Cuando Me Enamoro de Maribel
Camacho
21 capítulos
Sinopsis
-Mami, ¿has pensado en casarte alguna vez?
Victoria no lo había pensado. El
matrimonio era una experiencia que nunca lo consideró y esta etapa de su vida
no la deseaba, aún. Marcos Guerrero opinaba lo mismo. Igual que Victoria,
consideraba el matrimonio como la peor de las decisiones, una idea
desastrosa. El único objetivo de ambos era la felicidad de cada una de
sus hijas.
Cristina, la hija de Victoria, y Nicole,
la de Marcos, eran amigas, de modo que Victoria y Marcos se hicieron amigos
también. Y pronto comenzaron a sentir algo más fuerte que la amistad... algo
que los dos preferían ignorar. Pero no contaban con las trampas de sus hijas...
Capítulo
1
MAMI, olvide decirte que necesito dos
docenas de galletas horneadas para mañana temprano. Victoria Fernández abrió
los ojos con renuencia y alzó la cabeza de su suave almohada de plumas, mirando
con ojos adormilados el reloj de su pequeña mesa de noche. V: Cristina, pasan
de las once de la noche.
C: Lo sé, mami. Lo siento. Pero tengo que
llevar las galletas.
V: No, no es necesario, Hay un paquete de
galletas encima de la alacena.
C: No, mami. Tienen que ser galletas
horneadas en casa.
V: Pues lo siento mucho. Debiste pedírmelo
antes. Ahora es demasiado tarde para ponernos a hornear.
C: Mami, sé que se me olvidó, (suplicó la
niña). ¡Pero tengo que llevar las galletas mañana a clase! ¡Es
importante! ¡Muy importante!
V: Convénceme (Victoria usaba la frase con
frecuencia).
Victoria no quería ser inflexible ni
demasiado severa. Pero era difícil ser madre y padre a la vez. Hace diez
años, Victoria se había hecho cargo de la crianza de Cristina una vez que su
mejor amiga, Eleonora, falleciera inesperadamente, un mes después que su hija
había cumplido dos añitos. Cristina, aunque conocía de su origen,
consideraba y amaba a Victoria como su madre.
C: Es el último día de la señora Lozano,
como maestra de nosotras... ¿recuerdas que te dije que habían transferido a su
esposo a Brazil? Todos en la clase estamos muy tristes de que se vaya, de modo
que organizamos una fiesta de despedida.
V: ¿Quiénes la organizaron?
C: Nicole y yo. Ella llevará las
servilletas, tazas y el jugo, y se supone que yo debo llevar las galletas
hechas en casa. De chocolate con nueces. Tengo que llevarlas, mami.
Nicole nunca me perdonaría si llevo un paquete de galletas de fábrica
para una maestra tan maravillosa como la señora Lozano.
Cristina había conocido a Nicole casi
cinco meses antes, al principio del año escolar, y las dos niñas se habían
convertido desde entonces en uña y carne.
V: (Victoria suspiró y dijo) Ah,
magnífico, terminaré horneando galletas hasta la madrugada.
V: Está bien (cediendo a las súplicas de
su hija).
La señora Lozano era en efecto una maestra
maravillosa y Victoria lamentaba tanto como Cristina que se fuera de la
escuela.
C: No podemos dejar que la señora Lozano
se vaya a Brazil sin hacerle una despedida especial.
Incluso en la semi oscuridad de su cuarto,
Victoria reconoció la súplica en los ojos verdes de su hija. Se parecía
tanto a su amiga de la infancia, Eleonora, que Victoria sintió una punzada de
melancolía. A veces, en ocasiones aisladas como ésta, la recordaba. Su
amiga fue la persona la ayudó a enfrentar el divorcio de sus padres cuando
ellas transitaban su adolescencia, como también cuando se enteró de su
verdadera identidad. A través de los años había logrado independencia y
respeto, forjándose una carrera en Administración y manejando la empresa
familiar, Golosinas Bandi. Y ahora estaba a punto de lograr su meta de
convertirse en la primera mujer en expandir y establecer sucursales en cuatro
países fuera de Argentina.
V: Está bien, querida (dijo en un suspiro,
volviendo a fijar sus pensamientos en el presente) Hornearé las galletas.
Pero la próxima vez, avísame con tiempo, ¿eh?
El alivio de Cristina fue evidente.
C: Gracias, mami. Eres un ángel.
Victoria recibió el elogio con una sonrisa
irónica. Apartó las colchas y al levantarse de la cama buscó su bata.
Cristina se apresuró hacia la cocina.
C: Encenderé el horno y tendré todo listo
(gritó por encima del hombro).
V: Está bien (dice Victoria con un bostezo
mientras buscaba con un pie sus zapatillas debajo de la cama).
C: Problemas, mami (anunció Cristina
cuando Victoria entró a la cocina).
La joven estaba parada sobre una silla
frente a las alacenas abiertas, con una galleta entre los dientes.
C: No tenemos harina preparada y no hay
nueces.
V: Eso temía yo.
C: Creo que tendremos que prepararlo todo
nosotras (sugirió Cristina, buscando otra galleta del paquete)
V: No a esta hora, tardaríamos años.
Iré al mercado en el coche. Cerca de la casa había una tienda que permanecía
abierta las veinticuatro horas.
Cristina bajó de la silla de un salto. Los
bolsillos de su bata estaban repletos de galletas, pero su intento por
ocultarlas falló. Victoria señaló el frasco de galletas y Cristina vació,
resignada, sus bolsillos. Cuando Cristina terminó, Victoria bostezó otra
vez y se encaminó hacia su habitación.
C: Mami, si te vas a ir a la tienda,
supongo que debo acompañarte.
V: No, mi amor, no tardaré. Quédate aquí.
C: Está bien (accedió Cristina).
Victoria se puso sus botas altas encima de
unos calcetines gruesos de lana, para aguantar las inclemencias del frío
invierno. No le divertía mucho la idea de salir de su casa a esas horas
de la noche, dejar a su hija sola en la casa y afrontar los elementos del clima,
pero no quería defraudar a su hija.
C: Mami (Quién había seguido a su madre al
cuarto, con una expresión pensativa)¿Has pensado alguna vez en casarte?
Sorprendida, Victoria alzó la mirada y
estudió a su hija. La pregunta era inesperada, pero tenía la respuesta
lista.
V: Nunca (declaró inmediatamente).
Después de varias decepciones amorosas,
había sido suficiente. Nunca más buscaría la felicidad en un hombre;
estaba decidida a forjar sola su destino junto a su hija. Pero la
interrogante de su hija la hizo preguntarse si la chica necesitaba una figura
paterna.
V: ¿Por qué, mi cielo?
C: No estoy segura, pero me gustaría que
te enamoraras y luego te casaras. ¿Sabes? Eres hermosa y tienes una linda
figura.
Victoria sonrió.
V: Vaya... supongo que debería darte las
gracias.
C: Es la pura verdad y me gustaría mucho
que compartas tu vida con un buen hombre.
V: Viniendo de ti, debería tomar eso como
un elogio, considerando que tengo treinta y tres años.
C: Estoy segura de que si quisieras,
podrías encontrar un buen hombre.
Le extrañaba oír a su hija decir ese tipo
de cosas, nunca habían hablado abiertamente sobre sus relaciones
sentimentales.
Cuando terminó de batallar con sus botas,
Victoria se dirigió a la puerta.
C: ¡Mamá! (exclamó con los ojos redondos
de consternación).
V: ¿Qué?
C: ¡No puedes salir así! (señalándola,
como si su apariencia fuera espantosa).
V: ¿Así? (Victoria bajó la mirada al largo
abrigo azul de lana que se había puesto encima del pijama. De acuerdo, se
veía parte del pijama, pero sólo muy poco. Y estaba dispuesta a aceptar que las
botas se verían mejor cerradas hasta arriba, pero estaba más preocupada por la
comodidad que por la apariencia).
C: Alguien podría verte
V: No te preocupes, no tengo intención de
quitarme el abrigo.
C: Por lo menos péinate un poco. Podrías
encontrarte con alguien.
V: Escucha, hija. Las únicas personas que
me puedo encontrar en la tienda a esta hora son insomnes o quizás alguna mujer
embarazada con algún antojo.
C: ¿Pero qué tal si tienes un accidente?
El policía pensaría que eres una especie de mujer estrafalaria.
Victoria bostezó.
V: Cristina, cualquiera que piense hornear
galletas de chocolate y nueces a medianoche tiene que ser estrafalario.
Deja de preocuparte, sólo tomaré la harina y las nueces y saldré en
seguida al coche para regresar.
C: Como quieras (haciendo una mueca).
Colocándose el bolso sobre el hombro,
Victoria abrió la puerta de la casa y tiritó cuando el viento frio de fines de
mayo la envolvió. Para protegerse del frío, se enrolló al cuello la
bufanda a rayas violeta de Cristina, hasta cubrirse las orejas y la boca.
Condujo alrededor de cinco minutos y
estacionó su auto muy cerca de la tienda, apagó el motor y entró a toda prisa
al establecimiento. Tal como había previsto, el lugar estaba casi vacío.
Victoria se dirigió de inmediato al pasillo donde estaban los productos para
pastelería. Estaba tomando la primera harina preparada con chocolate que
se le presentó a la vista, cuando oyó unos pasos leves detrás de ella.
X: ¡Señora Fernández! ¿Cómo está? —la
vocecita aguda y entusiasta resonó en la tienda como un gong chino.
Capítulo 2
Victoria echó una mirada furtiva por
encima del hombro. Cielos, Cristina tenía razón. Parecía que en efecto
iba a encontrarse con alguien que la conocía.
N:
Soy yo, Nicole. Se acuerda de mí, ¿verdad?
Victoria
esbozó un intento de sonrisa al volver a mirar a la mejor amiga de su hija.
V:
Hola (dijo con poco entusiasmo y alzó una mano en un discreto saludo) Me alegra
verte (mintió).
Cualquier
persona con el menor sentido de la discreción habría fingido no verla y seguir
su camino. No Nicole. Parecía como si todas las donceañeras del mundo se
confabulaban esa noche contra ella. Lo único que Victoria quería era una
harina preparada para hacer las galletas de chocolate con nueces a su querida
hija, regresar a su casa, hornearla y meterse en la cama a dormir un par de
horas. Victoria pensó que cualquier persona razonable estaría a esa hora
y con ese frío en su casa. Ella no.
N:
La veo... diferente (murmuró Nicole, mirando con extrañeza a
Victoria). Bueno, es una manera de decirlo. Cuando la vi de
repente, pensé que era una pordiosera (dijo sin pensar).
Soltándose
la bufanda un poco, Victoria logró sonreír. Nicole continuó con sus
preguntas incomodas hacia Victoria.
N:
¿Qué hace aquí tan tarde? (quiso saber, siguiendo a Victoria, quien se escurría
hacia la caja).
V:
Cristina olvidó decirme lo de las galletas horneadas.
La
alegre risa de Nicole, resonó a través de la tienda.
N:
Yo estaba viendo televisión con mi papi cuando recordé que no había comprado
los jugos y refrescos para la fiesta. Papá me está esperando ahora en el coche.
¿El
padre de Nicole le permitía que estuviera despierta tan tarde? Victoria
hizo lo que pudo para ocultar su desdén. Por lo que Cristina le había
comentado sobre la joven, sabía el padre de Nicole era viudo hace once años
cuando su madre murió en un accidente acompañada de su amante. Victoria
asume que la jovencita sin duda no conocía el significado de la palabra
disciplina. El padre debía de ser uno de esos liberales de voluntad
débil, tan inmerso en su carrera que no tenía tiempo para su hija. ¡Qué clase
de padre podía dejar a una niña de doce años andar por una tienda a estas horas
de la noche! Victoria rodeó los hombros de la niña con un brazo, como para
protegerla de las más ásperas realidades de la vida. La pobre niña.
El
abrupto sonido de la puerta automática fue seguido por los pasos impacientes de
alguien que entraba en la tienda. Victoria alzó la mirada y se encontró
con un hombre alto, cubierto con un sobretodo de corte impecable y color
oscuro, que las miraba con enfado.
M:
Nicole, ¿por qué tardas tanto?
N:
Papi (dijo la niña sorprendida) Ella es la mamá de Cristina, la señora
Fernández.
Marcos
se aproximó, obviamente reaccionó a la presentación de su hija (su rostro era
sin emoción alguna “seco y cortante”).
Victoria
se incorporó de manera automática, enderezando los hombros con rigidez.
Marcos era tal como lo imaginaba minutos antes: un hombre de mundo,
elegante y estirado, demasiado guapo para su propio bien. Este era
exactamente el tipo de hombre que ella procuraba evitar. Ya había sufrido y
ninguna relación valía el dolor que había soportado. Este breve encuentro
con el padre de Nicole le permitió ver a Victoria todo lo que necesitaba saber.
M:
Marcos Guerrero (se presentó él con frialdad y tendió una mano).
V:
Victoria Fernández (dice, estrechó sin calidez la mano que se le extendía y
apartó la suya de inmediato).
Él
la estudió con ojos entrecerrados y la mirada que le dirigió fue tan
desaprobadora como la de ella. Lentamente, la mirada del hombre descendió
a las botas sin cerrar y los bordes del pijama visibles bajo el abrigo.
V:
Creo que ya era hora de que nos conociéramos, ¿no le parece?
Victoria
no se molestó en disfrazar su desaprobación hacia la actitud de Marcos hacia el
cuidado de una hija. Varias veces Nicole había ido a su casa después de la
escuela, pero la única vez en que Cristina visitó a su amiga, la niña estaba
bajo el cuidado de una niñera.
Un
fantasma de sonrisa asomó el rostro de Guerrero, pero sin alcanzar sus ojos.
M:
En efecto, ya era hora.
El
parecía estar sugiriendo en su tono que había cometido un error al permitir que
su hija tuviera algo que ver con una persona vestida así. Victoria miró a
Nicole.
V:
¿No es tarde para que estés despierta cuando mañana tienes que ir a la escuela?
M:
¿Dónde está Cristina? (Contra atacó Marcos, mirando a su alrededor por la
tienda).
V:
En casa
M:
¿No es un poco pequeña para quedarse sola en la casa mientras usted sale de la
tienda?
V:
No, en absoluto.
Marcos
frunció el entrecejo y volvió a entornar los ojos. Su expresión
desaprobadora preguntaba qué clase de madre dejaba a su hija sola en la casa a
esas horas de la noche. Victoria le respondió con una mirada desdeñosa.
V:
Ha sido un placer conocerlo, señor Guerrero (dijo con seriedad).
M:
El placer fue mío.
Victoria
se sintió aún más consciente de su apariencia desaliñada. Marcos pone sus
manos sobre los hombros de su hija y la atrajo protectoramente hacia él.
Victoria se enfureció por esta acción y pensó ¡Si Nicole necesitaba
protección, era de un padre irresponsable!
De
acuerdo, su vestimenta era algo estrafalaria. Pero era algo que no se podía
evitar; ella estaba en una misión que la postularía para el premio de la madre
del año. Victoria encontraba insultante la insinuación de que ella era la
irresponsable.
V:
Bien (dijo Victoria con falsa ligereza) Tengo que irme. Nicole, me dio
gusto volver a verte.
Victoria
tomó las cajas de harina preparada bajo los brazos y se encaminó a pagar.
Pagó y fue hacia su coche. La próxima vez que Cristina invitara a Nicole
a la casa, dedicaría más tiempo a charlar con ellas. Ahora sabía la
enorme falta que le hacía a Nicole alguien que le diera una guía firme pero
amorosa que cada niño merece.
Capítulo 3
VICTORIA,
aunque tenía a cargo una de las empresas más importante de la Argentina,
siempre sacaba tiempo para sus funciones como mamá. Esta vez
aprovechaba las clases de costura que en su momento su madre la obligó a tomar
en sus años de juventud. Bajó con pericia el pedal de presión sobre
la tela roja, luego usó las dos manos para empujar el material con lentitud
bajo la aguja que subía y bajaba a toda velocidad. De su boca salían alfileres,
firmemente apretados entre los dientes. Su concentración era absoluta.
C:
Mami (sofocada entró al cuarto).
Victoria
interceptó a su hija con una mano en alto hasta que terminó la
costura. Cristina dio varias vueltas alrededor de la mesa de la
cocina, como un tiburón que rodea su presa.
C:
Mami, apresúrate, esto es algo importante.
V:
¿Qué? (masculló Victoria, entre los dientes con los que apretaba los
alfileres).
C:
¿Puede quedarse Nicole a pasar la noche aquí?
Victoria
parpadeó. No era fin de semana y Cristina conocía los reglamentos; tenía
permiso para invitar a sus amigas sólo las noches del viernes y el sábado.
Victoria se quitó los alfileres de la boca antes de contestar.
V:
Hoy es miércoles.
C:
Ya lo sé (Cristina alzó los ojos al cielo con esa exasperación que sólo pueden
causar los padres).
Permitir
a una hija quedarse en la casa de una amiguita en una noche entre semana era
exactamente el tipo de conducta irresponsable que Victoria esperaría de un
padre como Marcos Guerrero. Su estimación del hombre descendía cada
vez más. Esa tarde, Victoria supo que Nicole ni siquiera iba a
decirle a su padre que participaría en el espectáculo artístico de la
escuela. El hombre no mostraba el menor interés en las actividades
de su hija. Victoria se sentía tan mal por la actitud de Marcos que
se había ofrecido a confeccionar también para Nicole un vestido especial para
participar en el evento, aparte del que ya estaba haciendo para Cristina.
C:
Mami, decídete de una vez; (Nicole está esperando al teléfono).
V:
Mi reina, mañana deben ir a la escuela. (Cristina hizo otra mueca de
fastidio). Ustedes dos se quedarán hablando hasta tarde y luego no
se podrán levantar temprano para ir a clases. La respuesta es no.
La
expresión de Cristina fue de absoluta decepción y
desolación. Cristina para convencer a Victoria dice:
C:
Te prometo que no charlaremos. Sólo por esta vez, mami. ¡Por favor!
(Juntó sus manos como quién implora al cielo, y sus enormes ojos verde suplicaron)
¿Cuántas veces te pido algo?
Victoria
miró a su hija con incredulidad. La lista era interminable.
C:
Está bien, olvida que te pregunté eso. Pero esto es importante,
mami, de veras importante... por el bien de Nicole.
V:
Lo siento, hija, no entre semana.
Cristina
bajó la cabeza y avanzó hacia el teléfono, arrastrando los pies.
C:
Ahora Nicole tendrá que pasar la noche en la casa de la señora López, y es
horrible para ella.
V:
¿Quién es la señora López?
Cristina
se volvió hacia su madre y lanzó un suspiro destinado a provocar su compasión.
C:
Su niñera.
V:
¿Su padre la hace pasar la noche con una niñera?
C:
Sí. Tiene una reunión de negocios con Becky.
Victoria
se puso rígida de indignación.
V:
¿Quien es Becky?
C:
Alguien con quien trabaja.
¡Ya
lo creo! Los ojos de Victoria se entrecerraron de
indignación. Marcos Guerrero era un mujeriego. ¡Echar
fuera de su casa a su propia hija para poder llevar a una mujer! Era
repugnante.
C:
La señora López es muy vieja y obliga a Nicole a comer alimentos naturales.
Tiene televisor en blanco y negro y sólo le permite ver documentales a Nicole.
¿No detestarías eso?
Victoria
sacudió la cabeza, consternada.
V:
¿Con cuánta frecuencia pasa la noche Nicole con esa señora?
C:
Muchas veces.
Victoria
pudo creer eso.
V:
¿Cuántas veces es "muchas veces"?
C:
Pues... como dos veces al mes. Algunas ocasiones hasta más que eso.
La
pobre niña descuidada. El corazón de Victoria se contrajo al pensar
en la dulce Nicole entregada a la merced de una mujer que la alimentaba con
hamburguesas de soja.
C:
¿Puede quedarse, mami? ¡Di que sí, por favor!
V:
Está bien (concedió Victoria). Pero sólo por esta vez.
Cristina
cruzó corriendo el cuarto para ir a echar los brazos alrededor del cuello de su
madre.
C:
Eres la mejor mamá del mundo.
Victoria
lanzó un suave bufido.
V:
Al menos debo estar entre las nominadas (dijo recordando lo ocurrido con las
galletas horneadas).
En
Casa de Marcos:
M:
Definitivamente no! (dice Marcos mientras guardaba en una maleta una camisa
recién planchada) Nicole, no quiero oír más al respecto.
N:
Pero, papi, Cristina es mi mejor amiga.
M:
Créeme, mi amor, me alegra que hayas encontrado una buena amiga, pero cuando me
voy en estos viajes de negocios, quiero estar seguro de que estarás bien
cuidada.
Lo
que él sabía de la madre de Cristina no era muy estimulante. La
mujer era una cabeza de chorlito que dejaba a su hija sola mientras iba al
supermercado en busca de golosinas... y luego tenía el descaro de recriminarlo
porque Nicole estaba despierta un poco más tarde. Además de ser una
entrometida, Victoria Fernández se vestía como chiflada.
Nicole
sacándolo de sus pensamientos le dice:
N:
Papi, no sabes lo que es para mí quedarme con la señora López.
Marcos,
Ignorando a Nicole, siguió haciendo su equipaje. Detestaba tener que
dejar a su hija con una persona extraña, pero no tenía otra
opción. Su familia vivía lejos de la ciudad. Como socio
mayoritario de Deportes Extremos de Argentina estaba obligado a realizar
algunos viajes de negocios que lo alejaban por algunos días de Nicole. Y más
durante estos meses que se estaba trabajando con el contrato de exclusividad
con grande marcas deportivas como Adidas, Nike entre otras. Sus viajes eran
esenciales para obtener información sobre sus posibles clientes que les que les
permitiría a él y a su socio americano, John Becky, alcanzar su meta de
expansión.
Nicole
se sentó al borde de la cama con expresión tristona.
N:
La última vez que pasé la noche en casa de la señora López, ella sirvió corazón
de buey para la cena.
Marcos
hizo una mueca involuntaria.
N:
Y me hizo ver un documental de televisión que trataba todo sobre hongos, papi.
Marcos
apretó los dientes. Ciertamente la anciana era un poco excéntrica, pero cuidaba
a Nicole con esmero y eso era lo único que importaba.
N:
¿Sabes lo que va a cenar Cristina?
Marcos
no quiso conjeturar. Sin duda, algo como helado de fresa y rosetas de
maíz con caramelo.
M:
No, y no quiero saber.
N:
No es hígado con salsa agridulce, eso te lo puedo decir.
M:
Nicole, el tema está cerrado. Pasarás la noche con la señora López y
punto (dice con tono inflexible)
N:
Cristina cenará espagueti con albóndigas, leche y pan francés. Y la señora
Fernández dijo que podría ayudar a Cristina a preparar las albóndigas; pero
está bien, le hablaré por teléfono y le diré que no quieres que pase la noche
en una casa donde no me vayan a cuidar como es debido.
M:
Nicole...
N:
Papá, no te preocupes, entiendo...
Marcos
lo dudaba. Colocó dentro de la maleta el resto de su ropa y la cerró.
N:
Al menos estoy tratando de entender por qué me mandas a pasar la noche con una
persona como la señora López, cuando mi mejor amiga me invitó a pasar la noche
en su casa.
Marcos
se comenzó a ablandar. Era sólo una noche y en tan poco tiempo era
difícil que la extraña madre de Cristina pudiera ejercer una mala influencia en
Nicole.
N:
Espaguetti con albóndigas (murmuró Nicole como para sí misma) Mi comida
favorita.
Esa
era una novedad para Marcos. La última vez, la comida favorita de su
hija era pizza, y la vez anterior...
N:
Y tienen un televisor a color de cuarenta pulgadas. (Marcos vaciló) Con control
remoto.
M:
¿La madre de Cristina estará allí toda la noche?
N:
Por supuesto.
M:
¿Dónde dormirás tú?
N:
Cristina tiene una cama doble (los ojos de Nicole se alegraron). Y
ya le prometimos a la señora Fernández que nos dormiríamos
temprano.
Marcos
lanzó un resoplido de resignación.
M:
Está bien, Nicole. Puedes quedarte en casa de Cristina, espero no arrepentirme.
Nicole
lanzó una exclamación de alegría. Y Marcos añadió…
M:
Pero sólo por esta vez.
N:
Oh, papi, eres lo máximo. (La niña se abrazó a la cintura de su
padre y lo apretó con todas sus fuerzas).
M:
Ya, ya, está bien, ya me di cuenta de que estás contenta con mi decisión (dijo
Marcos con una breve carcajada).
N:
¿Podemos irnos ya?
M:
¿Ya?
N:
Sí. La señora Fernández dijo de veras que la podía ayudar a preparar
las albóndigas y, ¿sabes qué más?
M:
¿Qué?
N:
Nos está haciendo a Cristina y a mí vestidos idénticos para el festival de
talentos del colegio.
Marcos
se detuvo y se volvió a mirar a su hija.
M:
¿Cuál festival?
N:
¡Ups! (Nicole se llevó una mano a la indiscreta boca). No
a iba decírtelo porque es el Día de San Valentín y yo sabía que no podrías
asistir. No quería que te sintieras mal.
M:
Nicole, es más importante que no me ocultes cosas.
N:
Pero ese día tienes que estar en Córdoba.
La
niña tenía razón. El detestaría perderse el festival, pero tenía
programada una reunión con la Comisión de Comercio Exterior ese día ya que
próximamente su compañía comenzaría con la exportación de su línea de
accesorios deportivos extremos al exterior.
M:
¿Y cuál talento tienes tú y Cristina? (quiso saber Marcos).
N:
Vamos a bailar y mover los labios como si cantáramos una canción de One
Direction; ya sabes, el grupo de pop de Inglaterra.
M:
Quizá podría persuadirlas para que me den una demostración previa de su
actuación (dice Marcos y los ojos azules de Nicole se iluminaron de
entusiasmo).
N:
¡Qué gran idea! ¡Se lo diré a Cristina! (Nicole corrió a su cuarto y regresó
con una bolsa con ropa). Cuando quieras podemos irnos.
La
alegría de Nicole llamó la atención de su padre. Nunca había estado tan feliz
en otras ocasiones en las que él tenía que dejarla. Cuando él tomó
su maleta y su portafolio, su hija ya lo esperaba a la puerta.
N:
¿No vas a pasar para saludar a la señora Fernández? (preguntó Nicole
cuando Marcos estacionó su Mercedes frente a la casa de Cristina, quince
minutos después).
Incluso
a la luz del atardecer, Marcos pudo ver que la casa estaba recién pintada y
tenía cortinas verdes en las ventanas. El patio del frente de la
casa y los macizos de flores parecían bien
cuidados. Ciertamente no era el tipo de casa que él asociaba con la
lunática madre de Cristina.
N:
Vas a pasar o no? (insistió Nicole con cierta impaciencia).
Marcos
vaciló en su decisión. No tenía mucho entusiasmo de volver a saludar
a una mujer que usaba botas sin cerrar y pijama de franela para ir de compras.
N:
Papá...
Antes que Marcos pudiera responder, la puerta se abrió y Cristina salió a toda velocidad. Una preciosa rubia salió poco despues....
Continuará.....
Capítulo 4
Marcos
quedó boquiabierto. ¡No era posible! Alta, serena, elegante, esta mujer
parecía haber escapado de las páginas de una revista de modas. No podía
ser Victoria Fernández. Quizá era una hermana o prima, pero ciertamente
no la mujer que él había conocido en la tienda de comestibles.
Nicole
ya había salido del auto. Se detuvo como si hubiese olvidado algo, luego corrió
hacia el lado del coche donde estaba su padre. Cuando Marcos abrió la
ventana, la niña se inclinó hacia él y le dio uno de sus fuertes abrazos
afectuosos y un sonoro beso en la mejilla.
N:
Nos vemos, papi.
M:
Hasta pronto, mi reina. ¿Tienes el número de teléfono de mi hotel para dárselo
a la señora Fernández?
Nicole
se palmeó el bolsillo de sus jeans.
N:
Sí, aquí está.
M:
Pórtate bien.
N:
Sí, papi.
Cuando
Marcos alzó la mirada, vio que Victoria estaba parada detrás de Cristina, con
las manos sobre los hombros de la niña. Ojos fríos, reprobadores, lo
escudriñaban. Pues sí, era la misma mujer, después de todo. La
mirada de Victoria Fernández podría congelar la sandía en un almuerzo campestre
primaveral
Esa
noche en casa de Victoria
V:
QUIERES más espagueti, Nicole? (preguntó Victoria por segunda vez).
N:
No, gracias, señora Fernández.
C:
Ya se lo habías preguntado (comentó Cristina, mirando a su madre con
extrañeza). Después que lavemos los trastos, Nicole y yo vamos a practicar
nuestra canción.
V:
Buena idea, pero primero harán su tarea escolar.
Cristina
intercambió una mirada de inteligencia con su amiga y las dos sonrieron.
N:
Me alegra de veras que me haya permitido pasar la noche aquí, señora Fernández
(dice Nicole, mientras llevaba su plato vacío al fregadero). La cena
estuvo deliciosa. Papá lo intenta, pero no es tan buen cocinero. Casi
siempre comemos alimentos preparados de restaurante.
V:
Gracias. En realidad me gusta cocinar.
C:
La mayoría de las veces ayudo a mamá a cocinar.
N:
En serio
C:
Sí, (dice terminando de masticar el pedazo de pan francés. Los ojos le
brillaban con orgullo). Cocinamos desde una sencilla tortilla hasta una
lasagna.
N:
¡Caramba!
Por
la forma en que Nicole la miraba, Victoria se sintió ya la ganadora al premio
de Mamá del Año. Sintió una punzada de compasión por la niña que parecía
tener tanta necesidad de una figura materna.
C:
Y lo mejor es que me está enseñando a coser, así que yo misma podré hacer los
disfraces para el próximo festival de talento. (Cristina desvió la mirada
de su amiga hacia su madre y luego otra vez miró a Nicole). Estoy segura
de que mamá te enseñaría a coser. ¿Verdad, mami?
V:
Pues...
N:
¿Me enseñaría, señora Fernández? ¿De veras?
Sin
saber qué otra cosa decir, Victoria asintió con un movimiento de cabeza.
V:
¿Por qué no? Nos divertiremos al aprender juntas (ofreciendo a ambas jovencitas
una sonrisa estimulante aunque se preguntó con cierta ansiedad si estaba lista
para un proyecto semejante).
N:
Sería fantástico (Nicole rodeó con un brazo los hombros de Cristina).
Luego,
una sombra de vacilación cruzó el rostro de Nicole
N:
Señora Fernández, eh... ¿sería un abuso si le pido la receta de la salsa de
espagueti?
V:
En absoluto. Esta noche te la escribiré.
N:
¡Oh, gracias! Me siento tan a gusto aquí. Ojalá papá me dejara quedar con
ustedes cada vez que sale de la ciudad. Usted y Cristina hacen tantas cosas
juntas y además comen riquísimo.
Victoria
pudo imaginar el tipo de comidas a las que Marcos sometía a su pobre hija.
Sin duda, la mayor parte provenía de la sección de comida congelada del
supermercado. A menos que tuviera una corte de mujeres ansiosas por prepararle
de comer. Algunas como la tal Becky, con quien debía de estar disfrutando
en ese momento de su reunión "de trabajo".
N:
Aunque papá hace unos tacos muy buenos (añade Nicole). Son su
especialidad. Dijo que podía celebrar una fiesta en pijamas para el día
de mi cumpleaños en marzo, y quiero que haga tacos esa noche. Pero podría
pedirle que mejor haga espagueti... si entiende bien la receta.
C:
¿Tendrás una fiesta en pijamas? (exclamó Cristina, ensanchando los ojos con
entusiasmo) ¡Viva! Mi mamá me dijo que podía invitar a mi cumpleaños sólo a dos
amigas, porque eso es lo máximo que puede soportar sin sufrir una crisis de
nervios.
Victoria
fingió interés en los restos de la ensalada, revolviendo con el tenedor el
aderezo que se había asentado en el fondo de la ensaladera. Era cierto,
sus habilidades maternales tenían un límite. Una casa llena de ruidosas
chiquillas adolescentes era más de lo que podía soportar.
Mientras Nicole terminaba de limpiar la
mesa, Cristina puso los trastos a remojar en agua jabonosa. Trabajando
juntas, las dos terminaron sus tareas en pocos minutos.
C:
Ahora nos iremos a mi cuarto. ¿Está bien, mami?
V:
Seguro, querida, está bien (dice mientras guardaba los restos de comida en el
refrigerador, hace una pausa, para advertir otra vez). La tarea escolar
antes que nada.
C:
Sí, mami.
N:
Por supuesto (añadió Nicole).
Las
dos jovencitas desaparecieron por el pasillo que llevaba al cuarto de Cristina.
Victoria sonrió, observándolas. La amistad de Nicole había sido
beneficiosa para Cristina, y Victoria estaba dispuesta a derrochar su amor y su
atención en Nicole para compensarla por su irregular vida familiar.
Cuando
terminó de asear la cocina, Victoria fue al cuarto de Cristina. Luego de
llamar a la puerta, pues era muy respetuosa de la intimidad de su hija, entró.
Las dos jovenes estaban sentadas sobre la cama con las piernas cruzadas, con
libros de gramática sobre el regazo.
V:
¿Necesitan alguna ayuda?
C:
No, gracias, mami.
Pero
Victoria permaneció allí, buscando algún pretexto para quedarse y charlar con
las jovencitas.
V:
Cuando yo tenía su edad obtuve el tercer lugar en ortografía. (Cristina dirigió
una mirada de extrañeza a su amiga).
C:
Qué bien, mami.
V:
Yo tenía mejor ortografía que todos los niños del grupo.
Cristina
cerró el libro de texto.
C:
La señora Velázquez, nuestra nueva maestra, dijo que este año no habría
concurso de ortografía.
Victoria
se adentró en el cuarto y fue a sentarse al borde de la cama.
V:
Es una lástima, porque estoy segura de que saldrías muy bien.
C:
No creas, mami. La ortografía no es mi fuerte. Un breve silencio
engorroso siguió mientras las dos jovencitas estudiaban a Victoria, como
esperando que se fuera o hiciera algún anuncio formal.
V:
¿Qué tal si luego hacemos unas rosetas de maíz? (propuso Victoria con la mejor
de sus sonrisas).
C:
Bien (accedió Cristina sin excesivo entusiasmo y bajó con intención la mirada a
su libro escolar. Esto fue seguido por otro momento de silencio).
C:
Mami, dijiste que querías que hiciéramos nuestra tarea.
V:
Sí.
C:
Pues no vamos a poder hacerla si estás allí sentada mirándonos.
V:
Oh (Victoria se levantó de la cama). Lo siento.
C:
No importa.
V:
Avísenme cuando hayan terminado.
C:
¿Para qué? (Cristina quiso saber algo desconcertada).
Victoria
se alzó de hombros.
V:
Pues... me pareció que podríamos charlar un rato las tres. Una
conversación entre amigas (sin ser obvia al respecto, quería ofrecer a
Nicole consejos maternales y el afecto que tanto necesitaba).
