mano a la boca para contener la risa.
V: Esas cosas adheribles aparecieron en todo lugar imaginable durante varias semanas después.
M: ¿Y qué me dices del maquillaje? (preguntó sorprendido)
V: La pillé tratando de escabullirse de la casa sin ser notada una mañana el mes pasado.  Se había puesto la sombra para ojos más brillante que haya visto jamás.
M: ¿Y la dejas usar maquillaje?
V: Por supuesto que no.  Ya le he dicho que prefiero que espere por lo menos hasta llegar a la secundaria.
Marcos se relajó en su butaca y asintió varias veces.
M: Me alegra oír eso.  Nicole tiene seis meses diciéndome que "entre en la onda".  Caramba, no sabía a quién preguntarle sobre estas cosas.
V: ¿Alguna mujer en su familia?
Los ojos de Marcos se endurecieron.
M: Como usted sabe soy viudo, la madre de Nicole falleció cuando Nicole tenía solo un añito.  Al principio mi madre me ayudó con su crianza, pero una vez nos mudamos a Buenos Aires, el contacto con mi familia es menos debido a mis compromisos profesionales. 
V: No... Quise entrometerme.
M: No importa.  Carmen y yo estábamos en el proceso de separación cuando ocurrió el accidente, donde me enteré que tenía un amante, ambos fallecieron en el mismo incidente.  Sinceramente, Victoria, mis sentimientos respecto a volverme a casar son los mismos que los tuyos.  Me basta con un fracaso.

Las luces de la sala comenzaron a apagarse y empezó la pista de sonido.  Marcos se apoyó contra el respaldo de su asiento y cruzó sus largas piernas.  Victoria también se acomodó, contenta de que hubieran seleccionado una comedia.  Sus emociones estaban demasiado cerca de la superficie esa noche.  Podía imaginarse soltando el llanto a la más discreta escena dramática o triste.  Bambi caminando por el bosque le habría arrancado lágrimas en ese momento.
Estaba tan inmersa en sus propios pensamientos que cuando Marcos y los espectadores que la rodeaban soltaron una sonora carcajada, ella no supo cuál era el motivo.
Sin pensarlo, extendió una mano y tomó un puñado de las rosetas de maíz de Marcos.  Descubrió que el sabor a mantequilla y lo crujiente de los pochoclos se adecuaban a su estado de ánimo.  Marcos sostuvo la caja sobre el brazo entre ellos para que ella pudiera tomar los mismos con mayor facilidad.
La siguiente vez que Victoria envió sus dedos para buscar más pochoclos, éstos se encontraron con los de Marcos.
V: Lo siento (murmuró ella, apartando la mano.
Marcos inclinó la caja hacia ella.  Victoria masticó con deleite.  Antes que se diera cuenta, ya se había comido éstos y sus dedos estaban enlazados con los de Marcos.
En el momento en que la mano de Marcos buscó la de ella, Victoria perdió la noción de lo que estaba sucediendo en la pantalla.  Tomarse de la mano parecía un gesto inocente, algo que los adolescentes hacen.  Era lógico que él no le daba una importancia especial, se dijo Victoria.  Lo que pasaba era que sus emociones estaban muy confusas últimamente, no sabía por qué.
Le gustaba Marcos, se percató ella, le gustaba mucho.  Y quería mucho a Nicole.  Por primera vez, podía imaginarse la posibilidad de pensar nuevamente de comenzar un romance, y esta idea la asustaba.  Más bien, la aterraba.  Este hombre pertenecía a un mundo diferente y realmente no pensaba en tener una relación.  Además, ella no estaba lista.  
Cuando terminó la película, Marcos las llevó a su casa.  Las jóvenes estaban cansadas, pero no tanto como para no seguir charlando en el asiento de atrás.  Adelante, la situación era muy distinta.  Ni Marcos ni Victoria tenían mucho que decir.
V: ¿Quieres pasar a tomar un café? (invitó Victoria cuando Marcos se acercó a su casa, aunque en su interior deseaba que él se negara.  Todavía estaba agitada por el efecto que le había causado que él la tomara de la mano en el cine, y deseaba tener un momento a solas para organizar sus pensamientos).
N: ¿Pasamos, papi? ¿Sí? Por favor (suplicó Nicole).  Cristina y yo tenemos muchas ganas de ver juntas los videos del sábado.
M: ¿Estás segura? (preguntó Marcos a Victoria).
V: Por supuesto (se vio obligada a decir).  No me tomará más de dos minutos preparar el café.
M: Está bien (dijo Marcos y las chicas lanzaron exclamaciones de contento).
Cristina y Nicole desaparecieron en el momento en que entraron a la casa.  A los pocos segundos podía escucharse la televisión con estruendosa música de rock, que recientemente se había convertido en un sonido habitual en la pequeña casa.
Marcos siguió a Victoria a la cocina y permaneció parado junto al aparador mientras ella preparaba el café.  Los movimientos de Victoria eran torpes y abruptos.  Se sentía incómoda, como si fuera la primera vez que estuviera sola con un hombre.  Y eso era absurdo, en especial considerando que las jovencitas estaban cerca.

M: Disfruté esta noche (comentó Marcos, mientras Victoria sacaba dos tazas de la alacena).
V: Yo también
Ella le dirigió una sonrisa lánguida por encima del hombro, pero los ojos de Marcos retuvieron su mirada y fue como si Victoria lo mirara por primera vez.  Se medio volvió hacia él, consciente de improviso de lo alto y espigado que era, de lo espeso y suave de sus oscuros cabellos.  Con un esfuerzo, Victoria apartó la mirada de esos ojos magnéticos y volvió a su tarea de preparar café, aunque sus dedos parecían incapaces de cooperar.
Esperó a que el oscuro líquido se filtrara en la jarra de vidrio.  Nunca antes le pareció que tardara tanto tiempo.
M: Victoria.
Ella se sobresaltó un poco al oír la voz tan cerca de ella.  Se volvió, agitada y nerviosa.
Marcos la tomó de los hombros.
M: Hacía mucho tiempo que no estaba sentado en un cine tomado de la mano de una chica.
Ella bajó la mirada.
V: Yo tampoco.
M: Me volví a sentir como un muchacho.
Victoria no supo qué decir; ella también se sintió como una muchacha.
M: Tengo ganas de besarte, Victoria.
Victoria no necesitaba un consejero psicológico para decirle que lo mejor que debía hacer era evitar un beso de Marcos.  Estaba a punto de decírselo, cuando las manos de él la agarraron por la cintura y la apartaron del apoyo del fregadero.
Un poco desconcertada, ella alzó las manos, como para mantenerlo a raya.  Pero en el momento en el que entraron en contacto con la firmeza del torso masculino, perdieron noción de su propósito inicial.
En el momento en que la tibia boca de Marcos se posó en la de ella, Victoria sintió una excitación casi perturbadora por su intensidad.
Hacía demasiado tiempo que un hombre no la besaba de ese modo.
El beso duró muy poco.  Mucho menos de lo que Victoria hubiera deseado.  El fuego de la boca masculina había incitado en ella una respuesta que ya creía imposible.  Estaba asombrada de la facilidad con que había cobrado vida su pasión latente.
Cuando Marcos la soltó, Victoria se llevó una mano al pecho y exhaló un suspiro.
V: Creo que eso no fue buena idea.
Marcos frunció el entrecejo.
M: Pienso lo mismo. No sé qué está pasando entre nosotros Victoria y eso me desconcierta.
V: ¿A ti?  Fui yo quien dejó muy claro desde el principio que no quería un compromiso emocional.
M: Lo sé, estuve de acuerdo, pero...
V: Me alegra mucho que Cristina y Nicole sean buenas amigas, pero sucede que me gusta mi vida tal como es.
El semblante de Marcos se ensombreció.
M: Pienso lo mismo.  Fue un simple beso, no una invitación para que vivamos en pecado.
V: Yo... de veras hubiera preferido que no hicieras eso, Marcos.
M: Lo siento.  No volverá a suceder, te lo juro (murmuró él y hundió las manos en los bolsillos).  En realidad, creo que lo mejor sería olvidar por completo el incidente.
V: Estoy totalmente de acuerdo.
M: Bien
Marcos salió a grandes zancadas de la cocina, pero no antes que Victoria se preguntara si ella podría olvidarlo.  Y de alguna manera, era cierto; a través de los años, Victoria había aprendido a evitar a los hombres que la atraían.  Salía ocasionalmente con alguno, pero por lo regular hombres que pudieran ser clasificados como amables, corteses los evitaba.

Marcos y Nicole se despidieron de Victoria y Cristina y se fueron a su casa.


Capítulo 7
En Casa de Victoria
V: Tenemos que hablar.
Cristina apartó con renuencia la vista de su ídolo.
C: Mami, ¿no puedes esperar?
Frustrada, Victoria suspiró.
V: Supongo que sí.
C: Bien.
Cristina ya la había sacado de su "onda".  Victoria se fue a la cocina.  Abrió y cerró alacenas, en busca de algo interesante para la cena.  Una lata de atún no alcanzaría la aprobación de Cristina.  La adolescencia no había estropeado su saludable apetito, eso era cierto.
Victoria asomó la cabeza por la puerta de la sala.
V: ¿Qué te parece ensalada de atún para cenar?
Cristina ni se dignó volverse a mirarla, sólo bajó el pulgar hacia el suelo.
V: ¿Sopa y emparedados?
Una vez más el pulgar de la niña indicó su desaprobación y Victoria gruñó.
V: -Tocineta, lechuga y tomate en pan tostado y sopa de pollo con tallarines —intentó—. Y es lo mejor que puedo ofrecerte.  Tómalo o déjalo.
C: Está bien (accedió Cristina, alzando el pulgar).
Victoria estaba friendo el tocino cuando Cristina se reunió con ella en la cocina, sentándose en un banco a su lado.
C: ¿Me querías decir algo?
V: Sí (Victoria se concentró en untar mayonesa sobre las rebanadas de pan integral, mientras hacía un esfuerzo por ordenar sus pensamientos.  Vaciló por un momento, tratando de encontrar alguna manera de decir lo que tenía que decir sin hablar más de lo necesario).
C: Debe de ser algo serio (pensó Cristina).  ¿Te llamó mi maestra por teléfono al trabajo o algo así?
V: No, ¿había alguna razón para qué me llamara? (Victoria escrutó el rostro de su hija). 
Cristina negó con la cabeza.
C: No.  Este año soy la alumna estrella.  Nicole y yo estamos muy bien en los estudios. Sólo espera a que te llegue la tarjeta de reporte.
V: Te creo (Victoria nunca había tenido problemas serios con relación al aprovechamiento académico de su hija).  Lo que tengo que decirte se refiere a Nicole y... (vaciló; tragó saliva) y a su padre.
C: Qué guapo es el señor Guerrero, ¿verdad?
V: Supongo que sí (dijo Victoria con seriedad).
M: Oh, mami, no te hagas... es un galán de telenovelas.
V: Está bien (Victoria no quiso ser alentar mucho a su hija).  Debo admitir que tiene cierto... atractivo (Cristina sonrió de oreja a oreja).  Pues bien, en realidad era del señor Guerrero de quien te quería hablar (continuó Victoria, mientras colocaba unas rebanadas de tomate sobre el pan).
C: ¿De veras? (los ojos de la niña se abrieron mucho).
V: Sí, yo... pues... quería decirle que no sería buena idea que nosotros cuatro volviéramos a hacer cosas juntos.
Cristina miró a su madre con asombro y decepción.
C: ¿Por qué no?
V: Pues... porque él y yo somos personas muy ocupadas (ni Victoria misma encontró convincente la razón, pero le era imposible decir a su hija que la -atracción que sentía por ese hombre la aterraba).
C: ¡Oh, mami, por Dios! ¡Eso es absurdo!
V: Está bien; seré sincera (Victoria se preguntó si una chica de doce años podría entender las complejidades de las relaciones adultas).  No quiero dar al papá de Nicole una idea equivocada (dijo con precaución).
Cristina se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el mostrador de la cocina y la cara entre las dos manos.
C: ¿Una idea equivocada sobre qué?
V: Sobre mí (Victoria tragó saliva y encogió los hombros con bochorno).
C: ¿Sobre ti? (Cristina arrugó el ceño.  Luego abrió la boca al entender y su ceño se aclaró).  Ah, ya sé; no quieres que el señor Guerrero crea que andas en busca de marido.
V: ¡Le atinaste! (sonrió Victoria).
C: Pero, mami, a mí me parecería sensacional que tú y éI se entendieran.  Por cierto, Nicole y yo lo estábamos comentando hoy.  Piensa en todas las ventajas.  Podríamos ser una verdadera familia y podrías tener más bebés... a Nicole y a mí nos gustaría tener hermanitos.  Y si te casas con el señor Guerrero podríamos salir todos juntos de vacaciones.  
Victoria estaba tan asombrada que le costó trabajo recuperar la voz.
V: De ninguna manera, Cristina
Victoria se acercó una silla y se sentó antes que le fallaran las piernas.  Todo ese tiempo había dado por sentado que era una buena madre, que había dado a su hija todo lo que necesitaba para compensar la falta de presencia paterna, pero por lo visto no era así.  Y Cristina y Nicole conspiraban para juntarla con Marcos.  ¡Y nada menos que con lazos conyugales! Tenía que hacer algo.

Decidió hablar con Marcos, pero no se presentó una oportunidad sino hasta mucho después esa noche, cuando Cristina ya estaba dormida.  Al menos eso esperaba Victoria. Marcó el número y rogó al cielo que no contestara Nicole.
Por suerte no contestó la niña.
V: Marcos, habla Victoria (murmuró, cubriendo el auricular con una mano enconchada).
M: ¿Qué pasa? ¿Tienes laringitis?
V: No, no quiero que Cristina me oiga llamándote.
M: Entiendo. ¿Finjo que eres otra persona para que Nicole tampoco se dé cuenta?
V: Por favor (Victoria se irritó un poco por el humor que adivinaba en la voz de Marcos).  Tenemos que hablar.
M: ¿Sí?
V: No tienes idea de lo que acabo de saber. Las chicas están tramando casarnos.
M: ¿Casarnos? (casi gritó él).
Eso iba a provocar una reacción en él, había sabido Victoria.
M: ¿Cuándo quieres que nos veamos?
V: Lo más pronto posible (era obvio que él todavía pensaba que ella bromeaba, pero no lo culpaba.  La situación no era para menos).  Cristina ya ha preparado planes para ir con Nicole a nadar el miércoles a la piscina municipal por lo que no va estar en casa.  ¿Qué tal si nos vemos en el Denny's después que dejes a Nicole?
M: ¿A qué hora? (dijo Marcos con el mismo tono de quienes traman una estrategia en territorio enemigo).
V: A las siete y diez (esto les daría a los dos tiempo suficiente para llegar al restaurante).
M: ¿Debemos sincronizar nuestros relojes?
V: Esto no es un chiste, Marcos.
M: No me estoy riendo.
Pero sí se reía, y Victoria estaba furiosa.
C: Nos veremos, entonces.
M: Las siete y diez, miércoles por la noche, en Denny's —(repitió él con una solemnidad grotesca).  Estaré allí.

La noche de su cita, Victoria llegó al restaurante antes que Marcos.  Ya se había arrepentido de haberlo citado en Denny's, pero era demasiado tarde para cambiar el plan.  Podían encontrarse a otros clientes que podrían reconocer a Marcos o a ella, y Victoria temía que el rumor de su encuentro pudiera llegarles a sus hijas.  Si Cristina y Nicole se enteraban de este encuentro privado, podrían hallar una motivación en su deseo de casarlos.
Marcos entró al restaurante y miró a su alrededor. No parecía reconocer a Victoria y ella se quitó los anteojos para sol y agitó una mano.  Marcos la miró y, aún desde el otro lado del local, Victoria pudo notar que él hacía esfuerzos por contener la risa.
M: ¿A qué vienen los anteojos oscuros y la pañoleta? (preguntó cuándo se sentó enfrente de ella).
V: Temía que alguien nos reconociera y se lo dijera a nuestras hijas (a Victoria le parecía muy lógico, pero era evidente que a Marcos le parecía absurdo).
Pero todo lo que él dijo fue:
M: Entiendo (y miró a su alrededor con aire conspiratorio bastante cómico dice).  ¿Prefieres que me siente en el compartimento contiguo y hablemos uno a espaldas del otro?
V: No seas tonto.
M: ¿Yo? (Marcos esbozó una sonrisa irónica y tomó el menú).  ¿Tienes hambre?
V: No (la actitud de Marcos comenzaba a irritar a Victoria).  Sólo tomaré café.
M: Nicole preparó la cena para esta noche y la verdad es que me muero de hambre.
Cuando la camarera apareció, él ordenó una cena completa.  Victoria pidió café.
M: Está bien, ¿qué pasa, Sherlock Holmes? (preguntó él, una vez que sirvieron el café).
V: Para empezar... Cristina nos vio la otra noche cuando me besabas.
Marcos no comentó nada, pero su ceño se arrugó un poco.
V: Me parece que las dos han estado hablando y, por lo que me pude dar cuenta, quieren... eh... pues, ¿cómo decirlo?... quieren juntarnos.
M: Ya veo.
Para desazón de Victoria, Marcos no parecía en absoluto consternado por esta revelación.
M: ¿Te parece tan terrible?
V: ¡Marcos! (dijo ella, retándolo e inclinándose hacia él).  Cristina me comentó que ella y Nicole han pensado que sería muy conveniente que tú y yo nos casáramos (esperó la reacción de Marcos, pero él permanecía impasible y tranquilo).  Incluso me dijo que yo podría dejar de trabajar y que podría quedarme en casa a... a hacer galletas y cosas así.
M: ¿Qué clase de galletas?
V: ¡Marcos, si vas a convertir esto en una broma, me iré! (Victoria comenzó a deslizarse fuera del compartimento, pero él la detuvo alzando una mano).
M: Está bien, lo siento.
No parecía muy arrepentido y Victoria exhaló un suspiro de fastidio.
V: Esto podrá parecerte cosa de risa, pero a mí no.
M: Victoria, somos adultos (declaró él con voz pausada).  No vamos a dejar que un par de chiquillas nos manipulen.
V: Sí, pero...
M: Desde el principio hemos sido honestos el uno con el otro.  Eso no cambiará.  Tú no tienes interés en casarte, ni yo tampoco.  Mientras ambos pensemos lo mismo, lo que hagan o digan ellas nos debe tener sin cuidado.
V: Pero hay algo más (dijo Victoria con vehemencia).
M: ¿Qué es?
V: Marcos, hay algo en lo que estamos fallando como padres.
M: ¿Por qué dices eso? (preguntó Marcos con ceño de duda).
V: ¿No es obvio?, Cristina quiere una familia completa, y supongo que tu hija también.  Lo que Cristina está diciendo sin decirlo es que anhela un padre.  Nicole desea a su vez una madre.
El humor desapareció de los ojos de Marcos.
M: Entiendo. ¿Y crees que todo esto comenzó porque Cristina nos vio besarnos?
V: No sé (murmuró Victoria).  Pero conozco a mi hija y cuando quiere algo va tras ello con la fuerza de un bulldog y no deja hasta conseguirlo.
M: Nicole también es así respecto a ciertas cosas (repuso Marcos con aire pensativo).
La camarera llegó con el emparedado de roast beef para Marcos y volvió a llenar de café la taza de Victoria.
Quizá Victoria había reaccionado exageradamente ante la situación, pero creía tener razones para estar preocupada.
V: Supongo que pensarás que estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua.
M: ¿Sobre la manipulación de las chicas?
V: No; sobre el hecho de que hemos tratado de veras ser padre y madre a la vez, sin conseguirlo del todo.
M: Debo admitir que a mí también me preocupa eso.
V: Toda la semana he estado aterrada pensando en qué me habré equivocado.  Tenemos que afrontar esto.  Tomar decisiones importantes.
M: ¿Qué sugieres?
V: Para empezar, debemos reprimir todo indicio de implicación sentimental.  Comprendo que, siendo las chicas tan buenas amigas, tú y yo tendremos que vernos con relativa frecuencia (Victoria hizo una pausa y se mordió el labio inferior).  No quiero perturbar su amistad.
M: Estoy de acuerdo. La amistad con Cristina ha ayudado mucho a mi hija.
V: Tú y yo pasamos varios meses sin hablarnos.  No habrá necesidad de que nos veamos muy seguido, ¿no crees?
M: Pero Nicole pasará la noche en tu casa el próximo jueves; a menos que prefieras que no vaya.
V: Por supuesto que se puede quedar con nosotras.
Marcos asintió y pareció aliviado.
M: Para serte sincero, no creo que regresaría a casa de la señora Lopez sin armar una guerra terrible.
V: Cuidar de Nicole es una cosa, pero otra muy diferente que volvamos a hacer algo los cuatro juntos.

Marcos volvió a asentir, pero no pareció complacido con la sugerencia.
M: También creo que sería lo mejor.
V: No debemos alentar sus estrategias.

Marcos apartó su plato, tomó su vaso con agua y lo colocó entre las dos manos.
M: ¿Sabes una cosa, Victoria? Pienso mucho en ti (hizo una pausa y luego le dirigió una sonrisa juguetona).  Tienes la costumbre de vestirte un poco rara de vez en cuando, pero respeto tu buen juicio.  Me gustaría considerarte una amiga.
V: Yo también quiero tu amistad
Marcos sonrió y la miró sin pestañear durante un momento, luego apartó la mirada.
M: Sé que quizás el beso de la otra noche te parezca un gran error, y es posible que tengas razón, pero no me arrepiento (dijo Marcos y vaciló, como esperando alguna airada réplica, pero como Victoria permaneció en silencio, continuó).  Hacía mucho tiempo que no tomaba la mano de una mujer en el cine ni besaba a una en la forma en que te besé. Es agradable volverse a sentir joven e inocente.
Victoria bajó la mirada a su taza.  También a ella le había gustado.  Tanto que desde entonces estaba aterrada.  Muy fácilmente podría enamorarse de Marcos y eso sería lo peor que podía sucederle.  No estaba dispuesta a correr otra vez semejante riesgo.
M: De una manera extraña nos necesitamos (afirmó Marcos).  Nicole necesita una buena imagen femenina con la cual identificarse, una imagen materna, y ella te considera maravillosa.  Cristina a su vez necesita una figura paterna.  Lo más natural es que nos quieran juntar.
V: Sí. Pero no debemos comprometernos sentimentalmente.
M: De acuerdo (aceptó Marcos con convicción para tranquilizarla).
Permanecieron en silencio largo rato.
M: ¿Por qué?
Curiosamente, Victoria supo de inmediato lo que él estaba preguntando.
V: Mis relaciones anteriores me han enseñado a no creer en el amor (Victoria hizo una pausa y apartó la mirada).  Su voz se había convertido casi en un susurro.  Yo había confiado ciegamente en mi anterior pareja, Antonio.  Después, cuando habíamos decidido convivir juntos, muchas veces me dijo que tenía que trabajar tarde, hubo muchas ausencias inexplicadas, pero tampoco cuestioné eso.  Ahora pienso en todas esas noches que me pasaba sola, confiando en que él estaba trabajando... para después descubrir que había estado con otra mujer.
M: ¿Cómo lo descubriste?
V: ¿Lo de la primera mujer?
M: ¿Hubo más?
Victoria asintió, avergonzada al revelar a Marcos su debilidad.
V: Estuve ciega a sus engaños durante los primeros dos años.  Cuando descubrí su infidelidad, me enfermé físicamente.  Sin embargo, permanecí con él, confiando en sus promesas de cambio.  Yo deseaba tanto creer en él, confiar en él, que acepté todo lo que me decía, por increíble que pareciera.  El problema era que cuanto más lo perdonaba, más bajo caía mi autoestima.  Llegué a convencerme de que todo era mi culpa.  Pensaba que me faltaba algo que él se veía obligado a buscar en las otras.
M: Ahora sabes que eso no es verdad, ¿no es cierto?
La voz de Marcos era tan gentil, tan tierna, que Victoria tuvo que reprimir una oleada de emoción.
V: Pensé que Antonio iba a cambiar, como siempre me prometía (prosiguió ella en tono apacible).  Creo que esa fue una de las razones por las que aguanté tanto tiempo. Además, creo.  Pero él nunca cambió.  Una tarde, sin saber qué lo provocó con exactitud, decidí de repente que ya no podía seguir viviendo con él.  Hice mi equipaje y el de Cristina y nos fuimos.  Nunca regresé con él, nunca quise regresar.  Mi amor por él había muerto.
Marcos tomó la mano de Victoria, pasó un momento antes que él hablara y, cuando lo hizo, su voz estaba tensa por el dolor recordado.
M: Yo pensaba que Carmen era la mujer más dulce y gentil en este mundo.  Por absurdo que parezca, creo que me enamoré de ella incluso antes de conocer su nombre.  Era porrista del colegio y una de las chicas más populares entre los estudiantes, y yo me sentía como un don nadie.  Por casualidad, nos conocimos varios años después de la graduación, cuando yo apenas comenzaba a progresar.  Me había comprado un pequeño negocio junto con mi padre lo administrábamos.  Y yo trabajaba noche y día para echar a andar el negocio.
Marcos hizo una pausa, y añadió con voz nostálgica:
M: Mi posición era en cierto sentido envidiable.  Un chico de provincia que progresa... boberas por el estilo.  Ella fue la chica más popular del colegio y salir con ella era satisfacer una fantasía.  Carmen acababa de terminar con un tipo con quien había estado relacionada durante dos años y supongo que tenía que probarse algo a sí misma (apartó la mirada).  Las cosas se salieron de control y dos meses después Carmen me anunció que estaba embarazada.  Para serte sincero, yo estaba feliz con la noticia, muy feliz.  No vacilé un minuto en decidirme a que nos casáramos. Entonces yo estaba demasiado enamorado para ver con claridad.  Ocho meses después de la boda nació Nicole...
Vaciló, como ordenando sus recuerdos.
M: Creo que no todas las mujeres tienen instinto maternal. Era el caso de Carmen.  Ni siquiera quería tomar en brazos a Nicole, no quería tener nada que ver con ella.  Cuando yo regresaba a casa por las noches, descubría que había descuidado a la niña la mayor parte del día.  Pero yo la disculpaba; los inexplicables moretones en el bebé, la expresión de miedo que veía en los ojos de mi hija cada vez que su madre estaba cerca.  Comencé a dejar a Nicole con mis padres, para asegurarme de que estaba bien cuidada.
Victoria se mordió la comisura del labio al ver el dolor retratado en el rostro de Marcos.
M: Para ser justo con Carmen, debo confesar que yo no era el mejor de los esposos en esos primeros meses.  No tenía tiempo para serlo.  Cuando nos volvimos a encontrar, yo me sentía como el gran triunfador.  Luego las cosas comenzaron a marchar mal en el negocio y casi perdí hasta la camisa.
M: Después (continuó con lentitud), supe que mientras yo me afanaba por salvar la compañía, Carmen estaba saliendo con su antiguo novio, Leo.
V: Oh, Marcos.
M: Nicole es mi hija, de eso no hay duda.  Pero Carmen nunca quiso hijos en realidad y se sentía atrapada en nuestro matrimonio.  Nos separamos cuando Nicole apenas había cumplido su primer año.
V: ¿Como fue que falleció?
M: Como te dije luego de separarnos, yo me quede con la custodia de Nicole y ella se fue a vivir con Leo.  Y varios días después un oficial de policía me comunicó del accidente que cegó la vida de ambos.  Nicole no recuerda nada de su relación con su madre, gracias a Dios, y parece tener una imagen idealizada de su madre.  Tiene la foto de Carmen en su cuarto y en ocasiones la encuentro mirándola con nostalgia (hizo una pausa y consultó su reloj).  ¿A qué hora se supone que debemos recoger a las chicas?
V: A las ocho.
M: Ya son las ocho y cinco.
V: Cielos (Victoria se echó el bolso al hombro mientras se deslizaban fuera del compartimento y se apresuraba hacia la caja.  Marcos insistió en pagarle el café y ella no quiso perder tiempo discutiendo).
Caminaron con rapidez hacia sus autos.
M: Victoria (dijo él, mientras Victoria sacaba la llave de su bolso).  Esperaré un par de minutos para no llegar al mismo tiempo.
Victoria le dirigió una sonrisa agradecida.
V: Bien pensado.
M: Victoria.
Ella alzó la mirada interrogante mientras él se le acercaba.
M: No intérpretes mal esto (dijo Marcos con suavidad. La estrechó en un abrazo gentil).  Lamento lo que Antonio te hizo.  Ese hombre es un tonto (la besó con ternura en la frente y luego se volvió de improviso y se alejó de ella).
Victoria tardó un minuto en serenarse lo suficiente para entrar a su auto y ponerlo en marcha.