C:
Mami, Nicole y yo vamos a ensayar nuestra canción cuando terminemos nuestra
tarea escolar. ¿Recuerdas?
V:
Oh, sí. Lo había olvidado.
N:
Realmente le agradezco que haya hecho mi vestido para el festival, señora
Fernández (expresó Nicole cuando Victoria se encaminaba a la puerta).
V:
No tienes nada que agradecer, Nicole. Me gusta coser.
C:
Y hablando de los trajes (murmuró Cristina). ¿No dijiste algo de
terminarlos antes del fin de semana?
V:
¿Sí? Pues, sí es posible que lo haya dicho.
Las
jovencitas, en especial su hija, Cristina, mostraron alivio cuando Victoria
salió del cuarto. Esto no iba bien. Victoria había planeado dedicar
tiempo y atención a las jovencitas. Pero era evidente que ellas no
recibían de buen grado su presencia. Aspiró profundamente y se encaminó a
la sala, un poco resentida. Su ego debería ser lo bastante fuerte para
aguantar el rechazo de dos jovencitas.
Se
dirigió al cuarto de costura a trabajar con los trajes rojos para el festival
de talentos casi terminados. Pasó la mano sobre la tela de algodón y se
dejó llevar por sus pensamientos. Ella y Cristina se habían mudado a esa
casa hace ya varios años. Ella había tomado la decisión de mudarse de la
mansión de su madre para ofrecerle la oportunidad a su hija de un ambiente de
menos ostentosidad y enseñarle los verdaderos valores de la vida misma.
Durante los seis años posteriores a su mudanza, Victoria crió a su hija
en una mansión junto a su madre Elena, sus dos hermanas Natasha y Brenda y
Emilio, su confidente y mayordomo de la familia Bandi. Su madre aunque se
había divorciado de su primer esposo, Octavio, no quiso blanquear su relación
con su primer amor y padre biológico de Victoria, José Fernández (Pepe) hasta
que fallece Octavio. Victoria al tener el respaldo absoluto de su familia
en la crianza de la pequeña Cristina sentía que pasaban los años y su relación
con su hija no era la mejor. Por esa razón decide independizarse junto a
su hija y decide en convertirse en dueña de una pequeña casa, fue un paso
enorme para ella y estaba orgullosa del tiempo y el cuidado dedicado a escoger
su pequeña residencia de un piso cerca de la empresa. Había requerido
varios arreglos, pero nada importante, y el sentimiento de logro que ella
experimentó cuando firmó los documentos de compraventa valió por todos los años
de convivencia junto a su gran tesoro. La casa sólo tenía tres
dormitorios, pero había suficiente espacio para un jardín en el patio trasero,
algo en lo que Victoria insistió.
Victoria
era una mujer en cierto sentido contradictoria. Por una parte era una
mujer de empresa dispuesta a triunfar en un mundo dominado por los hombres,
pero por el otro era una madre tradicional que le gustaba cuidar con
esmero su jardín y podía convertir un trozo de tela en unos fantásticos trajes
para el festival artístico escolar.
Una
hora después, cuando Victoria estaba viendo televisión mientras terminaba de
coser a mano los vestidos, Cristina y Nicole entraron sonrientes y satisfechas
a la sala como un torbellino.
V:
¿Están listas para las rosetas, jovencitas?
N:
Yo no (dijo Nicole, llevándose las manos al estómago). Todavía estoy
llena de la cena.
Victoria
asintió. Era obvio que la niña no estaba acostumbrada a comidas
nutritivas y balanceadas.
C:
Queremos que nos veas hacer nuestro número.
V:
Bien
Victoria
se sentó más al borde del sofá, esperando con interés el espectáculo.
Cristina conecto su IPod al equipo electrónico y corrió a pararse al lado de
Nicole, en pose hasta que la música comenzó.
V:
Puedo darme cuenta ya, de que va a ser un éxito (dice aplaudiendo con
entusiasmo al vivaz ritmo de la música).
Tenía
razón. Las dos jovencitas actuaban de manera excelente y cuando terminaron
Victoria aplaudió con más fuerza.
C:
¿Estuvo bien?
V:
Estupendo.
Cristina
y Nicole sonrieron muy complacidas.
Cuando,
regresaron al cuarto de Cristina, Victoria las siguió. Cristina se volvió
y pareció asombrada de ver allí a su madre.
C:
Mami (preguntó con cierta irritación). ¿Qué te pasa esta noche? Te has
portado muy rara desde que llegó Nicole.
N:
¿De veras?
C:
Sí, te la pasas siguiéndonos a todas partes.
V:
¿Sí?
C:
De veras, mami, te queremos y todo eso, pero Nicole y yo queremos hablar de
chicos y esas cosas, y no podemos hacerlo si estás aquí.
N:
Oh, señora Fernández, se me había olvidado decirle (intervino Nicole). Le
comenté a mi papá que me hizo usted el vestido para el festival artístico y me
dijo que quiere pagarle por su tiempo y sus gastos.
C:
¿Le dijiste a tu papá? (volviéndose a mirar a su amiga). Pensé que no se
lo dirías porque te sentías culpable. ¡Ah, ya entiendo! Fue así como
lograste que te dejara pasar la noche aquí. ¡Qué gran idea!
Victoria
frunció el entrecejo.
V:
¿Quieres explicarme de qué estás hablando?
Las
dos chicas intercambiaron miradas significativas y Nicole pareció muy incómoda.
N:
Es mi culpa, señora Fernández. Yo quería pasar la noche aquí en lugar de
en casa de la señora López, de modo que le dije a mi papá que Cristina me había
invitado.
C:
Mami, tienes que entender. La señora López no deja ver a Nicole por televisión
otra cosa que programas educativos, y ya sabes cuáles son los programas
especiales que nos gusta ver.
V:
No me refiero a eso. Me refiero a eso de no decirle al señor Guerrero
sobre el festival porque se sentirías culpable.
N:
Ah... eso (las dos jovencitas se miraron, como decidiendo en silencio quién de
las dos contestaría).
Nicole
miró a Victoria y suspiró.
N:
Mi papi no podrá asistir al festival porque tiene una reunión de negocios en
Córdova y yo sabía que se sentiría muy mal por eso. Le gusta mucho cuando
yo hago presentaciones. Tiene algo que comentar con mis abuelitos, como que voy
a ser la próxima Madonna o algo así.
C:
Tiene que hacer muchos viajes de negocios (interviene Cristina).
V:
¿De negocios?
C:
Como esta noche.
N:
Papá tuvo que viajar, no sé a dónde, con el señor Becky, que es dueño junto a
mi padre de la compañía. Mi papá es el dueño mayoritario. Me dijo
que se trataba de conseguir un buen contrato, pero yo en esas cosas no me
intereso.
Victoria
sintió una extraña sensación recorrerle la espina dorsal.
V:
¿Tu papá es dueño de cuál compañía?
N:
Deportes Extremos Argentina es la razón por la que nos mudamos aquí.
V:
¿Deportes Extremos? (la voz de Victoria se elevó media octava). ¿Tu papá es
dueño de Deportes Extremos? (una de las compañía de mayor crecimiento de la
Argentina. Victoria sintió un peso en el estómago. El padre de Nicole no
sólo era rico, sino socialmente prominente, y todo el tiempo ella había
pensado. ¡Oh, cielos!
V:
De modo que tu papá salió de la ciudad esta noche, ¿eh?
C:
Ya lo sabías, mami (Cristina dirigió a su madre otra de esas miradas de
extrañeza).
V:
Yo... pensé que... (Victoria se tragó abruptamente sus palabras. Cuando Cristina
le dijo que Marcos estaría con Becky, ella dedujo que se trataría de una mujer.
Pero por supuesto era John Becky, cuyo nombre era conocido de todos en
esa parte del país.
Victoria
recordó haber leído en la Revista Business Review que Becky se había asociado
con alguien para crear una compañía de accesorios deportivos. Quizás ella
se había equivocado respecto a Marcos, tuvo que admitir con renuencia.
N:
Antes que viniéramos a Buenos Aires (continuó diciendo Nicole), Papá y yo
hablamos mucho sobre los cambios que la mudanza podría traer a nuestra vida.
Hicimos una lista de cosas buenas y otra de cosas malas y las discutimos.
Una cosa mala fue que papá tendría que viajar mucho. No le gusta
dejarme con extraños.
La
opinión que Victoria se había formado de Marcos comenzaba a desmoronarse.
Era obvio que no se trataba del padre irresponsable que se había
imaginado.
C:
Nicole me dijo que conociste a su papá en la tienda cuando fuiste a comprar la
harina preparada para las galletas de chocolate.
N:
Yo le dije a mi papi que no se viste usted así siempre (agregó Nicole).
Pero creo que no me creyó hasta que me vino a dejar esta noche.
Victoria
comenzó a caminar hacia la puerta.
V:
Parece que tu padre y yo nos conocimos en mal momento (dijo con voz débil).
Nicole
se mordió el labio.
N:
Lo sé. No estaba muy entusiasmado con la idea de que pasara la noche
aquí, pero lo convencí.
C:
Mami, (Cristina arrugó el ceño) ¿Qué le dijiste al señor Guerrero cuando lo
conociste en la tienda?
V:
Nada (respondió Victoria, acercándose más a la puerta).
N:
Le preguntó a mi papi qué estaba haciendo yo levantada tan tarde cuando tenía
que ir a la escuela al día siguiente y el me comentó después que no le gustó su
actitud (explicó Nicole). No tuve oportunidad de explicarle, señora
Fernández, que casi siempre me acuesto a las nueve y media, a más tardar. Pero
esa noche era especial porque papi acababa de llegar de uno de sus viajes.
V:
Entiendo (Victoria tragó saliva).
C:
Tendrás oportunidad de aclarar las cosas con él cuando venga a recoger a Nicole
mañana por la noche (la tranquilizó Cristina).
Capítulo 5
VICTORIA
estaba cocinando unas milanesas con puré de papas la siguiente noche, cuando
Cristina entró a la cocina a toda prisa.
C:
Ya vino el señor Guerrero a recoger a Nicole. Creo que deberías
invitarlos a cenar... y así podrías explicarle lo de la otra noche, ¿no crees?
"Oh,
claro", pensó Victoria, milanesas con puré de papas no impresionarían a
alguien como Marcos Guerrero, estaba segura.
Antes
que Cristina pudiera argumentar algo, Victoria sacudió la cabeza y ofreció la
primera excusa que se le ocurrió.
V:
No hay suficientes milanesas para invitarlo esta noche. Además, lo más
probable es que el señor Guerrero esté fatigado después de su viaje.
C:
Apuesto a que también está hambriento, y Nicole piensa que eres una cocinera
estupenda, y...
Una
mirada severa de su madre hizo callar a la niña.
V:
¡Otra noche, Cristina!
Victoria
se sacudió el pan molido de los dedos y se aflojó el delantal. Inhalando
profundamente, se pasó una mano por los cabellos y observó su reflejo en la
ventana. Nadie la confundiría con Miss Buenos Aires, pero su apariencia
era aceptable. Bien, era hora de mantener erguida la cabeza, tragarse el
orgullo y dar algunas explicaciones al padre de Nicole.
Forzó
una sonrisa de bienvenida al entrar a la sala. Marcos estaba parado con
actitud de fastidio junto a la puerta, como dispuesto a iniciar una rápida
retirada si era necesario.
V:
¿Qué tal estuvo su viaje? (aventuró a decir Victoria, procurando adoptar un
tono amable).
M:
Bien. Gracias (la expresión de Marcos no cambió).
V:
¿Tiene tiempo para tomarse una taza de café? (preguntó Victoria, procurando no
delatar su nerviosismo).
Marcos
la observó con suspicacia. Victoria no estaba segura de si debía siquiera
tratar de explicar las cosas. A su debido tiempo él se daría cuenta de
que ella no era una candidata a la "casa de la risa"; tal como ella
había descubierto que Marcos no era un padre abominable.
El
consultó su reloj y negó con la cabeza.
M:
No tengo tiempo para hacer una visita esta noche. Pero gracias por la
invitación.
Victoria
apenas pudo ocultar su alivio.
M:
¿Se portó bien Nicole?
V:
Muy bien. Nicole es una niña encantadora.
Una
sonrisa suavizó el rostro del empresario.
M:
Bien.
Cristina
y Nicole irrumpieron en ese momento en la sala.
C:
¿Se va a quedar el señor Guerrero, mami?
M y
V: En otra ocasión... —dijeron Marcos y Victoria al mismo tiempo.
C y
N: Oh (las jovencitas se miraron y mostraron sin reticencias su decepción).
M:
¿Ya guardaste tus cosas, Nicole? (preguntó Marcos, sin ocultar su ansia por
marcharse de allí).
Su
hija asintió con renuencia.
N:
Creo que sí.
C:
¿No crees que deberías revisar en mi cuarto una vez más? (sugirió Cristina,
tomando a su amiga de la mano y conduciéndola hacia el pasillo).
N:
Oh, sí, creo que sería bueno (ambas desaparecieron antes que Victoria o Marcos
pudieran decir algo).
El
silencio entre Marcos y Victoria podría haber sido cortado con tijeras, de tan
denso y opresivo. Pero puesto que se había presentado la oportunidad,
Victoria decidió asumir la desagradable tarea de explicar su conducta cuando
conoció a Marcos en la tienda.
V:
Creo que le debo una disculpa (murmuró, arrojándose).
M:
¿Una disculpa? (Preguntó de forma irónica).
V:
Pues... sí... la noche en que lo conocí supuse que era usted un padre
irresponsable por permitir que Nicole estuviera despierta tan tarde. Ella
me explicó ya que usted acababa de regresar de un viaje.
M:
Sí, bien, admito que sentí el dardo de su desaprobación.
Esto
no era fácil. Victoria tragó saliva y entrelazó los dedos mientras se obligaba
a mirar al hombre a los ojos.
V:
Nicole me explicó que su vuelo se retrasó y por eso ella olvidó mencionar lo de
los refrescos y jugos para la fiesta.
Una
sonrisa relajó el rostro de Marcos, haciéndolo ver más guapo de lo que era.
M:
Puesto que estamos siendo sinceros, debo admitir que yo también me formé un
prejuicio sobre usted esa noche.
Victoria
bajó la mirada.
V:
Ya puedo imaginarlo. Espero que ahora comprenda que no siempre me visto
así.
M:
Lo pude ver cuando dejé anoche a Nicole.
Ambos
hicieron una pausa y se sonrieron con cierto bochorno, y Victoria se sintió más
tranquila.
C:
Puesto que Cristina y Nicole son tan buenas amigas, me pareció... pues... que
debía aclarar las cosas entre usted y yo. Por todo lo que ha dicho
Nicole, es usted un excelente padre.
M:
Pues por todo lo que ella me ha dicho, usted es una magnífica madre.
V:
Créame, no es fácil cuidar a una adolescente.
M:
Lo sé muy bien. Sufrimos del mismo mal.
Los
dos rieron entonces y, como aún se sentían un poco incómodos, el sonido de sus
risas fue extraño.
M:
Eh... pensándolo bien (dijo Marcos con cierta vacilación). Creo que sí
podría darme un poco de tiempo para esa taza de café.
V:
Bien (Victoria lo condujo hacia la cocina. Mientras Marcos se sentaba a
la mesa, ella llenó una taza con el humeante y aromático líquido y la puso
sobre la mesa) ¿Cómo le gusta?
M:
Negro y dos de azúcar.
Victoria
se sentó enfrente de él, todavía un poco turbada. La mente le daba
vueltas. No quería dar a Marcos una segunda mala impresión. Le
preocupaba que él pudiera confundir su amabilidad con algún incipiente interés
romántico. Buscó alguna forma diplomática de disolver de antemano toda
confusión en ese sentido.
M:
Me gustaría pagarle (señaló Marcos, interrumpiendo las reflexiones de ella.
Marcos
tenía su libreta de cheques sobre la mesa y una estilográfica dispuesta para
extender un cheque. Victoria parpadeó sin comprender.
V:
¿Por un café?
M:
Por cuidar de Nicole.
V:
No, por favor. No me causó la menor molestia.
M:
¿Y qué hay del traje para el festival artístico? Sin duda le debo algo por eso.
V:
No. Yo tenía esa tela guardada desde hace años. De no haberla usado para
los vestidos, sin duda la habría tirado a la basura.
M:
Pero su tiempo y su esfuerzo deben valer algo.
V:
Fue el mismo trabajo coser dos que uno. Y me gusta coser. De
cualquier manera, ya habrá alguna oportunidad para que me pague el favor.
Soy una nulidad en cuestiones de electricidad y peor aún con las cañerías.
Victoria
no pudo creer que ella había dicho eso. Marcos Guerrero no parecía el
tipo de hombre que hace reparaciones domesticas.
M:
No tenga empacho en pedírmelo. Si yo no lo puedo arreglar, le buscaré
quién lo haga.
V:
Gracias (dijo Victoria, tranquilizándose).
Ahora
que charlaba con Marcos, se daba cuenta de que era amable y simpático.
C:
Mami (gritó Cristina entrando como torbellino a la cocina). ¿Ya invitaste
al señor Guerrero?
V:
¿A qué?
C:
A que venga a cenar con nosotras alguna noche de estas.
Victoria
sintió que el rubor le teñía hasta la punta de los cabellos. Cristina
había hecho parecer la invitación como una treta fraguada entre las tres con
intenciones románticas.
Nicole,
que entró a la cocina después que su amiga, proporcionó una oportuna
interrupción.
N:
Papi, Cristina y yo queremos mostrarte nuestro número para el festival.
M:
Me encantaría. ¿Le molesta, Victoria?
V:
Por supuesto que no.
C:
Mi mami terminó los vestidos anoche. Nos cambiaremos y regresaremos pronto
(anunció Cristina, con su voz aguda de entusiasmo). Las dos jovencitas se
escabulleron de prisa. En cuanto estuvieron fuera de la cocina, Victoria
se puso de pie con presteza y llenó su taza de café. En realidad estaba
buscando una manera de hablar con Marcos francamente, sin causarle o causarse
engorro. Pensó con ironía que cualquiera que la viese en ese momento
encontraría difícil creer que era una eficiente ejecutiva que dirige la empresa
de golosinas del País.
V:
Creo que debería explicarle algo (dice por fin).
M:
¿Sí? (Marcos siguió los movimientos de Victoria por la cocina. Victoria
parecía incapaz de permanecer en un solo lugar por más de unos segundos.
Se movía de la cafetera al refrigerador, del refrigerador a la estufa,
hasta que se detuvo allí un momento. Entrelazó los dedos a la espalda e
inhaló profundo antes de atreverse a hablar).
V:
Quiero que sepa que cuando Nicole se queda con Cristina y conmigo está en
buenas manos.
M:
Y yo se lo agradezco (dice Marcos con una cortés inclinación de cabeza). Pero
tengo la impresión de que Cristina, y quizá también Nicole, quisieran que usted
y yo nos... Conociéramos mejor, que nos tratáramos, si me entiende lo que
quiero decir (pensó para sí, ¡cielos, qué tonta se sentía!) Bien, lo que
quiero decir es que no estoy interesada en relaciones románticas. Yo
tengo demasiadas cosas que hacer para mezclarme en complicaciones sentimentales
y no quiero que usted se sienta amenazado por la motivación de ambas chicas.
Discúlpeme por ser tan franca, pero creo que es mejor aclarar esto.
Esta invitación a cenar fue idea de Cristina, no mía. No quiero que
piense que yo tuve algo que ver al respecto.
M:
Una invitación a cenar está lejos de ser una proposición amorosa.
V:
Cierto (Victoria se sintió más tonta). Pero... no quiero que piense que
estoy interesada en usted... románticamente (se desplomó en la silla, se apartó
los cabellos de la frente y lanzó un largo suspiro). Creo que estoy
enredando las cosas, ¿verdad?
M:
No. Si entiendo bien, lo que quiere decir es que preferiría que seamos
amigos y nada más.
V:
Exacto (complacida por la comprensión de Marcos, Victoria se enderezó en su
asiento).
M:
Para serle sincero, yo pienso lo mismo (procedió a explicar). Estuve
casado una vez y es más que suficiente. Victoria asintió con entusiasmo.
V:
Cierto. Me gusta la vida tal como es. Cristina y yo somos muy unidas y
quiero seguir disfrutando de mí intimidad. Mi carrera profesional marcha
muy bien.
M:
Lo mismo que yo, lo que menos necesito ahora es una mujer que complique mi vida
(Marcos hizo una breve pausa, luego preguntó) ¿Cuánto hace que está divorciada?
V:
No, yo nunca me casé, pero tuve varios desengaños amorosos.
Hubo
un breve silencio y luego Marcos tendió una mano a Victoria.
M:
¿Amigos?
V:
Amigos.
Ambos
sonrieron. Ambas chicas le presentaron su número musical a Marcos y
Victoria y ambos las felicitaron.
Había
pasado ya casi una semana desde que Victoria habló con Marcos. Estaba
satisfecha de la forma en que habían sucedido las cosas esa tarde; ahora se
entendían, a pesar del desastroso primer encuentro.
Esa
mañana del sábado, mientras desayunaban, Cristina le comenta a Victoria:
C:
Puesto que el señor Guerrero no podrá estar aquí para el festival artístico el
miércoles, quiere llevar a Nicole y a mí a cenar el sábado por la noche (le
dice Cristina a Victoria) ¿Me das permiso?
V:
Sí (contestó Victoria distraídamente, mientras recorría la primera página del
periódico vespertino del sábado).
C:
Mami, creo que lo mejor sería que tú hablaras con el papá de Nicole (sugirió
Cristina).
V:
Está bien, tesoro (Victoria buscó la tira de Garfield, su gato favorito, en la
sección cómica del periódico).
C:
¡Mami! (exclamó Cristina con impaciencia). El señor Guerrero está al
teléfono ahora. No puedes hacerlo esperar así. No es correcto.
Victoria
dejó a un lado el periódico y se puso de pie con presteza.
V:
¡Cielos! ¿Por qué no me lo habías dicho?
C:
Te lo dije. De veras, mami, creo que la estás perdiendo.
Fuera
lo qué fuese que ella estaba perdiendo,- parecía algo serio. Al momento
en el que Victoria entró a la cocina, Cristina le puso el auricular en la mano.
V:
Habla Victoria
M:
Soy Marcos (se oyó al otro lado de la línea). No se sienta mal, Nicole
también piensa que yo la estoy perdiendo.
V:
Lo tomaría más en serio si supiera qué es lo que estoy perdiendo.
M:
Yo también (coincidió Marcos).
Victoria
pudo percibir la risa en su voz.
M:
Señora Fernández, ¿le parece bien la cena el próximo sábado por la noche?
V:
No veo inconveniente.
M:
Magnífico. Las chicas sugirieron la fuente de sodas de la que siempre
están hablando.
V:
El Palacio Rosa (dijo Victoria y logró tragarse una pequeña risa. A
Marcos le esperaba una noche loca con ese par. El año anterior, Cristina
había convencido a Victoria de que la llevara allá para celebrar su cumpleaños.
Las hamburguesas resultaron tan caras como si fueran chuletones. La
música era tan ruidosa que Victoria tuvo dificultad para oír bien durante una
semana. Y el lugar estaba atestado de adolescentes. Pero el helado
era bastante bueno, eso sí). Por cierto, (añadió Victoria) Nicole será
bienvenida aquí cuando tenga usted que salir de la ciudad la próxima semana.
M:
Victoria, eso es magnífico. No quería pedírselo, pero la niña me ha
estado hostigando con eso desde la última vez. Temía que la volviera a dejar
con la señora Lopez.
V:
Será mejor si se queda aquí, ya que ese día será el festival artístico.
M:
¿Está completamente segura?
V:
Sí. No hay el menor problema.
M:
Bien (Marcos pareció aliviado). Y no se ponga muy elegante para el sábado
por la noche.
V:
¿El sábado por la noche? (preguntó Victoria, desconcertada).
M:
Sí. ¿No me acaba de decir que está de acuerdo en que vayamos los cuatro a
cenar?....
Capítulo 6
M:
Realmente le agradezco mucho esto, Victoria. Nicole estaba parada a su
lado, con su mochila al hombro, con los ojos muy redondos y tristes.
V:
No hay problema, Marcos. De veras.
Marcos
dio un fuerte abrazo a su hija. Cerró los ojos por un instante y Victoria
pudo percibir su tribulación. Realmente lamentaba perderse el número de
su hija en el festival.
M:
Pórtate bien, mi cielo.
N:
Sí, papi.
M:
Y quiero saber hasta el más mínimo de los detalles de esta noche cuando
regrese, ¿Oka?
Nicole
asintió con un intento de sonrisa.
C:
Vamos, Nicole (Cristina tomó la mochila de su amiga). Tenemos que
practicar.
Las
dos jovencitas desaparecieron por el pasillo y Victoria quedó sola con Marcos.
M:
¿Tiene el número de teléfono del hotel y el lugar de la reunión? (Preguntó él).
V:
Sí. Llamaré si hay algún problema. No se preocupe, Marcos, estoy segura de que
todo saldrá bien, tomaré fotos y video de la presentación de las chicas.
El
asintió, pero su ceño era sombrío.
V:
Por amor de Dios, no necesita sentirse tan culpable. (le expresó Victoria, de
forma optimista).
Marcos
la miró con asombro.
M:
¿Se nota?
V:
Como si tuviera luz neón parpadeando alrededor suyo.
El
sonrió y se frotó la barbilla con la mano.
M:
Ya sólo tendré que ir a otras dos de esas reuniones en el extranjero.
Becky prometió ocuparse de las demás. Nunca creí que serían tan
traumáticos para la niña y para mí estos viajes. Por lo menos ella parece
menos afectada desde que se quedó con ustedes.
V:
Es una niña encantadora.
M:
Gracias (repuso Marcos con adecuado orgullo. Era obvio que hacía su mayor
esfuerzo por ser un buen padre).
V:
Escuche (murmuró Victoria). Respecto al sábado por la noche... yo he
pensado que... pues que sería mejor si sólo va usted con las chicas.
Marcos
sacudió la cabeza con determinación.
M:
No sería lo mismo sin usted. Si no acepta pago por cuidar de Nicole, al
menos permítame que la invite a cenar.
V:
Pero... (Marcos la interrumpe).
M:
Si teme que esto parezca demasiado una cita romántica, no se preocupe. Eso ya
quedó aclarado.
La
sonrisa de Victoria fue lánguida y tímida.
V:
Está bien, si usted quiere. Cristina y yo estaremos listas a las seis.
M:
Bien.
Victoria
se estaba dando los toques finales de maquillaje antes del festival artístico,
cuando sonó el teléfono.
C:
Yo, contesto (gritó Cristina, corriendo por el pasillo como si contestar antes
que el teléfono sonara dos veces fuera cuestión de vida o muerte).
C:
¡Hola, abuelita! (oyó Victoria que exclamaba Cristina, y sonrió con suavidad,
contenta de que su madre hubiera recordado el festival). Los padres de
Victoria se pasaban viajando alrededor del mundo, conociendo varias culturas
aunque siempre estaban al pendiente de sus hijas y nietos. Victoria sabía
que habrían asistido al festival a ver a su nieta, pero ellos se encontraban en
un crucero por las islas del Caribe, para así escaparse del invierno de la
ciudad de Buenos Aires. Sin duda, los abuelos de corazón, Elena y Pepe,
la estaba llamando para desearle suerte.
Trozos
de la conversación telefónica le llegaban a Victoria a través del pasillo
mientras Cristina charlaba con entusiasmo sobre el festival, la visita de
Nicole y su número artístico.
C:
¡Mami, es abue! (gritó Cristina). Quiere hablar contigo.
Victoria
mordió un pañuelo desechable para limpiarse el exceso de lapiz labial y fue a
contestar el teléfono.
V:
Hola, mamá (saludó con entusiasmo). Qué bueno que llamaste.
E:
¿Qué es eso de que saldrás con alguien el sábado?
V:
¿Quién te dijo eso? (Victoria hizo una mueca de fastidio).
Su
madre la acosaba constantemente para que se casara. Victoria sintió
deseos de sacudir a Cristina por sólo haber mencionado a Marcos. Lo
último que deseaba era que sus padres la presionaran respecto a su relación con
él.
E:
Cristina. Y, querida, si no te molesta que te lo diga, creo que, por lo
que me cuenta la nena, ese hombre es ideal para ti. Los dos están libres.
El tiene una hija y tú otra y las chicas son muy buenas amigas. La
situación es perfecta.
V:
Mamá, por favor, no sé qué te haya contado Cristina, pero Marcos sólo desea
agradecerme que le cuide a Nicole mientras está fuera de la ciudad en viaje de
negocios. ¡La cena del sábado no es una cita romántica!
E:
¿Te llevará a cenar?
V:
Nos llevará a cenar. A su hija, a Cristina y a mí.
E:
¿Cómo dices que se llama?
V:
Marcos, Marcos Guerrero (respondió Victoria, ansiosa de cambiar de tema).
¿Qué tal ha estado el clima por allá? Aquí está terrible, ojalá ya fuera
primavera. Estaba pensando en plantar algunos malvones en el patio de
atrás.
E:
Marcos Guerrero. Hmm, suena bien. ¿Cómo es el, querida?
V:
Oh, mamá, de veras, no lo sé. Es un hombre. ¿Qué más te puedo decir?
Su
madre pareció apreciar esa pequeña información.
E:
Me parece interesante que así lo consideres. Creo que podría ser el adecuado,
Victoria.
V:
¡Oh, mamá! ¿Cuántas veces debo decirte que no quiero casarme jamás? Una
breve pausa siguió a esta vehemente declaración.
E:
Ya veremos, mi amor. Ya veremos.
Del
otro lado, Cristina le pregunta a Victoria:
C:
No vas a ponerte un vestido, mami?
Cristina
lanzó a su madre otra de esa miradas destinadas a reducir a cero la confianza
propia de una madre. Victoria había decidido durante horas sobre qué
ponerse para esa salida con Marcos y las chicas. Por fin, pantalones
negros (jeans) y un suéter color trigo le pareció la solución perfecta.
Pero ahora la expresión desaprobadora de su hija la hacía dudar de su
decisión.
C:
Mami, esta noche es importante.
V:
Vamos al Palacio Rosa, no a la residencia de ningún embajador.
C:
Lo sé, pero el señor Guerrero es muy amable.
La
mirada de la niña se posó en el ramo de rosas claras que estaban sobre la mesa
del comedor y con reverencia pasó los dedos por una flor. Marcos había
hecho enviar las flores a Nicole y Cristina la noche del festival.
C:
No puedes ir a cenar en pantalones con el hombre que me envió mi primer ramo de
flores verdaderas (dice la joven con solemnidad).
Victoria
vaciló.
C:
Estoy segura de que esto es lo que el señor Guerrero espera (dijo con más
confianza de la que sentía).
V:
¿Eso crees?
¡Eso
esperaba! Victoria sonrió, rogando porque su aire de incertidumbre convenciera
a su escéptica hija. Aunque, tenía que coincidir con Cristina: Marcos era
amable. Más que amable. En cada nuevo encuentro la estimación que
Victoria sentía por ese hombre aumentaba. El había llamado el viernes
para darle las gracias por haber cuidado a su hija y dijo que esperaba con
ansias la salida del sábado. Era un hombre considerado, sensible,
simpático y un padre excelente. Por no mencionar su increíble atractivo
masculino. Era una lástima, en realidad, que ella no estuviera buscando
esposo, porque Marcos Guerrero bien podía ser el mejor candidato.
La
palabra esposo resonó en la mente de Victoria como una bala de expansión.
Culpaba a su madre por ello. Lo que Victoria le había dicho era
cierto: no le interesaba el matrimonio, estaba muerta para el romance.
Sus pasadas relaciones amorosas le habían enseñado que para la mayoría de
los hombres era casi imposible permanecer fieles, y Victoria no estaba dispuesta
a sufrir otra vez la decepción. Además, si un hombre algún día llegara a
entrar otra vez en su vida, seria alguien que tuviera sus mismos objetivos
personales. No alguien como Marcos Guerrero. Pero eso no significaba que
ella estuviera ciega a sus encantos masculinos. Por el contrario, ella
veía hombres guapos todos los días, trabajaba con algunos de ellos, y había
salido en una otra ocasión con algún hombre bien parecido. Sin embargo,
en las últimas semanas en quien pensaba a cada momento era en Marcos Guerrero y
esto la consternaba, y mucho. Lo mejor que podía hacer respecto a esta
situación era cortar por lo sano. Iría a cenar con él esta vez, pero sólo
esta vez.
C:
¡Ya llegaron! (exclamó Cristina y se apartó a toda prisa de la ventana).
Con
toda calma, Victoria abrió el armario del vestíbulo y sacó los abrigos de
invierno de ella y su hija. Podía parecer tranquila, pero los dedos le
temblaban. La perspectiva de ver a Marcos la dejaba temblando.
Marcos
y Nicole se dirigieron a la puerta principal. Cristina ofreció las manos
a su amiga y Nicole se las estrechó con calidez. Pronto las dos saltaban
frenéticamente.
M:
Puedo pronosticar una noche muy divertida (murmuró Marcos con una media sonrisa
irónica).
Estaba
guapísimo, admitió Victoria con renuencia. El tipo de hombre con el que
sueña cualquier mujer. Bueno, casi cualquier mujer. Victoria quería
creerse inmune a los encantos de Marcos Guerrero. Pero no estaba tan
segura de ello.
M:
¿Listas? (preguntó Marcos, sosteniendo la puerta).
V:
Eso creo
Aunque
era temprano, ya se había formado una hilera de personas a la entrada del
Palacio Rosa cuando ellos llegaron. En el momento en que estacionaron el
auto, fueron asaltados por una canción de rock a todo volumen.
V:
Parece que tendremos que esperar (expresó Victoria). Esa hilera se alarga
a cada momento.
M:
Pedí a mi secretaria que hiciera reservaciones (menciona Marcos). Estaba
seguro que este lugar en realidad los sábados por la noche tiene una gran
asistencia de adolescentes.
C
& N: Sii, las dos jovencitas soltaron una serie de risillas.
Marcos
y Victoria intercambiaron miradas de divertida sorpresa. El Palacio Rosa
era tal como Victoria lo recordaba. La popular fuente de sodas estaba
decorada al estilo de los años sesenta, con tragamonedas y demás parafernalia
de los años del rock and roll. Las camareras patinaban sobre ruedas entre
las mesas. Una vez dentro, Victoria, Marcos y las chicas fueron
acomodados casi de inmediato y les entregaron unos menús enormes. Ninguna de las
chicas se molestó en leerlo carta, pues ya habían hecho su elección en el
coche. Las dos se decidieron por hamburguesas con queso y banana split.
Cuando
la camarera, masticando chicle, patinó hasta su mesa, Victoria también había
hecho su elección.
V:
Hamburguesa y banana split (anunció, dirigiendo una amplia sonrisa a las
chicas).
M:
Lo mismo para mí, además de una taza de café, por favor.
V:
Yo también quiero una taza de café, por favor (añadió Victoria).
La
camarera escribió la orden y se deslizó hacia la cocina. Victoria abrió
su bolso y sacó un pequeño paquete de algodón.
M:
¿Para qué es eso? (quiso saber Marcos cuando Victoria lo separó, lo comprimió
en cuatro bolas y le entregó dos a él. Ella señaló sus orejas).
V:
La última vez que estuve aquí, durante varios días sentía zumbidos en los
oídos.
Marcos
rió entre dientes y se inclinó sobre la mesa para gritar:
M:
Es cierto, está un poco ruidoso, ¿verdad?
Nicole
y Cristina se miraron y luego miraron a sus padres, y gritaron al unísono:
C
& N: ¡Si está demasiado ruidoso o es que ustedes son demasiado viejos!
V:
(Victoria alzó una mano y dice). Me declaro culpable.
Marcos
asintió y compartió una sonrisa irónica con Victoria. La sonrisa hizo
extrañas cosas en el estómago de ella. Una lucecilla se encendió en su mente,
anunciando peligro.
Victoria
no estaba segura de lo que había sucedido, pero fuera lo que fuese, no le
gustaba.
Llegaron
sus hamburguesas y, por un rato, al menos, Victoria pudo dirigir su atención a
eso. La comida era mejor de lo que recordaba.
Mientras
Victoria y Marcos intercambiaban sólo algún comentario ocasional, las
jovencitas hablaron sin descanso mientras comían. Cuando la camarera se
llevó los platos ya vacíos, Marcos sugirió que fueran al cine.
N:
¡Bravo! (exclamó Nicole y fue secundada por Cristina con el mismo entusiasmo).
M:
¿Qué opinas, Victoria? (preguntó Marcos, sorprendiéndola con el tuteo
inesperado).
Ella
iba a decir que ya había tenido suficiente por una noche, cuando notó los dos
rostros expectantes de las jovencitas.
V:
Bien (dijo por fin, tratando de inyectar un poco de entusiasmo a su voz).
N:
Están pasando Masacre Juvenil en el Malí (dijo indicó Nicole, mirando a su
padre). Mateo ya la vió y dice que se murió de miedo.
Marcos
sacudió la cabeza con determinación.
M:
De ninguna manera.
N:
Oh, papi. ¿Por qué no?
M:
No me gusta que veas películas de crímenes y sangre. Ni como diversión se
debe tolerar la violencia, no es sano para la mente.
N:
Pero, papi...
M:
Se acabó la discusión (expresó él sin alzar la voz, con la firmeza serena de un
hombre acostumbrado a sopesar sus decisiones y nunca abusar de su autoridad de
adulto).
Victoria
estuvo de acuerdo con él. Para asombro de ella, Nicole no argumentó más.
Por
fin todos concordaron en ir a ver una comedia ligera con un ídolo juvenil como
estrella.
M:
Es más sano reír que asustarse (opinó Marcos).
Media
hora después estaban en el cine y Marcos preguntó:
M:
¿Alguien quiere rosetas de maíz?
C:
Yo
N:
Yo también, ¿Y me podrías comprar también una coca y pasitas con chocolate?
Marcos
alzó los ojos al cielo y, sonriendo, miró a Victoria.
M:
¿Y tú, quieres algo?
V:
Nada (Victoria conocía la facilidad con que las golosinas se convertían en
grasa en su cuerpo). Gracias.
Marcos
regresó un momento después con tres cajas grandes de rosetas de maíz y otras
delicias surtidas.
En
cuanto vaciaron los brazos de Marcos de todas las golosinas, excepto una caja
de rosetas, las jovencitas entraron corriendo a la sala.
V:
Oigan, ¿no nos van a esperar? (las llamó Victoria).
Cristina
y Nicole se detuvieron de golpe y se volvieron, con una expresión de horror en
sus jóvenes caras.
C:
No vas a sentarte con nosotras, ¿verdad, mamá? (se quejó Cristina). ¡No
puedes hacerlo!
V:
¿Por qué no? (Esto era una novedad para Victoria. Cierto, hacía mucho que
no iba al cine con Cristina, pero ella siempre se sentaba a su lado cuando lo
hacían).
C:
Alguien podría vernos (explicó su hija, en tono de exagerada paciencia).
Ya nadie se sienta con sus padres.
M:
Parece que sentarse a nuestro lado es una vergüenza social (murmuró Marcos al
oído de Victoria).
C:
¿Ya podemos entrar, mamá? (suplicó Cristina). No nos queremos perder los
cortos.
Victoria
asintió, todavía algo desconcertada. Pero a fin de cuentas, debía
comenzar a acostumbrarse a los impulsos de independencia de su hija.
M:
Supongo que esto es lo que sucede cuando se llega al sexto grado en la escuela
(comentó Marcos, mientras sostenía la puerta de la sala para que pasara
Victoria).
Victoria
caminó por el pasillo central de la sala y se detuvo junto a una hilera vacía,
casi hasta atrás, volviéndose a interrogar a Marcos con la mirada antes de
entrar. Ninguno se sentó, hasta localizar a sus hijas. Cristina y
Nicole estaban a tres filas de la primera, con los pies subidos al respaldo de
los asientos de adelante, que estaban vacíos.
M:
Ah, las dichas de la paternidad…. (Comentó Marcos una vez que se sentaron)
y de la maternidad.
Victoria
se volvió hacia él y trató de sonreír.
M:
¿Qué sucede?
V:
Nada (murmuró ella con voz débil y quebrada).
M:
¿Te perturba que nuestras hijas hayan querido estar solas?
V:
No... Sí. Oh, no sé lo que siento. Marcos, están creciendo, y creo
que no me había dado cuenta.
M:
A mí me sucedió la semana pasada (dijo Marcos con aire pensativo). Me
encontré a Nicole vestida con pantalones ajustados. ¡Vaya, ni siquiera
sabía que lo hicieran para jovencitas de esa edad!
V:
Los hacen, lo creas o no (le informó Victoria). Cristina también se puso
unos.
Marcos
sacudió la cabeza con incredulidad.
M:
Pero sólo tiene doce años.
V:
Entrando a los dieciséis.
M:
¿Ya se ha puesto Cristina uñas postizas? (preguntó Marcos, estremeciéndose con
exagerado disgusto).
Victoria
se llevó una mano a la boca para contener la risa.
V:
Esas cosas adheribles aparecieron en todo lugar imaginable durante varias
semanas después.
M:
¿Y qué me dices del maquillaje? (preguntó sorprendido)
V:
La pillé tratando de escabullirse de la casa sin ser notada una mañana el mes
pasado. Se había puesto la sombra para ojos más brillante que haya visto
jamás.
M:
¿Y la dejas usar maquillaje?
V:
Por supuesto que no. Ya le he dicho que prefiero que espere por lo menos
hasta llegar a la secundaria.
Marcos
se relajó en su butaca y asintió varias veces.
M:
Me alegra oír eso. Nicole tiene seis meses diciéndome que "entre en
la onda". Caramba, no sabía a quién preguntarle sobre estas cosas.
V:
¿Alguna mujer en su familia?
Los
ojos de Marcos se endurecieron.
M:
Como usted sabe soy viudo, la madre de Nicole falleció cuando Nicole tenía solo
un añito. Al principio mi madre me ayudó con su crianza, pero una vez nos
mudamos a Buenos Aires, el contacto con mi familia es menos debido a mis
compromisos profesionales.
V:
No... Quise entrometerme.
M:
No importa. Carmen y yo estábamos en el proceso de separación cuando
ocurrió el accidente, donde me enteré que tenía un amante, ambos fallecieron en
el mismo incidente. Sinceramente, Victoria, mis sentimientos respecto a
volverme a casar son los mismos que los tuyos. Me basta con un fracaso.
Las
luces de la sala comenzaron a apagarse y empezó la pista de sonido.
Marcos se apoyó contra el respaldo de su asiento y cruzó sus largas
piernas. Victoria también se acomodó, contenta de que hubieran
seleccionado una comedia. Sus emociones estaban demasiado cerca de la
superficie esa noche. Podía imaginarse soltando el llanto a la más
discreta escena dramática o triste. Bambi caminando por el bosque le
habría arrancado lágrimas en ese momento.
Estaba
tan inmersa en sus propios pensamientos que cuando Marcos y los espectadores
que la rodeaban soltaron una sonora carcajada, ella no supo cuál era el motivo.
Sin
pensarlo, extendió una mano y tomó un puñado de las rosetas de maíz de Marcos.
Descubrió que el sabor a mantequilla y lo crujiente de los pochoclos se
adecuaban a su estado de ánimo. Marcos sostuvo la caja sobre el brazo
entre ellos para que ella pudiera tomar los mismos con mayor facilidad.
La
siguiente vez que Victoria envió sus dedos para buscar más pochoclos, éstos se
encontraron con los de Marcos.
V:
Lo siento (murmuró ella, apartando la mano.
Marcos
inclinó la caja hacia ella. Victoria masticó con deleite. Antes que
se diera cuenta, ya se había comido éstos y sus dedos estaban enlazados con los
de Marcos.
En
el momento en que la mano de Marcos buscó la de ella, Victoria perdió la noción
de lo que estaba sucediendo en la pantalla. Tomarse de la mano parecía un
gesto inocente, algo que los adolescentes hacen. Era lógico que él no le
daba una importancia especial, se dijo Victoria. Lo que pasaba era que
sus emociones estaban muy confusas últimamente, no sabía por qué.
Le
gustaba Marcos, se percató ella, le gustaba mucho. Y quería mucho a
Nicole. Por primera vez, podía imaginarse la posibilidad de pensar
nuevamente de comenzar un romance, y esta idea la asustaba. Más bien, la
aterraba. Este hombre pertenecía a un mundo diferente y realmente no
pensaba en tener una relación. Además, ella no estaba lista.
Cuando
terminó la película, Marcos las llevó a su casa. Las jóvenes estaban
cansadas, pero no tanto como para no seguir charlando en el asiento de atrás.
Adelante, la situación era muy distinta. Ni Marcos ni Victoria
tenían mucho que decir.
V:
¿Quieres pasar a tomar un café? (invitó Victoria cuando Marcos se acercó a su
casa, aunque en su interior deseaba que él se negara. Todavía estaba
agitada por el efecto que le había causado que él la tomara de la mano en el
cine, y deseaba tener un momento a solas para organizar sus pensamientos).
N:
¿Pasamos, papi? ¿Sí? Por favor (suplicó Nicole). Cristina y yo tenemos
muchas ganas de ver juntas los videos del sábado.
M:
¿Estás segura? (preguntó Marcos a Victoria).
V:
Por supuesto (se vio obligada a decir). No me tomará más de dos minutos
preparar el café.
M:
Está bien (dijo Marcos y las chicas lanzaron exclamaciones de contento).
Cristina
y Nicole desaparecieron en el momento en que entraron a la casa. A los
pocos segundos podía escucharse la televisión con estruendosa música de rock,
que recientemente se había convertido en un sonido habitual en la pequeña casa.
Marcos
siguió a Victoria a la cocina y permaneció parado junto al aparador mientras
ella preparaba el café. Los movimientos de Victoria eran torpes y
abruptos. Se sentía incómoda, como si fuera la primera vez que estuviera
sola con un hombre. Y eso era absurdo, en especial considerando que las
jovencitas estaban cerca.
M:
Disfruté esta noche (comentó Marcos, mientras Victoria sacaba dos tazas de la
alacena).
V:
Yo también
Ella
le dirigió una sonrisa lánguida por encima del hombro, pero los ojos de Marcos
retuvieron su mirada y fue como si Victoria lo mirara por primera vez. Se
medio volvió hacia él, consciente de improviso de lo alto y espigado que era,
de lo espeso y suave de sus oscuros cabellos. Con un esfuerzo, Victoria
apartó la mirada de esos ojos magnéticos y volvió a su tarea de preparar café,
aunque sus dedos parecían incapaces de cooperar.
Esperó
a que el oscuro líquido se filtrara en la jarra de vidrio. Nunca antes le
pareció que tardara tanto tiempo.
M:
Victoria.
Ella
se sobresaltó un poco al oír la voz tan cerca de ella. Se volvió, agitada
y nerviosa.
Marcos
la tomó de los hombros.
M:
Hacía mucho tiempo que no estaba sentado en un cine tomado de la mano de una
chica.
Ella
bajó la mirada.
V:
Yo tampoco.
M:
Me volví a sentir como un muchacho.
Victoria
no supo qué decir; ella también se sintió como una muchacha.
M:
Tengo ganas de besarte, Victoria.
Victoria
no necesitaba un consejero psicológico para decirle que lo mejor que debía
hacer era evitar un beso de Marcos. Estaba a punto de decírselo, cuando
las manos de él la agarraron por la cintura y la apartaron del apoyo del
fregadero.
Un
poco desconcertada, ella alzó las manos, como para mantenerlo a raya.
Pero en el momento en el que entraron en contacto con la firmeza del
torso masculino, perdieron noción de su propósito inicial.
En
el momento en que la tibia boca de Marcos se posó en la de ella, Victoria
sintió una excitación casi perturbadora por su intensidad.
Hacía
demasiado tiempo que un hombre no la besaba de ese modo.
El
beso duró muy poco. Mucho menos de lo que Victoria hubiera deseado.
El fuego de la boca masculina había incitado en ella una respuesta que ya
creía imposible. Estaba asombrada de la facilidad con que había cobrado
vida su pasión latente.
Cuando
Marcos la soltó, Victoria se llevó una mano al pecho y exhaló un suspiro.
V:
Creo que eso no fue buena idea.
Marcos
frunció el entrecejo.
M:
Pienso lo mismo. No sé qué está pasando entre nosotros Victoria y eso me
desconcierta.
V:
¿A ti? Fui yo quien dejó muy claro desde el principio que no quería un
compromiso emocional.
M:
Lo sé, estuve de acuerdo, pero...
V:
Me alegra mucho que Cristina y Nicole sean buenas amigas, pero sucede que me
gusta mi vida tal como es.
El
semblante de Marcos se ensombreció.
M:
Pienso lo mismo. Fue un simple beso, no una invitación para que vivamos
en pecado.
V:
Yo... de veras hubiera preferido que no hicieras eso, Marcos.
M:
Lo siento. No volverá a suceder, te lo juro (murmuró él y hundió las
manos en los bolsillos). En realidad, creo que lo mejor sería olvidar por
completo el incidente.
V:
Estoy totalmente de acuerdo.
M:
Bien
Marcos
salió a grandes zancadas de la cocina, pero no antes que Victoria se preguntara
si ella podría olvidarlo. Y de alguna manera, era cierto; a través de los
años, Victoria había aprendido a evitar a los hombres que la atraían.
Salía ocasionalmente con alguno, pero por lo regular hombres que pudieran
ser clasificados como amables, corteses los evitaba.
Marcos
y Nicole se despidieron de Victoria y Cristina y se fueron a su casa.
Capítulo 7
En
Casa de Victoria
V:
Tenemos que hablar.
Cristina
apartó con renuencia la vista de su ídolo.
C:
Mami, ¿no puedes esperar?
Frustrada,
Victoria suspiró.
V:
Supongo que sí.
C:
Bien.
Cristina
ya la había sacado de su "onda". Victoria se fue a la cocina. Abrió
y cerró alacenas, en busca de algo interesante para la cena. Una lata de
atún no alcanzaría la aprobación de Cristina. La adolescencia no había
estropeado su saludable apetito, eso era cierto.
Victoria
asomó la cabeza por la puerta de la sala.
V: ¿Qué
te parece ensalada de atún para cenar?
Cristina
ni se dignó volverse a mirarla, sólo bajó el pulgar hacia el suelo.
V:
¿Sopa y emparedados?
Una
vez más el pulgar de la niña indicó su desaprobación y Victoria gruñó.
V:
-Tocineta, lechuga y tomate en pan tostado y sopa de pollo con tallarines
—intentó—. Y es lo mejor que puedo ofrecerte. Tómalo o déjalo.
C:
Está bien (accedió Cristina, alzando el pulgar).
Victoria
estaba friendo el tocino cuando Cristina se reunió con ella en la cocina,
sentándose en un banco a su lado.
C:
¿Me querías decir algo?
V:
Sí (Victoria se concentró en untar mayonesa sobre las rebanadas de pan
integral, mientras hacía un esfuerzo por ordenar sus pensamientos. Vaciló
por un momento, tratando de encontrar alguna manera de decir lo que tenía que
decir sin hablar más de lo necesario).
C:
Debe de ser algo serio (pensó Cristina). ¿Te llamó mi maestra por
teléfono al trabajo o algo así?
V:
No, ¿había alguna razón para qué me llamara? (Victoria escrutó el rostro de su
hija).
Cristina
negó con la cabeza.
C:
No. Este año soy la alumna estrella. Nicole y yo estamos muy bien
en los estudios. Sólo espera a que te llegue la tarjeta de reporte.
V:
Te creo (Victoria nunca había tenido problemas serios con relación al
aprovechamiento académico de su hija). Lo que tengo que decirte se
refiere a Nicole y... (vaciló; tragó saliva) y a su padre.
C:
Qué guapo es el señor Guerrero, ¿verdad?
V:
Supongo que sí (dijo Victoria con seriedad).
M:
Oh, mami, no te hagas... es un galán de telenovelas.
V: Está
bien (Victoria no quiso ser alentar mucho a su hija). Debo admitir que
tiene cierto... atractivo (Cristina sonrió de oreja a oreja). Pues bien,
en realidad era del señor Guerrero de quien te quería hablar (continuó
Victoria, mientras colocaba unas rebanadas de tomate sobre el pan).
C:
¿De veras? (los ojos de la niña se abrieron mucho).
V:
Sí, yo... pues... quería decirle que no sería buena idea que nosotros cuatro
volviéramos a hacer cosas juntos.
Cristina
miró a su madre con asombro y decepción.
C: ¿Por
qué no?
V:
Pues... porque él y yo somos personas muy ocupadas (ni Victoria misma encontró
convincente la razón, pero le era imposible decir a su hija que la -atracción
que sentía por ese hombre la aterraba).
C:
¡Oh, mami, por Dios! ¡Eso es absurdo!
V:
Está bien; seré sincera (Victoria se preguntó si una chica de doce años podría
entender las complejidades de las relaciones adultas). No quiero dar al
papá de Nicole una idea equivocada (dijo con precaución).
Cristina
se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el mostrador de la cocina y
la cara entre las dos manos.
C:
¿Una idea equivocada sobre qué?
V:
Sobre mí (Victoria tragó saliva y encogió los hombros con bochorno).
C:
¿Sobre ti? (Cristina arrugó el ceño. Luego abrió la boca al entender y su
ceño se aclaró). Ah, ya sé; no quieres que el señor Guerrero crea que
andas en busca de marido.
V:
¡Le atinaste! (sonrió Victoria).
C:
Pero, mami, a mí me parecería sensacional que tú y éI se entendieran. Por
cierto, Nicole y yo lo estábamos comentando hoy. Piensa en todas las
ventajas. Podríamos ser una verdadera familia y podrías tener más
bebés... a Nicole y a mí nos gustaría tener hermanitos. Y si te casas con
el señor Guerrero podríamos salir todos juntos de vacaciones.
Victoria
estaba tan asombrada que le costó trabajo recuperar la voz.
V:
De ninguna manera, Cristina
Victoria
se acercó una silla y se sentó antes que le fallaran las piernas. Todo
ese tiempo había dado por sentado que era una buena madre, que había dado a su
hija todo lo que necesitaba para compensar la falta de presencia paterna, pero
por lo visto no era así. Y Cristina y Nicole conspiraban para juntarla
con Marcos. ¡Y nada menos que con lazos conyugales! Tenía que hacer algo.
Decidió
hablar con Marcos, pero no se presentó una oportunidad sino hasta mucho después
esa noche, cuando Cristina ya estaba dormida. Al menos eso esperaba
Victoria. Marcó el número y rogó al cielo que no contestara Nicole.
Por
suerte no contestó la niña.
V:
Marcos, habla Victoria (murmuró, cubriendo el auricular con una mano
enconchada).
M:
¿Qué pasa? ¿Tienes laringitis?
V:
No, no quiero que Cristina me oiga llamándote.
M:
Entiendo. ¿Finjo que eres otra persona para que Nicole tampoco se dé cuenta?
V:
Por favor (Victoria se irritó un poco por el humor que adivinaba en la voz de
Marcos). Tenemos que hablar.
M:
¿Sí?
V:
No tienes idea de lo que acabo de saber. Las chicas están tramando casarnos.
M:
¿Casarnos? (casi gritó él).
Eso
iba a provocar una reacción en él, había sabido Victoria.
M:
¿Cuándo quieres que nos veamos?
V:
Lo más pronto posible (era obvio que él todavía pensaba que ella bromeaba, pero
no lo culpaba. La situación no era para menos). Cristina ya ha
preparado planes para ir con Nicole a nadar el miércoles a la piscina municipal
por lo que no va estar en casa. ¿Qué tal si nos vemos en el Denny's
después que dejes a Nicole?
M:
¿A qué hora? (dijo Marcos con el mismo tono de quienes traman una estrategia en
territorio enemigo).
V:
A las siete y diez (esto les daría a los dos tiempo suficiente para llegar al
restaurante).
M:
¿Debemos sincronizar nuestros relojes?
V:
Esto no es un chiste, Marcos.
M:
No me estoy riendo.
Pero
sí se reía, y Victoria estaba furiosa.
C:
Nos veremos, entonces.
M:
Las siete y diez, miércoles por la noche, en Denny's —(repitió él
con una solemnidad grotesca). Estaré allí.
La
noche de su cita, Victoria llegó al restaurante antes que Marcos. Ya se
había arrepentido de haberlo citado en Denny's, pero era demasiado tarde para
cambiar el plan. Podían encontrarse a otros clientes que podrían
reconocer a Marcos o a ella, y Victoria temía que el rumor de su encuentro
pudiera llegarles a sus hijas. Si Cristina y Nicole se enteraban de este
encuentro privado, podrían hallar una motivación en su deseo de casarlos.
Marcos
entró al restaurante y miró a su alrededor. No parecía reconocer a Victoria y
ella se quitó los anteojos para sol y agitó una mano. Marcos la miró y,
aún desde el otro lado del local, Victoria pudo notar que él hacía esfuerzos
por contener la risa.
M:
¿A qué vienen los anteojos oscuros y la pañoleta? (preguntó cuándo se sentó
enfrente de ella).
V:
Temía que alguien nos reconociera y se lo dijera a nuestras hijas (a Victoria
le parecía muy lógico, pero era evidente que a Marcos le parecía absurdo).
Pero
todo lo que él dijo fue:
M:
Entiendo (y miró a su alrededor con aire conspiratorio bastante cómico dice).
¿Prefieres que me siente en el compartimento contiguo y hablemos uno a
espaldas del otro?
V:
No seas tonto.
M:
¿Yo? (Marcos esbozó una sonrisa irónica y tomó el menú). ¿Tienes hambre?
V:
No (la actitud de Marcos comenzaba a irritar a Victoria). Sólo tomaré
café.
M:
Nicole preparó la cena para esta noche y la verdad es que me muero de hambre.
Cuando
la camarera apareció, él ordenó una cena completa. Victoria pidió café.
M:
Está bien, ¿qué pasa, Sherlock Holmes? (preguntó él, una vez que sirvieron el
café).
V:
Para empezar... Cristina nos vio la otra noche cuando me besabas.
Marcos
no comentó nada, pero su ceño se arrugó un poco.
V:
Me parece que las dos han estado hablando y, por lo que me pude dar cuenta,
quieren... eh... pues, ¿cómo decirlo?... quieren juntarnos.
M:
Ya veo.
Para
desazón de Victoria, Marcos no parecía en absoluto consternado por esta
revelación.
M:
¿Te parece tan terrible?
V:
¡Marcos! (dijo ella, retándolo e inclinándose hacia él). Cristina me
comentó que ella y Nicole han pensado que sería muy conveniente que tú y yo nos
casáramos (esperó la reacción de Marcos, pero él permanecía impasible y
tranquilo). Incluso me dijo que yo podría dejar de trabajar y que podría
quedarme en casa a... a hacer galletas y cosas así.
M:
¿Qué clase de galletas?
V:
¡Marcos, si vas a convertir esto en una broma, me iré! (Victoria comenzó a
deslizarse fuera del compartimento, pero él la detuvo alzando una mano).
M:
Está bien, lo siento.
No
parecía muy arrepentido y Victoria exhaló un suspiro de fastidio.
V:
Esto podrá parecerte cosa de risa, pero a mí no.
M:
Victoria, somos adultos (declaró él con voz pausada). No vamos a dejar
que un par de chiquillas nos manipulen.
V:
Sí, pero...
M:
Desde el principio hemos sido honestos el uno con el otro. Eso no
cambiará. Tú no tienes interés en casarte, ni yo tampoco. Mientras
ambos pensemos lo mismo, lo que hagan o digan ellas nos debe tener sin cuidado.
V:
Pero hay algo más (dijo Victoria con vehemencia).
M:
¿Qué es?
V:
Marcos, hay algo en lo que estamos fallando como padres.
M:
¿Por qué dices eso? (preguntó Marcos con ceño de duda).
V:
¿No es obvio?, Cristina quiere una familia completa, y supongo que tu hija
también. Lo que Cristina está diciendo sin decirlo es que anhela un
padre. Nicole desea a su vez una madre.
El
humor desapareció de los ojos de Marcos.
M:
Entiendo. ¿Y crees que todo esto comenzó porque Cristina nos vio besarnos?
V:
No sé (murmuró Victoria). Pero conozco a mi hija y cuando quiere algo va
tras ello con la fuerza de un bulldog y no deja hasta conseguirlo.
M:
Nicole también es así respecto a ciertas cosas (repuso Marcos con aire
pensativo).
La
camarera llegó con el emparedado de roast beef para Marcos y volvió a llenar de
café la taza de Victoria.
Quizá
Victoria había reaccionado exageradamente ante la situación, pero creía tener
razones para estar preocupada.
V:
Supongo que pensarás que estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua.
M:
¿Sobre la manipulación de las chicas?
V:
No; sobre el hecho de que hemos tratado de veras ser padre y madre a la vez,
sin conseguirlo del todo.
M:
Debo admitir que a mí también me preocupa eso.
V:
Toda la semana he estado aterrada pensando en qué me habré equivocado.
Tenemos que afrontar esto. Tomar decisiones importantes.
M:
¿Qué sugieres?
V:
Para empezar, debemos reprimir todo indicio de implicación sentimental.
Comprendo que, siendo las chicas tan buenas amigas, tú y yo tendremos que
vernos con relativa frecuencia (Victoria hizo una pausa y se mordió el labio
inferior). No quiero perturbar su amistad.
M:
Estoy de acuerdo. La amistad con Cristina ha ayudado mucho a mi hija.
V:
Tú y yo pasamos varios meses sin hablarnos. No habrá necesidad de que nos
veamos muy seguido, ¿no crees?
M:
Pero Nicole pasará la noche en tu casa el próximo jueves; a menos que prefieras
que no vaya.
V:
Por supuesto que se puede quedar con nosotras.
Marcos
asintió y pareció aliviado.
M:
Para serte sincero, no creo que regresaría a casa de la señora Lopez sin armar
una guerra terrible.
V:
Cuidar de Nicole es una cosa, pero otra muy diferente que volvamos a hacer algo
los cuatro juntos.
Marcos
volvió a asentir, pero no pareció complacido con la sugerencia.
M:
También creo que sería lo mejor.
V:
No debemos alentar sus estrategias.
Marcos
apartó su plato, tomó su vaso con agua y lo colocó entre las dos manos.
M:
¿Sabes una cosa, Victoria? Pienso mucho en ti (hizo una pausa y luego le
dirigió una sonrisa juguetona). Tienes la costumbre de vestirte un poco rara
de vez en cuando, pero respeto tu buen juicio. Me gustaría considerarte
una amiga.
V:
Yo también quiero tu amistad
Marcos
sonrió y la miró sin pestañear durante un momento, luego apartó la mirada.
M:
Sé que quizás el beso de la otra noche te parezca un gran error, y es posible
que tengas razón, pero no me arrepiento (dijo Marcos y vaciló, como esperando
alguna airada réplica, pero como Victoria permaneció en silencio,
continuó). Hacía mucho tiempo que no tomaba la mano de una mujer en el
cine ni besaba a una en la forma en que te besé. Es agradable volverse a sentir
joven e inocente.
Victoria
bajó la mirada a su taza. También a ella le había gustado. Tanto
que desde entonces estaba aterrada. Muy fácilmente podría enamorarse de
Marcos y eso sería lo peor que podía sucederle. No estaba dispuesta a
correr otra vez semejante riesgo.
M:
De una manera extraña nos necesitamos (afirmó Marcos). Nicole necesita
una buena imagen femenina con la cual identificarse, una imagen materna, y ella
te considera maravillosa. Cristina a su vez necesita una figura paterna.
Lo más natural es que nos quieran juntar.
V:
Sí. Pero no debemos comprometernos sentimentalmente.
M:
De acuerdo (aceptó Marcos con convicción para tranquilizarla).
Permanecieron
en silencio largo rato.
M:
¿Por qué?
Curiosamente,
Victoria supo de inmediato lo que él estaba preguntando.
V:
Mis relaciones anteriores me han enseñado a no creer en el amor (Victoria hizo
una pausa y apartó la mirada). Su voz se había convertido casi en un
susurro. Yo había confiado ciegamente en mi anterior pareja, Antonio.
Después, cuando habíamos decidido convivir juntos, muchas veces me dijo
que tenía que trabajar tarde, hubo muchas ausencias inexplicadas, pero tampoco
cuestioné eso. Ahora pienso en todas esas noches que me pasaba sola,
confiando en que él estaba trabajando... para después descubrir que había
estado con otra mujer.
M:
¿Cómo lo descubriste?
V:
¿Lo de la primera mujer?
M:
¿Hubo más?
Victoria
asintió, avergonzada al revelar a Marcos su debilidad.
V: Estuve
ciega a sus engaños durante los primeros dos años. Cuando descubrí su
infidelidad, me enfermé físicamente. Sin embargo, permanecí con él,
confiando en sus promesas de cambio. Yo deseaba tanto creer en él,
confiar en él, que acepté todo lo que me decía, por increíble que
pareciera. El problema era que cuanto más lo perdonaba, más bajo caía mi
autoestima. Llegué a convencerme de que todo era mi culpa. Pensaba
que me faltaba algo que él se veía obligado a buscar en las otras.
M:
Ahora sabes que eso no es verdad, ¿no es cierto?
La
voz de Marcos era tan gentil, tan tierna, que Victoria tuvo que reprimir una
oleada de emoción.
V:
Pensé que Antonio iba a cambiar, como siempre me prometía (prosiguió ella en
tono apacible). Creo que esa fue una de las razones por las que aguanté
tanto tiempo. Además, creo. Pero él nunca cambió. Una tarde, sin
saber qué lo provocó con exactitud, decidí de repente que ya no podía seguir
viviendo con él. Hice mi equipaje y el de Cristina y nos fuimos. Nunca
regresé con él, nunca quise regresar. Mi amor por él había muerto.
Marcos
tomó la mano de Victoria, pasó un momento antes que él hablara y, cuando lo
hizo, su voz estaba tensa por el dolor recordado.
M:
Yo pensaba que Carmen era la mujer más dulce y gentil en este mundo. Por
absurdo que parezca, creo que me enamoré de ella incluso antes de conocer su
nombre. Era porrista del colegio y una de las chicas más populares entre
los estudiantes, y yo me sentía como un don nadie. Por casualidad, nos
conocimos varios años después de la graduación, cuando yo apenas comenzaba a
progresar. Me había comprado un pequeño negocio junto con mi padre lo
administrábamos. Y yo trabajaba noche y día para echar a andar el
negocio.
Marcos
hizo una pausa, y añadió con voz nostálgica:
M: Mi
posición era en cierto sentido envidiable. Un chico de provincia que
progresa... boberas por el estilo. Ella fue la chica más popular del
colegio y salir con ella era satisfacer una fantasía. Carmen acababa de
terminar con un tipo con quien había estado relacionada durante dos años y
supongo que tenía que probarse algo a sí misma (apartó la mirada). Las
cosas se salieron de control y dos meses después Carmen me anunció que estaba
embarazada. Para serte sincero, yo estaba feliz con la noticia, muy feliz.
No vacilé un minuto en decidirme a que nos casáramos. Entonces yo estaba
demasiado enamorado para ver con claridad. Ocho meses después de la boda
nació Nicole...
Vaciló,
como ordenando sus recuerdos.
M:
Creo que no todas las mujeres tienen instinto maternal. Era el caso de Carmen.
Ni siquiera quería tomar en brazos a Nicole, no quería tener nada que ver
con ella. Cuando yo regresaba a casa por las noches, descubría que había
descuidado a la niña la mayor parte del día. Pero yo la disculpaba; los inexplicables
moretones en el bebé, la expresión de miedo que veía en los ojos de mi hija
cada vez que su madre estaba cerca. Comencé a dejar a Nicole con mis
padres, para asegurarme de que estaba bien cuidada.
Victoria
se mordió la comisura del labio al ver el dolor retratado en el rostro de
Marcos.
M:
Para ser justo con Carmen, debo confesar que yo no era el mejor de los esposos
en esos primeros meses. No tenía tiempo para serlo. Cuando nos
volvimos a encontrar, yo me sentía como el gran triunfador. Luego las
cosas comenzaron a marchar mal en el negocio y casi perdí hasta la camisa.
M:
Después (continuó con lentitud), supe que mientras yo me afanaba por salvar la
compañía, Carmen estaba saliendo con su antiguo novio, Leo.
V:
Oh, Marcos.
M:
Nicole es mi hija, de eso no hay duda. Pero Carmen nunca quiso hijos en
realidad y se sentía atrapada en nuestro matrimonio. Nos separamos cuando
Nicole apenas había cumplido su primer año.
V:
¿Como fue que falleció?
M:
Como te dije luego de separarnos, yo me quede con la custodia de Nicole y ella
se fue a vivir con Leo. Y varios días después un oficial de policía me
comunicó del accidente que cegó la vida de ambos. Nicole no recuerda nada
de su relación con su madre, gracias a Dios, y parece tener una imagen idealizada
de su madre. Tiene la foto de Carmen en su cuarto y en ocasiones la
encuentro mirándola con nostalgia (hizo una pausa y consultó su reloj).
¿A qué hora se supone que debemos recoger a las chicas?
V:
A las ocho.
M:
Ya son las ocho y cinco.
V:
Cielos (Victoria se echó el bolso al hombro mientras se deslizaban fuera del
compartimento y se apresuraba hacia la caja. Marcos insistió en pagarle
el café y ella no quiso perder tiempo discutiendo).
Caminaron
con rapidez hacia sus autos.
M:
Victoria (dijo él, mientras Victoria sacaba la llave de su bolso).
Esperaré un par de minutos para no llegar al mismo tiempo.
Victoria
le dirigió una sonrisa agradecida.
V:
Bien pensado.
M:
Victoria.
Ella
alzó la mirada interrogante mientras él se le acercaba.
M:
No intérpretes mal esto (dijo Marcos con suavidad. La estrechó en un abrazo
gentil). Lamento lo que Antonio te hizo. Ese hombre es un tonto (la
besó con ternura en la frente y luego se volvió de improviso y se alejó de
ella).