Capítulo 8
C: ¡MAMI! (gritó Cristina).  Te hablan por teléfono.
V: ¿Quién es, tesoro? , sin duda, alguien interesado en limpiar las alfombras o vender un lote en el cementerio.
C: No sé (respondió Cristina, deteniéndose el auricular sobre el hombro.  Bajó su voz casi en un susurro).  Pero sea quien sea, parece bastante raro.
V: Hola —contestó Victoria.  (Cristina iba a su cuarto).
M: ¿Puedes hablar? (la ronca voz masculina era sin duda la de Marcos).
V: Sí (Victoria miró hacia la habitación de Cristina para estar segura de que su hija no podía escuchar).
M: ¿Podemos vernos mañana para almorzar juntos?
V: ¿A qué hora?
M: Al mediodía en Sea Galley
V: ¿Sincronizamos nuestros relojes? (bromeó Victoria).

Había pasado una semana desde la última vez que habló con Marcos.  Mientras tanto, Cristina no había vuelto a hablar de unir a las dos familias.  Eso en sí era sospechoso, pero Victoria había tenido demasiado trabajo en la empresa como para pensar en ello.
M: No te hagas la graciosa, Victoria. Necesito tu ayuda.
V: Invítame a almorzar y soy toda tuya (Victoria se alegró de que Marcos no hiciera algún comentario sobre sus incautas palabras).
M: Entonces, nos vemos mañana.
V: Bien.
Una sonrisa osciló en las comisuras de los labios de Victoria al colgar el auricular.  Su mano permaneció allí por un momento mientras una inesperada oleada de dicha la inundaba.
C: ¿Quién era, mami? (preguntó Cristina, asomando la cara por el borde de la puerta.
V: Una... amiga; me invitó a... a almorzar con ella mañana.
C: Oh (la cara de Cristina era un estudio en escepticismo).  Por un minuto me pareció que era el señor Guerrero fingiendo voz de mujer.
V: ¿El señor Guerrero? Nada que ver, hija (dijo Victoria con una risilla forzada, luego cambió de tema).  Cristina, son las nueve y media.  Acuéstate ya.
C: Está bien, mami. Buenas noches.
V: Buenas noches, mi reina.
C: Que disfrutes tu almuerzo de mañana.
V: Gracias.
Victoria no se había apartado del teléfono, cuando sonó por segunda vez.  Con un sobresalto culpable, tendió la mano hacia el aparato.
V: Hola (contestó con voz vacilante, medio esperando que fuera Marcos otra vez). 
Pero fue la clara y firme voz de su madre la que le llegó a través de la línea.
E: Victoria, espero que no sea demasiado tarde para llamarte.
V: Por supuesto que no, mamá. ¿Todo en orden?    
La madre ignoró la pregunta y preguntó a su vez:   
E: ¿Cuál es el nombre de ese joven con quien sales?      
V: ¡Mamá! (dijo Victoria coa un suspiro exasperado).  No estoy saliendo con nadie.  Ya te lo dije.
E: Marcos Guerrero, ¿verdad?
V: Fuimos a cenar una vez con nuestras hijas y hasta allí llega nuestra relación. 
E: Pero, querida, tengo la impresión de que es un joven muy agradable.
Supongo que es el mismo Marcos Guerrero que es socio mayoritario de Deportes Extremos, ¿verdad?  Vi su nombre en el periódico esta mañana y lo reconocí enseguida. Mi amor, tu padre y yo estamos muy contentos de que estés saliendo con un hombre y le des una oportunidad al amor pero sobre todo en darle esa figura paterna a nuestra Cristy.
V: ¡Mamá, por favor! (exclamó Victoria).  Marcos y yo sólo somos amigos. ¿Cuántas veces debo decirte que no hay nada más?  Cristina y su hija, Nicole, son amigas inseparables.  Te juro que no hay...
E: Victoria (la interrumpió su madre).  La primera vez que pronunciaste su nombre, noté algo en tu voz que le había faltado por mucho tiempo.  Podrás engañarte a ti misma, pero no a mí.  Te gusta ese tal Marcos (la voz de la mujer se suavizó).
V: Mamá, nada sucedería aunque él me atrajera, aunque no es así (bien, esto último no era verdad, pero el resto sí lo era).
E: ¿Y por qué no?
V: porque al igual que yo, la idea del matrimonio no está en nuestros planes.
E: Tonterías (bufó su madre).
Victoria supo que más valía no liarse en una batalla verbal con su empecinada madre.  Pero Elenita continuó..
E: Victoria, mi amor, has venido ocultándote tras un muro de frialdad e indiferencia durante todos estos años.  No dejes que lo sucedido entre Antonio y tú arruine tu vida. Marcos Guerrero te gusta y no puedes negarlo.
V: Mamá...
E: Mereces ser feliz, hija.  No lo olvides.

Al mediodía del día siguiente, Victoria dejó su auto en el estacionamiento del Sea Galley.  Marcos ya estaba allí, esperándola a la entrada.
V: Hola (saludó ella con una amigable sonrisa, cuando él se le acercó).
M: ¿Qué? ¿Esta vez no hay disfraz?
Victoria rió, un poco avergonzada.
V: Cristina no conoce a nadie que venga a comer aquí.
M: Me alegro.
La sonrisa de Marcos era tan cálida que habría derretido un iceberg.
M: Me alegra verte (agregó él, tomándola del brazo para escoltarla adentro del restaurante).
V: Lo mismo digo (aunque no lo había visto durante una semana, Marcos nunca se apartó de sus pensamientos).  
Nicole se había quedado con ella y Cristina cuando él viajó a New York para quedarse allá dos días a mediados de la semana anterior, ni siquiera le preguntó cómo había estado su viaje cuando él regresó a recoger a Nicole.  Su conversación fue breve e insubstancial, pero el alivio de que Marcos hubiera llegado con bien, la mantuvo despierta por horas.  Después estuvo furiosa consigo misma por preocuparse tanto.

La camarera del Sea Galley los acomodó de inmediato y les entregó los menús.  Victoria ordenó café y ensalada de camarones.  Marcos pidió lo mismo.
M: La semana próxima es el cumpleaños de Nicole (anunció él, escudriñándola con la mirada).  Hoy entregará en la escuela las invitaciones a la fiesta.
Victoria sonrió y asintió.  Pero los ojos de Marcos retuvieron los de ella y algo indescifrable tembló en ellos.
M: En un momento de debilidad le dije que podía hacer una fiesta en pijamas.
V: Sí, recuerdo que Nicole mencionó algo sobre esa fiesta (dijo Victoria).  Es obvio que eres más valiente que yo.
Marcos cambió varias veces de lugar los cubiertos sobre su plato, estaba nervioso.
M: Sé que convenimos en no hacer cosas juntos.  Pero necesito consejo... de una amiga.
V: ¿Qué puedo hacer?
M: Victoria, no tengo la menor idea de cómo entretener a un batallón de adolescentes de 12 años.  La sola idea de tener un montón de muchachitas escandalosas en mi casa me provoca verdadero terror.
V: ¿Cómo quieres que te ayude?
M: ¿Serías capaz...? (la miró esperanzado; luego sacudió la cabeza, arrepentido de lo que iba a decir).  No, no puedo pedirte eso.  Además, no queremos dar a nuestras hijas ideas equivocadas respecto a nosotros.  Lo que necesito en realidad son algunas ideas sobre cómo mantener ocupadas a esas jovencitas. ¿Qué hacen los otros padres?
V: Ja, Otros padres no se meten en esos líos.
Marcos se apartó un mechón de cabello de la frente y frunció el ceño.
M: Temía que me dijeras eso.
V: ¿A qué hora se supone que llegarán las invitadas?
M: A las seis.
V: Marcos, eso es demasiado temprano.
M: Lo sé, pero Nicole insistió en que sirviera mis tacos a la Marcos, y se le ocurrió la loca idea de que las jovencitas se metieran a la cocina para mirarme prepararlos.
Victoria frunció el entrecejo.
V: Eso no es una buena idea.  Terminarás con diez pares de manos tratando de ayudarte y el resultado será el caos absoluto.
M: Eso pensé yo.  ¡Cielos, Victoria! ¿Cómo me fui a meter en este embrollo?
V: Ordena pizza (sugirió ella).  A todo el mundo le gusta.
M: Pizza.  Está bien. ¿Y qué me dices de los juegos?
V: Películas (sugirió Victoria).  Muchas películas.  Puedes llamar temprano y reservar un par de nuevos estrenos y agregar alguna antigua favorita de ellas; algo cómico y musical con muchos chicos y chicas y ese tipo de cosas.
Los ojos de Marcos se iluminaron.
M: Buena idea.
V: Y si realmente te sientes osado, puedes llevarlas a patinar sobre ruedas.
M: ¿Patinar? ¿Crees que les gustaría?
V: Les encantará, en especial si se corre la voz de que estarán en la pista el viernes por la noche.  Así varios chicos se las arreglarán para estar allí también.
Marcos asintió y esbozó una sonrisa.
M: ¿Y crees que eso mantendrá a todos contentos?
V: Estoy segura.  Primero hay que cansarlas, mucha acción física, luego les pones una película en la sala, con las luces bajas, y te garantizo que antes de la medianoche todas estarán profundamente dormidas.
Sus ensaladas llegaron y Marcos hundió su tenedor en un gordo y rosado camarón; luego hizo una pausa.
M: Ahora, ¿qué fue eso que me dijiste anoche respecto a enviarte a almorzar y luego serías mía?
V: Fue un lapsus mental (murmuró Victoria, bajando la mirada a su ensalada, un poco avergonzada de sus palabras el día anterior).
M: Eso temía.
Ambos rieron y Victoria se sintió a gusto.  Nunca había tenido una relación así con ningún hombre.  No estaba en guardia como casi siempre, temerosa de que su acompañante tratara de llevar las cosas muy lejos demasiado pronto.  Marcos era su amigo y saber que aún había hombres como él, renovaba la fe de Victoria en el sexo opuesto.  La amistad con Marcos la tranquilizaba, le daba seguridad; pero la innegable atracción que él ejercía en ella, aún la asustaba.
M: De verdad aprecio tus sugerencias, (expresó él y después los dos se concentraron en comer sus alimentos un rato).  He estado con esta especie de susto los últimos tres días.  Quizá no fue muy inteligente de mi parte llamarte a tu casa, pero estaba desesperado.
V: Todo saldrá bien, pero recuerda: es importante no soltar demasiado las riendas.
M: De acuerdo.
Marcos se llevó otro camarón a la boca y luego agregó:
M: No sabes cuánto te agradezco esto.
Victoria sonrió.
V: Para eso son los amigos. bien, pero recuerda: es importante no soltar demasiado las riendas.
M: De acuerdo.
Marcos se llevó otro camarón a la boca y luego agregó:
M: No sabes cuánto te agradezco esto.
Victoria sonrió.

V: Para eso son los amigos.

Capítulo 9

Cumpleaños de Nicole…
C: MAMI, apresúrate o llegaremos tarde (Cristina recorría el pasillo afuera del cuarto de su madre mientras ésta terminaba de arreglarse).
V: ¿Ya tienes el regalo de Nicole?
C: Oh (Cristina corrió a su habitación y regresó con una caja oblonga alegremente envuelta).  Había comprado el regalo la noche anterior, un popular juego de salón.
C: Creo que el señor Guerrero es muy lindo al dejar que Nicole haga una fiesta en pijamas, ¿verdad?
V: Yo mejor diría que es valiente. ¿Cuántas chicas irán?
C: Quince.
V: ¡Quince!
C: Nicole invitó a veinte, pero cinco no podrán ir.
Cuando llegaron a la casa de Marcos, el área de estacionamiento parecía el escenario de un concierto de rock.  Habían suficientes padres dejando a sus chicas como para causar una pequeña congestión de tráfico.
V: Buscaré un lugar donde estacionarme (indicó Victoria).
C: ¿Para qué? (quiso saber Cristina, su voz era más aguda y emocionada que de costumbre).  No necesitas entrar, si no quieres.
V: Creo que el padre de Nicole va a necesitar quién le ayude.
C: Estoy segura de que no, mami.  El señor Guerrero es muy organizado.

La reacción de Cristina sorprendió a Victoria.  Habría esperado que su hija aprobara la idea de que ella y Marcos estuvieran juntos.  Por fin encontró un lugar para estacionar el auto y cruzaron la calle.  Cristina estaba sumida en reflexiones.
C: En realidad, mami, creo que será buena idea si ayudas al señor Guerrero (manifestó la niña luego de una larga pausa).  Creo que te lo agradecería.  
Victoria ya no estaba tan segura.
V: Tengo la sensación de que voy a arrepentirme algún día de esto.
C: No te arrepentirás (le aseguró Cristina con emoción).
Marcos estaba a la puerta de su apartamento, con expresión ya atribulada cuando Victoria llegó.  La sorpresa y el beneplácito brillaron en sus ojos al verla.
V: Vine a ayudarte (anunció ella, quitándose la chaqueta y arreglándose su suéter).  Esta situación es algo más de lo que un solo adulto puede manejar.
M: Dios te bendiga (dijo Marcos, rebosante de agradecimiento).
V: Créeme, Marcos, no haría esto por cualquiera
Victoria miró a su alrededor el caos que dominaba el enorme apartamento.  Las jovencitas ya habían formado pequeños grupos y discutían a gritos sobre temas de importancia trascendental para su edad.
V: ¿Ya trajeron la pizza? (preguntó Victoria, alzando la voz por encima de los gritos, risas y música de rock).  Marcos asintió.
M: Está en la cocina.  Ordené ocho grandes. ¿Crees que será suficiente? (Victoria hizo una mueca irónica y sacudió la cabeza).
V: Vas a comer restos de pizza durante las próximas dos semanas, sospecho.  
Pero las chicas la desmintieron.  Victoria nunca había visto un grupo más hambriento y con buen apetito.  Al final sólo quedaron uno o dos trozos de las ocho pizzas, las demás desaparecieron completamente.
V: Es hora de una película (decidió Victoria y, mientras las jovencitas votaban sobre cuál verían primero).

Marcos comenzó a echar a un cubo de basura los platos y vasos de cartón usados.  Cuando terminara la película, calculó Victoria, sería el momento de ir a patinar.
La paz reinó en cuanto Tom Cruise apareció en la pantalla, y Victoria fue a reunirse con Marcos en la cocina.
El estaba sentado a la mesa, frotándose la frente con una mano.
M: Siento venir un dolor de cabeza.
V: Es demasiado tarde para uno (repuso Victoria con una suave sonrisa).  En realidad creo que todo está saliendo muy bien.  Todas parecen estarse divirtiendo mucho y Nicole es una magnífica anfitriona.
M:¿De veras? (inquirió Marcos sin mucha convicción).
V: Estoy segura.
Marcos sonrió y pareció más tranquilo.
M: Creo que me vendría bien una taza de café, ¿y a ti?
V: También
Marcos sirvió café en dos tazas y las llevó a la mesa.  Victoria se sentó enfrente de él. Suspirando, se reclinó en su silla y tomó entre las dos manos la taza.
M: Lo de la pizza fue una buena idea (comentó Marcos, tomando un trozo y pasando la bandeja de cartón en dirección de su acompañante).
Victoria tomó un trozo y se lo llevó a la boca.
M: ¿Qué te llevó a renunciar a tu noche libre y venir a ayudarme? (Preguntó Marcos, mirándola con atención).  Cristina le dijo a Nicole que tenías una cita esta noche.  Eras la última persona que yo esperaba ver.
Victoria no estaba segura de cuál era la razón por la que cambió de idea y decidió ir en su ayuda.
V: Creo que si la situación hubiera sido al revés, tú me habrías prestado ayuda (le dijo, más interesada en saborear su pizza que en la conversación por el momento).
Marcos miró su trozo de pizza con ceño arrugado.
M: No entendiste lo que te quise preguntar en realidad.
V: ¿Sí?
M: Quise averiguar de manera sutil si tenías una cita esta noche.
Victoria encontró raro el comentario.
V: Es obvio que no la tenía.
M: No es obvio para mí.  No creo que cuentes con muchas noches libres de responsabilidad.  Pensé que habrías querido aprovechar esta oportunidad para salir con alguien especial; soltarte un poco el pelo, como se suele decir (su rostro se ensombreció más).
V: Estoy demasiado vieja para soltarme el pelo (repuso ella con una risa).  Por Dios, ya tengo más de treinta años.
M: Entonces, ¿no sales con nadie en especial?
V: Marcos, sabes que no.
M: No sé nada en absoluto.
V: Está bien, ¿qué tramas? (a Victoria no le gustó la mirada que él le estaba dirigiendo. En absoluto).
M: Nicole.
V: ¿Nicole?
M: Ella me dijo el otro día que habías conocido recientemente a alguien.  Un "verdadero príncipe" fue la expresión que usó.  Alguien guapo de buen status social que estaba interesado en ti y al que veías con frecuencia.  Dijo que tú te estabas enamorando de él.
Victoria se inclinó hacia adelante y miró a Marcos con verdadera consternación.  Luego sus ojos lanzaron chispas de furia e indignación.
M: ¡Escucha, no te enfades conmigo!  Sólo estoy repitiendo lo que se supone que Cristina dijo a Nicole.
Victoria tragó casi sin masticar el trozo de pizza que tenía en la boca.
V: Están conspirando otra vez, ¿no te das cuenta? Debí saber que algo planeaban.  Nuestras hijas han estado demasiado tranquilas últimamente.  Cristina y Nicole se han vuelto astutas ahora (dice agitada).
Victoria se levantó y comenzó a recorrer la cocina de un lado a otro.
M: Cálmate, Victoria. Somos más listos que un par de chiquillas, ¿no?
V: Para ti es fácil decirlo.
Victoria se apartó un mechón de la frente y siguió caminando de un lado a otro
V: Bien (se volvió de repente a mirar a Marcos)
V: ¿No vas a decir algo? (para desazón de Victoria, Marcos estaba haciendo esfuerzos evidentes por no soltar la risa).  Esto no es gracioso Marcos. ¡Ojalá tomaras las cosas en serio!
M: Las tomo en serio.
Victoria bufó.
V: ¡No es cierto!
M: Somos adultos, Victoria.  No vamos a permitir que dos niñas dicten nuestras acciones.
V: ¿Estás seguro? (Ella puso las manos en jarras y lo miró con firmeza).  Me alegra saber que eres una torre de firmeza, pero apuesto mi salario de una semana a que no fue idea tuya lo de esta fiesta en pijamas.  Estoy segura de que rechazaste la idea la primera vez que Nicole te lo planteó, pero luego de que la niña insistiera una y otra vez terminaste por acceder.  Si tu hija se parece algo a la mía, entonces debió valerse de todos los trucos posibles para convencerte.
Marcos palideció.
V: ¿Me equivoco?
El se alzó de hombros.
M: No.
Victoria volvió a sentarse a la mesa, apartó la pizza y exhaló.
V: Si Cristina y Nicole están tramando algo, tenemos que planear nosotros algo antes que nos saquen de nuestras casillas.  No podemos permitir que nos manipulen así.
M: Creo que tienes razón.
Ella lo miró esperanzada.
V: ¿Alguna sugerencia?
Marcos se alzó de hombros y negó con la cabeza.
M: Ninguna. ¿Y tú, tienes alguna?
V: Comunicación es la clave.
M: Bien.
V: Tenemos que mantenernos comunicados mutuamente e informarnos de lo que tramen esas dos.  No debemos creer nada que ellas digan hasta que lo verifiquemos entre nosotros.
M: Pero tenemos otros problemas (murmuró Marcos sin atreverse a mirarla a los ojos).
V: ¿Cuál?
M: Funcionó.
V: ¿Qué funcionó?
M: Lo que me dijo Nicole sobre ese supuesto admirador tuyo rico y guapo.
V: ¿Sí? (Victoria aún no entendía).
M: El objetivo de esa mentira fue provocarme celos... y funcionó.
V: ¿Funcionó? (un aire frio invadió el cuerpo de Victoria y le costó trabajo respirar).
M: Me la pasé pensando en lo mucho que me gustas.  En lo bien que la paso cuando estoy contigo.  Y luego decidí que cuando pasara la fiesta de cumpleaños de Nicole, me iba a arriesgar a invitarte a cenar.
V: Pero ya te dije que no estoy interesada en una relación amorosa.  
M: Lo que más me molestó fue imaginar a otro hombre besándote (continuó Marcos, como si ella no hubiera dicho nada).
De repente hubo un silencio tan absoluto en la cocina que Victoria casi no se atrevió a respirar.  El único sonido era el de la película que veían en la sala.
Victoria trató de ponerse en el lugar de Marcos, preguntándose cómo se habría sentido ella si Cristina le hubiera dicho que él había conocido a una despampanante morena y estaba saliendo con ella.  De inmediato sintió que se le contraían los músculos del estómago.  La sola idea de Marcos besando a otra mujer le provocaba un dolor que no podía describir... ni negar.
M: Besarte aquella noche fue lo peor que pude hacer (confesó Marcos con renuencia).  Sé que no te gusta hablar de ello.  No te culpo...
V: Marcos (le interrumpió Victoria con voz baja y vacilante).  También a mí me habría producido lo mismo.
Marcos la miró con ojos intensos, penetrantes (se la comía con una mirada de emoción).
M: ¿De veras?
Victoria asintió, sintiéndose extrañamente excitada.
V: Eso temo.  Yo también habría sentido celos. ¿Qué vamos a hacer ahora?
Hubo un silencio denso mientras se miraban sin pestañear.
M: Lo primero que debemos hacer es experimentar un poco (sugirió Marcos con voz llana, inexpresiva.  Luego soltó un largo suspiro).  Hace casi tres semanas que salimos con nuestras hijas y hemos tenido tiempo suficiente para dejar que ese beso se agigante en nuestras mentes. ¿No es cierto?
V: Es cierto (coincidió Victoria).  Había tratado de apartar ese beso de su mente, pero ha sido en vano.
M: Me parece que deberíamos besarnos otra vez, en calidad de experimento, para averiguar si realmente fue tan importante.
Victoria no necesitaba volverlo a besar para saber que le gustaría.
M: Una vez que sepamos a qué atenernos en ese sentido sabremos lo que debemos hacer. ¿De acuerdo?
V: Está bien (contestó ella en un impulso, ignorando la vocecilla interior que señalaba peligro).
Marcos se puso de pie y le tendió una mano.
V: ¿Quieres que nos besemos ahora? (preguntó Victoria).
M: ¿Se te ocurre una mejor oportunidad?
Ella sacudió la cabeza.  ¡Cielos, no podía creer que estaba haciendo esto!  Marcos abrió los brazos y ella caminó hacia ellos con toda la gracia de un elefante.  Marcos la abrazó con suavidad, mirándola con ojos muy abiertos y curiosos.  Primero ladeó la cabeza a la derecha y luego cambió de idea de repente y la inclinó a la izquierda.  Los movimientos de Victoria fueron opuestos a los de él, hasta que sintió que eran como dos avestruces que no se ponían de acuerdo.
M: ¿Estás tranquila? (preguntó Marcos con voz ronca).
Victoria asintió.  Deseaba que se apresuraran y lo hicieran antes que alguna de las chicas entrara a la cocina y los sorprendiera.
M: ¿Lista?
Victoria volvió a asentir.  El la miraba con ansiedad, casi como si esperaran una inminente explosión.  Y esa fue exactamente la sensación cuando la boca masculina se posó en la de Victoria, aun cuando el beso fue muy suave, un mero roce.  Se apartaron, estupefactos.  Ninguno habló y luego Marcos la volvió a besar, moviendo la boca sobre los labios entreabiertos de ella con franca avidez.  La mano de Marcos se hundió en los cabellos de ella.  Victoria alzaba los brazos para rodearle el cuello, pegándose a él, absorbiendo su fuerza.  Marcos gruñó con suavidad e intensificó el beso hasta que amenazó consumir a Victoria.  Ella respondió arqueándose contra él, estrechándose con vehemencia.  Un deseo voraz los envolvió mientras se besaban una y otra vez, hasta que quedaron sofocados y estremecidos.
M: Victoria (gruñó él y aspiró con fuerza.  Luego de una pausa para recobrar la serenidad, preguntó).  ¿Qué piensas?
El pecho de Victoria estaba agitado, como si hubiera recorrido mucho y tratara de recobrar el aire.
V: No... no sé (mintió, llamándose cobarde en silencio).
M: Yo sí sé.
V: ¿Sí? (fue un susurro casi inaudible).
M: ¡Cielos, Victoria, sabes a gloria! Estamos en muy serio aprieto. ¿Qué vamos a hacer?