Victoria
tardó un minuto en serenarse lo suficiente para entrar a su auto y ponerlo en
marcha.
Capítulo 8
C:
¡MAMI! (gritó Cristina). Te hablan por teléfono.
V:
¿Quién es, tesoro? , sin duda, alguien interesado en limpiar las alfombras o
vender un lote en el cementerio.
C:
No sé (respondió Cristina, deteniéndose el auricular sobre el hombro.
Bajó su voz casi en un susurro). Pero sea quien sea, parece
bastante raro.
V:
Hola —contestó Victoria. (Cristina iba a su cuarto).
M:
¿Puedes hablar? (la ronca voz masculina era sin duda la de Marcos).
V:
Sí (Victoria miró hacia la habitación de Cristina para estar segura de que su
hija no podía escuchar).
M:
¿Podemos vernos mañana para almorzar juntos?
V:
¿A qué hora?
M:
Al mediodía en Sea Galley
V:
¿Sincronizamos nuestros relojes? (bromeó Victoria).
Había
pasado una semana desde la última vez que habló con Marcos. Mientras
tanto, Cristina no había vuelto a hablar de unir a las dos familias. Eso
en sí era sospechoso, pero Victoria había tenido demasiado trabajo en la
empresa como para pensar en ello.
M:
No te hagas la graciosa, Victoria. Necesito tu ayuda.
V:
Invítame a almorzar y soy toda tuya (Victoria se alegró de que Marcos no
hiciera algún comentario sobre sus incautas palabras).
M:
Entonces, nos vemos mañana.
V:
Bien.
Una
sonrisa osciló en las comisuras de los labios de Victoria al colgar el
auricular. Su mano permaneció allí por un momento mientras una inesperada
oleada de dicha la inundaba.
C:
¿Quién era, mami? (preguntó Cristina, asomando la cara por el borde de la
puerta.
V:
Una... amiga; me invitó a... a almorzar con ella mañana.
C:
Oh (la cara de Cristina era un estudio en escepticismo). Por un minuto me
pareció que era el señor Guerrero fingiendo voz de mujer.
V:
¿El señor Guerrero? Nada que ver, hija (dijo Victoria con una risilla forzada,
luego cambió de tema). Cristina, son las nueve y media. Acuéstate
ya.
C:
Está bien, mami. Buenas noches.
V:
Buenas noches, mi reina.
C:
Que disfrutes tu almuerzo de mañana.
V:
Gracias.
Victoria
no se había apartado del teléfono, cuando sonó por segunda vez. Con un
sobresalto culpable, tendió la mano hacia el aparato.
V:
Hola (contestó con voz vacilante, medio esperando que fuera Marcos otra
vez).
Pero
fue la clara y firme voz de su madre la que le llegó a través de la línea.
E:
Victoria, espero que no sea demasiado tarde para llamarte.
V:
Por supuesto que no, mamá. ¿Todo en orden?
La
madre ignoró la pregunta y preguntó a su vez:
E:
¿Cuál es el nombre de ese joven con quien
sales?
V:
¡Mamá! (dijo Victoria coa un suspiro exasperado). No estoy saliendo con
nadie. Ya te lo dije.
E:
Marcos Guerrero, ¿verdad?
V:
Fuimos a cenar una vez con nuestras hijas y hasta allí llega nuestra
relación.
E:
Pero, querida, tengo la impresión de que es un joven muy agradable.
Supongo
que es el mismo Marcos Guerrero que es socio mayoritario de Deportes Extremos,
¿verdad? Vi su nombre en el periódico esta mañana y lo reconocí
enseguida. Mi amor, tu padre y yo estamos muy contentos de que estés saliendo
con un hombre y le des una oportunidad al amor pero sobre todo en darle esa
figura paterna a nuestra Cristy.
V:
¡Mamá, por favor! (exclamó Victoria). Marcos y yo sólo somos amigos.
¿Cuántas veces debo decirte que no hay nada más? Cristina y su hija,
Nicole, son amigas inseparables. Te juro que no hay...
E:
Victoria (la interrumpió su madre). La primera vez que pronunciaste su
nombre, noté algo en tu voz que le había faltado por mucho tiempo. Podrás
engañarte a ti misma, pero no a mí. Te gusta ese tal Marcos (la voz de la
mujer se suavizó).
V:
Mamá, nada sucedería aunque él me atrajera, aunque no es así (bien, esto último
no era verdad, pero el resto sí lo era).
E:
¿Y por qué no?
V:
porque al igual que yo, la idea del matrimonio no está en nuestros planes.
E:
Tonterías (bufó su madre).
Victoria
supo que más valía no liarse en una batalla verbal con su empecinada
madre. Pero Elenita continuó..
E:
Victoria, mi amor, has venido ocultándote tras un muro de frialdad e
indiferencia durante todos estos años. No dejes que lo sucedido entre
Antonio y tú arruine tu vida. Marcos Guerrero te gusta y no puedes negarlo.
V:
Mamá...
E:
Mereces ser feliz, hija. No lo olvides.
Al
mediodía del día siguiente, Victoria dejó su auto en el estacionamiento del Sea
Galley. Marcos ya estaba allí, esperándola a la entrada.
V:
Hola (saludó ella con una amigable sonrisa, cuando él se le acercó).
M:
¿Qué? ¿Esta vez no hay disfraz?
Victoria
rió, un poco avergonzada.
V:
Cristina no conoce a nadie que venga a comer aquí.
M:
Me alegro.
La
sonrisa de Marcos era tan cálida que habría derretido un iceberg.
M:
Me alegra verte (agregó él, tomándola del brazo para escoltarla adentro del
restaurante).
V:
Lo mismo digo (aunque no lo había visto durante una semana, Marcos nunca se
apartó de sus pensamientos).
Nicole
se había quedado con ella y Cristina cuando él viajó a New York para quedarse
allá dos días a mediados de la semana anterior, ni siquiera le preguntó cómo
había estado su viaje cuando él regresó a recoger a Nicole. Su
conversación fue breve e insubstancial, pero el alivio de que Marcos hubiera
llegado con bien, la mantuvo despierta por horas. Después estuvo furiosa
consigo misma por preocuparse tanto.
La
camarera del Sea Galley los acomodó de inmediato y les entregó los menús.
Victoria ordenó café y ensalada de camarones. Marcos pidió lo
mismo.
M:
La semana próxima es el cumpleaños de Nicole (anunció él, escudriñándola con la
mirada). Hoy entregará en la escuela las invitaciones a la fiesta.
Victoria
sonrió y asintió. Pero los ojos de Marcos retuvieron los de ella y algo
indescifrable tembló en ellos.
M:
En un momento de debilidad le dije que podía hacer una fiesta en pijamas.
V:
Sí, recuerdo que Nicole mencionó algo sobre esa fiesta (dijo Victoria).
Es obvio que eres más valiente que yo.
Marcos
cambió varias veces de lugar los cubiertos sobre su plato, estaba nervioso.
M:
Sé que convenimos en no hacer cosas juntos. Pero necesito consejo... de
una amiga.
V:
¿Qué puedo hacer?
M:
Victoria, no tengo la menor idea de cómo entretener a un batallón de
adolescentes de 12 años. La sola idea de tener un montón de muchachitas
escandalosas en mi casa me provoca verdadero terror.
V:
¿Cómo quieres que te ayude?
M:
¿Serías capaz...? (la miró esperanzado; luego sacudió la cabeza, arrepentido de
lo que iba a decir). No, no puedo pedirte eso. Además, no queremos
dar a nuestras hijas ideas equivocadas respecto a nosotros. Lo que
necesito en realidad son algunas ideas sobre cómo mantener ocupadas a esas
jovencitas. ¿Qué hacen los otros padres?
V:
Ja, Otros padres no se meten en esos líos.
Marcos
se apartó un mechón de cabello de la frente y frunció el ceño.
M:
Temía que me dijeras eso.
V:
¿A qué hora se supone que llegarán las invitadas?
M:
A las seis.
V:
Marcos, eso es demasiado temprano.
M:
Lo sé, pero Nicole insistió en que sirviera mis tacos a la Marcos, y se le
ocurrió la loca idea de que las jovencitas se metieran a la cocina para mirarme
prepararlos.
Victoria
frunció el entrecejo.
V:
Eso no es una buena idea. Terminarás con diez pares de manos tratando de
ayudarte y el resultado será el caos absoluto.
M:
Eso pensé yo. ¡Cielos, Victoria! ¿Cómo me fui a meter en este embrollo?
V:
Ordena pizza (sugirió ella). A todo el mundo le gusta.
M:
Pizza. Está bien. ¿Y qué me dices de los juegos?
V:
Películas (sugirió Victoria). Muchas películas. Puedes llamar
temprano y reservar un par de nuevos estrenos y agregar alguna antigua favorita
de ellas; algo cómico y musical con muchos chicos y chicas y ese tipo de cosas.
Los
ojos de Marcos se iluminaron.
M:
Buena idea.
V:
Y si realmente te sientes osado, puedes llevarlas a patinar sobre ruedas.
M:
¿Patinar? ¿Crees que les gustaría?
V:
Les encantará, en especial si se corre la voz de que estarán en la pista el
viernes por la noche. Así varios chicos se las arreglarán para estar allí
también.
Marcos
asintió y esbozó una sonrisa.
M:
¿Y crees que eso mantendrá a todos contentos?
V:
Estoy segura. Primero hay que cansarlas, mucha acción física, luego les
pones una película en la sala, con las luces bajas, y te garantizo que antes de
la medianoche todas estarán profundamente dormidas.
Sus
ensaladas llegaron y Marcos hundió su tenedor en un gordo y rosado camarón;
luego hizo una pausa.
M:
Ahora, ¿qué fue eso que me dijiste anoche respecto a enviarte a almorzar y
luego serías mía?
V:
Fue un lapsus mental (murmuró Victoria, bajando la mirada a su ensalada, un
poco avergonzada de sus palabras el día anterior).
M:
Eso temía.
Ambos
rieron y Victoria se sintió a gusto. Nunca había tenido una relación así
con ningún hombre. No estaba en guardia como casi siempre, temerosa de
que su acompañante tratara de llevar las cosas muy lejos demasiado pronto.
Marcos era su amigo y saber que aún había hombres como él, renovaba la fe
de Victoria en el sexo opuesto. La amistad con Marcos la tranquilizaba,
le daba seguridad; pero la innegable atracción que él ejercía en ella, aún la
asustaba.
M:
De verdad aprecio tus sugerencias, (expresó él y después los dos se
concentraron en comer sus alimentos un rato). He estado con esta especie
de susto los últimos tres días. Quizá no fue muy inteligente de mi parte
llamarte a tu casa, pero estaba desesperado.
V:
Todo saldrá bien, pero recuerda: es importante no soltar demasiado las riendas.
M:
De acuerdo.
Marcos
se llevó otro camarón a la boca y luego agregó:
M:
No sabes cuánto te agradezco esto.
Victoria
sonrió.
V:
Para eso son los amigos. bien, pero recuerda: es importante no soltar
demasiado las riendas.
M:
De acuerdo.
Marcos
se llevó otro camarón a la boca y luego agregó:
M:
No sabes cuánto te agradezco esto.
Victoria
sonrió.
V:
Para eso son los amigos.
Capítulo 9
Cumpleaños
de Nicole…
C:
MAMI, apresúrate o llegaremos tarde (Cristina recorría el pasillo afuera del
cuarto de su madre mientras ésta terminaba de arreglarse).
V:
¿Ya tienes el regalo de Nicole?
C:
Oh (Cristina corrió a su habitación y regresó con una caja oblonga alegremente
envuelta). Había comprado el regalo la noche anterior, un popular juego
de salón.
C:
Creo que el señor Guerrero es muy lindo al dejar que Nicole haga una fiesta en
pijamas, ¿verdad?
V:
Yo mejor diría que es valiente. ¿Cuántas chicas irán?
C:
Quince.
V:
¡Quince!
C:
Nicole invitó a veinte, pero cinco no podrán ir.
Cuando
llegaron a la casa de Marcos, el área de estacionamiento parecía el escenario
de un concierto de rock. Habían suficientes padres dejando a sus chicas
como para causar una pequeña congestión de tráfico.
V:
Buscaré un lugar donde estacionarme (indicó Victoria).
C:
¿Para qué? (quiso saber Cristina, su voz era más aguda y emocionada que de
costumbre). No necesitas entrar, si no quieres.
V:
Creo que el padre de Nicole va a necesitar quién le ayude.
C:
Estoy segura de que no, mami. El señor Guerrero es muy organizado.
La
reacción de Cristina sorprendió a Victoria. Habría esperado que su hija
aprobara la idea de que ella y Marcos estuvieran juntos. Por fin encontró
un lugar para estacionar el auto y cruzaron la calle. Cristina estaba
sumida en reflexiones.
C:
En realidad, mami, creo que será buena idea si ayudas al señor Guerrero
(manifestó la niña luego de una larga pausa). Creo que te lo agradecería.
Victoria
ya no estaba tan segura.
V:
Tengo la sensación de que voy a arrepentirme algún día de esto.
C:
No te arrepentirás (le aseguró Cristina con emoción).
Marcos
estaba a la puerta de su apartamento, con expresión ya atribulada cuando
Victoria llegó. La sorpresa y el beneplácito brillaron en sus ojos al
verla.
V:
Vine a ayudarte (anunció ella, quitándose la chaqueta y arreglándose su
suéter). Esta situación es algo más de lo que un solo adulto puede
manejar.
M:
Dios te bendiga (dijo Marcos, rebosante de agradecimiento).
V:
Créeme, Marcos, no haría esto por cualquiera
Victoria
miró a su alrededor el caos que dominaba el enorme apartamento. Las
jovencitas ya habían formado pequeños grupos y discutían a gritos sobre temas
de importancia trascendental para su edad.
V:
¿Ya trajeron la pizza? (preguntó Victoria, alzando la voz por encima de los
gritos, risas y música de rock). Marcos asintió.
M:
Está en la cocina. Ordené ocho grandes. ¿Crees que será suficiente?
(Victoria hizo una mueca irónica y sacudió la cabeza).
V:
Vas a comer restos de pizza durante las próximas dos semanas, sospecho.
Pero
las chicas la desmintieron. Victoria nunca había visto un grupo más
hambriento y con buen apetito. Al final sólo quedaron uno o dos trozos de
las ocho pizzas, las demás desaparecieron completamente.
V:
Es hora de una película (decidió Victoria y, mientras las jovencitas votaban
sobre cuál verían primero).
Marcos
comenzó a echar a un cubo de basura los platos y vasos de cartón usados.
Cuando terminara la película, calculó Victoria, sería el momento de ir a
patinar.
La
paz reinó en cuanto Tom Cruise apareció en la pantalla, y Victoria fue a
reunirse con Marcos en la cocina.
El
estaba sentado a la mesa, frotándose la frente con una mano.
M:
Siento venir un dolor de cabeza.
V:
Es demasiado tarde para uno (repuso Victoria con una suave sonrisa). En
realidad creo que todo está saliendo muy bien. Todas parecen estarse
divirtiendo mucho y Nicole es una magnífica anfitriona.
M:¿De
veras? (inquirió Marcos sin mucha convicción).
V:
Estoy segura.
Marcos
sonrió y pareció más tranquilo.
M:
Creo que me vendría bien una taza de café, ¿y a ti?
V:
También
Marcos
sirvió café en dos tazas y las llevó a la mesa. Victoria se sentó
enfrente de él. Suspirando, se reclinó en su silla y tomó entre las dos manos
la taza.
M:
Lo de la pizza fue una buena idea (comentó Marcos, tomando un trozo y pasando
la bandeja de cartón en dirección de su acompañante).
Victoria
tomó un trozo y se lo llevó a la boca.
M:
¿Qué te llevó a renunciar a tu noche libre y venir a ayudarme? (Preguntó
Marcos, mirándola con atención). Cristina le dijo a Nicole que tenías una
cita esta noche. Eras la última persona que yo esperaba ver.
Victoria
no estaba segura de cuál era la razón por la que cambió de idea y decidió ir en
su ayuda.
V:
Creo que si la situación hubiera sido al revés, tú me habrías prestado ayuda
(le dijo, más interesada en saborear su pizza que en la conversación por el
momento).
Marcos
miró su trozo de pizza con ceño arrugado.
M:
No entendiste lo que te quise preguntar en realidad.
V:
¿Sí?
M:
Quise averiguar de manera sutil si tenías una cita esta noche.
Victoria
encontró raro el comentario.
V:
Es obvio que no la tenía.
M:
No es obvio para mí. No creo que cuentes con muchas noches libres de
responsabilidad. Pensé que habrías querido aprovechar esta oportunidad
para salir con alguien especial; soltarte un poco el pelo, como se suele decir
(su rostro se ensombreció más).
V:
Estoy demasiado vieja para soltarme el pelo (repuso ella con una risa).
Por Dios, ya tengo más de treinta años.
M:
Entonces, ¿no sales con nadie en especial?
V:
Marcos, sabes que no.
M:
No sé nada en absoluto.
V:
Está bien, ¿qué tramas? (a Victoria no le gustó la mirada que él le estaba
dirigiendo. En absoluto).
M:
Nicole.
V:
¿Nicole?
M:
Ella me dijo el otro día que habías conocido recientemente a alguien. Un
"verdadero príncipe" fue la expresión que usó. Alguien guapo de
buen status social que estaba interesado en ti y al que veías con frecuencia.
Dijo que tú te estabas enamorando de él.
Victoria
se inclinó hacia adelante y miró a Marcos con verdadera consternación.
Luego sus ojos lanzaron chispas de furia e indignación.
M:
¡Escucha, no te enfades conmigo! Sólo estoy repitiendo lo que se supone
que Cristina dijo a Nicole.
Victoria
tragó casi sin masticar el trozo de pizza que tenía en la boca.
V:
Están conspirando otra vez, ¿no te das cuenta? Debí saber que algo planeaban.
Nuestras hijas han estado demasiado tranquilas últimamente.
Cristina y Nicole se han vuelto astutas ahora (dice agitada).
Victoria
se levantó y comenzó a recorrer la cocina de un lado a otro.
M:
Cálmate, Victoria. Somos más listos que un par de chiquillas, ¿no?
V:
Para ti es fácil decirlo.
Victoria
se apartó un mechón de la frente y siguió caminando de un lado a otro
V:
Bien (se volvió de repente a mirar a Marcos)
V:
¿No vas a decir algo? (para desazón de Victoria, Marcos estaba haciendo
esfuerzos evidentes por no soltar la risa). Esto no es gracioso Marcos.
¡Ojalá tomaras las cosas en serio!
M:
Las tomo en serio.
Victoria
bufó.
V:
¡No es cierto!
M:
Somos adultos, Victoria. No vamos a permitir que dos niñas dicten
nuestras acciones.
V:
¿Estás seguro? (Ella puso las manos en jarras y lo miró con firmeza). Me
alegra saber que eres una torre de firmeza, pero apuesto mi salario de una
semana a que no fue idea tuya lo de esta fiesta en pijamas. Estoy segura
de que rechazaste la idea la primera vez que Nicole te lo planteó, pero luego
de que la niña insistiera una y otra vez terminaste por acceder. Si tu
hija se parece algo a la mía, entonces debió valerse de todos los trucos
posibles para convencerte.
Marcos
palideció.
V:
¿Me equivoco?
El
se alzó de hombros.
M:
No.
Victoria
volvió a sentarse a la mesa, apartó la pizza y exhaló.
V:
Si Cristina y Nicole están tramando algo, tenemos que planear nosotros algo
antes que nos saquen de nuestras casillas. No podemos permitir que nos
manipulen así.
M:
Creo que tienes razón.
Ella
lo miró esperanzada.
V:
¿Alguna sugerencia?
Marcos
se alzó de hombros y negó con la cabeza.
M:
Ninguna. ¿Y tú, tienes alguna?
V:
Comunicación es la clave.
M:
Bien.
V:
Tenemos que mantenernos comunicados mutuamente e informarnos de lo que tramen
esas dos. No debemos creer nada que ellas digan hasta que lo verifiquemos
entre nosotros.
M:
Pero tenemos otros problemas (murmuró Marcos sin atreverse a mirarla a los
ojos).
V:
¿Cuál?
M:
Funcionó.
V:
¿Qué funcionó?
M:
Lo que me dijo Nicole sobre ese supuesto admirador tuyo rico y guapo.
V:
¿Sí? (Victoria aún no entendía).
M:
El objetivo de esa mentira fue provocarme celos... y funcionó.
V:
¿Funcionó? (un aire frio invadió el cuerpo de Victoria y le costó trabajo
respirar).
M:
Me la pasé pensando en lo mucho que me gustas. En lo bien que la paso
cuando estoy contigo. Y luego decidí que cuando pasara la fiesta de
cumpleaños de Nicole, me iba a arriesgar a invitarte a cenar.
V:
Pero ya te dije que no estoy interesada en una relación amorosa.
M:
Lo que más me molestó fue imaginar a otro hombre besándote (continuó Marcos, como
si ella no hubiera dicho nada).
De
repente hubo un silencio tan absoluto en la cocina que Victoria casi no se
atrevió a respirar. El único sonido era el de la película que veían en la
sala.
Victoria
trató de ponerse en el lugar de Marcos, preguntándose cómo se habría sentido
ella si Cristina le hubiera dicho que él había conocido a una despampanante
morena y estaba saliendo con ella. De inmediato sintió que se le
contraían los músculos del estómago. La sola idea de Marcos besando a
otra mujer le provocaba un dolor que no podía describir... ni negar.
M:
Besarte aquella noche fue lo peor que pude hacer (confesó Marcos con
renuencia). Sé que no te gusta hablar de ello. No te culpo...
V:
Marcos (le interrumpió Victoria con voz baja y vacilante). También a mí
me habría producido lo mismo.
Marcos
la miró con ojos intensos, penetrantes (se la comía con una mirada de emoción).
M:
¿De veras?
Victoria
asintió, sintiéndose extrañamente excitada.
V:
Eso temo. Yo también habría sentido celos. ¿Qué vamos a hacer ahora?
Hubo
un silencio denso mientras se miraban sin pestañear.
M:
Lo primero que debemos hacer es experimentar un poco (sugirió Marcos con voz
llana, inexpresiva. Luego soltó un largo suspiro). Hace casi tres
semanas que salimos con nuestras hijas y hemos tenido tiempo suficiente para
dejar que ese beso se agigante en nuestras mentes. ¿No es cierto?
V:
Es cierto (coincidió Victoria). Había tratado de apartar ese beso de su
mente, pero ha sido en vano.
M:
Me parece que deberíamos besarnos otra vez, en calidad de experimento, para
averiguar si realmente fue tan importante.
Victoria
no necesitaba volverlo a besar para saber que le gustaría.
M:
Una vez que sepamos a qué atenernos en ese sentido sabremos lo que debemos
hacer. ¿De acuerdo?
V:
Está bien (contestó ella en un impulso, ignorando la vocecilla interior que
señalaba peligro).
Marcos
se puso de pie y le tendió una mano.
V:
¿Quieres que nos besemos ahora? (preguntó Victoria).
M:
¿Se te ocurre una mejor oportunidad?
Ella
sacudió la cabeza. ¡Cielos, no podía creer que estaba haciendo esto!
Marcos abrió los brazos y ella caminó hacia ellos con toda la gracia de
un elefante. Marcos la abrazó con suavidad, mirándola con ojos muy
abiertos y curiosos. Primero ladeó la cabeza a la derecha y luego cambió
de idea de repente y la inclinó a la izquierda. Los movimientos de
Victoria fueron opuestos a los de él, hasta que sintió que eran como dos
avestruces que no se ponían de acuerdo.
M:
¿Estás tranquila? (preguntó Marcos con voz ronca).
Victoria
asintió. Deseaba que se apresuraran y lo hicieran antes que alguna de las
chicas entrara a la cocina y los sorprendiera.
M:
¿Lista?
Victoria
volvió a asentir. El la miraba con ansiedad, casi como si esperaran una
inminente explosión. Y esa fue exactamente la sensación cuando la boca
masculina se posó en la de Victoria, aun cuando el beso fue muy suave, un mero
roce. Se apartaron, estupefactos. Ninguno habló y luego Marcos la
volvió a besar, moviendo la boca sobre los labios entreabiertos de ella con franca
avidez. La mano de Marcos se hundió en los cabellos de ella.
Victoria alzaba los brazos para rodearle el cuello, pegándose a él, absorbiendo
su fuerza. Marcos gruñó con suavidad e intensificó el beso hasta que
amenazó consumir a Victoria. Ella respondió arqueándose contra él,
estrechándose con vehemencia. Un deseo voraz los envolvió mientras se
besaban una y otra vez, hasta que quedaron sofocados y estremecidos.
M:
Victoria (gruñó él y aspiró con fuerza. Luego de una pausa para recobrar
la serenidad, preguntó). ¿Qué piensas?
El
pecho de Victoria estaba agitado, como si hubiera recorrido mucho y tratara de
recobrar el aire.
V:
No... no sé (mintió, llamándose cobarde en silencio).
M:
Yo sí sé.
V:
¿Sí? (fue un susurro casi inaudible).
M:
¡Cielos, Victoria, sabes a gloria! Estamos en muy serio aprieto. ¿Qué vamos a
hacer?
Capítulo 10
LA
música pop brotaba de los altoparlantes y vibraba por toda la pista de
patinaje. Un DJ anunciaba las melodías desde una cabina rodeada de vidrio
y bromeaba con los patinadores.
V:
—No puedo creer que haya dejado que me convencieras (le dice Victoria,
sentándose al lado de Marcos para amarrarse los patines alquilados).
M:
Me niego a ser el único mayor de treinta años en esa pista (le replica con una
amplia sonrisa, sin duda complacido por su talento para la persuasión).
**Flashback**
Ella
se quejó de que tenía años sin patinar, pero Marcos declaró con esa sonrisa
suya tan exasperante y seductora
M:
Es como andar en bicicleta. Una vez que aprendes, nunca se te olvida.
**Fin
Flashback**
Victoria
se quejó algo, pero en realidad comenzaba a entusiasmarle la idea. De
chica siempre le gustó patinar sobre ruedas y había algo en Marcos que revivía
en ella a la niña. Y a la mujer, también, se dijo, recordando el beso.
Las
amigas de Nicole ya estaban patinando con una facilidad que provocó la envidia
de Victoria. Lenta, cautelosamente, se unió al gentío que daba vueltas a
la pista.
C:
Hola, mami (Cristina pasó frente a ella a la velocidad de la luz).
Otra
centella pasó frente a ella.
N: Hola,
señora Fernández (saludó Nicole).
Permaneciendo
con cautela cerca de la orilla, al alcance del pasamano, Victoria se concentró
en hacer que sus pies funcionaran correctamente. Pero sus movimientos
eran cortos y torpes. Marcos patinó ante ella, dio un giro y regresó
hasta donde estaba Victoria. Ella alzó la mirada y le ofreció una débil
sonrisa. Debió haber supuesto que Marcos sería tan diestro y seguro de sí
con los patines como en todo lo demás... excepto en lo relacionado con fiestas
de cumpleaños para jovencitas. Mirándolo, cualquiera diría que patinaba a
diario desde hacía años, aunque él aseguraba que llevaba veinte años sin entrar
a una pista de patinaje. En cambio, Victoria se sentía tan torpe como un
bebé al dar sus primeros pasos.
M: ¿Cómo
va todo? (preguntó Marcos con una amplia sonrisa).
V:
Bien. ¿No te das cuenta? (en ese momento perdió el control de un pie y buscó
con desesperación el pasamanos; logró aferrarse al mismo antes de caer al
suelo).
Marcos
estuvo a su lado al instante.
M:
¿Te lastimaste?
V:
No (murmuró ella).
M:
Ven; lo que necesitas es una mano fuerte que te guíe.
Victoria
bufó.
V:
El clásico comentario machista. Olvídalo, amigo, estaré bien en unos
minutos; en cuanto me acostumbre a las ruedas.
M:
¿Estás segura?
V:
¡Marcos, por amor de Dios, al menos déjame conservar intacto mi orgullo!
Pero
era difícil mantener intacta cualquier cosa en ese momento, con sus pies
resbalando para todos lados mientras trataba de erguirse.
M:
Está bien, si es lo que quieres (dijo él, encogiéndose de hombros y
deslizándose lejos de ella con exasperante facilidad).
Quince
minutos después, Victoria se sintió bastante segura para unirse al resto del
grupo que daba vueltas a la pista. Sus movimientos parecían un poco menos
torpes, menos inseguros, aunque aún no conseguía un control completo.
M:
Lo estás haciendo muy bien (comentó Marcos, reduciendo la velocidad para
patinar al lado de ella).
V:
Gracias (contestó Victoria con voz temblorosa).
M:
Tienes un don para esto (se burló Marcos). Victoria alzó la mirada hacia
él y rió de buena gana.
V:
¡De veras! me pregunto si no debería considerar una nueva carrera como camarera
en patines para el Palacio Rosa.
La
boca de Marcos se curvó con una sonrisa divertida.
M:
¿Te han dicho alguna vez que tienes un extraño sentido del humor?
V:
Cristina lo dice por lo menos una vez al día.
Marcos
emitió una risilla.
M:
No debería reírme. Nicole me dice lo mismo.
El
disc jockey anunció que la siguiente pieza era sólo para parejas.
Victoria lanzó un suspiro de alivio y enfiló hacia la salida más cercana.
Le vendría bien el descanso; los músculos de sus pantorrillas comenzaban
a dolerle por el desacostumbrado ejercicio.
Pero
antes que ella pudiera apartarse de la pista, Marcos le ofreció la mano.
M:
¿Me concede esta pieza, señorita?
V:
No, Marcos, por Dios (protestó ella con remilgo).
M:
Lo imaginé. Oh, bien, veré si puedo convencer a Nicole de que patine con
su anciano padre (dijo él con ojos coquetos a los muchachos que estaban al otro
lado de la pista).
Una
vez que Victoria estuvo a salvo al otro lado de la pista, encontró un lugar
donde sentarse a descansar su fatigado esqueleto. A los pocos minutos
Marcos se sentó en un asiento adjunto, con expresión decepcionada.
M:
Me ganó Tomás (murmuró).
Marcos
parecía tan abatido como Victoria cuando Cristina le dijo que no se quería
sentar con ella en el cine.
V:
Es terrible cuando insisten en sentirse mayores, ¿verdad? (comentó ella,
haciendo un esfuerzo por no reír).
Marcos
exhaló un suspiro expresivo y dirigió a Victoria una mirada esperanzada antes
de mirar a las parejas que patinaban.
M:
¿No volverías a considerar mi invitación?
El
lugar estaba lleno de chicos y chicas, y Victoria sabía que en el momento en
que entrara a la pista con Marcos todos los ojos estarían sobre ellos.
Marcos
pareció leerle la mente, porque agregó:
M:
Vamos, Victoria. Mi ego ha sufrido un golpe casi fatal. Fui
rechazado por mi propia hija.
Victoria
se puso de pie con cierta dificultad.
V:
Cuando mi ego sufrió un golpe similar en el cine, lo único que hiciste fue
compartir conmigo las rosetas de maíz.
Marcos
emitió una risa contagiosa y le tendió la mano.
M:
No te quejes. Esto me dará una excusa para volverte a agarrarte por la
cintura (su brazo derecho le rodeó la cintura de Victoria y ella entrelazó los
dedos de la mano izquierda con la de él mientras patinaban hacia el centro de
la pista. Tuvo que admitir que era muy agradable estar tan cerca de Marcos.
El
debía de estar pensando algo muy semejante, porque estaba inusualmente callado
al conducirla con suavidad a través de la pista al compás de la romántica
melodía. Habían dado dos vueltas a la pista cuando Marcos cambió de
repente de posición, patinando hacia atrás y abrazándola en posición de baile.
V:
Marcos (dijo ella con ojos muy abiertos por la sorpresa). Nuestras hijas
comenzarán a pensar cosas...
M:
Que piensen en lo que quieran.
Sus
manos se cerraron en la base de la espina dorsal de ella, para ceñirla más
estrechamente a su cuerpo. Victoria exhaló un suspiro lento, deleitándose
en la sensación del cuerpo de Marcos ceñido de manera tan íntima contra el
suyo.
M:
Victoria, escucha (susurró él). He estado pensando...
Ella
también, lo cual era difícil cuando estaba cerca de Marcos.
M:
¿De veras sería tan terrible que nos comenzáramos a ver con más frecuencia?
Sobre una base informal... no necesita ser nada serio. Los dos somos
adultos maduros. Ninguno va a dejar que nuestras hijas nos manipulen para
hacer algo que no deseemos. Y en lo que se refiere al pasado, tú no eres
Carmen ni yo soy Antonio.
V:
Pero nuestras hijas comenzarán a hacerse ilusiones y temo que terminemos por
decepcionarlas.
Marcos
no estuvo de acuerdo.
M:
Creo que el vernos con frecuencia será más beneficioso que perjudicial.
V:
¿Qué quieres decir? (el corazón de Victoria le daba saltos en el pecho ante la
sola idea de ver a Marcos con más frecuencia). Estaba emocionada,
excitada... y, sin embargo, vacilante. Las heridas infligidas por Antonio
eran demasiado profundas.
M:
Si nos viéramos más a menudo podríamos incluir a nuestras hijas. Eso
satisficiera la necesidad de Nicole de una imagen materna, a la vez que la de
Cristina de la figura paterna.
V:
Sí, pero...
M:
Estar los cuatro juntos dará a nuestras hijas la sensación de pertenecer a una
familia completa (agregó Marcos con certeza).
Sus
argumentos parecían tan razonables, tan lógicos. No obstante, Victoria
titubeaba.
V:
Pero temo que ellas piensen que lo nuestro sea serio.
Marcos
la miró a los ojos y los de él le parecieron a Victoria más negros e intensos
que nunca.
M:
Mi intención es seria.
Victoria
apretó la frente contra la clavícula de él y procuró controlar los temblores de
su cuerpo. El pequeño experimento con el beso la había afectado más de lo
que quisiera hacerle saber. Hasta esta noche, ambos habían tratado de
disfrazar u ocultar la atracción mutua, pero el beso los delató.
M:
No he dejado de pensar en ti desde el momento en que nos conocimos (susurró él
y la besó en la sien). Si estuviéramos en otra parte en este momento, te
demostraría lo mucho que me afectas.
Si
estuvieran en otro lugar, Victoria se lo habría permitido. Quería que la
besara, necesitaba que lo hiciera, pero estaba más temerosa de su propia reacción
ante este hombre de lo que había estado en mucho tiempo respecto a cualquier
cosa.
V:
Marcos, no sé qué pensar, tengo miedo.
M:
Yo también, pero no quiero que el miedo gobierne mi vida (con suavidad le
apartó unos rizos de la frente. La observó con intensidad). No
esperaba volver a sentir así. Esto me ha tomado por sorpresa y no hay
nada que pueda hacer para dejar de sentirlo.
Victoria
cerró los ojos y escuchó la batalla que se libraba en su mente. Deseaba
con toda el alma permitir que este sentimiento entre ambos se desarrollara.