Capítulo 10
LA música pop brotaba de los altoparlantes y vibraba por toda la pista de patinaje.  Un DJ anunciaba las melodías desde una cabina rodeada de vidrio y bromeaba con los patinadores.
V: —No puedo creer que haya dejado que me convencieras (le dice Victoria, sentándose al lado de Marcos para amarrarse los patines alquilados).
M: Me niego a ser el único mayor de treinta años en esa pista (le replica con una amplia sonrisa, sin duda complacido por su talento para la persuasión).  
**Flashback**
Ella se quejó de que tenía años sin patinar, pero Marcos declaró con esa sonrisa suya tan exasperante y seductora
M: Es como andar en bicicleta. Una vez que aprendes, nunca se te olvida.
**Fin Flashback**
Victoria se quejó algo, pero en realidad comenzaba a entusiasmarle la idea.  De chica siempre le gustó patinar sobre ruedas y había algo en Marcos que revivía en ella a la niña. Y a la mujer, también, se dijo, recordando el beso.
Las amigas de Nicole ya estaban patinando con una facilidad que provocó la envidia de Victoria.  Lenta, cautelosamente, se unió al gentío que daba vueltas a la pista.
C: Hola, mami (Cristina pasó frente a ella a la velocidad de la luz).  
Otra centella pasó frente a ella.
N: Hola, señora Fernández (saludó Nicole).
Permaneciendo con cautela cerca de la orilla, al alcance del pasamano, Victoria se concentró en hacer que sus pies funcionaran correctamente.  Pero sus movimientos eran cortos y torpes.  Marcos patinó ante ella, dio un giro y regresó hasta donde estaba Victoria.  Ella alzó la mirada y le ofreció una débil sonrisa.  Debió haber supuesto que Marcos sería tan diestro y seguro de sí con los patines como en todo lo demás... excepto en lo relacionado con fiestas de cumpleaños para jovencitas.  Mirándolo, cualquiera diría que patinaba a diario desde hacía años, aunque él aseguraba que llevaba veinte años sin entrar a una pista de patinaje.  En cambio, Victoria se sentía tan torpe como un bebé al dar sus primeros pasos.
M: ¿Cómo va todo? (preguntó Marcos con una amplia sonrisa).
V: Bien. ¿No te das cuenta? (en ese momento perdió el control de un pie y buscó con desesperación el pasamanos; logró aferrarse al mismo antes de caer al suelo).
Marcos estuvo a su lado al instante.
M: ¿Te lastimaste?
V: No (murmuró ella).
M: Ven; lo que necesitas es una mano fuerte que te guíe.
Victoria bufó.
V: El clásico comentario machista.  Olvídalo, amigo, estaré bien en unos minutos; en cuanto me acostumbre a las ruedas.
M: ¿Estás segura?
V: ¡Marcos, por amor de Dios, al menos déjame conservar intacto mi orgullo!
Pero era difícil mantener intacta cualquier cosa en ese momento, con sus pies resbalando para todos lados mientras trataba de erguirse.
M: Está bien, si es lo que quieres (dijo él, encogiéndose de hombros y deslizándose lejos de ella con exasperante facilidad). 
Quince minutos después, Victoria se sintió bastante segura para unirse al resto del grupo que daba vueltas a la pista.  Sus movimientos parecían un poco menos torpes, menos inseguros, aunque aún no conseguía un control completo.
M: Lo estás haciendo muy bien (comentó Marcos, reduciendo la velocidad para patinar al lado de ella).
V: Gracias (contestó Victoria con voz temblorosa).
M: Tienes un don para esto (se burló Marcos).  Victoria alzó la mirada hacia él y rió de buena gana.
V: ¡De veras! me pregunto si no debería considerar una nueva carrera como camarera en patines para el Palacio Rosa.
La boca de Marcos se curvó con una sonrisa divertida.
M: ¿Te han dicho alguna vez que tienes un extraño sentido del humor?
V: Cristina lo dice por lo menos una vez al día.
Marcos emitió una risilla.
M: No debería reírme.  Nicole me dice lo mismo.
El disc jockey anunció que la siguiente pieza era sólo para parejas.  Victoria lanzó un suspiro de alivio y enfiló hacia la salida más cercana.  Le vendría bien el descanso; los músculos de sus pantorrillas comenzaban a dolerle por el desacostumbrado ejercicio.
Pero antes que ella pudiera apartarse de la pista, Marcos le ofreció la mano.
M: ¿Me concede esta pieza, señorita?
V: No, Marcos, por Dios (protestó ella con remilgo).
M: Lo imaginé.  Oh, bien, veré si puedo convencer a Nicole de que patine con su anciano padre (dijo él con ojos coquetos a los muchachos que estaban al otro lado de la pista).

Una vez que Victoria estuvo a salvo al otro lado de la pista, encontró un lugar donde sentarse a descansar su fatigado esqueleto.  A los pocos minutos Marcos se sentó en un asiento adjunto, con expresión decepcionada.
M: Me ganó Tomás (murmuró).
Marcos parecía tan abatido como Victoria cuando Cristina le dijo que no se quería sentar con ella en el cine.
V: Es terrible cuando insisten en sentirse mayores, ¿verdad? (comentó ella, haciendo un esfuerzo por no reír).
Marcos exhaló un suspiro expresivo y dirigió a Victoria una mirada esperanzada antes de mirar a las parejas que patinaban.
M: ¿No volverías a considerar mi invitación?
El lugar estaba lleno de chicos y chicas, y Victoria sabía que en el momento en que entrara a la pista con Marcos todos los ojos estarían sobre ellos.
Marcos pareció leerle la mente, porque agregó:
M: Vamos, Victoria.  Mi ego ha sufrido un golpe casi fatal.  Fui rechazado por mi propia hija.
Victoria se puso de pie con cierta dificultad.
V: Cuando mi ego sufrió un golpe similar en el cine, lo único que hiciste fue compartir conmigo las rosetas de maíz.
Marcos emitió una risa contagiosa y le tendió la mano.
M: No te quejes.  Esto me dará una excusa para volverte a agarrarte por la cintura (su brazo derecho le rodeó la cintura de Victoria y ella entrelazó los dedos de la mano izquierda con la de él mientras patinaban hacia el centro de la pista. Tuvo que admitir que era muy agradable estar tan cerca de Marcos.
El debía de estar pensando algo muy semejante, porque estaba inusualmente callado al conducirla con suavidad a través de la pista al compás de la romántica melodía.  Habían dado dos vueltas a la pista cuando Marcos cambió de repente de posición, patinando hacia atrás y abrazándola en posición de baile.
V: Marcos (dijo ella con ojos muy abiertos por la sorpresa).  Nuestras hijas comenzarán a pensar cosas...
M: Que piensen en lo que quieran.
Sus manos se cerraron en la base de la espina dorsal de ella, para ceñirla más estrechamente a su cuerpo.  Victoria exhaló un suspiro lento, deleitándose en la sensación del cuerpo de Marcos ceñido de manera tan íntima contra el suyo.
M: Victoria, escucha (susurró él).  He estado pensando...
Ella también, lo cual era difícil cuando estaba cerca de Marcos.
M: ¿De veras sería tan terrible que nos comenzáramos a ver con más frecuencia? Sobre una base informal... no necesita ser nada serio.  Los dos somos adultos maduros.  Ninguno va a dejar que nuestras hijas nos manipulen para hacer algo que no deseemos.  Y en lo que se refiere al pasado, tú no eres Carmen ni yo soy Antonio.
V: Pero nuestras hijas comenzarán a hacerse ilusiones y temo que terminemos por decepcionarlas.
Marcos no estuvo de acuerdo.
M: Creo que el vernos con frecuencia será más beneficioso que perjudicial.
V: ¿Qué quieres decir? (el corazón de Victoria le daba saltos en el pecho ante la sola idea de ver a Marcos con más frecuencia).  Estaba emocionada, excitada... y, sin embargo, vacilante.  Las heridas infligidas por Antonio eran demasiado profundas.
M: Si nos viéramos más a menudo podríamos incluir a nuestras hijas.  Eso satisficiera la necesidad de Nicole de una imagen materna, a la vez que la de Cristina de la figura paterna.
V: Sí, pero...
M: Estar los cuatro juntos dará a nuestras hijas la sensación de pertenecer a una familia completa (agregó Marcos con certeza).
Sus argumentos parecían tan razonables, tan lógicos.  No obstante, Victoria titubeaba.
V: Pero temo que ellas piensen que lo nuestro sea serio.
Marcos la miró a los ojos y los de él le parecieron a Victoria más negros e intensos que nunca.
M: Mi intención es seria.
Victoria apretó la frente contra la clavícula de él y procuró controlar los temblores de su cuerpo.  El pequeño experimento con el beso la había afectado más de lo que quisiera hacerle saber.  Hasta esta noche, ambos habían tratado de disfrazar u ocultar la atracción mutua, pero el beso los delató.
M: No he dejado de pensar en ti desde el momento en que nos conocimos (susurró él y la besó en la sien).  Si estuviéramos en otra parte en este momento, te demostraría lo mucho que me afectas.
Si estuvieran en otro lugar, Victoria se lo habría permitido.  Quería que la besara, necesitaba que lo hiciera, pero estaba más temerosa de su propia reacción ante este hombre de lo que había estado en mucho tiempo respecto a cualquier cosa.
V: Marcos, no sé qué pensar, tengo miedo.
M: Yo también, pero no quiero que el miedo gobierne mi vida (con suavidad le apartó unos rizos de la frente.  La observó con intensidad).  No esperaba volver a sentir así.  Esto me ha tomado por sorpresa y no hay nada que pueda hacer para dejar de sentirlo.

Victoria cerró los ojos y escuchó la batalla que se libraba en su mente.  Deseaba con toda el alma permitir que este sentimiento entre ambos se desarrollara.  Pero la lógica le decía que si accedía a la sugerencia de él, volvería a quedar a merced de sus emociones.  Aún peor, Marcos Guerrero no era cualquier hombre; era rico, afortunado, atractivo, muy atractivo con una sonrisa que iluminaba toda su alma.  
M: Victoria, al menos dime lo que sientes.
V: Pues... no sé (evadió ella el asunto, todavía insegura).
Marcos le apretó la mano y se la colocó contra el pecho.
M: Siente lo que provocas en mí.
El corazón de Victoria a su vez parecía estallarle.
V: Me provocas lo mismo.
La sonrisa de Marcos fue muy suave, muy tierna.
M: Lo sé.
La música cesó y las luces se intensificaron.  Marcos y Victoria se separaron con renuencia, pero él la mantenía a su lado, agarrándola por la cintura.
M: No me has respondido, Victoria.  No voy a lastimarte.  Lo tomaremos con calma al principio, a ver cómo resulta.
Victoria sintió un taco en la garganta.  No sabía qué responder, aunque era evidente que él esperaba que tomara una decisión.
M: Entre nosotros hay algo que vale la pena (continuó él).  Y no quiero echarlo por la borda.  Creo que deberíamos averiguar si esto podría durar.
Victoria sabía que él no la lastimaría de manera intencional, pero la posibilidad de que ella saliera sin daños de una relación con este hombre era remota.
M: ¿Qué piensas? (la apuró Marcos).
V: Quizá deberíamos intentarlo (concedió ella luego de una larga pausa).
Marcos la miró, bañándola con la calidez de su sonrisa.
M: Ninguno de los dos se arrepentirá.
Victoria no era tan optimista.  Apartó la mirada y vio a Nicole y Cristina.
V: Oh.
M: ¿Qué pasa?
V: Acabo de ver que Cristina se acercó a Nicole y le dijo algo al oído.  Luego se abrazaron como dos hermanas que si estuvieran mucho tiempo separadas y se acabaran de encontrar.
M: Si tú puedes afrontarlo, yo podré también (dijo Marcos, apretándole la mano).
La serenidad de Marcos prestó valor a Victoria.

V: Creo que podré afrontarlo.


Capítulo 11

VICTORIA no durmió bien esa noche, ni las dos siguientes.  Marcos había sugerido que cenaran juntos el siguiente fin de semana.  Parecía una eternidad, pero tenía varios asuntos de negocios que requerían su atención.
Victoria deseaba que él no le hubiera concedido tanto tiempo para pensarlo.  Si hubieran podido irse tranquilamente a un cine al día siguiente de la fiesta de cumpleaños, no estaría tan nerviosa.
Cuando llegó al trabajo el lunes por la mañana, su cerebro estaba tan confuso que se sentía como si caminara en medio de la niebla.  Dos veces durante la semana estuvo tentada a llamar a Marcos para decirle que sería mejor seguir como antes.
Sec: Buenos días (murmuró a su secretaria en tono distraído, apenas alzando la mirada de algunos documentos). ¿Qué tal estuvo su fin de semana?
V: Emocionante (respondió Victoria con una sonrisa irónica a Romina).  Fui a patinar con un montón de jovencitas.
Sec: Qué gran aventura (murmuró Romina, haciendo notar su gusto por el deporte del patinaje).
Victoria le pide una taza de café y regresó su vista a los documentos que estaba examinado.  Se sentía tan mal que necesitaba algo que le aclarara la mente.
R: Supongo que no se habrá enterado de lo que está sucediendo en Deportes Extremos, ¿verdad? (preguntó Romina, volviendo a llenar de café su taza).
De no haber dejado su taza sobre el escritorio poco antes, a Victoria se le habría escapado de los dedos.
V: ¿Deportes Extremos? (preguntó con voz turbia).
R: Sí (Romina se sentó frente al escritorio de Victoria).  Hay otra noticia sobre Marcos Guerrero en el periódico de esta mañana.  Hace seis meses compró a John Becky la mayoría de la compañía.  Supongo que sabrá usted quién es John Becky, ¿no?
V: Por... supuesto.
R: Según parece, Guerrero entró a la compañía y le inyectó nueva vida.  Se ocupó personalmente de la administración y ha cambiado por completo el rumbo de la empresa... todo para mejorar.  No he oído de él nada que no sea bueno.  Cada vez que me vuelvo, leo lo grande que es, o escucho a la gente elogiarlo.  Créame, Victoria, Marcos Guerrero es un hombre que sabe muy bien a dónde va.
Victoria no pudo estar más de acuerdo.  Y sabía a dónde iría el sábado por la noche.  La llevaría a cenar.
Sábado en la noche:
C: Ya llegó el señor Guerrero (anunció Cristina, abriendo la puerta de la habitación de Victoria).  ¡Y viene guapísimo!  
Una cita para cenar.  Una simple cita para cenar y Victoria estaba más nerviosa que una adolescente en su primera salida formal con un chico.  Se alisó el vestido rojo con tacones negro y contuvo el aliento hasta que los pulmones le dolieron.
C: Y tú estás preciosa, mami.
V: ¿De veras?
C: De veras.
Victoria se puso un poco más de perfume detrás de las orejas, luego enderezó los hombros y se volvió para afrontar el largo pasillo que conducía a la sala.
V: Bien, estoy lista.
Cristina abrió la puerta del cuarto como si abriera el camino a la realeza.  Cuando Victoria llegó a la sala, le temblaban las manos y su corazón se agitaba como ave aprisionada.  Cristina tenía razón.  Marcos estaba guapísimo en su traje color negro azabache, camisa color blanca y corbata de seda color negro.  El sonrió al verla y se puso de pie, mirándola con abierta admiración.
M: Hola.
V: Hola (sus miradas se encontraron y todo lo demás se desvaneció.  El pulso de Victoria se aceleró).
C: Sally tiene el número telefónico del restaurante y su mamá dijo que podía quedarse hasta tarde (manifestó Cristina, interponiéndose entre los dos adultos y mirando de uno a otro).  Yo no tengo ningún plan, así que ustedes dos pueden sentirse en libertad para quedarse afuera todo el tiempo que quieran.
V: ¿Sally? (Victoria se volvió a mirar a la chica que cuidaría de la niña en su ausencia).
S: Dígame, señora Fernández.
V: Hay ensalada y espagueti en el refrigerador para que cenen y algunas rosetas de maíz para después.
S: Está bien.
V: No llegaré muy tarde.
C: Pero, mami (interrumpió Cristina).  Ya te dije que no hay problema si llegan hasta la madrugada.
V: Regresaremos antes de medianoche (informó Victoria a la niñera, como si no hubiera escuchado a su hija).
S: Está bien (dijo la muchacha y Cristina suspiró expresivamente).  Que se diviertan.

Marcos escoltó a Victoria al coche, que estaba estacionado frente a la casa, y le abrió la puerta.  Hizo una pausa, con una mano sobre el hombro de ella.
M: Me gustaría besarte ahora, pero tenemos público (afirmó, señalando hacia la casa con un movimiento de cabeza).
Victoria aventuró una mirada y descubrió a Cristina parada ante la ventana de la sala, apartando la cortina y mirándolos con avidez.  Sin duda estaba memorizando todo lo que ellos hacían y decían para informar luego a Nicole.
V: No podía creer que Cristina accediera a que Sally viniera (comentó Victoria)  Últimamente es de la opinión de que es bastante grande para cuidarse sola.
M: Nicole dice lo mismo, pero tampoco opuso ninguna objeción respecto a que la cuidara una niñera.
V: Creo que deberíamos contar nuestras bendiciones.
Fueron a un lujoso y exclusivo restaurante en el centro de la ciudad que recién abrió sus puertas con gran aceptación entre sus importantes clientes.
Victoria tenía la boca seca y las manos le sudaban cuando el portero del establecimiento le abrió la puerta del auto y la ayudó a bajar.  
Fueron conducidos a una mesa desde la cual podía verse el río.  El jefe de camareros sostuvo la silla de Victoria mientras ella se sentaba.  Lo primero que ella notó fue la elegancia del lugar y la atención de sus empleados a cada detalle.  Luego que el jefe de camareros se fue, Victoria se inclinó hacia adelante y murmuró a Marcos.
V: Parezco una novata se nota que hace tiempo no tenía una cita… romántica.
M: Oh, deja de preocuparte (le quitó importancia al nerviosismo de Victoria).
V: Bien, pero si te avergüenzo, no me culpes.
Marcos emitió una sonrisa divertida y tomó el menú.
La cena fue todo lo que Victoria pudo haber deseado y más.  La comida era excepcional, pero para ella lo mejor de la velada fue la compañía de Marcos.  Nunca antes se había sentido tan a gusto en compañía de un hombre.  La hacía sonreír, pero también la estimulaba con una charla inteligente.  Hablaron sobre sus hijas y las exigencias de ser padres.  Comentaron las metas profesionales de Victoria y los planes de Marcos para la compañía de cada uno de ellos.  Tocaron diversos temas, pero sin concentrarse en uno solo.
Cuando concluyó la cena, Victoria lamentó que terminara la velada.  Alzó la delicada taza de porcelana, observando su hermoso diseño, y dio un trago al aromático café.  Luego frunció el entrecejo al notar que Marcos la miraba con fijeza.
V: ¿Qué pasa?
M: Nada.
V: ¿Entonces por qué me miras así?
Marcos se relajó, se apoyó contra el respaldo de su silla y sonrió.
Lo siento.  Sólo estaba admirando tu belleza y pensaba en el gusto que me da que nos hayamos conocido.  Nada ha sido igual desde entonces.  Nunca creí que una mujer me pudiera hacer sentir lo que tú, Victoria.
Ella bajó la mirada, sintiendo una repentina timidez... y una tibieza maravillosa.  Su vida también había cambiado.  Volvía a soñar, a sentir, a confiar.  Todo era estupendo... y temible al mismo tiempo.
V: También a mí me da gusto (fue su único comentario).
M: Ya sabes lo que nuestras hijas están pensando, ¿verdad?
Victoria podía imaginarlo.  Sin duda ese par los creería ya comprometidos después de haber cenado juntos.
V: Es probable que esperen que anunciemos nuestros planes de boda mañana temprano (dijo Victoria, tratando de tomarlo a broma).
M: Para serte sincero, encuentro atractivos algunos aspectos de la vida matrimonial.
Victoria sonrió y entrecerró los ojos con suspicacia.
V: Vamos, Marcos, ¿cuánto vino has tomado?
M: Es obvio que demasiado, ahora que lo pienso (respondió él, con una amplia sonrisa, luego se puso serio).  Pero, broma aparte, quiero decirte que disfruto mucho tu compañía.  Cada vez que estoy contigo siento que la vida es hermosa... vuelvo a reír, a disfrutarlo todo.
V: Yo haría reír a cualquiera.  En especial si traigo el pijama bajo un abrigo o si me pongo patines (no sabía a dónde estaba conduciendo la charla, pero el hecho de que Marcos hablara con tanta honestidad sobre la promesa de su relación la enervaba.  Ella sentía lo mismo, pero no tenía el valor de admitirlo).
M: Me alegro de que hayas accedido a que saliéramos juntos.
V: Yo también (repuso Victoria, pero deseó fervientemente que su madre no se enterara de esto, aunque Cristina ya debía de haber llamado a su abuela para contarle la gran noticia.  Bajó la mirada y la clavó en unas migajas que de repente cobraron una especial importancia).  Hasta el momento ha... resultado bien.  El que hayamos salido juntos, quiero decir (había resultado más que bien.  Pero el hecho de que alguien como Marcos Guerrero quisiera salir con ella y disfrutara de su compañía aún la asombraba).

Alzó la mirada hacia él, con el corazón brillando en sus ojos, expresando lo que no se atrevía a decir con palabras.
Marcos cerró los ojos por un instante.
M: Victoria, por amor de Dios, no me mires así.
V: ¿Cómo?
M: Pues... así.  (dice haciéndole miradas intensas que hipnotizaban a Victoria que hace que le salgan las palabras sin pensar).
V: Creo que deberías besarme (declaró ella y en el momento en que las palabras brotaron de su boca apenas pudo creer que las había pronunciado).
M: ¿Qué?
V: No... Nada.
M: ¿Besarte? ¿Ahora? ¿Aquí?
Victoria sacudió la cabeza, forzando una sonrisa.
V: Olvida que dije eso.  Se me escapó. Algunas veces mi lengua se desconecta de mi cerebro. (dice retractándose de lo que recién expresó)
Marcos no apartó la mirada de ella y alzó una mano.  El camarero apareció muy pronto y, sin dejar de mirar a Victoria, Marcos murmuró:
M: La cuenta, por favor.
Camarero: En seguida, señor.
Salieron del restaurante tan pronto que a Victoria le daba vueltas la cabeza.  Una vez que estuvieron sentados en el auto, Marcos hizo una pausa, frunciendo el entrecejo; sus manos apretaban el volante.
V: ¿Qué sucede? (preguntó Victoria con nerviosismo).
M: Fuimos tontos.  Debimos haber compartido la-niñera.
Victoria había pensado lo mismo antes, pero no quiso mencionarlo porque no quería propiciar la conspiración de sus hijas.
M: No puedo llevarte a mi casa porque Nicole nos acosaría a preguntas, y supongo que lo mismo sucedería con Cristina en tu casa.
V: Es cierto (además, Cristina estaría muy decepcionada si ellos se presentaban tan temprano).  Todavía faltaba mucho para la medianoche.
M: ¿Donde se supone que debo besarte, Victoria Fernández?
Oh, cielos, la había tomado en serio.
V: Marcos... fue una broma.
El ignoró el comentario.
M: No conozco un solo mirador en la ciudad.
V: Marcos, por favor (Victoria se sintió sonrojar).
Marcos se inclinó y le rozó la mejilla con los labios.
M: Tengo una idea sobre lo que podemos hacer, pero no te rías.
V: ¿Una idea? ¿Cuál?
M: Pronto lo verás.
Marcos enfiló el coche hacia la calle y cruzó rápidamente la ciudad en dirección a la autopista, y no salió de ella sino hasta llegar al barrio.
V: Marcos... (Murmuró Victoria, mirando las poco familiares calles).  ¿Qué hay aquí? (casi tan pronto como ella formulara la pregunta, apareció en la distancia una pantalla enorme).  ¿Un auto cinema?
M: ¿Tienes alguna mejor idea?
V: No (sonrió Victoria, sin poderlo evitar.  ¡La estaba llevando a un auto cinema para poderla besar!
M: No te puedo garantizar la calidad de la película.  Es fin de semana de estreno y, si recuerdo bien la publicidad, se trata de una de esas cintas de moda con grandes cantidades de sangre y horror.
V: Siempre que no sea Masacre Juvenil.  Cristina nunca me perdonaría que la haya visto sin ella.
M: En honor a la verdad, no creo que vayamos a ver mucho de la película (Marcos le dirigió una mirada de exagerada picardía, alzando las cejas sugestivamente).
Victoria adoptó un aire de cómico pudor.
V: No creo que mi madre aprobaría que vaya a un auto cinema en mi primera cita con un chico.
M: Y con justa razón, especialmente si supiera lo que tengo en mente.
Aunque el clima había sido benévolo y el cielo estaba claro y sin nubes, sólo había unos cuantos autos en el amplio lote.
Marcos se estacionó lo más lejos posible de los demás.  Conectó el magnavoz, pero con el volumen muy bajo.  Cuando terminó de hacerlo pasó un brazo alrededor de los hombros de Victoria y la estrechó contra sí.
M: Ven acá, mujer.
Victoria apoyó la cabeza en el hombro masculino y fingió interés en los personajes de la caricatura que se estaba proyectando en la pantalla.  Sentía en el estómago mariposas de nerviosa expectación.
M: ¿Victoria? (la voz de Marcos era baja y seductora).
Ella ladeó la cabeza para mirarlo y los ojos de él la recorrieron con lentitud el rostro.  Quemándola con toda su intensidad.  La franqueza de su deseo le robó a ella el aliento.  El corazón le latía con violencia, aunque él todavía ni siquiera la besaba.  Una mirada de deseo de Marcos y ya se derretía a sus pies.
Su primer impulso fue decir alguna broma.  Eso la había salvado en el pasado, pero antes que pudiera decir o hacer algo, la boca de Marcos descendió sobre la de ella, incitándola con suaves mordiscos, despertando en ella un eléctrico cosquilleo que la recorrió de pies a cabeza.  De manera instintiva, los dedos de Victoria subieron hasta el pecho masculino y luego alrededor de la nuca.  Marcos le provocaba un deseo tan abrumador.  Victoria pensó que se ahogaría en las sensaciones que la inundaban.  Hacía muchos años que no sentía unas ansias como esta y su intensidad la hizo temblar.  Marcos había despertado la parte femenina que había permanecido latente por tanto tiempo.  Y de repente todo ese tiempo sin amor se desataba en ella como una vorágine.  Años de resentimiento, de decepción, de duda le constriñeron tanto el pecho que apenas podía respirar.  Un sollozo estremecido brotó de su garganta y su sonido los apartó.  Lágrimas que ella no podía explicar asomaban a sus ojos y corrían incontenibles por sus mejillas.
M: Victoria, ¿qué pasa?
Ella trató de apartarse, pero Marcos no la dejó.  Le hizo a un lado el pelo del rostro y alzó la cara para mirarla a los ojos.
M: Estás llorando (dijo él en tono consternado).  Dios santo, ¿qué te hice?
Ella sacudió la cabeza con vehemencia, sin poder encontrar la voz para explicarse.
M: Victoria, dime, por favor. ¿Qué sucede? ¿Te hice daño?
V: Sólo... sólo abrázame (susurró ella).
El la abrazó, besándole la cabeza cuando ella se refugió en el firme y cálido remanso del pecho masculino de Marcos.  Pero las lágrimas seguían fluyendo, por más que trataba de contenerlas.
V: No puedo creer que estoy haciendo esto (murmuró ella con voz entrecortada por los sollozos).  Oh, Marcos, me siento tan ridícula.
M: No.  Llora, Victoria.  Entiendo.
V: ¿De verdad? Bien, me alegro; así me lo podrás explicar.
Ella pudo sentir la sonrisa de Marcos mientras la besaba en un párpado.  Victoria gimió un poco cuando él bajó la boca hacia su mejilla, luego a su mentón y, cuando ya no pudo soportarlo más, Victoria volvió su cara, para buscarle la boca.  Marcos no la decepcionó, besándola con suavidad una y otra vez hasta que ella estuvo convencida de que su corazón cesaría de latir si alguna vez él dejaba de abrazar y besar.
M: Dios santo, Victoria (susurró él después de un rato, apartándose de ella y apoyándose contra el respaldo del asiento del auto, con los ojos cerrados. Su rostro era un cuadro de deseo pugnando por reprimirse. Aspiró varias veces).
Las mejillas de Victoria estaban encendidas de confusión y deseo.
M: Victoria, escucha...
V: No, déjame hablar primero (lo interrumpió ella; luego vaciló.  Ahora que tenía su atención, no sabía qué decir).  Lo siento, Marcos.  Lo lamento de veras.  No sé lo que me pasó, pero tú no fuiste el causante de mis lágrimas.  Bien, lo fuiste, pero no de la manera que piensas.
M: Victoria, por favor (dice Marcos tomándole el rostro entre sus manos).  No te avergüences por tus lágrimas.  Créeme cuando te digo que siento lo mismo que tú, sólo que se manifiesta de distinta manera.
Victoria lo miró con fijeza, sin saber si comprendía a ciencia cierta.
M: Ha sido tan larga la espera tanto para ti como para mí (prosiguió Marcos).  Me siento como si volviera a ser un adolescente.  Y no por haber venido al auto cinema.
Los labios de Victoria temblaron por el esfuerzo por sonreír.  Marcos apoyó la frente contra la de ella.
M: Tenemos que tomar esto con mucha, mucha calma.  
Victoria lo miró sin saber qué decir.
M: Tengo una fiesta de la compañía dentro de dos semanas (continuó él).  Quiero que me acompañes.  ¿Lo harás?  Victoria asintió.  Marcos la estrechó y ella acomodó la cabeza contra su pecho.  Él le acarició el hombro y la besó la frente hasta llegar a sus labios.
M: Estás muy silenciosa (dijo él unos minutos después).  ¿En qué piensas?
Victoria suspiró y se acurrucó contra él.
V: Se me ocurrió que por primera vez en mi vida me encontré un verdadero príncipe.  Hasta ahora sólo había conocido sapos.
Finaliza la película aunque como predijo Marcos no prestaron nada de atención, solo se dedicaron a mimarse, quererse y besarse.
M: La próxima vez contrataremos una niñera para nuestras hijas y esta vez sin horario de llegada...


Capítulo 12

De regreso del autocinema estacionados frente a la casa de Victoria.
M: Llegamos, supongo que hasta aquí nos trajo el final de la noche.  Aunque ¿te confieso algo?
V: ¿Qué?
M: No quisiera que esta noche no se acabe nunca, NUNCA.
Marcos se baja del auto, rodea el mismo para abrirle la puerta a Victoria.
V: No sé, ya Cristina debe estar durmiendo, y a mí me gustaría que me acompañaras a tomarme una taza de café.
M: Victoria algo más que café quiero de ti.  (Se acerca a y la besa tiernamente).
Ambos se dirigen hacia la casa y entran a la misma.  Mientras Victoria le paga y despide a la niñera de Cristina, Marcos llama a su niñera y le pide que pernocte en su casa hasta que llegue.  Marcos es quién toma la iniciativa.
M: Ayy, Victoria, no sabes lo que esperé, no sabes…(Victoria lo interrumpe)
V: Marcos, hace tiempo que yo no...
M: Tranquilita, cierra los ojos, solo déjate llevar.  No sabe lo que yo soñé con tenerte así, sentirte contra mi cuerpo.  Ay Victoria, que piel tiene, ahhh, que olor, su perfume, su piel, su cara, me encantas toda, me vuelve loco, loquito…

Marcos comenzó a besar a Victoria toda su cara, la besaba desde la frente, mejillas, quijadas, hasta llegar a su cuello, terminando en los labios de Victoria.  Besándola como si con ello se le fuera la vida, transmitiéndole todo la pasión que le tenía guardado.  Victoria se da cuenta que se encontraban en la sala de su casa y en cualquier momento, su hija Cristina se podía levantar.

V: Marcos, pará, pará, no podemos acá, puede aparecer Cris… (Marcos no la deja seguir, la besa y la toma y agarra como recién casados sin separarse y la lleva a su habitación).

Marcos cerrando la puerta a sus espalda, ya en su habitación, ambos ya habían tomado la decisión, ya no había marcha atrás.  Marcos lentamente iba despojando a Victoria de sus ropas, ya Victoria que también compartía esa misma pasión que ambos en un momento dado no querían aceptar por tercos, comienza de igual manera a quitarle la ropa a Marcos. 
M: Victoria, sabe a dónde la voy a llevar (le pregunta hiperventilado)
V: ¿A dónde?
M: Al fin del Mundo…(Hiperventilado) ¿Quiere que la lleve?
V: Si lléveme, Marcos
M: Pídamelo, Victoria.
V: Lléveme, lléveme al Fin del Mundo, Marcos

Fue una orden tácita, la que Victoria le expresó a Marcos.  El aturdido cerebro de Marcos empezó a percibir algunas cosas.  Victoria olía a melocotones y sus labios de forma perfecta estaban ligeramente entreabiertos como suplicando otro beso.  Pero eso no fue lo único que percibió.  Su cuerpo era tierno como sólo un cuerpo de mujer puede serlo y sus exuberantes curvas apretadas contra su cuerpo hicieron que cierta parte de su anatomía respondiera de forma muy masculina.
Marcos dibujó la boca de ella con su lengua para a continuación fundirse en ella en un profundo beso que provocó en Victoria agudas punzadas de placer por todo su cuerpo.  Por un momento pensó que iba a derretirse.  Era como si sus rodillas se hubieran vuelto de goma y en lugar de sangre, corriera por sus venas miel caliente.
Marcos enredó sus dedos en el cabello de Victoria para mantenerla así cautiva mientras acariciaba con la lengua sus zonas más recónditas.  Victoria también podía saborear su pasión.  Su pulso se aceleró y se le disparó la temperatura.  Por su parte Marcos le estaba demostrando que sentía lo que decía de tal forma que ya no le quedaba la menor duda de que él la encontraba atractiva y estaba completamente enamorado de ella.
Lentamente, Marcos fue relajando la presión de su boca sobre la de ella hasta interrumpir el beso.
M: Te deseo tanto que no puedo pensar con claridad.
Sus labios se movían rápidamente por las mejillas y los párpados de Victoria.
M: Te voy a demostrar cuánto te deseo.  Quiero sentir cada milímetro de tu cuerpo contra el mío.

Victoria no supo qué decir y se dejó llevar de la mano de Marcos hasta la cama.  Las provocativas palabras de Marcos, su prometedora sonrisa en sus labios firmes y masculinos y la pasión de sus ojos oscuros hacían innecesarias las palabras.
Marcos se echó primero para luego atraerla hacia él y comenzar el inicio hacia el Fin del Mundo.  Victoria sentía su corazón golpeándole las costillas, se volvió para mirarlo conteniendo el aliento.  Él se giró hasta la mesita de noche, encendió la lámpara, y volvió junto a ella y le dice.
M: Quiero verte toda…
Marcos comenzó acariciando el cuerpo de Victoria sin dejar de besar aquella piel hipersensible.  La tensión que albergaba Victoria parecía estar transformándose por momentos en algo diferente.  De repente tenía mucho calor y olvidó por completo las razones por las que no debía dejarse arrastrar por aquel momento de sensualidad.
M: Eso es, cielo (dijo él dándose cuenta del cambio de actitud).  Concéntrate en cómo te hago sentir (le dice tiernamente).
Victoria cerró los ojos y siguió sus instrucciones.  Se sobresaltó al sentir su mano sobre su pecho.  El contacto de sus pechos apretados contra el duro torso de él originó una corriente eléctrica que borró todo de su mente excepto al hombre que tenía delante.
M: Me encanta sentirte así (le susurró Marcos con una voz más ronca de lo que era habitual en él).
V: A mí... a mí también.
Cada vez a ambos les costaba más respirar.
Él la besó en la sien, en la mejilla para luego fundirse de nuevo con ella en un beso que le hizo ver las estrellas a través de los párpados.  La sangre le ardía en la venas.  Sintió una oleada tras otra de calor.  Victoria tuvo que agarrarse con fuerza a su espalda.
Su mente se cerró por completo.  Sus sentidos sólo percibían a Marcos.  Su aroma masculino, el sabor de su pasión, y el contraste de su duro cuerpo masculino con su cuerpo femenino, mucho más blando, la atraían más y más a él.  Victoria se atrevió por fin a rodearlo por la cintura e ir explorando los músculos bien desarrollados de su espalda con las yemas de los dedos.  Un gemido nació en lo más profundo del pecho del hombre, que retumbó en los labios de Victoria confundiéndose con un estremecimiento.
Aunque a Victoria le dio la impresión de que nada le hubiera preparado para Marcos Guerrero.  Con sus esbeltas y bien torneados caderas y su sexo fuerte y orgulloso, resultaba un magnífico ejemplar masculino, impresionante en aquel momento de excitación sexual y tremendamente inquietante.
Victoria lo miró a los ojos y tragó saliva.  El apetito salvaje que percibió en aquellos ojos negros hizo que Victoria se sintiera una mujer olvidándose de todo.
M: Tu cuerpo está hecho para acoger al mío (dijo él dulcemente para tranquilizarla). Vamos a compenetrarnos perfectamente.
Victoria le hizo sentir a Marcos que ya estaba preparada para recibirlo a él.  Marcos entra en Victoria con suavidad pero a la misma vez con firmeza.  Ya hundido en el cuerpo de ella como estaba, sus músculos luchaban por ponerse en tensión para completar el acto amoroso, pero Marcos los ignoró.  No iba a dejarse llevar por la lujuria antes de estar seguro de que Victoria estaba lista para recibir placer.  A partir de ahora, siempre que te haga el amor, te voy a llevar al fin de mundo donde solamente tú y yo existamos.
La miró tiernamente y esperó a detectar un gesto de aceptación en sus bellos ojos.  Entonces, empezó a moverse con mucho cuidado con los ojos cerrados, concentrándose para no perder el control.  En su esfuerzo por reprimirse, mantenía los ojos cerrados con tal fuerza que veía destellos de colores en sus párpados.  Pero se resistía a dejarse llevar.  Victoria confiaba en él, después de su separación con Antonio.  Cuando Marcos sintió que ella respondía a sus movimientos, abrió los ojos para buscar en la mirada de ella un anhelo igual al suyo.  Aceleró el ritmo al que se movía sin dejar de mirarla.  Las mejillas de Victoria resplandecían por la pasión.  Marcos sentía la presión de los músculos internos de Victoria mientras que ella se acercaba al punto cumbre de su pasión.
M: Eso es, mi amor (jadeó él).  Déjate llevar.
Cuando Victoria hundió sus uñas en la espalda de Marcos mientras gemía su nombre, Marcos supo que ella estaba a punto de llegar.  Pegándose aún más a ella, intensificó el ritmo de sus movimientos hasta que sintió cómo Victoria se relajaba repentinamente y liberaba toda su tensión.  El clímax de ella desencadenó el suyo, y estremecido por su intensidad, Marcos no se detuvo hasta derramarse dentro de ella.
Completamente exhausto y tratando de recuperar el aliento, Marcos se desplomó sobre Victoria y apoyó su cabeza en su hombro.  Trató de comprender lo que acababa de ocurrir.  No estaba preparado para una intensidad como aquélla en el acto amoroso. Nunca habían estado sus sentidos tan alerta y nunca había deseado con tanta fuerza proporcionar placer a una mujer.  Respiró profundamente en un intento de devolver el aire a sus agotados pulmones.
M: ¿Estás bien, Victoria?
V: Sí, mi amor (susurró ella).
Algo en el tono excesivamente suave de su voz le hizo levantar la cabeza.  El corazón se le paró al ver que las lágrimas se enredaban en sus largas y oscuras pestañas.
M: ¿Qué te pasa, cielo? ¿Te he hecho daño?
Ella negó con la cabeza y le sonrió con los ojos empañados.
V: Ha sido mucho más bonito de la que yo imaginaba.  Gracias.
Aliviado al ver que estaba bien, la rodeó entre sus brazos.
M: Debería ser yo el quién te diera las gracias.
V: ¿Por qué? (preguntó ella confundida).
M: Porque contigo conocí el verdadero sentido del Fin del Mundo.  Victoria… (se detuvo un instante y mirándola a los ojos le dice), te amo.
V: Yo también te amor.
La besó dulcemente en la frente.
M: Gracias por confiar en mí.
Su boca se unió a la de ella en un breve beso.
M: Pero si te queda alguna duda, pienso pasar el resto de mi vida demostrándote de todas las formas posibles cuanto te amo.


Capítulo 13 - Visita Inesperada

Esa noche, digo madrugada, Marcos y Victoria habían decidido no decirles todavía nada a sus hijas.  Ellos querían que su relación se afianzara más, querían ver como su recién noviazgo se encaminaba día a día, pero sobre todo no darles a sus hijas falsas expectativas y que su amistad se viera afectada por un problema amoroso de ellos.

Días después…
De rodillas en el suelo de la cocina, Victoria contenía el aliento y asomaba tentativamente la cabeza en el horno cubierto de espuma.  Hizo una mueca ante el olor del detergente mientras pasaba la esponja por los lados.  Una inusitada oleada de energía la había impulsado a trabajar en la casa esa mañana de sábado.
C: Ya me voy (anunció Cristina detrás de ella).
Victoria sacó la cabeza del horno y se volvió a mirar a su hija.
V: ¿A qué hora terminarás tu trabajo en la biblioteca? (Cristina y Nicole estaban trabajando juntas en un proyecto escolar y, aunque se quejaron porque debían hacer investigaciones, habían llegado a disfrutarlo.  Quizás en parte por la cantidad de chicos de secundaria que asistían a la biblioteca).
C: No sé, mami, pero te llamaré.  Y recuerda, Nicole vendrá a casa después.
V: Recuerdo.
Cristina vaciló, luego preguntó:
C: ¿Cuándo volverás a salir con el señor Guerrero?
Victoria consultó el calendario.
V: El próximo fin de semana.  Iremos a una fiesta de su compañía.
C: Oh.
Victoria se pasó un brazo por la mejilla y miró a su hija con suspicacia.
V: ¿Qué quiere decir eso?
C: ¿Qué?
V: Escucha.
Cristina se encogió de hombros.
C: Nada... lo que pasa es que no estás saliendo con el señor Guerrero tanto como deberías.  Te gusta él, ¿verdad?
V: Es muy agradable (dijo Victoria con cautela.  Si admitía algo más que una leve atracción, Cristina deduciría mucho más).
C: ¿Agradable? (exclamó Cristina).  ¿Es todo lo que puedes decir sobre el señor Guerrero?  Creo que él es mucho más que agradable, mamá.
Suspirando con fuerza, Victoria volvió a meter la cabeza en el homo, como el avestruz en su hoyo, y talló con fuerza los costados.
C: ¿Vas a ignorarme? (preguntó su hija).
Victoria volvió a sacar la cabeza y miró sin pestañear a su hija.
V: Sí.  A menos que te ofrezcas a limpiar tú misma el horno.
C: Lo haría, pero tengo que ir a la biblioteca con Nicole.
Victoria hizo una mueca escéptica y cuando iba a volver a su tarea oyó la bocina de un auto afuera.
C: Es el señor Guerrero (indicó la niña, mirando hacia la sala).  Te llamaré cuando hayamos terminado.
V: De acuerdo, nena.  Trabaja bien.
C: Lo haré.
Con una agilidad que habría sido envidiada por un corredor olímpico, Cristina salió de la cocina.  Dos segundos después sonó con fuerza la puerta del frente al cerrarse.  Victoria estaba un poco decepcionada de que Marcos no hubiera pasado a saludarla.  El había telefoneado antes para explicar que, después de dejar a las jóvenes en la biblioteca, iría a su oficina para estar allí un par de horas.  Había surgido un problema inesperado y necesitaba afrontarlo de inmediato.
En realidad Victoria tenía que admitir que estaba más agradecida que decepcionada de que Marcos no hubiera entrado.  Necesitaba esa corta separación para poner en orden sus sentimientos.  Después de haber hecho el amor con Marcos, Victoria supo que estaba completamente enamorada de él.  Cada vez que pensaba en él la asaltaba una oleada de calor y felicidad.  Por primera vez desde su separación se permitía el lujo de volver a soñar, de amar y aunque la idea de casarse y formar una gran familia la excitaba y emocionaba, pero también la aterraba.
Quince minutos después, con el sudor perlándole la frente y el labio superior, Victoria lanzó un suspiro y se sentó sobre los talones.  El pelo, que se había atado atrás de la cabeza, se le había soltado.  Se apartó con una mano los sueltos rizos.  Luego vació la cubeta de agua sucia y la volvió a llenar para dar una última limpiada al horno. Se había acuclillado, cuando sonó el timbre de la puerta.
V: Vaya (pensó, bajando la mirada de su propio aspecto. Parecía a alguién que ha escapado de la ciénaga en una película de terror.  Forzando una sonrisa, se quitó los guantes de látex y fue hacia la puerta).
V: ¡Antonio! —exclamó Victoria con azoro al ver a su ex compañero en la entrada.
A: ¿Puedo entrar?
V: Por supuesto (farfulló ella, pasándose una mano por los cabellos y apartándose para dejarlo pasar).
Antonio tenía muy buena apariencia, como siempre.
A: Me da gusto verte, Victoria.
V: ¿Qué te trae acá? (ella trató por mantener la voz tranquila y controlada, procurando ocultar el descontrol que le había causado la inesperada visita).
A: Debo asistir a una conferencia en el centro de la ciudad.  Perdona por haber venido sin avisar, pero ya que vine a Buenos Aires, me pareció que podía pasar a ver cómo están tú y Cristina.  (Antonio fue parte de crianza de Cristina en su niñez)
V: Me hubiera gustado que llamaras antes.  Cristina está en la biblioteca.
A: Debí haber llamado antes, pero no sabía si tendría el tiempo para venir.

Victoria no creyó eso en absoluto.  No le habría tomado mucho tiempo ni le habría sido engorroso telefonear antes de salir del hotel.  Pero ella no comentó nada, pensando que sería inútil.