Pero la lógica le decía que si accedía a la sugerencia de él, volvería a
quedar a merced de sus emociones. Aún peor, Marcos Guerrero no era
cualquier hombre; era rico, afortunado, atractivo, muy atractivo con una
sonrisa que iluminaba toda su alma.
M:
Victoria, al menos dime lo que sientes.
V:
Pues... no sé (evadió ella el asunto, todavía insegura).
Marcos
le apretó la mano y se la colocó contra el pecho.
M:
Siente lo que provocas en mí.
El
corazón de Victoria a su vez parecía estallarle.
V:
Me provocas lo mismo.
La
sonrisa de Marcos fue muy suave, muy tierna.
M:
Lo sé.
La
música cesó y las luces se intensificaron. Marcos y Victoria se separaron
con renuencia, pero él la mantenía a su lado, agarrándola por la cintura.
M:
No me has respondido, Victoria. No voy a lastimarte. Lo tomaremos
con calma al principio, a ver cómo resulta.
Victoria
sintió un taco en la garganta. No sabía qué responder, aunque era
evidente que él esperaba que tomara una decisión.
M:
Entre nosotros hay algo que vale la pena (continuó él). Y no quiero
echarlo por la borda. Creo que deberíamos averiguar si esto podría durar.
Victoria
sabía que él no la lastimaría de manera intencional, pero la posibilidad de que
ella saliera sin daños de una relación con este hombre era remota.
M:
¿Qué piensas? (la apuró Marcos).
V:
Quizá deberíamos intentarlo (concedió ella luego de una larga pausa).
Marcos
la miró, bañándola con la calidez de su sonrisa.
M:
Ninguno de los dos se arrepentirá.
Victoria
no era tan optimista. Apartó la mirada y vio a Nicole y Cristina.
V:
Oh.
M:
¿Qué pasa?
V:
Acabo de ver que Cristina se acercó a Nicole y le dijo algo al oído.
Luego se abrazaron como dos hermanas que si estuvieran mucho tiempo
separadas y se acabaran de encontrar.
M:
Si tú puedes afrontarlo, yo podré también (dijo Marcos, apretándole la mano).
La
serenidad de Marcos prestó valor a Victoria.
V:
Creo que podré afrontarlo.
Capítulo 11
VICTORIA
no durmió bien esa noche, ni las dos siguientes. Marcos había sugerido
que cenaran juntos el siguiente fin de semana. Parecía una eternidad,
pero tenía varios asuntos de negocios que requerían su atención.
Victoria
deseaba que él no le hubiera concedido tanto tiempo para pensarlo. Si
hubieran podido irse tranquilamente a un cine al día siguiente de la fiesta de
cumpleaños, no estaría tan nerviosa.
Cuando
llegó al trabajo el lunes por la mañana, su cerebro estaba tan confuso que se
sentía como si caminara en medio de la niebla. Dos veces durante la
semana estuvo tentada a llamar a Marcos para decirle que sería mejor seguir
como antes.
Sec:
Buenos días (murmuró a su secretaria en tono distraído, apenas alzando la
mirada de algunos documentos). ¿Qué tal estuvo su fin de semana?
V:
Emocionante (respondió Victoria con una sonrisa irónica a Romina). Fui a
patinar con un montón de jovencitas.
Sec:
Qué gran aventura (murmuró Romina, haciendo notar su gusto por el deporte del
patinaje).
Victoria
le pide una taza de café y regresó su vista a los documentos que estaba
examinado. Se sentía tan mal que necesitaba algo que le aclarara la
mente.
R:
Supongo que no se habrá enterado de lo que está sucediendo en Deportes
Extremos, ¿verdad? (preguntó Romina, volviendo a llenar de café su taza).
De
no haber dejado su taza sobre el escritorio poco antes, a Victoria se le habría
escapado de los dedos.
V:
¿Deportes Extremos? (preguntó con voz turbia).
R:
Sí (Romina se sentó frente al escritorio de Victoria). Hay otra noticia
sobre Marcos Guerrero en el periódico de esta mañana. Hace seis meses
compró a John Becky la mayoría de la compañía. Supongo que sabrá usted
quién es John Becky, ¿no?
V:
Por... supuesto.
R:
Según parece, Guerrero entró a la compañía y le inyectó nueva vida. Se
ocupó personalmente de la administración y ha cambiado por completo el rumbo de
la empresa... todo para mejorar. No he oído de él nada que no sea bueno.
Cada vez que me vuelvo, leo lo grande que es, o escucho a la gente
elogiarlo. Créame, Victoria, Marcos Guerrero es un hombre que sabe muy
bien a dónde va.
Victoria
no pudo estar más de acuerdo. Y sabía a dónde iría el sábado por la
noche. La llevaría a cenar.
Sábado
en la noche:
C:
Ya llegó el señor Guerrero (anunció Cristina, abriendo la puerta de la
habitación de Victoria). ¡Y viene guapísimo!
Una
cita para cenar. Una simple cita para cenar y Victoria estaba más
nerviosa que una adolescente en su primera salida formal con un chico. Se
alisó el vestido rojo con tacones negro y contuvo el aliento hasta que los
pulmones le dolieron.
C:
Y tú estás preciosa, mami.
V:
¿De veras?
C:
De veras.
Victoria
se puso un poco más de perfume detrás de las orejas, luego enderezó los hombros
y se volvió para afrontar el largo pasillo que conducía a la sala.
V:
Bien, estoy lista.
Cristina
abrió la puerta del cuarto como si abriera el camino a la realeza. Cuando
Victoria llegó a la sala, le temblaban las manos y su corazón se agitaba como
ave aprisionada. Cristina tenía razón. Marcos estaba guapísimo en
su traje color negro azabache, camisa color blanca y corbata de seda color
negro. El sonrió al verla y se puso de pie, mirándola con abierta
admiración.
M:
Hola.
V:
Hola (sus miradas se encontraron y todo lo demás se desvaneció. El pulso
de Victoria se aceleró).
C:
Sally tiene el número telefónico del restaurante y su mamá dijo que podía
quedarse hasta tarde (manifestó Cristina, interponiéndose entre los dos adultos
y mirando de uno a otro). Yo no tengo ningún plan, así que ustedes dos
pueden sentirse en libertad para quedarse afuera todo el tiempo que quieran.
V:
¿Sally? (Victoria se volvió a mirar a la chica que cuidaría de la niña en su
ausencia).
S:
Dígame, señora Fernández.
V:
Hay ensalada y espagueti en el refrigerador para que cenen y algunas rosetas de
maíz para después.
S:
Está bien.
V:
No llegaré muy tarde.
C:
Pero, mami (interrumpió Cristina). Ya te dije que no hay problema si
llegan hasta la madrugada.
V:
Regresaremos antes de medianoche (informó Victoria a la niñera, como si no
hubiera escuchado a su hija).
S:
Está bien (dijo la muchacha y Cristina suspiró expresivamente). Que se
diviertan.
Marcos
escoltó a Victoria al coche, que estaba estacionado frente a la casa, y le
abrió la puerta. Hizo una pausa, con una mano sobre el hombro de ella.
M:
Me gustaría besarte ahora, pero tenemos público (afirmó, señalando hacia la
casa con un movimiento de cabeza).
Victoria
aventuró una mirada y descubrió a Cristina parada ante la ventana de la sala,
apartando la cortina y mirándolos con avidez. Sin duda estaba memorizando
todo lo que ellos hacían y decían para informar luego a Nicole.
V:
No podía creer que Cristina accediera a que Sally viniera (comentó
Victoria) Últimamente es de la opinión de que es bastante grande para
cuidarse sola.
M:
Nicole dice lo mismo, pero tampoco opuso ninguna objeción respecto a que la
cuidara una niñera.
V:
Creo que deberíamos contar nuestras bendiciones.
Fueron
a un lujoso y exclusivo restaurante en el centro de la ciudad que recién abrió
sus puertas con gran aceptación entre sus importantes clientes.
Victoria
tenía la boca seca y las manos le sudaban cuando el portero del establecimiento
le abrió la puerta del auto y la ayudó a bajar.
Fueron
conducidos a una mesa desde la cual podía verse el río. El jefe de
camareros sostuvo la silla de Victoria mientras ella se sentaba. Lo
primero que ella notó fue la elegancia del lugar y la atención de sus empleados
a cada detalle. Luego que el jefe de camareros se fue, Victoria se
inclinó hacia adelante y murmuró a Marcos.
V:
Parezco una novata se nota que hace tiempo no tenía una cita… romántica.
M:
Oh, deja de preocuparte (le quitó importancia al nerviosismo de Victoria).
V:
Bien, pero si te avergüenzo, no me culpes.
Marcos
emitió una sonrisa divertida y tomó el menú.
La
cena fue todo lo que Victoria pudo haber deseado y más. La comida era
excepcional, pero para ella lo mejor de la velada fue la compañía de Marcos.
Nunca antes se había sentido tan a gusto en compañía de un hombre.
La hacía sonreír, pero también la estimulaba con una charla inteligente.
Hablaron sobre sus hijas y las exigencias de ser padres. Comentaron
las metas profesionales de Victoria y los planes de Marcos para la compañía de
cada uno de ellos. Tocaron diversos temas, pero sin concentrarse en uno
solo.
Cuando
concluyó la cena, Victoria lamentó que terminara la velada. Alzó la
delicada taza de porcelana, observando su hermoso diseño, y dio un trago al
aromático café. Luego frunció el entrecejo al notar que Marcos la miraba
con fijeza.
V:
¿Qué pasa?
M:
Nada.
V:
¿Entonces por qué me miras así?
Marcos
se relajó, se apoyó contra el respaldo de su silla y sonrió.
Lo
siento. Sólo estaba admirando tu belleza y pensaba en el gusto que me da
que nos hayamos conocido. Nada ha sido igual desde entonces. Nunca
creí que una mujer me pudiera hacer sentir lo que tú, Victoria.
Ella
bajó la mirada, sintiendo una repentina timidez... y una tibieza maravillosa.
Su vida también había cambiado. Volvía a soñar, a sentir, a
confiar. Todo era estupendo... y temible al mismo tiempo.
V:
También a mí me da gusto (fue su único comentario).
M:
Ya sabes lo que nuestras hijas están pensando, ¿verdad?
Victoria
podía imaginarlo. Sin duda ese par los creería ya comprometidos después
de haber cenado juntos.
V:
Es probable que esperen que anunciemos nuestros planes de boda mañana temprano
(dijo Victoria, tratando de tomarlo a broma).
M:
Para serte sincero, encuentro atractivos algunos aspectos de la vida
matrimonial.
Victoria
sonrió y entrecerró los ojos con suspicacia.
V:
Vamos, Marcos, ¿cuánto vino has tomado?
M:
Es obvio que demasiado, ahora que lo pienso (respondió él, con una amplia
sonrisa, luego se puso serio). Pero, broma aparte, quiero decirte que
disfruto mucho tu compañía. Cada vez que estoy contigo siento que la vida
es hermosa... vuelvo a reír, a disfrutarlo todo.
V:
Yo haría reír a cualquiera. En especial si traigo el pijama bajo un abrigo
o si me pongo patines (no sabía a dónde estaba conduciendo la charla, pero el
hecho de que Marcos hablara con tanta honestidad sobre la promesa de su
relación la enervaba. Ella sentía lo mismo, pero no tenía el valor de
admitirlo).
M:
Me alegro de que hayas accedido a que saliéramos juntos.
V:
Yo también (repuso Victoria, pero deseó fervientemente que su madre no se
enterara de esto, aunque Cristina ya debía de haber llamado a su abuela para
contarle la gran noticia. Bajó la mirada y la clavó en unas migajas que
de repente cobraron una especial importancia). Hasta el momento ha...
resultado bien. El que hayamos salido juntos, quiero decir (había
resultado más que bien. Pero el hecho de que alguien como Marcos Guerrero
quisiera salir con ella y disfrutara de su compañía aún la asombraba).
Alzó
la mirada hacia él, con el corazón brillando en sus ojos, expresando lo que no
se atrevía a decir con palabras.
Marcos
cerró los ojos por un instante.
M:
Victoria, por amor de Dios, no me mires así.
V:
¿Cómo?
M:
Pues... así. (dice haciéndole miradas intensas que hipnotizaban a
Victoria que hace que le salgan las palabras sin pensar).
V:
Creo que deberías besarme (declaró ella y en el momento en que las palabras
brotaron de su boca apenas pudo creer que las había pronunciado).
M:
¿Qué?
V:
No... Nada.
M:
¿Besarte? ¿Ahora? ¿Aquí?
Victoria
sacudió la cabeza, forzando una sonrisa.
V:
Olvida que dije eso. Se me escapó. Algunas veces mi lengua se desconecta
de mi cerebro. (dice retractándose de lo que recién expresó)
Marcos
no apartó la mirada de ella y alzó una mano. El camarero apareció muy
pronto y, sin dejar de mirar a Victoria, Marcos murmuró:
M:
La cuenta, por favor.
Camarero:
En seguida, señor.
Salieron
del restaurante tan pronto que a Victoria le daba vueltas la cabeza. Una
vez que estuvieron sentados en el auto, Marcos hizo una pausa, frunciendo el
entrecejo; sus manos apretaban el volante.
V:
¿Qué sucede? (preguntó Victoria con nerviosismo).
M:
Fuimos tontos. Debimos haber compartido la-niñera.
Victoria
había pensado lo mismo antes, pero no quiso mencionarlo porque no quería
propiciar la conspiración de sus hijas.
M:
No puedo llevarte a mi casa porque Nicole nos acosaría a preguntas, y supongo
que lo mismo sucedería con Cristina en tu casa.
V:
Es cierto (además, Cristina estaría muy decepcionada si ellos se presentaban
tan temprano). Todavía faltaba mucho para la medianoche.
M:
¿Donde se supone que debo besarte, Victoria Fernández?
Oh,
cielos, la había tomado en serio.
V:
Marcos... fue una broma.
El
ignoró el comentario.
M:
No conozco un solo mirador en la ciudad.
V:
Marcos, por favor (Victoria se sintió sonrojar).
Marcos
se inclinó y le rozó la mejilla con los labios.
M:
Tengo una idea sobre lo que podemos hacer, pero no te rías.
V:
¿Una idea? ¿Cuál?
M:
Pronto lo verás.
Marcos
enfiló el coche hacia la calle y cruzó rápidamente la ciudad en dirección a la
autopista, y no salió de ella sino hasta llegar al barrio.
V:
Marcos... (Murmuró Victoria, mirando las poco familiares calles). ¿Qué
hay aquí? (casi tan pronto como ella formulara la pregunta, apareció en la
distancia una pantalla enorme). ¿Un auto cinema?
M:
¿Tienes alguna mejor idea?
V:
No (sonrió Victoria, sin poderlo evitar. ¡La estaba llevando a un auto
cinema para poderla besar!
M:
No te puedo garantizar la calidad de la película. Es fin de semana de
estreno y, si recuerdo bien la publicidad, se trata de una de esas cintas de
moda con grandes cantidades de sangre y horror.
V:
Siempre que no sea Masacre Juvenil. Cristina nunca me perdonaría que la
haya visto sin ella.
M:
En honor a la verdad, no creo que vayamos a ver mucho de la película (Marcos le
dirigió una mirada de exagerada picardía, alzando las cejas sugestivamente).
Victoria
adoptó un aire de cómico pudor.
V:
No creo que mi madre aprobaría que vaya a un auto cinema en mi primera cita con
un chico.
M:
Y con justa razón, especialmente si supiera lo que tengo en mente.
Aunque
el clima había sido benévolo y el cielo estaba claro y sin nubes, sólo había
unos cuantos autos en el amplio lote.
Marcos
se estacionó lo más lejos posible de los demás. Conectó el magnavoz, pero
con el volumen muy bajo. Cuando terminó de hacerlo pasó un brazo
alrededor de los hombros de Victoria y la estrechó contra sí.
M:
Ven acá, mujer.
Victoria
apoyó la cabeza en el hombro masculino y fingió interés en los personajes de la
caricatura que se estaba proyectando en la pantalla. Sentía en el
estómago mariposas de nerviosa expectación.
M:
¿Victoria? (la voz de Marcos era baja y seductora).
Ella
ladeó la cabeza para mirarlo y los ojos de él la recorrieron con lentitud el
rostro. Quemándola con toda su intensidad. La franqueza de su deseo
le robó a ella el aliento. El corazón le latía con violencia, aunque él
todavía ni siquiera la besaba. Una mirada de deseo de Marcos y ya se
derretía a sus pies.
Su
primer impulso fue decir alguna broma. Eso la había salvado en el pasado,
pero antes que pudiera decir o hacer algo, la boca de Marcos descendió sobre la
de ella, incitándola con suaves mordiscos, despertando en ella un eléctrico
cosquilleo que la recorrió de pies a cabeza. De manera instintiva, los
dedos de Victoria subieron hasta el pecho masculino y luego alrededor de la
nuca. Marcos le provocaba un deseo tan abrumador. Victoria pensó
que se ahogaría en las sensaciones que la inundaban. Hacía muchos años
que no sentía unas ansias como esta y su intensidad la hizo temblar.
Marcos había despertado la parte femenina que había permanecido latente
por tanto tiempo. Y de repente todo ese tiempo sin amor se desataba en
ella como una vorágine. Años de resentimiento, de decepción, de duda le
constriñeron tanto el pecho que apenas podía respirar. Un sollozo
estremecido brotó de su garganta y su sonido los apartó. Lágrimas que
ella no podía explicar asomaban a sus ojos y corrían incontenibles por sus
mejillas.
M:
Victoria, ¿qué pasa?
Ella
trató de apartarse, pero Marcos no la dejó. Le hizo a un lado el pelo del
rostro y alzó la cara para mirarla a los ojos.
M:
Estás llorando (dijo él en tono consternado). Dios santo, ¿qué te hice?
Ella
sacudió la cabeza con vehemencia, sin poder encontrar la voz para explicarse.
M:
Victoria, dime, por favor. ¿Qué sucede? ¿Te hice daño?
V:
Sólo... sólo abrázame (susurró ella).
El
la abrazó, besándole la cabeza cuando ella se refugió en el firme y cálido
remanso del pecho masculino de Marcos. Pero las lágrimas seguían
fluyendo, por más que trataba de contenerlas.
V:
No puedo creer que estoy haciendo esto (murmuró ella con voz entrecortada por
los sollozos). Oh, Marcos, me siento tan ridícula.
M:
No. Llora, Victoria. Entiendo.
V:
¿De verdad? Bien, me alegro; así me lo podrás explicar.
Ella
pudo sentir la sonrisa de Marcos mientras la besaba en un párpado.
Victoria gimió un poco cuando él bajó la boca hacia su mejilla, luego a
su mentón y, cuando ya no pudo soportarlo más, Victoria volvió su cara, para
buscarle la boca. Marcos no la decepcionó, besándola con suavidad una y
otra vez hasta que ella estuvo convencida de que su corazón cesaría de latir si
alguna vez él dejaba de abrazar y besar.
M:
Dios santo, Victoria (susurró él después de un rato, apartándose de ella y
apoyándose contra el respaldo del asiento del auto, con los ojos cerrados. Su
rostro era un cuadro de deseo pugnando por reprimirse. Aspiró varias veces).
Las
mejillas de Victoria estaban encendidas de confusión y deseo.
M:
Victoria, escucha...
V:
No, déjame hablar primero (lo interrumpió ella; luego vaciló. Ahora que
tenía su atención, no sabía qué decir). Lo siento, Marcos. Lo
lamento de veras. No sé lo que me pasó, pero tú no fuiste el causante de
mis lágrimas. Bien, lo fuiste, pero no de la manera que piensas.
M:
Victoria, por favor (dice Marcos tomándole el rostro entre sus manos). No
te avergüences por tus lágrimas. Créeme cuando te digo que siento lo
mismo que tú, sólo que se manifiesta de distinta manera.
Victoria
lo miró con fijeza, sin saber si comprendía a ciencia cierta.
M:
Ha sido tan larga la espera tanto para ti como para mí (prosiguió Marcos).
Me siento como si volviera a ser un adolescente. Y no por haber
venido al auto cinema.
Los
labios de Victoria temblaron por el esfuerzo por sonreír. Marcos apoyó la
frente contra la de ella.
M:
Tenemos que tomar esto con mucha, mucha calma.
Victoria
lo miró sin saber qué decir.
M:
Tengo una fiesta de la compañía dentro de dos semanas (continuó él).
Quiero que me acompañes. ¿Lo harás? Victoria asintió. Marcos
la estrechó y ella acomodó la cabeza contra su pecho. Él le acarició el
hombro y la besó la frente hasta llegar a sus labios.
M:
Estás muy silenciosa (dijo él unos minutos después). ¿En qué piensas?
Victoria
suspiró y se acurrucó contra él.
V:
Se me ocurrió que por primera vez en mi vida me encontré un verdadero príncipe.
Hasta ahora sólo había conocido sapos.
Finaliza
la película aunque como predijo Marcos no prestaron nada de atención, solo se
dedicaron a mimarse, quererse y besarse.
M:
La próxima vez contrataremos una niñera para nuestras hijas y esta vez sin
horario de llegada...
Capítulo 12
De
regreso del autocinema estacionados frente a la casa de Victoria.
M:
Llegamos, supongo que hasta aquí nos trajo el final de la noche. Aunque
¿te confieso algo?
V:
¿Qué?
M:
No quisiera que esta noche no se acabe nunca, NUNCA.
Marcos
se baja del auto, rodea el mismo para abrirle la puerta a Victoria.
V:
No sé, ya Cristina debe estar durmiendo, y a mí me gustaría que me acompañaras
a tomarme una taza de café.
M:
Victoria algo más que café quiero de ti. (Se acerca a y la besa
tiernamente).
Ambos
se dirigen hacia la casa y entran a la misma. Mientras Victoria le paga y
despide a la niñera de Cristina, Marcos llama a su niñera y le pide que
pernocte en su casa hasta que llegue. Marcos es quién toma la iniciativa.
M:
Ayy, Victoria, no sabes lo que esperé, no sabes…(Victoria lo interrumpe)
V:
Marcos, hace tiempo que yo no...
M:
Tranquilita, cierra los ojos, solo déjate llevar. No sabe lo que yo soñé
con tenerte así, sentirte contra mi cuerpo. Ay Victoria, que piel tiene,
ahhh, que olor, su perfume, su piel, su cara, me encantas toda, me vuelve loco,
loquito…
Marcos
comenzó a besar a Victoria toda su cara, la besaba desde la frente, mejillas,
quijadas, hasta llegar a su cuello, terminando en los labios de Victoria.
Besándola como si con ello se le fuera la vida, transmitiéndole todo la pasión
que le tenía guardado. Victoria se da cuenta que se encontraban en la
sala de su casa y en cualquier momento, su hija Cristina se podía levantar.
V:
Marcos, pará, pará, no podemos acá, puede aparecer Cris… (Marcos no la deja
seguir, la besa y la toma y agarra como recién casados sin separarse y la lleva
a su habitación).
Marcos
cerrando la puerta a sus espalda, ya en su habitación, ambos ya habían tomado
la decisión, ya no había marcha atrás. Marcos lentamente iba despojando a
Victoria de sus ropas, ya Victoria que también compartía esa misma pasión que
ambos en un momento dado no querían aceptar por tercos, comienza de igual
manera a quitarle la ropa a Marcos.
M:
Victoria, sabe a dónde la voy a llevar (le pregunta hiperventilado)
V:
¿A dónde?
M:
Al fin del Mundo…(Hiperventilado) ¿Quiere que la lleve?
V:
Si lléveme, Marcos
M:
Pídamelo, Victoria.
V:
Lléveme, lléveme al Fin del Mundo, Marcos
Fue
una orden tácita, la que Victoria le expresó a Marcos. El aturdido
cerebro de Marcos empezó a percibir algunas cosas. Victoria olía a
melocotones y sus labios de forma perfecta estaban ligeramente entreabiertos
como suplicando otro beso. Pero eso no fue lo único que percibió.
Su cuerpo era tierno como sólo un cuerpo de mujer puede serlo y sus
exuberantes curvas apretadas contra su cuerpo hicieron que cierta parte de su
anatomía respondiera de forma muy masculina.
Marcos
dibujó la boca de ella con su lengua para a continuación fundirse en ella en un
profundo beso que provocó en Victoria agudas punzadas de placer por todo su
cuerpo. Por un momento pensó que iba a derretirse. Era como si sus
rodillas se hubieran vuelto de goma y en lugar de sangre, corriera por sus
venas miel caliente.
Marcos
enredó sus dedos en el cabello de Victoria para mantenerla así cautiva mientras
acariciaba con la lengua sus zonas más recónditas. Victoria también podía
saborear su pasión. Su pulso se aceleró y se le disparó la temperatura.
Por su parte Marcos le estaba demostrando que sentía lo que decía de tal
forma que ya no le quedaba la menor duda de que él la encontraba atractiva y
estaba completamente enamorado de ella.
Lentamente,
Marcos fue relajando la presión de su boca sobre la de ella hasta interrumpir
el beso.
M:
Te deseo tanto que no puedo pensar con claridad.
Sus
labios se movían rápidamente por las mejillas y los párpados de Victoria.
M:
Te voy a demostrar cuánto te deseo. Quiero sentir cada milímetro de tu
cuerpo contra el mío.
Victoria
no supo qué decir y se dejó llevar de la mano de Marcos hasta la cama.
Las provocativas palabras de Marcos, su prometedora sonrisa en sus labios
firmes y masculinos y la pasión de sus ojos oscuros hacían innecesarias las
palabras.
Marcos
se echó primero para luego atraerla hacia él y comenzar el inicio hacia el Fin
del Mundo. Victoria sentía su corazón golpeándole las costillas, se
volvió para mirarlo conteniendo el aliento. Él se giró hasta la mesita de
noche, encendió la lámpara, y volvió junto a ella y le dice.
M:
Quiero verte toda…
Marcos
comenzó acariciando el cuerpo de Victoria sin dejar de besar aquella piel hipersensible.
La tensión que albergaba Victoria parecía estar transformándose por
momentos en algo diferente. De repente tenía mucho calor y olvidó por
completo las razones por las que no debía dejarse arrastrar por aquel momento
de sensualidad.
M:
Eso es, cielo (dijo él dándose cuenta del cambio de actitud). Concéntrate
en cómo te hago sentir (le dice tiernamente).
Victoria
cerró los ojos y siguió sus instrucciones. Se sobresaltó al sentir su
mano sobre su pecho. El contacto de sus pechos apretados contra el duro
torso de él originó una corriente eléctrica que borró todo de su mente excepto
al hombre que tenía delante.
M:
Me encanta sentirte así (le susurró Marcos con una voz más ronca de lo que era
habitual en él).
V:
A mí... a mí también.
Cada
vez a ambos les costaba más respirar.
Él
la besó en la sien, en la mejilla para luego fundirse de nuevo con ella en un
beso que le hizo ver las estrellas a través de los párpados. La sangre le
ardía en la venas. Sintió una oleada tras otra de calor. Victoria
tuvo que agarrarse con fuerza a su espalda.
Su
mente se cerró por completo. Sus sentidos sólo percibían a Marcos.
Su aroma masculino, el sabor de su pasión, y el contraste de su duro
cuerpo masculino con su cuerpo femenino, mucho más blando, la atraían más y más
a él. Victoria se atrevió por fin a rodearlo por la cintura e ir
explorando los músculos bien desarrollados de su espalda con las yemas de los
dedos. Un gemido nació en lo más profundo del pecho del hombre, que
retumbó en los labios de Victoria confundiéndose con un estremecimiento.
Aunque
a Victoria le dio la impresión de que nada le hubiera preparado para Marcos
Guerrero. Con sus esbeltas y bien torneados caderas y su sexo fuerte y
orgulloso, resultaba un magnífico ejemplar masculino, impresionante en aquel
momento de excitación sexual y tremendamente inquietante.
Victoria
lo miró a los ojos y tragó saliva. El apetito salvaje que percibió en
aquellos ojos negros hizo que Victoria se sintiera una mujer olvidándose de
todo.
M:
Tu cuerpo está hecho para acoger al mío (dijo él dulcemente para
tranquilizarla). Vamos a compenetrarnos perfectamente.
Victoria
le hizo sentir a Marcos que ya estaba preparada para recibirlo a él.
Marcos entra en Victoria con suavidad pero a la misma vez con firmeza. Ya
hundido en el cuerpo de ella como estaba, sus músculos luchaban por ponerse en
tensión para completar el acto amoroso, pero Marcos los ignoró. No iba a
dejarse llevar por la lujuria antes de estar seguro de que Victoria estaba
lista para recibir placer. A partir de ahora, siempre que te haga el
amor, te voy a llevar al fin de mundo donde solamente tú y yo existamos.
La
miró tiernamente y esperó a detectar un gesto de aceptación en sus bellos ojos.
Entonces, empezó a moverse con mucho cuidado con los ojos cerrados,
concentrándose para no perder el control. En su esfuerzo por reprimirse,
mantenía los ojos cerrados con tal fuerza que veía destellos de colores en sus
párpados. Pero se resistía a dejarse llevar. Victoria confiaba en
él, después de su separación con Antonio. Cuando Marcos sintió que ella
respondía a sus movimientos, abrió los ojos para buscar en la mirada de ella un
anhelo igual al suyo. Aceleró el ritmo al que se movía sin dejar de
mirarla. Las mejillas de Victoria resplandecían por la pasión.
Marcos sentía la presión de los músculos internos de Victoria mientras
que ella se acercaba al punto cumbre de su pasión.
M:
Eso es, mi amor (jadeó él). Déjate llevar.
Cuando
Victoria hundió sus uñas en la espalda de Marcos mientras gemía su nombre, Marcos
supo que ella estaba a punto de llegar. Pegándose aún más a ella,
intensificó el ritmo de sus movimientos hasta que sintió cómo Victoria se
relajaba repentinamente y liberaba toda su tensión. El clímax de ella
desencadenó el suyo, y estremecido por su intensidad, Marcos no se detuvo hasta
derramarse dentro de ella.
Completamente
exhausto y tratando de recuperar el aliento, Marcos se desplomó sobre Victoria
y apoyó su cabeza en su hombro. Trató de comprender lo que acababa de
ocurrir. No estaba preparado para una intensidad como aquélla en el acto
amoroso. Nunca habían estado sus sentidos tan alerta y nunca había deseado con
tanta fuerza proporcionar placer a una mujer. Respiró profundamente en un
intento de devolver el aire a sus agotados pulmones.
M:
¿Estás bien, Victoria?
V:
Sí, mi amor (susurró ella).
Algo
en el tono excesivamente suave de su voz le hizo levantar la cabeza. El
corazón se le paró al ver que las lágrimas se enredaban en sus largas y oscuras
pestañas.
M:
¿Qué te pasa, cielo? ¿Te he hecho daño?
Ella
negó con la cabeza y le sonrió con los ojos empañados.
V:
Ha sido mucho más bonito de la que yo imaginaba. Gracias.
Aliviado
al ver que estaba bien, la rodeó entre sus brazos.
M:
Debería ser yo el quién te diera las gracias.
V:
¿Por qué? (preguntó ella confundida).
M:
Porque contigo conocí el verdadero sentido del Fin del Mundo. Victoria…
(se detuvo un instante y mirándola a los ojos le dice), te amo.
V:
Yo también te amor.
La
besó dulcemente en la frente.
M:
Gracias por confiar en mí.
Su
boca se unió a la de ella en un breve beso.
M:
Pero si te queda alguna duda, pienso pasar el resto de mi vida demostrándote de
todas las formas posibles cuanto te amo.
Capítulo 13 - Visita Inesperada
Esa
noche, digo madrugada, Marcos y Victoria habían decidido no decirles todavía
nada a sus hijas. Ellos querían que su relación se afianzara más,
querían ver como su recién noviazgo se encaminaba día a día, pero sobre todo no
darles a sus hijas falsas expectativas y que su amistad se viera afectada por
un problema amoroso de ellos.
Días
después…
De
rodillas en el suelo de la cocina, Victoria contenía el aliento y asomaba
tentativamente la cabeza en el horno cubierto de espuma. Hizo una mueca
ante el olor del detergente mientras pasaba la esponja por los lados. Una
inusitada oleada de energía la había impulsado a trabajar en la casa esa mañana
de sábado.
C:
Ya me voy (anunció Cristina detrás de ella).
Victoria
sacó la cabeza del horno y se volvió a mirar a su hija.
V:
¿A qué hora terminarás tu trabajo en la biblioteca? (Cristina y Nicole estaban
trabajando juntas en un proyecto escolar y, aunque se quejaron porque debían
hacer investigaciones, habían llegado a disfrutarlo. Quizás en parte por
la cantidad de chicos de secundaria que asistían a la biblioteca).
C:
No sé, mami, pero te llamaré. Y recuerda, Nicole vendrá a casa después.
V:
Recuerdo.
Cristina
vaciló, luego preguntó:
C:
¿Cuándo volverás a salir con el señor Guerrero?
Victoria
consultó el calendario.
V:
El próximo fin de semana. Iremos a una fiesta de su compañía.
C:
Oh.
Victoria
se pasó un brazo por la mejilla y miró a su hija con suspicacia.
V:
¿Qué quiere decir eso?
C:
¿Qué?
V:
Escucha.
Cristina
se encogió de hombros.
C:
Nada... lo que pasa es que no estás saliendo con el señor Guerrero tanto como
deberías. Te gusta él, ¿verdad?
V:
Es muy agradable (dijo Victoria con cautela. Si admitía algo más que una
leve atracción, Cristina deduciría mucho más).
C:
¿Agradable? (exclamó Cristina). ¿Es todo lo que puedes decir sobre el
señor Guerrero? Creo que él es mucho más que agradable, mamá.
Suspirando
con fuerza, Victoria volvió a meter la cabeza en el homo, como el avestruz en
su hoyo, y talló con fuerza los costados.
C:
¿Vas a ignorarme? (preguntó su hija).
Victoria
volvió a sacar la cabeza y miró sin pestañear a su hija.
V:
Sí. A menos que te ofrezcas a limpiar tú misma el horno.
C:
Lo haría, pero tengo que ir a la biblioteca con Nicole.
Victoria
hizo una mueca escéptica y cuando iba a volver a su tarea oyó la bocina de un
auto afuera.
C:
Es el señor Guerrero (indicó la niña, mirando hacia la sala). Te llamaré
cuando hayamos terminado.
V:
De acuerdo, nena. Trabaja bien.
C:
Lo haré.
Con
una agilidad que habría sido envidiada por un corredor olímpico, Cristina salió
de la cocina. Dos segundos después sonó con fuerza la puerta del frente
al cerrarse. Victoria estaba un poco decepcionada de que Marcos no
hubiera pasado a saludarla. El había telefoneado antes para explicar que,
después de dejar a las jóvenes en la biblioteca, iría a su oficina para estar
allí un par de horas. Había surgido un problema inesperado y necesitaba
afrontarlo de inmediato.