V: Pasa y toma una taza de café (lo condujo a la cocina y le sirvió una taza).
El la recompensó con una sonrisa deslumbradora.  Cuando quería, Antonio podía ser encantador, atento y hasta generoso.  Desconcertadamente, su ex pareja no era del todo mala persona.  La había herido con su infidelidad, pero a su manera la había amado y a Cristina también; tanto como podía amar un narcisista inmaduro.  Tuvieron que pasar varios años para que Victoria tuviera la suficiente perspectiva para apreciar las cualidades de Antonio y perdonarle el dolor que le causara.
A: Está linda tu casa (comentó él, mirando a su alrededor).  ¿Cuánto hace que vives aquí?
V: Hace varios años.
A: ¿Cómo está Cristina? Victoria se alegró de que la conversación se desviara un poco al tema de Cristina.
Antonio escuchaba y reía y luego su expresión se suavizó al estudiar a Victoria.
A: Tienes muy buena apariencia.
Ella hizo una mueca irónica.
V: Seguro, acabo de trabajar en el jardín y de limpiar el horno; debo de estar espléndida.
A: Ya me preguntaba yo sobre tu nuevo perfume con olor a detergente.
Ambos rieron.  Antonio comenzó a bromear con ella respecto a sus primeros años juntos y sobre los platillos experimentales que ella le había cocinado esperando alabanzas.  Victoria disfrutó los comentarios, pues Antonio sabía ser gracioso y divertido cuando quería.
El timbre de la puerta sonó y, todavía riendo, Victoria se puso de pie.
V: Debe de ser uno de los chicos del vecindario.  No tardaré (nunca cesaba de asombrarse de lo agradable que era estar con Antonio).  Le había desgarrado el corazón, le había mentido, le fue infiel y, sin embargo, no podía estar con él sin reír y sentirse a gusto.  Era una de esas personas a las que podía catalogar como "simpático".  Victoria era lo bastante madura para reconocer los defectos de su ex pareja, pero sin dejar de notar sus cualidades).
Por segunda vez ese día, Victoria recibió un impacto al ver al hombre que estaba en el umbral.
V: ¡Marcos!
M: Hola (saludó él con una sonrisa de conejo).  Nuestras hijas se quedaron en la biblioteca y me pareció que podría pasar por una taza de café antes de ir a la oficina.  Allá afuera oí que reías. ¿Tienes compañía? ¿Prefieres que regrese después?
V: No... No, entra (dijo Victoria, con el pulso acelerado).  
Bajando la mirada, se apartó automáticamente.  Marcos entró a la sala e hizo una pausa, luego alzó una mano y tocó con suavidad la mejilla de Victoria en un gesto tan tierno y amoroso que ella deseó arrojarse a sus brazos.
Marcos la miró con atención, pero a ella le costó trabajo sostenerle la mirada.  El arrugó el ceño y sus ojos se ensombrecieron.
M: Es mal momento para visitarte, ¿verdad?
V: No... De veras no (cuando Victoria se volvió, Antonio estaba parado en el umbral de la cocina, mirándolos.  La sonrisa de Victoria era trémula, casi una mueca, mientras hacía las presentaciones).  Antonio, te presento a Marcos Guerrero, Marcos, él es Antonio... mi expareja.
Por un momento, los dos hombres se miraron como dos osos iracundos reclamando su territorio.  Cuando se acercaron uno al otro, Victoria contuvo el aliento por temor de que ninguno hiciera el esfuerzo por ser civilizado.
Azorada, los observó intercambiar apretones de mano y saludos corteses.
V: Antonio vino a Buenos Aires para una conferencia sobre bienes raíces y quiso pasar a saludar a Cristina (explicó Victoria, casi barbotando las palabras).
A: También vine a saludarte a ti, Victoria (agregó Antonio en tono sugerente).
Ella le dirigió una mirada de enfado antes de entrar a la cocina, seguida por los dos hombres.  Victoria caminó directo a la alacena, sacó otra taza, la llenó con café y se la llevó a Marcos, a la mesa.
M: Cristina y mi hija están en la biblioteca (anunció Marcos en tono muy cortés, pero Victoria percibió la corriente oculta).
A: Sí, Victoria me lo dijo (replicó Antonio).
Los dos hombres permanecieron de pie, sonriéndose.  Marcos se sentó primero y Antonio hizo lo mismo en seguida.
A: ¿A qué se dedica usted? (preguntó Antonio).
M: Soy socio mayoritario de Deportes Extremos.
Fue obvio para Victoria que Antonio no se dignó escuchar la respuesta de Marcos, porque de inmediato dijo en tono petulante:
A: Hace poco abrí mi propia agencia de bienes raíces y tengo planes de expandirme en los próximos dos años.
Al observar el cambio en la expresión de su ex pareja cuando fue penetrando en su conciencia la identidad de Marcos, Victoria apenas pudo contener la risa.
A: Deportes Extremos (murmuró Antonio, casi boquiabierto).  Recuerdo haber leído en el periódico que John Becky se había asociado con alguien.
Victoria casi sintió lástima por Antonio.
V: Cristina y la hija de Marcos, Nicole, son muy buenas amigas.  Participaron juntas en el festival artístico de la escuela... del que te estaba hablando.
M: Siendo tan buenas amigas nuestras hijas, lo más natural fuera que Victoria y yo comenzáramos a intimar (manifestó Marcos, dirigiendo a Victoria la más cálida de las sonrisas).
A: Entiendo (murmuró Antonio).
M: De veras espero que entienda (replicó Marcos, con frialdad).
Victoria resistió el impulso de alzar los ojos al techo.  Los dos se estaban comportando como dos chicos inmaduros, entablando un duelo de miradas y palabras como dos colegiales compitiendo por una chica.
A: Creo que será mejor si me retiro (dijo Antonio luego de un momento.  Se puso de pie, como ansioso por iniciar la retirada).
Como buena anfitriona, Victoria se levantó cuando Antonio lo hizo.
V: Te acompaño a la puerta
Antonio dirigió a Marcos una sonrisa cautelosa.
A: No es necesario.
V: Por supuesto que sí.
Para consternación de Victoria, Marcos los siguió y permaneció en segundo plano mientras Antonio hablaba, Victoria podía sentir la mirada de Marcos quemándole la espalda.  No entendía por qué la había seguido a la puerta.  Era una muestra de desconfianza y eso la irritaba sobremanera.
En cuanto su ex pareja se fue, ella cerró la puerta y se vio a mirar a Marcos con enfado.
M: Pensé que él te había roto el corazón (dijo Marcos con voz seca y de modo cortante).
Victoria se preguntó si debía responderle o no, luego decidió que lo mejor sería aclarar la atmósfera.
V: Sí.  Me lo rompió.
M: Te escuché reír cuando llamé a la puerta. ¿Pasas con frecuencia tan buenos ratos con hombres que se supone que odias?
V: No odio a Antonio.
M: Es obvio.
V: Marcos, ¿qué pasa contigo?
M: ¿Qué me pasa? Nada... no me pasa nada.  Resulta que me encuentro a mi novia, en charla animada con su ex pareja, y no tengo empacho en decir que estoy enfadado.  Pero no me pasa nada.  A quien le pasa algo es a ti.
Victoria hizo un esfuerzo por conservar la calma.
V: Marcos!  Antes que comencemos a discutir, sentémonos y hablemos del asunto (Victoria se encaminó a la cocina y, una vez allí, tomó la taza de Antonio y la depositó en el fregadero.  Deseaba borrar toda evidencia de la visita de su ex pareja.  Quería mostrar a Marcos que Antonio ya no significaba nada para ella.  Pero también quería hacerle entender que no eran enemigos).
V: Primero que nada (declaró ella, con tanta calma como le permitía su acelerado corazón), nunca podría odiar a Antonio como pareces suponer que debo odiarlo.  Por lo que a mí respecta, creo que eso sería contraproducente.  Antonio es incapaz de serle fiel a una sola mujer, por lo que prefiero mantener con él una relación amistosa.
M: Pero él te engañó... te utilizó.
V: Sí (tuvo que admitir ella).  Pero, Marcos, viví muchos años con Antonio.  No es del todo malo, nadie lo es, y también hubo algunos buenos momentos en nuestra relación.  Ahora estamos separados.  ¿De qué serviría abrigar resentimiento contra él?

M: Desde el momento que entré aquí, La actitud que mostró él fue de que podría recuperarte en el momento en que quisiera.
Victoria no estaba ciega; había reconocido las miradas que su ex pareja había dirigido a Marcos y las insinuaciones.
V: Eso le gustaría creer.  Eso lo ayuda a sostener su ego.
M: ¿Y se lo permites?
V: No, de la manera como lo imaginas.
Marcos meditó eso unos momentos.
M: ¿Con qué frecuencia se presenta sin anunciarse como ahora?
Victoria vaciló, preguntándose si debería responder esa pregunta.  El tono de Marcos se había suavizado, pero era obvio que aún estaba enfadado.
V: Hacía más de dos años que no lo veía.  Esta es la primera vez que viene a esta casa.
Las manos de Marcos aferraron con dedos crispados la taza.
M: Todavía lo amas, ¿verdad?
La pregunta golpeó a Victoria en medio de los ojos.  Abrió la boca y la cerró varias veces mientras buscaba las palabras para negar tal sugerencia.  Luego comprendió que no podía.  Sería fácil mentir a Marcos respecto a esto para conservar la paz, pero sería un engaño mutuo.
V: Supongo que en cierta forma lo quiero (dijo con voz suave).  Aunque me gustaría decirte que ya no siento nada por él, no puedo hacerlo con absoluta honestidad.  Pero, por favor, trata de entender...
M: No necesitas decir más (Marcos se puso de pie de improviso, con la espalda rígida).  Te agradezco que me hayas dicho la verdad.  No te quitaré más tu tiempo.  Deseo que tú y Cristina sean felices (con esto, salió de la cocina a grandes zancadas, en dirección a la puerta principal).
Victoria estaba consternada.
V: Marcos... hablas como si no quisieras volverme a ver.
M: Creo que sería lo mejor para todos (replicó él, sin volverse a mirarla).
V: Pero... esto es una tontería.  Nada ha cambiado (Victoria cerró la boca con firmeza).  Si Marcos quería comportarse de manera tan infantil y arruinarlo todo, no estaba dispuesta a discutir con él.  Fue él quien insistió en que existía algo especial entre ellos.  ¡Y ahora se comportaba así!  Bien.  Si así lo quería...  Mas vale descubrir a tiempo lo irrazonable que podía ser.  Era mejor saber que podía volverse tan iracundo y ofensivo.
M: No tengo intención de relacionarme con una mujer que todavía ama al ex pareja irresponsable (anunció él con voz controlada, pero teñida de tensión interior).
Sin poder contener por más tiempo su furia, Victoria cruzó con paso firme la sala y fue a abrir la puerta principal.
V: Admirable decisión, Marcos (dijo con voz llena de sarcasmo).  Has cometido un terrible error al relacionarte con una mujer que se niega a odiar (ahora que lo miraba mejor, decidió que él no era un príncipe, después de todo, sólo otro sapo).

Marcos no dijo una palabra al pasar delante de ella, con pasos llenos de determinación. Victoria cerró la puerta y se apoyó contra ella.  Las lágrimas le quemaban los párpados y le cerraban la garganta, pero mantuvo la cabeza alta y se apresuró a regresar a la cocina, decidida a no ceder a las poderosas emociones que la torturaban.
Terminó de limpiar la cocina y después se dio una larga ducha.  Luego se sentó a la mesa, esperando que Cristina la llamara para pasar por las dos jóvenes a la biblioteca.  La llamada llegó media hora después, pero para entonces Victoria ya había alcanzado las galletas, dispuesta a la autodestrucción.
En el camino de regreso de la biblioteca a casa, Victoria se detuvo en McDonald's y les compró a las jovencitas hamburguesas con queso y malteadas de chocolate para cenar en la casa.  Tenía la mente llena de dudas.  En retrospectiva, deseaba haber hecho un esfuerzo por explicar bien las cosas a Marcos.  La idea de no volverlo a ver era demasiado dolorosa.
C: ¿No vas a pedir algo para ti, mami? (quiso saber Cristina).
V: No esta noche (Victoria logró sonreír).
Logró también mantener una apariencia alegre y serena mientras las chicas cenaban y comentaban sobre los muchachos que habían visto en la biblioteca y sobre cómo iban a sorprender a la señora Carrasco con su magnífica labor de investigación.
C: ¿Te sientes bien? (preguntó Cristina de repente).
V: Claro (mintió Victoria, buscando con la mirada algo en que ocupar sus temblorosas manos.  Se decidió por sacudir con energía el mostrador de la cocina.  En realidad sentía una especie de náusea, pero no podía culpar a Marcos; ella misma se lo había causado con esas estúpidas galletas).
Fue cuando estaba echando al cesto de basura las cajas vacías de la cena, que las tontas lágrimas amenazaron con brotar.  Hizo lo posible por ocultarlas y tomó el cesto con presteza para llevarlo al traspatio.  Nicole fue al cuarto de Cristina por un cassette, pero esta última siguió a su madre afuera.
C: Mami, ¿qué te pasa?
V: Nada, cielo.
C: Tienes lágrimas en los ojos.
V: No es nada.
C: Tú nunca lloras.     
V: Debo de tener los ojos irritados por algo, el polvo... no sé (dijo Victoria, sacudiendo la cabeza.  El esfuerzo por sonreír era demasiado para ella.  Se irguió y puso las manos sobre los hombros de su hija; luego aspiró profundamente).  Quiero que no te decepciones si no vuelvo a ver al señor Guerrero.
C: Él te hizo llorar, ¿verdad? (inquirió Cristina con voz alarmada).
V: No (se apresuró a negar Victoria).  Ya te lo dije, algo debió de irritarme los ojos.
Cristina la observó con ceño fruncido y Victoria trató de sostenerle la mirada.  Si había sido tan tonta de volver a ponerse a merced de un hombre, entonces merecía este dolor.
 Dos horas después, Marcos llegó para recoger a Nicole.  Victoria pidió a Cristina que abriera la puerta y ella permaneció en la cocina, pretendiendo estar ocupada.  Cuando se abrió la puerta, Victoria supuso que era su hija y preguntó:
V: ¿Ya se fue Nicole?
M: Todavía no.
Victoria se volvió con presteza al sonido de la ronca voz de Marcos.
V: ¿Dónde están las chicas? (preguntó ella).
M: En el cuarto de Cristina, quiero hablar contigo.
V: No creo que eso vaya a servir de gran cosa.
M: Lo he pensado bien.
V: Te felicito.  Por desgracia yo también.  Tienes toda la razón al decir que no debemos vernos más.
Marcos se pasó los dedos entre los cabellos y caminó a grandes pasos hacia el otro extremo de la habitación.
M: Está bien, lo admito.  Estaba celoso, muy celoso cuando llegué y te encontré tomando café con Antonio.  Me pareció que lo agasajabas como a un héroe conquistador que regresaba de la guerra.
V: Por Dios, Marcos, qué idea tan absurda.
M: Charlaban y reían.
V: Terribles pecados, debo admitir.
Marcos palideció y apretó las mandíbulas.
M: Lo único que puedo hacer es pedirte que me perdones, Victoria.  Ya hice el ridículo una vez con la mujer a la que amaba y no deseaba repetir el error contigo.
Un silencio tenso se irguió entre ellos.  Pensé que podía apartarme de ti sin sentir remordimientos, pero no es así (continuó él).  No he dejado de pensar en ti toda la tarde.  Creo que reaccioné con exageración.  Me comporté como un tonto celoso.
V: Fuiste irracional y ofensivo y por tu culpa... comí demasiadas galletas.
M: ¿Qué?
V: Me oíste.  Engullí más de una docena de galletas y por tu causa me enfermaré del estómago.  Si tú abrigabas temores por lo que te sucedió con Carmen, no es nada en comparación con los temores que yo he enfrentado desde que te conocí.  No puedo afrontar tu inseguridad, Marcos.  Tengo demasiadas con las mías.
M: Victoria, ya te pedí perdón.  Si puedes asegurarme con toda honestidad que no hay la menor posibilidad de que regreses con Antonio algún día, te juro que olvidaré el asunto y nunca más lo sacaré a colación.  Pero necesito saber eso.  Lo siento, pero necesito oírlo de tus labios.
V: Yo tenía una vida apacible y agradable antes que entraras en ella.
M: Victoria, te hice una pregunta.
V: ¡Debes de estar loco!  Ciertamente yo debería estar para el manicomio si pensara regresar con Antonio.  Nuestra relación, terminó el día que nos separamos y, sin duda, mucho antes.
Marcos se relajó visiblemente.
M: No te culparía si decidieras no volver a verme, pero tengo la esperanza de que podrás olvidar lo que sucedió esta tarde y podamos volver a ser... novios.
Victoria luchó contra el poderoso magnetismo de Marcos, después asintió, accediendo a olvidar el incidente.
Marcos caminó hacia ella y la abrazó.  Victoria se sintió como si ese fuera su lugar natural, en los brazos de Marcos.  Una vez él le había dicho que no la lastimaría como Antonio, pero quererlo, arriesgarse a una relación con él la hacía sentir otra vez vulnerable y temerosa.
M: ¿Te reduje a comerte una docena de galletas? (murmuró Marcos a su oído. Ella asintió).
V: Eres un malvado.  No quise comer tantas, pero me senté a la mesa con un paquete de galletas y un vaso de leche para reflexionar lo que había pasado y, conforme más pensaba, más me enfadaba y más galletas comía.
M: ¿Eso podría significar que me quieres un poco?
Ella volvió a asentir.
V: No me gusta discutir contigo.  Sentí toda la tarde el estómago hecho nudos.
M: Cielos.  Victoria, no puedo creer que podemos ser tan tontos (murmuró él, dándole una lluvia de besos en la cara).
V: ¿Podemos? Habla por ti mismo (replicó Victoria, alzando la cara para mirarlo a los ojos con ceño de reproche, pero su leve irritación se desvaneció en cuanto sus ojos se encontraron).
Marcos la estaba mirando con tal ternura, tal interés y preocupación, que todas las emociones negativas que sintiera esa tarde fueron barridas como el polvo por una lluvia de primavera.
El la volvió a besar, con tal intensidad que la dejó sin dudas respecto a sus sentimientos.  Cuando él alzó la cabeza, Victoria lo miró con ojos empañados por las lágrimas.
V: Me alegro de que hayas regresado (le susurró, cuando pudo encontrar su voz).
M: Yo también (Marcos la besó de nuevo, con suavidad esta vez saboreando los labios de Victoria, limpiando a besos las lágrimas de sus mejillas).  Me sentí un infame esta tarde (una vez más él cubrió la boca de ella con la suya, creando una deliciosa sensación que electrizó a Victoria de la cabeza a los pies).
Los besos se detuvieron cuando les llegaron unas voces airadas desde la sala.


Capítulo 14

Salen como dos fierecillas discutiendo del cuarto de Cristina…
C: No quiero volverte a ver jamás (declaraba Cristina con vehemencia).
N: Pues yo menos quiero verte a ti (replicó Nicole con igual furia).
M: ¿De qué se trata todo este alboroto? (preguntó Marcos, buscando los ojos de Victoria).
V: No sé, pero creo que será mejor que lo averigüemos.  Marcos salió primero a la sala. Descubrieron a Nicole y Cristina mirándose cara a cara con abierto antagonismo.
V: Cristina, basta de eso (exigió Victoria).  Nicole es nuestra invitada en esta casa y no toleraré que le hables en ese tono.  Marcos fue al lado de su hija.
N: Y tú eres invitada de Cristina.  Espero que te comportes con cortesía cuando estás aquí.
Nicole cruzó los brazos al pecho y lanzó una mirada feroz a Cristina.  
N: No quiero volver a ser su amiga.  Y creo que tú no deberías volver a tratar a la señora Fernández.
Los ojos de Victoria se encontraron con los de Marcos.
C: No quiero que mi mamá tenga nada que ver con tu padre, tampoco (espetó Cristina, mirando con furia a Nicole y su padre).
V: Creo que lo mejor será separar a este par y averiguar lo que sucedió (sugirió Victoria y se encaminó hacia el cuarto de su hija).  Vamos, cariño, hablemos.
Cristina esquivó la mirada.
C: ¡No tengo nada que decir! (declaró en tono melodramático y salió de la sala altivamente).
Victoria alzó los ojos interrogantes hacia Marcos, alzó y las cejas y siguió a su hija.
V: Cristina ¿qué pasa? (Victoria se sentó al borde de la cama de su hija y esperó con maternal paciencia a que la doceañera repitiera la lista de atrocidades cometidas por Nicole).
C: Nada.
Victoria había visto muchas veces antes esa expresión ultrajada en el rostro de su hija. Un suspiro cansado ascendió hasta sus labios.
C: No quiero volver a ver a Nicole nunca en mi vida.
V: Pero, mi cielo, es tu mejor amiga.
C: Era mi mejor amiga (anunció dramáticamente).  Cruzó los brazos al pecho como toda persona que no espera réplica).
Con creciente frustración, Victoria entrelazó las manos en el regazo y esperó, sabiendo que su hija terminaría por contarle todo por su propia voluntad.  Pasaron cinco minutos sin que la niña dijera algo.
V: ¿Su pelea tiene que ver con algo que sucedió en la escuela? (aventuró Victoria, con la mayor naturalidad del mundo).
Cristina sacudió la cabeza.  Su actitud era inflexible, hermética.
V: ¿Es por algún chico?
C: Por supuesto que no (replicó Cristina con indignación).
V: ¿Por otra amiga?
C: No.
Victoria pensó que pronto se le acabarían las preguntas.
V: ¿No me puedes decir lo que pasó?
Cristina le lanzó una mirada que parecía cuestionar la inteligencia de su madre.
C: ¡No!
V: ¿Significa eso que nos pasaremos la noche sentadas aquí mientras trato de adivinar?
Cristina volvió la cabeza y miró a su madre con una mueca demasiado elocuente.
V: Está bien (dijo Victoria con un suspiro exagerado).  Tendré que preguntárselo a Nicole.  Su versión será muy interesante.
C: ¡El señor Guerrero te hizo llorar! (masculló Cristina, con la mirada baja).
Victoria parpadeó con azoro.
V: ¿Quieres decir que todo esto tiene que ver con Marcos y yo?
Cristina asintió.
V: Pero...
C: Nicole dice que lo que haya sucedido debe de ser culpa tuya y eso no se lo puedo tolerar.  Nicole ya no será mi amiga y creo que tú no deberías tener nada que ver ya con... con ese hombre.
V: ¿Ese hombre?
Cristina le dirigió una mirada de irritación.
C: Ya sabes a quien me refiero.
Victoria miró a su hija a los ojos.
V: ¿Qué dirías si te confieso que comenzaba a encariñarme con "ese hombre"?
C: ¡Mamá, no! (Los ojos de la niña se ensancharon con alarma).  Eso sería lo peor que podría suceder.  ¡Podrías casarte con él y Nicole y yo terminaríamos siendo hermanas!
Victoria no hizo ningún esfuerzo por ocultar su asombro.
V: Pero, Cristina, a mí me pareció obvio que eso era precisamente lo que Nicole y tú querían.
C: Eso fue antes.
V: ¿Antes de qué?
C: Antes de... esta noche, cuando Nicole dijo lo que dijo.  No podré perdonarla, mamá.  De veras.
Victoria permaneció en el cuarto de su hija en silencio durante unos minutos más, luego se fue.  Marcos y Nicole estaban hablando en la sala y a juzgar por la mirada de frustración que él dirigía a la niña, Victoria supo que no había tenido más éxito que ella con su hija.
Cuando Marcos vio a Victoria, se puso de pie y señaló hacia la cocina con un movimiento de su cabeza, sugiriendo en silencio una charla privada entre los dos adultos.
V: ¿Qué descubriste? (preguntó Victoria en cuanto estuvieron solos).
Marcos se alzó de hombros.
M: No lo entiendo. Lo único que repite una y otra vez es que no quiere volver a ver a Cristina.
V: Cristina dice lo mismo.  Según parece, ella cree estar defendiendo mi honor.  Creo que todo tiene que ver con el pequeño malentendido que tuvimos esta tarde tú y yo.
M: Nicole parece pensar que todo comenzó cuando no quisiste ordenar nada para ti en McDonald's (dijo Marcos, con expresión confusa).
V: ¿Qué? (la pregunta se escapó de labios de Victoria con una risa breve).
M: Por lo que pude sonsacar a mi hija, Cristina dijo que era muy significativo que no hubieras ordenado una hamburguesa gigante.  Más tarde, mencionó que habías salido a tirar la basura cuando el cesto no estaba lleno todavía.  Supongo que es algo que no sueles hacer.
V: No (admitió Victoria.  Había querido ocultar sus lágrimas a las jovencitas y por eso había buscado el pretexto de sacar al traspatio el recipiente de la basura).
Marcos esbozó una sonrisa divertida.
M: ¡Vaya, por lo menos ninguna de las dos se enteró de las galletas!
Victoria ignoró la broma y se apoyó contra el mostrador de la cocina, con un suspiro de frustración.
V: El que las jovencitas hayan reñido es un problema que consideramos que era imposible en su momento.
M: ¿Quizá yo debería hablar con Cristina y tú con Nicole? (sugirió Marcos con toda seriedad).
Victoria negó con la cabeza.
V: Nos acusarían de entrometidos.
M: ¿Qué sugieres entonces?
V: No sé (Victoria se encogió de hombros).
M: Vamos, Victoria, somos dos adultos inteligentes.  Sin duda podemos lidiar con dos egos preadolescentes, ¿no?
V: Inténtalo tú (dijo Victoria con una mueca irónica y soltó la risa ante la expresión que tenía el atractivo rostro de Marcos).
M: Olvídalo.
Victoria se apartó el pelo de la cara.
V: Creo que lo mejor será dejar que el tiempo solucione las cosas.
Marcos arrugó el ceño y luego asintió, sin mucha convicción.

M: Espero que esto no signifique que tú y yo no podamos continuar nuestra relación.
V: Por supuesto que podemos seguir, pero con cautela, ni Cristina ni Nicole no deben saber de nuestra relación por el momento.
M: Bien
Marcos cruzó la habitación y tomó a Victoria en sus brazos con suavidad.  La besó hasta que ella se sintió lánguida y sin aliento.  Cuando el alzó la cabeza, dijo en un murmullo ronco.
M: Te amor con toda mi alma.
V: Yo también te amos, veremos cómo podremos resolver el problema de nuestras hijas.
M: Me llevaré a Nicole a casa ahora y haré lo que has sugerido.  Le daremos a este par una semana para reconciliarse.  Después de ese plazo, tú y yo le contamos todo y volveremos a salir juntos.
V: ¿Una semana? (Victoria no estaba segura de que ese plazo bastaría, a juzgar por la actitud de Cristina).
M: ¡Una semana! (repitió Marcos, enfático y la volvió a besar apasionadamente, dejando a Victoria en una nube).
V: Está bien (asintió Victoria cuando sus bocas se apartaron). 
Dos Días después…

Capítulo 15

Dos Días después…
V: ¿Qué tal te fue hoy en la escuela? (preguntó Victoria a Cristina el lunes por la noche mientras cenaban.  Había esperado lo suficiente antes de preguntar.  Si cualquiera de las jovencitas estaba no estaban dispuestas a realizar un intento de reconciliación, ya sería tiempo de que Ella y Marcos lo hicieran, pensaba Victoria).
Cristina se encogió de hombros.
C: Bien, supongo.
Victoria se dio su tiempo para comer la ensalada, fijando su atención en el plato y no en su hija.
V: ¿Qué calificación obtuviste en la tarea de matemáticas en que te ayude?
Cristina alzó los ojos al techo.
C: Bien aunque…
V: ¿Cómo? ¿No estaban correctas las soluciones?
C: Las respuestas estaban bien, pero la maestra me dijo que las ecuaciones ya no se resuelven así.
V: Oh... lo siento.
C: Otros padres cometieron el mismo error.
Era un consuelo, pensó Victoria.
C: Muchas de nosotros lo hicieron mal.  Incluso Nicole.
V: Entonces, ¿viste hoy a Nicole?
C: No podía dejar de verla.  Su pupitre está en la fila junto a la mía.  Pero si estás pensando lo que creo que piensas, olvídalo.  No necesito una amiga como Nicole Guerrero.
Victoria no hizo ningún comentario, aunque prácticamente tuvo que morderse la lengua.  Se preguntó cómo se las estaría arreglando Marcos.  Mantenerse al margen de la discordia entre las jovencitas estaba resultando cada vez más difícil.  Era evidente que Cristina se sentía muy triste sin su amiga, pero comentarlo resultaría contraproducente.  Cristina tenía que reconocerlo por sí misma.
El teléfono sonó cuando Victoria estaba terminando de lavar los trastos.  Cristina estaba en el cuarto de baño, de modo que Victoria contestó la llamada.
V: ¿Diga?
M: ¿Victoria?  Mi amor, como te extrañé.  ¿Cómo va todo con Cristina? (preguntó Marcos).
El corazón de Victoria se hinchó de emoción.  No hablaba con él desde el sábado y le parecía como si hubieran pasado meses sin escuchar su voz.
V: Las cosas no van muy bien. ¿Y contigo, qué tal está la situación?
M: No mucho mejor. ¿Sabías que Cristina tuvo la osadía de almorzar con Nora hoy?  En caso de que no lo sepas, Nora es la peor enemiga de Nicole.
V: ¿Nora? (Victoria apenas podía creer lo que oía).  Pero a Cristina ni siquiera le simpatiza esa niña.
M: Ojalá que nuestras hijas se apresuren a reconciliarse (dijo Marcos).  Francamente, Victoria, te echo mucho de menos, necesito de tí.
V: Sólo han pasado dos días (repuso Victoria, pero debió morderse la lengua; a ella le había parecido una eternidad ese breve lapso de tiempo).
M: Me parecen como dos años.
V: Lo sé (dijo ella con suavidad, cerrando los ojos y saboreando las palabras de Marcos).  Pero, de cualquier manera, recuerda que decidimos esperar una semana, sino se arreglan nuestras hijas, nosotros íbamos a intervenir.
M: He estado pensando las cosas y creo haber hallado una idea que nos sacará de nuestra desdicha.
V: ¿Cuál?
M: ¿Qué tal si vamos al cine? (preguntó él en tono ansioso).
V: Pero, Marcos...
M: Mañana por la noche, tú puedes llevar a Cristina y yo a Nicole al cine, para que de manera aparentemente accidental nos encontremos allá.  Si las cosas resultan como yo espero, no tendremos que hacer nada.  La situación se resolvería casi por si sola.

Victoria no estaba tan convencida, pero la idea de estar con Marcos era demasiado incitante para negarse.
V: Está bien (accedió).  Siempre que me prometas invitarme rosetas de maíz y tomarme de la mano.
M: Lo prometo.
El martes por la noche, Cristina estuvo inusualmente callada a la hora de la cena.  Victoria había preparado la comida favorita de su hija, macarrones con queso, pero la niña apenas tocó su platillo.
V: ¿Te gustaría ir al cine? (preguntó Victoria, con el corazón en la garganta.  Por lo regular Cristina saltaría de gusto ante la sugerencia, pero esta noche Victoria no podía prever nada).
C: Mañana hay que ir a la escuela y, además, no estoy de humor para ir al cine.
V: Pero dijiste que no tenías tarea escolar y, además... el otro día me dijiste que tenías deseos de ver la última película de Tom Cruise (los ojos de Cristina se iluminaron por un instante, luego volvió a desanimarse). Y no te preocupes, no tendrás que sentarte conmigo (agregó Victoria en tono alegre).
Cristina lanzó un enorme suspiro.
C: No tengo con quien más sentarme (dijo con una mueca de tristeza).

Cuando llegaron al estacionamiento del cine, Cristina rompió el silencio que había mantenido durante el trayecto.
C: A Nicole también le gusta Tom Cruise.

Victoria no replicó nada, preguntándose si las jovencitas llegarían a descubrir la estrategia de Marcos y ella.
C: ¡Mami! (exclamó Cristina).  Allá vi a Nicole.  Está con su papá.
V: Oh, no (repitió Victoria, con el corazón haciendo cabriolas su pecho).  ¿Quieres decir que deseas que nos regresemos a la casa?
C: Por supuesto que no (respondió Cristina.  Prácticamente saltó del coche en cuanto su madre apagó el motor, y se volvió a mirar a Victoria con ansiedad cuando ésta no cruzó el estacionamiento con suficiente prisa para alcanzarla).

Llegaron a la fila, como ocho personas detrás de Nicole y su padre.  Victoria no sabía qué hacer después.  No estaba ni siquiera segura de que Marcos las hubiera visto.  Si las había visto, estaba actuando de maravilla su papel, como si todo esto hubiera sucedido por coincidencia.
Cristina no se quedaba quieta. Varias veces miró, alargando la cabeza, a la pareja de padre e hija que estaba adelante de ellas.  Cristina tarareaba como sin darse cuenta la canción que habían interpretado en el festival escolar.
Nicole se volvió entonces, parada de puntas y mirando a la gente que estaba detrás de ella.  Tiró de la manga de su padre y, cuando él se inclinó, le musitó algo al oído.  Marcos fingió sorpresa al ver a Victoria y Cristina.
Cuando entraron al cine, Marcos y Nicole habían desaparecido.  Cristina miraba en todas direcciones mientras Victoria permanecía de pie ante el mostrador de las golosinas.
V: ¿Quieres rosetas de maíz?
C: No, sólo pasitas de chocolate.  Mami, dijiste que no tenía que sentarme contigo. ¿Lo dijiste en serio?
V: Sí, nena, no te preocupes.
C: ¿De veras?
V: De veras.  Ve a sentarte sola donde quieras.
C: Está bien (Cristina tomó su golosina y se fue antes que Victoria pudiera decir otra cosa).
Como todavía faltaban algunos minutos para que proyectaran la película, la sala estaba bien iluminada.  Victoria encontró un asiento en la parte de atrás y notó que su hija estaba sentada casi hasta adelante.  Nicole estaba en la hilera de atrás.
M: ¿Está ocupado este asiento?
Victoria alzó la cabeza sonriendo al escuchar la voz de Marcos.  Él se sentó a su lado, se dieron un beso y le tendió una bolsa de rosetas de maíz y un vaso con refresco.
M: Sinceramente espero que nuestra treta dé buen resultado (murmuró él).  Porque si Nicole me ve sentado junto a ti, podría colgarme por alta traición (un brillo malicioso asomó a sus ojos).  Pero vale la pena el riesgo. ¿Te dijo alguien que tienes una boca muy besable?
C: Marcos (murmuró Victoria con apremio).  Mira.
Cristina estaba sentada torcida hacia atrás en su asiento, Nicole se inclinaba hacia delante.  Cristina dejó caer un puñado de pasas con chocolate en la mano de Nicole y ella le ofreció luego rosetas de maíz.  Después de algunos de estos intercambios, las dos jovencitas se pusieron de pie y se cambiaron a otra hilera, donde se sentaron juntas.
V: Parece que las cosas marchan como esperábamos (susurró Victoria).
M: Así es (sonrió Marcos, pasándole el brazo por el hombro).  
Ambos miraron a sus hijas charlar y reír animadamente, y sonrieron ante el sonido de sus alegres risillas.


Capítulo 16

 Al frente Cristina y Nicole estaban hablando y rogando porque la estrategia funcionara…

** Flashback **
En el cuarto de Cristina…
C: Encontré a mamá con lágrimas en los ojos, como que estaba llorando.
N: Algo pasó, que nuestros padres discutieron.
C: Si, tiene que haber pasado algo, raro porque cuando Mamá estaba de buen humor cuando tu papá nos llevó a la biblioteca.
C: Después, cuando mamá nos recogió estaba triste y cuando fuimos a comprar hamburguesas, ella no compró nada para ella.
N: Y que hacemos, nuestro plan no está funcionando.
C: En una película que vi de dos hermanas gemelas que querían unir a sus padres, trataban de que ellos creyeran que estaban enojadas y sus padres al tratar de unirlas se relacionaban y luego ellos se dieron cuenta que eran el uno para el otro.
N: ¿Tú crees que funcione? 
C: Claro, nuestros padres se comen con la mirada, se gustan solo falta que se den cuenta que se necesitan entre ellos.
N: ¿Y qué hacemos?
C: Salimos del cuarto discutiendo, que no nos queremos ver, no nos llamamos hasta el lunes en la escuela….
** Fin del Flashback **


Al finalizar la película…
Salieron Cristina y Nicole y se dieron cuenta que sus padres estaban juntos.  Ambas se miraron pero no comentaron nada.  Marcos las invitó a ir a comer unas hamburguesas a Mc Donald’s.  Realmente, Victoria estaba contenta porque podía compartir más tiempo con Marcos.  Aunque las demostraciones de cariño entre Marcos y Victoria estaban reducidas a miradas furtivas llenas de un amor que estaba comenzando a germinar.  Marcos y Victoria decidieron hablar con sus hijas y sus respectivas familias después de la fiesta de la compañía, donde blanquearían su relación ante la sociedad de Buenas Aires.

Después de su noche en el cine, Victoria no pensaba mucho en la invitación de Marcos a la fiesta de la compañía hasta que leyó al respecto en la sección de sociales del periódico del miércoles.  El diario describía la fiesta patrocinada por Deportes Extremos como el evento de gala del año.  Cualquiera que fuera alguien importante de Buenos Aires estaría allí.  Hasta leer la nota del periódico, Victoria había pensado que se trataría de una fiesta sencilla, esa era la impresión que Marcos le había dado cuando la invitó.
Desde ese momento, Victoria comenzó a preocuparse, aunque no estaba segura del porqué.  Ella, una empresaria conocida dentro ámbito social y comercial y ser la acompañante de nada menos de Marcos Guerrero, uno de los hombre más codiciado por su atractivo físico varonil y sexy además de una posición social y económica envidiable, hacía activar su sensor de la preocupación.  El problema, decidió, era el que había venido esquivando desde la fiesta en pijamas de Nicole, aún no quería ventilar a los cuatro vientos su recién comenzada relación con Marcos.  Ahora, vestida para la fiesta, su intranquilidad creció, porque sabía lo importante que esa velada era para Marcos y los comentarios que iban a salir en las notas de sociales por lo que todos en su familia, amigos y conocidos se enterarían.  

La recepción y la cena tenían que ver con la bienvenida e incorporación de Marcos como socio mayoritario de Deportes Extremos, de acuerdo con el artículo del periódico.  La actividad se estaba preparando desde hace varios meses atrás.  Esa era la manera como John Becky presentaba a Marcos con la comunidad empresarial de Buenos Aires.

A la media hora de su llegada, Victoria reconoció al alcalde y otros miembros del consejo municipal, además de algunas personas de gran importancia del ámbito social de Buenos Aires.
M: Toma (murmuró Marcos, deteniéndose a su lado y ofreciéndole una copa de champaña).
Sonriéndose, ella tomó la copa y la apretó con dedos crispados, irritada consigo misma por estar tan nerviosa.
V: No sé si debería atreverme a beber algo fuerte.
M: ¿Por qué no?
V: Si quieres que te diga la verdad, prefiero pasar inadvertida, perderme entre los dibujos del papel tapiz.
La sonrisa de Marcos fue estimulante.
M: Solo olvídate y disfruta junto a mí de esta gran fiesta.
Victoria no estaba muy convencida. La sonrisa estaba congelada en sus labios y su estómago protestaba por no haber comido casi nada en todo el día.
El director de la Junta de Golosinas Bandi pasó delante de ellos y, al reconocerla, se detuvo un momento para saludarla con una inclinación de su cabeza.  Victoria también lo saludó y cuando el hombre se fue, ella bebió el champaña en tres gigantes tragos.
V: Me siento mejor (anunció).
M: Bien.  Ven por acá conmigo, quiero presentarte a algunas personas.
¡Más gente! Marcos ya le había presentado con tantas personas que los nombres se confundían.
Marcos la agarra por la cintura con el propósito de pegarla a su cuerpo y le dice.

M: Victoria me alegra de que te sientas mejor, solo espera que tan pronto termine la fiesta nos vamos al fin de mundo. 

En el camino, Victoria tomó otra copa de champaña, sólo para tener algo que hacer con las manos.  No tenía intención de bebería.
Los hombres y mujeres hicieron una pausa en su conversación cuando Marcos se aproximó.  Todos estaban interesados como se habían conocido.
M: Nuestras hijas son muy buenas amigas (explicó).
Los demás sonrieron.
Mujer: No sabía que tuvieras una hija (dijo una morena voluptuosa, sonriéndose sugestivamente a Marcos).  Gesto que a Victoria le disgustó, más bien le dio celos.
M: Nicole acaba de cumplir trece años.
La mujer pareció fascinada con esta información.
Mujer: Qué lindo. Mi sobrina tiene once años y creo que le encantaría conocer a Nicole.
M: Estoy seguro de que a Nicole también le gustaría.
Mujer: Entonces, podríamos hacer una cita para que se conozcan (la morena se pegó a Marcos, rozándole el brazo con el seno).
Victoria entrecerró los ojos, hizo una mueca casi imperceptible y dio un sorbo al champaña.  La mujer no podía ser más obvia en sus intenciones.
Mujer: Marcos, hay alguien que debes conocer; es decir, si puedo apartarte de Victoria por un minuto (la morena dirigió una mirada retadora a Victoria).
V: Oh, claro (Victoria hizo un movimiento con la mano como indicando que Marcos podía hacer lo que le viniera en gana).
Marcos frunció el entrecejo.
M: Acompáñanos.
Victoria le dirigió lo que pensó era una sonrisa devastadora.
V: Ve tú, al fin se trata de un solo minuto (dijo con exagerada dulzura).
Marcos y la mujer se apartaron, ella colgada del brazo de él, y Victoria charló con los demás por unos minutos, antes de perderse en la multitud.  Tenía el estómago hecho nudos.  No sabía por qué había tomado esa actitud unos momentos antes.  Quizá no quería que Marcos se diera cuenta de que estaba celosa; en realidad apenas podía admitirlo para sí misma.
Esperando no ser obvia, su mirada siguió a Marcos y la mujer hasta que ya no lo pudo soportar, y entonces se volvió y fue hacia el tocador de damas.  Se alegró de que el salón exterior estuviera vacío y se derrumbó en el sofá.  El corazón parecía querer salirse del pecho.  Daría cualquier cosa por desaparecer graciosamente de allí.
Fue entonces cuando lo supo.  Estaba completamente enamorada de Marcos Guerrero, lo amaba sobre todas las cosas.  A pesar de todas las advertencias que se había hecho a sí misma.  Con el descubrimiento de que amaba a Marcos vino otro.  La noche apenas había comenzado; todavía no cenaban.  Aún tenía ante ella una cena formal.
JB: Hola otra vez (dijo Jean Becky, esposa de John, entrando al tocador para damas.  Se detuvo por un momento, observando a Victoria, y luego se sentó a su lado).
V: Oh... hola (Victoria logró esbozar un fantasma de sonrisa a la simpática mujer).
JB: Acabo de ver a Violeta Alarcón pasar colgada del brazo de Marcos.  Espero que no te moleste.   
V: Oh, cielos, no (mintió Victoria).
JB: Magnífico.  Violeta tiene... cierta reputación y no quería que te preocuparas.  Estoy segura de que Marcos es bastante listo y maduro para no dejarse engatusar por una mujer tan... obvia.
V: Yo también así lo creo.
JB: Eres una mujer sensata y segura de ti misma (dijo Jean, complacida).

En ese momento, Victoria no se sentía sensata ni segura en absoluto.  La única emoción que experimentaba era temor.  Había vuelto a enamorarse y eso era como para estar aterrada.  ¿Por qué tenía que enamorarse del hombre más codiciado de la ciudad?  El hombre que había acaparado todas las miradas femeninas esa noche.
JB: De veras ha sido un placer conocerte (continuó Jean).  Marcos y Nicole hablan muy seguido sobre ti y tu hija.  Hace muchos años que somos amigos de Marcos y nos alegra el corazón ver que por fin encontró una buena mujer.
V: Gracias. 
Victoria no sabía cómo tomar eso de "buena mujer".  Eso le hacía preguntarse con qué clase de mujeres había salido Marcos antes.  Realmente no habían hablado mucho sobre su vida personal ni social antes que se mudara a Buenos Aires.  No estaba segura de querer saberlo.  Sin duda, había causado gran revuelo cuando llegó a la ciudad.  Los hombres ricos, guapos y disponibles no abundan en estos días.  Era extraño que todavía no lo hubiera atrapado alguna mujer.
Cinco minutos después, Victoria se había reanimado lo suficiente para volver a la fiesta y buscar a su hombre.  Marcos estuvo a su lado en pocos segundos, notablemente irritado.
M: Te estuve buscando por todas partes (dijo algo molesto).
Victoria no pudo contener el comentario:
V: Pensé que estabas muy bien acompañado.
M: ¿Por qué dejaste solo con esa aprendiz de golfa y me llevara así con ella? (preguntó él entre dientes).  ¿No pudiste darte cuenta de que yo buscaba una excusa para eludirla?  Cielos, mi amor, ¿acaso tenía que hacer señales de humo?
V: No (un camarero pasó cerca de ellos en ese momento y Victoria tomó otra copa de champaña).
Con igual rapidez, Marcos se la quitó de la mano.
M: Ya has bebido suficiente.
Victoria recuperó su copa.  Podía no entender muy bien lo que pasaba con ella esa noche, pero ciertamente no le gustaba la actitud de Marcos.
V: Discúlpame, pero yo sé cuánto puedo beber.
El ceño de Marcos se ensombreció.
M: Me ha tomado los últimos veinte minutos librarme de las garras de esa tigresa.  Lo menos que podías haber hecho era quedarte cerca en vez de hacer tu acto de desaparición.
V: De ninguna manera (estar esos años con Antonio le había enseñado más de una valiosa lección.  Victoria estaba harta de escenas de celos y todo tipo de juegos destructivos).
M: ¿Qué quieres decir?
V: No soy una mujer celosa.  Si decidieras irte a casa con Violeta, me daría lo mismo.  De hecho, podrías irte con ella en este momento si quisieras.  Yo tomaría un remis.  No estoy dispuesta a hacer el papel de novia celosa sólo porque otra mujer muestre interés en ti.  Además, creo que ya estás bastante crecidito para escapar de las garras de cualquier mujer sin mi ayuda.
M: ¿Realmente quieres que me vaya con Violeta? ¿No te importaría? (la retó Marcos en voz baja, ominosa).
Victoria se alzó de hombros con falsa indiferencia.
V: Eres libre de hacer lo que te venga en gana.  En realidad, podrías estarme haciendo un favor.
Victoria nunca había visto a ningún hombre tan enfadado.  Los ojos de Marcos parecían escupir fuego.  Tenía las mandíbulas apretadas y se erguía con excesiva rigidez.
M: Estoy comenzando a entender a Antonio (dijo él con tono glacial).  ¿Nunca se te ha ocurrido que Antonio buscaba otras mujeres en un desesperado afán por saber si lo amabas realmente?
Las palabras de Marcos la lastimaron más que un golpe físico, pero Victoria hizo un esfuerzo para disfrazar el dolor que él le había infligido.
V: No.  Es curioso, pero nunca se me había ocurrido eso (respondió cuando pudo hablar.  Hizo una pausa y miró a su alrededor).  Escoge la mujer, entonces.  Cualquiera, y la rasguñaré y tiraré de sus cabellos para agrandar tu ego masculino.
M: Victoria, ¡basta!
V: ¿Quieres decir que no deseas que me pelee con una rival?
Marcos cerró los ojos como buscando paciencia.
M: No.
Victoria se llevó teatralmente la mano al pecho.
V: Gracias a Dios.  No sabría cómo explicar a Cristina el ojo morado.
Ya iban a servir la cena y, tomando a Victoria por el codo, Marcos la condujo al salón de banquetes.
M: Lo siento, no debí decir eso sobre Antonio (le susurró él mientras entraban al comedor).  Comprendo que estés nerviosa, pero nadie se habrá dado cuenta... excepto yo.  Ya discutiremos este asunto de Violeta más tarde.
Victoria asintió, tranquila, aceptando la disculpa.  Comprendió que se había dejado arrebatar por el miedo de descubrir que podía perder a Marcos.  Para acrecentar la nerviosidad de Victoria, descubrió que le habían asignado un lugar en la, entre Marcos y John Becky.  Procuró no delatar su nerviosismo.
M: No te preocupes (murmuró Marcos, acariciándole la mano cuando estuvieron sentados).  Todos los que te han conocido están impresionados.
El comentario estaba destinado a darle ánimos; por desgracia, causó el efecto contrario. ¿Qué había hecho o dicho para impresionar a alguien?
Cuando terminó por fin la velada, Marcos parecía tan ansioso como ella por escapar.  Con un mínimo de protestas, se despidieron y salieron.
Una vez en el auto, Marcos no habló.  Pero cuando estacionó el coche frente a la casa de ella, apagó el motor y dijo en tono apacible:
M: Invítame a tomar una taza de café.
Victoria estuvo a punto de decirle que le dolía la cabeza, pero de nada serviría retardar lo inevitable, no podían postergar la conversación.
V: Está bien (masculló).
La casa estaba silenciosa y Sally, la cuidadora de las jovencitas, estaba dormida en el sofá.  Cuando despertó, Victoria le pagó y esperó en la entrada mientras la adolescente cruzaba la calle hacia su casa.  Haciendo acopio de valor, se encaminó a la cocina.  Marcos había puesto el agua y el café molido en la cafetera eléctrica, y sacó dos tazas de la alacena.
M: Está bien (dijo, volviéndose a confrontarla).  Quiero saber qué pasa contigo.
Victoria se asombró de que Marcos hubiera adivinado que algo la perturbaba.  Creía haber ocultado muy bien su desazón.
V: Creo que no me había percatado de lo importante que eres, (dijo, tratando de encontrar su voz).  Siempre te he visto como el padre de Nicole, el hombre lo bastante loco para acceder a una fiesta en pijamas para su hija.  El hombre que llamó por teléfono disfrazando la voz para que Cristina no la reconociera.  Ese es el hombre que conozco, no el que esta noche pronunció un discurso ante mucha gente importante diciendo que prometía a la ciudad desarrollo y prosperidad.  No el que puede decidir sobre la suerte de nuestra ciudad.
Marcos la miró con enfado.
M: ¿Y eso qué tiene que ver con nada?
V: Tú juegas en las ligas mayores.  Me sentí intimidada, yo no estoy acostumbrada.
Marcos hizo un gesto de extraña confusión.
M: ¡Estoy hablando de nuestra relación, no de béisbol!
Victoria se acercó una silla y se sentó, suspirando.
V: Debes comprender que salí de mi relación anterior con algunos rasguños que me crearon miedos.
Marcos comenzó a caminar de un lado a otro.
M: ¿Rasguños? ¿Acaso llamas a lo sucedido con Violeta un rasguño?  Llámalo una tontería.  A esa mujer apenas la conozco y me importa un soberano comino.
Victoria se puso de pie y fue a servir el café.  Entregó su taza a Marcos y, sosteniendo la suya entre las dos manos, se apoyó contra el fregadero y dio un sorbo tentativo.
M: Bien, esa mujer a quien apenas conozco y que me importa un rábano se me acerca con intenciones indecentes y te comportas como si no pudieras esperar a mandarme al cuerno.
V: Actuaste como si quisieras que yo fuera en tu rescate.  De veras, Marcos, ya estás grandecito.  Pensé que podrías cuidarte solo.
M: Parecías muy consternada de verme ir con ella.
V: Eso no es cierto.  Yo estaba muy a gusto (Victoria supo que se estaban desviando del asunto importante).
M: ¿Y por eso fuiste a esconderte?
V: Si estás buscando alguien que haga una rabieta de celos cada vez que otra mujer te guiñe el ojo, más vale que busques en otra parte.
Marcos volvió a recorrer la cocina como tigre enjaulado.
M: Explícame lo que quisiste decir con eso de que no saliste de tu relación anterior sin algunos rasguños.
V: Es muy sencillo.  Antonio solía divertirse presentándome a sus "amiguitas".  Todo mundo en las reuniones sabía lo que él estaba haciendo, excepto la ingenua de mí.  Pero cuando la venda cayó de mis ojos, quedé asombrada de mi propia estupidez.  Pero cuando me di cuenta de sus jueguitos, fue mucho peor.  Cada vez que me presentaba a alguna mujer, me llenaba de suspicacia.  ¿Tenía alguna aventura con ella o no?  Lo único que me quedaba era mantener la cabeza alta y sonreír (la voz de Victoria se tornaba más tensa a cada palabra y restalló al concluir).
Marcos caminó hacia ella y extendió las manos como para confortarla.
M: Victoria, escucha...
V: No (ella dejó su taza a un lado y cruzó los brazos al pecho).  Me sentí honrada de que me pidieras asistir contigo a esa importante fiesta.  Creo que ambos aprendimos algo valioso de la experiencia.  Al menos yo aprendí algo.
M: Victoria.       
V: No (lo volvió a interrumpir).  Déjame terminar, por favor.  Aunque es difícil decir esto, es necesario decirlo.  No somos el uno para el otro.  Estábamos tan entusiasmados con todo lo que tenemos en común, lo buenas amigas que son nuestras hijas y lo maravilloso que es... estar juntos, (hizo una pausa, aspiró a fondo y continuó).  Conocerte ha sido muy agradable, pero nada más allá de eso va a resultar bien.
M: Lo único que me entusiasmó eres tú, Victoria, nuestras hijas nada tienen que ver con lo que siento por ti, me enamoré de ti.
V: Me da gusto que digas eso, pero perdimos de vista el hecho de que ninguno de los dos queria comprometerse en algo serio.  Esa nunca fue nuestra intención.  Algo sucedió y no estoy segura de cuándo o por qué, pero de repente todo se volvió más intenso entre nosotros.  Debemos poner un alto antes de terminar lastimándonos.
Marcos pareció reflexionar sobre esto.
M: Tienes tanto miedo de dar a otro hombre el poder de hacerte daño que no puedes ver más allá, ¿verdad? Ya te dije esto antes, pero parece que no penetró en tu linda cabecita.  Nunca haré las cosas que Antonio te hizo.  Somos dos hombres completamente diferentes y es hora de que te des cuenta de ello.
V: Lo que dices puede ser verdad, Marcos, pero no veo qué puede cambiar eso.  Porque yo no tengo intención de comprometerme en otra relación amorosa.  Patinar como pareja no me parece estar comprometidos (replicó ella en un vano intento por tomar las cosas en broma).
Marcos fue el primero en romper el pesado silencio que siguió.
M: Es obvio que necesitas pensar bien las cosas (dijo con voz cansada).  Y yo también, por cierto.  Cuando hayas entrado en razón, llámame por teléfono.