En
realidad Victoria tenía que admitir que estaba más agradecida que decepcionada
de que Marcos no hubiera entrado. Necesitaba esa corta separación para
poner en orden sus sentimientos. Después de haber hecho el amor con
Marcos, Victoria supo que estaba completamente enamorada de él. Cada vez
que pensaba en él la asaltaba una oleada de calor y felicidad. Por
primera vez desde su separación se permitía el lujo de volver a soñar, de amar
y aunque la idea de casarse y formar una gran familia la excitaba y emocionaba,
pero también la aterraba.
Quince
minutos después, con el sudor perlándole la frente y el labio superior,
Victoria lanzó un suspiro y se sentó sobre los talones. El pelo, que se
había atado atrás de la cabeza, se le había soltado. Se apartó con una
mano los sueltos rizos. Luego vació la cubeta de agua sucia y la volvió a
llenar para dar una última limpiada al horno. Se había acuclillado, cuando sonó
el timbre de la puerta.
V:
Vaya (pensó, bajando la mirada de su propio aspecto. Parecía a alguién que ha
escapado de la ciénaga en una película de terror. Forzando una sonrisa,
se quitó los guantes de látex y fue hacia la puerta).
V:
¡Antonio! —exclamó Victoria con azoro al ver a su ex compañero
en la entrada.
A:
¿Puedo entrar?
V:
Por supuesto (farfulló ella, pasándose una mano por los cabellos y apartándose
para dejarlo pasar).
Antonio
tenía muy buena apariencia, como siempre.
A:
Me da gusto verte, Victoria.
V:
¿Qué te trae acá? (ella trató por mantener la voz tranquila y controlada,
procurando ocultar el descontrol que le había causado la inesperada visita).
A:
Debo asistir a una conferencia en el centro de la ciudad. Perdona por
haber venido sin avisar, pero ya que vine a Buenos Aires, me pareció que podía
pasar a ver cómo están tú y Cristina. (Antonio fue parte de crianza de
Cristina en su niñez)
V:
Me hubiera gustado que llamaras antes. Cristina está en la biblioteca.
A:
Debí haber llamado antes, pero no sabía si tendría el tiempo para venir.
Victoria
no creyó eso en absoluto. No le habría tomado mucho tiempo ni le habría
sido engorroso telefonear antes de salir del hotel. Pero ella no comentó
nada, pensando que sería inútil.
V:
Pasa y toma una taza de café (lo condujo a la cocina y le sirvió una taza).
El
la recompensó con una sonrisa deslumbradora. Cuando quería, Antonio podía
ser encantador, atento y hasta generoso. Desconcertadamente, su ex pareja
no era del todo mala persona. La había herido con su infidelidad, pero a
su manera la había amado y a Cristina también; tanto como podía amar un
narcisista inmaduro. Tuvieron que pasar varios años para que Victoria
tuviera la suficiente perspectiva para apreciar las cualidades de Antonio y
perdonarle el dolor que le causara.
A:
Está linda tu casa (comentó él, mirando a su alrededor). ¿Cuánto hace que
vives aquí?
V:
Hace varios años.
A:
¿Cómo está Cristina? Victoria se alegró de que la conversación se desviara un
poco al tema de Cristina.
Antonio
escuchaba y reía y luego su expresión se suavizó al estudiar a Victoria.
A:
Tienes muy buena apariencia.
Ella
hizo una mueca irónica.
V:
Seguro, acabo de trabajar en el jardín y de limpiar el horno; debo de estar
espléndida.
A:
Ya me preguntaba yo sobre tu nuevo perfume con olor a detergente.
Ambos
rieron. Antonio comenzó a bromear con ella respecto a sus primeros años
juntos y sobre los platillos experimentales que ella le había cocinado
esperando alabanzas. Victoria disfrutó los comentarios, pues Antonio
sabía ser gracioso y divertido cuando quería.
El
timbre de la puerta sonó y, todavía riendo, Victoria se puso de pie.
V:
Debe de ser uno de los chicos del vecindario. No tardaré (nunca cesaba de
asombrarse de lo agradable que era estar con Antonio). Le había
desgarrado el corazón, le había mentido, le fue infiel y, sin embargo, no podía
estar con él sin reír y sentirse a gusto. Era una de esas personas a las
que podía catalogar como "simpático". Victoria era lo bastante
madura para reconocer los defectos de su ex pareja, pero sin dejar de notar sus
cualidades).
Por
segunda vez ese día, Victoria recibió un impacto al ver al hombre que estaba en
el umbral.
V:
¡Marcos!
M:
Hola (saludó él con una sonrisa de conejo). Nuestras hijas se quedaron en
la biblioteca y me pareció que podría pasar por una taza de café antes de ir a
la oficina. Allá afuera oí que reías. ¿Tienes compañía? ¿Prefieres que
regrese después?
V:
No... No, entra (dijo Victoria, con el pulso acelerado).
Bajando
la mirada, se apartó automáticamente. Marcos entró a la sala e hizo una
pausa, luego alzó una mano y tocó con suavidad la mejilla de Victoria en un
gesto tan tierno y amoroso que ella deseó arrojarse a sus brazos.
Marcos
la miró con atención, pero a ella le costó trabajo sostenerle la mirada.
El arrugó el ceño y sus ojos se ensombrecieron.
M:
Es mal momento para visitarte, ¿verdad?
V:
No... De veras no (cuando Victoria se volvió, Antonio estaba parado en el
umbral de la cocina, mirándolos. La sonrisa de Victoria era trémula, casi
una mueca, mientras hacía las presentaciones). Antonio, te presento a
Marcos Guerrero, Marcos, él es Antonio... mi expareja.
Por
un momento, los dos hombres se miraron como dos osos iracundos reclamando su
territorio. Cuando se acercaron uno al otro, Victoria contuvo el aliento
por temor de que ninguno hiciera el esfuerzo por ser civilizado.
Azorada,
los observó intercambiar apretones de mano y saludos corteses.
V:
Antonio vino a Buenos Aires para una conferencia sobre bienes raíces y quiso
pasar a saludar a Cristina (explicó Victoria, casi barbotando las palabras).
A:
También vine a saludarte a ti, Victoria (agregó Antonio en tono sugerente).
Ella
le dirigió una mirada de enfado antes de entrar a la cocina, seguida por los
dos hombres. Victoria caminó directo a la alacena, sacó otra taza, la
llenó con café y se la llevó a Marcos, a la mesa.
M:
Cristina y mi hija están en la biblioteca (anunció Marcos en tono muy cortés,
pero Victoria percibió la corriente oculta).
A:
Sí, Victoria me lo dijo (replicó Antonio).
Los
dos hombres permanecieron de pie, sonriéndose. Marcos se sentó primero y
Antonio hizo lo mismo en seguida.
A:
¿A qué se dedica usted? (preguntó Antonio).
M:
Soy socio mayoritario de Deportes Extremos.
Fue
obvio para Victoria que Antonio no se dignó escuchar la respuesta de Marcos,
porque de inmediato dijo en tono petulante:
A:
Hace poco abrí mi propia agencia de bienes raíces y tengo planes de expandirme
en los próximos dos años.
Al
observar el cambio en la expresión de su ex pareja cuando fue penetrando en su
conciencia la identidad de Marcos, Victoria apenas pudo contener la risa.
A:
Deportes Extremos (murmuró Antonio, casi boquiabierto). Recuerdo haber
leído en el periódico que John Becky se había asociado con alguien.
Victoria
casi sintió lástima por Antonio.
V:
Cristina y la hija de Marcos, Nicole, son muy buenas amigas. Participaron
juntas en el festival artístico de la escuela... del que te estaba hablando.
M:
Siendo tan buenas amigas nuestras hijas, lo más natural fuera que Victoria y yo
comenzáramos a intimar (manifestó Marcos, dirigiendo a Victoria la más cálida
de las sonrisas).
A:
Entiendo (murmuró Antonio).
M:
De veras espero que entienda (replicó Marcos, con frialdad).
Victoria
resistió el impulso de alzar los ojos al techo. Los dos se estaban
comportando como dos chicos inmaduros, entablando un duelo de miradas y
palabras como dos colegiales compitiendo por una chica.
A:
Creo que será mejor si me retiro (dijo Antonio luego de un momento. Se
puso de pie, como ansioso por iniciar la retirada).
Como
buena anfitriona, Victoria se levantó cuando Antonio lo hizo.
V:
Te acompaño a la puerta
Antonio
dirigió a Marcos una sonrisa cautelosa.
A:
No es necesario.
V:
Por supuesto que sí.
Para
consternación de Victoria, Marcos los siguió y permaneció en segundo plano
mientras Antonio hablaba, Victoria podía sentir la mirada de Marcos quemándole
la espalda. No entendía por qué la había seguido a la puerta. Era
una muestra de desconfianza y eso la irritaba sobremanera.
En
cuanto su ex pareja se fue, ella cerró la puerta y se vio a mirar a Marcos con
enfado.
M:
Pensé que él te había roto el corazón (dijo Marcos con voz seca y de modo
cortante).
Victoria
se preguntó si debía responderle o no, luego decidió que lo mejor sería aclarar
la atmósfera.
V:
Sí. Me lo rompió.
M:
Te escuché reír cuando llamé a la puerta. ¿Pasas con frecuencia tan buenos
ratos con hombres que se supone que odias?
V:
No odio a Antonio.
M:
Es obvio.
V:
Marcos, ¿qué pasa contigo?
M:
¿Qué me pasa? Nada... no me pasa nada. Resulta que me encuentro a mi
novia, en charla animada con su ex pareja, y no tengo empacho en decir que
estoy enfadado. Pero no me pasa nada. A quien le pasa algo es a ti.
Victoria
hizo un esfuerzo por conservar la calma.
V:
Marcos! Antes que comencemos a discutir, sentémonos y hablemos del asunto
(Victoria se encaminó a la cocina y, una vez allí, tomó la taza de Antonio y la
depositó en el fregadero. Deseaba borrar toda evidencia de la visita de
su ex pareja. Quería mostrar a Marcos que Antonio ya no significaba nada
para ella. Pero también quería hacerle entender que no eran enemigos).
V:
Primero que nada (declaró ella, con tanta calma como le permitía su acelerado
corazón), nunca podría odiar a Antonio como pareces suponer que debo odiarlo.
Por lo que a mí respecta, creo que eso sería contraproducente.
Antonio es incapaz de serle fiel a una sola mujer, por lo que prefiero
mantener con él una relación amistosa.
M:
Pero él te engañó... te utilizó.
V:
Sí (tuvo que admitir ella). Pero, Marcos, viví muchos años con Antonio.
No es del todo malo, nadie lo es, y también hubo algunos buenos momentos
en nuestra relación. Ahora estamos separados. ¿De qué serviría
abrigar resentimiento contra él?
M:
Desde el momento que entré aquí, La actitud que mostró él fue de que podría
recuperarte en el momento en que quisiera.
Victoria
no estaba ciega; había reconocido las miradas que su ex pareja había dirigido a
Marcos y las insinuaciones.
V:
Eso le gustaría creer. Eso lo ayuda a sostener su ego.
M:
¿Y se lo permites?
V:
No, de la manera como lo imaginas.
Marcos
meditó eso unos momentos.
M:
¿Con qué frecuencia se presenta sin anunciarse como ahora?
Victoria
vaciló, preguntándose si debería responder esa pregunta. El tono de
Marcos se había suavizado, pero era obvio que aún estaba enfadado.
V:
Hacía más de dos años que no lo veía. Esta es la primera vez que viene a
esta casa.
Las
manos de Marcos aferraron con dedos crispados la taza.
M:
Todavía lo amas, ¿verdad?
La
pregunta golpeó a Victoria en medio de los ojos. Abrió la boca y la cerró
varias veces mientras buscaba las palabras para negar tal sugerencia.
Luego comprendió que no podía. Sería fácil mentir a Marcos respecto
a esto para conservar la paz, pero sería un engaño mutuo.
V:
Supongo que en cierta forma lo quiero (dijo con voz suave). Aunque me
gustaría decirte que ya no siento nada por él, no puedo hacerlo con absoluta
honestidad. Pero, por favor, trata de entender...
M:
No necesitas decir más (Marcos se puso de pie de improviso, con la espalda
rígida). Te agradezco que me hayas dicho la verdad. No te quitaré
más tu tiempo. Deseo que tú y Cristina sean felices (con esto, salió de
la cocina a grandes zancadas, en dirección a la puerta principal).
Victoria
estaba consternada.
V:
Marcos... hablas como si no quisieras volverme a ver.
M:
Creo que sería lo mejor para todos (replicó él, sin volverse a mirarla).
V:
Pero... esto es una tontería. Nada ha cambiado (Victoria cerró la boca
con firmeza). Si Marcos quería comportarse de manera tan infantil y
arruinarlo todo, no estaba dispuesta a discutir con él. Fue él quien
insistió en que existía algo especial entre ellos. ¡Y ahora se comportaba
así! Bien. Si así lo quería... Mas vale descubrir a tiempo lo
irrazonable que podía ser. Era mejor saber que podía volverse tan
iracundo y ofensivo.
M:
No tengo intención de relacionarme con una mujer que todavía ama al ex pareja
irresponsable (anunció él con voz controlada, pero teñida de tensión interior).
Sin
poder contener por más tiempo su furia, Victoria cruzó con paso firme la sala y
fue a abrir la puerta principal.
V:
Admirable decisión, Marcos (dijo con voz llena de sarcasmo). Has cometido
un terrible error al relacionarte con una mujer que se niega a odiar (ahora que
lo miraba mejor, decidió que él no era un príncipe, después de todo, sólo otro
sapo).
Marcos
no dijo una palabra al pasar delante de ella, con pasos llenos de
determinación. Victoria cerró la puerta y se apoyó contra ella. Las
lágrimas le quemaban los párpados y le cerraban la garganta, pero mantuvo la
cabeza alta y se apresuró a regresar a la cocina, decidida a no ceder a las
poderosas emociones que la torturaban.
Terminó
de limpiar la cocina y después se dio una larga ducha. Luego se sentó a
la mesa, esperando que Cristina la llamara para pasar por las dos jóvenes a la
biblioteca. La llamada llegó media hora después, pero para entonces
Victoria ya había alcanzado las galletas, dispuesta a la autodestrucción.
En
el camino de regreso de la biblioteca a casa, Victoria se detuvo en McDonald's
y les compró a las jovencitas hamburguesas con queso y malteadas de chocolate
para cenar en la casa. Tenía la mente llena de dudas. En
retrospectiva, deseaba haber hecho un esfuerzo por explicar bien las cosas a
Marcos. La idea de no volverlo a ver era demasiado dolorosa.
C:
¿No vas a pedir algo para ti, mami? (quiso saber Cristina).
V:
No esta noche (Victoria logró sonreír).
Logró
también mantener una apariencia alegre y serena mientras las chicas cenaban y
comentaban sobre los muchachos que habían visto en la biblioteca y sobre cómo
iban a sorprender a la señora Carrasco con su magnífica labor de investigación.
C:
¿Te sientes bien? (preguntó Cristina de repente).
V:
Claro (mintió Victoria, buscando con la mirada algo en que ocupar sus
temblorosas manos. Se decidió por sacudir con energía el mostrador de la
cocina. En realidad sentía una especie de náusea, pero no podía culpar a
Marcos; ella misma se lo había causado con esas estúpidas galletas).
Fue
cuando estaba echando al cesto de basura las cajas vacías de la cena, que las
tontas lágrimas amenazaron con brotar. Hizo lo posible por ocultarlas y
tomó el cesto con presteza para llevarlo al traspatio. Nicole fue al
cuarto de Cristina por un cassette, pero esta última siguió a su madre afuera.
C:
Mami, ¿qué te pasa?
V:
Nada, cielo.
C:
Tienes lágrimas en los ojos.
V:
No es nada.
C:
Tú nunca lloras.
V:
Debo de tener los ojos irritados por algo, el polvo... no sé (dijo Victoria,
sacudiendo la cabeza. El esfuerzo por sonreír era demasiado para ella.
Se irguió y puso las manos sobre los hombros de su hija; luego aspiró
profundamente). Quiero que no te decepciones si no vuelvo a ver al señor
Guerrero.
C:
Él te hizo llorar, ¿verdad? (inquirió Cristina con voz alarmada).
V:
No (se apresuró a negar Victoria). Ya te lo dije, algo debió de irritarme
los ojos.
Cristina
la observó con ceño fruncido y Victoria trató de sostenerle la mirada. Si
había sido tan tonta de volver a ponerse a merced de un hombre, entonces
merecía este dolor.
Dos
horas después, Marcos llegó para recoger a Nicole. Victoria pidió a
Cristina que abriera la puerta y ella permaneció en la cocina, pretendiendo
estar ocupada. Cuando se abrió la puerta, Victoria supuso que era su hija
y preguntó:
V:
¿Ya se fue Nicole?
M:
Todavía no.
Victoria
se volvió con presteza al sonido de la ronca voz de Marcos.
V:
¿Dónde están las chicas? (preguntó ella).
M:
En el cuarto de Cristina, quiero hablar contigo.
V:
No creo que eso vaya a servir de gran cosa.
M:
Lo he pensado bien.
V:
Te felicito. Por desgracia yo también. Tienes toda la razón al
decir que no debemos vernos más.
Marcos
se pasó los dedos entre los cabellos y caminó a grandes pasos hacia el otro
extremo de la habitación.
M:
Está bien, lo admito. Estaba celoso, muy celoso cuando llegué y te encontré
tomando café con Antonio. Me pareció que lo agasajabas como a un héroe
conquistador que regresaba de la guerra.
V:
Por Dios, Marcos, qué idea tan absurda.
M:
Charlaban y reían.
V:
Terribles pecados, debo admitir.
Marcos
palideció y apretó las mandíbulas.
M:
Lo único que puedo hacer es pedirte que me perdones, Victoria. Ya hice el
ridículo una vez con la mujer a la que amaba y no deseaba repetir el error
contigo.
Un
silencio tenso se irguió entre ellos. Pensé que podía apartarme de ti sin
sentir remordimientos, pero no es así (continuó él). No he dejado de
pensar en ti toda la tarde. Creo que reaccioné con exageración. Me
comporté como un tonto celoso.
V:
Fuiste irracional y ofensivo y por tu culpa... comí demasiadas galletas.
M:
¿Qué?
V:
Me oíste. Engullí más de una docena de galletas y por tu causa me
enfermaré del estómago. Si tú abrigabas temores por lo que te sucedió con
Carmen, no es nada en comparación con los temores que yo he enfrentado desde
que te conocí. No puedo afrontar tu inseguridad, Marcos. Tengo
demasiadas con las mías.
M:
Victoria, ya te pedí perdón. Si puedes asegurarme con toda honestidad que
no hay la menor posibilidad de que regreses con Antonio algún día, te juro que
olvidaré el asunto y nunca más lo sacaré a colación. Pero necesito saber
eso. Lo siento, pero necesito oírlo de tus labios.
V:
Yo tenía una vida apacible y agradable antes que entraras en ella.
M:
Victoria, te hice una pregunta.
V:
¡Debes de estar loco! Ciertamente yo debería estar para el manicomio si
pensara regresar con Antonio. Nuestra relación, terminó el día que nos
separamos y, sin duda, mucho antes.
Marcos
se relajó visiblemente.
M:
No te culparía si decidieras no volver a verme, pero tengo la esperanza de que
podrás olvidar lo que sucedió esta tarde y podamos volver a ser... novios.
Victoria
luchó contra el poderoso magnetismo de Marcos, después asintió, accediendo a
olvidar el incidente.
Marcos
caminó hacia ella y la abrazó. Victoria se sintió como si ese fuera su
lugar natural, en los brazos de Marcos. Una vez él le había dicho que no
la lastimaría como Antonio, pero quererlo, arriesgarse a una relación con él la
hacía sentir otra vez vulnerable y temerosa.
M:
¿Te reduje a comerte una docena de galletas? (murmuró Marcos a su oído. Ella
asintió).
V:
Eres un malvado. No quise comer tantas, pero me senté a la mesa con un
paquete de galletas y un vaso de leche para reflexionar lo que había pasado y,
conforme más pensaba, más me enfadaba y más galletas comía.
M:
¿Eso podría significar que me quieres un poco?
Ella
volvió a asentir.
V:
No me gusta discutir contigo. Sentí toda la tarde el estómago hecho
nudos.
M:
Cielos. Victoria, no puedo creer que podemos ser tan tontos (murmuró él,
dándole una lluvia de besos en la cara).
V:
¿Podemos? Habla por ti mismo (replicó Victoria, alzando la cara para mirarlo a
los ojos con ceño de reproche, pero su leve irritación se desvaneció en cuanto
sus ojos se encontraron).
Marcos
la estaba mirando con tal ternura, tal interés y preocupación, que todas las
emociones negativas que sintiera esa tarde fueron barridas como el polvo por
una lluvia de primavera.
El
la volvió a besar, con tal intensidad que la dejó sin dudas respecto a sus
sentimientos. Cuando él alzó la cabeza, Victoria lo miró con ojos
empañados por las lágrimas.
V:
Me alegro de que hayas regresado (le susurró, cuando pudo encontrar su voz).
M:
Yo también (Marcos la besó de nuevo, con suavidad esta vez saboreando los
labios de Victoria, limpiando a besos las lágrimas de sus mejillas). Me
sentí un infame esta tarde (una vez más él cubrió la boca de ella con la suya,
creando una deliciosa sensación que electrizó a Victoria de la cabeza a los
pies).
Los
besos se detuvieron cuando les llegaron unas voces airadas desde la sala.
Capítulo 14
Salen
como dos fierecillas discutiendo del cuarto de Cristina…
C:
No quiero volverte a ver jamás (declaraba Cristina con vehemencia).
N:
Pues yo menos quiero verte a ti (replicó Nicole con igual furia).
M:
¿De qué se trata todo este alboroto? (preguntó Marcos, buscando los ojos de
Victoria).
V:
No sé, pero creo que será mejor que lo averigüemos. Marcos salió primero
a la sala. Descubrieron a Nicole y Cristina mirándose cara a cara con abierto
antagonismo.
V:
Cristina, basta de eso (exigió Victoria). Nicole es nuestra invitada en
esta casa y no toleraré que le hables en ese tono. Marcos fue al lado de
su hija.
N:
Y tú eres invitada de Cristina. Espero que te comportes con cortesía
cuando estás aquí.
Nicole
cruzó los brazos al pecho y lanzó una mirada feroz a Cristina.
N:
No quiero volver a ser su amiga. Y creo que tú no deberías volver a
tratar a la señora Fernández.
Los
ojos de Victoria se encontraron con los de Marcos.
C:
No quiero que mi mamá tenga nada que ver con tu padre, tampoco (espetó
Cristina, mirando con furia a Nicole y su padre).
V:
Creo que lo mejor será separar a este par y averiguar lo que sucedió (sugirió
Victoria y se encaminó hacia el cuarto de su hija). Vamos, cariño,
hablemos.
Cristina
esquivó la mirada.
C:
¡No tengo nada que decir! (declaró en tono melodramático y salió de la sala
altivamente).
Victoria
alzó los ojos interrogantes hacia Marcos, alzó y las cejas y siguió a su hija.
V:
Cristina ¿qué pasa? (Victoria se sentó al borde de la cama de su hija y esperó
con maternal paciencia a que la doceañera repitiera la lista de atrocidades
cometidas por Nicole).
C:
Nada.
Victoria
había visto muchas veces antes esa expresión ultrajada en el rostro de su hija.
Un suspiro cansado ascendió hasta sus labios.
C:
No quiero volver a ver a Nicole nunca en mi vida.
V: Pero,
mi cielo, es tu mejor amiga.
C:
Era mi mejor amiga (anunció dramáticamente). Cruzó los brazos al pecho
como toda persona que no espera réplica).
Con
creciente frustración, Victoria entrelazó las manos en el regazo y esperó,
sabiendo que su hija terminaría por contarle todo por su propia voluntad.
Pasaron cinco minutos sin que la niña dijera algo.
V:
¿Su pelea tiene que ver con algo que sucedió en la escuela? (aventuró Victoria,
con la mayor naturalidad del mundo).
Cristina
sacudió la cabeza. Su actitud era inflexible, hermética.
V:
¿Es por algún chico?
C:
Por supuesto que no (replicó Cristina con indignación).
V:
¿Por otra amiga?
C:
No.
Victoria
pensó que pronto se le acabarían las preguntas.
V:
¿No me puedes decir lo que pasó?
Cristina
le lanzó una mirada que parecía cuestionar la inteligencia de su madre.
C:
¡No!
V:
¿Significa eso que nos pasaremos la noche sentadas aquí mientras trato de
adivinar?
Cristina
volvió la cabeza y miró a su madre con una mueca demasiado elocuente.
V:
Está bien (dijo Victoria con un suspiro exagerado). Tendré que
preguntárselo a Nicole. Su versión será muy interesante.
C:
¡El señor Guerrero te hizo llorar! (masculló Cristina, con la mirada baja).
Victoria
parpadeó con azoro.
V:
¿Quieres decir que todo esto tiene que ver con Marcos y yo?
Cristina
asintió.
V:
Pero...
C:
Nicole dice que lo que haya sucedido debe de ser culpa tuya y eso no se lo
puedo tolerar. Nicole ya no será mi amiga y creo que tú no deberías tener
nada que ver ya con... con ese hombre.
V:
¿Ese hombre?
Cristina
le dirigió una mirada de irritación.
C:
Ya sabes a quien me refiero.
Victoria
miró a su hija a los ojos.
V:
¿Qué dirías si te confieso que comenzaba a encariñarme con "ese
hombre"?
C:
¡Mamá, no! (Los ojos de la niña se ensancharon con alarma). Eso sería lo
peor que podría suceder. ¡Podrías casarte con él y Nicole y yo
terminaríamos siendo hermanas!
Victoria
no hizo ningún esfuerzo por ocultar su asombro.
V:
Pero, Cristina, a mí me pareció obvio que eso era precisamente lo que Nicole y
tú querían.
C:
Eso fue antes.
V:
¿Antes de qué?
C:
Antes de... esta noche, cuando Nicole dijo lo que dijo. No podré
perdonarla, mamá. De veras.
Victoria
permaneció en el cuarto de su hija en silencio durante unos minutos más, luego
se fue. Marcos y Nicole estaban hablando en la sala y a juzgar por la
mirada de frustración que él dirigía a la niña, Victoria supo que no había
tenido más éxito que ella con su hija.
Cuando
Marcos vio a Victoria, se puso de pie y señaló hacia la cocina con un
movimiento de su cabeza, sugiriendo en silencio una charla privada entre los
dos adultos.
V:
¿Qué descubriste? (preguntó Victoria en cuanto estuvieron solos).
Marcos
se alzó de hombros.
M:
No lo entiendo. Lo único que repite una y otra vez es que no quiere volver a
ver a Cristina.
V:
Cristina dice lo mismo. Según parece, ella cree estar defendiendo mi
honor. Creo que todo tiene que ver con el pequeño malentendido que
tuvimos esta tarde tú y yo.
M:
Nicole parece pensar que todo comenzó cuando no quisiste ordenar nada para ti
en McDonald's (dijo Marcos, con expresión confusa).
V:
¿Qué? (la pregunta se escapó de labios de Victoria con una risa breve).
M:
Por lo que pude sonsacar a mi hija, Cristina dijo que era muy significativo que
no hubieras ordenado una hamburguesa gigante. Más tarde, mencionó que
habías salido a tirar la basura cuando el cesto no estaba lleno todavía.
Supongo que es algo que no sueles hacer.
V:
No (admitió Victoria. Había querido ocultar sus lágrimas a las jovencitas
y por eso había buscado el pretexto de sacar al traspatio el recipiente de la
basura).
Marcos
esbozó una sonrisa divertida.
M:
¡Vaya, por lo menos ninguna de las dos se enteró de las galletas!
Victoria
ignoró la broma y se apoyó contra el mostrador de la cocina, con un suspiro de
frustración.
V:
El que las jovencitas hayan reñido es un problema que consideramos que era
imposible en su momento.
M:
¿Quizá yo debería hablar con Cristina y tú con Nicole? (sugirió Marcos con toda
seriedad).
Victoria
negó con la cabeza.
V:
Nos acusarían de entrometidos.
M:
¿Qué sugieres entonces?
V:
No sé (Victoria se encogió de hombros).
M:
Vamos, Victoria, somos dos adultos inteligentes. Sin duda podemos lidiar
con dos egos preadolescentes, ¿no?
V:
Inténtalo tú (dijo Victoria con una mueca irónica y soltó la risa ante la expresión
que tenía el atractivo rostro de Marcos).
M:
Olvídalo.
Victoria
se apartó el pelo de la cara.
V:
Creo que lo mejor será dejar que el tiempo solucione las cosas.
Marcos
arrugó el ceño y luego asintió, sin mucha convicción.
M:
Espero que esto no signifique que tú y yo no podamos continuar nuestra
relación.
V:
Por supuesto que podemos seguir, pero con cautela, ni Cristina ni Nicole no
deben saber de nuestra relación por el momento.
M:
Bien
Marcos
cruzó la habitación y tomó a Victoria en sus brazos con suavidad. La besó
hasta que ella se sintió lánguida y sin aliento. Cuando el alzó la
cabeza, dijo en un murmullo ronco.
M:
Te amor con toda mi alma.
V:
Yo también te amos, veremos cómo podremos resolver el problema de nuestras
hijas.
M:
Me llevaré a Nicole a casa ahora y haré lo que has sugerido. Le daremos a
este par una semana para reconciliarse. Después de ese plazo, tú y yo le
contamos todo y volveremos a salir juntos.
V:
¿Una semana? (Victoria no estaba segura de que ese plazo bastaría, a juzgar por
la actitud de Cristina).
M:
¡Una semana! (repitió Marcos, enfático y la volvió a besar apasionadamente,
dejando a Victoria en una nube).
V:
Está bien (asintió Victoria cuando sus bocas se apartaron).
Dos
Días después…
Capítulo 15
Dos
Días después…
V:
¿Qué tal te fue hoy en la escuela? (preguntó Victoria a Cristina el lunes por
la noche mientras cenaban. Había esperado lo suficiente antes de
preguntar. Si cualquiera de las jovencitas estaba no estaban dispuestas a
realizar un intento de reconciliación, ya sería tiempo de que Ella y Marcos lo
hicieran, pensaba Victoria).
Cristina
se encogió de hombros.
C:
Bien, supongo.
Victoria
se dio su tiempo para comer la ensalada, fijando su atención en el plato y no
en su hija.
V:
¿Qué calificación obtuviste en la tarea de matemáticas en que te ayude?
Cristina
alzó los ojos al techo.
C:
Bien aunque…
V:
¿Cómo? ¿No estaban correctas las soluciones?
C:
Las respuestas estaban bien, pero la maestra me dijo que las ecuaciones ya no
se resuelven así.
V:
Oh... lo siento.
C:
Otros padres cometieron el mismo error.
Era
un consuelo, pensó Victoria.
C:
Muchas de nosotros lo hicieron mal. Incluso Nicole.
V:
Entonces, ¿viste hoy a Nicole?
C:
No podía dejar de verla. Su pupitre está en la fila junto a la mía.
Pero si estás pensando lo que creo que piensas, olvídalo. No
necesito una amiga como Nicole Guerrero.
Victoria
no hizo ningún comentario, aunque prácticamente tuvo que morderse la lengua.
Se preguntó cómo se las estaría arreglando Marcos. Mantenerse al
margen de la discordia entre las jovencitas estaba resultando cada vez más
difícil. Era evidente que Cristina se sentía muy triste sin su amiga,
pero comentarlo resultaría contraproducente. Cristina tenía que
reconocerlo por sí misma.
El
teléfono sonó cuando Victoria estaba terminando de lavar los trastos.
Cristina estaba en el cuarto de baño, de modo que Victoria contestó la
llamada.
V:
¿Diga?
M:
¿Victoria? Mi amor, como te extrañé. ¿Cómo va todo con Cristina?
(preguntó Marcos).
El
corazón de Victoria se hinchó de emoción. No hablaba con él desde el
sábado y le parecía como si hubieran pasado meses sin escuchar su voz.
V:
Las cosas no van muy bien. ¿Y contigo, qué tal está la situación?
M:
No mucho mejor. ¿Sabías que Cristina tuvo la osadía de almorzar con Nora hoy? En
caso de que no lo sepas, Nora es la peor enemiga de Nicole.
V:
¿Nora? (Victoria apenas podía creer lo que oía). Pero a Cristina ni
siquiera le simpatiza esa niña.
M:
Ojalá que nuestras hijas se apresuren a reconciliarse (dijo Marcos).
Francamente, Victoria, te echo mucho de menos, necesito de tí.
V:
Sólo han pasado dos días (repuso Victoria, pero debió morderse la lengua; a
ella le había parecido una eternidad ese breve lapso de tiempo).
M:
Me parecen como dos años.
V:
Lo sé (dijo ella con suavidad, cerrando los ojos y saboreando las palabras de
Marcos). Pero, de cualquier manera, recuerda que decidimos esperar una
semana, sino se arreglan nuestras hijas, nosotros íbamos a intervenir.
M:
He estado pensando las cosas y creo haber hallado una idea que nos sacará de
nuestra desdicha.
V:
¿Cuál?
M:
¿Qué tal si vamos al cine? (preguntó él en tono ansioso).
V:
Pero, Marcos...
M:
Mañana por la noche, tú puedes llevar a Cristina y yo a Nicole al cine, para
que de manera aparentemente accidental nos encontremos allá. Si las cosas
resultan como yo espero, no tendremos que hacer nada. La situación se
resolvería casi por si sola.
Victoria
no estaba tan convencida, pero la idea de estar con Marcos era demasiado
incitante para negarse.
V:
Está bien (accedió). Siempre que me prometas invitarme rosetas de maíz y
tomarme de la mano.
M:
Lo prometo.
El
martes por la noche, Cristina estuvo inusualmente callada a la hora de la cena.
Victoria había preparado la comida favorita de su hija, macarrones con
queso, pero la niña apenas tocó su platillo.
V:
¿Te gustaría ir al cine? (preguntó Victoria, con el corazón en la garganta.
Por lo regular Cristina saltaría de gusto ante la sugerencia, pero esta
noche Victoria no podía prever nada).
C:
Mañana hay que ir a la escuela y, además, no estoy de humor para ir al cine.
V:
Pero dijiste que no tenías tarea escolar y, además... el otro día me dijiste
que tenías deseos de ver la última película de Tom Cruise (los ojos de Cristina
se iluminaron por un instante, luego volvió a desanimarse). Y no te preocupes,
no tendrás que sentarte conmigo (agregó Victoria en tono alegre).
Cristina
lanzó un enorme suspiro.
C:
No tengo con quien más sentarme (dijo con una mueca de tristeza).
Cuando
llegaron al estacionamiento del cine, Cristina rompió el silencio que había
mantenido durante el trayecto.
C:
A Nicole también le gusta Tom Cruise.
Victoria
no replicó nada, preguntándose si las jovencitas llegarían a descubrir la
estrategia de Marcos y ella.
C:
¡Mami! (exclamó Cristina). Allá vi a Nicole. Está con su papá.
V:
Oh, no (repitió Victoria, con el corazón haciendo cabriolas su pecho).