Capítulo 17

Varios días después en Casa de Victoria…
C: Hola, mami (saludó Cristina, dejándose caer en el sofá al lado de su madre).  Espero que te des cuenta de que estoy muerta de aburrimiento (añadió, con un profundo suspiro).
Victoria estaba ocupada limpiando y no se detuvo a responder hasta que finalmente le pregunta:
V: ¿Por qué no haces tus deberes escolares?
C: Qué simpática eres, mami.  Estamos en vacaciones de verano... no tengo deberes escolares.
V: Es cierto.  Entonces llama a Nicole.  Estoy segura de que ella te ayudará a salir de tu aburrimiento (y podría dar a Cristina alguna información sobre Marcos, pensó).  

Marcos había salido con paso firme de la casa aquella noche y, aunque Victoria pensó que se le rompería el corazón lo dejó ir.  Desde entonces, había pensado las cosas.  Se moría por saber algo de Marcos.  Cualquier cosa.  Pero no sabía nada de él desde la noche de la fiesta, y cada día que pasaba le parecía una eternidad.

C: No tengo deseos de llamar a Nicole.
V: Podría sugerirte que limpies tu cuarto.
C: Eres muy graciosa, mamá.  Muy graciosa.
V: Caramba, soy simpática y graciosa en una sola noche.  Qué suerte he tenido.

Sin replicar nada, Cristina tomó una revista y la hojeó distraídamente, sin encontrar una sola ilustración del artículo que llamara su atención.  Dejó a un lado la revista y tomó la otra.  Cuando terminó de hojear las cuatro revistas que estaban en la mesita para el café, Victoria estaba perdiendo la paciencia.
V: Llama a Nicole.
C: No puedo.
V: ¿Por qué no?
C: Porque no puedo.
Eso no tuvo sentido para Victoria.  Y el sugerir que Cristina llamara a Nicole era otra señal de que quería solucionar la desavenencia con Marcos.  Hacía dias que no sabía nada de él.  Diez interminables días y con cada uno que pasaba lo extrañaba más.  Había dudado en llamarlo, presa de la indecisión, en lucha interna con su orgullo.  Lo que ella le había dicho aquella noche era cierto.  Pero había reaccionado con exageración en la fiesta y ahora se sentía avergonzada y culpable.  Cuando se fue de la casa, Marcos le sugirió que lo llamara cuando entrara en razón.  Bien, a la siguiente mañana ya estaba dispuesta a reconocer su culpa.  Y su necesidad.  Pero el orgullo la retuvo.  Y con cada día que pasaba, le resultaba más difícil tragarse su orgullo.
C: Sabes que no puedo llamar a Nicole (se quejó Cristina).
V: ¿Por qué no? ¿Volvieron a disgustarse? (preguntó Victoria sin mirar a su hija).  Su mente estaba ocupada y divagaba en su relación con Marcos.
C: Ya nunca peleamos o discutimos.  Pero Nicole está en Mar de Plata.
Victoria alzó la mirada.
V: ¿Sí? ¿Y qué hace allá?
C: Creo que fue a visitar a su abuela.
V: ¿Su abuela?
C: Si fue por una semana a visitarla ya que hacía varios meses que no la veía.
V: No, no lo sabía.
C: Sí lo sabías.  Te dije que Nicole se iba el domingo pasado. ¿Recuerdas?
Vagamente, Victoria recordó la conversación; ella había estado pelando patatas en la cocina.  Pero durante la semana anterior, cada vez que su hija mencionaba a Nicole o Marcos, hacía un esfuerzo para no escuchar lo que decía.  Ahora estaba hambrienta de información.
Su hija se irguió en su asiento y miró a su madre.
C: ¿No te dijo el señor Guerrero que Nicole se iría?
V: Pues... no.
Cristina suspiró y se reclinó en el sofá.  
C: Hace mucho que no lo ves, ¿verdad?
V: Pues... no.
Cristina tomó la mano de su madre y la palmeó con suavidad.
C: ¿Discutieron?
V: No exactamente.
La mano de Cristina continuó su acción apaciguadora.
C: Está bien, cuéntamelo todo.  No te guardes nada; necesitas decirlo todo.  Desnuda tu alma.
V: ¡Cristina!
C: Mami, lo necesitas.  Expresar tu enfado y tu frustración te ayudará.  Tienes que desahogar tus inquietudes.  Deja aflorar tu subconsciente.
V: ¿Desahogar mis inquietudes? ¿Aflorar el subconsciente? ¿De dónde has sacado tú ese lenguaje?
Cristina parpadeó y ladeó la cabeza.
C: Una amiga me prestó un libro de psicología aplicada.
V: Ah!  Entiendo (murmuró Victoria y alzó los ojos al techo).
C: ¿Estás segura de que no me lo quieres contar todo?
V: No, no te contaré nada.
Cristina soltó un suspiro y se alzó de hombros.
C: Eso supuse.  Cuando se trata del papá de Nicole no quieres decir nada.  Es como un oscuro secreto que quieres ocultar de Nicole y de mí.  Bien, no importa, estamos haciendo lo mejor por entenderlos.  Ustedes no quieren que nos hagamos ilusiones.  Puedo entenderlo, aunque me parece muy injusto (la niña se puso de pie y miró a su madre con evidente anhelo, luego se palmeó los costados con las manos).  Estoy contenta con seguir viviendo como vivimos... aunque sería muy lindo tener un hermanito, un bebé al cual cambiarle los pañales.  Y tú sabes que siempre he querido tener un hermanito.
V: Cristina...
C: No, mami (Cristina alzó una mano como para detener un tren en marcha).  De veras, comprendo.  Tú y yo nos llevamos bien así solas y creo que no habría necesidad de complicar las cosas con Nicole y su papá.  Eso podría causar verdaderos problemas.  Por primera vez Cristina estaba hablando con sensatez.
C: Aunque sería muy agradable sentirme parte de una verdadera familia.
V: Cristina, ya es suficiente (exclamó Victoria, sacudiendo la cabeza.  Su hija estaba provocándole tanta culpabilidad que ella comenzaba a escuchar violines de fondo).  Tú y yo formamos una verdadera familia.
C: Sí, mami, pero podría ser mucho mejor (Cristina volvió a sentarse al lado de su madre y cruzó las piernas).
Obviamente sus razonamientos habían sido preparados con bastante anticipación y, sin detenerse a respirar entre una frase y otra, procedió a enumerar las ventajas de unir las dos familias.
V: Cristina...
Una vez más su hija la detuvo con una mano extendida cuando Victoria inició su enumeración de las posibles desventajas.  Victoria poco pudo hacer para contener el bien planeado discurso de su hija. Con paciencia esperó a que Cristina concluyera.
V: No quiero volver a hablar de Marcos (dijo con firmeza).  Ni una sola palabra.  ¿Entendido?
Cristina miró a su madre con ojos tristes.
C: Está bien, si eso es lo que realmente quieres.
V: Lo es, Cristina.  No quiero que vuelvas a mencionar el nombre de Marcos.  
Prohibir el nombre de Marcos de los labios de su hija y prohibirlo de su propia mente eran dos cosas diferentes, decidió Victoria una hora después.  Le tomó otra hora hacer acopio de valor para llamar por teléfono a Marcos.  Él contestó al segundo timbrazo.
V: Hola, Marcos... habla Victoria (incluso eso era casi más de lo que ella podía decir).
M: Victoria (la forma como él dijo su nombre reveló su placer al escucharla).
Ella agradeció para sí que él no mencionara de inmediato la fiesta y la discusión subsecuente.
V: ¿Cómo has estado?
M: Bien. ¿Y tú?
V: Bien (contestó ella con cierta timidez.  Se apoyó contra la pared, cruzando y descruzando los tobillos).  Escucha, la razón por la que llamé es porque Cristina me dijo que Nicole estaba con su abuela y pensé que estabas un bajoneado por la ausencia de tu hija y una charla entre padres solteros te vendría bien.
M: Lo que necesito en realidad es volver a verte (le dice Marcos directamente).  Cielos, mi amor, como que te llevó bastante tiempo para decidir llamarme.  Pensé que me harías esperar por siempre.  Diez días es como mucho tiempo, Victoria. ¡Diez largos días!
V: Marcos...
M: ¿Podemos vernos en alguna parte?
V: No estoy segura (la mente de Victoria buscó una docena de excusas, pero no pudo negar lo solitaria y desdichada que se había sentido, cuanto necesitaba sentirse rodeada por los brazos de él).  Tendría que buscar quién cuidara a Cristina y eso podría ser difícil a esta hora.
M: Entonces yo iré a tu casa.
V: Está bien (murmuró ella).
Hubo un breve silencio.  Cuando Marcos volvió a hablar, su voz estaba enronquecida de emoción.
M: Me alegra que hayas hablado, Victoria.
V: Yo también me alegro (repuso ella con voz trémula y nerviosa).
M: Estaré allá dentro de media hora.
V: Tendré café listo.
Cuando Victoria colgó el receptor, la mano le temblaba y era como si tuviera otra vez veintiún años.  El corazón le palpitaba con violencia sólo por haber escuchado la voz de Marcos, y la cabeza le daba vueltas al pensar que dentro de poco lo vería.  Qué equivocada había estado al creer que si lo alejaba de su vista y su mente también lo alejaría de su corazón.  Qué tonta había sido al negar sus propios sentimientos y emociones.  Lo amaba, mucho, y eso es lo único que le debía importar.
Apenas tuvo tiempo de darse unos toques de maquillaje y pasarse un cepillo por el pelo.  Cristina había estado en su cuarto durante la pasada hora sin hacer ningún ruido; Victoria esperaba que estuviese dormida.
Apenas acababa de poner agua en la cafetera cuando sonó el timbre de la puerta.
La puerta del dormitorio se abrió de par en par y Cristina apareció en pijama, completamente despierta.
C: Yo abro (gritó).
Victoria quiso detenerla, pero fue demasiado tarde.  Con un suspiro resignado, permaneció en segundo plano y esperó a que su hija recibiera a Marcos.
Cristina se volvió a mirar a su madre, mostrando una sonrisa tan ancha como el río Mississippi.
C: Es ese hombre cuyo nombre se supone no debo pronunciar.
V: Sí, lo sé.
C: ¿Lo sabes?
Victoria asintió.
C: Bien.  Resuelve las cosas con él, mami.  Alíviate de toda esa presión interna.  Líbrate de la turbulencia antes que te coma viva.
Victoria dirigió una lánguida sonrisa al recién llegado, luego volvió su atención a Cristina.
V: Por lo visto también has estado leyendo novelas románticas.  Bien, jovencita, ¿no es hora de que te vayas a acostar?
C: No.
V: Sí, es hora, señorita (Victoria entrecerró los ojos).
C: Pero, mami, estamos en vacaciones de verano, así que puedo dormir hasta tarde mañana... ah, ya entiendo, quieres que me desaparezca.
V: Podrías leer en tu cuarto o escuchar música con tus audífonos.
Cristina ofreció a su madre otra sonrisa luminosa.
C: Buenas noches, mami.  Buenas... papá de Nicole.
M & V: Buenas noches (dijeron al unísono).


Capítulo 18

Cristina salió de la sala balanceando los brazos y dando pequeños saltos.  Marcos esperó hasta que oyó cerrarse la puerta de la habitación, luego cruzó la sala en dirección a Victoria.  Se detuvo de repente, frunciendo el entrecejo.
M: ¿Se supone que Cristina no puede mencionar mi nombre?
Victoria se medio encogió de hombros, mirándolo a los ojos.  Marcos estaba más guapo que nunca y su sonrisa la derretía.  Sus ojos parecían acariciarla con una ternura y un ansia dolorosa que provocó en ella extraños cosquilleos en todo su cuerpo.
V: Me alegra verte (murmuró Victoria con voz insegura).  Dio unos pasos hacia él.
Cuando Marcos extendió los brazos hacia ella, un profundo suspiro brotó de sus labios y la tensión desapareció de sus facciones.
M: Caramba, Victoria, me tuviste en suspenso durante diez días (la abrazó con fuerza, con la intensión de transmitirle toda la necesidad que tenía de ella).
Victoria se empapó de su calor y, cuando los labios masculinos encontraron los de ella, se rindió con un suave suspiro de dicha.  Estar en brazos de Marcos era como regresar a casa después de un largo viaje y descubrir lo bien que se sentía y darse cuenta cuanto lo extrañaba.  Era como caminar bajo el sol después de una mala tormenta, como tomar en la mano la primera rosa del verano.
Una y otra vez la boca de Marcos buscó la de ella en una serie de apasionados besos.  El sonido de una puerta al abrirse hizo que Victoria se apartara con presteza.
V: Es Cristina (murmuró).
M: Lo sé, pero no me importa (Marcos la mantuvo ceñida por otro rato).  Está bien (susurró), tenemos que arreglar algunas cuestiones.  Hablemos.
Victoria lo condujo a la cocina, donde podrían tener algo de intimidad.  Automáticamente tomó dos tazas y las llenó con café.  Se sentaron a la mesa, uno enfrente del otro, pero aun así parecía demasiado lejos.
Una vez más, Victoria bajó la cabeza a su humeante café.
M: Sabes, deseaba que hubieras llamado algunos días antes.  Por lo que a mí respecta, te tardaste nueve días de más en entrar en razón.
V: Yo...
M: Lo sé, lo sé (dijo Marcos antes que ella pudiera enumerar sus excusas).  Está bien, hablemos.
Victoria logró sonreír.
V: ¿Por dónde comenzamos?
M: ¿Qué tal sobre lo que sucedió la noche de la fiesta?
De inmediato el estómago de Victoria se contrajo.
V: Sí, bien, supongo que debo ser honesta y confesarte lo intimidada que estaba por tu importancia.  No estoy acostumbrada a verte como presidente de una gran empresa.  Y después, cuando te fuiste con Violeta, comenzaron a sangrar otra vez esas viejas heridas de mi relación con Antonio.
M: Supongo que hice todo lo que no debía.  Quizás debí insistir en que fueras conmigo cuando Violeta me arrastró con ella, pero...
V: No, eso tampoco habría servido de nada.
M: Debí imaginar cómo te sentirías, después de haber estado con Antonio.
V: No tenías por qué saberlo (ahora venía la parte difícil).  Marcos (comenzó, y se consternó al percatarse de lo débil y trémula que se oía su voz).  Estaba tan consumida por los celos que casi enloquecí cuando Violeta te tomó de tu brazo.  Me asustó tener que lidiar otra vez con esa espantosa emoción.  Sé que actué como una tonta al esconderme y quiero que me disculpes por ello.
M: Victoria, no es necesario....
Ella sacudió la cabeza.
V: No quiero que parezca una excusa, pero tienes que comprender qué me impulsó a comportarme así.  Yo creía haber superado eso y pensé que nunca volvería a comportarme como una tonta celosa.  Me había prometido que nunca llegaría a permitir que un hombre me hiciera sentir eso (a su manera Victoria estaba tratando de decirle lo mucho que lo amaba, pero las palabras no parecían ser las correctas).
Marcos frunció el entrecejo.
M: ¿Celosa? ¿Estabas celosa? Caramba, Victoria, quién lo hubiera creído.  Más bien me dio la impresión de que te alegrabas de que Violeta me alejara de ti.
La tensión en la garganta de Victoria le dificultó hablar.
V: Ya te expliqué por qué lo hice.
M: Lo sé.  La forma como yo me comporté cuando te encontré con tu ex pareja fue otro tipo de reacción celosa... la del toro furioso.  Creo que ahora comprendo tu clase de reacción.  Creo que tu reacción es más civilizada que la mía, por lo menos (esbozó una sonrisa apesarada y el silencio se hizo entre ambos).  ¿Podría significar eso que abrigas por mí algún sentimiento poderoso?
Una sonrisa tembló en las comisuras de la boca femenina.
V: Eres el único hombre por el que me he atiborrado de galletas por la decepción.  Te Amo.
La risa en los ojos de Marcos aparece lentamente en su rostro.
M: Creo que podríamos estar cerca de comenzar algo muy importante, mi amor. ¿Tú qué crees?
V: Creo que... tienes totalmente la razón.
M: Bien (Marcos parecía muy complacido con el rumbo que tomaban las cosas).  Eso es precisamente lo que quería escuchar.  Entonces vamos.
Victoria pensó, o más bien deseó, que él se inclinaría y la besaría.  
V: ¿Adónde vamos? (repitió Victoria, sintiéndose de repente muy inquieta).  ¿Por qué tenemos que ir a alguna parte?
Marcos pareció asombrado.
M: Victoria, por amor de Dios cuando un hombre y una mujer sienten lo que tú y yo sentimos uno por el otro, por lo regular hacen planes.
V: ¿Qué quieres decir con "lo que sentimos uno por el otro"?
Marcos frunció aún más el entrecejo.
M: Me acabas de confesar que me amas, y yo te lo repito una vez más, te aaamoooo.
Pero, en lugar de contestarle a Marcos, vio que se le nublaba la vista, perdiendo el conocimiento.  Marcos al percatarse de la situación reacciona a tiempo y para agarrar justo a tiempo a Victoria antes de llegar al piso para luego recostarla sobre el sillón de la sala.

M: Victoria, mi amor (la llama desesperado.  Victoria no responde).
Aunque Marcos estaba desesperado por la salud de su amor, no quiso llamar a Cristina para no preocuparla, entonces se dirige al botiquín del baño busca el alcohol.  Marco le aplica un poco para que Victoria respire y reaccione.  Victoria comienza a reaccionar.
M: Mi amor, ¿Cómo estás?,  ¿Te encuentras bien?
V: Marcos, que pasó (pregunta desconcertada).
M: Perdiste el conocimiento y te desmayaste.
V: Y Cristina, se dio cuenta.
M: No, por suerte no se percató de tu desmayo, porque te aseguro que ella estuviera en este momento al lado tuyo.
V: Gracias, Marcos
M: No tienes por qué darme las gracias, eres el amor de mi vida y siempre voy a estar al lado tuyo en las buenas y en las malas.  Victoria vamos a ver un médico, ese mareo no es normal.
V: Pienso que estado bajo stress últimamente.
M: Victoria, me quieres decir que yo soy el culpable de tu mareo.
V: Mi amor,  no.  Simplemente estoy bajo momentos de presión con la fábrica, con la expansión de ella, por nosotros…
M: entonces yo soy una presión para ti.
V: Mi amor, no quise decir eso…
Marcos no la dejo terminar y se fue de la casa de Victoria porque no quería que la discusión fuera la causante de problemas mayores, la amaba y quería darle el espacio.  De algo él estaba seguro, del amor que sentía el uno por el otro.


Capítulo 19

Esa misma madrugada…
C: ¡Mami, mami, ven pronto!
El apacible sueño de Victoria fue interrumpido por los gritos alarmados de Cristina.  Se dio vuelta en la cama y vio el reloj que estaba en la mesa de cabecera.  Las cinco de la mañana.
V: ¿Cristina? (se incorporó en la cama).
C: ¡Mami!
La palabra denotaba tal pavor que el corazón de Victoria dio un vuelco. Apartó las mantas con presteza y corrió descalza hacia el pasillo.  Casi de inmediato, sus pies se encontraron con agua fría.
C: Algo está descompuesto (gritó Cristina, saltando con nerviosidad).  El agua no deja de salir.
Por la forma como brotaba el agua parecía como si se hubiera desbordado una presa.
V: Ve por unas toallas (instruyó Victoria, señalando hacia el gabinete de la ropa blanca en el pasillo.  El borde de su pijama estaba mojado ya.  Corrió hacia el cuarto de baño, apartando a su hija, que seguía brincando como un canguro enloquecido).
Una investigación más atenta reveló que el agua salía del gabinete bajo el lavamanos.
C; ¡Mami, mami, toma! (saltando a su alrededor, Cristina le lanzó un bulto de toallas que se separaron en el aire y cayeron por todas partes).
V: ¡Cristina! (gritó su madre).
Acuclillándose frente al lavamanos.  Abrió el gabinete y de inmediato brotó una pared de burbujas.  La fuerza del agua que fluía había volcado un recipiente de jabón de burbujas. ¡Estuviste en el baño de burbujas!
C: Pues... ¿cómo lo supiste?
V: El frasco no tiene la tapa y ahora todo el contenido se regó.
C: Sólo usé un poquito.
Tres barras de jabón perfumado, todavía en sus envolturas, flotaron entre los pies de Victoria.
C: Lamento lo del baño de burbujas (dijo Cristina).  Supuse que te enfadarías si lo descubrías, pero una niña necesita saber lo que se siente darse un lujo de vez en cuando, ¿sabes?.
V: Está bien, no podemos preocuparnos por eso.
Victoria agitaba las manos tratando de apartar las burbujas para apreciar el daño.  Pronto descubrió que un tubo se había roto.  Con la cabeza apoyada contra el borde del vertedero, buscó dentro del gabinete la llave para cortar el suministro de agua.  Cuando la encontró, la cerró hasta que el agua se redujo a un simple chorro.
V: ¡Cristina! (gritó Victoria, mirando por encima de su hombro.  Por supuesto, cuando la necesitaba más, su hija desaparecía).  ¡Trae más toallas! ¡Pronto, nena!
Dos minutos después su hija apareció con los brazos llenos con cada toalla y lienzo de limpieza de la casa.
C: ¡Uf! (murmuró la niña haciendo una mueca de disgusto).  ¡Que porquería!
V: ¿Entró algo de agua a la sala?
Cristina asintió.
C: Pero sólo hasta la puerta de enfrente.
V: Vaya (masculló Victoria).  Ahora tendría que contratar a alguien para secar la alfombra.
De rodillas y apoyada en una mano Victoria secó lo más que pudo, con el pijama ya empapado.
C: Necesitarás ayuda (anunció su hija).
V: Cámbiate primero de ropa, no vayas a pescar un resfriado.
C: ¿Y tú?
V: Iré a ponerme ropa seca en cuanto termine de limpiar esto.
C: Mami...
V: Mi amor, haz lo que te digo. No estoy de humor para discutir.
El pijama de Victoria estaba empapado, las burbujas se reventaban a su alrededor y sobre su cabeza.  Estornudó con fuerza y buscó un pañuelo de papel que se deshizo en sus manos mojadas.
M: Toma, usa esto.
La voz masculina que oyó detrás de ella sorprendió tanto a Victoria que cuando se volvió, resbaló y cayó sentada en un charco de agua helada.
V: ¡Marcos! (exclamó, poniéndose de pie con dificultad).  ¿Qué haces aquí?
Estupefacta, Victoria miraba a Marcos, boquiabierta y con los ojos redondos.
M: Cristina me llamó por teléfono, muy agitada.
V: ¿Cristina?
M: Sí, la misma.  Me sugirió que viniera pronto en tu ayuda, diciendo que algo drástico había sucedido (Marcos dio un paso hacia ella y con ternura le apartó un mechón de la frente).  ¿Qué pasó?
V: Se rompió un tubo debajo del fregadero.  Creo que ya lo tengo bajo control (el pijama le colgaba sobre los tobillos, chorreando agua en sus pies.  El cabello le caía en rizos húmedos alrededor de la cara y Victoria nunca se había sentido más cerca de las lágrimas antes).  Cristina no debió telefonearte (dijo, cuando encontró su voz).
M: Me alegro de que lo haya hecho.  Me complace saber que puedo ser útil de vez en cuando (sin importarle que estuviera empapada, la estrechó en sus brazos, apretando la mojada cabeza contra su pecho).
Victoria se estremeció.  Sentía a Marcos tan cálido y lleno de vida, tan preocupado y amoroso.  Ella le había dicho que era una mujer fuerte e independiente, y por lo regular lo era, pero cuando se trataba de tuberías rotas y cosas así, se derrumbaba.
M: Éstas empapada hasta la medula (le murmuró Marcos al oído).
V: Lo sé.
M: Ve a cambiarte.  Yo me encargaré de esto.
Entonces brotaron las lágrimas, lágrimas tontas que surgían de algún lugar profundo dentro de ella y se negaban a contenerse.
V: No puedo secarme (dijo entre sollozos, enjugándose con mano furiosa las mejillas).  Ya no hay una sola toalla seca en toda la casa.
Marcos se quitó la chaqueta de cuero y se la puso sobre los hombros.
M: Mi amor, no llores.  Por favor.  Todo va a estar bien.  Sólo se trata de un tubo roto y lo puedo arreglar antes del mediodía.... quizás antes.  Ya no llores.
V: No puedo evitarlo (farfulló Victoria).  
Se llevó una mano a la boca y posó la frente en el firme pecho masculino
V: Son las cinco de la mañana, mi costoso baño de burbujas Giorgio está arruinado y estoy tan enamorada, te necesito tanto que no puedo pensar con claridad.
Marcos la tomó por los hombros y la apartó para mirarla a los ojos.
M: ¿Qué dijiste?
Victoria bajó la mirada, un poco abochornada.
V: Que se arruinó mi baño de burbujas (balbuceó).
M: Eso no.  Quiero oír la otra parte.
Victoria lanzó un suspiro.
V: ¿Qué otra parte?
M: Lo de que estás tan enamorada, que me necesitas que no puedes pensar claro.  ¡Cielos, mi amor, hace apenas unas ocho horas estaba yo aquí con el corazón en la mano, trémulo y emocionado como un adolescente, y tú tomaste las cosas con tanta naturalidad como si estuviéramos hablando de las cotizaciones del mercado! Y ahora...
V: Fuiste tú quien tomó todo con frialdad, como si lo sucedido entre nosotros no te importara (ella se pasó el dorso de la mano debajo de la nariz y estornudó con fuerza).  Luego hiciste parecer todo como una conclusión premeditada y...
M: Estaba nervioso.  Ahora, ¿hacemos otro intento?  Quiero casarme contigo, Victoria Fernández.  Quiero que compartas mi vida, que tengas a nuestros bebés.  Quiero amarte hasta que los dos estemos viejitos.  ¡Incluso he abrigado fantasías de los dos viajando para visitar a nuestros nietos?
V: ¿Nuestros nietos? (Victoria alzó los ojos con timidez, incapaz de creer lo que estaba escuchando).
M: Claro que preferiría tomar esto paso a paso.  Lo primero que quiero que hagamos es casarnos.  No pude haberlo hecho más evidente hace unas horas.
V: Pero...
M: Un momento, déjame continuar antes que nos metamos otra vez en complicaciones.  Lo primero es lo primero.  ¿Quieren casarse Cristina y tú con Nicole y conmigo?
C: Creo que deberíamos hacerlo (dijo la emocionada adolescente desde el pasillo, complacida por cómo se estaban encaminando las cosas).  Quiero decir, para Nicole y para mí ha sido obvio desde hace mucho que ustedes hacen la pareja perfecta (Cristina suspiró y se apoyó contra la pared, cruzando los brazos al pecho en una actitud de persona adulta).  Sólo hay una falla en el plan.
V: ¿Una falla? (preguntó Victoria).
C: "Sipi" (dijo Cristina).  Nicole va a estar muy molesta por haberse perdido esto.
Marcos frunció el entrecejo y luego soltó la risa.
M: Vaya, vaya.  Creo que Cristina tiene razón.  Tendré que hacer una segunda proposición.
Victoria se incorporó y puso las manos en jarras.
V: Escuchen ustedes dos, nunca he dicho que me casaría con nadie... todavía.
C: Por supuesto que vamos a casarnos con el señor Guerrero, mami (intervino Cristina con firmeza).  De veras, mami, no es el momento para hacerse la difícil.
V: ¿Qué? (estupefacta, Victoria miró a su hija.  Luego desvió la mirada hacia Marcos y hacia su hija otra vez).
M: Cristina tiene toda la razón, ¿sabes? (dijo Marcos).
V: No puedo creer que estoy oyendo esto (Victoria estaba parada sobre un mar de toallas mojadas, mientras su hija y el hombre a quien amaba debatían su destino como si ella poco o nada tuviera que ver en ello).
M: Tenemos que pensar en alguna manera de incluir a Nicole (comentó Marcos con aire reflexivo).
V: Me iré a cambiar de ropa (murmuró Victoria, ansiosa por escapar).
M: Buena idea (replicó Marcos, sin mirarla).
Victoria fue a su cuarto y cerró con fuerza la puerta.  Se quitó el pijama y, temblando, buscó un suéter de lana y unos jeans.
Marcos y Cristina estaban todavía en el umbral del cuarto debatiendo detalles, cuando Victoria reapareció.  Ella pasó frente a ellos con suavidad y se encaminó a la cocina, donde preparó café. Luego levantó las toallas tiradas, las llevó al patio trasero, las metió en la lavadora y encendió la máquina.  Cuando regresó a la cocina, Marcos ya estaba allí.
M: ¡Oh! Problemas (comentó él al observar sus furiosos movimientos).  Bien, dime qué te molesta.
V: No me gusta la forma en que tú y mi hija están planeando mi vida (dijo ella sin anestesia).  Realmente, Marcos, ni siquiera he aceptado tu proposición de matrimonio y ya tú y Cristina tienen previstos los próximos diez años.
Marcos hundió las manos en los bolsillos de su pantalón.
M: No es para enfadarse tanto.
V: Quizá no, pero de cualquier manera es irritante.  Desde ahora te advierto que no te dejaré hacer una segunda proposición sólo para que Nicole la presencie.  Para serte sincera, no me entusiasma mucho el que Cristina haya participado en esta.  Se supone que una proposición matrimonial es un asunto privado.  Una cosa romántica, con flores y música, no enfrente de una tubería rota con burbujas de baño alrededor y con mi hija como público.
M: Está bien, ¿qué sugieres?
V: No sé, usa tu imaginación.
M: Si quieres romance, Victoria, me parece bien.  Te lo daré con todo gusto.
V: La mayoría de las mujeres nos gusta el romance.
Marcos caminó hacia ella y la tomó en sus brazos, y hasta ese momento Victoria no tuvo idea de cuánto deseaba el romance, en realidad, lo quería todo.
Todo en Marcos Guerrero la fascinaba.  Alzó una mano para rozarle con delicadeza la orgullosa línea de la mandíbula.  Realmente amaba a este hombre.  Sus ojos, de un negro azabache intenso, se encontraron con los de ella y un exquisito escalofrío la recorrió.  El la agarró por la cintura y luego la alzó del suelo hasta que sus ojos estuvieron al mismo nivel.
Victoria emitió un leve jadeo de sorpresa.  Sonriendo, le rodeó el cuello con los brazos.
Marcos la besó entonces, con una pasión que la dejó lánguida y temblorosa.
M: ¿Qué tal estuvo eso? (preguntó él con voz enronquecida).
V: Vas bien, Muuuy bien.  Sabes me fascinan tus besos.
M: Eso supuse, y a mí los besos tuyos me encantan (una vez más, la boca de él hizo contacto con los labios de ellas.  Victoria quedó azorada y excitada ante la intensidad de la caricia de los besos de Marcos.  Marcos, por su parte, la besaba una y otra vez, hasta que ella pensó que si la soltaba, caería al suelo porque sus pies no la aguantarían
M: Victoria...Te amor, quiero que seas la mujer de mi vida, aceptarías unir tu vida junto a la mía y a la de nuestras hijas.
Ella plantó una serie de besos en todo el rostro de su amado, sintiendo que el corazón le explotaría en el pecho.  Marcos le había despertado su parte sensual, enterrada todos esos años desde su separación, y ahora volvía a la vida y ella sentía hambre de amor por este hombre que cada día estaba más dentro en su corazón.
V: Sí (susurró contra la boca de él).  Sí, sí, sí.
M: Sí, ¿qué? (Victoria hizo una pausa y sonrió con ternura).
V: Sí, me casaré contigo.  
M: Ahora mismo. ¿De acuerdo?
V: En este minuto.
M: Podemos volar a alguna parte... encontrar una iglesia...
V: Oh, Marcos... te necesito tanto!
M: Victoria, no podemos (las palabras de Marcos brotaron en un gruñido proveniente de lo más profundo de su ser).
Ella lo oyó, pero no pareció importarle.  Lo besó y él le devolvió el beso.  El beso continuó mientras él la hacía descender al suelo, sus cuerpos íntimamente ceñidos.
De repente Victoria comprendió lo que él había querido decir.
V: No debemos. Cristina...
Marcos la acalló con otro beso; luego dijo:
M: Lo sé, mi amor.  Este no es el lugar ni el momento, pero de veras que me gustaría...
Victoria se incorporó y se apartó.  Con voz trémula, dijo:
V: A mí también... y, además, creo que deberíamos esperar un poco para casarnos.  Al menos hasta que llegue Nicole.
V: Estoy completamente de acuerdo, ¿Cuándo regresará?
M: La próxima semana.
Victoria asintió y cerró los ojos.  Le parecía una eternidad.
M: ¿Y qué hay de tu trabajo? (quiso saber Marcos).
V: No quiero dejar de trabajar aunque cuando decidamos tener un bebé, es muy probable que trabaje menos.  Pero primero quiero disfrutar de nuestra vida como familia. 
Marcos la volvió a besar.
M: Si te hace feliz, continúa en el trabajo en la empresa todo el tiempo que quieras, yo te apoyaré por siempre.
En ese momento, no obstante, en todo lo que Victoria podía pensar era en bebés, vacaciones familiares y galletas horneadas en casa.


Capítulo 20

Al próximo día, sábado…
Elena había invitado a Victoria, Marcos y a Cristina a comer un asado que prepararían Pepe y Emilio en la Mansión.  Ellos aceptaron felizmente, ya Victoria no tenía dudas solo le importaba su felicidad al lado de Marcos y sus hijas.  Ellos le contaron a la familia sus planes de matrimonio, de como y cuando se querían casar.
Elena se encontraba feliz porque al fin su hija mayor había encontrado al amor de su vida.  Ella veía como ambos estaban felices y se complementaban como una gran familia junto a sus hijas Cristina y Nicole (aunque estaba ausente físicamente, Brenda y Cristina pudieron comunicarse vía Skype). 
Elena y los demás gozaban de los comentarios de Cristina contándole sus estrategias junto con Nicole como cupidos, sin duda eran una gran familia. 
En un momento de la velada, Victoria se va en un aparte con Natacha.
V: Natacha trajiste lo que te pedí.
N: Si, lo tengo en mi cuarto, vamos.
Ya en el cuarto de Natacha…
N: Toma, ve házte la prueba de embarazo ahora estoy ansiosa por saber si voy a ser tía nuevamente.
V: Ay estoy ansiosa y a la misma vez nerviosa, y si estoy embarazada, como lo va tomar Marcos, las chicas ay no sé…
N: Ya, Victoria ve yaaa, vete hacértela ya, además se nota que Marcos y las Chicas estarán mas que encantados con el nuevo integrante de la familia Guerrero Fernández.
Quince minutos después Victoria se había enterado que la prueba había dado positivo.  Victoria le pide a Natacha total discreción de su embarazo porque quería buscar el momento ideal para dar la gran noticia a Marcos y a sus hijas.
Cuando Victoria baja nuevamente, Marcos se acerca por detrás a ella besándole el cuello y mordiéndole el lóbulo de su oreja, causándole unas cosquillas por todo su cuerpo.  Ella girándose si pena alguna por la presencia de su familia, besa profundamente a él.  Es Marcos el que detiene el beso, dándole varios piquitos y le dice.
M: Mi amor si no estuviéramos aquí no sabes cómo…
Victoria no lo deja terminar, le da un pequeño beso y le dice bajito al oído.
V: Te Amor con Locura.

Durante esa semana, Marcos tuvo una reunión en New York, por lo que tuvo que ausentarse por tres días, razón por lo que aprovechó para prepararle una sorpresa a Victoria.  Los restantes días de esa semana los pasó junto a Victoria y a Cristina.  Cristina hablaba con Nicole todas las noches.  Ella estaba loca por regresar y compartir la alegría del noviazgo de su papá y Victoria.  Cristina convenció a Marcos y Victoria de no decirle nada sobre su compromiso hasta que ella llegara y darle la sorpresa.

Regreso de Nicole
M: Ese es su avión (dijo Marcos a Cristina, señalando el Boing que se aproximaba por la pista del aeropuerto internacional).  
C: Yo iré a decírselo, ¿sí?
V: Creo que Marcos debería hacerlo, nena
C: Pero Nicole y yo somos amigas.  Ustedes no pueden esperar que me guarde algo como esto, algo que las dos planeamos desde que fuimos al Palacio Rosa.  Si no fuera por nosotras, ustedes ni se conocerían.
Los ojos de Cristina eran suplicantes mientras miraba a Victoria y a Marcos.
C: Ustedes dos estarían como dos náufragos en un mar de soledad y desdicha de no ser por nosotras (agregó la niña con tono melodramático).
C: Has seguido leyendo novelas románticas, ¿verdad? (comentó Victoria con una media sonrisa).
M: Está bien, está bien (accedió Marcos, con un suspiro).  Puedes decírselo tú.

Apoyada sobre la baranda junto a la ventana de la terminal, Cristina estudiaba con ansiedad a cada pasajero que salía.  En cuanto Nicole apareció, Cristina corrió hacia su amiga y la abrazó como si hiciera años que no se veían.
Victoria observó la escena con una apacible sensación de felicidad.  Nicole soltó un grito de alegría, abrazó a su amiga por los hombros y las dos saltaron de gozo una y otra vez.
M: A juzgar por su reacción, deduzco que no le disgustó nuestra decisión (le comentó Marcos a Victoria).
N: ¡Papi, papi! (Nicole corrió hacia su padre y lo abrazó con todas sus fuerzas).  Estoy feliz de estar otra vez en casa.  Te eché de menos.  Los eché de menos a todos (expresó, mirando a Victoria).
Marcos devolvió el abrazo.
M: Me alegra tenerte otra vez en casa, pedacito de cielo.
N: Pero todo lo emocionante sucedió cuando yo no estaba (manifestó la joven, haciendo una mueca).  Caracoles; de haber sabido que por fin ibas a ligarte a la señora Fernández, no me habría ido.
Victoria sonrió con cierto engorro a la gente que los rodeaba.
C: No te enfades (dijo Cristina a Nicole).  Era una situación de ahora o nunca, con mi mami en su pijama y todo.
Marcos observó a los curiosos.
M: Sí, no necesitas sentirte relegada. (La abraza y le dice bajito al oído de su hija).  Me guardé la mejor parte para ti, no digas nada es una sorpresa.  
V: Mi amor vamos a reclamar el equipaje de Nicole.
M: Si vamos.




Capítulo 21 (Capitulo Final)

 De camino a casa de Victoria, Marcos las invita a cenar en un lujoso restaurante (como excusa para la sorpresa).
M: Mi amor tenemos que celebrar que ya estamos los cuatro.  Que te parece si todos vamos a cenar al Restaurante Imperial. 
V: Me parece bien, pero antes tengo tenemos que cambiarnos de ropa, es un lugar elegante (estaban vestidos de forma casual).
M: Si lo que hacemos es que te llevo a ti y a Cristina a tu casa, luego con Nicole me cambio en la nuestra y luego las paso a recoger tipo diez de la noche. 
V: De acuerdo.
Victoria eligió ponerse un vestido negro muy sexy ajustado haciendo resaltar su cuerpo con un escote dejando ver su espalda y unos zapatos de taco alto provocando que se vea estilizada y elegante.  Cristina había escogido un vestido azul turquesa juvenil con unas sandalias plateadas a juego.  Marcos había elegido un traje italiano color negro a la medida, camisa y corbata de seda en color negro, elegancia a la máxima expresión.  Nicole había escogido un vestido juvenil color marrón claro con unas sandalias doradas a juego manteniendo, al igual que Cristina, un estilo muy de acuerdo a sus edades.

M: Todas mis mujeres están preciosísimas, lo que me espera, pobre de mí.
V: Mi amor no te preocupes por mí, yo solo tendré ojos para, estás ummm! (respirando hondo) Hermoso.  La que se debe preocupar soy yo, a saber cuántas mujeres te van a echar el ojo.
M: Victoria, no me digas que te pusiste celosita, Mi amor Soy todo tuyo y de nadie más, ahora y siempre.  Pero mi preocupación principal son estas preciosuras (señalando a Cristina y a Nicole).  Que muchos pretendientes voy a tener de ahuyentar.
V: Ja, ja, Marcos si todavía son muy chicas.
M: Si, cero novios hasta después de los veinticinco años.
C & N: (Que se habían mantenido calladas, gritan (si son mudas explotan).  Queeee!
V: (Sonriendo y cerquita a ellas) Mis amores tranquilas ya me encargo de Marcos.
M: Bueno, ya basta de confabular contra mí que llevo desventaja tres a uno.  Vámonos que se nos hace tarde.
Ellas se ríen y se marchan hacia el restaurant.

A la llegada al Restaurante..
El mozo los dirige a un salón privado del restaurante donde para sorpresa de las tres se encontraban tanto la familia de Marcos (su mamá y sus dos hermanas) como la familia de Victoria (sus padres, Emilio, sus hermanas, el esposo de Natacha y los dos hijos de ésta).  Marcos había organizado todo con la ayuda de las hermanas de Victoria.  Ellas se habían esmerado en cada detalle de la decoración y el catering a degustar todos los invitados.

Victoria que había entrado del brazo de Marcos se giró hacia él con expresión de sorpresa, toma el rostro de Marcos entre sus manos y mirando a sus ojos y exclama con alegría y con toda la emoción de saberse amada por el amor de su vida.
V: Mi amor que sorpresa, te amo (beso corto), te amo con toda mi alma, sos mi vida (beso), Te amo con locura (beso largo olvidándose por completo de todos los testigos de su gran amor).
M: Siempre, siempre quiero que estés segura que el amor que siento por ti es puro y verdadero.  Que desde hace tiempo no somos más Nicole y yo, somos desde ya una familia, tú, Cristina y Nicole son lo más importante para mí.  Y es por esta razón que quise que nuestras hijas y nuestras familias fueran testigo de nuestro amor.  (Tomó la mano de Victoria y, mirándola a los ojos mientras le deslizaba el anillo en el dedo, dijo casi con reverencia),  Te amo, Victoria Fernández, seré el hombre más feliz de la tierra si te casas conmigo.
V: Te amo, Marcos Guerrero (repuso ella con voz llena de dicha) y claro que acepto unir mi vida a la tuya y a la de nuestras hijas.
C: ¿Quiere decir esto que de ahora en adelante Nicole y yo seremos hermanas? (preguntó Cristina, apretando la mano de su mejor amiga).
N: "Sipi" (dijo Nicole).  Es lo que siempre quisimos.
Rodeándose los hombros con un brazo, las dos jovencitas caminaron hacia sus padres y se unieron al abrazo de sus padres.
V: Marcos, mi amor, quiero decirte (tomándole el mentón), quiero decirles (mirando a Cristina y a Nicole) que nuestro amor ha sido bendecido con la mejor de las bendiciones.  Mis amores pronto a nuestra familia contará con la llegada de un nuevo integrante (lo mira con una gran sonrisa), sí!, mi amor, estoy embarazada.
C & N: ¡Vamos a tener un hermanito!.
V: Si…
Marcos le rodeó con un brazo, la miró con ternura (dándole las gracias) para luego sellar un futuro lleno de amor con un apasionado y profundo beso.  Y diciéndole a sus ojos, sonriendo, cuanto la amaba.
M: Victoria, Mi amor, mi todo, eres la suma de todos mis sueños,  Te amo más que la primera vez, porque Cuando me enamoro, se detiene el tiempo.

PROLOGO
Dos meses después Marcos y Victoria se casaron.  Ellos celebraron su boda en un ambiente íntimo donde sus familias y amigos más cercanos.  Cristina y Nicole fueron las damas de honor, Flor, la hermana de Marcos y Emilio fungieron como la madrina y el padrinos de la ceremonia.  Marcos sorprendió a Victoria al comprar una casa de seis amplios dormitorios y un gran patio con piscina (pileta) para el disfrute de ellos, Cristina, Nicole y sus futuros hijos.  Victoria delegaba en Brenda y Flor (que se había mudado a Buenos Aires) la mayoría de las responsabilidades gerenciales de Golosinas Bandi.  Como una vez pensó Victoria, ella se dio una oportunidad al amor y por ello estaba disfrutando al máximo de su vida de casada dándole prioridad a Marcos y a sus hijas.  Seis meses después nacieron Ignacio y Laura Guerrero Fernández, si, tuvieron mellizos por lo que las chicas estaban encantadas de ayudar en el cuidado de sus hermanitos.  Marcos y Victoria supieron disfrutar a través de los años de su unión como pareja pero en especial de todos sus hijos y nietos.

FIN

Nota de Agradecimiento

Chicas, Gracias, Muchas Gracias por Seguirme en mis nuevas aventuras como escritora.  Espero que hayan disfrutado leerla como yo la disfrute escribirla.  No sé, si seguiré con la historia (ya orientada a las situaciones de ellos con sus hijos).  Pienso que al ser parecida a la de "Marcorianitos" de Isa no la voy hacer.  Si tengo pensado hacer otras historias con otros temas, como la que comenzará próximamente, "Mi Seductor Amigo". 
Me gustan las historias cortas de aproximadamente de 20 a 25 capítulos, aunque no descarto que esta nueva historia se extienda varios capítulos adicionales. 
Sé que la mayoría de mis lectoras son de nacionalidad argentina, así que pido disculpas cuando en mis historias utilizo; "eres" en vez de "sos", o "entiendes" por "me entendés", "me regañas" por "me retas", realmente no importa cómo nos expresemos o de donde seamos siempre vamos a ser latinos.

Un saludo y un abrazo bien grande desde Puerto Rico, 
Les quiere mucho,
Maribel


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