¿Quieres decir que deseas que nos regresemos a la casa?
C:
Por supuesto que no (respondió Cristina. Prácticamente saltó del coche en
cuanto su madre apagó el motor, y se volvió a mirar a Victoria con ansiedad
cuando ésta no cruzó el estacionamiento con suficiente prisa para alcanzarla).
Llegaron
a la fila, como ocho personas detrás de Nicole y su padre. Victoria no
sabía qué hacer después. No estaba ni siquiera segura de que Marcos las
hubiera visto. Si las había visto, estaba actuando de maravilla su papel,
como si todo esto hubiera sucedido por coincidencia.
Cristina
no se quedaba quieta. Varias veces miró, alargando la cabeza, a la pareja de
padre e hija que estaba adelante de ellas. Cristina tarareaba como sin
darse cuenta la canción que habían interpretado en el festival escolar.
Nicole
se volvió entonces, parada de puntas y mirando a la gente que estaba detrás de
ella. Tiró de la manga de su padre y, cuando él se inclinó, le musitó
algo al oído. Marcos fingió sorpresa al ver a Victoria y Cristina.
Cuando
entraron al cine, Marcos y Nicole habían desaparecido. Cristina miraba en
todas direcciones mientras Victoria permanecía de pie ante el mostrador de las
golosinas.
V:
¿Quieres rosetas de maíz?
C:
No, sólo pasitas de chocolate. Mami, dijiste que no tenía que sentarme
contigo. ¿Lo dijiste en serio?
V:
Sí, nena, no te preocupes.
C:
¿De veras?
V:
De veras. Ve a sentarte sola donde quieras.
C:
Está bien (Cristina tomó su golosina y se fue antes que Victoria pudiera decir
otra cosa).
Como
todavía faltaban algunos minutos para que proyectaran la película, la sala
estaba bien iluminada. Victoria encontró un asiento en la parte de atrás
y notó que su hija estaba sentada casi hasta adelante. Nicole estaba en
la hilera de atrás.
M:
¿Está ocupado este asiento?
Victoria
alzó la cabeza sonriendo al escuchar la voz de Marcos. Él se sentó a su
lado, se dieron un beso y le tendió una bolsa de rosetas de maíz y un vaso con
refresco.
M:
Sinceramente espero que nuestra treta dé buen resultado (murmuró él).
Porque si Nicole me ve sentado junto a ti, podría colgarme por alta
traición (un brillo malicioso asomó a sus ojos). Pero vale la pena el
riesgo. ¿Te dijo alguien que tienes una boca muy besable?
C:
Marcos (murmuró Victoria con apremio). Mira.
Cristina
estaba sentada torcida hacia atrás en su asiento, Nicole se inclinaba hacia
delante. Cristina dejó caer un puñado de pasas con chocolate en la mano
de Nicole y ella le ofreció luego rosetas de maíz. Después de algunos de
estos intercambios, las dos jovencitas se pusieron de pie y se cambiaron a otra
hilera, donde se sentaron juntas.
V:
Parece que las cosas marchan como esperábamos (susurró Victoria).
M:
Así es (sonrió Marcos, pasándole el brazo por el hombro).
Ambos
miraron a sus hijas charlar y reír animadamente, y sonrieron ante el sonido de
sus alegres risillas.
Capítulo 16
Al
frente Cristina y Nicole estaban hablando y rogando porque la estrategia
funcionara…
**
Flashback **
En
el cuarto de Cristina…
C:
Encontré a mamá con lágrimas en los ojos, como que estaba llorando.
N:
Algo pasó, que nuestros padres discutieron.
C:
Si, tiene que haber pasado algo, raro porque cuando Mamá estaba de buen humor
cuando tu papá nos llevó a la biblioteca.
C:
Después, cuando mamá nos recogió estaba triste y cuando fuimos a comprar
hamburguesas, ella no compró nada para ella.
N:
Y que hacemos, nuestro plan no está funcionando.
C:
En una película que vi de dos hermanas gemelas que querían unir a sus padres,
trataban de que ellos creyeran que estaban enojadas y sus padres al tratar de
unirlas se relacionaban y luego ellos se dieron cuenta que eran el uno para el
otro.
N:
¿Tú crees que funcione?
C:
Claro, nuestros padres se comen con la mirada, se gustan solo falta que se den
cuenta que se necesitan entre ellos.
N:
¿Y qué hacemos?
C:
Salimos del cuarto discutiendo, que no nos queremos ver, no nos llamamos hasta
el lunes en la escuela….
**
Fin del Flashback **
Al
finalizar la película…
Salieron
Cristina y Nicole y se dieron cuenta que sus padres estaban juntos. Ambas
se miraron pero no comentaron nada. Marcos las invitó a ir a comer unas
hamburguesas a Mc Donald’s. Realmente, Victoria estaba contenta porque
podía compartir más tiempo con Marcos. Aunque las demostraciones de
cariño entre Marcos y Victoria estaban reducidas a miradas furtivas llenas de
un amor que estaba comenzando a germinar. Marcos y Victoria decidieron
hablar con sus hijas y sus respectivas familias después de la fiesta de la
compañía, donde blanquearían su relación ante la sociedad de Buenas Aires.
Después
de su noche en el cine, Victoria no pensaba mucho en la invitación de Marcos a
la fiesta de la compañía hasta que leyó al respecto en la sección de sociales
del periódico del miércoles. El diario describía la fiesta patrocinada
por Deportes Extremos como el evento de gala del año. Cualquiera que
fuera alguien importante de Buenos Aires estaría allí. Hasta leer la
nota del periódico, Victoria había pensado que se trataría de una fiesta
sencilla, esa era la impresión que Marcos le había dado cuando la invitó.
Desde
ese momento, Victoria comenzó a preocuparse, aunque no estaba segura del
porqué. Ella, una empresaria conocida dentro ámbito social y comercial y
ser la acompañante de nada menos de Marcos Guerrero, uno de los hombre más
codiciado por su atractivo físico varonil y sexy además de una posición
social y económica envidiable, hacía activar su sensor de la
preocupación. El problema, decidió, era el que había venido esquivando
desde la fiesta en pijamas de Nicole, aún no quería ventilar a los cuatro
vientos su recién comenzada relación con Marcos. Ahora, vestida para la
fiesta, su intranquilidad creció, porque sabía lo importante que esa velada era
para Marcos y los comentarios que iban a salir en las notas de sociales por lo
que todos en su familia, amigos y conocidos se enterarían.
La
recepción y la cena tenían que ver con la bienvenida e incorporación de Marcos
como socio mayoritario de Deportes Extremos, de acuerdo con el artículo del
periódico. La actividad se estaba preparando desde hace varios
meses atrás. Esa era la manera como John Becky presentaba a Marcos con la
comunidad empresarial de Buenos Aires.
A
la media hora de su llegada, Victoria reconoció al alcalde y otros miembros del
consejo municipal, además de algunas personas de gran importancia del ámbito
social de Buenos Aires.
M:
Toma (murmuró Marcos, deteniéndose a su lado y ofreciéndole una copa de
champaña).
Sonriéndose,
ella tomó la copa y la apretó con dedos crispados, irritada consigo misma por
estar tan nerviosa.
V:
No sé si debería atreverme a beber algo fuerte.
M:
¿Por qué no?
V:
Si quieres que te diga la verdad, prefiero pasar inadvertida, perderme entre
los dibujos del papel tapiz.
La
sonrisa de Marcos fue estimulante.
M:
Solo olvídate y disfruta junto a mí de esta gran fiesta.
Victoria
no estaba muy convencida. La sonrisa estaba congelada en sus labios y su
estómago protestaba por no haber comido casi nada en todo el día.
El
director de la Junta de Golosinas Bandi pasó delante de ellos y, al
reconocerla, se detuvo un momento para saludarla con una inclinación de su
cabeza. Victoria también lo saludó y cuando el hombre se fue, ella bebió
el champaña en tres gigantes tragos.
V:
Me siento mejor (anunció).
M:
Bien. Ven por acá conmigo, quiero presentarte a algunas personas.
¡Más
gente! Marcos ya le había presentado con tantas personas que los nombres se
confundían.
Marcos
la agarra por la cintura con el propósito de pegarla a su cuerpo y le dice.
M:
Victoria me alegra de que te sientas mejor, solo espera que tan pronto termine
la fiesta nos vamos al fin de mundo.
En
el camino, Victoria tomó otra copa de champaña, sólo para tener algo que hacer
con las manos. No tenía intención de bebería.
Los
hombres y mujeres hicieron una pausa en su conversación cuando Marcos se
aproximó. Todos estaban interesados como se habían conocido.
M:
Nuestras hijas son muy buenas amigas (explicó).
Los
demás sonrieron.
Mujer:
No sabía que tuvieras una hija (dijo una morena voluptuosa, sonriéndose
sugestivamente a Marcos). Gesto que a Victoria le disgustó, más bien le
dio celos.
M:
Nicole acaba de cumplir trece años.
La
mujer pareció fascinada con esta información.
Mujer:
Qué lindo. Mi sobrina tiene once años y creo que le encantaría conocer a
Nicole.
M:
Estoy seguro de que a Nicole también le gustaría.
Mujer:
Entonces, podríamos hacer una cita para que se conozcan (la morena se pegó a
Marcos, rozándole el brazo con el seno).
Victoria
entrecerró los ojos, hizo una mueca casi imperceptible y dio un sorbo al
champaña. La mujer no podía ser más obvia en sus intenciones.
Mujer:
Marcos, hay alguien que debes conocer; es decir, si puedo apartarte de Victoria
por un minuto (la morena dirigió una mirada retadora a Victoria).
V:
Oh, claro (Victoria hizo un movimiento con la mano como indicando que Marcos
podía hacer lo que le viniera en gana).
Marcos
frunció el entrecejo.
M:
Acompáñanos.
Victoria
le dirigió lo que pensó era una sonrisa devastadora.
V:
Ve tú, al fin se trata de un solo minuto (dijo con exagerada dulzura).
Marcos
y la mujer se apartaron, ella colgada del brazo de él, y Victoria charló con
los demás por unos minutos, antes de perderse en la multitud. Tenía el
estómago hecho nudos. No sabía por qué había tomado esa actitud unos
momentos antes. Quizá no quería que Marcos se diera cuenta de que estaba
celosa; en realidad apenas podía admitirlo para sí misma.
Esperando
no ser obvia, su mirada siguió a Marcos y la mujer hasta que ya no lo pudo
soportar, y entonces se volvió y fue hacia el tocador de damas. Se alegró
de que el salón exterior estuviera vacío y se derrumbó en el sofá. El
corazón parecía querer salirse del pecho. Daría cualquier cosa por
desaparecer graciosamente de allí.
Fue
entonces cuando lo supo. Estaba completamente enamorada de Marcos
Guerrero, lo amaba sobre todas las cosas. A pesar de todas las
advertencias que se había hecho a sí misma. Con el descubrimiento de que
amaba a Marcos vino otro. La noche apenas había comenzado; todavía no
cenaban. Aún tenía ante ella una cena formal.
JB:
Hola otra vez (dijo Jean Becky, esposa de John, entrando al tocador para damas.
Se detuvo por un momento, observando a Victoria, y luego se sentó a su
lado).
V:
Oh... hola (Victoria logró esbozar un fantasma de sonrisa a la simpática
mujer).
JB:
Acabo de ver a Violeta Alarcón pasar colgada del brazo de Marcos. Espero
que no te moleste.
V:
Oh, cielos, no (mintió Victoria).
JB:
Magnífico. Violeta tiene... cierta reputación y no quería que te preocuparas.
Estoy segura de que Marcos es bastante listo y maduro para no dejarse
engatusar por una mujer tan... obvia.
V:
Yo también así lo creo.
JB:
Eres una mujer sensata y segura de ti misma (dijo Jean, complacida).
En
ese momento, Victoria no se sentía sensata ni segura en absoluto. La
única emoción que experimentaba era temor. Había vuelto a enamorarse y
eso era como para estar aterrada. ¿Por qué tenía que enamorarse del
hombre más codiciado de la ciudad? El hombre que había acaparado todas
las miradas femeninas esa noche.
JB:
De veras ha sido un placer conocerte (continuó Jean). Marcos y Nicole
hablan muy seguido sobre ti y tu hija. Hace muchos años que somos amigos
de Marcos y nos alegra el corazón ver que por fin encontró una buena mujer.
V:
Gracias.
Victoria
no sabía cómo tomar eso de "buena mujer". Eso le hacía
preguntarse con qué clase de mujeres había salido Marcos antes. Realmente
no habían hablado mucho sobre su vida personal ni social antes que se mudara a
Buenos Aires. No estaba segura de querer saberlo. Sin duda, había
causado gran revuelo cuando llegó a la ciudad. Los hombres ricos, guapos
y disponibles no abundan en estos días. Era extraño que todavía no lo
hubiera atrapado alguna mujer.
Cinco
minutos después, Victoria se había reanimado lo suficiente para volver a la
fiesta y buscar a su hombre. Marcos estuvo a su lado en pocos segundos,
notablemente irritado.
M:
Te estuve buscando por todas partes (dijo algo molesto).
Victoria
no pudo contener el comentario:
V:
Pensé que estabas muy bien acompañado.
M:
¿Por qué dejaste solo con esa aprendiz de golfa y me llevara así con ella?
(preguntó él entre dientes). ¿No pudiste darte cuenta de que yo buscaba
una excusa para eludirla? Cielos, mi amor, ¿acaso tenía que hacer señales
de humo?
V:
No (un camarero pasó cerca de ellos en ese momento y Victoria tomó otra copa de
champaña).
Con
igual rapidez, Marcos se la quitó de la mano.
M:
Ya has bebido suficiente.
Victoria
recuperó su copa. Podía no entender muy bien lo que pasaba con ella esa
noche, pero ciertamente no le gustaba la actitud de Marcos.
V:
Discúlpame, pero yo sé cuánto puedo beber.
El
ceño de Marcos se ensombreció.
M:
Me ha tomado los últimos veinte minutos librarme de las garras de esa tigresa.
Lo menos que podías haber hecho era quedarte cerca en vez de hacer tu
acto de desaparición.
V:
De ninguna manera (estar esos años con Antonio le había enseñado más de una
valiosa lección. Victoria estaba harta de escenas de celos y todo tipo de
juegos destructivos).
M:
¿Qué quieres decir?
V:
No soy una mujer celosa. Si decidieras irte a casa con Violeta, me daría
lo mismo. De hecho, podrías irte con ella en este momento si quisieras.
Yo tomaría un remis. No estoy dispuesta a hacer el papel de novia
celosa sólo porque otra mujer muestre interés en ti. Además, creo que ya
estás bastante crecidito para escapar de las garras de cualquier mujer sin mi
ayuda.
M:
¿Realmente quieres que me vaya con Violeta? ¿No te importaría? (la retó Marcos
en voz baja, ominosa).
Victoria
se alzó de hombros con falsa indiferencia.
V:
Eres libre de hacer lo que te venga en gana. En realidad, podrías estarme
haciendo un favor.
Victoria
nunca había visto a ningún hombre tan enfadado. Los ojos de Marcos
parecían escupir fuego. Tenía las mandíbulas apretadas y se erguía con
excesiva rigidez.
M:
Estoy comenzando a entender a Antonio (dijo él con tono glacial). ¿Nunca
se te ha ocurrido que Antonio buscaba otras mujeres en un desesperado afán por
saber si lo amabas realmente?
Las
palabras de Marcos la lastimaron más que un golpe físico, pero Victoria hizo un
esfuerzo para disfrazar el dolor que él le había infligido.
V:
No. Es curioso, pero nunca se me había ocurrido eso (respondió cuando
pudo hablar. Hizo una pausa y miró a su alrededor). Escoge la
mujer, entonces. Cualquiera, y la rasguñaré y tiraré de sus cabellos para
agrandar tu ego masculino.
M:
Victoria, ¡basta!
V:
¿Quieres decir que no deseas que me pelee con una rival?
Marcos
cerró los ojos como buscando paciencia.
M:
No.
Victoria
se llevó teatralmente la mano al pecho.
V:
Gracias a Dios. No sabría cómo explicar a Cristina el ojo morado.
Ya
iban a servir la cena y, tomando a Victoria por el codo, Marcos la condujo al
salón de banquetes.
M:
Lo siento, no debí decir eso sobre Antonio (le susurró él mientras entraban al
comedor). Comprendo que estés nerviosa, pero nadie se habrá dado
cuenta... excepto yo. Ya discutiremos este asunto de Violeta más tarde.
Victoria
asintió, tranquila, aceptando la disculpa. Comprendió que se había dejado
arrebatar por el miedo de descubrir que podía perder a Marcos. Para
acrecentar la nerviosidad de Victoria, descubrió que le habían asignado un
lugar en la, entre Marcos y John Becky. Procuró no delatar su
nerviosismo.
M:
No te preocupes (murmuró Marcos, acariciándole la mano cuando estuvieron
sentados). Todos los que te han conocido están impresionados.
El
comentario estaba destinado a darle ánimos; por desgracia, causó el efecto
contrario. ¿Qué había hecho o dicho para impresionar a alguien?
Cuando
terminó por fin la velada, Marcos parecía tan ansioso como ella por escapar.
Con un mínimo de protestas, se despidieron y salieron.
Una
vez en el auto, Marcos no habló. Pero cuando estacionó el coche frente a
la casa de ella, apagó el motor y dijo en tono apacible:
M:
Invítame a tomar una taza de café.
Victoria
estuvo a punto de decirle que le dolía la cabeza, pero de nada serviría
retardar lo inevitable, no podían postergar la conversación.
V:
Está bien (masculló).
La
casa estaba silenciosa y Sally, la cuidadora de las jovencitas, estaba dormida
en el sofá. Cuando despertó, Victoria le pagó y esperó en la entrada
mientras la adolescente cruzaba la calle hacia su casa. Haciendo acopio
de valor, se encaminó a la cocina. Marcos había puesto el agua y el café
molido en la cafetera eléctrica, y sacó dos tazas de la alacena.
M:
Está bien (dijo, volviéndose a confrontarla). Quiero saber qué pasa
contigo.
Victoria
se asombró de que Marcos hubiera adivinado que algo la perturbaba. Creía
haber ocultado muy bien su desazón.
V:
Creo que no me había percatado de lo importante que eres, (dijo, tratando de
encontrar su voz). Siempre te he visto como el padre de Nicole, el hombre
lo bastante loco para acceder a una fiesta en pijamas para su hija. El
hombre que llamó por teléfono disfrazando la voz para que Cristina no la
reconociera. Ese es el hombre que conozco, no el que esta noche pronunció
un discurso ante mucha gente importante diciendo que prometía a la ciudad
desarrollo y prosperidad. No el que puede decidir sobre la suerte de nuestra
ciudad.
Marcos
la miró con enfado.
M:
¿Y eso qué tiene que ver con nada?
V:
Tú juegas en las ligas mayores. Me sentí intimidada, yo no estoy
acostumbrada.
Marcos
hizo un gesto de extraña confusión.
M:
¡Estoy hablando de nuestra relación, no de béisbol!
Victoria
se acercó una silla y se sentó, suspirando.
V:
Debes comprender que salí de mi relación anterior con algunos rasguños que me
crearon miedos.
Marcos
comenzó a caminar de un lado a otro.
M:
¿Rasguños? ¿Acaso llamas a lo sucedido con Violeta un rasguño? Llámalo
una tontería. A esa mujer apenas la conozco y me importa un soberano
comino.
Victoria
se puso de pie y fue a servir el café. Entregó su taza a Marcos y,
sosteniendo la suya entre las dos manos, se apoyó contra el fregadero y dio un
sorbo tentativo.
M:
Bien, esa mujer a quien apenas conozco y que me importa un rábano se me acerca
con intenciones indecentes y te comportas como si no pudieras esperar a
mandarme al cuerno.
V:
Actuaste como si quisieras que yo fuera en tu rescate. De veras, Marcos,
ya estás grandecito. Pensé que podrías cuidarte solo.
M:
Parecías muy consternada de verme ir con ella.
V:
Eso no es cierto. Yo estaba muy a gusto (Victoria supo que se estaban
desviando del asunto importante).
M:
¿Y por eso fuiste a esconderte?
V: Si
estás buscando alguien que haga una rabieta de celos cada vez que otra mujer te
guiñe el ojo, más vale que busques en otra parte.
Marcos
volvió a recorrer la cocina como tigre enjaulado.
M:
Explícame lo que quisiste decir con eso de que no saliste de tu relación
anterior sin algunos rasguños.
V:
Es muy sencillo. Antonio solía divertirse presentándome a sus
"amiguitas". Todo mundo en las reuniones sabía lo que él estaba
haciendo, excepto la ingenua de mí. Pero cuando la venda cayó de mis
ojos, quedé asombrada de mi propia estupidez. Pero cuando me di cuenta de
sus jueguitos, fue mucho peor. Cada vez que me presentaba a alguna mujer,
me llenaba de suspicacia. ¿Tenía alguna aventura con ella o no? Lo
único que me quedaba era mantener la cabeza alta y sonreír (la voz de Victoria
se tornaba más tensa a cada palabra y restalló al concluir).
Marcos
caminó hacia ella y extendió las manos como para confortarla.
M:
Victoria, escucha...
V:
No (ella dejó su taza a un lado y cruzó los brazos al pecho). Me sentí
honrada de que me pidieras asistir contigo a esa importante fiesta. Creo
que ambos aprendimos algo valioso de la experiencia. Al menos yo aprendí
algo.
M:
Victoria.
V:
No (lo volvió a interrumpir). Déjame terminar, por favor. Aunque es
difícil decir esto, es necesario decirlo. No somos el uno para el otro.
Estábamos tan entusiasmados con todo lo que tenemos en común, lo buenas
amigas que son nuestras hijas y lo maravilloso que es... estar juntos, (hizo
una pausa, aspiró a fondo y continuó). Conocerte ha sido muy agradable,
pero nada más allá de eso va a resultar bien.
M:
Lo único que me entusiasmó eres tú, Victoria, nuestras hijas nada tienen que
ver con lo que siento por ti, me enamoré de ti.
V:
Me da gusto que digas eso, pero perdimos de vista el hecho de que ninguno de
los dos queria comprometerse en algo serio. Esa nunca fue nuestra
intención. Algo sucedió y no estoy segura de cuándo o por qué, pero de
repente todo se volvió más intenso entre nosotros. Debemos poner un alto
antes de terminar lastimándonos.
Marcos
pareció reflexionar sobre esto.
M:
Tienes tanto miedo de dar a otro hombre el poder de hacerte daño que no puedes
ver más allá, ¿verdad? Ya te dije esto antes, pero parece que no penetró en tu
linda cabecita. Nunca haré las cosas que Antonio te hizo. Somos dos
hombres completamente diferentes y es hora de que te des cuenta de ello.
V:
Lo que dices puede ser verdad, Marcos, pero no veo qué puede cambiar eso.
Porque yo no tengo intención de comprometerme en otra relación amorosa.
Patinar como pareja no me parece estar comprometidos (replicó ella en un vano
intento por tomar las cosas en broma).
Marcos
fue el primero en romper el pesado silencio que siguió.
M:
Es obvio que necesitas pensar bien las cosas (dijo con voz cansada). Y yo
también, por cierto. Cuando hayas entrado en razón, llámame por teléfono.
Capítulo 17
Varios
días después en Casa de Victoria…
C:
Hola, mami (saludó Cristina, dejándose caer en el sofá al lado de su madre).
Espero que te des cuenta de que estoy muerta de aburrimiento (añadió, con
un profundo suspiro).
Victoria
estaba ocupada limpiando y no se detuvo a responder hasta que finalmente le
pregunta:
V:
¿Por qué no haces tus deberes escolares?
C:
Qué simpática eres, mami. Estamos en vacaciones de verano... no tengo
deberes escolares.
V:
Es cierto. Entonces llama a Nicole. Estoy segura de que ella te
ayudará a salir de tu aburrimiento (y podría dar a Cristina alguna información
sobre Marcos, pensó).
Marcos
había salido con paso firme de la casa aquella noche y, aunque Victoria pensó
que se le rompería el corazón lo dejó ir. Desde entonces, había pensado
las cosas. Se moría por saber algo de Marcos. Cualquier cosa.
Pero no sabía nada de él desde la noche de la fiesta, y cada día que
pasaba le parecía una eternidad.
C:
No tengo deseos de llamar a Nicole.
V:
Podría sugerirte que limpies tu cuarto.
C:
Eres muy graciosa, mamá. Muy graciosa.
V:
Caramba, soy simpática y graciosa en una sola noche. Qué suerte he
tenido.
Sin
replicar nada, Cristina tomó una revista y la hojeó distraídamente, sin
encontrar una sola ilustración del artículo que llamara su atención. Dejó
a un lado la revista y tomó la otra. Cuando terminó de hojear las cuatro
revistas que estaban en la mesita para el café, Victoria estaba perdiendo la
paciencia.
V:
Llama a Nicole.
C:
No puedo.
V:
¿Por qué no?
C:
Porque no puedo.
Eso
no tuvo sentido para Victoria. Y el sugerir que Cristina llamara a Nicole
era otra señal de que quería solucionar la desavenencia con Marcos. Hacía
dias que no sabía nada de él. Diez interminables días y con cada uno que
pasaba lo extrañaba más. Había dudado en llamarlo, presa de la
indecisión, en lucha interna con su orgullo. Lo que ella le había dicho
aquella noche era cierto. Pero había reaccionado con exageración en la
fiesta y ahora se sentía avergonzada y culpable. Cuando se fue de la
casa, Marcos le sugirió que lo llamara cuando entrara en razón. Bien, a
la siguiente mañana ya estaba dispuesta a reconocer su culpa. Y su
necesidad. Pero el orgullo la retuvo. Y con cada día que pasaba, le
resultaba más difícil tragarse su orgullo.
C:
Sabes que no puedo llamar a Nicole (se quejó Cristina).
V:
¿Por qué no? ¿Volvieron a disgustarse? (preguntó Victoria sin mirar a su hija).
Su mente estaba ocupada y divagaba en su relación con Marcos.
C:
Ya nunca peleamos o discutimos. Pero Nicole está en Mar de Plata.
Victoria
alzó la mirada.
V:
¿Sí? ¿Y qué hace allá?
C:
Creo que fue a visitar a su abuela.
V:
¿Su abuela?
C:
Si fue por una semana a visitarla ya que hacía varios meses que no la veía.
V:
No, no lo sabía.
C:
Sí lo sabías. Te dije que Nicole se iba el domingo pasado. ¿Recuerdas?
Vagamente,
Victoria recordó la conversación; ella había estado pelando patatas en la
cocina. Pero durante la semana anterior, cada vez que su hija mencionaba
a Nicole o Marcos, hacía un esfuerzo para no escuchar lo que decía. Ahora
estaba hambrienta de información.
Su
hija se irguió en su asiento y miró a su madre.
C:
¿No te dijo el señor Guerrero que Nicole se iría?
V:
Pues... no.
Cristina
suspiró y se reclinó en el sofá.
C:
Hace mucho que no lo ves, ¿verdad?
V:
Pues... no.
Cristina
tomó la mano de su madre y la palmeó con suavidad.
C:
¿Discutieron?
V:
No exactamente.
La
mano de Cristina continuó su acción apaciguadora.
C:
Está bien, cuéntamelo todo. No te guardes nada; necesitas decirlo todo.
Desnuda tu alma.
V:
¡Cristina!
C:
Mami, lo necesitas. Expresar tu enfado y tu frustración te ayudará.
Tienes que desahogar tus inquietudes. Deja aflorar tu
subconsciente.
V:
¿Desahogar mis inquietudes? ¿Aflorar el subconsciente? ¿De dónde has sacado tú
ese lenguaje?
Cristina
parpadeó y ladeó la cabeza.
C:
Una amiga me prestó un libro de psicología aplicada.
V:
Ah! Entiendo (murmuró Victoria y alzó los ojos al techo).
C:
¿Estás segura de que no me lo quieres contar todo?
V:
No, no te contaré nada.
Cristina
soltó un suspiro y se alzó de hombros.
C:
Eso supuse. Cuando se trata del papá de Nicole no quieres decir nada.
Es como un oscuro secreto que quieres ocultar de Nicole y de mí.
Bien, no importa, estamos haciendo lo mejor por entenderlos.
Ustedes no quieren que nos hagamos ilusiones. Puedo entenderlo,
aunque me parece muy injusto (la niña se puso de pie y miró a su madre con
evidente anhelo, luego se palmeó los costados con las manos). Estoy
contenta con seguir viviendo como vivimos... aunque sería muy lindo tener un
hermanito, un bebé al cual cambiarle los pañales. Y tú sabes que siempre
he querido tener un hermanito.
V:
Cristina...
C:
No, mami (Cristina alzó una mano como para detener un tren en marcha). De
veras, comprendo. Tú y yo nos llevamos bien así solas y creo que no
habría necesidad de complicar las cosas con Nicole y su papá. Eso podría
causar verdaderos problemas. Por primera vez Cristina estaba hablando con
sensatez.
C:
Aunque sería muy agradable sentirme parte de una verdadera familia.
V:
Cristina, ya es suficiente (exclamó Victoria, sacudiendo la cabeza. Su
hija estaba provocándole tanta culpabilidad que ella comenzaba a escuchar
violines de fondo). Tú y yo formamos una verdadera familia.
C:
Sí, mami, pero podría ser mucho mejor (Cristina volvió a sentarse al lado de su
madre y cruzó las piernas).
Obviamente
sus razonamientos habían sido preparados con bastante anticipación y, sin
detenerse a respirar entre una frase y otra, procedió a enumerar las ventajas
de unir las dos familias.
V:
Cristina...
Una
vez más su hija la detuvo con una mano extendida cuando Victoria inició su
enumeración de las posibles desventajas. Victoria poco pudo hacer para
contener el bien planeado discurso de su hija. Con paciencia esperó a que
Cristina concluyera.
V:
No quiero volver a hablar de Marcos (dijo con firmeza). Ni una sola
palabra. ¿Entendido?
Cristina
miró a su madre con ojos tristes.
C:
Está bien, si eso es lo que realmente quieres.
V:
Lo es, Cristina. No quiero que vuelvas a mencionar el nombre de Marcos.
Prohibir
el nombre de Marcos de los labios de su hija y prohibirlo de su propia mente
eran dos cosas diferentes, decidió Victoria una hora después. Le tomó
otra hora hacer acopio de valor para llamar por teléfono a Marcos. Él
contestó al segundo timbrazo.
V:
Hola, Marcos... habla Victoria (incluso eso era casi más de lo que ella podía
decir).
M:
Victoria (la forma como él dijo su nombre reveló su placer al escucharla).
Ella
agradeció para sí que él no mencionara de inmediato la fiesta y la discusión
subsecuente.
V:
¿Cómo has estado?
M:
Bien. ¿Y tú?
V:
Bien (contestó ella con cierta timidez. Se apoyó contra la pared,
cruzando y descruzando los tobillos). Escucha, la razón por la que llamé
es porque Cristina me dijo que Nicole estaba con su abuela y pensé que estabas
un bajoneado por la ausencia de tu hija y una charla entre padres solteros te
vendría bien.
M:
Lo que necesito en realidad es volver a verte (le dice Marcos directamente).
Cielos, mi amor, como que te llevó bastante tiempo para decidir llamarme.
Pensé que me harías esperar por siempre. Diez días es como mucho
tiempo, Victoria. ¡Diez largos días!
V:
Marcos...
M:
¿Podemos vernos en alguna parte?
V:
No estoy segura (la mente de Victoria buscó una docena de excusas, pero no pudo
negar lo solitaria y desdichada que se había sentido, cuanto necesitaba
sentirse rodeada por los brazos de él). Tendría que buscar quién cuidara
a Cristina y eso podría ser difícil a esta hora.
M:
Entonces yo iré a tu casa.
V:
Está bien (murmuró ella).
Hubo
un breve silencio. Cuando Marcos volvió a hablar, su voz estaba
enronquecida de emoción.
M:
Me alegra que hayas hablado, Victoria.
V:
Yo también me alegro (repuso ella con voz trémula y nerviosa).
M:
Estaré allá dentro de media hora.
V:
Tendré café listo.
Cuando
Victoria colgó el receptor, la mano le temblaba y era como si tuviera otra vez
veintiún años. El corazón le palpitaba con violencia sólo por haber
escuchado la voz de Marcos, y la cabeza le daba vueltas al pensar que dentro de
poco lo vería. Qué equivocada había estado al creer que si lo alejaba de
su vista y su mente también lo alejaría de su corazón. Qué tonta había
sido al negar sus propios sentimientos y emociones. Lo amaba, mucho, y
eso es lo único que le debía importar.
Apenas
tuvo tiempo de darse unos toques de maquillaje y pasarse un cepillo por el
pelo. Cristina había estado en su cuarto durante la pasada hora sin hacer
ningún ruido; Victoria esperaba que estuviese dormida.
Apenas
acababa de poner agua en la cafetera cuando sonó el timbre de la puerta.
La
puerta del dormitorio se abrió de par en par y Cristina apareció en pijama,
completamente despierta.
C:
Yo abro (gritó).
Victoria
quiso detenerla, pero fue demasiado tarde. Con un suspiro resignado,
permaneció en segundo plano y esperó a que su hija recibiera a Marcos.
Cristina
se volvió a mirar a su madre, mostrando una sonrisa tan ancha como el río
Mississippi.
C:
Es ese hombre cuyo nombre se supone no debo pronunciar.
V:
Sí, lo sé.
C:
¿Lo sabes?
Victoria
asintió.
C:
Bien. Resuelve las cosas con él, mami. Alíviate de toda esa presión
interna. Líbrate de la turbulencia antes que te coma viva.
Victoria
dirigió una lánguida sonrisa al recién llegado, luego volvió su atención a
Cristina.
V:
Por lo visto también has estado leyendo novelas románticas. Bien,
jovencita, ¿no es hora de que te vayas a acostar?
C:
No.
V:
Sí, es hora, señorita (Victoria entrecerró los ojos).
C:
Pero, mami, estamos en vacaciones de verano, así que puedo dormir hasta tarde
mañana... ah, ya entiendo, quieres que me desaparezca.
V:
Podrías leer en tu cuarto o escuchar música con tus audífonos.
Cristina
ofreció a su madre otra sonrisa luminosa.
C:
Buenas noches, mami. Buenas... papá de Nicole.
M &
V: Buenas noches (dijeron al unísono).
Capítulo 18
Cristina
salió de la sala balanceando los brazos y dando pequeños saltos. Marcos
esperó hasta que oyó cerrarse la puerta de la habitación, luego cruzó la sala
en dirección a Victoria. Se detuvo de repente, frunciendo el entrecejo.
M:
¿Se supone que Cristina no puede mencionar mi nombre?
Victoria
se medio encogió de hombros, mirándolo a los ojos. Marcos estaba más
guapo que nunca y su sonrisa la derretía. Sus ojos parecían acariciarla
con una ternura y un ansia dolorosa que provocó en ella extraños cosquilleos en
todo su cuerpo.
V:
Me alegra verte (murmuró Victoria con voz insegura). Dio unos pasos hacia
él.
Cuando
Marcos extendió los brazos hacia ella, un profundo suspiro brotó de sus labios
y la tensión desapareció de sus facciones.
M:
Caramba, Victoria, me tuviste en suspenso durante diez días (la abrazó con
fuerza, con la intensión de transmitirle toda la necesidad que tenía de ella).
Victoria
se empapó de su calor y, cuando los labios masculinos encontraron los de ella,
se rindió con un suave suspiro de dicha. Estar en brazos de Marcos era
como regresar a casa después de un largo viaje y descubrir lo bien que se
sentía y darse cuenta cuanto lo extrañaba. Era como caminar bajo el sol
después de una mala tormenta, como tomar en la mano la primera rosa del verano.
Una
y otra vez la boca de Marcos buscó la de ella en una serie de apasionados
besos. El sonido de una puerta al abrirse hizo que Victoria se apartara
con presteza.
V:
Es Cristina (murmuró).
M:
Lo sé, pero no me importa (Marcos la mantuvo ceñida por otro rato). Está
bien (susurró), tenemos que arreglar algunas cuestiones. Hablemos.
Victoria
lo condujo a la cocina, donde podrían tener algo de intimidad.
Automáticamente tomó dos tazas y las llenó con café. Se sentaron a
la mesa, uno enfrente del otro, pero aun así parecía demasiado lejos.
Una
vez más, Victoria bajó la cabeza a su humeante café.
M:
Sabes, deseaba que hubieras llamado algunos días antes. Por lo que a mí
respecta, te tardaste nueve días de más en entrar en razón.
V:
Yo...
M:
Lo sé, lo sé (dijo Marcos antes que ella pudiera enumerar sus excusas).
Está bien, hablemos.
Victoria
logró sonreír.
V:
¿Por dónde comenzamos?
M:
¿Qué tal sobre lo que sucedió la noche de la fiesta?
De inmediato
el estómago de Victoria se contrajo.
V:
Sí, bien, supongo que debo ser honesta y confesarte lo intimidada que estaba
por tu importancia. No estoy acostumbrada a verte como presidente de una
gran empresa. Y después, cuando te fuiste con Violeta, comenzaron a
sangrar otra vez esas viejas heridas de mi relación con Antonio.
M:
Supongo que hice todo lo que no debía. Quizás debí insistir en que fueras
conmigo cuando Violeta me arrastró con ella, pero...
V:
No, eso tampoco habría servido de nada.
M: Debí
imaginar cómo te sentirías, después de haber estado con Antonio.
V:
No tenías por qué saberlo (ahora venía la parte difícil). Marcos
(comenzó, y se consternó al percatarse de lo débil y trémula que se oía su
voz). Estaba tan consumida por los celos que casi enloquecí cuando
Violeta te tomó de tu brazo. Me asustó tener que lidiar otra vez con esa
espantosa emoción. Sé que actué como una tonta al esconderme y quiero que
me disculpes por ello.
M:
Victoria, no es necesario....
Ella
sacudió la cabeza.
V:
No quiero que parezca una excusa, pero tienes que comprender qué me impulsó a
comportarme así. Yo creía haber superado eso y pensé que nunca volvería a
comportarme como una tonta celosa. Me había prometido que nunca llegaría
a permitir que un hombre me hiciera sentir eso (a su manera Victoria estaba
tratando de decirle lo mucho que lo amaba, pero las palabras no parecían ser
las correctas).
Marcos
frunció el entrecejo.
M:
¿Celosa? ¿Estabas celosa? Caramba, Victoria, quién lo hubiera creído. Más
bien me dio la impresión de que te alegrabas de que Violeta me alejara de ti.
La
tensión en la garganta de Victoria le dificultó hablar.
V:
Ya te expliqué por qué lo hice.
M:
Lo sé. La forma como yo me comporté cuando te encontré con tu ex pareja
fue otro tipo de reacción celosa... la del toro furioso. Creo que ahora
comprendo tu clase de reacción. Creo que tu reacción es más civilizada
que la mía, por lo menos (esbozó una sonrisa apesarada y el silencio se hizo
entre ambos). ¿Podría significar eso que abrigas por mí algún sentimiento
poderoso?
Una
sonrisa tembló en las comisuras de la boca femenina.
V:
Eres el único hombre por el que me he atiborrado de galletas por la
decepción. Te Amo.
La
risa en los ojos de Marcos aparece lentamente en su rostro.
M:
Creo que podríamos estar cerca de comenzar algo muy importante, mi amor. ¿Tú
qué crees?
V:
Creo que... tienes totalmente la razón.
M:
Bien (Marcos parecía muy complacido con el rumbo que tomaban las cosas).
Eso es precisamente lo que quería escuchar. Entonces vamos.
Victoria
pensó, o más bien deseó, que él se inclinaría y la besaría.
V:
¿Adónde vamos? (repitió Victoria, sintiéndose de repente muy inquieta).
¿Por qué tenemos que ir a alguna parte?
Marcos
pareció asombrado.
M:
Victoria, por amor de Dios cuando un hombre y una mujer sienten lo que tú y yo
sentimos uno por el otro, por lo regular hacen planes.
V:
¿Qué quieres decir con "lo que sentimos uno por el otro"?
Marcos
frunció aún más el entrecejo.
M:
Me acabas de confesar que me amas, y yo te lo repito una vez más, te aaamoooo.
Pero,
en lugar de contestarle a Marcos, vio que se le nublaba la vista, perdiendo el
conocimiento. Marcos al percatarse de la situación reacciona a tiempo y
para agarrar justo a tiempo a Victoria antes de llegar al piso para luego
recostarla sobre el sillón de la sala.
M:
Victoria, mi amor (la llama desesperado. Victoria no responde).
Aunque
Marcos estaba desesperado por la salud de su amor, no quiso llamar a Cristina
para no preocuparla, entonces se dirige al botiquín del baño busca el
alcohol. Marco le aplica un poco para que Victoria respire y
reaccione. Victoria comienza a reaccionar.
M:
Mi amor, ¿Cómo estás?, ¿Te encuentras bien?
V:
Marcos, que pasó (pregunta desconcertada).
M:
Perdiste el conocimiento y te desmayaste.
V: Y
Cristina, se dio cuenta.
M:
No, por suerte no se percató de tu desmayo, porque te aseguro que ella
estuviera en este momento al lado tuyo.
V:
Gracias, Marcos
M:
No tienes por qué darme las gracias, eres el amor de mi vida y siempre voy a
estar al lado tuyo en las buenas y en las malas. Victoria vamos a ver un
médico, ese mareo no es normal.
V:
Pienso que estado bajo stress últimamente.
M:
Victoria, me quieres decir que yo soy el culpable de tu mareo.
V:
Mi amor, no. Simplemente estoy bajo momentos de presión con la
fábrica, con la expansión de ella, por nosotros…
M:
entonces yo soy una presión para ti.
V:
Mi amor, no quise decir eso…
Marcos
no la dejo terminar y se fue de la casa de Victoria porque no quería que la
discusión fuera la causante de problemas mayores, la amaba y quería darle el
espacio. De algo él estaba seguro, del amor que sentía el uno por el
otro.
Capítulo 19
Esa
misma madrugada…
C:
¡Mami, mami, ven pronto!
El
apacible sueño de Victoria fue interrumpido por los gritos alarmados de Cristina.
Se dio vuelta en la cama y vio el reloj que estaba en la mesa de
cabecera. Las cinco de la mañana.
V:
¿Cristina? (se incorporó en la cama).
C:
¡Mami!
La
palabra denotaba tal pavor que el corazón de Victoria dio un vuelco. Apartó las
mantas con presteza y corrió descalza hacia el pasillo. Casi de
inmediato, sus pies se encontraron con agua fría.
C:
Algo está descompuesto (gritó Cristina, saltando con nerviosidad). El
agua no deja de salir.
Por
la forma como brotaba el agua parecía como si se hubiera desbordado una presa.
V:
Ve por unas toallas (instruyó Victoria, señalando hacia el gabinete de la ropa
blanca en el pasillo. El borde de su pijama estaba mojado ya.
Corrió hacia el cuarto de baño, apartando a su hija, que seguía brincando
como un canguro enloquecido).
Una
investigación más atenta reveló que el agua salía del gabinete bajo el
lavamanos.
C;
¡Mami, mami, toma! (saltando a su alrededor, Cristina le lanzó un bulto de
toallas que se separaron en el aire y cayeron por todas partes).
V:
¡Cristina! (gritó su madre).
Acuclillándose
frente al lavamanos. Abrió el gabinete y de inmediato brotó una pared de
burbujas. La fuerza del agua que fluía había volcado un recipiente de
jabón de burbujas. ¡Estuviste en el baño de burbujas!
C:
Pues... ¿cómo lo supiste?
V:
El frasco no tiene la tapa y ahora todo el contenido se regó.
C:
Sólo usé un poquito.
Tres
barras de jabón perfumado, todavía en sus envolturas, flotaron entre los pies
de Victoria.
C:
Lamento lo del baño de burbujas (dijo Cristina). Supuse que te enfadarías
si lo descubrías, pero una niña necesita saber lo que se siente darse un lujo
de vez en cuando, ¿sabes?.
V:
Está bien, no podemos preocuparnos por eso.
Victoria
agitaba las manos tratando de apartar las burbujas para apreciar el daño.
Pronto descubrió que un tubo se había roto. Con la cabeza apoyada
contra el borde del vertedero, buscó dentro del gabinete la llave para cortar
el suministro de agua. Cuando la encontró, la cerró hasta que el agua se
redujo a un simple chorro.
V:
¡Cristina! (gritó Victoria, mirando por encima de su hombro. Por
supuesto, cuando la necesitaba más, su hija desaparecía). ¡Trae más
toallas! ¡Pronto, nena!
Dos
minutos después su hija apareció con los brazos llenos con cada toalla y lienzo
de limpieza de la casa.
C:
¡Uf! (murmuró la niña haciendo una mueca de disgusto). ¡Que porquería!
V:
¿Entró algo de agua a la sala?
Cristina
asintió.
C:
Pero sólo hasta la puerta de enfrente.
V:
Vaya (masculló Victoria). Ahora tendría que contratar a alguien para
secar la alfombra.
De
rodillas y apoyada en una mano Victoria secó lo más que pudo, con el pijama ya
empapado.
C:
Necesitarás ayuda (anunció su hija).
V:
Cámbiate primero de ropa, no vayas a pescar un resfriado.
C:
¿Y tú?
V:
Iré a ponerme ropa seca en cuanto termine de limpiar esto.
C:
Mami...
V:
Mi amor, haz lo que te digo. No estoy de humor para discutir.
El
pijama de Victoria estaba empapado, las burbujas se reventaban a su alrededor y
sobre su cabeza. Estornudó con fuerza y buscó un pañuelo de papel que se
deshizo en sus manos mojadas.
M:
Toma, usa esto.
La
voz masculina que oyó detrás de ella sorprendió tanto a Victoria que cuando se
volvió, resbaló y cayó sentada en un charco de agua helada.
V:
¡Marcos! (exclamó, poniéndose de pie con dificultad). ¿Qué haces aquí?
Estupefacta,
Victoria miraba a Marcos, boquiabierta y con los ojos redondos.
M:
Cristina me llamó por teléfono, muy agitada.
V:
¿Cristina?
M:
Sí, la misma. Me sugirió que viniera pronto en tu ayuda, diciendo que
algo drástico había sucedido (Marcos dio un paso hacia ella y con ternura le
apartó un mechón de la frente). ¿Qué pasó?
V:
Se rompió un tubo debajo del fregadero. Creo que ya lo tengo bajo control
(el pijama le colgaba sobre los tobillos, chorreando agua en sus pies. El
cabello le caía en rizos húmedos alrededor de la cara y Victoria nunca se había
sentido más cerca de las lágrimas antes). Cristina no debió telefonearte
(dijo, cuando encontró su voz).
M:
Me alegro de que lo haya hecho. Me complace saber que puedo ser útil de
vez en cuando (sin importarle que estuviera empapada, la estrechó en sus
brazos, apretando la mojada cabeza contra su pecho).
Victoria
se estremeció. Sentía a Marcos tan cálido y lleno de vida, tan preocupado
y amoroso. Ella le había dicho que era una mujer fuerte e independiente,
y por lo regular lo era, pero cuando se trataba de tuberías rotas y cosas así,
se derrumbaba.
M:
Éstas empapada hasta la medula (le murmuró Marcos al oído).
V:
Lo sé.
M:
Ve a cambiarte. Yo me encargaré de esto.
Entonces
brotaron las lágrimas, lágrimas tontas que surgían de algún lugar profundo
dentro de ella y se negaban a contenerse.
V:
No puedo secarme (dijo entre sollozos, enjugándose con mano furiosa las
mejillas). Ya no hay una sola toalla seca en toda la casa.
Marcos
se quitó la chaqueta de cuero y se la puso sobre los hombros.
M:
Mi amor, no llores. Por favor. Todo va a estar bien. Sólo se
trata de un tubo roto y lo puedo arreglar antes del mediodía.... quizás antes.
Ya no llores.
V:
No puedo evitarlo (farfulló Victoria).
Se
llevó una mano a la boca y posó la frente en el firme pecho masculino
V:
Son las cinco de la mañana, mi costoso baño de burbujas Giorgio está arruinado
y estoy tan enamorada, te necesito tanto que no puedo pensar con claridad.
Marcos
la tomó por los hombros y la apartó para mirarla a los ojos.
M:
¿Qué dijiste?
Victoria
bajó la mirada, un poco abochornada.
V:
Que se arruinó mi baño de burbujas (balbuceó).
M:
Eso no. Quiero oír la otra parte.
Victoria
lanzó un suspiro.
V:
¿Qué otra parte?
M:
Lo de que estás tan enamorada, que me necesitas que no puedes pensar claro.
¡Cielos, mi amor, hace apenas unas ocho horas estaba yo aquí con el
corazón en la mano, trémulo y emocionado como un adolescente, y tú tomaste las
cosas con tanta naturalidad como si estuviéramos hablando de las cotizaciones
del mercado! Y ahora...
V:
Fuiste tú quien tomó todo con frialdad, como si lo sucedido entre nosotros no
te importara (ella se pasó el dorso de la mano debajo de la nariz y estornudó
con fuerza). Luego hiciste parecer todo como una conclusión premeditada
y...
M:
Estaba nervioso. Ahora, ¿hacemos otro intento? Quiero casarme
contigo, Victoria Fernández. Quiero que compartas mi vida, que tengas a
nuestros bebés. Quiero amarte hasta que los dos estemos viejitos.
¡Incluso he abrigado fantasías de los dos viajando para visitar a
nuestros nietos?
V:
¿Nuestros nietos? (Victoria alzó los ojos con timidez, incapaz de creer lo que
estaba escuchando).
M:
Claro que preferiría tomar esto paso a paso. Lo primero que quiero que
hagamos es casarnos. No pude haberlo hecho más evidente hace unas horas.
V:
Pero...
M:
Un momento, déjame continuar antes que nos metamos otra vez en complicaciones.
Lo primero es lo primero. ¿Quieren casarse Cristina y tú con Nicole
y conmigo?
C:
Creo que deberíamos hacerlo (dijo la emocionada adolescente desde el pasillo,
complacida por cómo se estaban encaminando las cosas). Quiero decir, para
Nicole y para mí ha sido obvio desde hace mucho que ustedes hacen la pareja
perfecta (Cristina suspiró y se apoyó contra la pared, cruzando los brazos al
pecho en una actitud de persona adulta). Sólo hay una falla en el plan.
V:
¿Una falla? (preguntó Victoria).
C:
"Sipi" (dijo Cristina). Nicole va a estar muy molesta por
haberse perdido esto.
Marcos
frunció el entrecejo y luego soltó la risa.
M:
Vaya, vaya. Creo que Cristina tiene razón. Tendré que hacer una
segunda proposición.
Victoria
se incorporó y puso las manos en jarras.
V:
Escuchen ustedes dos, nunca he dicho que me casaría con nadie... todavía.
C:
Por supuesto que vamos a casarnos con el señor Guerrero, mami (intervino
Cristina con firmeza). De veras, mami, no es el momento para hacerse la
difícil.
V:
¿Qué? (estupefacta, Victoria miró a su hija. Luego desvió la mirada hacia
Marcos y hacia su hija otra vez).
M:
Cristina tiene toda la razón, ¿sabes? (dijo Marcos).
V:
No puedo creer que estoy oyendo esto (Victoria estaba parada sobre un mar de
toallas mojadas, mientras su hija y el hombre a quien amaba debatían su destino
como si ella poco o nada tuviera que ver en ello).
M:
Tenemos que pensar en alguna manera de incluir a Nicole (comentó Marcos con
aire reflexivo).
V:
Me iré a cambiar de ropa (murmuró Victoria, ansiosa por escapar).
M:
Buena idea (replicó Marcos, sin mirarla).
Victoria
fue a su cuarto y cerró con fuerza la puerta. Se quitó el pijama y,
temblando, buscó un suéter de lana y unos jeans.
Marcos
y Cristina estaban todavía en el umbral del cuarto debatiendo detalles, cuando
Victoria reapareció. Ella pasó frente a ellos con suavidad y se encaminó
a la cocina, donde preparó café. Luego levantó las toallas tiradas, las llevó
al patio trasero, las metió en la lavadora y encendió la máquina. Cuando
regresó a la cocina, Marcos ya estaba allí.
M:
¡Oh! Problemas (comentó él al observar sus furiosos movimientos). Bien,
dime qué te molesta.
V:
No me gusta la forma en que tú y mi hija están planeando mi vida (dijo ella sin
anestesia). Realmente, Marcos, ni siquiera he aceptado tu proposición de
matrimonio y ya tú y Cristina tienen previstos los próximos diez años.
Marcos
hundió las manos en los bolsillos de su pantalón.
M:
No es para enfadarse tanto.
V:
Quizá no, pero de cualquier manera es irritante. Desde ahora te advierto
que no te dejaré hacer una segunda proposición sólo para que Nicole la
presencie. Para serte sincera, no me entusiasma mucho el que Cristina
haya participado en esta. Se supone que una proposición matrimonial es un
asunto privado. Una cosa romántica, con flores y música, no enfrente de
una tubería rota con burbujas de baño alrededor y con mi hija como público.
M:
Está bien, ¿qué sugieres?
V:
No sé, usa tu imaginación.
M:
Si quieres romance, Victoria, me parece bien. Te lo daré con todo gusto.
V:
La mayoría de las mujeres nos gusta el romance.
Marcos
caminó hacia ella y la tomó en sus brazos, y hasta ese momento Victoria no tuvo
idea de cuánto deseaba el romance, en realidad, lo quería todo.
Todo
en Marcos Guerrero la fascinaba. Alzó una mano para rozarle con
delicadeza la orgullosa línea de la mandíbula. Realmente amaba a este
hombre. Sus ojos, de un negro azabache intenso, se encontraron con los de
ella y un exquisito escalofrío la recorrió. El la agarró por la cintura y
luego la alzó del suelo hasta que sus ojos estuvieron al mismo nivel.
Victoria
emitió un leve jadeo de sorpresa. Sonriendo, le rodeó el cuello con los
brazos.
Marcos
la besó entonces, con una pasión que la dejó lánguida y temblorosa.
M:
¿Qué tal estuvo eso? (preguntó él con voz enronquecida).
V:
Vas bien, Muuuy bien. Sabes me fascinan tus besos.
M:
Eso supuse, y a mí los besos tuyos me encantan (una vez más, la boca de él hizo
contacto con los labios de ellas. Victoria quedó azorada y excitada ante
la intensidad de la caricia de los besos de Marcos. Marcos, por su parte,
la besaba una y otra vez, hasta que ella pensó que si la soltaba, caería al
suelo porque sus pies no la aguantarían
M:
Victoria...Te amor, quiero que seas la mujer de mi vida, aceptarías unir tu
vida junto a la mía y a la de nuestras hijas.
Ella
plantó una serie de besos en todo el rostro de su amado, sintiendo que el
corazón le explotaría en el pecho. Marcos le había despertado su parte
sensual, enterrada todos esos años desde su separación, y ahora volvía a la
vida y ella sentía hambre de amor por este hombre que cada día estaba más
dentro en su corazón.
V:
Sí (susurró contra la boca de él). Sí, sí, sí.
M:
Sí, ¿qué? (Victoria hizo una pausa y sonrió con ternura).
V:
Sí, me casaré contigo.
M:
Ahora mismo. ¿De acuerdo?
V:
En este minuto.
M:
Podemos volar a alguna parte... encontrar una iglesia...
V:
Oh, Marcos... te necesito tanto!
M:
Victoria, no podemos (las palabras de Marcos brotaron en un gruñido proveniente
de lo más profundo de su ser).
Ella
lo oyó, pero no pareció importarle. Lo besó y él le devolvió el beso.
El beso continuó mientras él la hacía descender al suelo, sus cuerpos
íntimamente ceñidos.
De
repente Victoria comprendió lo que él había querido decir.
V:
No debemos. Cristina...
Marcos
la acalló con otro beso; luego dijo:
M:
Lo sé, mi amor. Este no es el lugar ni el momento, pero de veras que me
gustaría...
Victoria
se incorporó y se apartó. Con voz trémula, dijo:
V:
A mí también... y, además, creo que deberíamos esperar un poco para casarnos.
Al menos hasta que llegue Nicole.
V:
Estoy completamente de acuerdo, ¿Cuándo regresará?
M:
La próxima semana.
Victoria
asintió y cerró los ojos. Le parecía una eternidad.
M:
¿Y qué hay de tu trabajo? (quiso saber Marcos).
V:
No quiero dejar de trabajar aunque cuando decidamos tener un bebé, es muy
probable que trabaje menos. Pero primero quiero disfrutar de nuestra vida
como familia.
Marcos
la volvió a besar.
M:
Si te hace feliz, continúa en el trabajo en la empresa todo el tiempo que
quieras, yo te apoyaré por siempre.
En
ese momento, no obstante, en todo lo que Victoria podía pensar era en bebés,
vacaciones familiares y galletas horneadas en casa.
Capítulo 20
Al
próximo día, sábado…
Elena
había invitado a Victoria, Marcos y a Cristina a comer un asado que prepararían
Pepe y Emilio en la Mansión. Ellos aceptaron felizmente, ya Victoria no
tenía dudas solo le importaba su felicidad al lado de Marcos y sus hijas.
Ellos le contaron a la familia sus planes de matrimonio, de como y cuando se
querían casar.
Elena
se encontraba feliz porque al fin su hija mayor había encontrado al amor de su
vida. Ella veía como ambos estaban felices y se complementaban como una
gran familia junto a sus hijas Cristina y Nicole (aunque estaba ausente
físicamente, Brenda y Cristina pudieron comunicarse vía Skype).
Elena
y los demás gozaban de los comentarios de Cristina contándole sus estrategias
junto con Nicole como cupidos, sin duda eran una gran familia.
En
un momento de la velada, Victoria se va en un aparte con Natacha.
V:
Natacha trajiste lo que te pedí.
N:
Si, lo tengo en mi cuarto, vamos.
Ya
en el cuarto de Natacha…
N:
Toma, ve házte la prueba de embarazo ahora estoy ansiosa por saber si voy a ser
tía nuevamente.
V:
Ay estoy ansiosa y a la misma vez nerviosa, y si estoy embarazada, como lo va
tomar Marcos, las chicas ay no sé…
N:
Ya, Victoria ve yaaa, vete hacértela ya, además se nota que Marcos y las Chicas
estarán mas que encantados con el nuevo integrante de la familia Guerrero
Fernández.
Quince
minutos después Victoria se había enterado que la prueba había dado
positivo. Victoria le pide a Natacha total discreción de su embarazo
porque quería buscar el momento ideal para dar la gran noticia a Marcos y a sus
hijas.
Cuando
Victoria baja nuevamente, Marcos se acerca por detrás a ella besándole el
cuello y mordiéndole el lóbulo de su oreja, causándole unas cosquillas por todo
su cuerpo. Ella girándose si pena alguna por la presencia de su familia,
besa profundamente a él. Es Marcos el que detiene el beso, dándole varios
piquitos y le dice.
M:
Mi amor si no estuviéramos aquí no sabes cómo…
Victoria
no lo deja terminar, le da un pequeño beso y le dice bajito al oído.
V:
Te Amor con Locura.
Durante
esa semana, Marcos tuvo una reunión en New York, por lo que tuvo que ausentarse
por tres días, razón por lo que aprovechó para prepararle una sorpresa a
Victoria. Los restantes días de esa semana los pasó junto a Victoria y a
Cristina. Cristina hablaba con Nicole todas las noches. Ella estaba
loca por regresar y compartir la alegría del noviazgo de su papá y
Victoria. Cristina convenció a Marcos y Victoria de no decirle nada sobre
su compromiso hasta que ella llegara y darle la sorpresa.
Regreso
de Nicole
M:
Ese es su avión (dijo Marcos a Cristina, señalando el Boing que se aproximaba
por la pista del aeropuerto internacional).
C:
Yo iré a decírselo, ¿sí?
V:
Creo que Marcos debería hacerlo, nena
C:
Pero Nicole y yo somos amigas. Ustedes no pueden esperar que me guarde
algo como esto, algo que las dos planeamos desde que fuimos al Palacio Rosa.
Si no fuera por nosotras, ustedes ni se conocerían.
Los
ojos de Cristina eran suplicantes mientras miraba a Victoria y a Marcos.
C:
Ustedes dos estarían como dos náufragos en un mar de soledad y desdicha de no
ser por nosotras (agregó la niña con tono melodramático).
C:
Has seguido leyendo novelas románticas, ¿verdad? (comentó Victoria con una
media sonrisa).
M:
Está bien, está bien (accedió Marcos, con un suspiro). Puedes decírselo
tú.
Apoyada
sobre la baranda junto a la ventana de la terminal, Cristina estudiaba con
ansiedad a cada pasajero que salía. En cuanto Nicole apareció, Cristina
corrió hacia su amiga y la abrazó como si hiciera años que no se veían.
Victoria
observó la escena con una apacible sensación de felicidad. Nicole soltó
un grito de alegría, abrazó a su amiga por los hombros y las dos saltaron de
gozo una y otra vez.
M:
A juzgar por su reacción, deduzco que no le disgustó nuestra decisión (le
comentó Marcos a Victoria).
N:
¡Papi, papi! (Nicole corrió hacia su padre y lo abrazó con todas sus fuerzas).
Estoy feliz de estar otra vez en casa. Te eché de menos. Los
eché de menos a todos (expresó, mirando a Victoria).
Marcos
devolvió el abrazo.
M:
Me alegra tenerte otra vez en casa, pedacito de cielo.
N:
Pero todo lo emocionante sucedió cuando yo no estaba (manifestó la joven,
haciendo una mueca). Caracoles; de haber sabido que por fin ibas a
ligarte a la señora Fernández, no me habría ido.
Victoria
sonrió con cierto engorro a la gente que los rodeaba.
C:
No te enfades (dijo Cristina a Nicole). Era una situación de ahora o
nunca, con mi mami en su pijama y todo.
Marcos
observó a los curiosos.
M:
Sí, no necesitas sentirte relegada. (La abraza y le dice bajito al oído de
su hija). Me guardé la mejor parte para ti, no digas nada es una
sorpresa.
V:
Mi amor vamos a reclamar el equipaje de Nicole.
M:
Si vamos.
Capítulo
21 (Capitulo Final)
De
camino a casa de Victoria, Marcos las invita a cenar en un lujoso restaurante
(como excusa para la sorpresa).
M:
Mi amor tenemos que celebrar que ya estamos los cuatro. Que te parece si
todos vamos a cenar al Restaurante Imperial.
V:
Me parece bien, pero antes tengo tenemos que cambiarnos de ropa, es un lugar
elegante (estaban vestidos de forma casual).
M:
Si lo que hacemos es que te llevo a ti y a Cristina a tu casa, luego con Nicole
me cambio en la nuestra y luego las paso a recoger tipo diez de la noche.
V:
De acuerdo.
Victoria
eligió ponerse un vestido negro muy sexy ajustado haciendo resaltar su cuerpo
con un escote dejando ver su espalda y unos zapatos de taco alto provocando que
se vea estilizada y elegante. Cristina había escogido un vestido azul
turquesa juvenil con unas sandalias plateadas a juego. Marcos había
elegido un traje italiano color negro a la medida, camisa y corbata de seda en
color negro, elegancia a la máxima expresión. Nicole había escogido un
vestido juvenil color marrón claro con unas sandalias doradas a juego
manteniendo, al igual que Cristina, un estilo muy de acuerdo a sus edades.
M:
Todas mis mujeres están preciosísimas, lo que me espera, pobre de mí.
V:
Mi amor no te preocupes por mí, yo solo tendré ojos para, estás ummm!
(respirando hondo) Hermoso. La que se debe preocupar soy yo, a saber
cuántas mujeres te van a echar el ojo.
M:
Victoria, no me digas que te pusiste celosita, Mi amor Soy todo tuyo y de nadie
más, ahora y siempre. Pero mi preocupación principal son estas
preciosuras (señalando a Cristina y a Nicole). Que muchos pretendientes
voy a tener de ahuyentar.
V:
Ja, ja, Marcos si todavía son muy chicas.
M:
Si, cero novios hasta después de los veinticinco años.
C
& N: (Que se habían mantenido calladas, gritan (si son mudas
explotan). Queeee!
V:
(Sonriendo y cerquita a ellas) Mis amores tranquilas ya me encargo de Marcos.
M:
Bueno, ya basta de confabular contra mí que llevo desventaja tres a uno.
Vámonos que se nos hace tarde.
Ellas
se ríen y se marchan hacia el restaurant.
A
la llegada al Restaurante..
El
mozo los dirige a un salón privado del restaurante donde para sorpresa de las
tres se encontraban tanto la familia de Marcos (su mamá y sus dos hermanas)
como la familia de Victoria (sus padres, Emilio, sus hermanas, el esposo de
Natacha y los dos hijos de ésta). Marcos había organizado todo con la
ayuda de las hermanas de Victoria. Ellas se habían esmerado en cada
detalle de la decoración y el catering a degustar todos los invitados.
Victoria
que había entrado del brazo de Marcos se giró hacia él con expresión de
sorpresa, toma el rostro de Marcos entre sus manos y mirando a sus ojos y
exclama con alegría y con toda la emoción de saberse amada por el amor de su
vida.
V:
Mi amor que sorpresa, te amo (beso corto), te amo con toda mi alma, sos mi vida
(beso), Te amo con locura (beso largo olvidándose por completo de todos los
testigos de su gran amor).
M:
Siempre, siempre quiero que estés segura que el amor que siento por ti es puro
y verdadero. Que desde hace tiempo no somos más Nicole y yo, somos desde
ya una familia, tú, Cristina y Nicole son lo más importante para mí. Y es
por esta razón que quise que nuestras hijas y nuestras familias fueran testigo
de nuestro amor. (Tomó la mano de Victoria y, mirándola a los ojos
mientras le deslizaba el anillo en el dedo, dijo casi con reverencia), Te
amo, Victoria Fernández, seré el hombre más feliz de la tierra si te casas
conmigo.
V:
Te amo, Marcos Guerrero (repuso ella con voz llena de dicha) y claro que acepto
unir mi vida a la tuya y a la de nuestras hijas.
C:
¿Quiere decir esto que de ahora en adelante Nicole y yo seremos hermanas?
(preguntó Cristina, apretando la mano de su mejor amiga).
N:
"Sipi" (dijo Nicole). Es lo que siempre quisimos.
Rodeándose
los hombros con un brazo, las dos jovencitas caminaron hacia sus padres y se
unieron al abrazo de sus padres.
V:
Marcos, mi amor, quiero decirte (tomándole el mentón), quiero decirles (mirando
a Cristina y a Nicole) que nuestro amor ha sido bendecido con la mejor de las
bendiciones. Mis amores pronto a nuestra familia contará con la llegada
de un nuevo integrante (lo mira con una gran sonrisa), sí!, mi amor, estoy
embarazada.
C
& N: ¡Vamos a tener un hermanito!.
V:
Si…
Marcos
le rodeó con un brazo, la miró con ternura (dándole las gracias) para luego
sellar un futuro lleno de amor con un apasionado y profundo beso. Y
diciéndole a sus ojos, sonriendo, cuanto la amaba.
M:
Victoria, Mi amor, mi todo, eres la suma de todos mis sueños, Te amo más
que la primera vez, porque Cuando me enamoro, se detiene el tiempo.
PROLOGO
Dos
meses después Marcos y Victoria se casaron. Ellos celebraron su boda en
un ambiente íntimo donde sus familias y amigos más cercanos. Cristina y
Nicole fueron las damas de honor, Flor, la hermana de Marcos y Emilio
fungieron como la madrina y el padrinos de la ceremonia. Marcos
sorprendió a Victoria al comprar una casa de seis
amplios dormitorios y un gran patio con piscina (pileta) para el disfrute
de ellos, Cristina, Nicole y sus futuros hijos. Victoria delegaba en
Brenda y Flor (que se había mudado a Buenos Aires) la mayoría de las
responsabilidades gerenciales de Golosinas Bandi. Como una vez pensó
Victoria, ella se dio una oportunidad al amor y por ello estaba disfrutando al
máximo de su vida de casada dándole prioridad a Marcos y a sus
hijas. Seis meses después nacieron Ignacio y Laura Guerrero
Fernández, si, tuvieron mellizos por lo que las chicas estaban encantadas de
ayudar en el cuidado de sus hermanitos. Marcos y Victoria supieron
disfrutar a través de los años de su unión como pareja pero en especial
de todos sus hijos y nietos.
FIN
FIN
Nota de Agradecimiento
Chicas,
Gracias, Muchas Gracias por Seguirme en mis nuevas aventuras como
escritora. Espero que hayan disfrutado leerla como yo la disfrute
escribirla. No sé, si seguiré con la historia (ya orientada a las
situaciones de ellos con sus hijos). Pienso que al ser parecida a la de
"Marcorianitos" de Isa no la voy hacer. Si tengo pensado hacer
otras historias con otros temas, como la que comenzará próximamente, "Mi
Seductor Amigo".
Me gustan las historias cortas de aproximadamente de 20 a 25 capítulos, aunque no descarto que esta nueva historia se extienda varios capítulos adicionales.
Sé que la mayoría de mis lectoras son de nacionalidad argentina, así que pido disculpas cuando en mis historias utilizo; "eres" en vez de "sos", o "entiendes" por "me entendés", "me regañas" por "me retas", realmente no importa cómo nos expresemos o de donde seamos siempre vamos a ser latinos.
Me gustan las historias cortas de aproximadamente de 20 a 25 capítulos, aunque no descarto que esta nueva historia se extienda varios capítulos adicionales.
Sé que la mayoría de mis lectoras son de nacionalidad argentina, así que pido disculpas cuando en mis historias utilizo; "eres" en vez de "sos", o "entiendes" por "me entendés", "me regañas" por "me retas", realmente no importa cómo nos expresemos o de donde seamos siempre vamos a ser latinos.
Un
saludo y un abrazo bien grande desde Puerto Rico,
Les
quiere mucho,
Maribel
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